EL DOGMA Y EL DOGMATISMO.
INTRODUCCIÓN
El dogma de acuerdo con Jean Piaget (2) tiene diferentes significados, valores y
funciones según se trate de la ciencia, la religión o doctrina de que se trate, en su
clasificación el conocimiento humano se divide en saberes y ciencia, entre los primeros
están las creencias, las técnicas, el sentido común, para los cuales no es necesario que
tengan que verificarse en la realidad como lo propone el método científico, es decir,
por ejemplo una creencia religiosa en la resurrección se sostiene por la fe y no porqué
pueda medirse, controlarse, verificarse y por lo tanto, ser demostrada a una
comunidad de científicos, de la misma manera el sentido común se sostiene
independientemente de la formación de conceptos abstractos y su comprobación
científica y la técnica puede conformarse con una serie de conocimientos prácticos.
Por otra parte, la práctica de dogmas por la subjetividad o de varias de ellas dentro de
un dispositivo social puede dar lugar al dogmatismo, que consiste en la “perversión” o
“psicopatología” de perspectivas basadas en dogmas, como es el caso de los
fundamentalismos, racismos y otros usos que se dan en la historia social e individual.
A lo largo de este escrito analizaremos las diversas formas y expresiones que toma el
dogma en la ciencia, el saber y la personalidad, demostrando como el dogmatismo es
antilaicidad.
En este campo de lo comprobable por los miembros de una disciplina científica no cabe
en términos reales el dogmatismo, sin embargo es fácil observar como la
institucionalización de estas disciplinas como campos profesionales o de especialistas
se impregnan del mismo, contradiciendo los mismos dogmas científicos, como lo
demuestra Robert Castell (3) en su obra “El Psicoanalismo, el Orden Psiquiátrico y el
Poder”, en la que muchos psicoanalistas usan supuestos fundamentos como el instinto
de muerte, el yo, una concepción conservadora y pesimista de la realidad social para
racionalizar sus prácticas profesionales, en este sentido el campo mítico, los puntos
discutibles o creencias de la disciplina pasan a ocupar un primer plano.
El dogma científico es productivo y cumple con sus fines vitales para la humanidad
cuando se acompaña de una praxis ética que propicie el bienestar de las personas y
que no sirva como en el dogmatismo a fines egoístas de sujetos o grupos.
Sin duda, el dogma cristiano funciona dentro de un dispositivo social que equipa
millones de subjetividades (5) que entran en este universo de dogmas de fe que
funcionan como convertidores y que se expresan de múltiples formas en lo simbólico
(palabras y textos) y en lo real (costumbres, arte, ritos, etc). Cabe señalar que estos
postulados tienen una existencia milenaria en varios modos de producción (esclavismo,
feudalismo, capitalismo y socialismo real) y que tienen también un anclaje en niveles
imaginarios de la subjetividad, convirtiéndose en importantes códigos del deseo
(super-yo).
Es conocido, que estos dogmas de fe son parte de la cultura y por lo mismo cumplen
una función social importante, ayudando en la educación moral de las personas y
brindando una experiencia espiritual que es válida cuando no se convierte en
dogmatismo y daña a la persona o a la sociedad.
La existencia humana como hemos visto se da en buena medida entre dogmas que
catalizan vivencias o experiencias subjetivas existenciales, al mismo tiempo que
codifican y administran flujos energéticos de la persona (libido) y de la realidad social.
Por ejemplo los flujos de dinero que pasan a ser administrados en base a dogmas
neoliberales (6) o la producción religiosa de arte (barroco).
Cuando estos dogmas liberan fuerzas destructoras rebasando los límites éticos se
vuelven contra la persona formando psicopatologías (el masoquismo moral, el caso
Schreber de Freud (7), perversiones como la de Sade, etc.). De ahí que la conversión al
dogmatismo produzca casi siempre estructuras de personalidad caracterizadas por
defensas rígidas que mantienen la compulsión repetitiva (8) e inhiben la experiencia
que solamente se genera con el pensamiento simbólico de la elaboración psíquica. La
reflexión, el análisis y la comunicación implican una apertura de esos universos
dogmáticos cerrados e inflexibles que caracterizan la enfermedad mental y a las
personalidades autoritarias.
Sin duda, el dogmatismo puede ser revertido a través del aprendizaje basado en la
experiencia (9) y permitir conversiones subjetivas hacia nuevos universos y permitir la
“democratización” del pensamiento y la laicidad. Es un fenómeno muy conocido en la
técnica psicoanalítica el que el paciente ante cada avance del hacer consciente lo
inconsciente, produzca la resistencia que contiene en el fondo la reversión de la
perspectiva para volver a la que mantiene su estructura rígida y enferma y por ende a
su dogmatismo.
Uno de los aspectos más importantes dentro de lo laico, consiste en la apertura del
pensamiento a diversas concepciones y en la flexibilidad para ir profundizándolas con
la posibilidad siempre presente de la elección tanto en el plano individual como social.
Cuando se exige en nombre de la escuela o del estado laico que exista la libertad de
elegir la religión que a uno más le convenga se apela a los dogmas o fundamentos de
este sistema de pensamiento.
Por lo tanto, nada tan ajeno a este espíritu que el dogmatismo, que ataca desde un
principio la libertad de elegir y por ende se basa en concepciones cerradas e inflexibles
que fijan perspectivas para el individuo y la sociedad. La lógica general de tales
concepciones es la exclusión y aniquilamiento de las otras posibilidades, con el
resultado de un empobrecimiento de las capacidades existentes que son negadas o
repudiadas; es conocido como algunas personas niegan o desestiman aspectos de la
realidad que para los demás son obvios, en nombre de un “dogma” y las
consecuencias perversas o delirantes de tales mecanismos.
BIBLIOGRAFIA