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INTRODUCCIÓN

Acercarse al tema-problema1 de la voluntad, dentro del ámbito de la ética, resulta


una tarea dificultosa. No es una labor sencilla determinar qué es la voluntad, es decir,
cuál es su esencia que, finalmente, se llegaría a expresar mediante una definición. Tal
imposibilidad de una definición acabada2 surge, a nuestro entender, de diversos
aspectos, dos de los cuales queremos tratar de manera más detallada en el desarrollo de
la presente propuesta y que explicitaremos a continuación. Ésta es la justificación, al
menos en parte, de la presente introducción.

El primer factor surge a partir de las definiciones que se han dado de la voluntad,
que podemos apuntar de la siguiente manera: la voluntad como apetencia3 o como
fuerza-capacidad4 de realizar algo. Las anteriores definiciones históricas nos enfrentan
al problema de que se tratarían de definiciones acabadas y, por lo tanto, que intentan
cerrar de una u otra manera la temática que queremos abordar. Si nos quedamos en tal
postura, es decir, asumir como terminada la problemática podemos caer en la falacia de
creer que, en el campo de la ética, ya todo se encuentra dicho.

Profundizar en la estructura primordial, es decir, en la estructura básica de la


voluntad, es tarea necesaria para aprehender su esencia. Por tanto, intentar saber qué es
la voluntad implica sumergirse lo más hondamente posible en el acto volitivo, en sus
presupuestos, manifestaciones y finalidades. Los presupuestos explicitados,
manifestaciones y finalidades, no implican que con esta propuesta se llegue a agotar la

1
Se anota como tema-problema por el hecho de que si bien la voluntad es una temática tratada por la
ética, ésta genera una controversia, no sólo en la forma en la que la trataron y tratan los distintos autores
filosóficos, sino dentro de la misma comprensión de la voluntad.
2
Puede entenderse también a partir de las ideas de definición última o cerrada.
3
Postura aristotélico-tomista.
4
A tal manifestación apuntarían las posturas kantianas y nietzscheanas.

1
problemática de la voluntad, sino que, quiere ser un intento más para coadyuvar en la
labor ética actual y mostrar que son necesarias las actualizaciones de las temáticas
principales del área en la que nos enmarcamos.

Cabe una primera advertencia para el lector de la presente propuesta. Aunque


parezca que lo que intentamos desarrollar es una definición acabada de qué sea la
voluntad, queremos resaltar el hecho de que tal labor se torna en una actividad sin fruto,
ya que, por el carácter dinámico del acto volitivo, los resultados a que se lleguen deberán
tener cierto carácter de provisionalidad, pues podrán y deberán ser revisados y discutidos
en un futuro. Tal es el punto de encuentro y relación con el segundo factor que
presentamos a continuación.

El segundo factor surge de la estructura misma de la persona ya que ésta es un


ser en permanente creación-construcción, lo cual conlleva una reinterpretación y una
actualización5 de lo que son sus constitutivos y las manifestaciones que los acompañan.
De esta manera, así como no se puede dar una definición terminada-acabada de lo que es
el ser humano, tampoco se puede intentar delimitar, de manera acabada, lo que hace que
él sea lo que es, es decir, los constitutivos que conforman su esencia. Todo esto habla de
la dinámica y del crecimiento de la persona y de la misma voluntad, como constructora
de la misma, dentro de dos ámbitos: individual y colectivo.6

Lo expresado en los párrafos anteriores intenta mostrar que la voluntad forma


parte de la esencia humana, generando su dimensión ética, aunque ésta no la agota ni la
engloba totalmente. Pero, al estar la voluntad sujeta a una dinámica creciente y

5
Entiéndase actualización como aquella capacidad del ser humano de hacer realidad alguna potencia
suya.
6
Se deben remarcar estos dos ámbitos ya que el individuo no se construye sólo, de manera exclusiva, sino
en la relación con los demás seres humanos de su entorno.

2
creacional,7 sus manifestaciones-expresiones cambiarán o adquirirán una mayor
profundidad dentro del mismo ser humano y de las decisiones que va realizando como
individuo y como ser en sociedad.8

Todo esto nos viene a decir, como ya se ha ido mencionando, el hecho de que el
ser humano no es acabado-finalizado, sino que es un proyecto que se va realizando,
dentro del cual la voluntad colabora como posibilitante de su realización o frustración,
de acuerdo con las opciones tomadas por él de manera responsable. Como se puede
observar, al ser la persona algo inacabado, sus definiciones o concepciones de algo no
podrán tener un carácter definitivo sino provisional.

Lo dicho, en cuanto ejercicio, no justifica un relativismo por el hecho de que no


se pueda llegar a una definición cerrada. Las mismas manifestaciones-expresiones y los
acercamientos a la voluntad y al acto volitivo coadyuvan a su esclarecimiento y
comprensión, aproximándonos algo más a lo que se denominó la estructura primordial o
básica de la voluntad. Así, la comprensión de su esencia es más profunda, pero se debe
tener en cuenta que tales manifestaciones-expresiones, en el acto volitivo, al no agotar a
la voluntad del todo, revelan y a la vez ocultan lo primordial de ella.9

7
Entiéndase el término creacional como aquella capacidad de la voluntad de ir haciendo a la persona más
humana de acuerdo a lo que esta última misma va optando, eligiendo y realizando.
8
Las modificaciones en ambos niveles se realizarían a lo largo de la historia tanto personal como
colectiva-comunitaria. De esta manera, el ethos griego adquiere relevancia, no sólo como morada sino
como lugar de reflexión de los constitutivos y normas que desarrolla el ser humano. Un análisis
interesante de la etimología de la palabra ethos y sus interpretaciones se encuentra en: COROMINAS,
2000: 40-41.
9
Se rescata en este párrafo los sentidos de: a) Poiesis = poesía, como práctica creativa; y, b) Alegoría-
práctica alegorética, que descubre y oculta el sentido de las cosas. Ambas concepciones griegas exponen
un carácter dinámico-creacional que, sin forzar las cosas, puede ser aplicado a la voluntad. Para una mayor
ampliación de los temas Cf. GRONDIN, 1998: 50-51.

3
En síntesis: La presente propuesta pretende reabrir la problemática acerca de la
voluntad por las siguientes razones fundamentales: La primera, porque entre los
intentos de definiciones que se han realizado, la voluntad ha quedado diluida o reducida
a un ámbito estrecho que difícilmente puede abrirse a una mayor profundización del
problema. Y la segunda, por la importancia que, como constitutiva del ser humano,
tiene la voluntad, originando la dimensión ética de su existencia, en la que puede
crearse y recrearse, tanto individual como colectivamente.

Llegados a este punto, cabe una nueva advertencia. Más que una exposición
pormenorizada del problema, que parta de los orígenes de la filosofía y llegue al tiempo
actual, la presente propuesta comenzará por realizar una relectura crítica de la postura de
Xavier Zubiri, expuesta en su curso Acerca de la voluntad.10

Esta elección no es caprichosa ni arbitraria. Surge del hecho de considerar que el


citado autor realiza un intento profundo para llegar a la estructura primordial de lo que
es la voluntad, es decir, al acto volitivo en sí mismo. En dicho intento recoge algunas
posturas -las más importantes, según su lectura- que se han contenido en la historia de la
filosofía y, a partir de ellas, realiza su propuesta, ofreciendo una propuesta actualizada y
válida para el tiempo que se vive en nuestros días.

No obstante, la relectura que proponemos tampoco intenta ser una exposición


pormenorizada del pensamiento de tal autor. Lo que buscamos es mostrar algunos de los
instrumentos a partir de los cuales Zubiri se adentra en el problema de la voluntad, pero
sobre todo, qué problemas pueden surgir a partir de los mismos.

10
Tal curso, realizado en 1961, ha sido recogido en ZUBIRI, 1993: 17-193.

4
Para un mayor enriquecimiento la relectura que se pretende se realizará con los
aportes de otros autores. El más importante es el de Gilles Lipovetsky que, en su obra El
crepúsculo del deber,11 presenta como posición una ética del posdeber y concuerda en su
método con el de Zubiri.12 Esta corriente posmoderna de la ética subraya la realización
humana desde una actitud desligada de lo que se conoce como el imperativo categórico
kantiano13 y de todo aquello que implica negación “dolorosa” de uno mismo a favor de
los demás, es decir, deja de lado todo lo que pueda ser o derivar en un fundamentalismo
y/o dogmatismo religioso que vaya en detrimento del individuo.

Dentro la ética del posdeber se apunta, de manera racional, a la realización y


felicidad plenas. Pero éstas se basan en las voliciones del individuo que va optando por
lo cree que es lo mejor, lo que quiere-ama y aquello que le realiza como ser humano en
un marco individualista. Pese a ello, no deja de ofrecer ciertas luces que coadyuvan a
nuestra propuesta y, aunque parece ser una postura netamente individualista, sin
embargo se abre a una cierta perspectiva comunitaria, aunque de una manera distinta
pues no implica la noción de obligatoriedad.14

Otra advertencia para el lector surge del título de este documento. El


acercamiento que se realizará parte de una perspectiva ética, lo cual conlleva un cierto
conocimiento por parte del lector de algunos términos-conceptos dentro de esta área. Por
tal motivo se obviará la explicación de los mismos. Solamente algunos se presentarán,
por una explicitación del sentido en el que se comprenden y utilizan, de manera muy
sucinta. Además, por ser una tarea hermenéutica crítica la que se pretende, conlleva una

11
LIPOVETSKY, 2002.
12
Cf. Método de acercamiento a las obras y de desarrollo del trabajo.
13
“(…) obra sólo según la máxima que te permita al mismo tiempo querer que esa máxima se convierta en
ley universal.” Recogemos la formulación que realiza DARDICHÓN, 1991: 65.
14
Entiéndase el término obligatoriedad desde la perspectiva kantiana: aquello que tengo y debo realizar.

5
actitud activa – participativa del lector, para que se enriquezca la comprensión e
interpretación del texto que se propondrá a continuación.15

Para conseguir lo que se ha ido expresando en los párrafos anteriores, la


estructura de la presente propuesta se dividirá en tres capítulos:

1. Voluntad: Dilemas generales. En este capítulo se realizará una


explicación, en términos generales, del problema de la voluntad y los
obstáculos que se plantean a partir de los mismos, con perspectiva a lo
que se ha ido apuntando como proyecto de ser, origen de la dimensión
ética, y estructura primordial de la voluntad. Tal explicación, y a la vez
interpretación, se realizará a partir de la visión zubiriana del problema de
la voluntad.

2. Volición: Perspectiva del ser y/o poder ser. En el presente capítulo se


ahondará aún más en la explicación e interpretación de la propuesta
zubiriana, observando los puntos de encuentro y complementación que se
pueden dar entre él y la propuesta de Lipovetsky sobre todo.
Consideramos que este ejercicio permitirá, como ya indicábamos,
entablar un diálogo entre ambos autores en busca del enriquecimiento que
señalábamos líneas arriba. Claro está que la propuesta de este capítulo no
agotará, ni mucho menos, el tema-problema de la voluntad.

15
Este aspecto se tratará con mayor amplitud en el segundo punto de esta parte introductoria: Método de
acercamiento a las obras y de desarrollo del trabajo.

6
3. Resultados. En este capítulo final, en el cual se reabrirá la problemática
central que nos ocupará en el presente trabajo y que ha sido señalada en
letra cursiva en dos oportunidades líneas más arriba, el ejercicio se basará
en explicar e interpretar de una manera mucho más consistente las
problemáticas que se hayan ido presentando en los dos anteriores
capítulos. De esta manera, lo que se intentará mostrar es que se puede
optar por una definición provisional, en la que seguimos la propuesta
zubiriana, pero que a la vez nos presenta nuevas problemáticas.

MÉTODO DE ACERCAMIENTO A LAS OBRAS Y DE DESARROLLO DEL


TRABAJO.

El método que utilizaremos, para el desarrollo de la propuesta, se enmarcará


dentro del que utilizan Zubiri y Lipovetsky en la elaboración y presentación de sus
obras, que son las que revisaremos. Tal método se compone, a nuestro entender, de dos
elementos que no pueden desligarse el uno del otro. El primer elemento es el de la
observación-explicación de los hechos volitivos tal como se nos presentan; y, el
segundo, de la profundización-interpretación, a partir de los hechos mismos, en la
temática general que se trata, con una reflexión mucho más elaborada.

Pero es necesario comprender a cabalidad cada uno de los elementos señalados


en el párrafo anterior. La observación-explicación de los hechos, en este caso de la
voluntad tal como se nos presenta por parte de los autores que seguiremos, es la que
permite elaborar y sistematizar después una interpretación y presentarla de manera
coherente. Esta misma cualidad de sus métodos y textos es la que nos permitirá a
nosotros presentar nuestro análisis, basado en la reflexión-interpretación de sus
propuestas y la conjunta elaboración de nuevas problemáticas a partir de la observación

7
y profundización de las realidades presentadas por los autores y de alguna otra más
cercana a nuestra propia vivencia.

Lo anterior nos enfrenta a una problemática muy importante. En cuanto la


explicación e interpretación las realiza un individuo concreto, el resultado final que nos
presente el mismo, así como el fruto de la reflexión que presentaremos, se hallará
influenciado y “teñido”, si se nos permite decirlo así, por las preconcepciones,
concepciones e ideas del investigador y su forma de expresarlas y sistematizarlas. Si
bien esto podría generar un relativismo intelectual, consideramos que tal perspectiva no
es cabal.

La riqueza que ofrecen la explicación e interpretación, a partir de razonamientos


propios es que, en el campo de la ética y a nuestro entender, permite la posibilidad de
profundización en el conocimiento y de relectura de temáticas que, sobre todo en el
campo que analizamos, deben ser constantemente revisadas por el correlato interpelador
que nos presenta una realidad cambiante, tanto individual como colectiva. Si no
existieran lecturas distintas, al menos en parte, el conocimiento no podría avanzar y todo
ya sería conocido o explicado, con lo cual la realidad y la persona no podrían
potenciarse y plenificarse. De esta manera, los estudios y las profundizaciones
carecerían de sentido.

