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El barrio, un ser de otro planeta* misma moneda, muestras paradigmáticas del

advenimiento del Nuevo Orden, a la vez


Graciela Martínez** único y dual, en la capital uruguaya como en
el país y en el mundo.
Introducción
El barrio, lugar antropológico
Los cambios operados en el orden
mundial desde los años 80 abarcados bajo el En distintas lenguas y usos, la palabra
término globalización han aparejado barrio admite importantes matices y
transformaciones notorias en el medio ambigüedad respecto a las dimensiones y
urbano igualmente globales; transformaciones escala de relaciones que abarca, a su carácter
físicas, funcionales, sociales, como también popular y/o periférico o no necesariamente, a
en las ideas que mueven las conductas y las su conformación espontánea o planificada.
relaciones de las personas y los grupos entre En el Río de la Plata existe el arquetipo de
sí y con el lugar. El efecto conjunto y el signo barrio profusamente ilustrado en las letras de
común de estas tendencias es más que la tango, que es de condición humilde y
extrema polarización socioterritorial de la arrabalera y está cargado de un fuerte tono
ciudad dual de Castells; es una disgregación afectivo y nostálgico porque es,
más profunda y multifacética de la ciudad infaliblemente, un barrio perdido. Pérdida
como ámbito de convivencia que refleja y que se refiere, al mismo tiempo, a una historia
retroalimenta una descomposición de los personal y a una época pasada. El barrio del
ámbitos continentes y significantes de la vida tango está asociado a un tiempo idílico –el de
en distintos planos y a distintas escalas. Una la niñez y la juventud, el de la feliz inocencia-
de las manifestaciones elocuentes es la y remite a un ámbito solidario y protector; es
pérdida de la cohesión y la identidad histórica un barrio pobre donde se compartían
de los barrios, al tiempo que una confidencias y puchero y donde se hicieron la
reculturización universalizada los asimila a primera novia –el protagonista es casi
modelos de distritos urbanos –ya no barrios- siempre varón- y los verdaderos amigos. Es el
que se reproducen en las ciudades más lugar de pertenencia que, aun en su visión
distantes del mundo trasmutándolos hacia un más negativa, evocativa de la grisura y la
uniforme anonimato –no lugares de Augé- sin miseria, marca para siempre la existencia
otra diversidad que el poder de consumo que individual. “Dicen que me fui de mi barrio...”,
expresan. El barrio y su agonía resulta así un recita la voz ronca y cascada del entrañable
objeto de análisis muy adecuado para “Pichuco”, Aníbal Troilo-, “...si yo siempre
comprender esa “deslugarización” estoy volviendo... Mi barrio era así, así... qué
generalizada de esta época y buscar pautas sé yo si era así, pero yo me lo acuerdo así...”.
para contrarrestarla. Tal es el propósito de la
investigación aquí presentada, que ensaya una Esta figura de barrio propia de la cultura
mirada en contrapunto sobre los procesos de tanguera impregna nuestro uso común más
dos barrios montevideanos: el Cerro y Punta restrictivo, en el que la palabra es casi un
Carretas. Desde el punto de vista calificativo, toda vez que se habla de “vida de
convencional imperante, uno y otro barrio” o de que una zona residencial es o no
representan tendencias opuestas, de barrio (o barrio-barrio). Sin que tenga un
degradación y de “gentrificación” contenido de clase estricto, de hecho esta
respectivamente. Mas si se rechaza el criterio acepción excluye el estilo de vida privado,
de valor que esta óptica sobreentiende y se cerrado y autosuficiente de las clases altas.
apela a otros más inmanentes de la condición
humana, ambos siguen el mismo curso Barrios así no surgen por decreto ni de la
destructivo. El Cerro y Punta Carretas noche a la mañana. Son entidades vivas,
pueden reconocerse como dos caras de una fundadas en vínculos de parentesco y
vecindad tejidos por la permanencia y el
* Este trabajo está basado en la Tesis de Maestría conocimiento mutuo a lo largo de
en Impactos Territoriales y Ambientales de la generaciones. Tienen encuentros cotidianos,
Globalización de la autora, titulada “Dos faros fiestas, recordaciones y duelos propios,
sobre Montevideo y el Big Bang”. reconocen señales y símbolos identificatorios
** Docente de la Facultad de Arquitectura, que pueden pasar desapercibidos a los
Universidad de la República. E-Mail extraños, pueden generar ritos y códigos de
gmartine@farq.edu.uy
núm. 1, verano 2004
www.bifurcaciones.cl
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el barrio, un ser de otro planeta

conducta que los diferencian de otros barrios


y del resto de la ciudad. Este barrio, No hay más remedio que remitirse a una
constructo propio de una colectividad “vaguedad” cualitativa y subjetiva cuando se
identificada con su lugar al que la tradición habla de esas cosas intangibles como la
puebla de sentido, es eminentemente un lugar identidad o el arraigo, porque estos poco
antropológico, una “construcción concreta y tienen que ver con la propiedad privada o con
simbólica del espacio... a la cual se refieren las “preferencias de localización” que miden
todos aquellos a quienes ella les asigna un las encuestas. Los lugares de vida no son para
lugar... [que] es, al mismo tiempo, principio la gente una opción disponible según el
de sentido para aquellos que lo habitan y precio, como la oferta de destinos turísticos o
principio de intelegibilidad para aquel que lo la de asistir a su superficial espectáculo, más
observa”, tal como lo define Augé modestamente y sin diferencias sustanciales, a
contrastándolo con “el espacio del no-lugar través de la televisión. El lugar sentido como
[que] no crea ni identidad singular ni relación, propio no es una mercancía de “libre”
sino soledad y similitud [y] tampoco le da elección; no es fungible ni intercambiable
lugar a la historia, eventualmente como el derecho de propiedad que,
transformada en espectáculo..., allí [donde] aparentando dotarlo de una mayor seguridad
reinan la actualidad y la urgencia del a través de la legitimación jurídica, lo ingresa
momento presente” (Augé, 1992: 57-58 y en la lógica mercantil donde todo está sujeto
107). a la prevalencia del valor de cambio. La
mudanza residencial, según investigaciones
Como lugar antropológico, el barrio puede psicológicas, ocupa un puesto muy alto en el
ser visto, descrito, analizado, pero sólo puede orden de vivencias traumáticas y la pregunta
ser plenamente aprehendido en forma ¿se mudaría a otro lugar? provoca una especie de
vivencial. A propios y ajenos se manifiesta a desconcierto entre quienes tienen su vida
través de indicios tangibles, pero no es una unida al barrio y se reconocen en él, tal vez
lista de rasgos o atributos lo que hace al parecido al que provocaría preguntarle a uno
barrio. “Lo” barrio es inobjetivable porque su si desearía ser otra persona. Ciertamente, el
esencia radica en una carga de significado suelo urbano ya está despojado de mucho del
subjetiva, una codificación de lo perceptible significado de la tierra para el campesino,
por lo que se sabe o cree de sus lugares, sus pero aun en él se verifica ese sentimiento
personajes, sus historias y sus leyendas. Una entrañable de pertenencia recíproca al y no
influyente obra de los 70, La cuestión urbana de sólo del lugar, a y de ese y no cualquier otro
Manuel Castells, cuestionaba, desde un lugar “equivalente”.
riguroso materialismo científico, la existencia
de los barrios o de cualquier unidad ecológica La deslugarización de “nuestra época”
humana, incluyendo a la misma ciudad así
entendida. “No se descubren ‘barrios’ como Tal vez el barrio represente una
se ve un río; se les construye” (Castells, 1974: restauración parcial de la aldea dentro del
128). Sus énfasis, entonces y todavía hoy extravío de –parafraseando a Ciro Alegría- “el
oportunos para desenmascarar “la ideología mundo demasiado ancho y ajeno” que es la gran
del medio ambiente” como una ciudad, reflejo y fruto de la pertinacia
“naturalización de las contradicciones reconstructora de ámbitos vitales de un ser
sociales”, reflejan, sin embargo, el mismo humano desarraigado y masificado. Si el
principio de realidad capitalista. Los barrios, barrio, como creación popular espontánea,
efectivamente, no se descubren como se ve recupera valores fundamentales de la
un río. Porque “descubrirlos” supone un naturaleza humana desbordando
punto de vista externo capaz de sentenciar afortunadamente la rigidez aséptica de la
una realidad inapelable como la existencia de planificación autoritaria, lejos está de ser la
un río, existencia que, por otra parte, admite “unidad natural de la vida social” en un
innúmeras miradas. Comparar un típico medio “urbano, nueva era de la humanidad,
barrio obrero con un suburbio que representaría la liberación de los
estadounidense para concluir que lo que los determinismos y las exigencias de las fases
diferencia es pura cuestión de clase, en el anteriores”, siempre y cuando “escape a toda
fondo es desestimar todo sentido y represión... en definitiva, el derecho a la
motivación de la existencia humana que no ciudad”, como sostiene Henri Lefebvre
sea la “racionalidad económica”. (Castells, 1974: 109, 111 y 128). Porque tal

