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MAESTRIA de ECONOMIA URBANA – UTDT

CULTURA URBANA, Curso 2010


Profesores: Eduardo Gentile y Fernando Gandolfi
Alumno: Nicolás Martelletti

MONOGRAFIA FINAL
Tema: “LA CONDICION DE CIUDAD: ¿quiénes y cómo la construyen?”

El tema planteado se encara desde una perspectiva económica espacial, buscando entender
los actores intervinientes en el desarrollo de un área determinada y sus roles de participación. Se
plantea un actor privado y uno público, buscando entender sus lógicas de acción y sus
responsabilidades dentro de la ciudad.
Se tomará como bibliografía central y primaria el libro “LA CITTÁ” de Massimo Cacciari (Pazzini,
2004), filósofo italiano, ex intendente de la ciudad de Venecia.

Vista de Postdamer Platz, Berlin

“La ciudad está expuesta constantemente a preguntas contradictorias. Querer


superar tal contrariedad es una mala utopía. Hay que darle forma. La ciudad es
el mismísimo experimento de dar forma a la contradicción”
Massimo Cacciari.

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INDICE

INTRODUCCIÓN

INGREDIENTES y CONDIMENTOS

EL ORIGEN: LA RAIZ POLIS - CIVITAS

ESCALAS: EL CUERPO y EL LUGAR

ROLES: PUBLICO - PRIVADO

CONCLUSION

BIBLIOGRAFIA

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INTRODUCCION

La planificación de la ciudad siempre ha estado presente en la formación de las


ciudades. Desde la Mesopotamia asiática, hasta nuestras ciudades post revolución
industrial, donde las intervenciones urbanas son de carácter “quirúrgico”, “acupunturas
urbanas”, donde se opta por generar cortes precisos que potencian las actividades y
derrames económicos en áreas determinadas.
Definir “Ciudad”, su concepto, siempre ha dado píe a grandes debates filosóficos –
arquitectónicos imposibles de enumerar y distinguir. El presente trabajo busca cuestionar
el desarrollo urbano en sí mismo y dar respuesta a la pregunta de cuáles son los
“ingredientes” mínimos necesarios para que esto suceda: ¿Existen estos ingredientes?
¿Se los puede cuantificar? ¿Quién los tiene, de dónde surgen? ¿Es el estado el único
capaz de generarlo? ¿Será función del estado hacerlo? ¿Se podrá hacer ciudad desde el
desarrollo privado?
En síntesis, Ciudad: “Apropiación del territorio vacante para el desarrollo productivo y la
reproducción de un grupo de humanos”.
El concepto a rescatar, es el de transformación de un territorio. Es por eso que es tan
complejo, ya que existen infinitas formas de apropiarse, infinitas formas de transformarlo.
Físicamente la ciudad puede adquirir tantas formas como la imaginación del hombre
tenga alcance.
En “La Città”, Cacciari remite a Armindo Rizzi, quién afirma que la ciudad está
atravesada por corrientes contrarias de igual intensidad de deseos: “Deseamos una
ciudad que sea como una madre y al mismo tiempo como una máquina. Le pedimos un
ámbito de paz y sosiego, y contrariamente eficiencia y movilidad. No se puede superar
esta contrariedad, es necesario darle forma al conflicto y la ciudad es el instrumento.”
A partir de ejemplos sucedidos en la ciudad de Buenos Aires (Puerto Madero) y Berlín
(Postdamer Platz) se buscará discernir y dilucidar respuestas a la problemática de las
condiciones mínimas necesarias para el desarrollo urbano y concluir si efectivamente esto
implicaría “hacer la ciudad”.

