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Textos Especializados

RESUMEN SOBRE LA RELIGIÓN HUICHOL

ZINGG, Robert M. Los Huicholes. Una tribu de Artistas. Ed. Instituto Nacional Indigenista,
México, D.F., 1982, Serie Clásicos de la Antropología No.12, Tomo II, pp. 516-544.
B. RESUMEN SOBRE LA RELIGIÓN HUICHOL.

a. Introducción a la religión huichol

El rasgo más esencialmente huichol y que mejor permite distinguir a los huicholes
de los otros indios, es el condicionamiento social que inculca a cada individuo de la
tribu una herencia cultural común, un conjunto de definidas representaciones
colectivas diferentes de las de cualquier otro grupo. Luego de haber convivido un
año con la tribu, pude comprobar que este condicionamiento existe con asombrosa
uniformidad en la mente y comportamiento de cada miembro adulto de la tribu y que,
como tal, ofrece un reino de realidad tan positiva y concreta como la de los reinos
físico, químico y biológico. Es este reino de datos el más apto para ser estudiado por
la psicología social.

El observador cree notar dos clases de condicionamiento del individuo huichol,


aunque los indios no reconocerían esta distinción. El uno es tecnológico y el otro es
religioso. Fue Durkheim quien más significativamente señaló el notable cambio que
se produce en el pensamiento y conducta de los aborígenes australianos, cuando
dejan de lado su ocupación, mayormente individual, en la tecnología y la recolección
de alimentos para entregarse a la actividad social en grupos mayores que la familia y
que siempre va acompañada de ceremonias.

Radcliffe – Brown ha demostrado que la religión de los Andamaneses es un


sistema de creencias y comportamientos que ejercita los sentimientos sociales, es
decir, aquello que más diferencia al hombre de la creación animal. Más aún, la
religión constituye un poderoso proceso social que moldea el elemental mecanismo
biológico transformándolo en un ser humano. La religión contiene innumerables
mecanismos mediante los cuales la cultura o las representaciones colectivas del
hombre se transmiten de una generación a la siguiente. Los mecanismos de este
proceso son supraorgánicos y existen aparte del bagaje biológico del hombre, por
muy importante que éste último sea. O bien se puede expresar esto de otra manera.
Las convincentes demostraciones presentadas por Durkheim acerca de las
correlaciones funcionales entre la organización social y el totemismo de los negros
revelan que la religión es una proyección del orden social sobre el mundo, la
naturaleza y lo desconocido1. La acción o influencia del principio religioso postulado
por Durkheim, es un mecanismo vital para la transmisión supraorgánica de las
representaciones colectivas, de una a otra generación.

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La religión huichol no es típicamente durkheimiana en el sentido de que se rinde culto a la organización social
misma. Pero en su esencia, no se puede discutir elementos de su medio natural (más bien que social) que son de
importancia vital para la existencia huichol.

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Aunque Durkheim no supo apreciarla, la contribución Lévy – Bruhl consistió en
traducir la sociología de Durkheim a la psicología social, es decir, el principio
durkheimiano de lo sagrado pasó a ser, en la obra de Lévy – Bruhl, el concepto de la
participación mística.

Ciertas omisiones en la teoría de la “mentalidad” mística propuesta por Lévy –


Bruhl impidieron que se le apreciara en su justo valor en los Estados Unidos. No
toma en cuenta, por ejemplo, la diferencia que existe entre la mente como contenido
condicionado y la mentalidad como mecanismo psico – biológico; tampoco repara en
la existencia obvia del misticismo entre los grupos civilizados y de pensamiento
lógico entre los primitivos. Sobre todo en la tecnología, los grupos primitivos
muestran un comportamiento lógico motivado por el auto – interés. Si bien incluso en
la tecnología, el misticismo puede ser muy prominente, como sucede entre los
huicholes, sin embargo no se puede negar que, en su mayor parte, la tecnología
adecua los medios a los fines, de un modo lógico.

En la actividad tecnológica de esta tribu, como en cualquier otra parte del mundo,
existe una rígida confirmación pragmática que impone la logicidad. Es indudable que
las semillas sembradas en las copas de los árboles no brotarán. En el
comportamiento social y religiosos no funciona este tipo de sanción o ratificación, tan
rígidamente como en el caso anterior. Aunque, por supuesto, incluso con los
primitivos, la participación social no es totalmente mística, no obstante, entre los
tarahumaras y los huicholes, ningún grupo mayor que la familia se reúne sin apelar a
las justificaciones místicas de la ceremonia, el rezo o el mito. En mi opinión, es muy
dudoso que, ni siquiera en el polo civilizado, le resulte posible al hombre participar en
grandes grupos sociales sin apelar a los sagrado y lo místico. Aunque existe una
diferencia real y cualitativa entre lo místico y lo lógico, los hombres primitivos y los
civilizados se distinguen a este respecto sólo cuantitativamente. Sin embargo, esta
diferencia es notable, a menos que, como Voltaire le dijo a Rosseau hace ya mucho
tiempo, prefiramos una humanidad en cuatro patas.

Entre los huicholes, la religión y lo místico domina a la cultura, y los dioses lo


dominan todo. Estos dioses son personificaciones de fenómenos naturales elevados
a la potencialidad de divinidad por la acción de ese principio de lo sagrado que es
semejante a “la majestad que como un halo rodea a un rey”, a un supremo
magistrado, a un prelado o a un dios. Los huicholes construyen las casas pero los
dioses viven en ellas. A los dioses se les ofrendan exquisiteces tales como azúcar,
dulces o golosinas, chocolate y pan, en las ceremonias. Para los dioses son la
cerveza y el aguardiente, mientras la gente se abstiene de comer y beber durante los
primeros días de una ceremonia. Casi toda actividad artística está dominada por la
acción del mismo principio que rige las ofrendas a los dioses: esta actividad es
dramática, literaria, plástica y rítmica. Más que la libre indagación es la religión la que
proporciona a los huicholes su filosofía acerca de la naturaleza, el universo y el
hombre. La filosofía huichol se relaciona con los dioses y no con la realidad objetiva.
Más incluso que la tecnología racional, la religión le da al huichol aquel dominio de la

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naturaleza que él cree tener. Esta es una de las ideas más fantásticas, aunque
encantadora, que jamás haya sido creada por el espíritu humano.
La religión huichol es un sistema asombrosamente complicado de creencias y
prácticas interrelacionadas. Domina el pensamiento y la conducta del huichol adulto.
Con una sola excepción (véase T.I, p. 85 sigs.), todos los huicholes realizan la
abrumadora ronda de ceremonias que los obliga a trabajar en su religión más que en
su tecnología secular. En un medio exuberante, tropical, las actividades de sostén de
la vida ocupan tan sólo algunas semanas del año y nunca están del todo libres de los
contextos religiosos correspondientes. Igual que los polinesios en un medio natural
más rico aún, los huicholes no tienen que luchar con la naturaleza, por lo tanto, han
construido una estructura fantástica de errores y tonterías con la cual poder luchar.
Parece que es universal este talento humano para crear problemas imaginarios
cuando éstos no existen en la realidad.

Infinitamente más encantadora que la creación religiosa de los polinesios, la


religión huichol incuestionablemente produce felicidad a todo el grupo. Si yo hubiera
podido elegir entre nacer huichol o norteamericano, habría preferido lo primero,
aunque pocas son las culturas primitivas que escogería.

