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Neo Realismo y Enajenación

Una Reflexión sobre las obras “El Chacal de Nahueltoro” y “Valparaíso mi Amor”

“Lo que yo hago es huir de lo claro para aclarar lo oscuro”


Antonin Artaud

Para abrir un contexto de reflexión y tal vez un ensayo sobre obras como “El Chacal de
Nahueltoro” y “Valparaíso mi Amor”, es necesario contextualizar la visión de sus
directores ante la dinámica sociopolítica en la cual estas personas están cruzadas. Esta
necesidad no viene a ser una mera retórica, ya que desde la perspectiva de este análisis,
cualquier construcción apolítica, es negadora de un campo de acción en donde los
sujetos enfrascados en estas obras, son claramente representados y objetivados desde
miradas que repliegan su fertilidad y trascendencia en la develación de sucesos que
configuran a una sociedad como la chilena y latinoamericana, en donde la situación
“objetiva”, entendiéndose este concepto como una producción ínter subjetiva, es la
óptica real y material, de una dialéctica de miseria institucionalizada y racionalizada
sobre y en la vida de los sujetos protagonistas para estos trabajos (entiéndase sobre los
personajes).

Es así que para comprender a Littin director de “El Chacal de Nahueltoro” y Francia,
director de “Valparaíso mi Amor”, es coherente reflexionar sobres sus obras,
situándolas en primera instancia, en un marco epistemológico en donde <<la
realidad>>, se va construyendo desde sujetos activos, donde la subjetividad juega un rol
primordial, comprendiendo que las condiciones de marginalidad social en la que los
personajes de ambas obras circundan, si bien son <<realidades>> en las que ellos están
inmersos, y que existe en cada sujeto un proceso de individuación innegable y por ende
una vivencia única, hay una transversalidad inherente en donde la relativización se
transforma en una cortina, que da cabida a una reproducción insostenible de mayor
asimetría social, y por lo tanto, negaría el escenario que se comprende en este texto, que
busca reconocer el espacio descriptivo y sensibilizador ante una situación que no es ni
relativa y tampoco dependiente solamente de sus actores, o sea la miseria y la
vulnerabilidad como condición, que es determinada desde un modelo cultural,
económico, científico, entonces político, en donde la modernidad capitalista se ha
convertido en una máquina de producción impenetrable, debido a su racionalidad y
moralidad, que en expresiones tal vez lapidarias, buscan la mantención del estatus quo,
en donde cualquier trabajo que aspire a una aprobación de las clases dominantes, se
convierte en un trabajo enajenado, sin identificación del producto como producción
originaria y significativa del hombre, si no más bien como un fin, para seguir la
circularidad asquienta de la explotación.

Es por ello, que siendo consecuente con la transversalidad política, por un lado hay que
visualizar a ambas obras como trabajos sujetos, pero también como procesos
identitarios en cada contexto que los enmarca.

La situación que sostiene por un lado a Jorge Valenzuela en la obra de Littin, es similar,
obvio, a la vida de los personajes del trabajo de Francia, existe deprivación, devaluación
de los derechos más inalienables en la vida de los humanos, como son la educación,
vivienda digna, alimentación, salud, necesidades básicas, que incluso ya casi 50 años
después, aún siguen siendo un privilegio posmoderno, pero particularmente en la
producción de Littin existe un metarelato que posiciona al protagonista en una
configuración de hechos en los cuales éste se convierte en un chivo expiatorio, es que
por un lado, pasa a ser un objeto proyectivo para la sociedad misma, que percibe al
personaje como un recipiente para la ira, culpas, en fin, malestar. Sin embargo, es ahí
donde cae la paradoja de la redención al momento de la re-adecuación institucional,
cuando Valenzuela, siendo antes José (como él se significaba), pasa a ser Jorge. Este
fenómeno no es menor, comprendiendo desde Foucault que las <<palabras y las
cosas>>, son producción de realidad, Valenzuela, ya siendo Jorge, pasa de ser un
escindido de su no sociedad, a ir siendo en el mundo de las cosas, alguien que se
significa a sí mismo, pero desde la razón dominante, pasa de ser un asesino
inescrupuloso, a ser un <<buen salvaje>>, un retrato soportable que cabe al interior de
las categorías de la sociedad, el corpus que él reconoce y a él lo reconoce, acá nace en él
entonces la culpa de sus horrendos actos y como desde el otro lado del espejo, en los
otros, tanto otros endógenos como exógenos, se inscriben procesos constantes de
empatía y expiación.

