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situarse en el campo de una lengua no es tarea fácil, ya que es necesario
interrogarse sobre qué cosa puede ser una lengua materna y hasta dónde la ilusión
de unidad creada por ese artículo basta para identificarse como perteneciente a una
letra estadual, sea que los cuerpos que la inscriben circulen dentro o fuera de
ciertos límites geográficos. Porque ¿qué se entiende por letra estadual? ¿Lo que
escriben unos cuerpos nacidos dentro de determinados límites geográficos? ¿Lo
escrito en una indefinible “lengua” argentina? ¿Lo que hace referencia a unos
“hechos” históricos dados o a unas iconografías culturales imaginables como
“argentinas”? ¿Qué se entiende, finalmente, por “extranjero”? ¿Un territorio
política y culturalmente externo al designado como República Argentina? ¿O al
lugar (no geográfico, sino discursivo) en que una diferencia de lengua haría
imposible una equivalencia de enunciación que no homenajeara a la fórmula
“traduttore tradittore”?
En el marco de la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo –y a once
de aprobada la Ley de Residenciaii- una serie de conferencias dictadas en el Teatro
Odeón de Buenos Aires (1913, publicadas en 1916 con el título de El payador)
realiza –y reorienta- la dicotomía sarmientina civilización y barbarie. En un Buenos
Aires por el que en tres décadas han pasado seis millones de inmigrantes, la
barbarie estratégicamente no será ubicada ya en la campaña, sino en el corazón
mismo del territorio urbano, y sus protagonistas no serán ni indios ni gauchos sino
ese otro que ha llegado para 'desordenar' el espacio social (violentando su lengua).
Ricardo Piglia, en Respiración artificial, arma el escenario de la amenaza del otro:
"Para las clases dominantes, la inmigración viene a destruir muchas cosas... destruye
nuestra identidad nacional, nuestros valores tradicionales, etc., etc. En la zona ligada a la
literatura lo que se dice es que la inmigración destruye y corrompe la lengua nacional. En
ese momento la literatura cambia de función en la Argentina; pasa a tener una función ...
específica. Una función que, sin dejar de ser ideológica y social, sólo la literatura como tal,
sólo la literatura como actividad específica puede cumplir. La literatura ... tiene ahora una
sagrada misión que cumplir: preservar y defender la pureza de la lengua nacional frente a la
mezcla, al entrevero, la disgregación, producida por los inmigrantes”. (Piglia 1980: 168)
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por un lado, incluir el Martín Fierro en la serie poesía grecolatina (Homero,
Virgilio), lírica provenzal, cantares de gesta, poesía medieval (romancero español),
Quevedo, la novela de caballería (Cervantes) para, a partir de esa serie, religar la
lengua de la Nación con el español del siglo XV.
“Lo que empezó... a formarse [con los rústicos cantores] fue otro castellano,
tal como este idioma resultó al principio otro latín: y ello por agencia,
también, de los poetas populares.
Aquella obra espontánea culminó por último en un poema épico, cual sucede
en todo fenómeno de esta clase, siempre que él comporta el éxito de un
nuevo ser llamado a la existencia. De suerte que estudiarlo en dicha obra, es
lo mismo que determinar por la flor el género y la especie de una planta”.
(Lugones 1916: 1)
Tal como lo señalara David Viñas “algo se está borrando para siempre pero no hay
que dejarlo ir, es necesario fijarlo aunque sea en sus contornos más tenues. Ahí está
la poesía, eso es Lugones: los montoneros son homéridas, Héctor un domador, el
gaucho un héroe, el esclavo sumiso un paradigma, todo tiempo pasado fue mejor
sobre todo si el presente está dominado por ‘la chusma de las urnas’, el
yrigoyenismo y esos advenedizos descendientes de unos gringos gritones”.iv Y es
que la poesía épica para Lugones tiene como objetivo elogiar empresas inspiradas
por la justicia y la libertad, con lo cual “al ser ella la expresión heroica de la raza”,
se define por los conceptos de “patria y civilización” que coinciden en “ese doble
anhelo de excelencia humana: la justicia y la libertad”.v
Así entendida, la lengua de la nación y letra del Estado requieren de la comunidad
de la raza como suplemento de particularidad, en realidad un principio de exclusión
que representa el mito de origen para la verdadera Patria, porque el nacionalismo
ontologiza la nación creando una indisoluble unidad espititual entre ella, la lengua
y la letra, velando el hecho de que, tanto la formación de una nacionalidad como la
adopción de una lengua nacional, junto con la ejecución de la letra estadual, son
hechos políticos.
3
“El carácter nacional, no es necesario sino a este género de poesía [épica]; y
de tal modo, que toda poesía empieza a ser épica, apenas resulta
inevitablemente nacional”. (Lugones 1916: 15)
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“... proponer una serie de principios para la investigación metódica cuyos
resultados ofreceré al lector en el tomo II.
