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Lic. Francisco F. Vázquez Malagamba.

EL DOGMA Y EL DOGMATISMO.

INTRODUCCIÓN

La palabra dogma se puede entender como “Fundamento o punto capital de todo


sistema, ciencia, doctrina o religión” (1), la subjetividad al afiliarse o agenciarse un
dogma entra en un sistema o universo de conocimientos o saberes, en los que estos
fundamentos son vitales para los mismos, en ese sentido conforman un tesoro valioso
de conocimientos de la humanidad.

El dogma de acuerdo con Jean Piaget (2) tiene diferentes significados, valores y
funciones según se trate de la ciencia, la religión o doctrina de que se trate, en su
clasificación el conocimiento humano se divide en saberes y ciencia, entre los primeros
están las creencias, las técnicas, el sentido común, para los cuales no es necesario que
tengan que verificarse en la realidad como lo propone el método científico, es decir,
por ejemplo una creencia religiosa en la resurrección se sostiene por la fe y no porqué
pueda medirse, controlarse, verificarse y por lo tanto, ser demostrada a una
comunidad de científicos, de la misma manera el sentido común se sostiene
independientemente de la formación de conceptos abstractos y su comprobación
científica y la técnica puede conformarse con una serie de conocimientos prácticos.

El dogma tiene además la característica de poder inscribirse en sistemas de


pensamiento abierto o cerrados, es decir como verdad absoluta e incuestionable
(algunas religiones o ideologías sociales) o dentro de un progreso y profundización del
mismo (ciencia y algunos saberes).

Por otra parte, la práctica de dogmas por la subjetividad o de varias de ellas dentro de
un dispositivo social puede dar lugar al dogmatismo, que consiste en la “perversión” o
“psicopatología” de perspectivas basadas en dogmas, como es el caso de los
fundamentalismos, racismos y otros usos que se dan en la historia social e individual.

A lo largo de este escrito analizaremos las diversas formas y expresiones que toma el
dogma en la ciencia, el saber y la personalidad, demostrando como el dogmatismo es
antilaicidad.

A.- El dogma en la ciencia.

Los fundamentos de la ciencia están en lo real, en la verificación de los conceptos y


leyes a través del método científico que corresponde al objeto de estudio, así Piaget
utiliza el método clínico-crítico para confirmar sus hipótesis acerca de las etapas de la
inteligencia o Sigmund Freud la asociación libre para confirmar sus postulados acerca
del inconsciente, o un físico el método experimental para demostrar la existencia de la
gravedad, etc.

En este campo de lo comprobable por los miembros de una disciplina científica no cabe
en términos reales el dogmatismo, sin embargo es fácil observar como la
institucionalización de estas disciplinas como campos profesionales o de especialistas
se impregnan del mismo, contradiciendo los mismos dogmas científicos, como lo
demuestra Robert Castell (3) en su obra “El Psicoanalismo, el Orden Psiquiátrico y el
Poder”, en la que muchos psicoanalistas usan supuestos fundamentos como el instinto
de muerte, el yo, una concepción conservadora y pesimista de la realidad social para
racionalizar sus prácticas profesionales, en este sentido el campo mítico, los puntos
discutibles o creencias de la disciplina pasan a ocupar un primer plano.

En la institucionalización del materialismo histórico ocurrió algo similar, aquí también


se produce el vecino del dogmatismo, el sectarismo, la creencia o culto a la
personalidad de Lenin, Stalin, Mao el Che, etc. pasaba en lo imaginario a un “acto de
fe”, que implicaba una pertenencia a un dispositivo social, que en ocasiones degeneró
en auténticas “purgas revolucionarias” en perjuicio de la conciencia revolucionaria y de
las clases populares.

Aquí puede observarse como lo imaginario se transforma en una realidad destructiva,


en la que se ocultan muchas veces los motivos reales de dichas prácticas, y donde el
espíritu científico es lo que menos importa.

El dogmatismo usa para sus fines textos (nivel simbólico) científicos


descontextualizados que producen efectos de poder y que en muchas ocasiones
disfuncionan a las instituciones burocratizándolas o inclusive convirtiéndolas en
auténticas máquinas de destrucción como en el fascismo y otras formas autoritarias.
En otras ocasiones se construyen sistemas de pensamiento supuestamente científicos
que justifican un orden social, como algunas teorías de desarrollo personal o “Mi
Lucha” de Adolfo Hitler, donde las fantasías imaginarias de omnipotencia investidas
fuertemente de narcisismo producen conversiones neo-liberales o nacional socialista.

El dogma científico es productivo y cumple con sus fines vitales para la humanidad
cuando se acompaña de una praxis ética que propicie el bienestar de las personas y
que no sirva como en el dogmatismo a fines egoístas de sujetos o grupos.

B.- El dogma en el saber.

No todo lo que piensa y siente el ser humano es objeto de la ciencia o problema


científico, ni toda verificación de un conocimiento pasa por el método científico, esta
parte es lo que Piaget denomina saber, el cual no tiene ninguna devalorización a priori,
ya que la mayoría de las personas no tienen en el mundo una formación científica y sin
embargo mantienen una relación con lo real productiva y de conocimiento como
sucede en las técnicas y el sentido común. En la creencia también existen elementos
positivos que enriquecen la cultura de los pueblos y naciones.

La creencia y el sentido común.- Las personas a menudo emplean creencias para


significar o darle sentido a su experiencia, así el optimismo o el pesimismo pueden
operar como conceptos centrales de vida y configurar determinadas personalidades,
uno no puede ver el futuro, pero al imaginarlo se vuelve real en términos del afecto
que produce y de las conductas que genera. Por lo tanto los fundamentos personales y
sociales actúan como auténticos dogmas, los cuales forman parte de la cultura
hegemónica o alternativa, y también producen efectos de pertenencia a alguna
institución (familiar, laboral, política, etc.).

El sentido común mantiene casi siempre un investimiento (catexis) de lo real, donde se


verifica en un nivel descriptivo y práctico la realidad circundante; así la mayoría de los
campesinos pueden saber si va a llover o no, por la experiencia que tienen acerca de
los tipos de nubes, sin requerir de conocimientos científicos que operan con conceptos
abstractos.

Sin embargo el sentido común y las creencias se pueden “pervertir” y desestimar la


realidad, cayendo en el dogmatismo y mantenerse incluso contra toda evidencia, así
muchas ideologías, por ejemplo la neoliberal crea mundos imaginarios donde es la
única opción y se cancelan otro tipo de posibles creencias que pudiesen impulsar
cambios necesarios pero impensables. En estos casos el sentido común no se pierde
por completo, conserva en buena medida rasgos prácticos, sobretodo para conseguir
estatus o mantenerlo, pero la integración de lo real se pierde, produciéndose
incongruencias y sistemas cerrados en partes del sujeto, capaces de mantener una
perspectiva por mucho tiempo.

La fe religiosa.- En las religiones monoteístas es donde mejor se observa como el


dogma no requiere de una comprobación en lo real (tiempo y espacio), ya que se basa
en la fe, en la creencia en el misterio que la razón no comprende, por ejemplo cuando
se postula que Dios es eterno, se significa que no pertenece a la dimensión temporal y
que al mismo tiempo está en todo lugar; por supuesto esto es indemostrable, su
conocimiento se da a través de la revelación y de la lectura de los textos sagrados. Se
da por sentado que el único que ha visto a Dios entre los cristianos es Cristo y que al
resucitar se encuentra fuera de nuestra realidad, los creyentes deben creer en estos
postulados religiosos por la fe que es el sustento cristiano como lo afirma San Pablo
(4).

Sin duda, el dogma cristiano funciona dentro de un dispositivo social que equipa
millones de subjetividades (5) que entran en este universo de dogmas de fe que
funcionan como convertidores y que se expresan de múltiples formas en lo simbólico
(palabras y textos) y en lo real (costumbres, arte, ritos, etc). Cabe señalar que estos
postulados tienen una existencia milenaria en varios modos de producción (esclavismo,
feudalismo, capitalismo y socialismo real) y que tienen también un anclaje en niveles
imaginarios de la subjetividad, convirtiéndose en importantes códigos del deseo
(super-yo).

Es conocido, que estos dogmas de fe son parte de la cultura y por lo mismo cumplen
una función social importante, ayudando en la educación moral de las personas y
brindando una experiencia espiritual que es válida cuando no se convierte en
dogmatismo y daña a la persona o a la sociedad.

C.- La personalidad y el dogma.

La existencia humana como hemos visto se da en buena medida entre dogmas que
catalizan vivencias o experiencias subjetivas existenciales, al mismo tiempo que
codifican y administran flujos energéticos de la persona (libido) y de la realidad social.
Por ejemplo los flujos de dinero que pasan a ser administrados en base a dogmas
neoliberales (6) o la producción religiosa de arte (barroco).

Cuando estos dogmas liberan fuerzas destructoras rebasando los límites éticos se
vuelven contra la persona formando psicopatologías (el masoquismo moral, el caso
Schreber de Freud (7), perversiones como la de Sade, etc.). De ahí que la conversión al
dogmatismo produzca casi siempre estructuras de personalidad caracterizadas por
defensas rígidas que mantienen la compulsión repetitiva (8) e inhiben la experiencia
que solamente se genera con el pensamiento simbólico de la elaboración psíquica. La
reflexión, el análisis y la comunicación implican una apertura de esos universos
dogmáticos cerrados e inflexibles que caracterizan la enfermedad mental y a las
personalidades autoritarias.

