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A más 60 años de una magnífica publicación que contribuyera al

feminismo, Simone de Beauvoir nos muestra un poco del ¿Por qué crear
este texto?, nos resolverá muchas dudas y tendremos un punto de vista
mucho más objetivo al leer algunas líneas dichas por esta novelista y
filósofa francesa. Una caminata por el bosque de Fontainebleau, fue sin
duda el lugar perfecto para haber obtenido dicha entrevista; que a juicio
personal fue más una charla con una mujer sencilla, carismática,
inteligente y con una concepción sobre la mujer digna de admiración.

Al principio platicamos un poco sobre su vida personal, y puedo decirles


sin lujo de detalles por respeto a su privacidad, que creció dentro de
una familia de burgueses con una ideología cristiana bastante arraigada,
pero esto cambió al llegar a la adolescencia; la cual se vio marcada por
dejar de creer en la religión. Tiempo después al estudiar filosofía conoció
a Jean Paul Sartre con el que no sólo compartió ideas parecidas, sino se
unieron más allá y sostuvieron una relación amorosa.

Pero bueno ese no fue el objetivo de tan amena entrevista, así que
dejemos de lado su vida personal…

Está de más decir que eres sin duda una inspiración para la
lucha del feminismo en nuestros tiempos, pero ¿Por qué crear
un ensayo con estas ideas?

Yo no me consideraría una feminista, simplemente siempre he amado mi


esencia, el ser mujer me ha traído muchísimas satisfacciones y toda mi
vida he creído que tener un corazón de mujer y una mente de hombre te
hace única, por eso mi interés por “el Segundo sexo”, que esta divido en
dos tomos: el primero dedicado al destino, historia, mitos y formación de
la mujer y el segundo tratar de exponer la situación de la mujer y como
puede tener libertad.

La época en la que viviste influyó, para que crearas este ensayo

Sabes cuando yo nací la vida era muy distinta para la mujer, en todos
los ámbitos y ahora las cosas han ido cambiando, lo cual me genera una
enorme felicidad y un gran orgullo por todas esas mujeres que hemos
luchado por cambiar esto. Para
mí no sólo como pensadora sino como mujer es muy importante
sentirme parte de una sociedad, considerarme ser humano, no sabes lo
difícil que es tener libertad, pero no poder ejercerla y creo que toda
mujer sobre la faz de la tierra tiene la misma idea que yo.

En alguna ocasión se le juzgó por afirmar el concepto sartriano


de libertad-situación para el caso de la mujer

Si, tuve varios conflictos por esa situación.


Verás para lograr tener un verdadero cambio, teníamos que en primera
instancia crear un clima de opinión pública, pero como no éramos
consideradas parte de la sociedad, nuestra opinión no valía, y esto era
provocado, porque la mujer era vista como algo meramente sexual o
como instrumento para él , por lo tanto pasábamos a ser solamente
madre y esposa y claro, esto tenía como consecuencia ser vistas como
personas sin preparación, personas sin capacidad de ser parte de una
vida a la que sólo pertenecías los hombres, pero todo esto provocado
por el aislamiento que teníamos. Con los que más tuve enfrentamientos
ideológicos fue con los comunistas, pues creían que la opresión hacia
nosotros era símbolo de clase. Siempre rechacé esta idea y lo sigo
sosteniendo.

Bueno pero actualmente, aunque sea difícil creer, sigue


sucediendo.

Claro, es un cambio ideológico, no se da de la noche a la mañana, pero


por eso no hay que quedarnos sólo mirando, hay que actuar.

Mucho se habló de que tu negabas las diferencias entre


hombres y mujeres, creo que si hay grandes diferencias, pero
exactamente a que te refieres.

Es un punto que todos me preguntas, y el cual se mal interpretó. La


mayoría de los pensadores de esa época entendieron que yo quería
promover el papel de las mujeres en materia de empleo, mismo trabajo,
con el mismo salario, lo cual lo tomaron hasta con cierta falta de
respeto, para los que tenían educación.

Como lograste que entendieran que era totalmente válido lo que


estabas defendiendo.