Como se puede observar, una tarea hermenéutica como la que estamos


intentando plantear busca potenciar la posibilidad de una nueva lectura de las propuestas
que presentaremos, pero sobre todo, la posibilidad de crear algo nuevo y que coadyuve a
la profundización de la temática-problemática de la voluntad. Cabe resaltar que dentro
de la propuesta de los mismos autores que analizaremos, en su explicación e
interpretación se abocan, generalmente, a presentar más las tensiones y/o problemáticas

8
que se generan, en torno a la voluntad, para de esta manera ir profundizando y
realizando su propuesta.

No se tratará de realizar, como se puede observar, una hermenéutica de estilo


romántico, que busque llegar a la psicología del autor o a lo que quiso exactamente
decir, sino más bien de una explicación e interpretación del hecho tal como lo presentan
los autores que analizaremos y nuestra propia percepción del problema. Como la tarea
que nos proponemos presentar puede ser modificada, aceptada y/o rechazada, una
hermenéutica como la que aquí se presenta permite realizar de manera mucho más
enriquecedora y profundizada tales modificaciones.

Tal propuesta nos permite, consideramos, que no se haga una exposición


exhaustiva del texto o planteamiento de los autores, sino que nos acerquemos a ellos de
manera global y se rescaten y polemicen los puntos más importantes de sus propuestas.
Lo dicho conlleva la posibilidad, mucho más enriquecedora y tal vez con mayor fruto,
de acercarnos a los textos de una manera más independiente que la sólo lectura de los
mismos y su comentario o interpretación.

No obstante, cabe una advertencia al lector. Lo que nos encontramos


proponiendo no quiere significar que, por la lectura global del texto, se pueda hacer
decir al mismo lo que uno desee. La interpretación y explicación que realizan los autores
del hecho de la voluntad nos van limitando, hasta cierto punto, el horizonte
hermenéutico que se puede hacer de sus propuestas.

Consideramos que los autores no se cierran a la posibilidad de explicaciones o


interpretaciones diversas y distintas de sus propuestas, pero tal posibilidad no es fruto

9
sólo de la hermenéutica que se pueda hacer de sus obras sino de la misma necesidad de
actualización que ya hemos apuntado líneas más arriba.

Ahora bien, para realizar tal actualización lo que se intenta realizar en la presente
propuesta es ver qué cosas no han sido dichas por los autores que se presentarán a partir
de la observación e interpretación crítica de las propuestas y de nuevas realidades
interpeladoras. Y, a la vez, en aquello dicho o no dicho, ver qué dificultades se
presentan, como ya expresamos líneas más arriba. Pero, también deberá preguntarse al
texto que presentaremos aquello que no haya dicho para que, valga la reiteración, se siga
profundizando en el tema que se estudia.

Naturalmente estamos conscientes de que al realizar una hipótesis de trabajo o al


explicar el método que se va ha utilizar, ya es una delimitación o intento de univocidad.
La amplitud en las interpretaciones no quiere expresar un relativismo o una
imposibilidad de profundidad, sino que permite el avance, creación y la construcción
dentro de los mismos. Al no tener definiciones acabadas o últimas, la carga
interpretativa y explicativa puede resultar enriquecida y mucho más profunda que una
que se base en la posibilidad de determinar cabalmente lo que sea la voluntad. Los
mismos autores que presentaremos tampoco llegan a definiciones terminadas, sino que
se encuentran conscientes de la necesidad de nuevas actualizaciones.

Es necesario recalcar que no queremos proponer un uso inescrupuloso de las


obras que utilizamos. La hermenéutica crítica que se pretende tampoco se dispara
completamente abriendo el campo de la lectura libre sin más. Existen mecanismos que
nos dan ciertos límites, como hemos apuntado ya. No obstante, podemos intentar abrir
algo los mismos, sin violentar a los textos buscando la readecuación que nos exige una
realidad cambiante, como ya mencionamos.

10
Las mismas hipótesis que se van realizando en la lectura -que realizamos como
lectores y que otro lector realizará con nuestro trabajo-, deberán ser validadas o refutadas
por los mismos textos: los que leemos nosotros y el que presentamos. Esto es lo que
generará la posibilidad de la creación de nuevos textos.

Finalmente, esperamos que la lectura de esta propuesta, como ya indicamos,


coadyuve al acercamiento de los lectores a las obras que analizamos y pueda motivar a
los mismos hacia la crítica de planteamientos éticos que muchas se nos presentan como
verdades absolutas e inconmovibles o que se diluyen por estar en manos de tantas
ciencias.

11
I. VOLUNTAD: DILEMAS GENERALES

En la introducción apuntábamos que la problemática que se genera en torno a la


voluntad-volición16 radica en saber qué es la misma, es decir, cuál es su esencia (Cf.
ZUBIRI, 1961: 17).17 Pero, en la introducción también se iba apuntando que no es
posible obtener una definición acabada-cerrada de la misma, pues esto llevaría a que la
comprensión de la voluntad se quede en un estado estático, sin posibilidad de
reinterpretaciones a partir de las nuevas formas de expresión a las que se va enfrentando
el ser humano en su auto comprensión y su interrelacionamiento.

Ocuparnos por delimitar de la manera más clara las problemáticas señaladas en el


párrafo anterior es lo que nos permitirá, de manera más enriquecedora, adentrarnos en la
problemática de la voluntad. Intentar desentrañar qué esencia posee la voluntad nos
permitirá comprendernos mejor como sujetos éticos, conformados por nuestras
decisiones volitivas, pero no por esto nuestra propuesta se tornará definitiva, sino que
debe estar sujeta a nuevas lecturas e interpretaciones.

La afirmación del párrafo anterior no es resultado de que la indefinición de la


voluntad provenga de una imposibilidad de realizar definiciones, lo que nos impediría
una profundización en el conocimiento y el conocer mismo las cosas, sino que la
voluntad misma es la que no permite una definición última por el hecho de ser parte

16
Los términos volición y voluntad serán utilizados indistintamente salvo que se necesite matizar alguno,
en tal caso se especificará en nota a pie de página. No obstante cabe advertir que, si se sigue la
terminología zubiriana, existen algunos matices. La voluntad es la cualidad o virtud que posee cada
persona, en cambio, la volición es el acto del querer que mueve a la virtud o cualidad. Ahora bien, como
veremos más adelante, poco a poco ambos términos se van interrelacionando, por esta razón serán
utilizados indistintamente.
17
Zubiri apunta el hecho de que el tema de la voluntad parece diluirse por estar en manos de muchas
ciencias y que, al final, no se llega a los aspectos que consisten la índole formalmente suya de la misma, es
decir, de la voluntad.

12
estructurante e íntima de la persona y por esto se halla sujeta a nuevas lecturas tanto
individuales como colectivas que la van profundizando, complementando o corrigiendo
de acuerdo a una realidad interpeladora.

En base a lo afirmado en los párrafos anteriores, así como lo presentado en la


introducción y a manera de síntesis, podemos decir que esta problemática se expresa de
diferentes maneras: una de ellas es la imposibilidad de dar una definición cerrada.18 A
esta imposibilidad de definición necesitaremos dedicarle una reflexión para tener una
idea cabal de la misma ya que éste será uno de los medios para irnos “sumergiendo”, si
se nos permite el uso del término, en el qué es la voluntad. Tal será parte de la actividad
que nos ocupe en el presente capítulo.

Para revisar de manera más completa la imposibilidad de una definición cerrada,


nos ocuparemos, previamente, de algunas definiciones dadas acerca de la voluntad.
Tales definiciones las observaremos bajo la perspectiva zubiriana de las mismas, ya que
consideramos que Zubiri realiza una revisión interesante y cuestionadora de algunas de
las propuestas más destacadas de las distintas épocas del pensamiento filosófico. Esta
misma revisión permitirá que nos vayamos adentrando en la misma propuesta zubiriana,
como es nuestra intención, ya expresada en la introducción.

18
Entiéndase los términos definición cerrada también de las formas siguientes: definición última,
acabada, definitiva. Ejemplos de definiciones acabadas se encontrarían en las ciencias exactas y, hasta
cierto punto, natural-biológicas. En cambio parece ser que, en las ciencias humanísticas y sociales, las
definiciones no pueden ser de tal estilo por los motivos ya explicados en los párrafos anteriores.

13
I.1. Algunas definiciones: revisión histórica y nuevas propuestas

En toda la historia de la filosofía los distintos autores que de una u otra forma
han abordado el tema de la voluntad, han dado y dan definiciones de la voluntad que
quedan en su superficie.19 Tal hecho es debido a que tienden a ser definiciones unívocas
y/o porque la mayor parte de las veces, se limitan a ser resultado de análisis de las
manifestaciones-expresiones (Cf. ZUBIRI, 1961: 24) de la voluntad más que de la
profundización en la esencia de lo que, según Zubiri, constituye el fundamento de la
volición: el acto volitivo en sí.20

Es necesario apuntar que, para comprender el acto volitivo a cabalidad, se debe


atender a dos ámbitos intrínsecamente unidos: la persona en sí21 y la voluntad misma.
Con otras palabras, la voluntad es el origen de la dimensión ética del hombre, ya que ella
es la que le permite determinar aquello que es bueno y aquello que es malo. Por tal
motivo, en una lectura ética basada en Zubiri, suponemos que no pueden desvincularse
dichos ámbitos.

Establecido este previo, he aquí algunas definiciones de la voluntad, importantes


para la propuesta que proponemos y que, a su modo, Zubiri también presenta (Cf.
ZUBIRI, 1961: 25-33):

19
Entiéndase el término superficie como parte-manifestación del problema que no llega al centro del
mismo.
20
Zubiri, en su curso titulado Acerca de la Voluntad, desea realizar dicha profundización y, aunque no
deja de atender a las manifestaciones-expresiones de la voluntad, por la misma tendencia a realizar
elaboraciones sistemáticas que posee el autor, no se queda en las expresiones o ejemplos concretos. Esto
es lo que le permite profundizar y llegar a conceptualizaciones más elaboradas y reflexionadas. Sin
embargo, consideramos que Zubiri no tiende a la univocidad, sino que, su propuesta permite realizar
varias lecturas e interpretaciones.
21
Aunque se utilice el término persona en singular, puede ser interpretado no sólo en la dimensión
individual sino también como ser conformante de una sociedad-colectividad.

14
a) Aristóteles y Santo Tomás proponen hablar de la voluntad como un apetito
racional (Cf. ZUBIRI, 1961: 26) del ser humano que tiende hacia un algo.
Ese algo sería el bien general22 –bien en abstracto-, que encontraría su
culmen en el Bien Supremo –Dios, desde la lectura de Santo Tomás-; apetito
racional que será saciado completamente tanto cuanto la persona se acerque
más a dicho Bien. En otras palabras, el ser humano hallará su plenificación-
realización y culminará su volición cuando alcance por completo tal bien.

Como se puede notar, hablar de la voluntad como apetencia nos enfrenta a la


concepción de la voluntad como actor del querer.23 Las dos deficiencias que
podemos encontrar en tal definición es que sólo se atiende a uno de los
aspectos que conforman la voluntad y se reduce a esta última a un mero
impulso pues parece que, según interpretación de Zubiri, a este estado puede
reducirse la apetencia.

b) Existen otros autores, de diferentes corrientes filosóficas, que optan más bien
por definir la voluntad como fuerza, capacidad,24 determinación25 o
deber.26 La definición de la voluntad como fuerza o capacidad es fruto de
ver en la voluntad algo que nos daría una fuerza, valga la reiteración, para
realizar algo que parecería estar más allá de nuestro alcance normal. En
cambio, la definición de la voluntad como determinación o deber es
resultado de una reducción de la voluntad a una cualidad que posee el ser

22
ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, L. I, c. 1: 1094 a3. Citado en ZUBIRI, 1961: 26-27.
23
Cf. Nota 16.
24
Desde esta doble perspectiva fuerza y capacidad puede entenderse la propuesta nietzscheana de la
Voluntad de Poder.
25
Zubiri adscribe en este estilo de comprender la voluntad a Descartes. Ver DISCURSO DEL
MÉTODO. Capítulo III.
26
Aunque Zubiri no lo toma en cuenta, es necesario recordar esta forma de concebir la forma de actuar de
las personas a la que se adscribe Kant. Para este autor todos los actos deben estar regidos de manera que:
“(…) obra sólo según la máxima que te permita al mismo tiempo querer que esa máxima se convierta en
ley universal.” Formulación que se realiza en DARDICHÓN, 1991: 65.

15
humano pero que debe estar gobernada por la razón. Estas definiciones de la
voluntad apuntan hacia la realización de la persona desde una perspectiva
más racionalista, pues la razón siempre debe gobernar al resto de nuestras
capacidades, y son fruto de la Modernidad. Lo más importante de dichas
propuestas es que dejan de lado la fundamentación en la Trascendencia,27
para adscribirse en una línea más antropocéntrica.28

Cabe señalar que en las formas de definir la voluntad posee un papel muy
importante la decisión. Es decir, la voluntad es decidirse por. Ahora bien,
existe un matiz muy importante que conviene señalar. Si se habla de la
voluntad como fuerza o capacidad nos encontramos frente a la concepción
de la voluntad como virtud-cualidad. En cambio, si hablamos de la voluntad
como determinación o deber, nos encontramos frente a la voluntad como
acto del querer o volición.29 Los límites que nos presentan tales definiciones
es que al estar bajo el imperio de la razón, todo lo que vayamos a determinar
volitivamente debe encontrarse en los límites de lo racional lo que deja de
lado muchos hechos que no pueden explicarse, entenderse ni vivirse de
manera racional.

A partir de las anteriores definiciones, Zubiri irá profundizando en lo que es la


esencia del acto volitivo y de la voluntad en sí misma. La conclusión a la que llega es la
que presentamos en el siguiente inciso, que además es un intento de resumir su
propuesta y nos servirá para adentrarnos en las nuevas propuestas de lectura y
comprensión de la voluntad:

27
Entiéndase el término desde una perspectiva teológica, no como aquel que permite pensar en posibilidad
de un algo más allá. Parece ser que el racionalismo no renunciaría totalmente a ello.
28
En el Modernismo se realizó una exaltación del ser humano desde una perspectiva más individualista,
mermando la dimensión relacional, que se tradujo en lo que ahora postula alguna corriente del
posmodernismo: el individualismo radical.
29
Cf. Nota 16.