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posibilidad de libertad es ficticia y cada vez centralidades” dispersas, de la multiplicación


más estrecha en “un mundo cuya inmensa de asentamientos marginales y suburbios
variedad potencial... ha sido sacrificada a una residenciales al estilo USA, del culto al
uniformidad metropolitana de un nivel automóvil y el confinamiento en el hogar y en
inferior. Un mundo sin raíces, arrancado de hipercentros cerrados. En medio de este Big
las fuentes de la vida, un mundo plutónico... Bang, este estallido y este dinamismo
ciudades que se extienden sin razón alguna y centrífugo, es absolutamente coherente que,
que de esta suerte cortan el alma de su como la ciudad misma, los barrios
existencia regional... ciudades donde se trata desaparezcan.
de hacer más ganancias en el papel y más
sustitutos artificiales para la vida” (Mumford, La tesis aquí sustentada es que, lejos de ser
1945, tomo 2: 63). Ya hace bastante más de derivaciones contingentes, procesos tales son
medio siglo, autores como Mumford y Wirth inherentes a la lógica del Poder. Imponer el
hablaban del carácter desequilibrado y gran no-lugar que es la globalización requiere,
desequilibrador de la urbe capitalista y en los más que producir no-lugares, llevar a cabo
años 60 Reymond Ledrut constataba una una “deslugarización” generalizada que lleva a
polarización de la vida social en la sociedad extremos ilimitados la alienación iniciada con
moderna en torno a los dos extremos, la la ciudad industrial y que es parte
ciudad y la vivienda, sin que haya apenas fundamental del modelado del ser humano
posibilidad de supervivencia para los grupos funcional al sistema, un átomo desarticulado,
intermedios. un ser anónimo, aún más que individuo
masificado y que hombre unidimensional de
Si algo nuevo ha aportado la globalización Marcuse; un nowhereman, hombre de ninguna
en este proceso es una agudización y una parte, más parecido al de la canción de los
aceleración dramática de esas tendencias. La Beatles que al habitante del feliz Nowhereland
trasnacionalización del poder, la precarización de William Morris; un sujeto aislado y
laboral, la exclusión social, el imperio de una perdido, despojado de referencias
despiadada competencia, la ética débil, el comunitarias y locales propias, culturales,
pragmatismo, el individualismo, la históricas y naturales, a merced de la coerción
compulsión al consumo, la cultura de la y la manipulación mediática. Las utopías del
intrascendencia, la fugacidad y el espanto concebidas por George Orwell y
inmediatismo que constituyen la marca de Aldous Huxley se subsumen esencialmente en
“nuestra época” como un juego de espejos esta desintegración de la identidad y el lugar
sinérgico van desarticulando los ámbitos en el mundo de la gente y su sustitución por
continentes y significantes de la vida en el equivalente universal único y un espacio de
distintos planos y a distintas escalas dando flujos aséptico y designificado.
lugar a ese mundo fragmentado de que habla
Castoriadis (1997) y esa explosión del desorden de “La sustitución de los lugares por una red
que habla Fernándz Durán reproduciendo, 60 de flujos de información constituye una meta
años más tarde, casi textualmente las palabras fundamental del proceso de reestructuración
de Mumford: “El tiempo de la vida cede paso [socioeconómica del capitalismo]... Escapar a
al tiempo vacío del capital. La atomización de la lógica social inherente a cualquier lugar
las relaciones personales, el desarraigo, la particular se convierte en el medio de
alienación en el trabajo, la ausencia de un conseguir la libertad... El surgimiento del
equilibrio con la naturaleza, el aturdimiento espacio de flujos expresa la desarticulación de
sonoro y lumínico, el intento de satisfacción sociedades y culturas con base local” –dice un
de las necesidades vitales vía consumo... en párrafo de Castells altamente revelador de
definitiva, la falta de sentido de la vida esta estrategia. “Lo que surge –afirma- no es
ocasionan una fuerte desorganización de la la profecía orwelliana de un universo
personalidad urbana en la gran metrópoli” totalitario controlado por el ‘Gran Hermano’
(Fernández Durán, 1996: 138). El avance de sobre la base de las tecnologías de la
esta globalización no puede sino acompañarse información. Por el contrario, se trata de una
del crecimiento y la expansión indefinida de forma mucho más sutil y... potencialmente
las áreas metropolitanas, de la segregación más destructiva, de desintegración y
socio-territorial y la eclosión de inseguridad y reintegración social. No existe una opresión
violencia, de la decadencia de los centros tangible ni un enemigo identificable ni centro
tradicionales y la aparición de “nuevas de poder alguno que pueda ser

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responsabilizado de problemas sociales común y reflejan del curso de la ciudad toda,


específicos... El sentido social se evapora de del país, del mundo.
los lugares y por lo tanto de la sociedad y se
torna diluido y difuso en la lógica de un Las respuestas buscadas no quieren ni
espacio de flujos cuyo perfil, origen y pueden ser verdades científicas. Valiéndose
propósito último son desconocidos incluso desprejuiciadamente de fuentes y datos
para muchas de las entidades integradas en la diversos –bibliografía histórica, cartografía,
red de intercambios... La gente vive en lugares, el información censal, investigaciones
poder domina mediante flujos” (Castells, 1995: antecedentes, entrevistas testimoniales,
484-485, subrayado mío). periódicos y otras manifestaciones culturales
locales, así como conocimientos previos y
Dos faros sobre Montevideo y el Big percepciones personales- y utilizando como
Bang “indicadores” algunos principios de la
existencia de una unidad de habitat localizada
Prácticamente todas y cada una de las en el espacio y el tiempo –límites y distancias,
tendencias asociadas a la globalización tienen centros y nexos, signos de identidad o
su expresión en las transformaciones de la anomia, de arraigo o desarraigo, unidad o
capital uruguaya en los últimos decenios y lo uniformidad entre partes que conforman o no
que sobre todo se verifica es el efecto un todo-, a través y más allá de todo ello se
conjunto: la pérdida de una integración y una intenta construir una mirada compuesta de
identidad forjada, con la del país, hasta miradas diversas que permita interpretar qué
mediados del siglo que acaba de terminar. claves operan en la antinomia primordial
Este trabajo ensaya una mirada en entre unidad y fragmentación, cohesión y
profundidad sobre ese proceso a través de decohesión, ser y no-ser, en definitiva, de esa
dos barrios singulares de la ciudad que entidad llamada barrio.
representan casos paradigmáticos, el Cerro y
Punta Carretas. Pasado y presente

Hacer una lectura como esta ha supuesto Punta Carretas y el Cerro son, ante todo,
fijar la atención, ora alternativa, ora puntos geográficos sobresalientes y de algún
simultáneamente, en dos tipos de modo aislados en el perfil de la costa
comparaciones, establecidas a través de una montevideana, de ahí que tempranamente se
coordenada espacial y una temporal, constituyeran en enclave de sendos faros que
previendo la existencia de coincidencias o precedieron a la urbanización. De allí también
invariantes y de diferencias o cambios. Esto que parte de su historia y su mitología les
es, un contrapunto entre lugares, por un lado, venga del mar. Como todos los aledaños del
y un contraste, por otro, entre un antes y un primitivo casco fortificado español –hoy
ahora de límites no precisos ni Ciudad Vieja de Montevideo-, fueron en
necesariamente coincidentes para uno y otro época colonial chacras incultas y uno de los
barrio pero en principio reconocidos, primeros usos que se les conoce fue la
respectivamente, hacia algo pasada la mitad y instalación de saladeros y otras industrias
en la última década del siglo XX, lo que ubica alimentarias para el abasto de la ciudad. Los
el tránsito dentro de un lapso que en la nexos principales que conectaban aquellos
cronología nacional se corresponde con el campos yermos con la primitiva civilización –
período dictatorial (1973-85) y en la mundial, respectivamente, un camino y un paso de un
con la entrada en la era de la globalización. arroyo- fueron consolidados a través de los
Para comprender las continuidades y las sucesivos medios de trasporte y subsisten
rupturas históricas que ese tránsito significa, hasta hoy. Incorporados definitivamente
por momentos la mirada se remonta a épocas como barrios en la trama urbana en
pretéritas. La investigación trascurre así por circunstancias muy diferentes, cada uno se
los sectores dispuestos en el cuadro adjunto al conformó con un marcado sello propio
final focalizando el interés principal en la cruz dentro de la ciudad integrada que Montevideo
de interfase, más particularmente en el centro se preció de ser hasta hace unas tres décadas.
y fundamentalmente en uno de sus Ambos, también, se han constituido en
cuadrantes, que es donde radica la posible imágenes privilegiadas de las mutaciones y los
relación del caso con las hipótesis; lo que las extremos de la Montevideo actual.
mutaciones de uno y otro barrio tienen en