En las culturas “auténticas” que, a diferencia de la polinesia, sobrevivirán a los


choques culturales provocados por el contacto con el mundo exterior, la religión
parece tener la función de producir felicidad humana, por muy fantástica que sea la
interpretación que da de la realidad. Entre los huicholes, por medio de la acción del
principio religioso de lo sagrado, las realidades de los medios natural y social son
traducidas al drama de la ceremonia, la danza y el canto; a la sagrada literatura, que
constituye la mitología, para reaparecer como motivos en las artes plásticas y como
diseños en la parafernalia simbólica que expresa oraciones o plegarias. Finalmente,
en una gran reducción del potencial de lo sagrado, reaparecen en el arte decorativo.

Los dioses huicholes son algo más que la personificación que ya hemos visto
atribuida a las almas de los huicholes muertos. Los dioses están imbuidos de
divinidad, que es un potencial superior de aquel principio religioso (totémico) que se
atribuye a todo los símbolos colectivos, es decir, los símbolos de la solidaridad
social. Las banderas y demás parafernalia social, sea la churinga del compañero o
prójimo negro australiano, los bastones de los funcionarios huicholes, o el trono de
un imperio y la maza de un cuerpo legislativo, son símbolos colectivos impregnados
de este principio totémico. Dichos símbolos son una representación concreta de la
solidaridad de que el grupo participa. Pero hay otros símbolos de solidaridad
colectiva imbuidos de un potencial mayor y que se personifica en tótemes y dioses.
Estos están abiertos a una participación que aunque mística es más personal y
directa. Es posible entrar en esta participación mística con ellos mediante la oración
o rezo, la ofrenda y el sacrificio.

Los dioses huicholes “Abuela Crecimiento” y “Padre Sol” no tienen más existencia
que la de los fenómenos físicos del crecimiento y el sol, salvo en la mente huichol,
que personifica a estos fenómenos naturales con atributos humanos. Por medio de la
mitología y la ceremonia huicholes, fenómenos naturales tales como el crecimiento y

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el sol son elevados a conceptos religioso – filosóficos. De manera similar, mediante
la mitología, el medio cultural y social es reducido a la compresión y control
huicholes... pero se trata de una comprensión y un control que están a distancia de
polos de la ciencia y el pensamiento lógico. Es una comprensión y control a nivel
místico.

Los huicholes habitan una región que, la mitad del año, es tan seca como un
desierto; pero que, con la llegada de las lluvias súbitamente se transforma, del árido
desierto en la temporada de sequía, es un habitat húmedo y exuberante. Esta súbita
transformación climática es un rasgo del ambiente natural, que los huicholes
traducen a los diferentes medios expresivos de su esfera cultural.

En los aspectos tecnológico y económico de la cultura huichol esta transición de


las estaciones produce un cambio total en la vida de la tribu. Hay que sembrar y
cuidar una nueva cosecha de maíz que reponga la disminuida provisión del año
anterior.

La transformación del tiempo atmosférico determina un cambio social no menos


definido que el económico. La cohesión social durante la estación seca se mantiene
gracias a la participación mística en las ceremonias Inter – ranchería, a un grado
bastante fuerte, como para mover a la gente a salvar la gran distancia física y las
barrancas que separan a las rancherías individuales. Necesariamente esta cohesión
social tiene que aflojarse para que las familias individuales tengan tiempo para
sembrar y desbrozar sus cultivos. Durante la temporada lluviosa, las ceremonias de
la lluvia y el trabajo cooperativo todavía mantienen unidas a las diferentes
rancherías, pero en estos meses la principal preocupación del huichol es el desbrozo
de las milpas y su protección contra los animales montaraces. En cambio, en la
temporada de seca, las ceremonias dominan la escena huichol.

Pero la sucesión de ambas temporadas, además de transformar la vida


económica y social proporciona el motivo o tema fundamental de la lucha entre las
deidades masculinas y femeninas, es decir, entre Tata Sol y el Abuelo Fuego contra
la abuela Crecimiento y otras deidades de la lluvia. Esta fundamental pugna entre las
temporadas halla un significado sexual más preciso que la masculinidad de los
dioses de la estación seca y la feminidad de las deidades de la temporada húmeda.
El falo se asocia con el mágico cuerno del Padre Sol, que él ordenó se usara para
limar los dientes de las vaginas de las mujeres. La mitad de temporada húmeda de la
religión huichol adquiere una asociación sexual precisa con el sexo femenino en la
práctica de los huicholes de pintar los genitales externos femeninos en rocas, para
conmemorar el episodio mítico acerca del horrible destino de la mujer que se puso a
pescar en el agua sagrada antes de que ésta se hubiese solidificado lo suficiente.
Resulta significativo que su marido, igualmente culpable, no fuese castigado.

Esta síntesis sexual no tiene un equivalente social particularmente formalizado


entre los huicholes. No se la puede comparar con nada de la vida huichol, en la que
se observa tan sólo la normal oposición de los sexos, de distinta intensidad entre los

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grupos y entre los individuos, pero que está basada en las diferencias normales que
existen entre ambos sexos.

Al estudiar la cultura huichol, se advierte claramente que, al llegar al umbral de la


religión, se deja atrás el pensamiento lógico acerca de la realidad. En el reino
religioso, las realidades fundamentales de los ambientes natural y social son
místicamente interpretadas y traducidas como motivos o temas en diferentes medios
de expresión.

La ceremonia huichol es el drama primitivo, es decir, la única forma de


representación dramática existente en el polo o extremo de la participación mística.
En las ceremonias de la lluvia y los alimentos, un grupo mayor que la familia se
reúne para participar en el desarrollo del drama de la creación y ordenamiento del
mundo natural y social en los primeros tiempos. Una y otra vez se ve cómo los
participantes asumen los papeles de los dioses en la conmemoración de estas
hazañas. Son estos elementos dramáticos de las ceremonias y la carencia de toda
forma de drama secular en la cultura huichol, lo que nos permite sugerir que la
ceremonia religiosa (cuando es teatral) constituye el drama primitivo. Aparte de los
numerosos elementos dramáticos, la ceremonia huichol desempeña una importante
función en común con el teatro civilizado; ambos proporcionan una evasión de la
realidad monótona de las actividades tecnológicas y económicas. Creo que ésta es
la principal función de la religión en la cultura humana.

En la ceremonia huichol, las artes de la música y la danza alcanzan su máxima


expresión. En ella, la transición de la estación seca a la húmeda es expresada
mediante la danza y para la concepción huichol esta danza decide y provoca
realmente el triunfo de las deidades de la lluvia sobre el dios – Sol. En la temporada
seca, las ceremonias del peyote y del maíz agostado dramatizan la explicación
mítica de cómo la primera gente – dios domeñó al sol y al fuego; los huicholes creen
que mediante estas ceremonias ellos fortalecen a esas dos deidades.

Considero que la mayoría de los estudios acerca de la mitología y otros aspectos


del arte primitivo se equivocan cuando los tratan como si fuese expresiones artísticas
seculares, emancipadas de sus muchas interrelaciones funcionales con el resto de la
cultura. En el reino del arte huichol hallamos, detrás del drama de la ceremonia, la
literatura de la mitología. En la mitología huichol, igual que en todas sus otras
manifestaciones artísticas, el acento no está puesto en el artista, como sucede con el
arte civilizado, que subraya el estilo y la individualización. La mitología huichol, como
gran parte del arte primitivo, se halla al nivel de la participación mística. Constituye la
teología y la filosofía de la tribu. Funciona, pues, como una explicación razonada de
la ceremonia que, en parte, es la dramatización del mito. Cualquier variación
intencional respecto del antiguo esquema tribal, arruinaría sus funciones y su efecto,
de modo que todo virtuosismo artístico está muy inhibido.