16
c) Zubiri, bastante cauteloso, dice que el acto volitivo es un acto del querer. En
sus palabras: “La esencia de la voluntad está en querer. No es apetito, ni
determinación, ni actividad; es querer.” (ZUBIRI, 1961: 42) Pero, como
veremos más adelante, al analizar la propuesta con más detenimiento, no es
un querer simple, sino que se perfila hacia un modo especial de ser: de ser
querido.30 Dicha forma de ser implica creación libre y auto posesión.31

Como se puede observar en las citas presentadas, surge de nuevo la pregunta-


problemática que nos ocupa: qué es la voluntad. Lo interesante es la matización que
realiza Zubiri, como ya expresamos, rescatando las propuestas anteriores y remarcando
que son manifestaciones de la voluntad que nos van revelando aspectos de la misma. Sin
embargo, si bien nos revelarán un poco más de la esencia de la voluntad, la recubrirán de
nuevo, a partir de lo que Zubiri propone como la esencia de la voluntad, es decir, del
querer porque, como veremos más adelante, el querer nos ofrece nuevas perspectivas.

Es necesario notar que el recubrimiento que señalábamos en el párrafo anterior


surge siempre a partir de las manifestaciones concretas de los individuos o sociedades. A
tal recubrimiento debemos dedicarle una reflexión previa. El recubrimiento es la no
agotación y dinamismo creacional de la voluntad pues ésta se va adecuando a las nuevas
situaciones que van viviendo las personas o grupos societales, obligándonos, si se nos
permite el uso y la fuerza de la expresión, a mantenernos en una situación de tensión que
busca y analiza.

30
Tal forma de ser se la abordará más adelante, por ahora, baste lo dicho.
31
Dentro de toda esta propuesta, Zubiri tratará el tema de Dios, en un intento por re-conciliar la dimensión
teológica con la ética. Del mismo no nos ocuparemos ya que nos adentramos en ámbitos teológicos que
escapan al tema que nos ocupa.

17
Al ser el querer la esencia de la voluntad, según la lectura de Zubiri, el mismo
querer nos va enfrentando a la situación de descubrimiento y recubrimiento. Tal efecto
sucede pues el querer es siempre dinámico y se acrecienta en tanto éste se descubre y se
recubre en su actuar. Tal proceso se produce por el hecho de que el querer se manifiesta
de maneras concretas, tanto individuales como comunitarias, que se producen en un
tiempo concreto, pero este mismo querer trasciende la temporalidad por ser algo que
permanece y se vive-transmite de una generación a otra. Retornaremos a este tema más
adelante, cuando nos encontremos hablando de la deseabilidad.

Finalmente, para completar este pequeño recorrido por la historia y las


definiciones realizadas, cabe presentar la propuesta que desarrollaremos con mayor
detenimiento en el siguiente capítulo, para complementar la propuesta zubiriana, que es
la de Lipovetsky:

d) La ética del posdeber (o posmodernismo, si se prefiere) define la voluntad


como compromiso. Cabe matizar que no se está hablando de un compromiso
definitivo sino mientras dure la elección que mueve nuestra volición. Esta
opción lleva a una circunstancia de tensión en el individuo, abriéndolo por
completo a la esfera de la libertad. Dicha apertura, por el hecho de no estar
acostumbrados a ella, originará que oscile entre dos extremos: la apertura
total, sin por esto ser libertinaje, y la necesidad de una mayor normatividad-
legislación, que proteja y legitime tal libertad y así se asegure la posibilidad
de ejercer, por parte de todos los individuos particulares, su volición.

18
I.2. Dificultades y/o aportes de las definiciones

Zubiri, al finalizar su lectura de las propuestas que hemos resumido en los incisos
a) y b) del punto anterior, plantea el problema de la siguiente manera:

Este triple concepto de la voluntad como apetito, de la voluntad como


determinación y de la voluntad como actividad, este triple concepto es necesario,
sin esto no habría volición. Ahora, estos tres aspectos no solamente no se
excluyen, sino que en su unidad intrínseca constituyen justamente la intrínseca
finitud, la estructura intrínseca de la finitud de la volición humana. El apetito nos
descubre precisamente en el acto de volición, el acto como tendente.32 La
determinación nos descubre en el acto de la volición, el acto como quiescente.33
La actividad nos descubre en el acto de la volición al acto, en cierto modo
activo.34 Por consiguiente, el problema de cuál sea la esencia de la voluntad
estará en que se nos diga en qué consiste ese acto –el carácter de ese acto-
que es a un tiempo un acto apetecido, un acto que reposa en determinación,
y un acto en cierto modo activo. (ZUBIRI, 1961: 33-34)35

Lo expresado en la cita anterior nos muestra dos hechos que debemos remarcar y
tener presentes antes de continuar con la exposición del tema que nos ocupa, aunque los
abordaremos nuevamente más adelante. Zubiri desea mostrarnos, por una parte, que las
definiciones que apuntábamos en los incisos a) y b) anteriores, aunque sean
insuficientes,36 son parte formante, por ser manifestaciones, de la voluntad y las que
mueven y son condiciones necesarias de nuestra volición.37 No obstante, y por otra
parte, también nos enfrenta a un modo nuevo de comprenderlas ya que Zubiri comienza

32
Cf. ZUBIRI, 1961: 35.
33
“(…) quiescencia, [es] una especie de movimiento estacionario que consiste en reposar sobre sí
mismo.” ZUBIRI, 1961: 45. El agregado es nuestro, para que se comprenda mejor.
34
Cf. ZUBIRI, 1961: 43.
35
El resaltado es nuestro.
36
Son definiciones insuficientes por el hecho que sólo se atiende uno de los dos aspectos de la voluntad: o
la virtud-cualidad o el acto volitivo. Cf. Nota 16.
37
Cf. Nota 16.

19
a interrelacionar el acto del querer o volición con la esencia de la cualidad-virtud o
voluntad.

Pero, antes de adentrarnos en lo que entenderemos por una definición no


definitiva, es necesario atender por un momento a algunas de las dificultades que surgen
de las definiciones que hemos ido presentando en el punto anterior. En algunas de las
mismas seguiremos la propuesta zubiriana. Cabe advertir que el orden en que se
presentan no sigue la importancia de las mismas.

 La primera, que Zubiri expresa de manera muy clara, afirma que si se


reduce la volición a un simple apetito, por más que sea del orden racional,
la misma experiencia revela que, una vez satisfecho el apetito que ha
movido la volición, se sigue teniendo voliciones. (Cf. ZUBIRI, 1961: 27-
28) De esta manera, no se puede decir que la voluntad sea sólo la
apetencia del sujeto.

Conviene tener en cuenta que, como ya se perfilaba en el inciso a), la


apetencia al Bien no es algo que se sacie en un momento determinado.
Será al final de la vida cuando tal apetito sea aquietado y consumado.
Consideramos que el error se puede producir cuando se confunden los
bienes con el Bien. Esta postura ya fue tratada por Santo Tomás, pero el
dilema final está en determinar, si es que no se pertenece a una tendencia
cristiana, ¿cuál es el Bien?

Ahora bien, la apetencia de tal Bien es insaciable, si se nos permite


decirlo así, por el hecho de que es un deseo que tiende hacia y no una

20
necesidad de. Como explicaremos más adelante, cuando el apetito es una
necesidad de se torna en una carencia ya que es algo que no se posee,
pero cuando ya se lo tiene, el apetito culmina, en cambio, al ser un deseo
que tiende hacia, la apetencia se potencia y la volición se mantiene
dinámica.

 La segunda dificultad, que ya ha sido mencionada, parte de un concepto


simple de lógica: la parte no es el todo. No se puede definir la voluntad a
partir de las manifestaciones de la misma. No se niega que la voluntad se
exprese en tendencias apetitivas, en ser una fuerza, en que lleve a la
persona a determinarse por, etc.; pero, al ser meras manifestaciones de la
misma, no se puede concluir que una u otra manifestación comprenda
toda la esencia de la voluntad. En este sentido, las propuestas de los
incisos c) y d) intentarían ser más profundas, buscando un fundamento
más sólido.

 La tercera dificultad es que la persona puede tener voliciones, pero sin


determinarse a realizarlas38 (Cf. ZUBIRI, 1961: 30-31).39 No por esto se
puede decir que no tengamos volición o que no tengamos
determinación.40 La relación que se establece en esta dificultad, así como
en la primera, es de no necesidad. El apetito y la determinación se
encuentran presentes en los actos volitivos, pero no de manera necesaria;

38
Por ejemplo, podemos haber determinado algún medio para alcanzar parte de nuestro Bien, es decir
aquél que nos plenifica y realiza, pero no realizarlo porque consideramos que no es el momento o que
puede presentarse otro medio mucho más eficaz para plenificarnos.
39
Esta postura puede ser leída con el cuestionamiento que Zubiri realiza a la concepción de la voluntad
como mera actividad. Ver ZUBIRI, 1961: 32-33.
40
No determinarse parece ser el problema del apático, que le da exactamente igual una cosa que otra, por
tal motivo no elige nada. Determinarse, en cambio, es tender hacia algo o elegir de manera querente algo.
Ahora bien, no es que el apático no posea las actitudes explicitadas sino que no las ejerce porque su querer
se encuentra inmotivado de una manera constante.

21
es decir, pueden no manifestarse, pero no por eso dejamos de tener
voliciones. Este problema de la no necesidad será tratado de manera más
completa cuando nos refiramos a los temas de la tendencialidad y la
deseabilidad. Aunque cabe señalar que los temas indicados ahora
responden en realidad a las cuatro definiciones que hemos apuntado con
anterioridad.

 La cuarta dificultad se produce porque en los dos primeros incisos a) y b),


las definiciones que se dan parten de un sentido de carencia de algo. Así,
el ser humano a través de su voluntad tendería, apetecería, se determinaría
a, ejecutaría un acto, etc., para conseguir aquello que carece. Pero, parece
ser que en realidad la voluntad, la mayor parte de las veces, no es movida
por una carencia, sino por una interpelación de la propia persona41 y del
objeto. En otras palabras, dicha interpelación parte de algo que ya se
tiene, para potenciarlo más, y no de lo que, como ya dijimos, se carece.

Lo expresado en el párrafo anterior hay que comprenderlo cabalmente


antes de continuar ya que podemos caer en errores interpretativos. La
persona tiende a poseer algo a partir de los previos que por su misma
naturaleza tiene. De esta manera, aunque lo que se quiere poseer no es
tenido, dicha falta no es el móvil que lleva al ser humano a tender hacia
ese algo, sino el algo mismo y la persona misma que tiende a ese algo.
Volveremos a este problema cuando nos refiramos al querer.

 Una última dificultad proviene de la propuesta que se presentaba en el


inciso d). A partir de ella surge la pregunta ¿qué clase de compromiso
41
Tal interpelación se realiza en dos niveles, es decir, individual y colectivo.

22
entenderemos? Si es un compromiso por mero compromiso, nos
encontraríamos frente a lo que podemos llamar voluntarismo, no voluntad
en toda su expresión. De manera velada caeríamos al final en realizar un
deber por el deber, aunque sólo sea por un tiempo determinado. Parece
que el compromiso, si va en vías de plenificación del ser, necesitaría un
fundamento más profundo, por más que sea, como ya mencionamos, un
compromiso temporal.

Con otras palabras, para que el compromiso sea volitivo, debe ser un
compromiso con y desde la realidad y en realidad. Cada uno de los
matices explicitados nos descubre dimensiones distintas pero
complementarias de lo que es un compromiso volitivo. Al ser un
compromiso volitivo con y desde la realidad nos coloca en una situación
de construcción comunitaria. Lo anterior se complementa con el matiz de
la construcción personal que surge del compromiso volitivo en realidad,
que es el que profundiza a los anteriores matices, por abordar lo más
profundo de nosotros mismos.

Lo interesante y positivo de las definiciones propuestas es que pueden leerse


desde la perspectiva de que la voluntad es constitutiva de la esencia humana. En la
búsqueda de poseer algo, en realidad se tiende a la auto posesión, es decir, a ser dueño
de sí. (Cf. ZUBIRI, 1961: 35-49 y 75-81) Pero, esta constatación no implica sólo lo que
cualquier antropología filosófica42 o propuesta ética ya postulan, sino que permite
observar que es gracias a la voluntad como se puede crear y recrear el ser humano. De
esta manera se genera la reinterpretación crítica que permite la dinámica creacional de
sus constitutivos y, finalmente, de él mismo.
42
Entiéndase cualquier antropología filosófica como las que se derivan de las corrientes filosóficas
existentes, que varían en sus propuestas de ser humano, pero parece ser que todas aceptan que la voluntad
es un constitutivo de la esencia de la persona.

23
Al ser la voluntad aquello que hace que el ser humano sea lo que es, no queda
inscrita sólo en un ámbito de actualidad,43 sino que conlleva, al menos, una posibilidad
de ser. Tal posibilidad se produce por el enfrentamiento del hombre con la realidad en
cuanto tal44 y que, en último término, implica la posibilidad del hombre como sí mismo
(Cf. ZUBIRI, 1961: 37), en vías a realizar un proyecto de plenificación-realización.

