La ansiedad quizá sea la emoción más conocida, pues todo el
mundo la ha sentido en algún momento y, en el marco educativo, los educadores la reconocemos diariamente en nuestros alumnos, aunque también hemos de manifestar que somos portadores de ella, pues la encontramos indiferenciada con otros conceptos como el miedo, angustia o estrés. Por ello, podemos considerarla como una emoción básica, ya que forma parte de la dotación emocional de todo ser humano, pero no es pura, pues toma prestados del miedo todos sus elementos emocionales y del estrés su sistema de obtención y afrontamiento.
Aunque parezca lo contrario, tal emoción, bajo condiciones
normales, mejora el rendimiento y la capacidad de adaptación de las personas ante diversas situaciones, ante lo cual debemos verla positiva; pero claro, socioculturalmente es evaluada como una actitud emocional negativa, aunque ello será si la entendemos de la siguiente forma: sistema de procesamiento de informaciones amenazantes que permite movilizar anticipadamente acciones preventivas. Por tanto, son las expectativas de peligro las que median las respuestas de ansiedad, que pueden generarse a partir de tres procesos de aprendizaje distintos: • Condicionamiento clásico • Aprendizaje observacional • Mediante la transmisión de información que contribuya a la aparición de expectativas de peligro.
Decir cuál de ellas es la más influyente en el ser humano es
complicado, pues todo depende de la historia personal de cada individuo, pero si focalizamos la problemática en el marco educativo, el aprendizaje por observación es uno de los más importantes.
¿Y qué situaciones pueden ser posiblemente más ansiógenas?.
Al igual que antes, es difícil realizar un listado de tales contextos, aunque por los estudios y experiencia tanto fuera como dentro del ámbito educativo, existen cuatro bloques de temáticas que producen una alta convergencia interpersonal en desencadenar ansiedad:
• Temor a situaciones o acontecimientos interpersonales,
donde incluimos el temor a la crítica, a la interacción social, al rechazo, a los conflictos y la evaluación.
• Temor relacionado con la muerte, las lesiones, la
enfermedad, la sangre y los procedimientos quirúrgicos. Está relacionado con las dolencias, las enfermedades, las incapacidades, digamos con la pérdida del control. • Temor a los animales, que incluye desde animales domésticos a animales pequeños e inofensivos.
• Temores agorafóbicos, que implica temor a los lugares
públicos, a las masas de personas, a los espacios cerrados, a viajar solo en tren o autobús, y a los espacios abiertos.
Como he comentado anteriormente, la ansiedad toma del miedo
sus elementos emocionales, pero si las comparamos, ambas emociones son distintas, pues la ansiedad responde a situaciones que suponen un menor cambio en el ambiente y con una aparición menos súbita, presentando también un desagrado intrínseco menor que el miedo, pero dado que su duración temporal puede ser mucho mayor, habitualmente se hace más patente.
Si analizamos a una persona manifestando una respuesta de
ansiedad podemos inducir el desarrollo de sesgos en el procesamiento de la información, tomando la decisión de lo que debe ser procesado. Por ejemplo, cuando las personas ansiosas leen el periódico, su atención frecuentemente suele ser reclamada por los artículos con un contenido amenazador. De modo semejante, cualquier insecto pequeño rápidamente puede atraer la atención de una persona que tiene una fobia a las arañas. En el centro educativo, un alumno a alumna con dichas respuestas de ansiedad valorará un examen como una situación a evitar y no como un reto o desafío. Los sesgos más importantes son los siguientes:
• Sesgos en la atención: la persona focalizará la atención
preferente hacia estímulos indicadores de peligro o amenaza potencial, en comparación con la atención que se presta a los estímulos emocionalmente neutros, que son la mayoría. En un día normal y corriente la persona experimenta multitud de situaciones, la mayoría neutros; pero el alumno ansioso atenderá casi exclusivamente a las que perciba negativas, con lo cual la conducta no será la adecuada para su rendimiento personal.
• Sesgos en la memoria: El procesamiento de la ansiedad
implica también el acceso masivo a la información amenazadora memorizada; simplemente la persona accederá a determinados recuerdos casi de forma automática (memoria implícita).
