Comenzaremos esta respuesta con una apreciación propia, no por ello exhaustiva, pero que
creemos efectivamente presente en todo este proceso. En el plano de las diferencias fundamentales
–que por esta naturaleza deben ser pensadas en el largo plazo-, reside una concepción de
integración regional distinta en ambos bloques. En segundo término, destaquemos las asimetrías
que atraviesan a ambos bloques entre sí como a su interior (de índole infraestructural, productiva, y
todas las que pueden incluirse en la dimensión demográfica). Relacionado con esto, recordemos
también ciertas prácticas –por así llamarlas- que si bien no son dables de variar en el corto plazo,
mientras se mantienen son casi una condición insoslayable: nos referimos al dato geográfico
evidente, y la configuración histórica, que lleva a los países de la CAN a encontrar más accesible el
mercado norteamericano, mientras los del Mercosur, por cuestiones históricas -y por persistentes
creencias idiosincráticas- han preferido el contacto europeo. A ello debemos sumar otra constante: la
recurrente falta de ejercicio de la política exterior de varios países latinoamericanos como política de
estado, y ejercerse sujeta a las variaciones de los gobiernos de turno1. Por último, recordemos que a
la hora de comenzar esas negociaciones, ambos bloques eran uniones aduaneras imperfectas aún
consolidándose (aunque la CAN estaba más avanzada que el Mercosur en ello), con gran flujo
comercial a su interior, que cada uno concibe como algo a ser preservado. Huelga decir que, para
estos factores que acá reseñamos, además de estar insertos en procesos que se dan en grandes
porciones de tiempo, también tienen la particularidad de manifestarse recurrentemente –porque
están en la base de esos procesos- a través de múltiples fenómenos que se dan en el mediano y corto
plazo (y a su vez, de recombinarse entre ellos, cuando se hacen presentes).
Agreguemos a lo anterior, dos cuestiones que, si bien son coyunturales, han sido realmente
difíciles de solucionar expeditivamente en las negociaciones: la primera, es la consideración del
Patrimonio Histórico por parte de cada bloque (para esto era CAN una materia crítica –porque sus
1
Salvo por Brasil, que desde los ‘60s a esta parte, ha seguido el paradigma globalista, aún cuando pasó de una dictadura de
décadas (desde 1964 a 1985) a su período de transición hasta la consolidación democrática actual.
M. Celeste G. Box | IIL (UNLP)
miembros no poseen la estructura o escala para concretar un flujo importante de nuevos productos
hacia el Mercosur, aparte de los ya negociados-, pero para el Mercosur era, simplemente, un aspecto
más a tener en cuenta, dado que sus exportaciones a la CAN eran de productos sin preferencias). Es
por esta diferencia que la CAN no tuvo otra salida que conformarse con la dilación en las
negociaciones de la ZLC. Y, en segundo lugar, recordemos la recurrente apelación de cada bloque a
barreras para-arancelarias (BPA) para contener problemas coyunturales, remedio que puede acabar
por vulnerar preferencias y desviar posiciones de negociación.
Hechos los dos comentarios anteriores, ingresaremos en las diferencias que pueden ser
abordadas desde la tarea negociadora (lo que no implica que ello sea fácil). Fundamentalmente, los
hiatos entre ambos bloques residieron en los factores que siguen, de los que explicaremos los dos
siguientes2:
1. Sectores Sensibles: el primero de ello era la agricultura (donde la CAN pretendía mantener las
franjas de precios y el Mercosur quiso una rápida liberalización sin precios de aduana). El
segundo, era la industria automotriz (donde el Mercosur era proteccionista, mientras la CAN,
que no podía ajustarse a ello, terminaba desviando comercio. Además, en estos sectores los
productos sensibles, el Mercosur no aceptó el sistema de solución de controversias propuesto
por la CAN3 (complicación que luego agrega la exigencia de un alto porcentaje de contenido
regional, que los andinos no podían alcanzar).
2
En esta dimensión existe un problema que se acopla a este camino de la negociación, el único disponible para configurar una
ZLC entre estos dos grandes bloques: después de las dos primeras reuniones de 1995, la CAN comenzó a negociar dividida en
miembros que negociaban bilateralmente (en el caso boliviano, hasta se llegó a la asociación al mercado sureño), mientras el
Mercosur lo hacía como bloque (y de este período, saldría el esquema de re-negociación del Patrimonio Histórico). Hacia 1997,
en tiempo del establecimiento de la ZLC, la CAN cambió la forma y comenzó a negoció en bloque (esto no es una mera
anécdota, sino que deriva de la imposibilidad de articular y desplegar una estrategia grupal). Como agregado, la CAN
enmarcaba sus negociaciones en clave de regionalismo abierto (como lo hizo con el ALCA, donde en ‘vocería única’, fue
negociando concomitantemente que con el Mercosur). Mientras que el bloque sureño no poseía -ni posee- una política exterior
conjunta institucionalizada/sistematizada por áreas o materias como para implementar esta unidad.
3
La proposición andina pretendía establecerlo al principio de las negociaciones, mientras el Mercosur prefería dejarlo para
luego de la etapa negociadora.
M. Celeste G. Box | IIL (UNLP)
En los sectores sensibles como agricultura, la CAN pretendía un plazo de dieciocho años, pero el
Mercosur creía que eran sólo quince; y, en el caso de la industria automotriz, el Mercosur pedía
quince años mientras la CAN, se extendía a veinte. En el otro sector sensible –el automotriz-, el
Mercosur quería una liberalización rápida, y se oponía al mecanismo propuesto por la CAN (las
franjas de precio).
3. Normas de Origen: sólo para no dejar desierto este ítem, diremos que ellas se pensaron, a la
hora de proyectar la ZLC en 1996, como propiciatorias al comercio, transparentes y en pos de la
armonización necesaria. Pero los requerimientos del Mercosur dieron por tierra ese espíritu.