Todo lo que hasta ahora hemos dicho decanta en dos propuestas de lectura de la
volición: de ser y de posibilidades de ser. Ambas formas implican una opción-decisión
querente.45 Zubiri lo plantea de la siguiente manera:

(…) la volición consiste en un modo especial de ser: en ser, pero ser


queridamente; en ser querido. El acto en el que formalmente consiste la volición
es no solamente un acto de amor y un acto de decisión, sino que es un acto
activo, el acto de ser querido. (ZUBIRI, 1961: 43)46

Debe ser querente ya que nunca se realizarán actualizaciones plenificatorias de


aquello que no se quiere.47 A partir de lo ya mencionado es que se puede vuelve a notar
el hecho de que la voluntad implica creación porque crea-configura al ser humano. No
obstante no es una creación estática y que alcanza un final en alguna etapa de la vida. Si
tal hecho sucediese, al alcanzar un cierto grado de planificación, gran parte de la vida
dejaría de poseer sentido pues, ya no existirían potencialidades que desarrollar y el

43
Entiéndase actualidad como lo entendía Aristóteles: el estar o ser algo en acto y no en potencia. No
como hace Zubiri, que más bien llama a la actualidad actuidad.
44
“Realidad no significa aquí que las cosas efectivamente sean reales, sino que mi modo de
enfrentamiento con ellas sea en tanto que realidad.” ZUBIRI, 1961: 22. Consideramos necesario que se
vuelva a observar de nuevo lo que apuntamos en la crítica a la propuesta de Lipovetsky.
45
Entiéndase el término como aquello que es querido por un yo.
46
Detalladamente explica Zubiri cómo llegó a esta formulación en ZUBIRI, 1961: 41-47.
47
ZUBIRI, 1961: “(…) en el soy yo quien quiero, queda bien claro que el quiero es algo que formará parte
de ese yo (…) La condición necesaria y suficiente para que la voluntad exprese el carácter de propiedad
del sujeto que quiere, es que la voluntad que quiere sea efectivamente suya. (…) Si la voluntad es mía,
cuanto decido con mi voluntad es mío y afecta a mi persona. Si no, no.” p. 23.

24
mismo ser humano se vería limitado en su posibilidad de actualizar potencialidades, es
decir, de ser.

La voluntad es una creación dinámica, ya que el ser humano es perfectible48


gracias a que la voluntad es un acto del querer, y este querer, por lo ya apuntado, implica
potencialidad y deseabilidad siempre nuevos e interpeladores de acuerdo a las realidades
y situaciones concretas en las que éste se desarrolla y a las cuales se enfrenta.

Con lo presentado hasta el momento, consideramos que se posee una perspectiva


lo suficientemente amplia como para poder ingresar, aunque sea por un momento, al
problema de la indefinición de la voluntad. Cabe advertir al lector que en el siguiente
capítulo volveremos a retomar algunos de los puntos tratados en el presente, para
realizar una mayor profundización en la propuesta de Zubiri y, el enriquecimiento con la
propuesta de Lipovetsky.

I.3. Definición no definitiva: delimitación del problema

En base a lo apuntado en los dos puntos anteriores, y como ya señalamos,


necesitamos dedicarnos ahora a ver qué es lo que entenderemos por una definición no
definitiva y, de esta manera, explicitar mejor la problemática que nos está ocupando.
Conviene señalar que, aunque se esté hablando de definiciones no definitivas, no se
quiere expresar que las definiciones son imposibles sino que, sobre todo en el área en
que nos enmarcamos, no se puede ofrecer definiciones finalizadas. Con estos previos,
adentrémonos en la propuesta de este apartado.

48
Entiéndase el término como aquella capacidad del ser humano de irse acercando a la perfección. Ser
perfectible implica el doble juego de ser y poder ser.

25
Entendemos por definición cerrada una definición que tiende a la univocidad y
que es definitiva; es decir, una definición que no permite interpretación ni modificación
alguna. Dentro del ámbito de la ética, esta postura resulta peligrosa, pues puede hacerle
perder criticidad y sumirla en un estado estático.49 Con otras palabras, intentar realizar
definiciones éticas unívocas, por su carácter hermético, no permite reconocer, a través de
la reflexión en el tiempo y de las experiencias personales y comunitarias, la dinámica
creativa que implica el mismo ser humano.50

Todo lo dicho en el párrafo anterior no quiere significar que las propuestas que se
han realizado, y las que aún se realizan, sean inválidas o inútiles, sino solamente que
pueden estrechar la riqueza interpretativa del tema que estamos tratando, tomándose
como absolutas siendo incompletas.51 No obstante, parece ser que las definiciones, tanto
en la filosofía como en la ética, deben tener un cierto carácter de provisionalidad ya que
las manifestaciones externas pueden modificarse a través del tiempo así como el propio
comprenderse y expresarse del ser humano.

El carácter de provisionalidad y la posibilidad de reflexión y modificación son


los medios a través de los cuales postulamos la existencia de definiciones no definitivas,
que permitirían una mejor comprensión del hecho ético de la voluntad en la vida de la
persona o de las sociedades. Además de lo señalado, cabe resaltar el contexto que, a
través de estas definiciones y las lecturas que pueden hacer un individuo o una
colectividad de las mismas, se puede generar la dinámica de una hermenéutica crítica,
que permita el avance y modificación en el tiempo.

49
“Lo que sucede es más bien que el apresuramiento por resolver los problemas éticos puede hacer perder
a la filosofía la radicalidad que le es propia, aceptando presupuestos intelectuales no suficientemente
examinados.” COROMINAS, 2000: 13. Recomendamos observar también la página 14.
50
Cf. Introducción.
51
Zubiri propone que en vez de incompletas se las designe como insuficientes, como ya se fue apuntando.

26
Ahora bien, no se puede renunciar a un intento de profundización, en las
definiciones, por los problemas que hemos ido apuntando. La actitud ciertamente
filosófica parece ser la de tener la capacidad de poner en tela de juicio los supuestos,
fundamentos y/o definiciones que se utilizan, pero con la actitud de buscar una mayor y
mejor comprensión de los mismos y no tanto en caer en posturas nihilistas o en un
criticismo sin fundamentación que podría caer fácilmente, si se nos permite decirlo de
tal manera, en la criticonería.

Naturalmente, como ya expresábamos al principio de este capítulo, la


indefinición o definición no definitiva no es fruto de que sea imposible realizar
definiciones. Existen ciencias en las que podemos encontrar definiciones acabadas,
como por ejemplo las leyes matemáticas, pero en el área que nos encontramos es
bastante peligroso, como ya indicamos antes, pues lleva a perder la actitud crítica
necesaria para realizar modificaciones que se adecuen a nuevas realidades que nos
interpelan constantemente y exigen nuevas o renovadas respuestas. No obstante,
debemos volver a remarcar que esta postura no apunta a negar la realidad y necesidad de
definiciones que, aunque provisionales, permiten el diálogo y construcción de proyectos
societales y personales.

La revisión que hemos realizado a las definiciones que se han dado, bajo la
perspectiva de la propuesta zubiriana, busca realizar y tratar de concretar la postura
crítica que hemos apuntado en los párrafos anteriores. Finalmente cabe resaltar que las
definiciones que presentamos nos permitieron establecer, de mejor manera, algunos de
los problemas que se pueden producir si se absolutiza una definición.

27
En síntesis: Hablar de algunos de los dilemas generales, en cuanto definición, que
surgen al acercarnos al tema-problema de la volición nos lleva a observar al menos tres
grandes áreas desde las que se puede abordar la voluntad.

 La primera área es que, realizando un recorrido por la historia de la


filosofía, nos parece que puede atenderse la problemática desde las
manifestaciones-expresiones de la volición o desde alguna propuesta de
fundamentación del acto volitivo. En ambos casos surgen dificultades de
mayor o menor importancia. Algunas de las mismas las hemos analizado
en extenso en este capítulo.

 La segunda, a partir de las definiciones, en la que se apuntó que no se


puede realizar una definición de la voluntad que sea definitiva, ya que
ésta estrecharía el horizonte interpretativo-creativo de la misma.

 Finalmente la tercera, con base en las definiciones que hemos apuntado,


nos muestra que podemos acercarnos al problema desde el ámbito de la
persona como individuo o como miembro conformante de una sociedad.
En ambos casos, aunque sobre todo en el nivel individual, surgen nuevas
cuestionantes. Parte de la actividad del siguiente capítulo se abocará a
explicitar, de manera más profunda, esta problemática.

Con todo lo presentado hasta ahora en el presente capítulo hemos logrado, al


menos en parte, un panorama global sobre la problemática que nos ocupa y un
acercamiento a la propuesta de Zubiri. Aunque retomaremos algunos puntos en el
siguiente capítulo, consideramos que la profundización intentada ha alcanzado un nivel

28
suficiente para entablar un diálogo con Lipovetsky y Savater. Tal será la temática que
nos ocupe en el siguiente capítulo y que abordaremos desde la perspectiva del ser y/o
poder ser, profundizando de esta manera en la propuesta zubiriana.

29
II. VOLICIÓN: PERSPECTIVA DEL SER Y/O PODER SER

Al sintetizar el capítulo anterior apuntábamos que la temática que nos


encontramos revisando, el qué es la voluntad, podía abordarse desde, al menos, tres
grandes áreas complementarias entre sí. La primera área, desde una revisión, dentro de
la historia de la filosofía y de algunas nuevas propuestas, de algunas definiciones que se
habían dado y se dan de la voluntad y algunos puntos débiles de las mismas. La segunda,
se enmarca desde la imposibilidad de realizar una definición acabada. Y la tercera,
aunque señalada brevemente, a partir de las definiciones repasadas, que involucran el
ámbito relacional e individual de la persona.

A partir de lo expresado, en el presente capítulo nos dedicaremos a profundizar


aún más en la propuesta de Zubiri y a revisarla desde la propuesta de Gilles Lipovetsky,
quien se enmarca en la corriente posmoderna. Tal autor, en su obra El crepúsculo del
deber, concuerda con la postura, que apuntábamos en la segunda área, de que nos
encontramos en una etapa histórica en la que no es posible realizar definiciones
totalizantes (Cf. LIPOVETSKY, 2002: 11, 12, 116, 139, 146, 208, 230, 250, 259) y,
mucho menos, un retorno hacia posturas deontológicas52 (Cf. LIPOVETSKY, 2002: 12).

Parece perfilarse, desde la perspectiva del posmodernismo, que lo importante es


la búsqueda de la felicidad y la realización individuales pero, sin la noción de
obligatoriedad que se manejaba con la postura del deber. Ahora bien, el hecho de que no
exista la noción de obligatoriedad no quiere decir que se apueste por un comportamiento
irresponsable. Como podremos observar más adelante, la opción por lo individual
conlleva un alto grado de responsabilidad por las acciones volitivas que se realizan.

52
Tales posturas se hallan en estrecha relación con la propuesta kantiana del deber. Cf. Punto I.1, inciso
b).

30
Desde esta perspectiva posmodernista, la temática que nos ocupará en este
capítulo girará en torno a tres cuestiones importantes: algunas problemáticas más que
surgen a partir de lo visto en el capítulo anterior; algunas soluciones a las problemáticas
que señalábamos y señalaremos, como actualidades y/o potencialidades, tanto de la
persona como de la voluntad; y, cómo se trata el problema de la voluntad dentro de la
corriente del posmodernismo, que podría, a nuestro entender, enriquecer la propuesta
zubiriana.

Aunque señalábamos que las posturas que se propondrán serán realizadas a partir
de la visión de Lipovetsky principalmente, también rescataremos el planteamiento de
Savater para tener más luces en el tema que estamos tratando. Naturalmente en algunos
puntos retomaremos la propuesta zubiriana, como ya apuntamos, sobre todo cuando
tratemos la problemática de la dimensión de la libertad humana.

Cabe señalar que lo que se proponga tampoco posee un carácter finalizado o


definitivo. Todo esto servirá de punto de encuentro para que, junto con el primer
capítulo, hagamos la propuesta del capítulo tercero. Finalmente, debemos advertir a los
lectores que, para acercarse a las propuestas que realizaremos, es necesario desprenderse
de los prejuicios que se puedan tener ante la corriente posmodernista ya que se tiende a
pensar que el posmodernismo es una corriente caótica y que no puede realizar ningún
aporte.

II.1. ¿Deseabilidad?: Ámbito del querer.

Al tema de la deseabilidad debemos dedicarle una reflexión lo más profunda


posible. Cuando la voluntad se halla fundamentada en el querer, esta querencia se mueve

31
por deseos. Ahora bien, dichos deseos no son meros apetitos o caprichos sino que,
conmueven a lo más profundo del ser, generando en él un movimiento o un cambio. Por
esta razón es que al final la voluntad tiende y se determina por algo sin por esto cerrarse
a la posibilidad de nuevas potencialidades o caer en el engaño de que ya nos
encontramos plenificados. Cabe señalar que, al ser conmovido lo más profundo del ser,
se potencian las posibilidades de ser pero a partir, siempre, de lo que ya se tiene
previamente, es decir, de lo que ya se es.53

Como ya se señalaba en el párrafo anterior, la deseabilidad, además de conmover


lo más íntimo de la persona, es la que permite hacer o realizar las actualizaciones
plenificatorias ya que al desearlas, se las quiere, se las sueña y se las ejecuta desde la
intencionalidad, es decir, desde que se tiene la volición y se la ejecuta en la mente. Si el
ser humano no poseyera tal capacidad de desear, parece ser que le daría lo mismo
realizar una plenificación que otra, ya que no habría la conmoción íntima,54 es más, ni
siquiera se podría conmover.

Lo expresado en el párrafo anterior nos hace caer en cuenta sobre el hecho que el
ser humano, como individuo y como colectividad, se encuentra en una situación de
tendencialidad55 ya que ella sería la que permitiría querer y optar por aquello que lo
plenifica. No obstante no se puede afirmar que el ser humano se halle siempre en tal
situación, es decir tender a algo, o que la sepa reconocer cuando la situación se presenta,
por el hecho de que al estar siempre tendiendo hacia algo no se le permitiría tener la
dimensión de profundidad y, cuando no reconoce la situación, pueden afectar factores,
como el biológico por ejemplo, que escapan al tema que analizamos.

53
En este punto cabe recordar lo que ya se apuntó acerca del sentimiento de carencia. Cf. capítulo I, punto
I.2.
54
Volvemos a enfrentarnos al problema del apático. Cf. Nota 40.
55
Entiéndase el término tendencialidad como el tender hacia algo.

