feminismo, Simone de Beauvoir nos muestra un poco del ¿Por qué crear
este texto?, nos resolverá muchas dudas y tendremos un punto de vista
mucho más objetivo al leer algunas líneas dichas por esta novelista y
filósofa francesa. Una caminata por el bosque de Fontainebleau, fue sin
duda el lugar perfecto para haber obtenido dicha entrevista; que a juicio
personal fue más una charla con una mujer sencilla, carismática,
inteligente y con una concepción sobre la mujer digna de admiración.
Pero bueno ese no fue el objetivo de tan amena entrevista, así que
dejemos de lado su vida personal…
Está de más decir que eres sin duda una inspiración para la
lucha del feminismo en nuestros tiempos, pero ¿Por qué crear
un ensayo con estas ideas?
Sabes cuando yo nací la vida era muy distinta para la mujer, en todos
los ámbitos y ahora las cosas han ido cambiando, lo cual me genera una
enorme felicidad y un gran orgullo por todas esas mujeres que hemos
luchado por cambiar esto. Para
mí no sólo como pensadora sino como mujer es muy importante
sentirme parte de una sociedad, considerarme ser humano, no sabes lo
difícil que es tener libertad, pero no poder ejercerla y creo que toda
mujer sobre la faz de la tierra tiene la misma idea que yo.
Tuve que investigar demasiado, pues no podía defender una idea, sin saber o tener
elementos suficientes para demostrarlo. Me encontré con una agradable sorpresa, ya que ni
la biología, ni la psicología, ni el materialismo histórico definen el destino de la mujer,
determinándola a ser inferior al varón y conduciéndola a ser relegada: la mujer es un ser
humano con la misma dignidad y derechos que el varón, esto me dio mas feruza para seuir
defendiendo mi ideal e introducir a la mujer en la vida social, económica y exigir que
también tuviéramos educación profesional, esta sería una forma de generar un trabajo y si
se generaba trabajo, habría economía para nosotras y viendo la situación desde un punto de
vista objetivo seríamos más independientes
Igualdad y diferencia
Sin embargo, al ideologizar desde la postura sartriana la existencia de la mujer, afirma que
la libertad es un fin en sí mismo, lo que conduce a una autonomía que se desprende de
cualquier relación o rechaza cualquier compromiso estable; y asienta su postura en un
humanismo ateo impregnado de prejuicios antirreligiosos, que le lleva a eliminar toda ética.
Al afirmar que la mujer no es esencia ("no se nace mujer, se llega a serlo") ni destino, niega
la posibilidad de definir la diferencia; reduce su ser a pura facticidad, donde la forma de ser
"activa", atribuida alegremente al varón, se erige en única forma de existir, sin dejar opción
a desarrollar el derecho a la diferencia de la mujer. Se defiende, sin embargo, de esta crítica
afirmando que las diferencias no pueden lesionar la igualdad, pero admite sólo diferencias
biológicas: "No veo que la libertad haya creado nunca uniformidad. En primer lugar,
siempre habrá entre el varón y la mujer ciertas diferencias; al tener una figura singular, su
erotismo, y por tanto su mundo sexual, no podrían dejar de engendrar en la mujer una
sensibilidad singulares: sus relaciones con su propio cuerpo, con el cuerpo masculino, con
el hijo, no serán jamás idénticas a las que el varón sostiene con su propio cuerpo, con el
cuerpo femenino y con el hijo; los que tanto hablan de 'igualdad en la diferencia' darían
muestras de mala voluntad si no me concedieran que pueden existir 'diferencias en la
igualdad'" (p. 869).
De ahí que las tesis de Simone de Beauvoir, retomadas por el feminismo norteamericano de
los años setenta, hayan influido en carencias o limitaciones del modo de concebir la
liberación de la mujer. Así, la desvalorización de la maternidad que hace De Beauvoir llevó
a despreocuparse de dar soluciones a la dificultad de conciliar vida profesional y atención a
la familia. Igualmente, en el terreno del amor, su modelo de las relaciones entre hombres y
mujeres ha estimulado la igualdad, pero, en vez de favorecer un amor de más calidad, ha
justificado una concepción de la libertad sexual que tantas veces ha desvalorizado esas
relaciones, ha rechazado el compromiso y ha sido fuente de frustración.
La IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (Pekín, 1995), convocada por Naciones Unidas,
recogió en su Plataforma de Acción la estrategia de esta perspectiva de género, y afirmó
que "los gobiernos y otros agentes sociales deberán promover una política activa y visible
de integración de la perspectiva de género en todas las políticas y programas, a fin de que
se analicen los efectos concretos sobre las mujeres y hombres respectivamente antes de
tomar decisiones".