En la mitología huichol, la transición de las temporadas sea y húmeda y sus


concomitantes cambios en las actividades tecnológicas, económicas y sociales, se
repite en un medio nuevo de expresión. Una y otra vez, en la literatura de la

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mitología, la estructura del argumento es presentada sobre el fondo de la contienda
entre el dios Sol y las grandes deidades del mar, es decir, las diosas de la lluvia.
Ambos son símbolos colectivos de la sucesión de las estaciones seca y húmeda.
Dentro de esta estructura se incluyen los argumentos secundarios y las
caracterizaciones de los numerosos dioses.

Ahora pasamos del reino del drama, la danza, la música, y la literatura a las artes
plásticas de los huicholes para descubrir cómo se expresa en ese medio el motivo o
tema de la sucesión de las temporadas seca y lluviosa. Los penachos de shamán
llevan plumas de águila o halcón, aves pertenecientes al dios-Sol. Las flechas de
oración, además de éstas plumas, presentan diseños pintados del sol. Otras
ofrendas de oración, las vasijas votivas, el nealíka, el teapáli, y el náma tienen
diseños realistas del águila que representa al Sol y del Sol mismo, o de la serpiente
acuática que es el símbolo favorito para las dioses de la lluvia. En una vasija
perteneciente a la colección de Lumholtz, y en un diseño de mi colección, la lucha
aparece más adecuadamente expresada en la representación del águila devorando
a la serpiente, diseño que a través de una versión azteca pasó a ser el escudo de
armas de México. Entre los huicholes, este símbolo colectivo representa el triunfo del
ave del Sol sobre la serpiente acuática, que es la representación por excelencia del
agua y de las deidades de la lluvia. De esta manera, en un trabajo de incrustación de
cuentas, los huicholes representan la contienda entre las temporadas húmeda y
seca.

Más que en cualquier otro aspecto de la cultura huichol, en el arte decorativo


esperaríamos hallar al individuo ejerciendo su virtuosismo, liberado de las trabas de
la convención y el dominio social. Los estudiosos norteamericanos del arte primitivo
han tratado de demostrar la validez de esta teoría para todo arte primitivo, pero no
parece ser aplicable al arte huichol.

Puesto que el arte decorativo huichol es, en gran medida secular, en él el factor
individual es más importante que en el arte simbólico. No todos conocen
perfectamente el nombre o significado de cada forma como sucede con el arte
simbólico. Pero en el arte decorativo, los diseños están estereotipados y estilizados,
y han variado muy poco en los cuarenta años que han transcurrido desde que
Lumholtz visitara la tribu. Así pues, el virtuosismo del artista individual no parece ser
un factor de importancia en el arte huichol. Ni siquiera el arte decorativo está
completamente secularizado. Todavía aparecen en él el venado, la serpiente, el
colibrí, etc., todos ellos con algo de su contexto mitológico. En esos contextos, los
diseños sobre prendas comunes de vestir, tienen considerable valor mágico; por
ejemplo, las cintas con dibujos de alacranes, alivian los efectos de la picadura de
este arácnido, etcétera. Una cinta nativa, tejida, usada sobre la cabeza, es buena
para los jaquecas, etc. en la mitología, figuran numerosas referencias al poder
mágico del hermoso traje huichol, y los dioses realizan sus mayores milagros cuando
lo llevan puesto. Para concluir con el tema del arte huichol, insistimos en recalcar
que dicho arte se encuentra en el polo de la participación mística, lo que determina
su primitivismo, mientras que el arte civilizado se halla en el extremo de la

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secularización y la individualización, por lo que en él es muy importante el factor del
virtuosismo individual.

El arte primitivo es sagrado, el arte civilizado es profano. En el polo primitivo, las


artes del drama, la literatura, la danza y el canto, y asimismo las artes plásticas,
sufren la influencia penetrante de la participación mística. Por lo tanto, los factores
secular e individual están muy restringidos. La más mínima variación significa la
pérdida del poder mágico. Así pues, la función principal del arte primitivo consiste en
expresar las actitudes o sentimientos del grupo y son parte integrante de las
innumerables técnicas utilizadas para mantener los sentimientos sociales a un grado
de potencialidad suficiente para garantizar el orden de la vida comunal.

A partir de este examen de todos los esquemas de la cultura huichol, se podría


postular un principio general que distinga las culturas primitivas de las civilizadas. El
hecho de que tantas esferas de la actividad huichol estén dominadas por la
participación a nivel místico, nos da la clave para una diferenciación significativa. En
términos menos behavioristas, podemos afirmar que lo que caracteriza al hombre
primitivo es el hecho de su mente está dominada por la participación mística,
mientras que lo que distingue a la civilización es su emancipación de lo místico, con
lo cual han podido desarrollarse concepciones y un control de la naturaleza y la vida
en términos de la logicidad de la ciencia. El conflicto entre la ciencia y la religión,
entendido como la pugna entre la indagación libre y lógica contra el misticismo, se
presenta como una oposición fundamental y duradera. El hecho de que la religión
sea una de las fuentes de la felicidad humana, hará que esta lucha sea eterna.

b. Resumen de las concepciones y procedimientos sagrados de la religión huichol

Al tratar de interpretar la religión huichol, creo haber descubierto que los datos se
adaptan más significativamente a la teoría de lo sagrado que a la de lo sobrenatural,
pues la primera incluye al elemento sobrenatural y lo trasciende, al interpretar las
motivaciones y funciones sociológicas de la religión.

El concepto del espíritu guardián, sustentado por la teoría sobrenatural de la


religión, no aparece arrojar mucha luz sobre la religión huichol. En la mitología
aparece un caso de ayuno en la cima de una montaña, pero del cual no resulta un
espíritu guardián ni ningún poder místico. Durante mi breve estadía entre los
huicholes, no me fue posible reducir su religión a ninguna ley que pudiera explicarla
como un producto de el individuo psico-físico, derivado de la experiencia onírica o de
algún otro estado orgánico resultante de la auto – tortura. Posiblemente un etnógrafo
más capacitado que yo para manejar la psicología fisiológica, hallaría una ley de ese
tipo como “espíritu, mana y pavor religioso” que surge de la psique individual.

En las culturas sumamente individualizadas, como por ejemplo, las de los indios
Plains, es indudable que el individuo adquiere poder místico del espíritu guardián
que se le presenta en sueños durante su auto – mortificación. Pero la concomitante
tradición sagrada del mito, los cantos y la danza, etc., no es otra cosa que leves

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variantes individuales de esquemas tribales, adquiridos mediante los procesos
comunes del condicionamiento social los cuales alcanzan un clímax dramático
debido a la auto – tortura. Así pues, incluso en las culturas muy individualizadas,
como por ejemplo la de los indios Plains, la religión se presenta como un producto
social que no es posible reducir totalmente al mecanismo psico – físico del individuo.
En rigor, la religión es acaso el reino más alejado de lo biológico, ya que la creencia,
sea en lo sagrado o en lo sobrenatural, parece ser una de las cosas de las que más
visiblemente carecen los animales.