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Jalonando el extremo occidental de la política, sindical y de toda actividad reunitiva


bahía de Montevideo, el Cerro es el primer e iniciado un declive general de pobreza, la
hito de la ciudad, razón indiscutida aunque no extraordinaria vitalidad del Cerro va a
dirimida de su nombre. Y es por eso un declinar sin retorno. Paulatinamente el barrio
nítido signo de identidad, no sólo de se transforma en un dormitorio del que la
Montevideo, sino del país. Su efigie domina población trabajadora se ausenta durante el
todos los grabados y pinturas de época hasta día para ir en busca de ocupaciones dispersas,
bien entrado el siglo XX y, coronada por la eventuales y mal pagas que por entonces
Fortaleza de comienzos del siglo XIX, ocupa empiezan a reemplazar al trabajo estable y
asimismo uno de los cuadrantes del escudo organizado en grandes plantas.
nacional, representando la fuerza. Sobre el Consecuentemente cierran muchos
simbolismo natural del lugar, la obra humana comercios, servicios y centros culturales y
vendría a imprimir otro tanto o más fuerte. El sociales. La población más joven empieza a
Cerro se transformaría en bastión obrero, emigrar, los grupos familiares a desintegrarse;
forjado en el aglutinamiento de humildes del vecindario arraigado van quedando los
inmigrantes europeos, convertidos en viejos. Mientras la Villa queda casi congelada
braceros de las toscas artes industriales que en una lenta decadencia, por oleadas
pululaban en torno a la bahía en el sigo XIX y comienza una agregación heterogénea de
luego en proletariado de la industria nueva pobreza que progresivamente va
frigorífica que tuvo allí su principal asiento en ocupando terrenos rurales, públicos e
la primera mitad del XX. La que propios y inhabitables y extendiéndose en suburbios
ajenos, hoy con aire de nostalgia, más dispersos hacia el Norte y el Oeste. A
reconocemos como inequívoca identidad diferencia de la amalgama que antes produjera
cerrense se gesta en esta época y radica en la la inmigración sucesiva, este crecimiento y
Villa originaria, fundada en la falda oriental, renuevo de población se produce como una
mirando al puerto. La concentración obrera, yuxtaposición fragmentada de núcleos ajenos
unida a una combativa presencia entre sí, con una sensible carga de
anarcosindicalista, cristaliza en una férrea desconfianza mutua y a veces también
unidad de barrio y clase que se constituye en interna. Cada grupo es mal visto y peor
pilar de la aguerrida Federación Autónoma de recibido por los vecinos anteriores que, junto
la Carne. Episodios culminantes de esos con su mayor antigüedad, suelen reivindicar
tiempos heroicos son las épicas tomas del valores y comportamientos distintos –
Cerro, con el cierre del nexo con la ciudad, el superiores- a los de los nuevos colonos. La
puente de Carlos María Ramírez sobre el nueva actividad económica diseminada por
Pantanoso. Menos espectacular y más toda la zona proviene de la recolección de
permanente es una cultura propia, una ética basura.
solidaria sagrada e implacable con los
traidores y un orgulloso sentimiento localista, Al presente, la crisis industrial,
amasados a través de una intensa convivencia fácticamente monumentalizada en los
comunitaria en la rutina cotidiana y el día de esqueletos desmantelados de los grandes
fiesta como en la huelga y la barricada. Una frigoríficos, la pauperización del salario y la
cultura que florece en numerosas expresiones precarización del empleo, la segregación y la
románticas y artísticas, pintores, narradores y exclusión concentran su efecto disolvente en
poetas surgidos al influjo del color y el calor el Cerro y a sus espaldas, ampliando el
cerrense y que acaba quizá de acuñar el deterioro ambiental allí acumulado a lo largo
apelativo popular de República Independiente del de la modernización del Uruguay. La alusión
Cerro. al Cerro en la prensa y en el imaginario de los
montevideanos se asocia hoy en día a
En 1972, al cabo de un par de decenios de degradación y frecuentemente a la crónica
decadencia del suculento negocio exportador roja, estigma que no escapan de aplicarse –
de la producción cárnica nacional, traducida entre sí y a sí mismos- los propios cerrenses.
en el cierre o la drástica reducción de los El epicentro de los sucesos que le dan
establecimientos privados, y en vísperas del fundamento es un temido antro que se
golpe de estado, se cierra definitivamente el conoce como Cerro Norte, un complejo
Frigorífico Nacional, asestando un golpe letal habitacional construido hace 25 años para
al Cerro. Rota la unidad entre domicilio y reubicar compulsivamente a los desalojados
trabajo, desatada luego la persecución de tugurios ruinosos de la zona céntrica. Pero

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la marginalidad física y social genera un caldo juegan en la calle y los perros andan sueltos.
de cultivo propicio para que prolifere la Aislamiento, profusión de verde, confianza,
criminalidad en toda una zona mucho más tranquilidad. Este es el ámbito
vasta y, aunque la gran mayoría de la intempestivamente trastrocado –percepción
población del lugar no es la protagonista unánime- de la mano de un agente muy
activa sino la primera víctima, tampoco inteligible y representativo de la
resulta fácil ni razonable atribuirle el origen contemporaneidad.
circunscrito -la culpabilidad- que los
habitantes de cada sector y minúsculo A fines de 1986 ocurre en Punta Carretas
vecindario hacen cuestión de discernir. un episodio cinematográfico del que
sobrevendrá una radical transfiguración del
Punta Carretas o Punta Brava, entre tanto, barrio. En uno u otro sentido y manera, se
es una prominente punta rocosa orientada al produce un motín en la cárcel. A los pocos
Sur, la más pronunciada del borde costero días, esta se desaloja y clausura
montevideano. El doble nombre del lugar, definitivamente. Al cabo de varios años de
señala Agustín Noriega, es significativo. idas y venidas sobre el destino del predio –
Expresa la mirada ora desde tierra, ora desde nada menos que seis manzanas enclavadas en
el mar. Mientras Punta Brava, según cuenta un punto ahora ostensiblemente privilegiado
un antiguo lugareño, es el nombre que le de la ciudad - en 1994 en su lugar abre sus
dieron los marinos, porque la punta se puertas el Punta Carretas Shopping Center, el
prolonga bajo agua en una peligrosa restinga, más distinguido de Montevideo, en una
dizque otrora culpable de muchos naufragios construcción híbrida que, junto con los
reales o legendarios, Punta de las Carretas elementos tecno y los grandes
sería resultado de la antigua concurrencia de estacionamientos de rigor, consiente o
aquellos vehículos de tiro de bueyes al paraje, conviene en incorporar –certera expresión de
tal vez porque era usado como basurero, tal Beatriz Sarlo- souvenirs de la cárcel. De la
vez al saladero, sin que se sepa a ciencia noche a la mañana, el lugar por donde no
cierta. La marginalidad de Punta Carretas a pasaba nadie es invadido por una multitud y
pesar de su cercanía al centro, que nace de su una avalancha de vehículos que provoca en el
quedar fuera del paso, su situación de cul de sac embudo de la península un predecible
acentuada por el grueso colchón parquizado congestionamiento. Como no era menos
que corta la trama urbana, se vio asegurada y predecible, la impronta del shopping desborda
dilatada con la implantación, en los albores ampliamente sus muros. Para beneplácito
del siglo XX, de una penitenciaría, la más explícito de algunos propietarios y tal vez no
imponente que conociera el país hasta el confeso de otros muchos, los precios
siniestro Penal de Libertad erigido por la inmobiliarios trepan abruptamente,
dictadura 70 años más tarde e, irónicamente, catapultados por una corrida del interés por
escenario de espectaculares y subterráneas sentar sede de negocio o residencia en el
fugas colectivas protagonizadas por militantes nuevo y prestigiado centro. Seducida por la
anarquistas en los años 30 y tupamaros en los oferta, expulsada por la suba de la renta o
70. Es más que probable que la presencia ahuyentada por el ruido, buena parte de la
intimidatoria de la mole amurallada del Penal antigua población emigra. Muchas casas se
haya inhibido largamente el afincamiento de refuncionalizan para destino comercial,
residentes y otra visita que no fuera la de los especialmente gastronómico, mientras otras
familiares de los presos. Recién hacia la mitad son adquiridas por nuevos residentes más
del siglo la ciudad termina por rodear la acordes con la actual categoría de la zona.
cárcel, generándose un barrio nuevo de Concomitantemente se acelera un proceso de
ámbito apacible, que alberga una variopinta origen anterior no menos influyente que el
clase media típica de la época. Un abanico shopping en el cambio de la composición social
que abarca desde profesionales acomodados y los hábitos del vecindario: la verticalización,
hasta modestos inquilinos de apartamentos que tras completar una barrera de edificios de
construidos a los fondos de las casas con apartamentos lujosos enfrente a los espacios
jardín que constituyen la fisonomía verdes, comienza a extenderse también por
homogénea del lugar. Un barrio con una las arterias internas. Y se impone un nuevo
cotideaneidad discreta y familiar y toques de estilo de vida individualista, puertas, porteros,
risueña bohemia, un aire local de aldea o pueblo rejas y garages adentro, segregacionismo de
de campaña donde la gente se conoce, los niños élite contagiado a todo el barrio, acicateado