La igualdad de género, porque respeta la diferencia entre mujeres y hombres, conduce a que
la participación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida pública y en los procesos de
toma de decisiones sea mayor, de modo que los valores, intereses y experiencias de las
mujeres se tengan en cuenta al tomar decisiones políticas. No son sólo las mujeres las que
han de defender los asuntos familiares; pero, de hecho, la mayoría de los defensores de la
igualdad en dichos asuntos son las mujeres. Por otra parte, los cambios serán más visibles y
rápidos si participan las mujeres en mayor grado.
Muchas veces en la historia del pensamiento humano, las grandes revisiones se deben a
posturas que nacieron radicalizadas para aclimatarse después a la realidad. Pero el
feminismo se encuentra ya de vuelta de la fase de radicalización, y ha recalado en
estrategias tales como la denominada gender mainstreaming, que es la reorganización y
mejora de los procesos de adopción de políticas públicas, de manera que se incorpore en
todas ellas la perspectiva de igualdad de género. Esto supone una potenciación
(empowerment), participación y visión de ambos sexos tanto en la vida pública como en la
vida privada.
De lo que se deduce que el nuevo modo de hacer política en nuestra sociedad democrática
incluye esta problemática, sin dejar que sea un asunto que concierne solamente a las
mujeres. Si la mujer se considera "invertebrada" ante los nuevos retos de nuestra
civilización, es un problema con solución social, política, económica y cultural. Y es un
problema de todos. M.M.L.
Como quedó señalado, la obra aspira a manejar una pluralidad de registros que van desde lo
biológico, lo psicoanalítico, pasando por lo histórico y lo marxista. La mira es puesta en
principio, desde lo exterior, en particular desde la mirada masculina. Y a renglón seguido se
desplaza a una descripción interna de la infancia de la mujer, de su iniciación sexual, de la
época de madurez y por último de la ancianidad.
El trabajo avanza mediante la indagación a los más creíbles estudiosos de los temas sin
distinción de sexo, sean médicos, psicólogos, novelistas y, al mismo tiempo, busca que las
mujeres se abran declarando sus experiencias, sea en el ámbito del amor o en otros. A esta
altura comienza a sostenerse la necesidad de la integración social de lo femenino, con los
mismos derechos que los hombres y con los mismos deberes, y con todas las conquistas que
todo ello comporta: igualdad en los salarios, posibilidad de control de los nacimientos,
acceso legalizado al aborto y a todos los reconocimientos civiles, políticos, jurídicos que
han poseído y poseen los hombres.
El trabajo se abre con una introducción y es seguida de tres secciones: Destino, Historia y
Mitos. Se cierra con una conclusión.
Como todo trabajo renovador, pone aparte de las altas resonancias positivas, como quedó
reseñado, hubo que disuadir y combatir los enfoques negativos en las controversias
desatadas. Lo que la autora quiere dejar bien puntualizado es el rol inferiorizado que la
mujer ha cumplido históricamente. Sea en el amplio marco de la comunidad global, o en el
más estrecho de la vida familiar. Se busca señalar que a lo largo de los tiempos los hombres
han procurado regir solos el mundo, abandonando a la mujer a la tentación de consagrarse
por completo a los quehaceres de la vida matrimonial y al cuidado de los hijos. Esta
situación se pudo sostener por una creencia: la internalización femenina de la propia
incapacidad. Y la otra: la creencia de que quedarse soltera la habría de poner en riesgos
económicos o sociales. A este respecto, toda la comunidad en los diversos momentos de la
historia ha reafirmado la inferioridad femenina y la necesidad de que tener una familia y un
marido contribuirían a completar su ser "carenciado".
El matrimonio y los hijos son obra de hombres y mujeres, pero en conjunto son tareas que
siempre han comportado mayores responsabilidades para ellas que para los hombres. Tal
rol las ha atado y les ha impedido pensar en una realización fuera del hogar. La
responsabilidad de esta situación histórica de hecho no es sólo de las mujeres. Los dos
sexos han contribuido para que se sostuviera. Y así como las mujeres no deberían
abandonar sus cometidos específicos y propios, los hombres deberían comprender que
deberían restarse de la presión expresa o implícita para que lo hiciese. Categóricamente se
establece, y no está de más remarcarlo, que en un mundo de iguales, ambos sexos se
beneficiarían. Sólo tal igualdad y la liberación posibilitarán papeles social y político de
mayor envargadura, de la mujer.