INGREDIENTES y CONDIMENTOS

La historia, léase, lo sucedido en un territorio, el desarrollo de una sociedad marcando


hitos a lo largo de su historia, es el principal ingrediente para que una ciudad tenga bases

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sólidas. Espacialmente se traduce en el denominado “Casco Histórico”: Espacio dentro de
la ciudad donde todo integrante y extranjero reconoce la identidad de la misma.
Este fenómeno lo desarrolla Cacciari, cuando por comparación trata el tema de las
sociedades nómadas, donde acabados los recursos, estas sociedades abandonarían las
tierras en búsqueda de otras provisiones y volverían en tiempos posteriores de
abundancia. El empezar a cuidar estos “puestos”, el generar pertenencia, la sucesión de
ciertos hitos, puede ser la semilla de una urbanización.
Buenos Aires es una de las pocas ciudades del mundo que supo conservar su centro
de sucesos históricos, coincidente con el centro de negocios (CBD), brindando una
espacialidad distinguida que genera externalidades tanto positivas como negativas. La
actividad generada por el CBD, el movimiento de gente, traslados, la oferta comercial
complementaria, traslados de caudales, etc, se ven intercalados con la atracción turística
que genera el núcleo histórico, la necesidad de preservación el patrimonio se ve
amenazada por la actividad financiera que demanda diversos ritmos y planos de acción.
Es necesario que existan políticas fuertes que busquen la complementariedad de las
actividades, donde cada una logre nutrir a la otra. Al mismo tiempo, el CBD se ve
amenazado por el centro histórico, en el sentido de ser foco de manifestaciones sociales
masivas, donde el espacio público puede tornarse intransitable e inestable para la
actividad financiera en unos pocos minutos generando externalidades negativas muy
influyentes. Primer gran ejemplo del concepto de “contrariedad” definido por Cacciari.
La ciudad de Berlín ha vuelto a nacer de sus cenizas reiteradas veces. Es difícil
distinguir un “Casco Histórico” tanto como un CBD bien definido. Es una ciudad más
dispersa en cuanto a sectorización de actividades. Si bien existen ciertos “barrios” o
sectores de ciudad, se puede percibir que la ciudad se presenta con un equilibrado
desarrollo urbano. ¿Cuál es su identidad? ¿Quién o qué lo determina? Indudablemente
los gobiernos se esmeran en transmitirlo. El acceso a la información de todo tipo es
contundente. Cuentan su historia todo el tiempo, la exponen al mundo, tanto sus errores
como sus logros. Existe la necesidad de hacerlo. Algunos la definen como la “Ciudad
Museo al aire libre”, en fin, una política clara con objetivos claros de que tipo de ciudad
ser. Lógicamente todas las actividades estarán presentes.
La Historia, el pasar del tiempo. ¿Se podría afirmar que las ciudades con más historia
son hoy las más desarrolladas? Las primeras ciudades del mundo antiguo están fundidas,
tanto en América, en Mesopotamia y en África (más de 3.000 años a.c.). Ruinas nos
cuentan su pasar. Ninguna de las ciudades contemporáneas de mayor prestigio