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por el incremento delictivo que ha atraído el su mayoría semirrurales- de bordes y


cambio. denominación harto confusos y, además, se
mueven día a día. A la equívoca y cambiante
El mensaje implícito en la publicidad definición de su territorio y sus partes, se
inaugural del shopping –rescatar un lugar perdido agrega un fenómeno que constituye uno de
para la ciudad- se consuma con creces. El los síntomas más elocuentes de la
“lugar perdido” es más que la cárcel. Es atomización del Cerro en las últimas décadas.
Punta Carretas, antes sustraída y ahora Excepto la Villa, en todos los demás sectores
exitosamente rescatada por y para ellos, los se superpone una miríada de divisiones y
inversionistas del shopping, y para la ciudad nombres puestos y a menudo sólo conocidos
que ellos y él representan. Transformada en el por los propios pobladores, tanto más
mayor símbolo del consumo de Montevideo, abundantes y minúsculo su alcance cuanto
Punta Carretas ya no sólo es del shopping, sino más recientes los asentamientos. “El Cerro, la
el shopping. Es lo nuevo, es la época, es el zona llamada Cerro... lejos está de constituir
presente y, como dice Agustín Noriega, el un barrio único... A medida que la mirada se
futuro: “Resistirse al shopping es resistirse al va agudizando... va estallando al análisis, a
futuro, la única manera de futuro posible y modo de implosión caleidoscópica, una
deseable. Hoy es el tiempo del shopping y la cantidad de mundos o sub-mundos... una
gente se viste especialmente para ir al templo, multiplicidad de identidades precariamente
como antes para ir a misa con ropa de ensambladas en una dudosa Unidad Barrial
domingo” (Noriega, 1997). mayor” (Baleato, 1998). El Cerro se dilata y se
disgrega participando y reproduciendo a
Contrapunto escala local el Big Bang de Montevideo. A la
vez que se separa más y más de la ciudad, de
Límites y distancias la condición ciudadana, de la sociedad formal,
aumentan sus distancias internas. Hoy más
Por lo general un barrio tiene dos tipos de que antes todo él periférico, genera una
límites que pueden coincidir más o menos, estratificación propia en la que el antiguo
establecerse en distinto orden y variar con el casco obrero adquiere un privilegiado status
tiempo: una demarcación oficial y precisa y de centro respecto a su propia periferia
otra espontánea, subjetiva y difusa que amorfa y marginal en la que cada parte, a su
reconocen los pobladores, los límites que vez, se aleja cada vez más de todo el resto.
marcan un aquí y un nosotros y una diferencia
con lo otro y los otros. La difuminación de El ser de Punta Carretas ha estado
estos límites, así como la aparición de tradicionalmente signado por dos tensiones
potentes límites internos, tanto físicos como opuestas: la identitaria de la Punta Brava, con
mentales, denotan un proceso de su naturaleza y su aislamiento, y el nexo con
desintegración o debilitamiento del barrio, el ruido urbano, representado por el cruce de
ora por una indiferenciación que le quita Ellauri y Veintiuno de Setiembre, rótula con
sentido por falta de identidad, ora por una el lindero Pocitos. Villa Biarritz, a pocos
segregación interna que desdice la unidad. pasos, como la cárcel-shopping ha sido siempre
Una y otra clase de proceso rompen los ojos un objeto aparte enquistado en el barrio,
en el Cerro. En Punta Carretas hay que calar aunque también aquí su ajenidad se ha
un poco más hondo. acentuado con el carácter de coto cuasi
exclusivo de los lujosos edificios que la
El Cerro tiene fronteras naturales netas rodean actualmente. Ya en el barrio de antes,
por el Sur y por el Este –el Río de la Plata y el pues, si se considera sus límites oficiales,
Arroyo Pantanoso que lo separa de la existían distinciones dadas simultánea y
hermana La Teja y del resto de la ciudad. Por coincidentemente por la cercanía a uno u otro
el Norte y el Oeste, en cambio, sus límites polo, por la antigüedad y por el status social,
son difusos, muy discutibles y variados según más alto en los sectores más nuevos y
de qué Cerro se esté hablando, si del alejados de la punta. Lo que la población
accidente geográfico, del casco urbano largamente afincada reconoce como la más
originario –ser del Cerro, sin más, es ser de la auténtica Punta Carretas son unas pocas
Villa- o de una amplia región cuyos “límites” cuadras, las más inmediatas a la punta,
resultan irreconocibles, ya no responden a afirmación que se hace prácticamente
nada, abarcan un sinfín de zonas diversas –en unánime cuando se refiere al presente. Este