Valenzuela, el homicida de la viuda y las cinco huachas, el desarraigado asesino, que


con una voluntad profundamente incomprensible genera el cruel destino de los
personajes que lo reciben y paradójicamente reconocen en él un atisbo de superación
mutuo, de personas que son desterradas de su hogar, por el des reconocimiento irónico
de la humanidad que pone en jaque el patrón de Rosa y a sus cinco hijas. Es que al ser
apresado por la institución de forma inherente, ya se va produciendo una primera
defunción, que es la del gañan caricaturesco, el simbolismo acá se hace explícito desde
el asesinato mismo a la figura femenina, tomada como sujeto objeto de agresión, tal vez
ya no es un problema cuantitativo de cuantas personas mató, acaso: ¿Será la cualidad
del acto, la destrucción de la madre y sus hijas como imago persecutorio, que abre en él
un campo nuevo de auto significación? ¿Será en el mismo la crónica de una primera
muerte, la disolución de ese pasado extremadamente hostil que dará de forma incluso
manifiesta, a una nueva manera de vida, una existencia claramente ya sentenciada y
encerrada en un logos burocrático, pero sin duda una nueva vida, o sea un renacer y
reconciliación reciproca con esos otros persecutorios, que de alguna forma le hacen ver
desde el sacerdote paternal y representante de una ley estructural política y
religiosamente patriarcal, lo abandonado que estuvo por esa singularidad racional
ausente en la que existió José Valenzuela, que a su vez lo hace empatizar con ese Yo
ahora de-construido? Una benevolencia cristiana con fusil y paredón, que desarticula lo
que Montecinos llama <<Ethos>>, siendo “ese modo de habitar el mundo, donde
confluyen contenidos, prácticas que entregan sentido a la vida humana” (Montecinos,
Pág. 23, 1991). Es aquí donde la antropóloga expresa una relevancia justa al carácter
histórico en la vida de los sujetos con su comunidad y que en este texto, aclaran la
figuración ontológica del ahora Jorge Valenzuela, que en ese devenir de su existencia
violenta, la relatividad solo tiene sentido con el juego de la ruleta rusa, ya que o la bala
penetraba la cabeza de José, o la de quienes lo rodeaban en ese contexto donde irradia el
descontrol y la expresión de sus impulsos más destructivos. Ese <<Ethos>> que plantea
Montecinos, es consecutivo en la historia de Valenzuela, al malestar que tenía sentido
en esa forma de transgresión, una enajenación, que si se entiende desde un paradigma
causalista, no se llegaría a ningún análisis presentable, todo lo contrario, justificaríamos
desde el juez y su sistema arbitrario, el asesinato legal desde la causa y el efecto
característico del positivismo y una episteme alejada de los procesos de la realidad, así
el individuo causa la muerte y el efecto coherente sería efectuar un castigo a la altura de
su acción, o sea otra muerte. Sin poder entonces visualizar, el suicidio simbólico que
acontece a José, que en la ambivalencia de un sistema capitalizado, existe la re-
educación y/o re-traumatización para generar el sentido de culpa institucional y
ejemplar, ya que si se está castigando, ya no es a José ni a Jorge Valenzuela, lo que se
articula acá, en la pena de muerte ejemplar y paranoide, es la expresión alegórica de la
violencia institucional. Alcanzando una necesaria diferenciación entre lo que es
agresividad y violencia, ya que ésta última, es una expresión simbólica de cómo se
ejerce el poder, desde donde el o los violentados no pueden escapar por una situación de
vulnerabilidad, es así que la violencia puede ser tanto explícita o implícita, tanto en un
acto de ejecución evidentemente agresivo, o bien, la ejecución de la subjetividad
actualmente administrada desde maniobras tácitas ejercidas desde sectores hoy
hegemónicos. (Foladori, 2008). Frente a este análisis, Littin, o bien la historia de los
hechos, es relatada desde un lugar influenciado por el Neo Realismo, existe ese espacio
para develar y es desde ahí la posibilidad a la sensibilización de los actos ocurridos en
ese y otros momentos, es también la dignificación de los relatos del pueblo, de cómo
siempre retorna lo reprimido, lo velado y lo instituyente, la horizontalización de lo
político desde el plano de lo latente ¿No son los sueños símbolos de aquello? Son Tres
fotografías del Chacal las que se iluminan frente a la pantalla: en una está tomado con la
mano en el pecho, "Aquí me van a disparara", en otra está sentado en la cama de su
celda, dice: "Aquí duermo", en la tercera está sentado en una silla, con los ojos
vendados y sonriente, "Así me van a matar". ¿Qué son esas imágenes, si no la
contradicción de una reconciliación con el propio ser y el darse cuenta de cómo se
siente aferrarse a una vida nueva donde la suerte ya está clausurada? Acá
paradójicamente en la historia de Jorge del Carmen Valenzuela, su vida comienza
degradada desde todo el apego con lo que él se significó, en donde el futuro se veía muy
incierto, sin embargo, luego de sujetarse incluso a la imagen antes disociada de su
madre, difusamente amada y odiada, Valenzuela tiene en ese presente, una vida cierta y
sus días en cuenta regresiva. ¿No es entonces que esa re-educación no ha sido una nueva
re-traumatización? Al parecer es así justamente como lo intuye no la institución, pero si
la gente reflejada y no desentendida de la realidad que se configuró con Valenzuela y la
obra de Littin.

Es así como se expresa el Neo realismo, con la vinculación de lo constituyente, el


reflejo de los sectores marginales, es lo que ocurre en la obra de Francia, cruzada
innegablemente con el trabajo de Littin, ancladas a una temporalidad y aun espacio
común, le gente sencilla que vive sus días desde el anonimato, desde una cotidianeidad
sombría y claro sin mar, obvio, el mar y las playas están en Viña del Mar, y no en la
vida de los porteños que hacen sus vidas en los cerros, en los cementerios, en las colas
de los hospitales, en los callejones con hedor a orina, este es el escenario de la
producción en serie, donde mueren los hijos antes que los padres, donde el hambre es la
ansiedad concreta de los jóvenes que desde muy niños tienen que aprender a trabajar,
claro, no cómo producción de deseo, sino como reproducción de un paseo
históricamente eterno, <<la dialéctica entre amo y esclavo>> hegeliana aún se expresa
de forma perfecta cuando el huérfano es recogido en la pérgola por la señora, quien re-
conoce a un niño lastimero, con falta de asistencia y hogar, así ella es re-conocida desde
el niño, como un ser que posee, alguien con poder sobre él, y así el niño es re-conocido
como lo que representa, un ser que mucho necesita y en donde la caridad expía las
culpas en una noche que da lugar al frío y que falazmente se puede tapar en una sola
noche con ropas nuevas en un paquete de papel. ¿No es acaso la suerte de la joven que
debe prostituirse, una existencia similar al de los huérfanos? Sin duda la obra de Francia
es un acto de consciencia, ya que la búsqueda de la auto-interpretación, deja un fiel
reflejo de lo que sucede en ese Valparaíso no pintoresco, es la dignificación de lo feo,
porque eso que es muy poco atractivo frente a la estética racional, son “los valores
estéticos que pueden funcionar en la vida como adorno y elevación cultural o como
afición particular, pero vivir con estos valores es el privilegio del genio o la marca de
los bohemios decadentes” (Marcuse, Pág. 163, 1953), y es exactamente eso lo que se
pretende representar, la decadencia de una sociedad completa que vive con esos valores,
una sociedad que esconde esas formas en los cerros, en las poblaciones callampas, en
los campos, fuera obviamente de la metrópolis y de las revistas de la alta sociedad, y
claramente en la vida de Francia es justamente lo que sensibiliza y moviliza la creación
de “Valparaíso mi Amor”, no debió ser menor trabajar como médico en la salud pública
y presenciar eso que otras corrientes enajenadas no han querido ver y mostrar, lo que
sucede es que las poblaciones callampas y los cerros con olor a mierda seguramente no
son productos que se puedan mercantilizar a un sector de personas tan amplio, hay una
similitud no menor con la obra de Antonin Artaud, trabajo que también desafía la crítica
estereotipada e incluso las categorizaciones médicas, que no está de más decir,
englobaron de <<paranoico>> a este personaje de la historia del arte, pero no por una
nosología médica que sea comprensiva frente a la subjetividad de ciertas genialidades,
es que el fenómeno civilizador es justamente un acto de represión y negación de
situaciones sociales o de pulsiones que pueden desequilibrar el orden estructural, Aldo
Pellegrini, nos habla de Artaud al parecer con la misma ambición que motiva tanto a
Littin y Francia, y es que “no hay más medio para utilizar, pues que la inmersión en el
texto, despojados de preconceptos, de normas, de modelos, y antes que nada,
despojados del prejuicio de la literatura. Penetrar en una obra tan poco asequible, nos
significa lanzarnos en lo oscuro sin otra guía que el mismo Artaud, pues como él dice:
Lo que yo hago es huir de lo claro para aclarar lo oscuro” (Pellegrini, Pág. 9, 1971).
Es así que al parecer ya no es tan descabellado situarse en otra estética, a la cual los
preceptos de las clases dominantes, les parece entre blasfemia, expresiones pseudo
terroristas y/o actos psicóticos, sin embargo lo que Artaud dice, es justamente lo que
hacen Francia y Littin, se marginan de los dogmas dominantes para dar luz y apertura a
un submundo, a una realidad negada, a una realidad objetiva y material de sufrimiento y
desgracia, donde los análisis en ambas como ya se menciona a un inicio de este texto,
no pueden ser sino principal e inicialmente político... ¿Cómo se dignifica una sociedad
que da cabida sólo a lo que puede explotar y bajo lógicas en las cuales no hay cabida a
la interrogación de lo que hay más allá de una causa judicial o la situación de los
