Mariana Palomino
En el siguiente trabajo se analizan las figuraciones del enemigo en las crónicas y relatos
de la Guerra del Paraguay de E. Gutiérrez, J. I. Garmendia y L. V. Mansilla, las diferencias y
similitudes que presentan en los distintos autores, su relación con las diferentes figuras del héroe
y el modo como funciona la figura del enemigo en relación con los conceptos de patria y
frontera.
En los textos de E. Gutiérrez, por el contrario, encontramos una retórica más ligada a la
literatura popular, al folletín y a los relatos de aventuras. La narración es más dinámica, menos
descriptiva y menos escabrosa. En vez de relatar con detalle –al modo de Garmendia- los
5
Garmendia, J. I., p. 145.
6
Garmendia, J. I., p. 141.
tormentos y flagelos de la carne del soldado en la guerra, Gutiérrez instala al lector en el campo
de batalla, donde se despliegan las estrategias militares, las pequeñas historias de valientes
soldados, el heroísmo del cuerpo 6 de línea. Lo épico no está ligado al horror y al sufrimiento
sino a la valentía, el arrojo y la inteligencia militar. El enemigo, en esta perspectiva, es un rival
respetable: “cada soldado es un héroe”7, “los paraguayos peleaban (…) con toda la bravura de su
raza indómita y la desesperación del que defienda su patria, su hogar y su familia”. El enemigo
es el bando contra el cual se pelea la guerra, son hombres y mujeres como los argentinos que,
como ellos, defienden su territorio. Es una guerra entre hombres, no entre seres de especies
diferentes. Así, los héroes están de los dos lados. Con el enemigo se pelea el territorio “palmo a
palmo”, y a pesar de las victorias del ejército aliado, “el ánimo de aquellos valientes no decaía”.
La construcción de la figura del enemigo no es tan central como en Garmendia, sino que
funciona más bien como contrafigura del ejército argentino. De este modo, y en la lógica del
relato de aventuras, al realzar el coraje y la resistencia del enemigo, lo que se refuerza es la
heroicidad y la valentía del soldado argentino en su defensa de la patria.8
No sólo en los textos de Garmendia sino también en los croquis y siluetas militares de
Gutiérrez “el soldado se ha sobrepuesto al hombre: la voz de la patria habla a su corazón más
alto que la de todo sentimiento”9. Pero a la hora de referir la emboscada del ejército paraguayo,
el relato no se detiene en los tormentos de los prisioneros sino que recorre y narra la acción de
valientes soldados en plena batalla.
El enemigo del soldado parece ser, más que el ejército paraguayo, el gobierno de J. A.
Roca, que en el momento en que Gutiérrez publica sus Croquis y Siluetas Militares, no reconoce
los servicios prestados por los soldados, los “desecha”, negándoles reconocimientos y garantías.
En El soldado de línea, el tono de la descripción de la vida en el campamento (que remite
directamente a la de la vida en las fronteras internas de la nación) se convierte en una denuncia
de las condiciones en que el Gobierno tiene abandonados a sus soldados –a sus héroes, diría
Gutiérrez. Así: “el soldado de línea lleva aquella vida desesperante y heroica hasta que la vejez o
las heridas obligan al gobierno a darle de baja, para que vague [por] nuestras calles muriendo de
hambre y en la más monstruosa de las miserias”.10 En vez de los tipos de Garmendia
encontramos aquí un detalle de las faltas sistemáticas en los pagos a los soldados, del escaso y
7
Gutiérrez, E., p. 100.
8
En Sobre la guerra en el Paraguay (relatos nacionales en las fronteras), Alejandra Laera analiza bajo esta
perspectiva el episodio de Esteban Guelves narrado por Gutiérrez y concluye: “El soldado que ofrenda su vida –no
el que la pierde- es el verdadero héroe. Y para enfatizarlo como tal –en un procedimiento típico de la narrativa
popular de Gutiérrez-, también el enemigo debe verlo como un héroe: <los mismo paraguayos quedaron
asombrados> (el subrayado es mío). El reconocimiento de la heroicidad detiene, pone en suspenso, la acción del
enemigo.” En Graciela Batticuore, Loreley El Jaber y Alejandra Laera (comps.), Fronteras escritas. Cruces, desvíos
y pasajes en la literatura argentina, Bs. As., Beatriz Viterbo, 2008. (p. 199).
9
Gutiérrez, E., p. 241.
10
Gutiérrez, E., p. 242.
erróneo envío de ropa y comida, del olvido del Gobierno que deja a su suerte a estos héroes
anónimos.
Durante las últimas décadas del siglo XIX, en los años de configuración de la identidad y
el estado nacional, se puede leer en estos relatos y crónicas de la Guerra del Paraguay ciertos
elementos en relación con la definición de la patria, de lo nacional, y la relación entre los
soldados del ejército y el estado. Esos elementos no están siempre en armonía, sino que aparecen
cuestionados (incluso en los relatos de corte más militar y solemne de Garmendia).
La patria parece existir sólo del otro lado de la frontera, sólo cuando no se está allí, un
poco alejada del Estado y más aún del gobierno, que en todos los relatos –en algunos más
acentuadamente que en otros- aparece como ingrato, olvidadizo, dejando en estado de abandono
a quienes han luchado en sus fronteras. Es allí, en las fronteras, donde se juega la patria, en un
movimiento de afuera hacia adentro, del desprendimiento que siente el soldado, de la nostalgia
del hogar mientras se está combatiendo en otras tierras.
La guerra por el territorio configura los bandos aliados y enemigos, y este movimiento es
el que configura la idea de la patria en términos de unidad nacional, pero se trata de una unión
más bien coyuntural desencadenada pro el conflicto bélico, y que se sostiene en la Guerra
básicamente gracias a la disciplina, a la subordinación de los soldados a la ley y la jerarquía
militar, ya que éstas están mucho más presentes que las garantías estatales.
16
Mansilla, L. V., Amespil, p. 84.
17
Mansilla, L. V., La emboscada, p. 206.
La figura del enemigo funciona básicamente en estos relatos y crónicas de la Guerra del
Paraguay como contrafigura del sentimiento patriótico, pero en cada autor tendrá diferentes
matices y funciones. En el caso de Mansilla, aparece como un elemento más que desmitifica los
terrores de la guerra, a diferencia de los relatos de Garmendia, donde el enemigo parece ser de
otra especie, casi un diablo en persona, exacerbando la retórica antirosista (pero en la figura de
López y los paraguayos) de Sarmiento y Echeverría, y elevando a la categoría de héroes a los
oficiales y soldados rasos que padecen sus torturas. En el caso de Gutiérrez, finalmente, la figura
del enemigo se inscribe en la tradición de la literatura popular de los relatos de aventuras,
labrando el heroísmo de la soldadesca argentina.
Bibliografía: