El problema de la teoría anarquista, debe ser abordado de una doble forma: con
ortodoxia y originalidad a la vez, integrándolas en una lectura anti-dogmática. Por
“ortodoxia”, nos referimos en estricto rigor, a la importancia de conocerlos postulados de
los anarquistas clásicos (Bakunin, Kropotkin, los Internacionalistas, etc…) de manera clara,
pues en ellos está la base de la doctrina anarquista, en sus polémicas y escritos encontramos
herramientas de crítica a la sociedad capitalista y autoritaria cuya vigencia es sorprendente.
Pero estas herramientas de crítica que deben ser comprendidas como "estructurales",
constituyen un conjunto que entendido dogmáticamente, o sea, sin ser aplicados a la
realidad concreta no sirven de nada El anarquismo, o sea el conjunto de propuestas y
críticas que éste dirige en contra de la sociedad capitalista y del Estado, debe ser entendido
como una herramienta de transformación y no como religión, como verdad revelada. El
anarquismo como teoría que ataca el espíritu de la sociedad burguesa, al ser puesta en
práctica en las luchas populares, requiere flexibilidad para los nuevos contextos y se
enriquece con la experiencia acumulada en la práctica, pues en sí misma, representa la
síntesis de las experiencias de lucha por la emancipación del proletariado como clase. Es en
este sentido en el que debemos, necesariamente ser originales: en la medida de ser capaces,
desde nuestros principios básicos, de leer la realidad actual, de responder a ella, con ideas y
acciones, de pensar los nuevos problemas desde una doctrina dinámica y no estancada. Esto
hace que el anarquismo tenga una continuidad una historia, un presente y un futuro.
En los tres años y fracción que tenemos de vida como organización, hemos ido
definiendo intuitivamente, conceptos teóricos que han dado coherencia a nuestro accionar.
Nos ha faltado hacerlos explícitos, reflexionar sobre ellos y nivelar la formación política de
nuestra militancia, en el sentido de lograr que todos tengan un mínimo de dominio teórico.
Nos ha faltado, con todo el acerbo que hemos adquirido de experiencia y gracias a nuestra
presencia práctica en las luchas y en la organización popular, crear teoría, pensar nuestro
anarquismo, no para fines intelectualistas, sino para enriquecer nuestra práctica. El
Congreso al que entramos como organización es el espacio en el cual podremos situar a
nuestro Anarquismo en una corriente determinada, en un contexto dado y con una
determinada identidad. Durante estos tres años de historia, el término "Anarco-
Comunismo", ha sido estrechamente asociado a nuestra organización Hoy existen otros
grupos que también reclaman el nombre, y por Anarco-Comunismo se entiende una línea
del anarquismo con fuerte énfasis en la organización, que recalca mucho la necesidad de la
revolución, y con un marcado acento clasista. Si bien es cierto que nuestra organización ha
tenido mucho que ver en la definición de esa línea "Anarco" Comunista" es cierto, a su vez,
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que es insuficiente limitarse a ese número de principios generales, como si en ellos se
encerrara todo lo que nos caracteriza. Creemos que hay una serie de particularidades que
hacen de nuestra organización un fenómeno especial dentro del anarquismo criollo. Tal
cosa se ha hecho explícita con los últimos sucesos dentro del movimiento. Se requiere por
tanto que clarifiquemos nuestras posiciones teóricas y cuál es el origen de ellas.
El Anarquismo
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Hacia mediados de la década de 1870, una generación de internacionalistas
compuesta por Cafiero, Malatesta, Kropotkin, Merlino, comienzan a proponer superar la
visión del asalariamiento en la sociedad post-revolucionaria. Para ellos la revolución debía,
necesariamente, buscar el término del trabajo asalariado, y lograr que a cada cual se le dé
según sus necesidades. No era sólo por un imperativo de orden moral por el que planteaban
esto, sino porque según las condiciones de la industria moderna es posible abastecer a todos
según sus necesidades, además que resulta imposible determinar donde empieza el trabajo
de un obrero y termina el del otro. Es a esta comente, a la que corresponde haber
complementado el anarquismo de los primeros internacionalistas, habiendo formulado la
doctrina del COMUNISMO anárquico (es especialmente claro en Kropotkin, el impacto
que sobre el anarquismo tuvieron los avances de la técnica y de la industria en la segunda
mitad del siglo XIX, que fundamentaban el abandono del colectivismo).
Pero luego del fracaso de la Comuna de París, y tras la serie de derrotas que sufre el
movimiento revolucionario en los años de 1870, a fines de esa década, surge una doctrina
llamada de la PROPAGANDA POR EL HECHO, cuyos principales ideólogos fueron Most,
y en cierta medida, Kropotkin y Malatesta. Todos ellos, si bien apoyaban esta línea,
también eran organizadores, y con el tiempo abandonan esta línea errónea, y retoman el
camino de la organización popular. Hay otros que permanecieron fieles a esta línea, la que
se vio teñida de un matiz anti-organizativo, como es el caso de Schiavina y posteriormente,
por Luigi Galleani. El momento histórico en que esta línea se plantea con toda su fuerza,
fue el Congreso de Londres de 1881, organizado principalmente por Most y por Kropotkin,
en que se recomendaba la propaganda anarquista por todos los medios, desde el oral, el
escrito, hasta por medio de "la bomba, el puñal y el veneno". Eso era en resumidas cuentas
la propaganda por el hecho: la utilización del terror hacia la clase burguesa y la nobleza
como medio para la propaganda anarquista. Además, el supuesto subyacente a esta
corriente, era que con propiciar golpes terroristas a la burguesía, se debilitaba su aura de
misticismo, y se daba coraje al pueblo para llevar adelante la revolución. La propaganda
por el hecho, pronto llevó a que ciertos anarquistas despreciaran la organización de masas,
y surgiera la caricatura del anarquista como parte de un pequeño grupo de conspiradores, o
bien, cometiendo actos aislados de terrorismo. Pero para mediados de los 1880, ya Most,
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Kropotkin y Malatesta asumían que estos hechos aislados eran insuficientes y que era
necesaria una presencia más constante entre el proletariado. Así, llegan a la conclusión de
que era necesario organizar al anarquismo como un "partido revolucionario". De ahí en
adelante, dirigen todos sus esfuerzos a la organización político-revolucionaria de los
anarquistas, de forma específica. En este camino llegarán a tener fuertes diferencias con los
partidarios de la propaganda por el hecho, que seguirá en boga hasta principios del siglo
XX, los cuales provocarán atentados famosos, como los de Caserio, Anguiolillo, Ravachol,
Vaillant, Henry, etc...
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sacaban las lecciones de los desaciertos y de los triunfos de la experiencia makhnovista,
que mostraba un curso diferente que podría haber tomado la revolución rusa, pero que se
vio aislado y sufrió de la falta de apoyo por parte del mismísimo movimiento anarquista.
Gracias a este sentido de la autocrítica, los compañeros del grupo ucraniano, entre quienes
destacaban Makhnó, Archinov y la polaca Ida Mett, redactan un documento de gran lucidez
y en el cual se plantean de forma correcta temas de importancia primordial para establecer
una alternativa comunista anárquica a la altura de los tiempos, con lo cual se logra una
importante maduración para el anarquismo. Este documento pasará a la historia con el
nombre de la Plataforma (para una unión general de anarquistas, como era su nombre
completo). El documento contiene una visión general del anarquismo, que polemiza con
visiones reformistas, liberales y "religiosas", (que se fortalecieron mucho luego del fracaso
de la Revolución Rusa y la progresiva pérdida de influencia anarquista en el movimiento
sindical) insertándolo nuevamente en el campo de la lucha de clases, revolucionario y
materialista; a la vez plantea algunos elementos políticos de importancia, al definir los roles
de la organización de masas, de los anarquistas en ellas, y al dar especial énfasis en la
necesidad de formar una agrupación político-revolucionaria anarquista (sacando la
discusión de Ámsterdam -1907- del falso dilema en que se entrampó); y por último, plantea
las bases mínimas para tal organización revolucionaria (unidad teórica, táctica,
responsabilidad colectiva y federalismo).
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de la pluma de Georges Fontenis, había producido el Manifiesto Comunista Libertario
(1953), texto que reactualizaba el anarquismo desde la perspectiva "plataformista". Pero
esta organización surgió en la larga noche en que se sumió el anarquismo entre el fin de la
Revolución Española y el renacer libertario de fines de los 60: por ello, y en un medio
adverso, con un mundo popular obnubilado por el estalinismo, estaba condenada a
desaparecer sin que en ese momento se apreciaran en su justa medida sus aportes y que se
ponderaran también con justeza sus errores, en el duro contexto en que colocó la guerra de
liberación de Argelia al movimiento revolucionario francés, país de larga tradición
colonialista. Sin embargo, su aporte será fundamental para el Mayo Francés, ya que ante
todo, estimuló la crítica y la necesidad de actualizar el anarquismo a la luz de la experiencia
ganada durante medio siglo de revoluciones.
Hoy, cuando el anarquismo comienza a florecer nuevamente por todas partes, como
opción revolucionaria, los aportes hechos por la Plataforma y por el Manifiesto Comunista
Libertario, son nuevamente apreciados en su justo valor y han sido pilares fundamentales
para el nuevo movimiento que surge en distintos rincones del planeta, desde Europa, hasta
América Latina. La corriente comunista anárquica heredera de la Plataforma o cercana a
sus postulados, no posee una forma orgánica internacional aún, ya que la creación de una
orgánica internacional debe ser precedida por el desarrollo firme de las orgánicas a nivel
nacional, ya que de otro modo, sería un estorbo, más que un aporte real; pero sí se
mantienen, informalmente y formalmente en ciertos casos, contactos e intercambios de
opiniones, publicaciones y experiencias, útiles para el desarrollo político de cada grupo
local, y como forma de avanzar conjuntamente en la elaboración de un propuesta
revolucionaria para superar la opresión capitalista. Tal propuesta, debido al mismo carácter
del sistema que enfrentamos y por el cual luchamos, debe ser, en su origen, medios y fines,
de carácter internacionalista. Hoy, los grupos que representan esta corriente, se encuentran
desperdigados por Argentina (OSL), Irlanda (WSM), Brasil (FAG), Francia (AL), Uruguay
(FAU), Italia (FdCA), el Líbano (Al Badil Al Chooui Al Taharouri), EEUU y Canadá
(NEFAC), Sudáfrica, República Checa, Suiza (OSL), junto a compañeros en Ecuador,
Bolivia, Costa Rica.
Para seguir con la exposición sobre nuestra identidad doctrinaria, y las fuentes de
las cuales nos nutrimos políticamente, es necesario que repasemos la herencia libertaria y
revolucionaria de nuestro propio pueblo latinoamericano, que es la realidad que nos toca y
nos moldea de forma más directa. Estas luchas deben ser entendidas en relación a las luchas
globales del proletariado, así como a las luchas particulares de esta región, por la
implementación concreta del capitalismo en esta área del mundo.
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nacionales y de su acumulación capitalista, luego de siglos de colonialismo, que dejaron las
economías locales desangradas y enredadas en una madeja de relaciones esclavistas, semi-
esclavistas, feudales, etc... Pese a las rebeliones populares y motines del siglo XIX, y pese a
los actos individuales de "insurrección" de quienes no querían someterse al
disciplinamiento capitalista (los gauchos, vagos, etc...), resulta lógico que los movimientos
genuinamente socialistas hayan aparecido en América Latina de forma más tardía que en
Europa. Siendo el Anarquismo una respuesta a las condiciones impuestas por el
capitalismo, resulta lógico que, habiendo nacido el Capitalismo en Europa, el Anarquismo,
a su vez, se desarrollara primero en el viejo continente.
Así, el Socialismo comienza a aparecer hacia fines del siglo XIX y se desarrolla
primero en los países con relaciones capitalistas más avanzadas, como Argentina (donde
Malatesta estaba en 1883 organizando los primeros gremios de orientación ácrata),
Uruguay o Cuba. Éste último país, pese a no ser un país tecnológicamente desarrollado,
tenía las relaciones capitalistas de trabajo mucho más desarrolladas que varios de sus
vecinos latinoamericanos. En casi todos los casos, el surgimiento del Anarquismo iba de la
mano de los trabajadores inmigrantes, principalmente, de origen español o italiano, que
traían consigo, desde Europa, las "ideas avanzadas". Así, como un efecto contradictorio, la
penetración imperialista del Capital, no sólo trajo consigo la explotación, sino, de
contrabando, pasaron las ideas emancipadoras. En Chile, pese a que el movimiento
anarquista fuera eminentemente local, la influencia argentina fue decisiva para el
surgimiento de la primera generación de anarquistas, a mediados de la década de 1890.