Más que un fenómeno biológico, la religión es trascendentalmente social, y la


teoría de lo sagrado es la que mejor la explica. El nativo concibe como sagrado, el
vasto reino de la experiencia, que no entiende en su totalidad. La práctica huichol
revela que esta condición o estado sagrado es un producto social. Las cosas son
sagradas o profanas, según la ocasión social lo exija. Los bastones de los
funcionarios, el “asiento de los dignatarios”, la parafernalia de los dioses, la serpiente
acuática que representa al agua sagrada, o al venado, que representa al maíz y al
peyote, se vuelven profanos cuando “ el vocerío y tumulto se acallan y la gloria de los
promontorios se desvanece”. Sin embargo, cuando todos estos objetos y animales
son imbuidos del sagrado principio generado por el grupo, los huicholes se sienten
acobardados ante cualquiera de estos símbolos colectivos y lloran abrumados por el
temor, la devoción o el sentimiento de reverencia.

Lo sagrado es un vasto reino que esta fuera de la comprensión lógica y el control


de hombres primitivos como los huicholes, debido a que carecen de ciencia. Para el
hombre primitivo, la religión le ofrece la satisfacción de una explicación mística o
filosófica caracterizada por una unanimidad que no posee la ciencia. Además la
religión ofrece muchos procedimientos místicos que le permiten al hombre imaginar
que controla incluso fenómenos tan incontrolables como el tiempo atmosférico.

El reino sagrado se manifiesta a través del impersonal mana y de la


personificación. En mi opinión, la única manifestación impersonal mana que aparece
en la religión huichol es un principio generalizado de divinización; en cambio, como
clásico ejemplo de culto a la naturaleza, la religión huichol personifica como dioses a
todos los fenómenos naturales más importantes, como veremos en la próxima
sección.

Los huicholes tratan como sagrados muchos otros elementos naturales,


estableciendo entre ellos las más ilógicas identificaciones. Gracias a la cualidad
sagrada, dichos elementos pueden participar entre ellos y además se hace posible la
participación de los devotos con el elemento al que en ese momento le están
rindiendo culto. El viento se relaciona con el aliento y ambos son sagrados porque se
los identifica con el alma. Las flores se vinculan con la lluvia, el crecimiento, la
fertilidad, de lo que parece derivar una mágica forma de concepción sexual. El polen
amarillo se identifica con la pintura del peyote, a causa de que tienen el mismo color.
El agua puede llegar a ser tan sagrada que se le considera la esencia de los dioses y
de la vida misma. Las nubes, el agua, la lluvia, loas diosas de la temporada húmeda,
las serpientes acuáticas y el rayo, todos participan místicamente entre sí, lo que da

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por resultado numerosos contextos religiosos para el contacto y control del agua, tan
vital para los cultivos y la vida en un medio semi – árido. La calabaza presenta
algunas curiosas asociaciones con el sexo. Las participaciones del maíz con el ciclo
de la temporada húmeda le dan la forma de pequeños niños.

En las participaciones del maíz con la estación seca, se lo identifica con el


venado. Toma su lugar en la trinidad maíz – venado – peyote, correspondiente a la
temporada de sequía, de modo que se establece la vinculación de esta vital planta
con los dos ciclos opuestos. Así pues, las lluvias y el sol, esenciales para el maíz,
son puestos bajo el control de los procedimientos conducentes a hacer que crezca
dicha planta.

Toda la estructura de la religión huichol exige, del individuo, la aceptación por un


simple acto de fe, y en contradicción con las evidencias de sus sentidos, que el maíz
es el venado y éste, peyotes. De manera similar, cuando la ocasión así lo requiere,
hay que aceptar la identificación mística de las nubes, el agua, la lluvia, las diosas de
la estación húmeda, las serpientes acuáticas y el rayo. Ningún huichol en sus
cabales cuestionaría la validez de dicha identificación.

La psicología social es muy útil para comprender estas participaciones místicas.


El individuo huichol distingue perfectamente la diferencia entre estas cosas, de la
misma manera como un cristiano percibe la diferencia entre el pan secular o profano
y la Hostia sagrada. Se trata, en ambos casos, de símbolos colectivos, mediante los
cuales los huicholes simbolizan representaciones colectivas de importancia decisiva
para su vida, que les permiten participar, comulgar, con el vasto reino de lo sagrado.
Además, al comprometerse en estas participaciones místicas, influyen en su propia
salvación, como el cristiano, sólo que de diferente manera. Las ideas de salvación
del huichol están ligadas a su milpa, sus animales, sus hijos, su salud y su
estómago.

Aparte de proporcionarle al individuo la seguridad y el imaginario control de su


propia salvación, estas participaciones místicas constituyen el mecanismo social más
fuerte y poderoso para moldear al individuo dentro del esquema del grupo. Como
factor constante en todas las mentes individuales, pasan a ser elementos
constitutivos de la conciencia grupal, que encauzan el comportamiento colectivo
hacia canales que sobrepasan el reino individual.

Hay ejemplos de comportamiento motivados por este principio colectivo de la


participación mística, que no pueden explicarse convincentemente reduciéndolos a la
psique individual. Entre los huicholes, este principio induce a emprender peregrinajes
comunales que suponen grandes penitencias, o a celebrar ceremonias de la lluvia
igualmente formidables. En la Europa cristiana medieval, la acción de este principio
con referencia a participaciones místicas con un elemento tan común como lo es el
pan, produjo casos de histeria colectiva, como por ejemplo, las Cruzadas.

Entre otras funciones, la religión proporciona procedimientos místicos para el


contacto e imaginario control que los hombres quieren ejercer sobre el vasto mundo

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sagrado, cuando no pueden lograrlo por medio de la lógica o la tecnología. Los
procedimientos religiosos de que disponen los huicholes para conseguir esos fines
son los peregrinajes, sobre todo el del peyote, que es nuevamente dramatizado en la
sagrada cacería del venado. Otras técnicas incluyen sacrificios de otros animales,
aparte del venado, acompañados de ofrendas de la sangre; otros tipos de ofrendas;
métodos de purificación que sirven para quitar el estado o condición sagrada
negativa de impureza o suciedad ritual; y otros métodos para adquirir el estado
positivo de lo sagrado mediante el bautismo, los baños ceremoniales y los votos
religiosos. Otros procedimientos son la confesión; las penitencias consisten en
abstención de la sal, la carne, el queso, el agua y las relaciones sexuales. Los dioses
también pueden ser servidos con otros procedimientos místicos, como hacer guardia
ante a los altares y, posiblemente mediante el juego de pelota ceremonial.

Por lo tanto, la religión huichol se revela como bastante fértil y rica en métodos de
hacer cosas con lo sagrado. Así como las concepciones nativas del reino sagrado le
dan al individuo la satisfacción de una explicación mística, así también los
procedimientos místicos le proporcionan la satisfacción más grande, de hacer algo
respecto de ese reino. Ambos tratamientos de lo sagrado incluyen la participación
mística.

Parece ser uno de los engaños o ilusiones más generales de la mente humana, el
suponer que el individuo hace algp con todo aquello en lo que participa. Por ejemplo,
no sabríamos cómo explicar la integración de los grandes estados, si no
aceptáramos que la participación socio – política en grandes grupos genera una
participación mística, que es la que hace que un buen ciudadano de nuestra época
tenga mucho en común con el buen cristiano de otros tiempos. Incluso la
participación socio – política tiene algo de mística, en el hecho de la ciega fe que
mueve al individuo a reemplazar la inmediata lógica de la situación y sus intereses
personales, por ideas vagas acerca de un orden mejor para el futuro.

Sigo pues a Durkheim en la concepción de que los grupos participantes se


mantienen unidos por una fuerza impersonal que trasciende al individuo. En el
ámbito social, esta fuerza es la moral o espíritu que varía en intensidad desde una
lealtad civilizada que surge de mutuos intereses y evaluadas apreciaciones del
enorme peso que ejercen las grandes integraciones raciales, políticas, nacionales y
religiosas, y que comparten, con la solidaridad primitiva, la ciega e indiscutida
aceptación de las normas de pensamiento y conducta del grupo, con una fe que se
acerca a lo místico. En la francamente mística esfera de lo sagrado, esta fuerza
integradora de la moral asume el aspecto del mana, con el que se ligan las cosas
más asombrosamente dispares, cuando conviene a los intereses del grupo imbuirles
de este “principio totémico”.

C. Resumen del panteón huichol

Entre los huicholes, el fenómeno ambiental esencial del súbito y espectacular


cambio entre las temporadas seca y húmeda, se refleja en la dicotomía de un
panteón formado por los dioses de la estación de sequía y las diosas de la

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temporada húmeda. Las deidades de la estación seca son masculinas y aunque de
ellas deriva la inspiración de los shamanes cantores y curanderos, son dioses
destructivos y peligrosos. Ellos establecieron todas las ceremonias que deben
realizarse en la temporada seca, es decir, las correspondientes al segmento peyote
del ciclo venado – maíz – peyote. Aparte de ser femeninas, las deidades de la
temporada húmeda son madres caritativas, si es que no demasiado indulgentes. Se
relacionan con el agua, la lluvia, las serpientes acuáticas y todo aquello que tenga
que ver con el agua, el crecimiento; la fertilidad y la multiplicación de plantas,
animales y niños.

El Abuelo Fuego, tatevalí, es el dios primordial del ciclo de la temporada seca.


Para la mente huichol, el fuego no es un proceso químico de combustión y nunca se
lo seculariza del todo. Los huicholes personifican al fuego en una persona dotada de
divinidad, a la que se le puede hablar y que hay que alimentar. Se le considera
capaz de comunicarse con los shamanes cantores y curanderos, por que el Abuelo
Fuego fue el primero de los shamanes y es el más grande de todos, pues condujo el
primer peregrinaje del peyote que logró vencer al grupo de cazadores de los dioses
de la temporada húmeda. Puesto que los shamanes huicholes obtienen su poder del
hecho de haber cazado y comido el peyote, el Abuelo Fuego es considerado el dios
particular de los shamanes. Fue el Abuelo Fuego quien creó las ceremonias del
peyote correspondientes al ciclo de la estación seca. La última ceremonia del ciclo
pertenece también al segmento maíz del complejo, pues se celebra en ocasión de la
roza y quema de las milpas antes de que lleguen las lluvias, con las que se inicia el
triunfo anual de las diosas de la temporada húmeda.

Esta personificación del fuego en el Abuelo Fuego corresponde al método


primitivo de atraer a los fenómenos naturales y a un contacto imaginario mediante la
oración y ponerlos bajo control, por medio de la ofrenda y la ceremonia. A la mente
humana le resulta infinitamente difícil liberarse de todos los contextos socio –
religiosos e investigar fenómenos tales como el fuego con el espíritu indagador
totalmente libre; es más fácil afrontarlos con espíritu místico. En rigor, fue
precisamente en este punto donde se inició la ciencia de la química en Occidente. En
1772, Lavoisier demostró que el fuego no era un elemento. Y lo demostró
investigando la combustión del azufre que, al quemarse, se vuelve más pesado en
lugar de más liviano. Esta investigación, motivada únicamente por un espíritu de libre
indagación, refutó toda la pseudo – ciencia de la alquimia, creada por el deseo del
hombre de transmutar metales inferiores en oro.

El Bisabuelo Cola-de-Venado es un dios huichol relacionado con el Abuelo


Fuego. Sin embargo, no se trata de una vinculación genealógica. La asociación entre
el venado, el Peyote, la temporada seca y el fuego, convierte a este Bisabuelo Cola-
de-Venado en un dios del venado y del fuego. Deriva su nombre del hecho de que
los huicholes consideran que la cola del sagrado venado es su parte más sagrada.
De hecho, se le considera como una pluma del penacho de shamán utilizado para
este dios y que está hecho de colas de venado. El dios está vinculado también con el
fuego, razón por la cual, el cristal de roca o cuarzo, tévali que contiene su esencia,

11
debe ser manipulado con sumo cuidado, pues si el Bisabuelo Cola-de-Venado se
encoleriza, es capaz de consumir con sus llamas todo lo que esté a su alcance.

Puesto que los huicholes desconocen las ciencias de la astronomía y la química


física, personifican el fenómeno natural del sol en un dios, según una concepción tan
vívida como la del Abuelo Fuego. Aunque este último apareció primero, el padre Sol
es el más grande de todos los dioses del a temporada seca y sólo superado en
importancia por la Abuela Crecimiento, nakawé, perteneciente a la estación húmeda.
Igual que el Abuelo Fuego, el padre-Sol incendiaba el mundo hasta que, mediante
ceremonias, fue domesticado. Más que para conmemorar este suceso, las
ceremonias huicholes tiene el propósito de prevenir la repetición de ese desastre,
aunque sólo sea en la forma más moderada del agostamiento que demasiado sol
produce en las milpas; en cambio, cuando se necesita de él para que las milpas se
sequen y el maíz pueda madurar, se celebran ceremonias destinadas a fortalecerlo
contra sus enemigas, las nubes de lluvia.

Las ceremonias de la temporada seca siguen el mandato de estos dioses y las


instrucciones que impartieron en los primeros tiempos; por lo tanto, se cree que
gracias a ellas se mantienen el sol y el fuego bajo control para poderlos utilizar en el
desbrozo de las milpas, el cocimiento de los alimentos y el crecimiento del maíz. Tan
bien calculado está el tiempo apropiado para la realización de dichas ceremonias,
que coinciden exactamente con el momento en que se producen los fenómenos
esperados; así, se logra la perfecta ilusión de que son las ceremonias las que los
provocan. Las ceremonias dedicadas al padre-Sol hicieron que, en los primeros
tiempos, se llevara consigo su epidemia de viruela. Con esas mismas ceremonias,
los huicholes actuales creen prevenir la repetición de esa calamidad, aun cuando
aprecian la vacunación e incluso cuentan con un método nativo, que consiste en
utilizar como vacuna el pus de las personas aquejadas de dicha enfermedad. Las
ceremonias ordenadas por el Sol le permitieron elevarse en el cielo por primera vez,
cuando todos sus pájaros, como por ejemplo, el loro, armaron un gran clamoreo.
Este milagro se repite todas las mañanas, cuando los loros, a los que la concepción
huichol atribuye el papel del Gallo, con su gran alboroto minutos antes de que
amanezca, hacen que el sol asome por el horizonte.