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pequeño reducto es percibido como en afirma que las distancias espaciales coinciden
estado virginal, salvaguardado de la con las distancias sociales y viene a ser
metamorfosis del barrio. Sin embargo, si se también lo que inspira la manida antinomia
examina con detenimiento, también él está centro-periferia para referirse a una relación
penetrado, perforado al decir de un testigo, por bipolar de poder de cualquier tipo. Sin
el atravesamiento automotor, por los embargo, la desaparición de la estratificación
restaurantes y pubs que se concentran aquí concéntrica de la ciudad tradicional a raíz de
predilectamente, por los menos visibles la eclosión automotriz y las
cambios de pobladores, costumbres y telecomunicaciones, lejos de aparejar una
transeúntes. Más que exceptuar o remarcar la equiparación de las ventajas y las calidades
exclusiva identidad puntacarretense de la urbanas, refuerza las distancias y, en cambio,
pequeña punta, la irrupción de lo foráneo ha la designificación del centro representa y
producido un fraccionamiento de Punta coadyuva a la desintegración de la unidad.
Carretas toda en este y otros pedazos
entrecortados que, frente al contraste, se han Los barrios montevideanos suelen tener
hecho, al tiempo que más aislados, más un centro propio asociado a un eje o un nudo
parecidos entre sí, conservando, por igual y a circulatorio que es la conexión principal con
semejanza de la Villa del Cerro, más la el resto de la ciudad. La pujanza de un centro
apariencia y la memoria que la sustancia de de barrio se corresponde normalmente con
antes. Punta Carretas crece en el único las del barrio mismo. La dinámica y cuasi
sentido físico posible, hacia arriba y en autónoma República del Cerro de otrora tuvo en
densidad, pero han aparecido fronteras la calle Grecia un centro relevante; el punto
internas más drásticas que los matices de nodal era su cruce con Carlos María Ramírez.
antes, barreras y flujos hostiles que se Para la mucho más insignificante y aldeana
interponen entre uno y otro sector, como Punta Carretas de entonces, los equivalentes
entre todos ellos y los pulmones verdes del eran Ellauri, donde sólo la Parroquia
barrio, la costa y los parques. constituía un centro destacado de vida social,
y el pequeño núcleo de cines y bares
Centros y nexos establecido en su cruce con Veintiuno de
Setiembre. Por distintas causas, hoy es difícil
Lo mismo que los barrios, ya sean reconocer un centro de barrio en cualquiera
fundados o espontáneos, los centros urbanos de ellos. Desaparecida la vitalidad de la Villa y
son lugares antropológicos cuya carga de uso reflejando el contrapeso poblacional hacia el
y de sentido es un proceso de apropiación Norte, la mayor actividad comercial y de
vivencial colectivo. Lugares a la vez servicios del Cerro se ha desplazado a Carlos
propiciatorios y expresivos de unidad, los María Ramírez, sin que conlleve la riqueza ni
centros tienden a desdibujarse a la par de ella la personalidad que tenía “la principal”,
en las ciudades y en los barrios penetrados Grecia. Simultáneamente, respondiendo a la
por la dinámica de la globalización. Las vastedad y la dispersión que hoy alcanza la
“nuevas centralidades” pueden atraer región, brotan otros centros de servicios
multitudes y cargarse de prestigio, pero lejos locales de distinta envergadura, desde la
están de significar lo que un centro histórico. medianamente importante calle Etiopía en
Los “centros” de negocios, nuevas sedes y Casabó hasta el salón comunal –donde lo
símbolos del poder, a diferencia del palacio o hay- o el sitio de abastecimiento del
el ayuntamiento representan un poder asentamiento más pobre, donde los huevos y
intangible que no pertenece más al lugar, los cigarrillos se venden por unidad y donde,
inasequible e indiferente a sus alegrías y al decir de una de mis guías sobre una señora,
tristezas. Los “centros” de ocio y consumo, “ella es el almacén”. Lo acaecido en Punta
nuevos templos de un culto mundial cuyos Carretas es distinto. Ni la concentración de
ídolos y rituales vienen dictados por el comercios a lo largo de Veintiuno que se
esperanto publicitario, sin que su difuso prolonga por Ellauri ni los locales
origen se sepa ni importe mayormente. gastronómicos salpicados por todo el barrio
ni, mucho menos, el shopping conforman un
En una estructura cualquiera, el centro es centro de barrio, aunque estén allí y muchos
el punto calificado que sirve de referencia de los usuarios habiten cerca. Es una típica
para el ordenamiento jerárquico de las partes. nueva centralidad de élite que no expresa ni
Es lo que alude Pierre Bourdieu cuando congrega relaciones comunitarias, sino un

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graciela martínez
el barrio, un ser de otro planeta

tipo de consumo individual marcadamente Arraigos e identidades


suntuario al que se accede puntualmente y en
auto. La identidad y el arraigo no son un
“indicador” más. Bien puede decirse que ellos
Por distintas razones también, y de forma constituyen la esencia de un barrio. Y es,
diferente, los nexos de ambos barrios con el indudablemente, la permanencia en el lugar,
resto de la ciudad han variado; se han con el relevo de generaciones sucesivas, la
incrementado, a la vez que dificultado. El que va tejiendo y retejiendo una trama de
aflujo vehicular masivo que concita ahora relaciones significativa, acumulando y
Punta Carretas desborda ampliamente las decantando historias y fabulaciones que
arterias principales, satura otras conexiones componen una tradición y una autoimagen
directas con los estacionamientos del shopping constantemente rediviva, cimentando la
y se desparrama aun por las calles más pertenencia de cada nuevo miembro. Pero,
minúsculas de su trama entrecortada, como observa Baleato (1998), “la mera
suscitando la imagen de perforación que alude territorialidad, es decir el mero convivir en un
uno de los entrevistados. Para el Cerro, la mismo espacio geográfico, no sería condición
autopista de acceso a la capital construida en suficiente para constituir una identidad barrial
la década del 80 que atraviesa la región y/o comunitaria”. Arraigos e identidades son
cumple un rol ambivalente y, una obra colectiva que cuenta con tiempos
paradójicamente, contribuye a acentuar su personales morosamente dispuestos para
segregación. Establece un corte imponente, recorridos, reconocimientos, encuentros,
inhóspito y peligroso que simboliza el intercambios. De allí que los artífices de esa
dominio de otro mundo, representado en el obra, lo mismo en el barrio que en el hogar,
paso fugaz y avasallante de grandes camiones son los que permanecen más tiempo en él, no
y autos de chapa nacional y extranjera –que otra que la población “económicamente
no casualmente, de vez en cuando son objeto inactiva”: tradicionalmente, las mujeres, los
de asaltos más vandálicos que productivos. Y niños, los viejos y hasta las mascotas
ha allanado la llegada al reducto cerrense integradas en el ciclo de la convivencia
desde ese mundo dominante, haciéndolo más cotidiana. Así como estar ausentes de los
permeable, quebrando su especie de puestos de mando, es proverbial en las
privacidad que aseguraba el solo acceso por el mujeres ser las que sostienen las redes y las
viejo puente. organizaciones vecinales. Tras la inestabilidad
residencial y la inseguridad y dispersión de las
La apertura de una rambla continua fuentes de trabajo, se suman la incorporación
bordeando toda la costa del Cerro facilitará el femenina al mercado laboral, la reclusión de
acceso a sus puntos de atracción turística: la los ancianos en “casas de salud”, la fatigosa
playa, el parque Vaz Ferreira, el privilegiado disciplina en que se ha transformado la
panorama desde la Fortaleza. Hacia otros infancia, incorporada en edades cada vez más
puntos de la región cerrense el panorama es tempranas, ya sea a la dura lucha por la
bien otro. La multiplicación y la extensión de susbsistencia o a las inacabables obligaciones
las líneas de ómnibus mal alcanzan a formativas que preparan para la disputa de un
compensar la explosión territorial y cada vez más escaso lugar de dignidad
demográfica y los factores de aislamiento más ciudadana. El acrecentamiento de las
nuevo y más profundo que redundan en tres distancias, el abastecimiento en
carencias básicas de servicios móviles: la hipermercados, las rutinas y las urgencias que
ambulancia, el recolector de basura y hasta el hoy absorben y fragmentan el tiempo y los
patrullero no llegan a muchas partes del ámbitos de la vida personal reduciéndola a
Cerro, por la intransitabilidad de las calles o, una agenda repleta e inconexa y a un exilio
más bien, por el miedo. Si ir a Punta Carretas permanente, todo esto ataca medularmente la
se ha vuelto habitual para muchos creación de lugares, arraigos e identidades.
montevideanos y entrar, dificultoso, porque Por si no bastara, la desconfianza, la
van demasiados vehículos, ir al Cerro se ha agresividad y el miedo terminan de desalentar
vuelto una práctica casi exclusiva de los el empleo del exiguo tiempo restante para
cerrenses y entrar, una aventura arriesgada experiencias y contactos espontáneos,
que muy pocos emprenden sin motivos reemplazándolos con el pasatismo muerto
expresos y atentas precauciones. que ofrecen los aparatos “de comunicación”.

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graciela martínez
el barrio, un ser de otro planeta