Tuve que investigar demasiado, pues no podía defender una idea, sin saber o tener
elementos suficientes para demostrarlo. Me encontré con una agradable sorpresa, ya que ni
la biología, ni la psicología, ni el materialismo histórico definen el destino de la mujer,
determinándola a ser inferior al varón y conduciéndola a ser relegada: la mujer es un ser
humano con la misma dignidad y derechos que el varón, esto me dio mas feruza para seuir
defendiendo mi ideal e introducir a la mujer en la vida social, económica y exigir que
también tuviéramos educación profesional, esta sería una forma de generar un trabajo y si
se generaba trabajo, habría economía para nosotras y viendo la situación desde un punto de
vista objetivo seríamos más independientes

Igualdad y diferencia

Sin embargo, al ideologizar desde la postura sartriana la existencia de la mujer, afirma que
la libertad es un fin en sí mismo, lo que conduce a una autonomía que se desprende de
cualquier relación o rechaza cualquier compromiso estable; y asienta su postura en un
humanismo ateo impregnado de prejuicios antirreligiosos, que le lleva a eliminar toda ética.

Al afirmar que la mujer no es esencia ("no se nace mujer, se llega a serlo") ni destino, niega
la posibilidad de definir la diferencia; reduce su ser a pura facticidad, donde la forma de ser
"activa", atribuida alegremente al varón, se erige en única forma de existir, sin dejar opción
a desarrollar el derecho a la diferencia de la mujer. Se defiende, sin embargo, de esta crítica
afirmando que las diferencias no pueden lesionar la igualdad, pero admite sólo diferencias
biológicas: "No veo que la libertad haya creado nunca uniformidad. En primer lugar,
siempre habrá entre el varón y la mujer ciertas diferencias; al tener una figura singular, su
erotismo, y por tanto su mundo sexual, no podrían dejar de engendrar en la mujer una
sensibilidad singulares: sus relaciones con su propio cuerpo, con el cuerpo masculino, con
el hijo, no serán jamás idénticas a las que el varón sostiene con su propio cuerpo, con el
cuerpo femenino y con el hijo; los que tanto hablan de 'igualdad en la diferencia' darían
muestras de mala voluntad si no me concedieran que pueden existir 'diferencias en la
igualdad'" (p. 869).

Lo que ella no vio

Simone de Beauvoir realizó un esfuerzo de investigación histórica, literaria, psicoanalítica


y antropológica sin precedentes en torno a la situación de la mujer, e impulsó la bandera del
trato de igualdad para mujeres y hombres. Tuvo el mérito de apuntar desde el
existencialismo sartriano unas reivindicaciones de los derechos humanos de las mujeres que
hasta entonces no se habían planteado de forma sistemática. Pero sabemos que en su vida
personal y afectiva tanto ella como Sartre fueron menos heroicos y resistentes de lo que
dejaron creer, que instrumentalizaron amores y amistades, que ella tardó en comprender la
argumentación feminista. La perspectiva de las mujeres reales se desdibujó en ese intento
personal de autoexplicarse desde una bandera ideológica.

De ahí que las tesis de Simone de Beauvoir, retomadas por el feminismo norteamericano de
los años setenta, hayan influido en carencias o limitaciones del modo de concebir la
liberación de la mujer. Así, la desvalorización de la maternidad que hace De Beauvoir llevó
a despreocuparse de dar soluciones a la dificultad de conciliar vida profesional y atención a
la familia. Igualmente, en el terreno del amor, su modelo de las relaciones entre hombres y
mujeres ha estimulado la igualdad, pero, en vez de favorecer un amor de más calidad, ha
justificado una concepción de la libertad sexual que tantas veces ha desvalorizado esas
relaciones, ha rechazado el compromiso y ha sido fuente de frustración.

Hoy se defienden posturas contenidas en El segundo sexo desde opciones intelectuales


similares al existencialismo de De Beauvoir. Sin embargo, cerramos el siglo XX con un
verdadero cambio cualitativo en el discurso: se ha pasado de hablar de feminismo como
antidiscriminación a hablar de la "perspectiva de igualdad de género"; se ha pasado -a nivel
conceptual, al menos- de considerarlo un problema propio de las mujeres, a resolver por
ellas, a verlo como un problema de todos: un problema de gobierno, un problema de
desarrollo y política social. Porque la defensa de los derechos humanos de las mujeres no es
un movimiento que afecte sólo a sus militantes. Tanto sus efectos como sus causas inciden
en la sociedad moderna entera, porque forman parte de las políticas democráticas de gestión
en su fase más avanzada.

María Molina León es licenciada en Historia del Arte y Doctora en Antropología.


Presidenta de ARTE XXIMecenazgo Interartístico.La perspectiva de la igualdad de
géneroDesde instancias supranacionales como las Naciones Unidas y el Consejo de
Europa se está abordando hoy el derecho a la igualdad de oportunidades entre mujeres y
hombres bajo el concepto de "igualdad de género". Esto incluye aceptar y evaluar de
forma igualitaria las diferencias que existen entre mujeres y hombres, incluyendo esta
igualdad el derecho a ser diferentes. Se acentúa el derecho de igualdad en cuanto a
coparticipación en todas las esferas de la vida. Pues el desarrollo de una sociedad
depende del empleo de todos los recursos humanos, y por lo tanto, ambos, mujeres y
hombres, deben participar totalmente de forma paritaria para atender las necesidades de
la sociedad.

La IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (Pekín, 1995), convocada por Naciones Unidas,
recogió en su Plataforma de Acción la estrategia de esta perspectiva de género, y afirmó
que "los gobiernos y otros agentes sociales deberán promover una política activa y visible
de integración de la perspectiva de género en todas las políticas y programas, a fin de que
se analicen los efectos concretos sobre las mujeres y hombres respectivamente antes de
tomar decisiones".

También el Consejo de Europa insistía en un Informe de marzo de 1998 en la necesidad de


dedicar esfuerzos a fomentar la participación compartida del poder de mujeres y hombres
en la economía, en la sociedad y en los procesos de toma de decisiones; de igualdad de
oportunidades en empleo, de igual salario por igual trabajo desempeñado; de acabar con los
despidos por maternidad o por embarazo; de flexibilizar los horarios laborales para hacer
posible que tanto mujeres como hombres compartan el trabajo familiar no remunerado, las
ocupaciones domésticas, la atención de personas a su cargo: niños, enfermos, personas
mayores, etc.

La igualdad de género, porque respeta la diferencia entre mujeres y hombres, conduce a que
la participación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida pública y en los procesos de
toma de decisiones sea mayor, de modo que los valores, intereses y experiencias de las
mujeres se tengan en cuenta al tomar decisiones políticas. No son sólo las mujeres las que
han de defender los asuntos familiares; pero, de hecho, la mayoría de los defensores de la
igualdad en dichos asuntos son las mujeres. Por otra parte, los cambios serán más visibles y
rápidos si participan las mujeres en mayor grado.

Este rumbo nuevo, lógicamente, interesará a quienes reprochan al feminismo que no


conecta con la mujer real, o que vuelve la espalda a la familia; o a quienes opinan
-lamentando desde fuera las tensiones originadas por las "dobles jornadas"- que la mujer
debería inventarse un nuevo modelo que vertebre sus identidades para que no se excluyan
maternidad y trabajo, autonomía y entorno afectivo, y evitar así las crisis familiares.

Pero no es admisible considerar estas dificultades como un problema exclusivo de las


mujeres. ¿No será que han de transformarse esos rígidos esquemas competitivos y de
productividad empresarial de manera que los hombres compartan con las mujeres sus
responsabilidades de educación y cuidado de los hijos? ¿No será que aún no se es
consciente de que la cultura, la política, la economía, la sociedad están encomendadas en su
desarrollo tanto a hombres como a mujeres?

Una nueva forma de hacer política

Muchas veces en la historia del pensamiento humano, las grandes revisiones se deben a
posturas que nacieron radicalizadas para aclimatarse después a la realidad. Pero el
feminismo se encuentra ya de vuelta de la fase de radicalización, y ha recalado en
estrategias tales como la denominada gender mainstreaming, que es la reorganización y
mejora de los procesos de adopción de políticas públicas, de manera que se incorpore en
todas ellas la perspectiva de igualdad de género. Esto supone una potenciación
(empowerment), participación y visión de ambos sexos tanto en la vida pública como en la
vida privada.

Si esto se lleva a cabo desde instancias supranacionales, se trata de ponerlo en práctica a


niveles de gobierno político, empresarial, cultural, social, familiar. Buena muestra de ello
es el III Plan de Igualdad de Oportunidades (1997-2000) diseñado en España por el
Instituto de la Mujer, donde se afirma que el principio del mainstreaming "implica la
promoción de la igualdad de oportunidades en todas las políticas y medidas generales,
teniendo en cuenta activa y abiertamente, en el momento de su planificación, los posibles
efectos en las respectivas situaciones de hombres y mujeres. Esto significa un examen
sistemático de estas políticas y medidas, evaluando sus posibles efectos, cuando se definen
y se ponen en vigor en temas cotidianos tales como la organización del trabajo o el
establecimiento de horarios escolares, que pueden tener impactos diferenciales
significativos en la situación de hombres y mujeres, y deben ser tenidos en cuenta a fin de
promover la igualdad".