Welíka uimáli, la madre-Águila que gobierna la sexta región del mundo, el cielo,
es la única deidad femenina de la temporada seca. Y es también la única asociada
con el padre Sol, pues los indios la ven girar en el dominio del astro. Así pues el
“águila real” y todas las demás águilas y halcones, son aves del padre-Sol, igual que
los loros que con su clamoreo lo obligan a elevarse. La madre-Águila gobierna el
país huichol de los muertos que está situado en el cielo. En el diseño artístico formal
se la identifica con el águila bicéfala de los Hapsburgos.

Los dioses menores de la temporada seca son los que acompañan al dios Fuego
en el primer viaje del peyote, que debió emprenderse para que el sol pudiera brillar.

La súbita y notable sucesión de las estaciones es expresada, en la concepción


huichol, mediante una serie de batallas entre los dioses de la estación seca y las

12
diosas de la temporada húmeda. Así como el agua apaga al fuego y las nubes de
lluvia tapan el sol, los huicholes conciben a la naturaleza como una lucha
delicadamente balanceada entre los elementos húmedos y los secos. Los huicholes
creen que mediante la oración, la ofrenda y la ceremonia, ellos inclinan la balanza a
favor de los unos y los otros, según la época del año y que, de este modo, participan
de la alternancia de las estaciones, tan necesaria para su felicidad, salud y
prosperidad. La lucha es entre lo húmedo y lo seco, el crecimiento y el agostamiento,
la multiplicación y la destrucción, el elemento femenino y el masculino. Para esta
lucha, el padre-Sol cuenta con el mágico cuerno de venado, un falo muy eficaz,
usado por kauymáli para limar los dientes de la vagina de las mujeres gracias a lo
cual el padre-Sol pudo iniciar una nueva raza. Los genitales femeninos son
representados de una manera menos definida, en el ciclo de la temporada húmeda,
en conexión con el agua, el crecimiento, la fertilidad y la procreación o multiplicación.
Este antagonismo ritual de los sexos no tiene una expresión formal en la vida social
huichol, ni tampoco existe un gran antagonismo sexual informal.

La principal deidad, no sólo de las de la temporada húmeda sino todo el panteón,


es nakawé, la Abuela Crecimiento. Un principio tan esencial para la vida como lo es
el crecimiento, no es un fenómeno biológico para los huicholes. Se lo personifica en
la más grande de todas las deidades. Como tal, el crecimiento es una anciana de
pelo canoso y otras características que, en sí mismas, solo son subsímbolos
colectivos representados en un ídolo. Así pues, el crecimiento es tratado
místicamente como un símbolo colectivo, en lugar de científicamente mediante la
investigación en un laboratorio biológico. En su carácter de símbolo colectivo, la
Abuela Crecimiento, igual que las demás diosas de la temporada húmeda, simboliza
el crecimiento, la fertilidad, la procreación y la vida misma, el nacimiento, la salud,
etcétera, expresados en un simbolismo de lluvia, nubes, trueno, rayo, serpientes
acuáticas, peces, jícaras de agua y todo lo que tenga que ver con el agua.

La Abuela Crecimiento creó a las deidades de la estación húmeda y estableció la


parafernalia apropiada para ellas, como por ejemplo las vasijas votivas
especialmente asociadas con el agua. Creó animales para protegerse, así como el
padre-Sol creó las aves (en su mayoría). Así como la ofrenda por excelencia apara
los dioses de la temporada de sequía es la sangre de venado, nakawé señaló como
apropiada para las diosas de la estación húmeda, la sangre de pescado y de iguana.
Tanto el padre- Sol como la Abuela Crecimiento enrolan a las estrellas de su lado,
para que los ayuden en sus épicas batallas.2

La Abuela Crecimiento forma parte de un triunvirato de diosas, vinculado con el


crecimiento del maíz. Bastante coherentemente, los otros dos miembros son
otuanaka, la diosa-maíz, E iolianáka, la diosa de la tierra. Así pues, el maíz, la tierra
y el crecimiento, forman la cúspide del panteón de la temporada húmeda y sus

2
El elemento argumental de las batallas de estrellas es particularmente prominente en las mitologías cora y
azteca, pero mucho menos importante en la huichol.

13
correspondientes diosas nacieron, igual que todas las demás deidades, en el mar en
forma de serpientes acuáticas.3

¿Otuanáka era el marido? (¿o la co-madre?) de komatéame, la dueña del maíz.


Sus hijos antropoides eran maíz. 4Es a otuanáka, principalmente, que los huicholes
dedican su importante colorida ceremonia de preparación del suelo para la simiente.
Esta ceremonia se centra en torno del sagrado pozo del interior del templo, que
otuanáka ordenó cavar en el primer templo. Sin embargo, también se honra a las
otras dos diosas del triunvirato del maíz.

Tate iolianáka, la madre-Tierra, tiene que ver con las plantas, los animales y los
seres humanos. Como diosa de la tierra, es particularmente adecuado que esté a
cargo de la arcilla, la alfarería y la tortera de barro, el comal. Lógicamente se le rinde
culto en la ceremonia de preparación del suelo para la siembra. Se considera que la
cavidad sagrada en la que se le colocan ofrendas, es su cántaro de agua y que el
disco de dios que la cubre es la tapadera de su jícara de agua, según una asociación
con la alfarería que resulta muy apropiada para una diosa de la tierra.

Los huicholes tienen algunos conocimientos sobre la función que desempeña el


sexo en la procreación humana y animal y expresan su concepción de la misma en el
símbolo colectivo de una diosa del amor sexual. Su nombre, ereno, igual que el de
Afrodita, deriva de la espuma de mar. Es una hermosa mujer, espléndidamente
ataviada. No sorprende que la hayan imaginado voluptuosa, pues así son los propios
huicholes y, además, este rasgo de su carácter aparece también en la mitología. Ella
debía juzgar quién tocaba mejor el violín en aquel famoso concurso y premiar al
ganador bailando con él. El ganador, el Santo Cristo, rechazaba sus requerimientos
amorosos y entonces ereno conspira con los demonios del otro lado del mar, los
“chinos”, para seducirle. Pero fracasa en sus intentos, porque el Santo Cristo debe
conservase “brillante e inmaculado”.

Uno de esos detalles o toques tan oportunos que aproximan la mitología huichol
a la categoría de creación artística, presenta un aspecto menos burdo de la diosa del
amor. Es la madre de la diosa huichol del nacimiento del niño y de la nueva vida,
stuluwiákame. El mito continúa relatando, en forma simbólica, la lucha de la madre
cuando su niña cae en las manos de la figura de la muerte, el vampiro tukákame. La
lucha entre el amor, el nacimiento y la vida y la muerte, ha sido tema de infinita
cantidad de expresiones artísticas. En crudo simbolismo y personificación, dicho
tema es tratado por la literatura huichol.

Stuluwiákame encuentra un segundo refugio contra el vampiro en un pantano


ubicado cerca del país del peyote. Aunque el culto del peyote pertenece al ciclo de la
temporada seca, tan grande es su importancia dentro de la religión huichol, que no

3
Sorprende la frecuencia de la asociación primitiva entre la feminidad y las serpientes, que ninguna teoría
histórica puede explicar.
4
La joven o niña-Maíz, que se casó con un mortal, es representada, en las ceremonias huicholes, como un
muñeco rellenado con perfolla de maíz y vestido con el traje femenino huichol.