Historias de permanencia y relaciones Pocos de los vecinos antiguos reconocen,


familiares-vecinales duraderas –a menudo como esta señora, haber sido arrastrados a un
mezcladas por una endogamia espontánea- modo de vida desconfiado, enclaustrado y
son comunes de oír referidas tanto al Cerro solitario, haciéndose partícipes de las
como a la Punta Carretas de antes. transformaciones del barrio. Perdida la paz
Casamientos entre vecinos, mudanzas de familiar de antaño, la identidad a que se
corto trecho siempre dentro del barrio, aferran los sobrevivientes de Punta Carretas
apellidos que se repetían, casi como se resume en dos cordones umbilicales
gentilicios del sitio, vinculados a la misma básicos: los relictos de círculos de vecindad
calle, a la misma cuadra, a la misma casa y el que se van achicando y extinguiendo
mismo almacén a lo largo de muchos años, paulatinamente y –en última instancia- la
amistades y enconos vecinales que se relación que, en términos casi personales,
heredaban y mantenían de una a otra defienden con la costa, su costa, su Muelle,
generación, como prolongaciones de los lazos su pequeña playa de La Estacada.
de sangre. Es prácticamente unánime que los
residentes antiguos pongan énfasis en el En materia de cualidades naturales, el
ámbito de familiaridad y confianza que Cerro de Montevideo nada tiene que envidiar
reinaba en el barrio de conocidos de antes, así a la Punta de las Carretas. Sin embargo, estas
como en atribuir su pérdida en el de ahora a no son reivindicadas como señas propias y
la intrusión de ajenos, que no se integran, que singulares más que por algunos lugareños y
traen otros estilos de vida de algún modo en un orden secundario. El sello de
censurados, asordinadamente o a viva voz. Es autenticidad cerrense es una marca humana;
notorio que los movimientos de población de es el orgullo obrero y pertenece al pasado. Y
los últimos decenios forman parte principal para los villenses, la ajenidad proviene de la
de las mutaciones de uno y otro barrio. Lo agregación invasiva que tampoco se integra
que no es tan claro es en qué medida ellos en su cultura anterior, que trae malos hábitos
son una irrupción de ajenos y en qué medida y mala fama al barrio, que lo ha inmerso y
son estos los causantes de la pérdida de acorralado en un maremagnum de degradación.
carácter sobreviniente. La cadena de desapegos y recelos mutuos de
unos a otros cerrenses actuales se acrecienta
Como vivencian los vecinos y como los indefinidamente. Se generan nuevos y frágiles
censos verifican, la verticalización y la arraigos de signo y celo propietarista
elitización han traído a Punta Carretas un individual, tan precarios como los ranchos y
desplazamiento poblacional considerable. Ya tan corruptibles como en Punta Carretas que,
sea al golpe de los precios inmobiliarios –por según el lugar conquistado, especulan entre
insolvencia o por conveniencia- o “porque no asegurárselo e ir mejorándolo de a poquito o
les gustó como quedó el barrio”, la siempre difícil e incierta posibilidad de
puntacarretenses de ley emigran y ceden paso obtener uno mejor. Más que a gérmenes de
a los nuevos ocupantes que, como turistas, nuevos barrios, los asentamientos se parecen
vienen a usufructuar de las tradicionales a campamentos de refugio provisional, que a
bellezas y de las nuevas comodidades del su marginalidad y su pobreza agregan una
barrio sin dar nada a cambio, sin saber inestabilidad crónica; antes que la de la
justipreciarlo y, lo que es peor, estropeándolo. inseguridad legal, la de la composición del
Hay un visible rencor contra los nuevos ricos hogar, la de los vínculos vecinales y la
y su prepotencia, su exhibicionismo, su conciencia de exclusión. Si menos ostensible
egoísmo y su incultura. Principalmente, que el realojo compulsivo impuesto por un
contra los ocupantes de costosos poder público, el asentamiento “voluntario”
apartamentos “que ni siquiera se conocen las no deja de ser forzado.
caras dentro de un mismo edificio... la gente
demasiado ocupada, que no te dedica un Pero la decadencia y la descomposición
minuto... Tratan de ir ligerito para que no los del Cerro no vienen traídos sólo por ajenos.
interrumpas. A veces, cuando quiero acordar, Se alimentan también –y mucho- de una
yo también estoy contagiada de eso. Uno no dinámica interna. Los modestos añadidos
siempre puede echar las culpas a los demás. visibles en muchas casas de la Villa no dan
Uno tiene que estudiarse un poco uno, ¿no?”. abasto para albergar a la empobrecida
sucesión familiar. El periplo de los cerrenses
de origen dentro de la región tiene ahora un

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graciela martínez
el barrio, un ser de otro planeta

marcado sentido centrífugo que refleja la extranjero.


pérdida de estabilidad laboral, ingreso y status
en los nuevos y aun los viejos hogares, como Si, antes o ahora, de afuera o de adentro,
los pescadores que se han desplazado es casi unánime la valoración de la
mayoritariamente hacia Santa Catalina y Pajas distintividad del Cerro con relación al resto
Blancas. Si dispersos en un radio mayor que de Montevideo, parecida cosa puede
antes, no obstante, la tendencia a establecerse afirmarse de Punta Carretas. Ninguno de los
próximos parientes y conocidos en el Cerro dos se ha refundido irreconociblemente
mantiene plena vigencia. ¿Dónde queda, pues, dentro del resto de Montevideo. ¿No pérdida
la atribución de los malos hábitos a los de, sino nuevas identidades, entonces? Aquí
“otros”, la de la culpa de los cabe preguntarse si la identidad es sólo esto,
comportamientos antisociales –que una marca distintiva, puesta o vista desde
involucran principalmente a los jóvenes- a los adentro o desde afuera. Nuevamente aparece
(demás) padres, remitiendo, como objeta una respuesta no expresamente buscada. Dice
Baleato (1998), “a lo privado la génesis de un recuadro de El Eco del Cerro extraído de
conflictividad con alto impacto público”? una entrevista con la psicóloga social Reina
¿Dónde, más allá y sobre todo, el contraste Brum: “Nadie quiere identificarse con lo que
entre el añorado barrio de conocidos de antes no es, con lo que le desagrada o con lo
–al que llegaban mucho más gentes del diferente”. Los nuevos sellos del Cerro y de
interior y de países remotos- y este de ahora, Punta Carretas –un estigma común a quienes
percibido como lleno de extraños que no se reconocen iguales, el uno, el emblema
seguramente provienen de mucho más cerca? de un no-lugar implantado, el otro- no
Una señora afincada desde hace más de identifican a su gente, no son una
cincuenta años en el Cerro da construcción propia, no provocan
inadvertidamente una sabia respuesta. De su sentimiento de adhesión ni de pertenencia.
actual convivencia con hijos y nietos, muestra Representan tan sólo una posición relativa
su tristeza por la falta de atención y respeto dentro del Nuevo Orden, el de la ciudad o el
que estos jóvenes de hoy prestan a los del mundo. “Más que metropolitano, el barrio
mayores, dejando entrever, además, que se hizo universal. Nos igualamos a Nueva
quizás ellos participen o pueden llegar a York, Río de Janeiro, París o Moscú. Lucimos
participar de robos o drogas. Y a el mismo símbolo que nos da las mismas
continuación, habla de la falta de hamburguesas en los mismos panes.
perspectivas, rememora la época de oro de Ganamos universalidad pero perdimos
los frigoríficos... entiende, en suma, que la singularidad” –dice un artículo de la
cultura y los valores en que ella se formara, arquitecta Margarita Montañez en La Farola
que quisiera trasmitir a sus nietos y que ellos sobre El impacto del shopping center en Punta
probablemente desprecien –la disciplina del Carretas. En el Cerro, la identificación como
trabajo, la educación, la honestidad y el zona roja no se vive ni se reivindica como
respeto- han caducado en un mundo que no una contracultura trasgresora. Como una
ofrece oportunidad de ganarse la vida papa caliente, los cerrenses se la pasan unos a
dignamente trabajando, que no brinda otros. “Ni milico, ni malandra, ni carnero”,
certidumbre al que estudia y que lejos está de reza el código de honor de un núcleo de La
premiar la honestidad y estimular el respeto al Boyada. Los cerrenses no quieren ser
prójimo. El extrañamiento y el desapego han alcahuetes, pero tampoco delincuentes.
invadido los círculos más íntimos; el barrio, el
hogar y hasta la conciencia. La vieja identidad Unidad vs. uniformidad
cerrense es un recuerdo, tradición despojada
de su sustento que languidece y se va Mumford distingue “dos clases de unidad:
desvaneciendo con la memoria y la existencia la unidad mediante la supresión, donde un
de quienes fueron sus protagonistas y testigos solo patrón de vida adquiere proporciones
directos. Pero permanece, hecha mito, como universales, y la unidad por inclusión, donde
signo de distinción frente a los ajenos, los la multitud de patrones diferentes, o bien
nuevos, los intrusos, que incluyen a los encuentran sus elementos comunes, o llegan a
propios descendientes. A cambio, entre estos ser elementos en una configuración más
brotan mil y una pseudoidentidades distintas, compleja que los incluye” (Mumford, 1945,
cuasi individuales, mucho más alentadas por tomo 2: 155). Esta referencia viene a
la diferenciación del vecino inmediato que del propósito de considerar la homogeneidad