De lo que se deduce que el nuevo modo de hacer política en nuestra sociedad democrática
incluye esta problemática, sin dejar que sea un asunto que concierne solamente a las
mujeres. Si la mujer se considera "invertebrada" ante los nuevos retos de nuestra
civilización, es un problema con solución social, política, económica y cultural. Y es un
problema de todos. M.M.L.

María Molina León_________________________(1) Simone de Beauvoir. El segundo


sexo, en "Obras completas", tomo II, Aguilar, Madrid (1981).

Como quedó señalado, la obra aspira a manejar una pluralidad de registros que van desde lo
biológico, lo psicoanalítico, pasando por lo histórico y lo marxista. La mira es puesta en
principio, desde lo exterior, en particular desde la mirada masculina. Y a renglón seguido se
desplaza a una descripción interna de la infancia de la mujer, de su iniciación sexual, de la
época de madurez y por último de la ancianidad.

Se pasa luego a considerar y describir a la mujer en situación. Y desfilan entonces la madre,


la prostituta, la lesbiana, la narcisista, la enamorada, la mística... El propósito o hilo de
conducción es destacar todo lo que en las diferentes circunstancias llevan a creer en la
inferioridad de la mujer y en los efectos que la internalización de esta creencia promueve en
lo que concierne a sus elecciones vitales, sea la de contraer matrimonio o abandonar una
carrera antes emprendida. Por otro lado se explica que, en un mundo en el que predominase
la igualdad de los sexos, tanto hombres como mujeres estarían contribuyendo a la propia
liberación del propio género. Ya que si la mujer tuviese claramente definidos sus propios
objetivos, se focalizaría menos sobre el hombre y ante el hecho de una menor consticción
éste obtendría una mayor libertad.

El trabajo avanza mediante la indagación a los más creíbles estudiosos de los temas sin
distinción de sexo, sean médicos, psicólogos, novelistas y, al mismo tiempo, busca que las
mujeres se abran declarando sus experiencias, sea en el ámbito del amor o en otros. A esta
altura comienza a sostenerse la necesidad de la integración social de lo femenino, con los
mismos derechos que los hombres y con los mismos deberes, y con todas las conquistas que
todo ello comporta: igualdad en los salarios, posibilidad de control de los nacimientos,
acceso legalizado al aborto y a todos los reconocimientos civiles, políticos, jurídicos que
han poseído y poseen los hombres.

El trabajo se abre con una introducción y es seguida de tres secciones: Destino, Historia y
Mitos. Se cierra con una conclusión.

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En el momento de escribir su ensayo la autora tenía cuarenta y un años. Por detrás estaban
los atisbos esporádicos de lucha feminista, sea del siglo anterior o del precedente, como el
de la inglesa Mary Wollstonecraft. En el Siglo XX será Simone de Beauvoir la que reinicie
la lucha, con las diversas armas de los nuevos tiempos.

Como todo trabajo renovador, pone aparte de las altas resonancias positivas, como quedó
reseñado, hubo que disuadir y combatir los enfoques negativos en las controversias
desatadas. Lo que la autora quiere dejar bien puntualizado es el rol inferiorizado que la
mujer ha cumplido históricamente. Sea en el amplio marco de la comunidad global, o en el
más estrecho de la vida familiar. Se busca señalar que a lo largo de los tiempos los hombres
han procurado regir solos el mundo, abandonando a la mujer a la tentación de consagrarse
por completo a los quehaceres de la vida matrimonial y al cuidado de los hijos. Esta
situación se pudo sostener por una creencia: la internalización femenina de la propia
incapacidad. Y la otra: la creencia de que quedarse soltera la habría de poner en riesgos
económicos o sociales. A este respecto, toda la comunidad en los diversos momentos de la
historia ha reafirmado la inferioridad femenina y la necesidad de que tener una familia y un
marido contribuirían a completar su ser "carenciado".

El matrimonio y los hijos son obra de hombres y mujeres, pero en conjunto son tareas que
siempre han comportado mayores responsabilidades para ellas que para los hombres. Tal
rol las ha atado y les ha impedido pensar en una realización fuera del hogar. La
responsabilidad de esta situación histórica de hecho no es sólo de las mujeres. Los dos
sexos han contribuido para que se sostuviera. Y así como las mujeres no deberían
abandonar sus cometidos específicos y propios, los hombres deberían comprender que
deberían restarse de la presión expresa o implícita para que lo hiciese. Categóricamente se
establece, y no está de más remarcarlo, que en un mundo de iguales, ambos sexos se
beneficiarían. Sólo tal igualdad y la liberación posibilitarán papeles social y político de
mayor envargadura, de la mujer.

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