32
El problema con la deseabilidad surge en cuanto el límite entre lo que es un
verdadero deseo y un mero capricho es muy delgado, si se nos permite el uso del
término, y nos podemos engañar. Naturalmente, en ambas situaciones existe el “juego”
entre lo que se es y la (o las) posibilidad(es) de ser. La leve diferencia es que en el caso
del capricho, lo que se observa como potencialidad o posibilidad de ser no es más que
una ilusión y, la perfectibilidad que se busca, en realidad no existe y nos quedamos con
el mismo ser que éramos, o tal vez en una disminución del mismo.56

II.2. Problemas de la volición y su relación con la vinculación de lo individual con lo


social

En este punto debemos atender algunos problemas que surgen, a partir de las
afirmaciones realizadas en el capítulo y puntos anteriores, en torno a la volición
individual y su vinculación con el ámbito social. Cabe señalar que Zubiri, en su
propuesta, no presenta ninguna respuesta al problema de la vinculación entre lo
individual con lo social, en cambio, Lipovetsky sí. La problemática que vamos a abordar
será tratada, como observaremos a continuación, desde la perspectiva individual
primeramente:

a) Se puede decidir-optar, de manera volitiva, por ser más humano o menos


humano. La dimensión perfectible de la persona conlleva ambas
posibilidades. Lo expresado anteriormente genera tensión en el ser y un
posible relativismo que se exprese en que cualquiera de las opciones es válida
o “buena”. La noción entre bueno y malo parece llegar a desaparecer,
convirtiéndose todo en deseable o bueno. En este marco, la voluntad también
será buena en cuanto tiende sólo a optar entre las opciones posibles que se le

56
Cf. Inciso c, punto II.2.

33
presentan. Nada puede ser reprochado, pues se obvia la dimensión de
responsabilidad que implica la voluntad, por los motivos ya mencionados.

b) La voluntad tendría, necesariamente, un fin teleológico57 en contraposición a


teorías que afirmarían que la misma no persigue siempre un fin.58 Parece que
una postura equilibrada sería buscar y realizar el “término medio” de ambas,
es decir, darse cuenta de que existen algunos actos que no persiguen ningún
fin y otros que son realizados en relación a la plenificación del ser o de la
sociedad. No deja de ser una postura demasiado ambigua y de difícil
determinación, ya que no es fácil discernir qué actos pueden ser sin ningún
fin y cuáles persiguen una realización. Cabe recordar que, si sucede lo
explicitado en el inciso anterior, la determinación del “término medio” sería
innecesaria, lo mismo que si se persigue un fin teleológico, pues todo
tendería hacia el bien, es decir, sería bueno.

c) Voluntad puede equipararse a mero capricho59 o sólo a lo que beneficia a uno


mismo y lo atrae.60 Este problema contrasta directamente con la dimensión
relacional de la persona, aunque, en sociedades como las actuales, parece ser
un tema que no posee demasiada importancia, ya que se confunde creación
con consumismo.61 Lo que es peor, se confunde creación con ejecución de
actos pulsionales –eso sería el capricho y se lo tornaría en una teleología– sin
darnos cuenta que, muchas veces, esos mismos actos pulsionales nos

57
Posturas como las de Santo Tomás y Kant se inscriben dentro de este ámbito. Cf. Punto I.1, incisos a) y
b).
58
Cabe recordar que se ejecutan actos voluntarios pero que no persiguen ningún fin plenificatorio, como
por ejemplo el comer, que simplemente ayuda a la preservación del sujeto.
59
Un análisis muy interesante y del que se recomienda su lectura se encuentra en: SAVATER, 1994: 35-
50.
60
Desde cierta visión reduccionista, si se nos permite expresarlo así, se podría interpretar en este sentido la
obra de Lipovetsky y la postura del posdeber.
61
Un análisis interesante de esta tendencia actual lo presenta Adela Cortina en: CUADERNOS CJ 123.
CONSUMO… LUEGO EXISTO. pp. 3-17.

34
destruyen. Cabe matizar que no todo lo que nos beneficia personalmente o
nos atrae es dañino, sino que debe entenderse desde la perspectiva de la no
apertura a los demás. Este aspecto se tratará con mayor detenimiento más
adelante.

Ahora bien, como ya señalamos, las cuestionantes presentadas en los incisos


anteriores se pueden observar desde el aspecto relacional o colectivo. De esta manera,
las problemáticas tratadas se podrían formular del siguiente modo, teniendo presentes las
anteriores formulaciones:

A) Si uno opta por ser más humano, esto repercutirá en las


demás personas de su entorno. En esta opción no existe
ningún problema, sino que más bien existe cierto beneficio
no sólo para el individuo sino para la misma sociedad en la
que se desarrolla. Pero, si se opta por lo contrario -ser menos
humano-, se produce de igual manera repercusiones en el
entorno, aunque tales son negativas. La cuestionante que
surge es ¿hasta qué punto las acciones voluntarias de uno
pueden y deben influir en los demás?, es decir, ¿es que se
está tan relacionado con el entorno que no existe manera de
“escapar”62 al mismo? Las preguntas quedan.

B) Por un lado se reafirmaría el carácter teleológico de la


voluntad; pero por otro, surge el problema de que, en las
acciones voluntarias realizadas sin ningún fin, también se

62
Entiéndase el término escapar como el hecho de que no es posible, bajo ningún aspecto, actuar de
manera en la que no se interrelacione o afecte al entorno.

35
repercutiría positiva o negativamente en el entorno. Optar
por el “término medio” no proporciona muchas luces al
respecto, más bien apuntaría a un no-compromiso con el
entorno y a profundizar la irresponsabilidad.

C) Si se cae en una actitud caprichosa, se produciría un


encuentro entre voluntades caprichosas. Y si se enfatiza
demasiado el individualismo, se genera una escisión en el
mismo individuo, el cual no encontraría un correlato
interpelador en los demás y nunca se daría su plenificación.
Todo esto tendería hacia un mayor alejamiento entre las
personas y a la generación de “islas”.63

Dentro de toda esta dinámica, explicitada en los incisos anteriores, la libertad64


juega un papel muy importante, ya que ella es una de las condiciones que se requieren,
junto con el querer, para que la voluntad opte o tienda hacia algo, ya sea a nivel
individual o societal. Hacer algo sin libertad no se puede decir que sea voluntario,
aunque esto parece plantear otro problema más: ¿podrían existir actos voluntarios pero
en los que no existe libertad?

Este problema se enmarca dentro de las propias opciones que cada quien va
tomando para realizar su proyecto de humanización.65 Así, las decisiones volitivas libres

63
Entiéndase el término islas como aquél estado en el que no es posible ningún tipo de vínculo de una
persona con otra pues la distancia que los separa se ha tornado insalvable, por más que no se trate de una
separación o distancia físicas.
64
Para el tratamiento de la libertad desarrollamos nuestra interpretación de la presentación de Zubiri en
ZUBIRI, 1961: 115-153 y SAVATER, 1994: 53 y passim.
65
Aunque ya se han realizado algunas menciones, el proyecto de humanización apunta a la plenificación
del ser humano como lo que tiene que ser.

36
van limitando a la persona y por eso existirían actos voluntarios no libres, pues si bien la
libertad debe ir generando mayor libertad, también nos va limitando. Con otras palabras,
al optar libremente por algo, se cierra la posibilidad a algunas de las otras opciones
posibles. Pero, pese a lo apuntado, no deja de ser un tema bastante oscuro todavía.

Todo lo que hasta el momento hemos presentado en estos apartados nos servirá
para comprender mejor cuales pueden ser los posibles puntos de enriquecimiento que
nos ofrece la propuesta de Lipovetsky y la cultura posmoderna, en vías a profundizar,
como ya indicamos, la propuesta de Zubiri.

II.3 El individualismo: ¿factor de riqueza?

En el punto anterior indicábamos, en los incisos a y A, que el ser humano puede


optar por ser más o menos humano y que, independientemente de lo que se opte, tal
opción volitiva afectará de una u otra manera al entorno que rodea a la persona. Parece
ser que, en general, se descarta la posibilidad de optar volitivamente por ser menos
humano. Pero, no por esto, podemos negar la existencia de tal posibilidad pues sería
negar la ejecución de actos libres y de la libertad misma. Un ejemplo clarificador de lo
expresado se puede encontrar en la Segunda Guerra Mundial en la que, buscando
volitivamente una mejora, se generó un movimiento deshumanizador de escalas atroces.

La propuesta de Lipovetsky apuesta por la realización del ser humano, aunque,


como toda propuesta posmodernista, existe una preeminencia del factor individual. Tal
hecho eliminaría, al menos en parte, el hecho de tener que preguntarnos si nuestros actos
afectan o no a los demás. No obstante la supuesta superación de la dificultad que
indicábamos no existe sino que, más bien, parece acentuarse.

37
Es necesario que observemos con calma lo que afirmábamos en el párrafo
anterior. La propuesta que nos hace Lipovetsky nos dice que es el mismo individualismo
el propugnador de espacios de convivencia y de necesidad del alter que nos interpele y
con el que nos relacionemos. De esta manera, la necesidad de preguntarnos si nuestros
actos volitivos afectan o no a los demás cobra mayor vigencia, aunque tal vez los
resultados tengan menor incidencia en el individuo y/o la sociedad.

El autor nos dice que el individuo, dentro de su proyecto de realización-


humanización, no actúa de una manera irracional e irresponsable, sino que a cada
persona o colectivo se le va exigiendo, cada vez más, una mayor responsabilidad en
cuanto a lo que opta y realiza (Cf. LIPOVETSKY, 2002: 15). De esta manera, se
observa que existe por lo menos un grado de incidencia de nuestros actos sobre el
entorno. Surge la problemática de quiénes o quién determinan la exigencia de ser
responsable. Lipovetsky, en diversas partes de su obra, nos indica que tal exigencia
surge de las mismas personas.

Parecería que el ser humano, tomado como individualidad, es el único que puede
buscar y determinar lo que realmente será su plenificación (Cf. LIPOVETSKY, 2002:
13). Lo anterior es totalmente válido y cierto pero, conlleva el peligro de que tomemos el
buscar cada uno nuestra plenificación como la realización de nuestros caprichos que,
poco o nada tienen que ver con las decisiones que tomamos con nuestra voluntad, como
ya vimos en puntos anteriores.

Tal problemática parece solucionarse a partir de que, como ya apuntamos de


alguna manera anteriormente, los caprichos no pueden ser tomados como actos volitivos
en sí. Los caprichos serían meras acciones ejecutadas y motivadas por lo que nos causa
placer y no por un deseo profundo que vaya a afectar y modificar nuestro ser (Cf.

38
SAVATER, 1994: 35-50) Como se puede notar, la plenificación apuntaría a la
construcción profunda de la persona y los caprichos hacia la ejecución de lo agradable y
que nos causa un placer momentáneo, sin mayores consecuencias.

Cabe una advertencia. Los actos que nos plenifican también nos producen placer.
La diferencia con los caprichos estribaría en el hecho de que los actos plenificatorios,
ejecutados por la volición, nos dejan en una situación en la que se nos abren nuevas
perspectivas para nuestra realización y en la que la sensación de placer se prolonga en el
tiempo. En cambio, los actos ejecutados por el simple capricho quedarían encerrados, si
se nos permite, en ellos mismos y sin la satisfacción profunda que se produce dentro de
la plenificación.

Ahora bien Lipovetsky, bastante crítico en los comentarios que realiza en su


obra, observa que todos estos cambios son fruto de opciones ya tomadas en la
modernidad: la elección antropocéntrica de la misma (Cf. LIPOVETSKY, 2002: 22, 23,
29, 153). Poco a poco, en un intento de profundización y de ¿superación?,66 se realizó un
giro que nos enfrenta a lo que ahora conocemos como la época individualista o
posmoderna.67

No obstante, y como ya se fue apuntando líneas más arriba, la propuesta de


Lipovetsky nos presenta la tensión existente entre lo individual y lo colectivo que, poco
a poco, se ha ido acentuando e inclinando hacia el polo individual, sin por esto negar la

66
Colocamos la palabra superación entre signos de interrogación de manera intencional. Dicha opción
permite observar que, muchas veces, lo que se considera como avance y progreso, en realidad apunta a
reafirmaciones y validaciones de estructuras o planteamientos más antiguos, pero que no queremos
aceptarlos de este modo.
67
Muchos autores señalan a la posmodernidad como mera crítica de la modernidad y sus paradigmas, que
en definitiva intentaron deshumanizar al hombre. Pero, parece ser que tal visión reduccionista no abarca el
fenómeno complejo de la misma, que parece no haber terminado de revelarse.

39
existencia de la dimensión colectiva. Si la dimensión colectiva desapareciera por
completo, no sería entendible la existencia de las sociedades y/o de grupos humanitarios,
que se relacionan y organizan de diversas maneras.

Cabe apuntar que si bien se sigue teniendo una visión societal, la misma, por los
efectos de un individualismo mal entendido, podría correr el riesgo de desaparecer. Las
comunidades o sociedades se van tornando en válidas en cuanto son el espacio en el que
cada uno puede ser o por lo menos tiende a ser. Resulta paradójico, como ya apuntamos,
observar que los movimientos humanitaristas, que buscan la conservación no sólo de la
especie sino de las sociedades, cobran mayor vigencia en una época como la actual.

El fenómeno anterior, aunque parece contradictorio, nos muestra, de manera


fehaciente, el factor positivo que posee el individualismo. Mientras más parece que se
libera a las personas de las obligaciones son ellas mismas, desde su opción volitiva
individual, las que buscan la preservación de las estructuras comunitarias y societales
(Cf. LIPOVETSKY, 2002: passim), por la necesidad de interpelación con un alter que
nos ayuda en nuestra plenificación.

No deja de llamar la atención, dentro de la propuesta posmoderna, el hecho de


resaltar tanto al ser humano. Tal exaltación, si se nos permite, conlleva la construcción
personal de paradigmas vivenciales, de acuerdo a las situaciones concretas que la
persona, como individuo concreto, vive. Lo anterior nos enfrenta a la problemática de
que tales paradigmas pueden ser adecuados para una individualidad concreta, e
inadecuados para otra.

40
Negar el hecho de que son los paradigmas personales los que orientan la
búsqueda de sentido y plenificación de la persona, a través de la voluntad, sería un error.
Cada persona tiene la capacidad de determinar cuál es el bien que le conviene y lo lleva
a su plenificación, autodeterminándose de esta manera. El problema surge cuando,
dentro de un grupo societal, se quiere conjugar voluntades diversas.

