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Conceptos de arte moderno

Nikos Stangos

Suprematismo
Aaron Scharf

El suprematismo no es tanto un movimiento artístico cuanto una actitud mental


que parece reflejar la ambivalencia de la existencia contemporánea. Fue casi la obra de
un único hombre. Kasimir Mavelich (1878-1935) fue su espíritu rector. Surgió hacia
1913 en Rusia. Expresar “la cultura metálica de nuestra época2 era ka intención de
Malevich; no mediante la imitación, sino mediante ka creación. Malevich desdeñó la
iconografía tradicional del arte figurativo. Sus formas elementales estaban proyectadas
tanto para acabar con las respuestas del artista condicionadas al entorno, como para
crear nuevas realidades “no menos significativas que las realidades de la propia
naturaleza”.
La geometría de Malevich se basaba en la línea recta, la forma supremamente
elemental que simbolizaba el ascendiente del hombre sobre el caos de la naturaleza. El
cuadrado, imposible de encontrar en la naturaleza era el elemento suprematista básico:
el fecundador de todas las demás formas suprematistas. El cuadrado era un rechazo del
mundo de las apariencias y del arte anterior. En 1915 se expuso por primera vez en
Petrogrado, entonces capital de Rusia, su pintura consistente en un cuadrado negro
sobre fondo blanco, junto con otros lienzos de similar naturaleza suprematista. Pero no
se trataba meramente de un cuadrado, y Malevich se sintió disgustado con la
intransigencia de los críticos, quienes no acertaron a captar la verdadera naturaleza de
esa forma todopoderosa. ¿Vacía? No era un cuadrado vacío, insistió. Estaba lleno de la
ausencia de objeto alguno; estaba henchido de sentido.
Además, no es en las pinturas sino en los pequeños dibujos de elementos
suprematistas, realizados por Malevich entre 1913 y 1917, donde residen las
implicaciones más sutiles del suprematismo (figura 65). No en negro, sino en gris, a
lápiz, habían sido cuidadosa e intencionadamente sombreados. El cuadrado y sus
permutaciones: la cruz y el rectángulo, se esperaba que dejaran ver las señales de la
mano –afirmación de la mediación humana- y eso es esencial para la filosofía del
suprematismo. Pero aunque se pretendía que las formas geométricas transmitieran la
supremacía de la mente sobre la materia, era fundamental además que demostrasen una
cualidad más. “Que por qué he oscurecido mi cuadrado con un lápiz”, inquiría
Malevich. “Porque ese es el acto más humilde que puede realizar la sensibilidad
humana”.
¿Qué relevancia, pues, tiene las zonas blancas y vacías sobre las que están
suspendidas las formas suprematistas? (figura 66). Representan las ilimitadas
extensiones del espacio exterior; mejor dicho, del espacio interior. Malevich creía que el
azul del cielo, el azul de la tradición, ese toldo de color que nos cegaba la visión al
infinito tenía que ser desgarrado y levantado. “He roto la frontera azul de los límites del
color”, proclamó. “He emergido en el blanco. Nadad junto a mí, camaradas pilotos, en
este infinito. He establecido el semáforo del suprematismo. ¡Nadad! El blanco mal libre,
el infinito, está delante de vosotros”. Este trascendentalismo cósmico es un eco de la
jerga metafísica de Wassily Kandinsky y de las especulaciones teosóficas de la
legendaria señora Blavatsky, cuyos espíritus germinales se yerguen inmensos detrás de
Malevich.
Malevich creía que el arte no tenía que tener utilidad. No debía nunca intentar
satisfacer necesidades materiales. El artista está obligado a mantener su independencia
espiritual con miras a crear. Y aunque, como muchos de sus colegas artistas en Rusia
dio la bienvenida a la Revolución de 1917, nunca suscribió la idea de que el arte debía
servir a un propósito utilitarista, engranando a la máquina y a las ideologías sociales y
políticas. Se opuso a la sumisión del artista al Estado, de igual modo que rechazó la
obediencia a las apariencias naturales. El artista debe ser libre. El Estado, protestó, crea
una estructura de la realidad que se convierte en la conciencia de las masas. De ahí que
la conciencia del individuo se vea conformada por aquellos que apoyan al organismo
del Estado. Mantuvo, rechazando cualquier especie de arte propagandista, que quienes
sucumben a ese poder regidor son llamados colaboradores leales del Estado. Y a
aquellos que conservan su individualidad, su conciencia subjetiva, se les mira con
sospecha y se les trata como si fuesen peligrosos.
Malevich repudió cualquier matrimonio de conveniencias entre el artista y el
ingeniero. Idea que había echado raíces en Europa en las dos primeras décadas del siglo
y que se había magnificado sobremanera en razón de las exigencias de la Revolución
rusa. Insistió en que los artistas y los científicos crean de maneras completamente
diferentes. Y mientras que las obras creativas son eternas, los inventos de la ciencia y la
tecnología son transitorios. Advirtió que si el socialismo iba a depender de la ciencia y
la tecnología, le estaba reservado un gran desengaño. La obras de arte son
manifestaciones de la mente subconsciente (o superconsciente, como él la llamaba), y
esa mente es más infalible que la consciente. A despecho de que expresase
explícitamente esas opiniones, Malevich continuó trabajando y enseñando en Rusia,
aunque con importancia menguante, hasta su muerte en 1935, enterrándosele en un
ataúd que él había recubierto de formas suprematistas.
A la luz de las declaraciones de Malevich es evidente que el suprematismo no
sólo reflejaba la esencia material del mundo hecho por el hombre, sino que además
comunicaba un anhelo por acercarse al misterio inexplicable del universo. Las
composiciones de Malevich, aunque reducidas a sencillas formas geométricas, parecen a
veces casi referencias literales a objetos reales: aeroplanos en vuelo, apiñamientos
arquitectónicos que parecen como vistos desde arriba. En obras como Composición
suprematista que expresa la sensación de la telegrafía sin hilos (1915) se emplean
directamente los puntos y rayas del código internacional. Sitúa sobre una tábula rasa
formas que comunican sensaciones acerca del universo y acerca del espacio:
impresiones de sonidos, Composición de elementos suprematistas combinados que
expresa la sensación de sonidos metálicos (1915), de atracción magnética, de voluntades
místicas y de ondas místicas, Composición suprematista que transmite la sensación de
una “onda” mística procedente del espacio exterior (1917).
Su cuadro más notorio, composición suprematista: Blanco sobre blanco (hacia
1918), un cuadrado blanco inclinado sobre un fondo blanco, ha sido interpretado de
muchas maneras (figura 67). No sabemos realmente qué es lo que Malevich pretendía
representar. Pero dentro del contexto del resto de su obra y tomando en consideración
sus propias declaraciones, no es demasiado audaz suponer que su propósito era
transmitir algo así como la emancipación final: un estado de nirvana, la afirmación
definitiva sobre la conciencia suprematista. El cuadrado (¿la voluntad del hombre,
quizás el hombre?) se despoja de su materialidad y se funde con el infinito. Todo lo que
queda es un vago vestigio de su presencia (de la presencia del hombre).

Junio de 1966.
Suprematismo 2 hojas $ 7

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