Artículo de prensa publicado en el Diario El Impulso de Venezuela 2001
Sin duda alguna el terrorismo y el fanatismo pertenecen a una
misma naturaleza, ambas se caracterizan por la ausencia de toda racionalidad y por poseer un profundo sentido de la perversión. Tenemos como patético ejemplo de lo afirmado, con lo acontecido hace tan solo pocos días en la ciudad de New York en donde fué derrumbada las muy conocidas Torres Gemelas, símbolo por excelencia del poderío económico y tecnológico de los EEUU. Y por otra parte, en la ciudad de Washington, en la destrucción parcial del Pentágono, donde se alberga el cuartel general del departamento de la defensa del mismo país, símbolo del poder militar de esa nación. Aun cuando no se ha determinado directamente los culpables de tan abominable hecho, ya es sabido que participaron personas que abrigan el fundamentalismo islámico, los cuales se identifican con la intolerancia y la violencia. Estos últimos utilizan el medio religioso para justificar y de alguna manera ennoblecer actos totalmente inhumanos y atroces. Ahora bien, hay que tener sumo cuidado en no caer en el repudio de todas las comunidades de musulmanes o islamitas. Cabe destacar que existe una gran tradición de paz en el Islam a la cual se sienten vinculados la mayoría de los musulmanes. Y sería injusto e irresponsable acusar a inocentes islamitas que de seguro discrepan de las actuaciones e idiosincrasias de los que profesan el Islam Radical, no siendo éste último otra cosa sino un Islam distorsionado y despreciable. El Corán, texto sagrado del Islam, es repetido muchas veces que “la paz es el bien supremo dentro de la vida humana”. Lo más apropiado para abordar este problema es separar el tema del terrorismo del islamismo y no relacionarlo jamás, si no estuviésemos cayendo igualmente en fanatismo y cegando nuestra razón. Recordemos que la ETA, organización terrorista vasca en España, sus miembros son por cultura y tradición Católicos o Protestantes, aunque se asegure que no sean practicantes regulares. Igualmente sucede con los terroristas y guerrilleros en Colombia. El problema no está en una determinada religión, como tampoco en algún grupo étnico. El problema simplemente es terrorismo puro. Es increíble que en nuestra era de grandes avances técnicos, científicos y en que la mayoría de los hombres de la actualidad cuentan con un cúmulo más amplio de conocimientos y mayor acceso a la información que las anteriores eras, todavía reine en algunas mentes el fanatismo. Y las organizaciones terroristas se valen de las personas fanáticas para incorporarlas en sus filas, en virtud de que éstas son más dóciles para manipularles con recursos ideológicos, bien sean religiosos o políticos, o ambos, en el peor de los casos. Para comprenderlo mejor, el perfil del fanático presenta las siguientes características: 1) Ausencia del uso de la razón. 2) Carencia de carácter y de autodeterminación. 3) Inclinación fuerte y desmedida del apasionamiento por alguna idea, actividad o cosa. 4) Baja autoestima. 5) Poderoso deseo de ser reconocido. 6) Vigorosa voluntad para someter a los demás e imponerse. Conociendo el espíritu del fanático se facilita el trabajo para determinar los rasgos mas significativos y peculiares que caracterizan al terrorista. Y descubrimos que solo se separan uno del otro por tan solo un puente muy angosto. Siendo este puente el impulso incontrolable por provocar el mal a los semejantes, derivado del odio así mismo y de un profundo resentimiento social. El placer del terrorista es el de infundir el pánico a través de actividades violentas y sangrientas para destruir el orden establecido, de esta forma, intimidar a sus adversarios y crear un clima de incertidumbre bajo alguna consigna ideológica para encubrir su espíritu perverso y miserable. Es por ello que algunas instituciones respetables y nobles rechazan enérgicamente el fanatismo en todas sus manifestaciones, bien sean políticas, filosóficas, religiosas o de cualquier otra índole. Tal es el caso de la Francmasonería, que en sus primeras enseñanzas, entre otras tantas, está el repudio al fanatismo y a la tiranía. Para culminar, no debemos olvidar sembrar la tolerancia y el conocimiento en todos los ámbitos, y de esta forma inteligente luchar en la erradicación de cualquier manifestación de violencia y de irracionalidad. Tengamos siempre presente las palabras de Jesucristo: amaos los unos a los otros...