Aunque, cabe advertir que tal orientación puede expresarse de dos maneras: en la
concreción y realización de la plenificación o que el individuo se quede en un estado
potencial para, en una etapa posterior, ejecutar su volición. Muchas veces las acciones
volitivas no se ejecutan acto seguido de que se las tiene sino que, dependiendo de cuán
profundamente ha sido afectada la interioridad del individuo o la sociedad, éstas se
ejecutan en un tiempo más lejano o de manera paulatina, potenciándose y
modificándose, en la medida que se las realiza.

Lo apuntado en los párrafos anteriores nos coloca en la situación de si es válida


una postura en la que se valore tanto al individuo. Lipovetsky apuesta por una respuesta
afirmativa que, en definitiva, pondera el hecho de que el ser humano debe ser
considerado como un valor en sí mismo, capaz de autodeterminarse y auto legislarse (Cf.
LIPOVETSKY, 2002: 13), de acuerdo a su voluntad. Tales actitudes sólo podrán ser
ejercidas tanto cuanto exista una actitud responsable frente a ellas (Cf. LIPOVETSKY,
2002: 57) y se asuma que la voluntad libre no es sinónimo de libertinaje o un hacer lo
que nos plazca.

El hecho de tener que observar al individuo como único, nos vuelve a enfrentar a
las problemáticas que ya señalamos en el capítulo y puntos anteriores. No obstante,
debemos resaltar que si no vemos al individuo como un valor en sí, caemos en el riesgo
de diluirlo dentro de la masa. Tal hecho haría que se pierdan lecturas individuales ante el

41
acto volitivo, que enriquezcan su comprensión, y que no se nos permita la diferenciación
y creación a partir, nuevamente, de la dimensión de la libertad.

No podemos olvidar que, si bien existe la posibilidad de una voluntad que se


ejerza de manera colectiva, la mayor parte de los actos volitivos, y la voluntad en sí
misma, se refieren a la autoconstrucción y, sólo después de este paso, se puede hablar de
relación y de actos volitivos y voluntad grupales (Cf. LIPOVETSKY, 2002: 133).
Naturalmente, aunque se diferencia los dos hechos anteriores, éstos se encuentran
interrelacionados y actuando de manera paralela en nuestras vidas.

Si no se dieran estos pasos, se pueden producir dos hechos: primero, que se


pondere tanto al individuo que la relación con los otros sea imposible, como ya
señalamos antes; o, segundo, que el individuo concreto sea subsumido tanto por la masa
que no existan elementos enriquecedores que permitan diversas lecturas y se llegue a
situaciones totalitarias. No obstante, debemos ocuparnos del hecho de si nuestros actos
volitivos, por más que ponderemos al individuo, afectan o no a los demás.

Parece ser que, por el hecho de que es la individualidad un factor posibilitante de


la interrelación, nuestros actos plenificatorios afectarán de una manera u otra al entorno
en el que nos desarrollamos. No podemos pensar que nuestros actos son meras acciones
aisladas. Por tal motivo, el mismo posmodernismo exige una dimensión de
responsabilidad frente a todas nuestras acciones, por más que sólo apunten a nuestra
plenificación individual. Este punto será ampliado en el punto II.5 así que baste con lo
dicho hasta el momento.

42
Finalmente, y antes de ingresar al punto siguiente, a partir de todo lo que se ha
ido apuntado sobre la interrelación cabe una última reflexión. Si bien el ser individual es
el único que puede determinar lo que lo plenificará, como ya lo expresamos, por ser
fuente de interrelación y de apertura hacia lo societal, construye de manera diversa su
ser. El aspecto societal le da, al individuo, la posibilidad de nuevas lecturas que validen
sus opciones volitivas o le abran ante nuevas posibilidades.

El ser humano es el único que lleva, gracias a su estructura volitiva, la


posibilidad de ser algo en acto y diversas posibilidades de ser que pueden ejecutarse o
no, de acuerdo a las opciones volitivas. Es a partir de las opciones volitivas individuales
que las posibilidades de ser se diversifican o estrechan. Lo mismo sucede con la
interpelación de los demás que diversifica o estrecha las posibilidades de ser, tanto del
individuo como de la misma sociedad.

II.4 Aportes de la posmodernidad

Aunque algún aporte de la posmodernidad ya lo hemos analizado en el punto


anterior, cabe señalar otros posibles aportes de la misma, que pueden llevarnos a notar
que no todo lo que nos propone es desechable o cuestionable. En este punto nos
abocaremos, principalmente, a la propuesta de Lipovetsky en torno a la voluntad, que es
el tema que nos ocupa de manera primordial.

Lipovetsky propone, en el desarrollo de su obra, que la voluntad puede ser


entendida como compromiso. Pero tal compromiso ¿de qué depende en último término?
Lipovetsky nos dirá que, en definitiva, el compromiso depende del propio ser humano y
de sus opciones, pero de manera individual. La afirmación anterior conlleva una

43
matización importante, que Lipovetsky también señala, y es que el compromiso será tal
y durará tanto cuanto uno decida que sea así (Cf. LIPOVETSKY, 2002: passim).

Si entendemos la voluntad como se propone en el párrafo anterior, existe el


peligro de que intentemos equiparar compromiso con ejecución de caprichos. Lipovetsky
comparte la idea que hemos ido proponiendo, tanto con Zubiri como con Savater, de que
el compromiso lleva a la persona a la autoconstrucción y no, como es el caso del
capricho, al solo placer.

Lo anterior no deja de ser insuficiente. El hecho de que los compromisos sean


sólo por un tiempo determinado implica que no podemos proponer como fundamento de
la voluntad a los mismos. Esto nos habla de que cualquier compromiso debe tener otro
fundamento. Lipovetsky apunta que el compromiso se ejecuta en cuanto, lo que se va a
realizar, es querido por el individuo.

Gracias a lo anterior es que podemos encontrar un punto de encuentro con la


propuesta zubiriana: la esencia de la volición, y del compromiso, es el querer (Cf.
ZUBIRI, 1961: passim). Parece ser que Lipovetsky también afirmaría este hecho,
aunque de manera menos explicita, pues matiza que el compromiso debe ser querido. Si
es querido, será un acto volitivo plenificante ya que, parece que no es posible que el
individuo se mantenga en compromisos sólo por el gustar o desear ese algo.68

68
Conviene que el lector diferencie algunos de los términos utilizados en el presente párrafo. Desear es
sentir una conmoción interna profunda que nos motiva y nos coloca en una situación de tensión hacia
aquello que nos motiva. Este desear se potencia y plenifica a través del querer que es el que en definitiva
hace que ejecutemos nuestra volición (Cf. ZUBIRI, 1961: passim). En cambio, el gusto es algo que nos
atrae de manera momentánea pero no nos causa una conmoción profunda ni su satisfacción es siempre
plenificatoria y/o satisfactoria.

44
Es a partir de la afirmación anterior que podemos notar el hecho de que
Lipovetsky proponga que los compromisos sean por determinado tiempo. Si uno opta
por un compromiso que no lo plenifica, puede, sin ningún tipo de remordimiento,
dejarlo. Pero se nos abre una problemática mucho más sería. Cuando un compromiso ya
no me satisface lo puedo dejar libremente, independientemente de si afecto o no con mi
decisión a otros.

Lipovetsky apunta que la solución pasa por el hecho de que no existirá ningún
daño si dejamos nuestros compromisos si es que en la ejecución de ellos nos entregamos
por completo (Cf. LIPOVETSKY, 2002: passim). No deja de ser cuestionadora la
actitud pero, a la vez, podría ser un camino que nos lleve a ver qué actos volitivos
debemos ejecutar de manera seria y profunda y, qué actos son sólo por placer
momentáneo.

No obstante, ante la solución que nos propone el autor, cabe una nueva
observación. Al ser varios los actos volitivos que nos van conformando, a través de los
compromisos, parece que nos convertimos en seres fragmentados ya que no existiría
ningún vínculo necesario entre lo que hacemos-optamos y lo que somos. Este hecho nos
enfrenta también a la situación de que no existiría ninguna teleología observable en
nuestra volición. Tal problema lo trataremos un poco más adelante.

Si seguimos la vía del compromiso, surge la incógnita de cómo determinar ¿qué


o cuál es el Bien que nos conviene de manera individual?,69 para que optemos por él,
aunque sea sólo por un tiempo. Parece que la propuesta del posmodernismo apunta hacia
tres respuestas o soluciones, que se pueden resumir en una y que ya hemos ido

69
Cabe recordar que esta pregunta surgía a partir de la primera dificultad con las definiciones que
apuntamos en el capítulo anterior.

45
apuntando: la autorrealización individual. Los caminos para tal autorrealización serían,
en la propuesta de Lipovetsky, el hedonismo-bienestar, la ecología y el trabajo.

Cabe notar que, aunque el compromiso que mueve la volición se fundamente


también en el querer, no deja de ser escurridizo, si se nos permite expresarlo de esa
manera, y poco serio. No se profundiza por el hecho de que cuando ya no me satisface
algo, debo ponerme de nuevo en búsqueda. No negamos que implica la dimensión re-
creativa de la persona, pero parece que conlleva mucho de sacrificio ya que, implica
estar en constante comienzo. Surge nuevamente la problemática de la profundización del
ser, que ya apuntamos con anterioridad.

Finalmente, el problema de la teleología de nuestra volición se responde, al


menos en parte, a partir de lo que apuntábamos líneas arriba: el único fin que se persigue
es el de la autorrealización. Parece ser que el camino de la trascendencia se halla vetado
pues, como no sabemos si existe verdaderamente un más allá, poco o nada interesa
pensar o preocuparse por él. Lo que se debe buscar es hacer lo mejor posible nuestra
estadía en este mundo y, por tal motivo, no existiría ningún problema para dejar un
compromiso y buscar otro. No obstante todo lo que se ha apuntado, las incógnitas
quedan.

II.5 Libertad responsable vs. individualismo irresponsable

A partir de lo que se ha ido apuntando en el capítulo y los apartados anteriores,


debemos analizar el factor de la libertad, sin el cual, no podríamos llamar a un acto de la
voluntad un acto volitivo. El hecho de que el individualismo y la temporalidad de los
compromisos caractericen a la cultura posmoderna, nos enfrenta al hecho, como

46
Lipovetsky también señala en su obra, de que vivimos en la cultura de la libertad. Pero,
la libertad que se nos propone no es aquella, mal entendida, en la que de manera
caprichosa hacemos lo que queremos sino que, es una libertad responsable. Siendo la
libertad responsable se evita el peligro de que caigamos en el libertinaje o en malas
concepciones, como ya dijimos, de lo que es la libertad.

Para una mejor comprensión de lo que es la libertad, consideramos oportuno


rescatar la propuesta de Savater con respecto a la misma. Tal autor, en su obra Ética
para Amador, nos dice que:

Libertad es poder decir «sí» o «no»; lo hago o no lo hago, digan lo que digan mis
jefes o los demás; esto me conviene y lo quiero, aquello no me conviene y por lo
tanto no lo quiero. Libertad es decidir, pero también, no lo olvides, darte cuenta
de que estás decidiendo. (SAVATER, 1994: 55)

Como se puede notar, y que parece ser lo que Lipovetsky también nos propone,
entender la libertad como una decisión nos coloca frente a la ejecución real y efectiva de
actos volitivos. Como ya apuntábamos, no podemos entender a la libertad como hacer lo
que queramos pues eso nos lleva sólo a la ejecución de caprichos. Aunque cabe señalar
que la libertad verdadera parece no descartar el hacer lo que queremos, sino que se
conjuga la responsabilidad por los actos volitivos y las consecuencias que conllevan
éstos.

El hacer lo que queramos debe ser entendido a cabalidad. Cuando ejecutamos


actos volitivos libres sí hacemos lo que queremos pues, el deseo que impele a nuestro
querer, es el que nos motiva. En la dimensión de los caprichos, el hacer lo que queremos

47
implica sólo la búsqueda del placer momentáneo, sin el aspecto de la responsabilidad
que ya tratamos.

Naturalmente, el ámbito de decisión conlleva el tener que elegir (Cf. SAVATER,


1994: 57) lo cual nos retrotrae, nuevamente, al tema de los compromisos como
fundamento de la voluntad. La elección de los mismos, y la adscripción a uno de ellos,
implica que nuestros actos volitivos serán ejecutados de manera libre, pues no hay nada
que nos coaccione para elegir un compromiso u otro.

A partir de la afirmación del párrafo anterior podemos caer en la cuenta de que el


libertinaje, en realidad, no sería considerado como libertad, pues existe una coacción
implícita en los actos que ejecutamos a través de él: obtener nuestro propio placer, a
cualquier costo. De esta manera, siempre que exista algún tipo de coacción sobre
nosotros, nunca podremos hablar de libertad. Podremos hablar de actos pero no de actos
volitivos en sí.

La dimensión de totalidad de la libertad tampoco implica caer en un hacer por


hacer. Implica responsabilidad en los actos volitivos, como ya dijimos, y hacerse cargo
de la situación en vías de una mayor plenificación. No obstante lo anterior, y aunque se
trata de una postura individualista (Cf. LIPOVETSKY, 2002: 13, 15, 27, 132, 133, 191,
247, 279), potencia al ser humano hacia una entrega y apertura hacia los demás, como ya
lo indicábamos líneas arriba.

Lo observado hasta el momento nos lleva a darnos cuenta de que la propuesta del
posmodernismo, como es leído por algunos, no apunta hacia una irresponsabilidad por
parte del individuo. La responsabilidad por sus actos volitivos y los consiguientes

48
compromisos, ejecutados de manera libre, surge de él mismo. Parece que las propuestas
de Lipovetsky y Savater apuntarían a que el individualismo irresponsable estaría más en
consonancia con el libertinaje que con la libertad que posee cada ser humano.

Finalmente, Lipovetsky también nos dice que el riesgo de vivir en libertad


conlleva el hecho de que existan contradicciones no aceptables pero sí posibles. Ser
libre, y ejecutar actos volitivos libres, es exactamente eso: vivir una gama de
posibilidades que pueden ser contradictorias en tanto que se aplican a un sujeto
individual pero que supera las contradicciones en tanto ejerce su acto volitivo. No
obstante puede que las mismas contradicciones para otro no sean tales y más bien
potencien su libertad.