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Todos estos movimientos deben ser comprendidos en su contexto histórico, para no caer ni en
mistificaciones, ni en rechazos a primera. Junto a esto, debe considerarse el contenido de clase que fatalmente
adquirirían los movimientos de independencia nacional a comienzos del siglo XIX, dada la clase que entonces
poseía la iniciativa histórica, la burguesía. Sin embargo, pese a lo abigarrado del panorama, y a lo confuso de
los idealismos americanos anteriores al desarrollo del movimiento obrero y del socialismo, no puede dejar de
observarse en ellos, la influencia a la vez que la expresión de las aspiraciones populares.
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complejidad. Nuestro anarquismo, es heredero de las luchas del proletariado internacional,
en el cual se inspira, y en la tradición de lucha local, que ha existido desde siempre en
tierras americanas, de la cual se nutre y la que le da un rostro único.
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partido, el MIR, se definiera marxista-leninista). En todas estas instancias, se hará carne la
perdurable y subterránea aspiración del pueblo, de la clase obrera, de hacerse cargo
directamente de sus propios asuntos, de enseñorearse de sus propias vidas, aspiración
reñida con el actual sistema capitalista que oprime a los explotados, y con el Estado, como
ente administrador ajeno a los propios involucrados, el pueblo.
Creemos que la idea del Poder Popular, tan en boga en los años 60 y comienzos de
los 70, es fiel reflejo de lo anteriormente expresado. Ahora bien, debe recordarse, que el
término de "Poder Popular" recibía distintas interpretaciones: mientras para los partidarios
más conservadores de la Unidad Popular, Poder Popular quería decir sólo bases de apoyo
del Gobierno, pues no concebían un proceso por fuera del Gobierno, ni contra el Estado
(quizás porque no concebían un movimiento que fuera más allá de las meras reformas),
para sectores obreros y populares de base, y para la cultura mirista, Poder Popular quería
decir la organización directa del pueblo, en oposición del Estado y el Poder Burgués. Cuál
era el sentido que se le daba, si táctico o estratégico, también es otra discusión. Muchos
sectores que así comprendían al Poder Popular, le asignaban un rol sólo en la lucha contra
el Estado, pero creían que éste debería asumir su posición subordinada cuando el partido de
vanguardia conquistara el poder. Ahora para sectores de base del mirismo, y ligados a
experiencias de construcción popular en Comandos Comunales y Cordones Industriales,
éstos debían ser las mismas bases de la futura sociedad. Ciertamente, la falta de una
alternativa anarco-comunista clara, no ayudó a que ésta última interpretación, que el mismo
pueblo se daba en la lucha de forma intuitiva, se hubiera desarrollado, enriquecida por el
acerbo teórico y práctico de las luchas y de la trayectoria del Anarquismo. Sin embargo,
pese al fracaso de la experiencia reformista de la UP, y al verse truncado el desarrollo de un
movimiento revolucionario de base por el Golpe Gorila de Pinochet en 1973, la experiencia
que levantó el propio pueblo, en ausencia de un referente anarco-comunista, pero que
expresaba prácticas y fórmulas libertarias con mayor o menor grado de claridad, debe servir
para enriquecer nuestro propio acerbo térico-práctico, pues el anarquismo, ante todo, es la
experiencia acumulada del pueblo en lucha. Y muchas veces, los anarquistas criollos, se
olvidan que nuestra experiencia, sea cual sea su signo, también vale, tiene que aportarnos, y
nos entrega valiosas lecciones, en sus aciertos, desaciertos, fracasos y con sus pequeñas
victorias. La concepción de izquierda revolucionaria del Poder Popular es la mejor lección
que de estos años podemos adquirir. También debemos ver reforzada nuestra convicción de
la futilidad de buscar el cambio dentro de la legalidad vigente, u ocupando el aparato
estatal; la construcción del mundo nuevo, efectivamente, debe ser hecha con mecanismos
nuevos, mecanismos los cuales el pueblo de Chile buscó y forjó a tientas en medio de las
ilusiones reformistas.