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debe sorprender que también abarque cosas tan vitales como lo son el nacimiento
del niño, su salud y la procreación o multiplicación de los animales, aunque todos
ellos corresponden al ciclo de la estación húmeda. Mediante un sencillo pero definido
recurso, se establece la relación entre la temporada seca y la húmeda, a los fines de
lo anterior. La diosa, de temporada húmeda, del nacimiento del niño, es a su vez la
madre del venado, el Peyote (por ende de todo peyote), cuyo progenitor es el padre-
Sol.

Los huicholes creen que stuluwiákame vive en un pantano que existe en la


realidad y que los indios deben atravesar en sus viajes a la busca del peyote. Para
solicitarle la multiplicación de sus hijos y animales, dejan ofrendas en el fangal para
dicha diosa, de un modo definidamente ritual. A su regreso del país del peyote, traen
agua sagrada de ese pantano, que usan en las ceremonias finales del peyote. Esta
asociación de la diosa del nacimiento con el peyote, permite que el instrumento de
temporada seca, el tambor, se utilice en la ceremonia de estación húmeda, de los
primeros frutos, y en la que intervienen las mujeres y los niños.

Pálikata, “Hermano Mayor”, es uno de los pocos hombres que aceptan las diosas
de la temporada húmeda, para fines procreativos o para otros propósitos, igual que
lo hacían las Amazonas. Está casado con keamukáme, la diosa que estableció las
ceremonias del maíz. En contraste con las deidades masculinas de la temporada
seca, que son destructivas y peligrosas, pálikata es tan caritativo, amable y cariñoso
como las madres de la estación húmeda. Es el “Hermano Mayor” de los huicholes,
parentesco que conquistó por haber salvado al primer niño varón huichol, que sus
padres abandonaron por estar enfermo. Pálikata transforma a este varoncito mortal
en una deidad femenina, quitándole al niño el arco y la flecha de juguete con el que
el chico se entretenía. Se convirtió en na´aliwáemi, una importante diosa de la nube y
la lluvia.

“Hermano Mayor” es el patrono o protector de la caería del venado. Ello se debió,


no tanto al hecho de haber sido el líder derrotado del grupo de cazadores de peyote
enviados por las diosas de la temporada húmeda, cuanto al hecho de que se había
casado con la diosa keamukáme, fundadora de las ceremonias del maíz. Por ser su
marido, pálikata, por primera vez, tuvo que cazar los venados, que todavía son tan
necesarios para las ceremonias del maíz que no se pueden limpiar y sembrar las
milpas, sin su sacrificio.

La diosa de la lluvia, na’aliwémi es una personificación de las muchas cosas en


las que ella, igual que las demás diosas de la temporada húmeda, se transforma en
los mitos: manantiales, nubes verdes, serpientes de pura agua, truenos, rayos,
torrenciales tormentas de lluvia, jícaras de agua y cristales de roca o cuarzos. Es
especialmente potente para otorgar la multiplicación del ganado bovino y todavía hoy
los huicholes le hacen promesas de abstención de sal y adulterio y le prestan otros
servicios en pago por su ayuda en la procreación de su ganado.

Kacíwali, una diosa del maíz y el agua, es presentada en la mitología como una
artista, tan diestra como la anterior, en las transformaciones súbitas. Puede

15
transformarse en maíz, agua o en un jaguar, el animal de temporada húmeda creado
por nakawé. El mito de esta diosa revela que el castigo por no dar de comer y beber
a los invitados a una ceremonia, es muy grave. Según puede observar, los huicholes
respetan esta costumbre sin hacer jamás una excepción.

Rapauwiémi es una diosa de la lluvia y serpiente acuática, cuya importancia


queda confirmada por el hecho de ser una de las seis diosas que tiene un “custodio
de las vasijas votivas” oficial en Tuxpan. Este funcionario tiene la obligación de llevar
ofrendas a su cueva, para beneficio de la comunidad.

Komatéame es, o bien el marido de otuanáka o bien, co-madre, con ella, de los
niños-maíz. El sexo femenino de esta figura es confirmado por el hecho de que fue la
primera comadrona y fundó las ceremonias apropiadas para el nacimiento. Supervisó
el primer lavado ritual de la madre y el primer niño huichol, luego de haber hecho los
tamales requeridos, unos de ellos con la forma de una cabeza humana, que son tan
sagrados que sólo la abuela del niño puede comerlos. Komatéame, la primera
comadrona, mostró el camino a la cueva de la Abuela Crecimiento, donde el niño
sería bautizado con el agua sagrada. La Abuela Crecimiento salió al encuentro del
grupo y fue komatéame quien le lanzó una pelota de lana (representada como parte
del equipo del ídolo de nakawé), que golpeó a la diosa Crecimiento en el hueso de la
cadera. Las dos diosas jugaron con esa pelota para probar si el niño viviría y
finalmente lo sostuvieron en sus brazos, sentado sobre la bola de lana. Era un
augurio de que el niño viviría y llegaría a adulto.

La última de las deidades huicholes importantes de la temporada húmeda es


kumúkame, un hombre. Las deidades femeninas lo necesitan para que cante en sus
ceremonias, según mandato de nakawé, quien por esta razón lo colocó a la cabeza
de las diosas. Cantó inútilmente para ayudar a los cazadores del peyote del grupo de
la temporada húmeda. Sin embargo, tuvo más éxito con su canto, cuando los dioses
de la estación lluviosa estaban muriéndose de sed, porque nakawé, furiosa a causa
de que su animal favorito, la tortuga-Marina, había sido muerta, retiró toda el agua
del mundo.

Las deidades menores de la temporada húmeda, creadas por nakawé, incluyen


88 nombres mencionados al pasar por la mitología, en algunos casos con mención
de las cuevas asignadas a ellas. Tate Ipau, la madre-Serpiente, es la más importante
de estas deidades menores. Aunque el hombre-Serpiente no es un dios, es tan
sagrado, que sus hijos llegaron a ser cantores de la lluvia, lo cual es compatible con
la asociación huichol entre serpientes y agua.

Como era de esperar de una religión de culto a la naturaleza, no sólo los


huicholes personifican como dioses los fenómenos naturales, sino que además, por
la acción del mismo principio de lo sagrado, incluyen una cantidad de rasgos
geográficos en su reino socio-religioso. Existen muchos santuarios y cuevas
sagrados para los dioses, que son proyecciones, sobre la naturaleza, de las
personalidades de esos dioses, de la misma manera como una casa y su mobiliario
llegan a ser, entre nosotros, proyecciones de nuestra personalidad. De este modo, a

16
través del mito y la práctica religiosa, los huicholes ponen gran parte de su mundo
conocido bajo su místico contacto e imaginario control. Como recurso para ejercitar
los sentimientos religiosos, esto resulta singularmente eficaz, pues los huicholes
viven en una verdadera Tierra Santa.

Al Abuelo Fuego se le rinde culto mediante ofrendas que son depositadas en un


lugar sagrado cerca de Santa Catarina, llamado Te-akata (horno de tierra), que
conmemora el episodio mítico de la salvación y control del fuego gracias al milagro
de un disco de dios que fue colocado en un horno de tierra.

El culto de nakawé y de las diosas de la temporada húmeda consiste en la


colocación de ofrendas, algunas muy especiales, como por ejemplo específicas
plegarias, en una multitud de cuevas en las que hay agua. En los peregrinajes, se
recoge esta agua, especialmente sagrada, que luego se utiliza para bautizar a la
gente en las ceremonias.