La afirmación última nos hace notar el hecho de que, dentro de la ejecución de


los actos volitivos, la libertad nos coloca frente a un ser ya dado, como fundamento del
cual se parte pero, nos deja abierto el hecho de una gama diversa de posibilidades que
actualicen a este ser dado. Como ya dijimos, para que un acto volitivo sea tal debe
ejecutarse dentro del ámbito de la libertad, si no, no será posible el mismo y no generará
la conmoción interna que nos lleve a tender hacia algo que nos modifica.

II.6. Algunas posibles vías de solución

Después de todo lo que hemos ido apuntando, y aunque alguna solución hemos
intentado perfilar ya, debemos tratar de manera más explícita los aportes que nos ofrece
el posmodernismo a las problemáticas de una definición acabada, la atención a las
manifestaciones-expresiones de la voluntad o sus fundamentos y, los ámbitos relacional

49
e individual, que señalábamos al final del capítulo anterior. Tal será la temática que nos
ocupe en el presente apartado.

1) Como ya hemos observado, el individualismo, desde la propuesta de Lipovetsky,


en lugar de generar actitudes egoístas (Cf. LIPOVETSKY, 2002: 133) es factor
de relacionamiento y apertura hacia los demás (Cf. LIPOVETSKY, 2002: 70,
133, 134, 140, 142, 204, 282). De esta manera, nuestros actos volitivos, y en
realidad cualquiera de nuestros actos, podrán afectar a los demás. Lo que se pide
dentro de esta propuesta es un ámbito de respeto, por nuestra parte, hacia el resto
sin que por esto me niegue a mí mismo y sacrifique mi autorrealización (Cf.
LIPOVETSKY, 2002: 59, 68-69)

La postura anterior nos enfrenta al hecho de que no podemos dejar de interactuar


con nuestro entorno pero, así como todos exigimos y deseamos el respeto por
nuestra forma de ser, es el mismo entorno el que nos pide el mismo respeto. Si
los demás respetan nuestra libertad y nuestros actos volitivos, nosotros debemos
hacer lo mismo. Tal postura nos lleva a preguntarnos si es que no nos
encontramos viviendo en una cultura en la que existe un pacto de mutua no
agresión e intromisión.

El hecho de que ejecute ciertos actos volitivos en vías de nuestra plenificación


parece no guardar una estrecha y necesaria relación con el hecho de que los
demás deban tolerar nuestras actitudes. La solución parece estribar en que si no
existiese ese respeto, nadie podría realizar y ejercer su voluntad. Claro está que
en este punto no estamos tratando el problema de nuestros caprichos, los cuales
no tienen por qué ser tolerados por los demás porque, la mayor parte de las veces,
estos sí afectan a los demás de manera negativa y deshumanizante.

50
2) En cuanto a la problemática de la teleología, parece que la propuesta del
posmodernismo sólo apunta a que la voluntad se desarrolle de manera plena y
total en este mundo y para una individualidad concreta. No obstante, parece ser
que el ser humano no renuncia, así por así, a una dimensión de trascendencia. Tal
hecho se nota a partir de que son los mismos actos volitivos los que, de manera
intrínseca a ellos, nos abren a esta perspectiva.

Parece ser que si no existiera la dimensión teleológica, el realizarse-plenificarse


por medio de la voluntad carecería de sentido. Lo que no es posible, por respeto a
las posturas individuales, sería el postular que un acto volitivo tienda a orientarse
hacia un Ser Supremo, como culmen de la plenificación personal. Dentro de las
creencias religiosas parece ser que esto podría ser aceptable, pero para la
mayoría, generalmente no creyente, no poseería ningún objetivo el realizarlo así.

Ahora bien, en la problemática que apuntábamos, hacíamos referencia a un


“término medio” que nos permita determinar si todos nuestros actos volitivos
poseen un fin específico o no. La propuesta de Lipovetsky se orienta hacia el
hecho de que el fin de todos nuestros actos volitivos siempre apuntaría a la
autorrealización y que, más bien, el término medio se determinaría tanto cuanto
dichas acciones exigen la moderación de los intereses personales y no el
sacrificio personal (Cf. LIPOVETSKY, 2002: 18).

Como podemos observar, en cualquier propuesta ética, no cabe la posibilidad de


actos volitivos que no persigan ningún fin. Zubiri habla de tales actos en relación
a acciones en las que interviene nuestro cuerpo, pero que no están motivados por
un deseo profundo y querente de constitución del yo. Por lo menos en esta
problemática parece que la solución es evidente e irrebatible.

51
3) Finalmente, y como se puede notar claramente en las propuestas de los autores,
no es posible equiparar el acto volitivo a la ejecución de simples caprichos o de
lo que nos atrae o gusta. Ni siquiera la enfatización del posmodernismo en el
individualismo nos puede llevar a aseverar lo anterior. Si realmente estamos
conscientes de que, mientras más individualismo existe más anhelo de encuentro
con el otro se produce, el correlato interpelador de los demás funcionaría
plenamente en perspectiva a la plenificación total del individuo.

No obstante, la delgada línea que separa al capricho del acto volitivo no es de


fácil determinación y mucho menos el mantenerse dentro del campo de los actos
volitivos. La solución a este problema tampoco parece avizorarse a partir del
planteamiento de Lipovetsky. Tal vez es Savater, con su concepción de la
libertad, el que podría aportarnos elementos para superar el presente obstáculo.
Pero, aun así, siempre estará latente la posibilidad de caer en engaños a partir de
nuestros caprichos.

Baste lo apuntado hasta el momento para que intentemos realizar una síntesis de
lo expuesto en los dos capítulos y ver si realmente es posible o no dar una definición
cerrada de lo que sea la voluntad y los nuevos obstáculos que se nos pueden presentar.
Tal será la temática que nos ocupe en el capítulo siguiente y final de esta propuesta.

52
III. RESULTADOS

A partir de lo que hemos ido presentando en los capítulos anteriores parecería


que, en el presente capítulo, deberíamos presentar alguna conclusión concreta a la que se
pueda arribar con las propuestas de los autores. La posibilidad de esto es factible, y
parece ser una conclusión lógica, pese a lo apuntado en la introducción. Ahora bien, por
lo apuntado en la introducción y en el primer capítulo, sobre todo, la propuesta de este
capítulo más bien tenderá a una reapertura de la problemática que nos ha ocupado.

Tal reapertura de la problemática no es fruto de una decisión caprichosa por parte


nuestra, si se nos permite expresarlo de tal manera, sino que responde, de manera
coherente, al hecho de que la presente propuesta intenta ser una profundización en el
presente tema y no algo definitivo o cerrado por todo lo que hemos ido apuntando. Cabe
señalar también que, si queremos realmente profundizaciones y relecturas
enriquecedoras en el campo de la ética, no podemos quedarnos en las reflexiones
propias. No obstante, es necesario reconocer que siempre existirá el carácter subjetivo
del que no se puede desligar ni el autor ni el lector y más bien, gracias a las lecturas
personales es que el conocimiento avanza y se enriquece.

Volvemos a recalcar que tal postura no implica una superficialidad en la


propuesta que realizamos sino que se puede enriquecer, de manera mucho más creativa,
esta misma propuesta o llegar a desecharla si es que se la considera como un ejercicio no
válido. No obstante, y sin afán apologético, debemos indicar que la propuesta que
realizamos ha deseado ser un intento de realizar la profundización tantas veces
mencionada.

53
Para este tramo final, consideramos oportuno dividir la tarea en dos apartados.
En el primer apartado nos dedicaremos a observar si es posible, con todos los
instrumentos presentados, dar una definición del qué es la voluntad y qué dificultades
conlleva tal labor. En el segundo, presentaremos algunas de las dificultades que surgen a
partir de las mismas propuestas de los autores. Toda esta labor conllevará una actitud de
apertura, por parte del lector, pero también de observar el carácter propositivo de la
misma, de manera que pueda ser actualizada en lo posterior.

III.1. Definición

Si bien en diversas partes de esta propuesta señalábamos la problemática de


realizar una definición acabada,70 parece ser que la propuesta que hemos presentado
también apunta a abordar la indefinición desde la posibilidad de construcción, de manera
provisional, que se puede realizar al buscar qué es la voluntad. Esta segunda postura se
fundamenta, sobre todo, a partir de la propuesta de Zubiri. Pero, esta posibilidad debe
ser observada con mucho cuidado y teniendo en cuenta algunas matizaciones, que
señalaremos a continuación.

Proponer una definición, es decir expresar el qué es algo, conlleva realizar una
delimitación en la comprensión de lo que se quiere definir, sobre todo si la misma
poseerá un carácter acabado. No obstante parece ser que las definiciones, dentro del área
en la que se enmarca esta propuesta, son necesarias pues sin ellas no sería posible
ningún tipo de acercamiento ni de conocimiento del ethos donde se desarrolla la persona
y de la persona misma.

70
Cf. Introducción, capítulo primero (punto I.3) y capítulo segundo.

54
No obstante, al proponer que la indefinición se convierte en una posibilidad de
construcción, queremos remarcar el hecho de la necesidad de relecturas que permiten
que el conocimiento sea dinámico, se profundice y sea actual. Y, por otro lado, que las
mismas definiciones se reajusten a las interpelaciones de las individualidades y de los
distintos ethos en los que las personas se desarrollan e interactúan.

Ahora bien, con lo anterior queremos postular que las definiciones que se van
dando deben poseer un carácter de provisionalidad, en lugar de un carácter terminado.
Deben ser provisionales en tanto que, aunque orientan la actividad y desarrollo
humanos, no pueden cerrarle la posibilidad de nuevas lecturas que surjan a partir del
estar inmerso en un ethos concreto, lo que nos lleva a observar que existiría siempre un
carácter subjetivo en las definiciones que se realizan.

Además, pese a que existen algunos peligros como veremos más adelante, no
todos los ethos son iguales lo que nos enfrenta ante el hecho de que lo que se quiere
definir siempre posee un carácter bastante determinado y específico, pues aunque es
universalizable, responde siempre a realidades concretas.

La afirmación anterior no conlleva una posible superficialidad. Sería una


propuesta superficial si es que no se hiciera de manera responsable y calculando las
consecuencias que puede acarrear. Tal vez es a partir de la responsabilidad, dentro de la
provisionalidad, que se patentizan las dimensiones constructiva y creacional del ser
humano y de la voluntad, que son las que permiten las profundizaciones y ajustes del
ethos. Cabe recordar que para un individuo o una colectividad las profundizaciones y
ajustes del ethos se realizan a través de decidirse y/o determinarse por una definición,
que aunque sea provisional, les permita construcciones y horizontes que guíen su actuar
responsable.

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Si no existiera la profundización responsable, en lo que son los constitutivos de
la persona, nunca podría darse ni existiría la necesidad de que el ser humano se vaya
perfeccionando, pues ya sería perfecto y se encontraría plenificado. Si fuéramos ya
plenos la voluntad, el sentido de la existencia y la misma ética no tendrían razón de ser.
No obstante, lo anterior no debe entenderse de manera negativa. Tal postura nos habla
de la dimensión perfectible que posee toda persona y que es la que refleja la riqueza y
potencialidad de la misma.

Ahora bien, no podemos negar que, los esfuerzos realizados por los diversos
autores, por buscar fundamentos de la voluntad, pueden y deben ser tomados como
instrumentos válidos de profundización de la misma. No obstante, tal vez el hecho de
que algunas de las propuestas se quedan sólo en la superficie o manifestación de la
volición nos debe hacer revisar qué entendemos por fundamento dentro de un
determinado autor.

Como ya apuntamos en esta propuesta, el realizar definiciones acabadas desde


las manifestaciones, o lo que denominábamos como superficie, puede llevar a
estancamientos en el conocimiento o a posturas dogmáticas y totalitarias que impiden
nuevas lecturas o enriquecimientos tanto de manera individual como de manera societal-
colectiva y que, en lugar de humanizarnos, nos deshumanizan.

Tal vez la propuesta zubiriana es la más acorde a lo expresado en el párrafo


anterior. Su intento por buscar un fundamento que no se exprese de manera meramente
exterior, lo lleva a definir el querer como fundamento de la voluntad. Tal fundamento, si
es que lo podemos observar de manera provisional, nos enfrenta al hecho de que sí es
posible una profundización en la comprensión de la voluntad.

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No obstante, quedarnos sólo en el querer nos puede acercar mucho a los
caprichos. Pese a las matizaciones que presentamos en los anteriores capítulos, el peligro
sigue vigente y tal vez, con mayor fuerza, en la época que nos toca vivir. La mayor parte
de las veces confundimos querer con ejecución de caprichos. El mismo Lipovetsky, en
su propuesta, no presenta ninguna solución completamente sólida para la superación de
tal tensión.

No deja de ser cuestionador el fundamentar la voluntad en el querer. Sólo lo que


es querido, realmente, es deseado y nos lleva a la ejecución de verdaderos actos volitivos
que nos plenifican. Parece ser que, si bien no podemos totalizar a la voluntad como
querer, es este mismo querer el que nos abre a la dimensión propositiva y profundizante
de la volición.

Como se puede notar, lo propuesto hasta el momento nos lleva a notar que las
actualizaciones, profundizaciones y reinterpretaciones de las definiciones que se pueden
realizar deben ser hechas en dos ámbitos: el individual y el colectivo. Si sólo fueran
propuestas individuales, se empobrecería la interpretación de la voluntad pues no habría
alguien que nos interpele y nos lleve a la fundamentación profunda de nuestra volición.
Y, si sólo fueran propuestas colectivas, la riqueza que se puede obtener a partir de las
vivencias concretas se perdería, dentro de una masa que puede tender a ser demasiado
informe, y la propuesta también se empobrecería.

Parece ser que, para la realización de definiciones, es necesario el aporte de la


colectividad y de la individualidad. Pero tanto el individuo concreto como el grupo
societal deben ser conscientes de que las formulaciones a las que lleguen serán
provisionales, hasta que posteriores experiencias permitan una mayor profundización,
que valide la fundamentación o permita una nueva formulación. Deben ser provisionales

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en tanto que, como ya apuntamos, lo que un individuo o un grupo determinen como
válido puede no serlo para otro.