Asigno ante todo, el primer lugar, a aquel fundamento científico de la ciencia
etimológica, en cuya virtud las derivaciones nunca provienen de términos
subjetivos, inaccesibles por lo común, al pueblo y superfluos en la economía
primitiva de los idiomas; desde que estos tienen por destinación específica la
representación de objetos.
El segundo consiste en atribuir origen latino a toda palabra del lenguaje
gaucho que no exista en los léxicos castellanos y no sea evidentemente
indígena... la filiación latina ha de establecerse empezando por el latín y el
griego de la Media y baja épocas, para continuar con los nueve romances
principales, en este orden: el provenzal-catalán; el portugués-gallego; el
español hasta el S XV; el francés bajo su forma troncal llamada lengua de
oïl; el italiano bajo sus formas dialectales, y como estructura idiomática hasta
el S XVI; el sardo, el reto-románico, el rumano y el dálmata. Por último, el
griego y el latín clásicos, que suministran no pocas veces la confrontación
fundamental.
Conviene asimismo tener presente que los idiomas indígenas de América
legaron algunas voces, aunque muy pocas, al castellano de España”.
(Lugones 1916: 106-107)vii
NOTAS
5
[1]
Cf. Grüner, Eduardo, “La Argentina como pentimento” en Un género culpable.
La práctica del ensayo: entredichos, preferencias e intromisiones, Rosario, Homo
Sapiens Ediciones, 1996, p. 33.
[2]
Al cúmulo de transformaciones sociales, económicas y políticas que en la
Argentina se vinculan con la presencia de la inmigración, debe agregarse la
poderosa influencia que ésta tuvo en la activación de las luchas obreras y el
fortalecimiento de las organizaciones sindicales. Hacia 1900, el 52% de la
población estaba compuesto por extranjeros, que habían sido convocados como la
mano de obra proletaria indispensable para el progreso. Desde 1878 las huelgas
obreras fueron incrementándose, impulsadas principalmente por la acción de los
anarquistas. Hacia 1902, a la sucesión de huelgas se le sumaron otros factores que
aumentaron la intranquilidad del gobierno: 1) las acciones del anarquismo
internacional, como los asesinatos del Rey de Italia y del presidente
norteamericano Mac Kinley; 2) la presencia y activismo en Argentina de
anarquistas de la talla de P. Gori, E. Malatesta, A. Pellicer Paraire; 3) el deterioro
de las relaciones laborales y del nivel de vida de los obreros locales, afectados por
una desocupación del 25%; 4) la aceptación del anarquismo argentino de participar
en organizaciones sindicales junto con los socialistas. cuando en noviembre de
1902 -un año de excelentes cosechas- se extendió desde los principales puertos del
país una huelga general de dimensiones hasta entonces inéditas en la historia de
América Latina, el Poder Legislativo se apresuró a promulgar la "Ley de
Residencia" por la que autorizaba al Ejecutivo a expulsar del país, sin juicio previo
y en el plazo de 3 días, a "todo extranjero cuya conducta comprometa la seguridad
nacional o perturbe el orden público". Contra esta ley -expresión de la ideología
xenófoba de los sectores dirigentes del país- se renovaron las protestas desde el
momento mismo de su aprobación, atacando su manifiesta inconstitucionalidad (la
Constitución Argentina reconoce los mismos derechos y deberes a "todos los
hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino").
[ ]
3 Cf. Rivera, Jorge, “En el Centenario sí y no de Leopoldo Lugones” en Crisis Nº
14, Bs. As., Junio 1974, pp. 9-24.
[ ]
4 Viñas, David, Literatura argentina y realidad política. De Sarmiento a
Cortázar, SXX, Bs.As., 1974, p. 225.
[ ]
5 Lugones, Leopoldo, El payador, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1991, p. 8.
[ ]
6 El subrayado es nuestro.
[ ]
7 El subrayado es nuestro.
Referencias bibliográficas
6
Area, L., Pérez, L., Rogieri, P. (1999), “Lengua / territorio. Sarmiento-Bello:
diseños cartográficos para el siglo XIX latinoamericano”, Revista de Letras N 6,
UNR Editora, pp. 183-188.
Dra. Lelia Area (Directora), Prof. Liliana Pérez y Mg. Patricia Rogieri
(Investigadoras), integrantes del equipo de investigación consolidado de la
Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario.
Especialistas en Análisis del Discurso, Retórica y Lingüística con particular interés
en el estudio de las configuraciones imaginarias sustentadas por las políticas del
lenguaje.
larea@citynet.net.ar; lperez@citynet.net.ar; parogieri@ciudad.com.ar