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José De Echave C.

Son varias semanas de protestas en Puno en contra de la actividad minera. Se
inició como una reacción frente al proyecto minero de Santa Ana[1], en el distrito
de Huacullani (provincia de Chucuito), en el extremo sur de la región y se extendió
por todo Puno. 

Rápidamente se han intentado algunas explicaciones: ³hay un tufillo político´ ha
declarado el presidente García; ³se mueven intereses subalternos´ dicen algunos
editoriales. ¿Hay algunas explicaciones alternativas a lo ocurrido en Puno? Sin
duda las hay. 

En primer lugar, Puno se ha convertido en la segunda región con el mayor número
de hectáreas concesionadas del país. Las concesiones mineras en Puno pasaron
de 433,321 hectáreas el año 2002 a 1¶643,746 en 2010. Un aumento del 279%.








Si bien no se puede afirmar que todas las concesiones se convertirán en
operaciones mineras y que hay áreas que están excluidas pese a estar
concesionadas, lo cierto es que los pobladores perciben que la expansión de esta
actividad no cesa de aumentar en la mayoría de provincias y carece de
mecanismos de control y regulación. 

Si la actividad minera en Puno se había concentrado sobre todo en el norte de la
región, en la actualidad también ha crecido en la zona central y sur. Las
exploraciones apuntan en muchos casos a la minería de uranio y en Puno también
se concentra una actividad informal profundamente contaminadora. Además,
aparte de las concesiones mineras están los lotes de hidrocarburos 155 y 156 en
el Lago Titicaca.

En Puno existe otro ingrediente: el tema de la minería en zona de frontera. La
Constitución del Perú prohíbe que se otorguen concesiones mineras a empresas
extranjeras en un rango de 50 kilómetros de la frontera, salvo que se emita un
decreto supremo que declare de interés nacional el proyecto. En el caso de Puno,
en los últimos años se han dado varios decretos supremos y precisamente el DS
083-2007 es cuestionado por la población. 

El conflicto en Puno ha mostrado una particularidad que lo diferencia de otros
casos de conflictos recientes. El tema central en las últimas semanas no ha
girado en torno a un caso o proyecto minero específico; el pedido central ha sido
la anulación de todas las concesiones mineras otorgadas en esa región. Por
primera vez y con tanta nitidez el caso específico (proyecto Santa Ana) es
desplazado y el cuestionamiento a una determinada política (las
concesiones) ocupa el lugar estelar en el conflicto. 

Esto obliga a evaluar lo que está pasando en el país en cuanto al tema de las
concesiones. Los mecanismos actuales de entrega de concesiones mineras
parecen agotados: las decisiones se toman en Lima sin ningún tipo de interacción
con las instancias regionales y locales, sin considerar los procesos económicos y
de planificación territorial de las regiones. Varios gobiernos regionales han
comenzado a demandar algún tipo de competencias en la materia.

Si bien el discurso en algunas regiones apunta a lograr una suerte de autonomía
absoluta, lo cierto es que hay puntos intermedios que pueden permitir avances y
entendimientos: evaluaciones previas de las zonas que serán concesionadas,
mecanismos de información y consulta a las regiones, tomar en cuenta los
procesos de ordenamiento territorial y zonificación, acceso a información
adecuada en tiempo real, etc.

Se hace necesario mejorar este tipo de procedimientos para evitar conflictos y
hechos tan lamentables como los que vienen ocurriendo en Puno. Un tema clave
de política pública para la minería que hasta el momento no se ha abordado en
serio en la campaña.




[1] La audiencia pública de presentación del EIA del proyecto se realizó el mes de marzo.


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