Conviene señalar el hecho de que no es indiferente el que los ethos concretos


sean distintos. No queremos caer en relativismos pero, consideramos necesario darnos
cuenta de no podemos aplicar definiciones totalmente iguales para todos. Tal vez la
esencia es lo que se puede expresar de manera igual, universalizando la fundamentación,
pero las aplicaciones concretas de las mismas no podrán ser iguales, ni siquiera entre
individuos que conformen un mismo ethos.

Una definición concreta y cerrada de lo que sea la voluntad no podemos ni es lo


que vamos a ofrecer. Tal vez, a título de la provisionalidad tantas veces mencionada, es
que aceptamos la propuesta zubiriana que, como ya se expresó, sería la que más apunta
al planteamiento que realizamos. Con otras palabras, consideramos que podemos definir
a la voluntad como un querer que nos transforma, pues éste conmueve, actualiza,
potencia y dinamiza lo más profundo de nuestro ser.

Si optamos por conservar la propuesta zubiriana, como veremos en el siguiente


apartado se producirán nuevas dificultades en nuestra concepción de lo que sea la
voluntad. Pero es que, a partir de las nuevas dificultades que se hallen, la comprensión
global de esta propuesta pueda enriquecerse.

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III.2. Nuevas dificultades

Teniendo presente la definición provisional que apuntábamos en el apartado


anterior, intentemos observar algunas de las posibles dificultades que aún se encuentran
dentro de nuestra comprensión de la voluntad. Cabe recordar al lector que tales
dificultades son presentadas sin un carácter definitivo o insuperable.

La presentación de tales dificultades girará en torno a tres áreas: la tensión entre


lo individual y lo colectivo, el carácter teleológico de la voluntad y, la deseabilidad.
Tales áreas son las que hemos analizado en la presente propuesta y han guiado la misma.
En alguna de estas áreas nos adentraremos en otras problemáticas relacionadas pero,
consideramos que, por tal interrelación no deben ser tratadas como áreas distintas. Con
estas aclaraciones, adentrémonos en la propuesta de este apartado.

a) La tensión que se produce, en la reflexión y comprensión de lo que es la


voluntad, entre los ámbitos individual y colectivo parece ocupar un lugar
importante por el antagonismo y la escisión que genera en la persona. La
fragmentación que se produce en la persona por intentar conciliar ambos
ámbitos no parece ser de muy fácil solución.

La mayor parte de las veces se tiende a ponderar o valorar uno de los


extremos por el hecho de que no es fácil determinar un “término medio” que
permita la expresión y plenificación de la persona tanto como individuo
como ser abierto a la presencia del alter ya que siempre el carácter subjetivo,
como ya indicamos antes, condiciona, en cierto grado, las valoraciones-
visiones que se realizan o vayan a realizar.

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La ponderación del lado individual se lleva a cabo porque la interpelación
que produce un alter a nuestra voluntad es, muchas veces, intolerable. Que
como particularidades concretas se nos cuestione lo que nuestra voluntad
determina como plenificatorio pone en riesgo la convivencia societal ya que,
la coacción que llega a ejercer el ethos es muy fuerte.

Parece contradictorio que, en el ejercicio de nuestra voluntad, haya ciertas


coacciones que la determinen. En el capítulo anterior apuntábamos que para
que un acto sea verdaderamente volitivo debía existir, como condición sine
qua non, el espacio de la libertad. Pero, parece ser que nuestra libertad
termina donde empieza la libertad de otro o de otros. Lo anterior quiere decir
que nuestra libertad se halla limitada. Tal tensión parece insuperable.

No obstante, tal contradicción parece subsanarse a partir del hecho de que


somos seres societales y, por pactos y acuerdos, estamos dispuestos a la
renuncia de cierta ilimitación de nuestra libertad. La solución que
presentamos, aunque válida, parece ser una solución muy débil y que puede
llevar a situaciones de mayor tensión.

Ahora bien, si se pondera más el ámbito colectivo de la persona se puede


llegar a situaciones en que, por la pérdida de la identidad individual y
concreta, se vayan desarrollando proyectos deshumanizantes. Una solución
concreta a este problema parece no existir, por lo menos en el ámbito
práxico, ya que la libertad de cada individuo y de la misma sociedad en
conjunto pueden favorecer escenarios como los propuestos líneas más arriba.

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b) El área de la teleología volitiva, como ya apuntamos, también conlleva
ciertos problemas que debemos observar. El primero de ellos es que se
produce una contradicción dentro de lo que es el mismo acto volitivo. Si
asumimos como válido el hecho de que la voluntad nos lleva a la
plenificación, esta última ya es un fin en sí misma. Con otras palabras, la
plenificación es una teleología de la voluntad pues apunta a algo ya
específico: la realización individual o colectiva de manera concreta y no
abstracta.

Pero, la problemática de la teleología nos introduce en el hecho de que,


aunque se quiera negar, la estructura intrínseca del ser humano, y de la
misma voluntad, lo lleva a realizar una proyección futura. Parece ser que los
actos volitivos apuntan a una cierta trascendencia sino, sería inútil pensar en
la necesidad de ejercer nuestra voluntad sólo por conseguir un fin o bien
temporal. Ni siquiera los compromisos, que nos proponía Lipovetsky,
tendrían razón de ser.

La teleología nos enfrenta de nuevo a la problemática de si nuestros actos


volitivos afectan o no al entorno. Si realmente no existiera una teleología de
la voluntad, el preguntarnos por tal afectación carecería de sentido pues, los
actos volitivos que ejecutemos, sólo nos afectarán a nosotros. Pero, lo que
nos permite dudar de lo anterior es que la mayor parte de las reflexiones
éticas, hasta las posmodernistas, se hacen la pregunta de si afectamos o no al
ethos en el que nos desarrollamos.

Parece ser que el área teleológica de la voluntad es la única que encuentra


solución a partir del hecho de que no podemos negar su existencia y

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realización en nuestra vida y en el ejercicio de nuestra voluntad. Sin
embargo, cabe señalar que la última problemática que apuntábamos se
encuentra siempre latente, entonces, la salida, si se nos permite el uso del
término, no deja de ser aparente más que real.

c) Finalmente, debemos ocuparnos del área de la deseabilidad. Esta área, que se


une de manera indisoluble con el querer, conlleva, al menos, dos
problemáticas profundas. Si es la deseabilidad la que nos impulsa a querer
algo y a, con nuestra voluntad, alcanzarlo surge el problema de con qué
criterios podemos definir qué es deseable y qué no.

El problema del querer lo deseado nos coloca en situación de observar que el


ser humano concreto es un ser querente, como ya lo apuntamos antes, pero
este querer también linda, de manera muy peligrosa, con los caprichos o
simples gustos, como hemos expresado ya. Es necesario recordar que la
problemática se encuentra en la determinación de si lo que nos mueve
realmente es algo que nos conmueve interiormente, de manera estructurante y
desestructurante a la vez, o sólo es una atracción pasajera. Esta problemática
es bastante difícil de resolver por lo mismo que hemos ido apuntando y que
además posee una carga subjetiva enorme en su determinación.

Aunque parece una pregunta trivial, que se respondería a partir del hecho de
que será deseable lo que nos plenifique, no es tan sencilla la respuesta. No
podemos negar que, en gran parte, lo deseable se determina por lo que nos
plenifica pero, parece ser que muchas veces deseamos algo, volitivamente, y
no se busca la plenificación, como apuntamos con anterioridad. La respuesta

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parece provenir del propio querer ya que queremos lo que deseamos, no
obstante la incógnita queda.

Antes de continuar cabe hacer notar al lector que lo que deseamos


volitivamente es deseable de tres maneras distintas y complementarias a la
vez. La primera manera es que lo que deseamos es deseable por sí mismo, ya
que hacia lo que tendemos volitivamente despierta en nosotros esa
característica de ser deseable por lo que él es. La segunda, aunque parezca
redundante y trivial, es que es deseable por nosotros pues somos lo que
deseamos volitivamente. Y, finalmente la tercera, es deseable para nosotros,
porque nosotros, como individualidades o colectivos sociales, determinamos
lo que es deseable y lo que no.

Ahora bien, en esta área nos volvemos a encontrar con la tensión entre lo
individual y lo colectivo. Puede que lo que como individualidades concretas
definamos que es deseable se encuentre en antagonismo con lo que la
sociedad o el colectivo determinan que es deseable. Nos volvemos a
encontrar con el problema de cómo determinar qué es deseable y qué no. En
este punto, por el momento, parece no encontrarse ninguna solución posible.

Como no es nuestra intención agotar las problemáticas que pueden surgir de las
áreas que apuntábamos al inicio de este apartado, baste lo presentado como motivación
para pensar en las mismas. Finalmente, intentaremos presentar algunas ideas finales para
terminar de cerrar y reabrir la presente propuesta.

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CONCLUSIÓN

El sugerente título del presente apartado, pese a lo que señalábamos en la parte


introductoria del capítulo anterior, nos lleva a esperar por lo menos alguna posible
solución o respuesta a las cuestionantes que hemos ido presentando en los anteriores
apartados y capítulos. No obstante, no será tal la labor que nos ocupe en esta fase
conclusiva de la presente propuesta.

En el presente apartado nos abocaremos a realizar una motivación al lector para


que pueda profundizar, por su cuenta e interés, en la temática tratada en toda esta
propuesta. Alguna consideración final presentaremos pero, tal vez, tiende a dos objetivos
principales: intentar dar una respuesta provisional a la pregunta que nos hacíamos en la
Introducción de la presente propuesta y a despertar mayores o nuevas problemáticas que
deberán responderse a partir de la profundización y relectura que tantas veces hemos ido
señalando.

Aunque, sobre todo en el capítulo anterior, las cuestionantes parecen ser mayores
cada vez, tal hecho no quiere presentarse como una imposibilidad de conocimiento o
expresión de la problemática que nos ha ocupado. Parece ser, como ya indicamos, que
una propuesta ética no puede ser nunca definitiva, sino provisional y, por tanto, las
problemáticas generadas deberían servir siempre de punto de partida para una mayor y
mejor profundización del tema-problema que nos encontremos tratando. Tal fue una de
las motivaciones para la realización de la presente propuesta.

Cabe señalar que en relación a lo expresado en el párrafo anterior, el texto que


nos hemos animado a presentar responde a una lectura propia, tal vez insuficiente, pero

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que ha intentado reflejar de manera clara la imposibilidad del trabajo ético con
definiciones sobre la voluntad, que sean definitivas o cerradas. Si nos hubiéramos ceñido
a la mera lectura y hermenéutica de los textos de los autores, ahora podríamos
encontrarnos en una situación en la que presentaríamos conclusiones cerradas y/o
totalizantes.

La decisión de hacerlo de otra manera no fue una decisión caprichosa, como ya


presentamos en la Introducción a la propuesta. La presentación de conclusiones cerradas
condicionaría, consideramos, el posterior acercamiento del lector a las obras que hemos
analizado con lo que se puede perder la riqueza interpretativa de nuevas lecturas.
Además, el mismo hecho de no presentar conclusiones cerradas, por parte nuestra,
intenta mostrar la complejidad y necesidad de profundización permanente en el tema que
hemos desarrollado.

Lo expresado en el párrafo anterior no quiere manifestar, de suyo, que toda


conclusión sea cerrada. Como se expresó en el presente ejercicio, existirían algunos
autores filosóficos que postularían el hecho de que, salvo en algunas ciencias como las
exactas por ejemplo, en las ciencias humanas y sociales no se pueden dar definiciones
cerradas porque estas deben ser actualizadas.

La misma construcción permanente del ser humano, origina que la reflexión de


sus constitutivos no pueda permanecer cerrada una vez que se ha realizado algún
acercamiento. Si lo anterior fuera cierto, la reflexión ética, y esta propuesta, carecerían
de sentido pues Aristóteles ya nos habría dado una solución que deberíamos seguir
aceptando, siempre, como verdadera y válida.

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Dejar las conclusiones abiertas al público lector posibilita, también, que el lector
sea el que pueda construir sus propias conclusiones, sin que medie en esto nuestra
postura o las condicionantes de la lectura que hemos realizado. Sin embargo, debemos
apuntar que la propuesta que hicimos sólo abre un campo de posibilidad de acercamiento
al problema de la voluntad y una posible respuesta a la problemática que señalamos en la
Introducción.

La misma circunscripción a algunos autores condiciona mucho el horizonte


interpretativo pero puede ser que, a partir de ésta, el lector se acerque de una manera
distinta a la temática. Tal vez el hecho de presentar más cuestionantes que soluciones le
pueda ayudar a darse cuenta de que no es tan sencillo definir algo sino que interactúan,
de manera muy estrecha, elementos que pueden poner en tela de juicio algunas
afirmaciones.

Pese a todas la cuestionantes que quedan, podemos apuntar, como respuesta al


querer desentrañar un poco qué es la voluntad, de manera provisional, que la voluntad es
el querer. Tal definición nos ha enfrentado al hecho de observar que el ser humano está
constituido de una manera tal que siempre se encuentra en búsqueda y tensión, entre su
dimensión ética individual y su dimensión ética como ser abierto al alter.

Es su libertad la que lo coloca a la persona en diálogo con su propia realidad e


interioridad, pero es la misma libertad la que le permite re-crearse y re-interpretarse de
acuerdo a su formar parte de un ethos que lo interpela de manera continua. Con otras
palabras, la volición libre es la que le permite continuar siendo un ser en permanente
construcción y en vías de plenificación.

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No podemos dejar de apuntar que los aportes que nos brinda la cultura
posmoderna que vivimos, se basan en un individualismo responsable y en un
compromiso que parece poder verse desde una estructura mucho más estable, y pueden
ser fuente de una mayor riqueza en nuestra auto comprensión y no de la destrucción de
la misma. De esta manera, parece que se reafirma la dimensión dinámica que nos
constituye.

Finalmente, aunque hemos realizado una opción por la definición de la voluntad


como el querer, tal definición parece que puede complementarse con la idea de
compromiso que nos señalaba Lipovetsky, haciendo algunas matizaciones como las que
hemos apuntado. Resumiendo, la voluntad puede definirse como el querer que nos lleva
a comprometernos con. No obstante, tal definición de la voluntad, como ya
indicábamos, deberá ser revisada y actualizada en un futuro, que permita su
profundización y validación o su modificación.

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