Sin duda, el dogmatismo puede ser revertido a través del aprendizaje basado en la
experiencia (9) y permitir conversiones subjetivas hacia nuevos universos y permitir la
“democratización” del pensamiento y la laicidad. Es un fenómeno muy conocido en la
técnica psicoanalítica el que el paciente ante cada avance del hacer consciente lo
inconsciente, produzca la resistencia que contiene en el fondo la reversión de la
perspectiva para volver a la que mantiene su estructura rígida y enferma y por ende a
su dogmatismo.

Lo anterior significa que la adherencia al dogmatismo es la mayoría de las veces muy


intensa, son personas fuertemente convencidas de este tipo de dogmas y se
encuentran intensamente inmersos en estos universos o dispositivos sociales, que les
brindan fuertes intensidades de placer (voluptas) y dirigen sus deseos hacia el futuro
como plenos proyectos basados en estas axiomáticas (valores) fundadas en estos
dogmas.

D.- Laicidad y dogmatismo.

Uno de los aspectos más importantes dentro de lo laico, consiste en la apertura del
pensamiento a diversas concepciones y en la flexibilidad para ir profundizándolas con
la posibilidad siempre presente de la elección tanto en el plano individual como social.
Cuando se exige en nombre de la escuela o del estado laico que exista la libertad de
elegir la religión que a uno más le convenga se apela a los dogmas o fundamentos de
este sistema de pensamiento.

Por lo tanto, nada tan ajeno a este espíritu que el dogmatismo, que ataca desde un
principio la libertad de elegir y por ende se basa en concepciones cerradas e inflexibles
que fijan perspectivas para el individuo y la sociedad. La lógica general de tales
concepciones es la exclusión y aniquilamiento de las otras posibilidades, con el
resultado de un empobrecimiento de las capacidades existentes que son negadas o
repudiadas; es conocido como algunas personas niegan o desestiman aspectos de la
realidad que para los demás son obvios, en nombre de un “dogma” y las
consecuencias perversas o delirantes de tales mecanismos.

En ese sentido la laicidad y el dogmatismo son antagónicos y por lo tanto


incompatibles, sus perspectivas son diferentes, mientras que la primera tiende hacia
múltiples universos y el enriquecimiento de la vida existencial, la segunda se dirige a la
permanencia o al retroceso, desestimando o negando los daños causados en él o en los
otros con el uso de esos postulados.

En las psicopatologías como la psicosis, la perversión, las adicciones y lo psicosomático


frecuentemente se observa el predominio de las pulsiones agresivas y la disociación
del yo por las dificultades para integrar simbólicamente el pensamiento. Lo anterior
implica que los objetos internos, fantasmas, fantasías o impulsos que permanecen
inconscientes en el sujeto sean proyectados hacia fuera, mientras que al exterior se le
trata con indiferencia o repudio. Así, Schreber obedece a un dios interno (fantasma)
que en su otredad le dicta dogmas y mandatos a los cuales el no puede oponerse y
termina por obedecer sucumbiendo a la psicosis y Sade construye su doctrina en
oposición a un dios imaginario que es contrario al placer (10). Como vemos, en estas
estructuras de personalidad el enfermo sigue dogmas (psicosis) o se opone a ellos
construyendo otros como en la perversión.

Estos universos patológicos son cerrados, obedecen a dogmas imaginarios que


dominan al yo del sujeto; también en lo social al equipar subjetividades los centros de
poder en muchas ocasiones crean dogmas para crear los dispositivos sociales que les
permitan mantener su hegemonía sobre las conciencias, y cuentan incluso con
aparatos o máquinas virtuales de alta tecnología para lograrlo. La mercadotecnia
frecuentemente crea conceptos que no son más que la expresión de dogmas de
pensamiento y comportamiento.
En conclusión, la laicidad es una herramienta muy útil en la lucha por la libertad de
pensamiento y acción, ya que entre sus dogmas se encuentra el de la integración y el
respeto de lo diverso, a partir del cual existe una crítica al dogmatismo y sus
consecuencias.

BIBLIOGRAFIA

1. Diccionario Porrúa de la lengua española, Porrúa, México 1975, Pág. 261.


2. Piaget, J. La formación del símbolo en el niño, Fondo de Cultura Económica, México
1961, Págs. 367-371.
3. Castell, R. El Psicoanalismo, el orden psiquiátrico y el poder, Siglo XXI.
4. Nueva Bilbia de Jerusalén. Desclè De Brouwer, España 1998, Pags. 1709-1717.
5. Guattari, F. Cartografías Esquizoanalíticas, Manantial, Buenos Aires 2000, 15-23.
6. Ibid. 141-146.
7. Freud, S. Obras Completas T. II, Biblioteca Nueva, España, Págs. 1487-1528.
8. Ibid. T.III, Pags. 2745-2747.
9. Bion, W. R. Aprendiendo de la Experiencia, Paidós, México 1987, Pags. 29-73.
10. Lacan, J. Escritos 2, Siglo XXI, México 1978, Pags. 337-364.

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