Hay otros rasgos geográficos que se asocian con los venados, razas míticas,
batallas épicas de los primeros tiempos, etcétera. Los santuarios del venado son
particularmente importantes en la práctica huichol. Están señalados por pequeños
montículos de calcedonia y ofrendas que depositan en esos lugares los cazadores,
cuando los venados no caen rápidamente en sus trampas de lazo corredizo.

Diferentes de los dioses son los héroes y demonios de la mitología que,


aunque sagrados, no están completamente deificados. La diferencia fundamental
estriba en el hecho de que los dioses están imbuidos, a la máxima potencia, del
principio general de lo sagrado, mientras que los héroes y los demonios también lo
poseen pero en un grado mucho menor.

El Hermano Mayor Lobo, kauymáli, es el pícaro héroe cultural de los


huicholes, quien les enseñó casi todo lo que saben. Por su carácter de duende
travieso, vivo, embaucador, medio malo y medio bueno, es a la vez una proyección
del concepto que los huicholes tienen de sí mismo y un modelo que desean imitar.

El hombre-Zopilote es un personaje amable, amistoso, cuya percha (una


cruz), por estar en el cielo, le permite verlo todo. Usa su omnisciencia para ayudar a
los menos favorecidos por la suerte o a los que están en dificultades.

En contraste con los personajes buenos de la mitología, está el horripilante


vampiro y figura de la muerte, tukákame. Se lo representa usando, como adornos:
húmeros, fémures y tibias de sus víctimas, que se sentaron en sus banquillos
mágicos, tan peligrosos como el lecho de Procusto. Aunque los hermanos del
“Mayor” Nacario se salvaron de esos taburetes, quedaron tan contaminados por
haber tenido contacto con el vampiro de la muerte, que sus corazones se
transformaron en los hombres-ardilla, cuya misión consiste en castigar a los malos
huicholes con la insania. Vemos pues, que en la mente huichol, la pérdida de la
razón se asocia con la muerte.

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Puesto que los huicholes vinculan al alma con el aliento y el aire, también la
relacionan con los remolinos de viento por los que sienten un temor realmente
exagerado. Como los indios observan que estos remolinos levantan hojas y basuras
hacia el cielo, la región donde según ellos viven sus muertos, temen que los
remolinos de viento les absorban el aliento (alma) del cuerpo. De acuerdo con la
mitología, precisamente fue esto lo que le sucedió a la niña-eáwali. Por ello es que
jamás los huicholes se ponen de cara a un remolino de viento, sino que huyen
espantados como si los persiguiera el propio diablo. Los remolinos de viento son
personificados por varios demonios: haikúli, haiwkame y hortimán. Los remolinos de
viento pueden causar una muerte horrible. En la mitología, castigaron a los brujos
apoderándose de ellos y colgándolos luego cabeza abajo en un horno de tierra,
hasta que se asaron completamente.

Para terminar, repitamos que los huicholes no conciben al fuego como un


proceso natural ni al sol como un fenómeno astronómico. Tampoco para ellos, las
nubes, la lluvia, el agua, el crecimiento, la fertilidad y la procreación son fenómenos
de la naturaleza controlados por leyes naturales y que es posible comprender
mediante el razonamiento lógico. La técnica primitiva para tratar fenómenos
importantes pero que resultan incomprensibles, consiste en personificarlos dándoles
características de personalidades humanas y luego insuflarles divinidad para poder
someterlos al contacto y control del hombre. Mediante ceremonias de servicio y
sacrificio, los huicholes creen poder ganarse la buena voluntad de los dioses, sus
padres y madres, que entonces responden a sus plegarias manteniendo a la
naturaleza y al universo en el orden que más conviene a los intereses del grupo.

Este método de manipular los fenómenos naturales por medio de su


personificación, es un clásico ejemplo de participación mística. Gracias a este
recurso, los huicholes pueden participar con esos fenómenos, es decir, les es posible
platicar con ellos, discutir, servirles, ayudarles, etcétera. Puesto que las deidades de
la temporada seca son hombres y padres, y las diosas de la estación húmeda,
mujeres y madres, los fenómenos naturales que los personifican están imbuidos de
los atributos de la personalidad humana que les permiten escuchar y responder a las
plegarias y apreciar los elaborados servicios que les prestan los huicholes en sus
ceremonias. Es necesario que los dioses sean suficientemente humanos para hacer
lo que se les pide. Sería muy inhumano de parte de estos padres y madres, no
responder a las plegarias de los indios.

Para los huicholes, la naturaleza se halla en un equilibrio inestable, entre las


fuerzas opuestas de los dioses de las temporadas seca y húmeda, mediante la
participación mística con esas deidades, creen que son ellos los que inclinan la
balanza a favor del sol o de la lluvia, según las necesidades que en el momento
tenga su maíz. Es tan perfecta la coincidencia entre las ceremonias y el tiempo de
llegada o suspensión de las lluvias, que realmente da la impresión de que los dioses
responden. Así, por ejemplo, al comienzo de la temporada lluviosa se celebra la
ceremonia de la lluvia, para inclinar el triunfo de la batalla a favor de las diosas de la
lluvia, quienes, precisamente en esa época del año empujan los vientos alisios del
Pacífico, cargados de nubes, hasta el territorio huichol. Cuando el maíz alcanza la

18
etapa del elote, más lluvia lo perjudicaría. Por consiguiente, en la ceremonia de los
primeros frutos, se utiliza el tambor, elemento que pertenece al peyote, o sea a la
temporada seca y además las mujeres y los niños se pintan la cara con los dibujos
del peyote, porque, como fue gracias a la primera cacería del venado-peyote que el
sol pudo brillar por primera vez, esos elementos –tambor y pintura- le ayudan a
ganar la batalla contra las nubes; así el mundo empieza a secarse y las mazorcas de
maíz se vuelven sólidas y cargadas de granos.

El proceso huichol de personificación de los fenómenos naturales en dioses


imbuidos de personalidad humana, es una manifestación particular de una función
general de todos los grupos sociales. Así como la sociedad condiciona al individuo
biológico dentro de una personalidad humana, para ponerlo en contacto y control con
otros miembros del grupo, de igual forma todos los grupos sociales utilizan el
principio totémico de lo sagrado para incorporar importantes e incomprensibles
elementos de los medios natural y social y asimismo al tiempo y al espacio,5 a su
contacto y control. Podríamos decir, usando una metáfora, que los grupos sociales,
igual que la ostra, no toleran ningún cuerpo extraño o bien lo rechazan o si no liman
o suavizan sus aristas irritantes. En el caso de los huicholes, el resultado es
particularmente pulido y bien alisado.

Es posible diferenciar a las sociedades primitivas de las civilizadas, según


empleen técnicas místicas o racionales, para educar al individuo de modo que pueda
participar con el grupo y entrar en contacto y dominar los medios natural y social. La
civilización se caracteriza por impartir una educación racional; en cambio los grupos
primitivos utilizan la instrucción de tipo místico. Y en cuanto al control y contacto con
los medios natural y social, la civilización usa métodos científicos, mientras que las
culturas primitivas se valen de la personificación y la participación místicas.

5
La incorporación del tiempo y el espacio a la esfera social se observa como un fenómeno casi universal, en las
creencias de un vida después de la muerte.

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