La dura lección que significó el Golpe de Estado, es tan nuestra como de los actores
políticos directamente involucrados en ella; cada cual, la interpretará a su manera, pero es
importante hacerlo de forma no dogmática y entendiendo claramente lo que ésta significa,
al deshacer toda sombra de ilusión sobre una posible transición al "socialismo" usando
como molde al aparataje capitalista, evitando el enfrentamiento inevitable de clases. Pero el
movimiento popular se rearmó, casi sin que el General ni nadie se diera cuenta, en ese país
donde supuestamente "no se movía una hoja" sin que el dictador lo supiera, y reventó en la
cara de la dictadura militar un hermoso día de Mayo de 1983. Ese día, se realizó la primera
protesta nacional, que movilizó a cientos de miles, millones de personas en todo el país,
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contra el brutal régimen de Pinochet. En ella se reflejaba el trabajo subterráneo de todos los
militantes y activistas en la clandestinidad, que se quedaron a luchar, a organizar.
Nuevamente, las tendencias libertarias aparecían espontáneamente en el Pueblo, en las ollas
comunes, en agrupaciones culturales juveniles, en movimientos contra la tortura, en la
Resistencia popular (que efectivamente incluyó a algunos escasos libertarios que había), en
el movimiento sindical que hacía lo que podía en el lecho de Procusto que significaba el
Código Laboral de 1980, en cooperativas de consumo y en la práctica del comprar y comer
juntos..... quizás no como un programa político definido, quizás no como un horizonte
transformador de largo aliento, pero sí como aquel tozudo instinto del apoyo mutuo, del que
tanto hablara Kropotkin y los viejos ácratas. Ese espíritu de Apoyo Mutuo que surge cada
vez que el pueblo las ve difíciles para llevarse el pan a la boca. Ese apoyo mutuo, del cual
el Anarquismo no es más que la racionalización política. Lamentablemente, ese buen
sentido popular, se restringió al campo de la supervivencia, y no se levantó como
perspectiva revolucionaria; así, mientras el pueblo luchaba contra la dictadura y daba su
vida en la calle, los politicastros de siempre, aquellos mismos democratacristianos que
habían pedido el Golpe algunos cuantos años atrás, más sus nuevos amigos socialistas, ya
maduros y desembarazados de sus utopismos infantiles, negociaban a espaldas del pueblo y
con promesas de "alegría", como si fueran auténticos mercachifles, una transición a la
"democracia", con tufo a dictadura, sin tocar el modelo neoliberal que fue la razón de ser
del pinochetismo. O sea, cambiaban un poco las cosas, para que todo siguiera igual.
Después de todo, entre estatistas, milicos y burgueses se entienden: todo antes que la
chusma pudiera pasarse para la punta en alguna protesta nacional, perspectiva que no
convenía ni a la Dictadura, ni a su oposición "democrática". Este proceso evidenció nuevas
lecciones para nuestra clase, que debemos hacerlas carne e incorporarlas a nuestro legado:
las contradicciones menores (democracia y dictadura, por ejemplo), jamás deben
obscurecer la contradicción principal que da razón de ser a la lucha popular (contradicción
Capital-Trabajo, Burguesía-Proletariado). El subordinar, aunque sea por un momento
histórico particular, de forma "transitoria", la contradicción principal a formas
contradictorias secundarias, es igual a traicionar los objetivos revolucionarios de nuestra
lucha. Esto quiere decir, que la lucha contra la "dictadura", al no ser comprendida como
lucha contra el capitalismo, estaba condenada al fracaso, desde el punto de vista
revolucionario, al estar desnaturalizada en su propia esencia. La dictadura sólo tenía sentido
como una estrategia del capitalismo. Y no olvidemos que el capitalismo, aunque sea
ejercido por formas democráticas y no por una junta militar, es una dictadura de CLASE:
de la burguesía, del empresariado, contra los trabajadores, el proletariado.
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manos de la burguesía y recuperándolas para el pueblo, y subvirtiendo, al mismo tiempo,
las reglas que rigen la producción y la distribución: no más dictadura del mercado, sino que
poner, antes que nada, nuestras necesidades.