miserables espacios de Valparaíso y la cultura chilena? ¿“Se es así porque parece que
la gente pobre es floja y algo cómoda”? ¿Es el hambre, el frío y las enfermedades
fenómenos reconfortantes y cómodos? Como si la delincuencia seguramente fuese un
tema de policías y pobreza, como si el arte disciplinado sólo tuviese que dar espacio a la
belleza y a la inducción de una morfina que al parecer nos tiene muertos en vida, si esto
no es violencia, al parecer hay que preguntarse nuevamente ¿qué es? ¿Es naturaleza sin
historia, tiempo y lugar? ¿Sabemos desde donde nos dicen lo que nos dicen como ley y
verdad? Frente a esto, “el pensamiento es materializado, y la materia no es
determinada exteriormente por el pensamiento, sino que es libre en sí misma en tanto
que lo natural, lo sensual, lo afectivo poseen su medida, su propósito y se armonizan en
sí mismos. Mientras la percepción y los sentimientos se elevan a la universalidad del
espíritu, el pensamiento no sólo renuncia a su hostilidad contra la naturaleza, sino que
se goza a sí mismo en la naturaleza. El sentimiento, el gozo y el placer son sancionados
y justificados, de tal modo que la naturaleza y la libertad, la sensualidad y la razón,
encuentran en su unidad, su derecho y gratificación” (Hegel en Glockner, Pág. 95,
1927). Es así que el reflejo de una abstracción para resistir a toda enajenación, tiene que
revolucionarse frente a todo intento de persuasión institucionalizante, comprendiendo a
la civilización capitalista, como un fenómeno social decapitador del placer, de ese
placer que cómo ya se ha reiterado, es una pulsión que desestructura y evidencia los
síntomas de una sociedad enferma y explotadora, una realidad nuevamente objetiva,
pero claro objetiva como producción en la cual somos todos responsables de denunciar
y boicotear, el cambio cualitativo de una sociedad hoy mareada en la relativización, se
ha de agradecer claro, el avance político y posteriormente científico del quiebre
epistemológico, entre la realidad y las múltiples realidades (post estructuralismo), sin
embargo, esa lectura hay que hacerla crítica y fértil, como un espacio que genere tanto
consciencia de clase y emancipación, no de relatividad barata, en la cual hay cabida
tanto para la producción enajenada y la producción con significación y sentido, es en lo
último donde avanza el Neo realismo y corrientes libertarias, el dadaísmo y la expresión
del poder constituyente, la disidencia que va rompiendo con los dogmas religiosos de un
imperialismo nefasto y un neoliberalismo que conduce al mundo occidental a la peor
pesadilla de Orwell, es que los discursos que nos someten devienen de una genealogía,
una <<invención>> de una cultura que se autodetermina, donde el <<origen>> es una
conceptualización soberbia y mentirosa. Así Foucault cita a Nietzsche en un texto
publicado póstumamente, en donde dice: “En algún punto perdido del universo, cuyo
resplandor se extiende a innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el
que unos animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue aquél el instante más
mentiroso y arrogante de la historia universal” (Nietzsche en Foucault, Pág. 18, 1980).
Es en esta frase deslenguada de Nietzsche, donde Foucault plantea que todo lo que hoy
se conoce como la razón de una re-producción sujeta a un <<origen>> de la realidad, es
tan lejana y ajena como ese astro que admiraron esos animales inteligentes
(positivismo), es la <<invención>> de la predominancia arbitraria de las formas del
saber, de cómo se tienen que saber y hacer las cosas y cómo ese saber representa esa
realidad que claramente solo justifica la reificación de los marginados ante las clases
que dominan tanto el saber espiritual, artístico, cultural y científico, o sea replicamos
<<las palabras y las cosas>>. Es la tecnología política del saber, en donde obras como
las de Littin y Francia, abren ese espacio de conflicto y crítica hacia las aún existentes
(50 años después y más sofisticadas) maneras de saber, poder y control, siendo la
figuración con el Neo Realismo, una vía contraria hacia un ya existente contexto de
enajenación.

Fidel Lajara Erices.


16 Mayo 2011.
Bibliografía:
• Foladori H. “La intervención Institucional”, 1998, Editorial Arcis.
• Foucault M. “La verdad y las Formas Jurídicas”, 1980, Editorial Gedisa.
• Marcuse H. “Eros y Civilización”, 1953, Editorial Sarpe.
• Montecinos S. “Madres y Huachos” 1991, Editorial Sudamericana.
• Pellegrini A. “Antonin Artaud, El enemigo de la Sociedad”, 1971, Editorial
Argonauta.

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