• Sesgos en la interpretación: Se ha encontrado también que
en la ansiedad también funcionan sesgos en la interpretación y en los juicios, valorando el ambiente de una forma muy amenazadora. Muy relacionado con el sesgo en la atención, el alumno nos dirá que se ha levantado con el pie izquierdo, es decir, algo le ha salido mal durante las primeras horas del día (algo común en el ser humano), pero conforme el día transcurra irá interpretando todo lo acontecido con un matiz totalmente negativo. Un concepto clave en el sesgo interpretativo es el de preocupación, la cual se entiende como una tentativa de solucionar un problema, cuyo resultado es incierto y que contiene la posibilidad de una o más consecuencias negativas, de manera que contribuye a cerrar el ciclo iniciado por el miedo.
Por tanto el alumno ansioso y preocupado sentirá estímulos
amenazadores continuamente a su alrededor y percibirá una inhabilidad de las estrategias de afrontamiento disponibles, produciendo un deterioro en el rendimiento de las tareas que tenga que llevar a cabo.
Fijaros que todo es subjetivo, se lo crea la persona, o mejor
dicho, se lo cree: piensa que los estímulos son peligrosos, piensa que no es capaz de afrontar la situación, piensa que su duración será larga, en fin, dará lugar a un efecto muy personal denominado angustia, tratándose de una respuesta emocional muy rica en contenidos tales como: preocupación, inseguridad, aprensión, tensión, temor, nerviosismo, malestar, pensamientos negativos, anticipación de peligro, amenaza, dificultad de concentración, dificultad para lo toma de decisiones, sensación de desorganización, sensación de pérdida de control sobre el ambiente, sin olvidar los efectos fisiológicos: palpitaciones, taquicardias, accesos de calor, náuseas, vómitos, molestias digestivas, sensaciones de ahogo, sofocos, fatiga excesiva, etc. Pero volvamos al principio; la ansiedad es un sofisticado sistema de procesamiento de información de vital importancia para la supervivencia y el bienestar de la persona. Por ejemplo vamos al médico para intentar evitar el temor que nos produce enfermar y sufrir; no realizamos comportamientos antisociales por el temor al castigo y el rechazo que sufriríamos; incluso las tomas de decisiones en el fondo están dirigidas por preocupaciones y temores que intentamos evitar con ellas. Nuestros alumnos estudian, además, por miedo a suspender una determinada materia, lo cual puede conllevar a medio y largo plazo estados de ansiedad si esa emoción se torna en crónica.
Por último, no olvidemos que una cosa es la respuesta puntual
ante determinadas exigencias del medio (estado de ansiedad), y otra es el rasgo de ansiedad, es decir, una característica de personalidad o la tendencia a reaccionar de forma ansiosa con independencia de la situación. Estas personas, dentro de la complejidad en la conducta humana, se caracterizan en tal diátesis o vulnerabilidad en:
• Neuroticismo, o facilidad que tienen a experimentar con
relativa facilidad emociones desagradables.
• Introversión, curiosamente personas con alta activación
cortical que no necesitan de una excitación ambiental añadida. Puede ser que esta hiperactivación sea un factor de riesgo para el desarrollo de la ansiedad. • Temperamento (innato) de comportamiento inhibido, las cuales suelen reprimirse conductualmente en situaciones novedosas.
• Locus de control externo y bajo. Simplemente se refiere a
los individuos que perciben tener poco control en el ambiente, es decir, en los acontecimientos de su vida, y muchas veces aluden a terceros (mala suerte, otras personas, etc.) lo que les ocurre.
• Predisposición hereditaria. Los miembros de una familia
con personas que padecen algún trastorno de ansiedad, es más probable que desarrollen también esos trastornos, aunque tampoco podemos olvidar que el aprendizaje por observación que al principio comenté sea una vía de aprendizaje fundamental.
En definitiva, la ansiedad es una emoción que todo ser humano
experimenta, ya sea de forma transitoria o crónica, pero estamos casi obligados a verla con otros ojos: es adaptatativa, la necesitamos para sobrevivir en este mundo; si educamos a nuestros alumnos bajo esta perspectiva más positiva, no cabe duda que el rendimiento será mucho más satisfactorio cuando manifiesten tal respuesta, siempre de forma moderada y autorregulada, por supuesto.
Gracias por vuestra lectura y a seguir trabajando en el