Cuarta lección: Sólo la lucha da frutos. La transición pacífica se mostró como una
farsa, en la cual, todo siguió igual. Para hacer transformaciones, es necesario negar el
presente orden de cosas, pues en él está todo lo que nosotros criticamos. Es necesario
plantear soluciones nuevas, partir de nuestras necesidades, deseos, aspiraciones, lo cual
significa negar las reglas del juego impuestas por los explotadores. A esa negación, que
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opera mediante la lucha de masas, la patronal, que hoy se encuentra en el poder, presentará
una enconada resistencia, pues lo que está en cuestión son sus privilegios, su dominación de
clase, y todos los beneficios que obtienen a costa de la miseria popular. Para defender sus
privilegios, recurren a Golpes de Estado, a la Contra, a las invasiones Yanquis, al Boicot, a
todos los mecanismos, y la derecha ha dejado en claro, en más de una ocasión, que si se
vuelve a producir una situación de "ingobernabilidad" del país (léase: pérdida progresiva
del poder burgués), volverán a recurrir a las Fuerzas Armadas, o sea, volverán a pedir una
masacre popular. Si ellos son tan claros al hablar de la violencia contrarrevolucionaria ¿por
qué nosotros nos avergonzamos de la violencia revolucionaria? ¿por qué tenemos que ser
mesurados?. Debemos rechazar de nuestro discurso y práctica aquel pacifismo sentimental,
que hace del tema de la violencia un tema tabú, que se opone a la Violencia, con
mayúsculas y planteada en el aire, que personifica en la Dictadura Gorila de Pinochet a la
Violencia metafísica y la despoja de su contenido de clase. Ese discurso que, a lo más,
asume la violencia patronal contra los trabajadores como una "lamentable" aberración
histórica que no volverá a ocurrir, y no como lo que es: el último recurso de los ricos para
seguir siéndolo. Y no se trata de una aberración, ya que la historia demuestra que siempre
lo han hecho y no existe ningún argumento razonable que demuestre que no lo volverán a
hacer en el futuro. Hay que volver a hablar de la violencia como una expresión más,
inevitable, de la lucha de clases. A los poderosos no los derrotaremos con buenas
intenciones; es necesario prepararse para cuando éstos recurran a la fuerza, y poder ser
capaces de oponerles fuerza. Debemos ser honestos con el pueblo, y plantear la necesidad
de dar la lucha; que sin lucha no se gana nada. La UP, al evitar la lucha, al evitar el
derramamiento de sangre, no tocó un pelo a la burguesía, pero ésta masacró a los
trabajadores revolucionarios. La transición pacífica a la democracia, dejó intactas las bases
económicas y políticas de la dictadura, porque en una negociación de esas características,
las dos partes ponen sus condiciones. Para haber cambiado las cosas, para que la alegría
llegara, era necesario un acto de fuerza e imponer una nueva sociedad a la patronal (cosa
que, evidentemente, la Concertación no iba a hacer). A la burguesía no se la negocia; se la
combate.
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que ésta vuelve a tomar en sus manos sus asuntos y las riquezas generadas por los
trabajadores desde generaciones, y se deshace de la propiedad privada y del cuerpo de
especialistas separados de la actividad productiva que son el Estado, es lo que llamamos
Poder Popular. Pero el Poder Popular no es algo que surja espontáneamente el día 1 de la
Revolución; el Poder Popular es la construcción cotidiana que hacemos donde nos
encontremos, son las organizaciones de resistencia al capitalismo, pero que a la vez son
embriones de la futura sociedad que queremos. En ella, adquirimos la experiencia, para el
día de mañana construir una nueva sociedad.