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el barrio, un ser de otro planeta

social como posible factor de cohesión, una más, pero tampoco necesariamente en el
presunción que se tiende a dar por barrio pobre. La incipiente unidad que suele
descontada, en gran medida implícita en la iniciarse en los asentamientos en torno a
visión clásica que los uruguayos tenemos del intereses comunes de obtención
Uruguay y de la Montevideo de antes, necesariamente colectiva –el agua, la luz, la
integrados en y por aquella gran clase media. vialidad, la recolección de basura- a veces se
Sin embargo, si así fuera, deberíamos estar extiende a otras demandas y
asistiendo a un proceso fuertemente cohesivo emprendimientos más propiamente sociales –
de los barrios. La segregación, una de las la policlínica, el merendero, la plaza, la murga
tendencias más indiscutidas de estos tiempos, propia, la fiesta para los niños. Pero unos y
quiere decir que los sectores se separan y otros afloran en testimonios descorazonados
ordenan territorrialmente según un patrón como unificadores perecederos, débiles o
socioeconómico, lo que equivale a decir que transformados en factores de discordia por la
cada uno se vuelve en ese sentido más prevalencia última del egoísmo.
uniforme. Pero al analizar mis dos casos a
través de descriptores socioeconómicos, nada Ni en el Cerro ni en Punta Carretas los
se trasluce a través de ellos acerca de la distanciamientos internos que marcan la
cohesión de los barrios, que no guarda una desaparición del barrio son
relación lineal con esa homogeneidad y fundamentalmente diferencias de clase. Ni
mucho tiene que ver, en cambio, con la siquiera es sólo el choque entre una cultura
inefable identidad. anterior, la de los pobladores antiguos, y una
nueva, traída por las nuevas generaciones y
“Visto desde fuera Punta Carretas es un los nuevos vecinos. Lo que hoy hace estallar a
barrio que contiene un amplio abanico de Montevideo y a sus barrios es la irrupción de
familias con viviendas que valen más de una pauta única que, poco, mucho o nada
medio millón de dólares... a apartamentos de resistida, a todos termina por imponerse; una
alquiler para clase media y media baja... un xenofobia universal y exasperada que opone
barrio, visto por sus ingresos, policlasista. Lo todos a todos y cada uno a cada uno en una
que destaca de Punta Carretas no es su red ilimitada de repulsiones y ejercicios de
homogeneidad [de clase] sino su identidad de fuerza mutuos cuya expresión descarnada es
barrio... vecinos que comparten una la violencia manifiesta. Oposición, rechazo de
experiencia de habitar la ciudad”, observaba “lo diverso” que mal se sabe en qué consiste,
Noriega todavía en 1997. Se puede agregar como mal se sabe en qué consiste la identidad
más: desde aquella “aldea” en la que propia, que tiende a afirmarse, también y
“vivíamos en un lugar sin servicios pero con exclusivamente, en términos de poder.
fuerte cohesión de barrio, con espíritu de
identidad local”, estos se fueron debilitando Mutaciones: una estrategia concertada
sensiblemente a medida que Punta Carretas se
fue tornando más –elitistamente- homogénea. Cuando se ahonda la mirada sobre los
Tampoco la cohesión de aquella Villa del agentes y los mecanismos de cambio en los
Cerro se explica sólo por la homogeneidad dos barrios, la percepción inicial se afirma.
social. La impronta de clase, si decisiva, Mientras la mutación del Cerro aparece como
estaba dada por un predominio idiosincrático un proceso “espontáneo”, residual y
antes que cuantitativo y es indisoluble de las acumulativo de circunstancias y decisiones
particularidades geográficas y la diversidad de inconexas, la de Punta Carretas, más allá de la
orígenes de la población. La prueba está que anécdota, es, a todas luces, una operación
el Cerro es algo absolutamente singular. concertada. Pero, planificadas o no, ninguna
Ningún otro de nuestros barrios obreros de ellas es fortuita ni demasiado peculiar.
alcanzó la unidad monolítica y personalísima Ambas son ecos del Nuevo Orden y,
que la República Independiente del Cerro aplicando su propia vara de medida, de la
representó y todavía evoca en el imaginario dualidad de sus resultados. Mientras el Cerro
local y general de los uruguayos. condensa los despojos, Punta Carretas
encarna el éxito. Pero aquí y allá se impone la
La homogeneidad social no hace a la misma pauta y se verifican las mismas
cohesión en el barrio rico, donde cada uno pérdidas. Como barrios capaces de conferir
vive para sí y el lugar de residencia es un una identidad y un lugar de pertenencia a sus
objeto de consumo y un signo de distinción pobladores, los dos desaparecen, pulverizados

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el barrio, un ser de otro planeta

por una bomba de fragmentación que ataca naturaleza privilegiada, que un siglo y medio
simultáneamente en todos los frentes. de desconocimiento urbanístico no ha
conseguido disipar.
Si tienen cara y móviles visibles los
autores de la transformación de Punta Entre los viejos residentes de uno y otro
Carretas ellos son, en cierto modo, casuales. barrio las culpas de las pérdidas se sitúan
Punta Carretas estaba signada. Sus muchos fuera, en el ambiente, en la época, en los
privilegios la hacían una ostensible “área de vecinos, en los extraños, en “la gente”, que
oportunidad” y estaba escrito que, en el siempre son los demás. Los cambios se
rumbo del mundo y de la ciudad, más perciben como externos; raramente los
temprano o más tarde se convertiría en lo que propios se hacen conscientes. No se ve que la
es, y sin mayor oposición. Si los viejos lógica del sistema atraviesa el límite
vecinos son coincidentes en lamentar la irrelevante de lo público y lo privado, como
pérdida del silencio y la pacífica vecindad, señala Baudrillard (1974). Todos nos
poco menos coinciden en apreciar las resistimos a hacernos cargo de la medida en
ventajas del cambio. La paz, como señala que somos inducidos, persuadidos u
Noriega (1998), se basaba en la privación de obligados a participar del juego, el “tome cada
servicios de que ahora el barrio está uno lo que pueda de esta época del
atiborrado. Aunque la privación no fuera o conformismo generalizado” de que habla
no fuera sentida antes como tal, la nueva Castoriadis (1997), una expresión
Punta Carretas compensa lo perdido con una prácticamente idéntica a la “cada grupo y
seductora oferta primermundista, aun cuando cada individuo toma lo que se puede llevar”
implique el encierro y la soledad. Incluso, utilizada por Mumford para definir la fase
aunque para muchos no sea más que una tiranópolis de la urbe capitalista (Mumford,
deslumbrante vidriera inaccesible. El poder 1945, tomo 2: 120). El esquema víctimas-
corruptor del nuevo orden es tan decisivo victimarios decididamente no sirve para
como su poder coercitivo y el cambio de explicar ni para combatir este cáncer. Aunque
Punta Carretas, más que el de los viejos y es obvio que las responsabilidades, los
buenos vecinos a los nuevos chicos malos, es beneficios y los perjuicios no se reparten
un cambio de cultura. equitativamente, ni las víctimas dejan de
participar de los mecanismos arborescentes
Al Cerro, en cambio, el nuevo orden y la de reproducción del poder –tal como
nueva cultura –que se ve en las rejas y en constata Baleato acerca de la red de violencia
algún perrazo atado o suelto, en las calles en el Cerro- ni los victimarios escapan a sus
solitarias de la Villa y en el televisor efectos funestos. Si se considera más
permanentemente prendido tras la ventana- llevadera, la “deslugarización” y la
no le han reportado ningún beneficio, sentido “nowheremanización” no es esencialmente
ni supuesto. Aquí la pérdida de la familiaridad distinta rodeada de confort, y probablemente,
del barrio, el aislamiento y la desconfianza no ni siquiera de poder.
tienen ninguna contrapartida. El “operativo”
de cambio es ciertamente más difuso, aunque En la introducción de su tesis, Noriega
no dejen de ser identificables los agentes (1998) propone una interrogación que la
directos de la liquidación del Frigonal, los presente comparte. En qué medida “la
“capangas” de las maffias traficantes de drogas historia del lugar de alguna manera es la
o de tierras ni los responsables de las distintas historia de todos y al preguntarse ¿qué pasó
formas de políticas públicas destinadas a en el lugar?”, busca también una respuesta a
arrojar las sobras a la periferia. No los diseña “¿qué está pasando con nosotros?... Un
ni los publicita, pero el sistema necesita, tanto nosotros global, o un nosotros en un mundo
como de shopping centers, de basureros para sus globalizado. Mirar hasta qué punto todos
desechos materiales y humanos. El hecho de estuvimos en la cárcel y hasta qué punto hoy
que la zona del Cerro se convirtiera en uno de estamos todos en el shopping”. Si antes
ellos es en cierta forma circunstancial. Los Punta Carretas era la cárcel y su presencia
hay iguales y peores. En todo caso, lo que resguardaba la paz y la familiaridad del barrio
salva al Cerro del puro estigma en la y representaba el mundo disciplinado, la
consideración pública no es, salvo para los sociedad ordenada que supimos ser, ahora es
nostálgicos, el respeto por su historia –que el shopping que “continúa siendo un lugar
“ya fue”- sino el redescubrimiento de su cerrado... para una cultura, una estética y una

