Argumento
Pero hay más; si el poeta no fuese más que inútil, Platón no le cerraría con
tanto rigor todo acceso en el Estado. Pero puede hacerse peligroso y entonces es
cuando, en lugar de trasmitir como un eco el pensamiento del Dios que le inspira,
toma sus propias visiones por el delirio divino, y celebra delante de la multitud la
mentira y no la verdad, la superstición y no la religión, los tiranos y no los héroes.
La poesía entonces se hace en su boca un instrumento de corrupción, tanto más
temible, cuanto vestida con el atractivo de los versos y del canto, derrama el
error sin dejar de ser bello. Hechicera funesta y semejante a las sirenas, atrae y
seduce con su canto a los incautos para devorarlos.
He aquí los dos daños en que se ha parapetado Platón, y cuyo rastro es fácil
descubrir bajo el estilo burlesco del Ion, la ironía del cual, por más que tiene el
aire de dirigirse sólo al rapsodista de Homero y a sus iguales, alcanza de rechazo
a Homero mismo, a los poetas y a la poesía entera, inmolada a la filosofía.