El Anarco-Comunismo
Así, entramos al escenario de los noventas, años en que va tomando cuerpo, con
todo un peso histórico, el nuevo movimiento anarquista criollo. Esta es la década que ve
nacer a nuestra organización, el Congreso de Unificación Anarco-Comunista. Esta década
está signada por dos gruesos fracasos para el Pueblo, y dos sendos triunfos para los
capitalistas locales, así como para los que nos vigilan desde Washington; uno, ocurría el 11
de Septiembre de 1973, y otro, el 5 de Octubre de 1988, ya que lejos de triunfar sobre el
pinochetismo, este salía intacto de escena, perpetuándose hasta el día de hoy como una
forma de hacer política y de superexplotación de las masas, que ha llevado a que Santiago
esté entre las ciudades del mundo en las que desperdiciamos más horas de nuestra vida
siendo explotados en el trabajo. Estos dos fracasos influyeron en la desmovilización
popular masiva, a lo que se sumó la tarea de desarticular las organizaciones de base, a la
que tan afanosamente se entregó la Concertación, en las poblaciones, de restringir al
movimiento sindical (acuerdo marco de Bustos), y los grupos más radicales contra el
sistema en los primeros años de "democracia" (actividad de la Oficina). En toda esta
década, constatamos de forma brutal, el error de haber dado la lucha contra la dictadura
"primero", haciendo una división artificial con la lucha por la revolución, la cual
supuestamente sería después.... y quedaba postergada hasta el día del Juicio. Hoy estamos
seguros que la lucha por la revolución es una tarea inmediata, que no se da por "etapas"
artificialmente disociadas, que todas las reformas cotidianas que se impulsan en las luchas
populares, debemos saberlas canalizar hacia derroteros revolucionarios, pues si nosotros no
tomamos la iniciativa política, la toma la burguesía. No podemos permitir que nuevas
contradicciones secundarias (ahora el frente que se plantea contra Lavín) posterguen la
lucha magna que tenemos en frente nuestro: no estamos por el mal menor, tal no puede ser
nuestra política. No estamos por elegir al mejor burgués: estamos construyendo desde ya,
Poder Popular donde quiera que estemos, con vistas a la supresión de la explotación
capitalista. Estamos por conquistar nuestro destino. La revolución hay que prepararla, no
ocurrirá mágicamente de un día para el otro.
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reconstruyéndose a través de ésta. El movimiento sindical como que quisiera levantar
cabeza de nuevo, tras tantos años de letargo. La presencia decidida de los anarco-
comunistas en todos los espacios populares de base, agitando, organizando, construyendo
junto al resto del pueblo, es fundamental, para imprimir un sello libertario al proceso de
lucha contra el sistema. Debemos recuperar nuestra vocación de victoria, aprender de los
errores del pasado y dar la lucha esta vez para vencer. El desarrollo de la política de Frentes
en nuestra organización, ha sido el más grande acierto de los anarquistas en décadas, pues
es ésta política la cual nos ha permitido pasar nuevamente a constituir un campo con un
cierto peso en las luchas populares en los últimos dos años. Es esta política la que ha hecho
que abandonemos el mundo de las fantasías utópicas y anclemos nuestros pies en la dura
realidad actual, que seamos nuevamente un humilde aporte para la emancipación de los
oprimidos. Debemos ampliar esta política, darle mayor contenido, proyectarla y formularla
como base para la construcción de una nueva alternativa al mundo de hoy.
Cada vez, ganamos más terreno en las simpatías de los sectores populares en que
tenemos inserción, en el movimiento revolucionario -y entre el sector más maduro de
quienes se denominan "libertarios". También, ganamos las simpatías de sectores en lucha
no sólo dentro del país, sino que también fuera del país, a partir de los contactos que
mantienen ciertos compañeros. Las condiciones para madurar un proyecto Anarco-
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Comunista no pueden ser mejores, por los nuevos ánimos que hay de transformación de la
sociedad; el lamentable rumbo que toman los acontecimientos en escala mundial, con la
hegemonía yanqui llegando a niveles ya insoportables, también nos dan la razón y nos
indican que hay que tener decisión, que es necesario actuar ya, que no podemos vacilar. La
agresividad del imperialismo y de la clase capitalista, tanto criolla como foránea, nos
indican la urgencia de los tiempos que nos toca vivir, nos señala inequívocamente, que es la
hora de pasar a la ofensiva. De nosotros depende aportar desde la trinchera libertaria,
anarco-comunista. Necesitamos que nuestra militancia esté a la altura de este momento
histórico, que abandonemos cualquier infantilismo o posiciones caprichosas y le tomemos
la seriedad a la tarea que tenemos por delante. Porque se trata de un imperativo social,
económico, político, histórico y moral: ¡ni un paso atrás en la lucha por la Libertad! ¡A
hacer florecer ese mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones!!!!
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