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el barrio, un ser de otro planeta

determinada capacidad económica” (Baleato, comprás una cocacola, te tomás un helado y


1998), recinto protegido por una guardia todo se pone bárbaro”. “En este espacio
sofisticada, probablemente mucho más celosa infantilizado”, dice Noriega (1997), “ha sido
que la carcelaria, que, en cambio, ha traído al suprimido el trabajo y la enfermedad; nos
barrio toda la agresividad que dimana de la encontramos frente al deseo y el juego, bajo
prepotencia de los que se sienten ganadores y el cuidado de la vigilancia, sin frío, sin lluvia,
de la impotencia de los que se sienten protegidos. El shopping es una máquina de
perdedores, una inseguridad múltiple que va suspensión del principio de realidad”. Una
ganando toda la ciudad, fruto de una filosofía máquina más sofisticada aunque no tan
y un orden profundamente violentos y poderosa como la que está metida en cada
violentistas. Cambio de reclusión y de hogar montevideano, el 87% de los cuales
reclusos: “Antes los chorros estaban adentro; tenía, en 1996, al menos un televisor a color.
ahora están afuera”, se queja un vecino.
Antes, también, la “gente buena” –que Invariantes. Fuerza y debilidad del mito
éramos todos, o casi todos- andaba por la
calle, socializaba y vivía la ciudad. Ahora la “El espíritu de nuestra gente parece no
sociedad formal, que es ya sólo una parte, haber sido contaminado por la apatía y el
cada vez menor, se recluye en espacios egoísmo propio de la sociedad moderna. Aún
cerrados –su casa, su auto, el shopping- y es posible ver a los vecinos en las veredas...
atraviesa el hostilizado espacio público cuan Pese a que hace muchos años que la industria
rauda puede. frigorífica desapareció... continúa presente su
fantasma, grato fantasma aún vivo en los
El planteo es perfectamente extensible al corazones y retinas de aquellos que brindaron
Cerro, cuyo cambio simboliza, asimismo, el su sudor y su lucha a la industria de la carne y
del país “de las vacas gordas” al de la que todavía mantienen la esperanza de la
creciente miseria y de nuestra “tacita de plata” reapertura del Nacional”, quería creer hace
y nuestra proverbial integración, bienestar y diez años un soñador articulista de El Eco.
convivencia civilizada, a la sociedad cada día Poco después Paula Baleato (1998)
más salvaje y ghettizada –abajo y arriba- que comprueba que el mito identitario del Cerro,
sigue teniendo en la metrópoli su expresión que remite a “un lejano momento, quizá
privilegiada. Si antes el Cerro era el fundacional –nunca muy certero en su
Frigorífico Nacional, un altar del Trabajo que existencia real pero con fuerza de verdad en
todos reverenciábamos, un barrio obrero el imaginario social- en el que existía fuerte
orgulloso, digno y respetado, hoy es la solidaridad entre los vecinos, hoy se percibe
gardeliana nostalgia de haber sido y el dolor de ya como francamente disminuido, si no
no ser –de la Villa y del país-, el peligroso y inexistente”. Historia o mito, realidad
execrado Cerro Norte y la masa informe de fecundada por la leyenda, la identidad y la
asentamientos que se agregan, nutridos no ya cohesión del Cerro, como la de Punta
por un clásico Lumpenproletariat, sino por la Carretas, es un ser irremediablemente
multitud de asalariados pauperizados, sentenciado y en buena medida ya extinguido.
precarizados o rasamente desocupados –caída Ni el auge de la industria frigorífica ni la paz
en desgracia de la que nadie está exento, aldeana del “barrio con cárcel adentro” –bien
temor mayor y generalizado de los uruguayos- se sabe- han de volver. Frente al presente
que esta despiadada show-reality del Gran vendaval de extrañamiento, hostilidad y
Hermano va eliminando día a día. anomia, los villenses y puntacarretenses de
otros tiempos se refugian en lo más
Mientras el Cerro es un emblema de la inmutable o imperecedero del barrio, o de su
ruina del país productor, Punta Carretas lo es idea de él: la naturaleza y la leyenda. En la
del advenimiento del país consumidor. Villa prima esta. La formidable –en términos
Mientras el primero es una cruda evidencia de montevideanos- geografía del Cerro integra
la descomposición de la civilización del ese ser histórico en segundo plano, se
trabajo, la segunda es la mejor escenografía de subordina a la gesta humana protagonizada
la civilización del simulacro. “Es como una sobre ella, aunque esta distinción no termina
gran mentira... te queda eso de que si vas a de ser justa. Antes el Cerro, el Cerro-barrio y
Punta Carretas, te vas a fascinar” (frase el Cerro-cerro era una única cosa, así como
publicitaria del shopping): promesa de que ahora es muchas y es ninguna. En Punta
“cuando estás deprimida, vas al shopping, te Carretas, donde la autoimagen del pasado no

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graciela martínez
el barrio, un ser de otro planeta

tiene el vigor ni la mística de la cerrense, política del signo. Madrid: Siglo XXI.
prevalece la referencia natural. Una punta
rocosa y solitaria que se adentra en el mar, Castells, M. (1974). La cuestión urbana. Madrid:
huyendo de la jaula de consumo con barrio Siglo XXI.
adentro en que se ha transformado.
_________ (1995). La ciudad informacional.
Mirando a uno y otro barrio, el mito se Madrid: Alianza.
muestra más inexpugnable que la naturaleza.
El aire de Punta Carretas –que es “otro aire”-, Castoriadis, C. (1997). El mundo fragmentado.
“el viento, los atardeceres en las rocas de La Montevideo: Editorial Nordan-Comunidad.
Estacada, esa naturaleza que se mete por los
ojos y los oídos, el muelle cuando ya la gente El Eco del Cerro de Montevideo -
se fue y las gaviotas se empiezan a parar Quincenario vecinal - varios números 1992-
ahí...”, todo lo que atesoran quienes, casi en 1999
tono de disculpa, se reconocen signados por
una bohemia y un espíritu fuera de moda, ya Fernández Durán, R. (1996). La explosión del
han sido y van a ser todavía mucho más desorden. Madrid: Fundamentos.
alterados, transformando un día quizá no
lejano a la Punta Brava en un sucedáneo de La Farola - Periódico de la Comisión de
Pier 17 o 39, Mol de la Fusta o Puerto Vecinos de Punta Carretas - varios números
Madero, sin que podamos ya saber bien si 1990-2001
estamos en Nueva York, San Francisco,
Barcelona, Buenos Aires o Montevideo. El Mumford, L. (1945). La cultura de las ciudades.
mito puede ser eterno e insobornable. Pero Buenos Aires: Emecé.
un mito que no se re-presenta y una identidad
que no se re-crea hilando la continuidad del Noriega, A. (1997). “Resemantización del
lugar compartido en el tiempo, ya espacio en Punta Carretas. El paso de cárcel a
definitivamente anclados en el pasado e shopping center”. Monografía del Taller de
inaccesibles para los que nacen o llegan, se Investigación en Antropología Social,
van esclerosando y muriendo mientras se Facultad de Humanidades. Montevideo:
convierten en un factor de incomunicación, Universidad de la República.
discriminación y ruptura entre los viejos y los
nuevos, como sucede en el Cerro. Un mito
puede morir, puede ser absorbido, colonizado
o resemantizado por un nuevo orden de
ideas, como la naturaleza, y puede también
descubrirse con pies de barro. Ni la
metamorfosis de Punta Carretas ni la del
Cerro, ni la de Montevideo, se explicarían sin
comprender que sus mitos identitarios eran
subsidiarios de un mito mayor –el de nuestro
ser nacional- erigido sobre las mismas bases
que hoy lo destruyen. Pero este ya es otro
grueso asunto y otra larga historia.

Referencias bibliográficas

Augé, M. (1992). Los “no lugares”. Espacios del


anonimato. Barcelona: Gedisa.

Baleato, P. (1998). Exclusión social, identidad


comunitaria y violencia en el Cerro. Proyecto de
Iniciación a la Investigación, Comisión
Sectorial de Investigación Científica.
Montevideo: Universidad de la República.

Baudrillard, J. (1974). Crítica de la economía

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