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financiero-económico, como Londres, Nueva York, Tokio o París se han fundado encima
de 5.000 años de antigüedad. Ciudades como El Cairo, Budapest, Estambul o Jerusalén,
datan las fundaciones más antiguas, pero decididamente no son las potencias. Shanghái
del 1100 a.c. junto con diversas otras ciudades del “lejano Oriente” (hoy más cerca que
nunca) han comenzado florecer en los últimos 20 años como grandes protagonistas de la
economía mundial, compitiendo con las de la “modernidad”. ¿Qué hacemos con Dubái?
El núcleo histórico marca el punta-píe de los sucesos posteriores del propio desarrollo
y expansión radial. Cuando se habla del ingrediente “historia”, algún suceso, algún hito,
alguna identidad, alguna anécdota, está claro que si no existe, es necesario al menos
inventarla a la hora de proponer un nuevo plan de desarrollo urbano.
El concepto de “ciudad territorio, post-metrópoli” desarrollado por Cacciari, que
analizaremos más adelante, habla de una ciudad que crece desmesuradamente sin
criterios, sin propuestas, casi anónimas, sin carácter, buscando solventar la necesidad
habitacional que compite contrariamente con las necesidades de proximidad, de fácil y
rápida movilidad.
Una buena forma de medir la percepción de lo que una ciudad es, puede ser la opinión
de los visitantes o turistas, quienes están necesitados de percibir todo lo que puedan de
una ciudad en un corto lapso, predispuestos a llevarse gratas experiencias de la misma.
¿Cuáles son los parámetros de los turistas? Una ciudad es “fea o linda”, “gris, verde o
colorida”, “grande o chica”, “con mucho tránsito, un caos, el subte colapsado, bocinas por
todos lados”. “Ordenada, limpia, con tachos de colores por todos lados”. “La gente se ríe
todo el tiempo, muy amables todos, podes preguntarle a cualquiera”, “Insegura, no
pudimos salir mucho del hotel”. “El avión llegó tarde, el taxi llegó tarde, la reunión se
pospuso al otro día, nos tuvimos que cambiar de hotel y las valijas se perdieron en el
aeropuerto”. Ingredientes. De cada una de estas opiniones se pueden intuir muchos
condimentos que hacen a una ciudad. “Una ciudad amable”, “La mejor para hacer
negocios”, “La más divertida en la que estuve”.
¿Cuáles serán entonces los ingredientes necesarios para hacer ciudad?

EL ORIGEN: POLIS - CIVITAS

“No existe la ciudad, existen diversas y distintas formas de habitarla” afirma Cacciari.
La ciudad es una fusión de formas, gente, tradiciones, lugares, un ramillete cultural. Es

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necesario poder entender de donde hemos heredado la forma de hace ciudades. Para
occidente los referentes de urbanización moderna son, la cultura griega y la romana, con
grandes diferencias entre ellas.
Es interesante entender conceptos básicos de la gran contradicción de la ciudad:
Algunos autores sostienen que la raíz de la palabra Pólis, viene de la palabra Pólemos, la
guerra. Más allá de la incertidumbre técnica, es claro que donde existe pólis existe
pólemos. Inevitable contradicción. Desde los orígenes de la ciudad, hasta nuestros días
continuamos en la búsqueda de la convivencia óptima de estos dos estados.
Para Grecia, la Pólis representaba el hogar, la familia, la pertenencia, la identidad, la
proveniencia. Hacia adentro, un ámbito de contención y seguridad. Hacia afuera, una
feroz competencia entre sus ciudades vecinas, cuestión por la cual siempre resultó difícil
lograr un federalismo, más allá de la organización de las olimpiadas entre ciudades.
Para Roma, la Civitas representaba, la gente, el intercambio social. La ciudad era una
escusa de este encuentro. Todos individuos diferentes “abrazados” por una ley regida
para todos por igual. Si bien habrán existido muchas injusticias sociales en el momento,
Roma promovía un derecho único y libertador para los individuos. Por lo tanto, el
pertenecer a no a la ciudad quedaba bajo la consciencia del individuo que elegía o no
quedarse. El concepto de Roma Mobilis, donde todos son Roma, la base es móvil,
dispersa y se traslada, es dinámica. El origen de la globalización: “Es toda una
confluencia de elementos diversos, de tradiciones y lenguas, esta es la esencia de la
Civitas”.
“Esta es la gran idea romana desde ya introducida en el ADN occidental, imposible de
separar, resultando la idea fundamental de la misma teología política, implícita en un
espíritu de misión, de evangelización” Modelo que toma la iglesia para generar su
derrame y expansión de fe. “Otro término emblemático, es el de Civitas Augescens, la
ciudad que siempre crece” Qué es esto sino la ciudad post-metrópoli? En la Repubblica
esto era inconcebible. La idea era una ciudad cerrada y controlada.
Roma Mobilis y Civitas Augescen describen lo que hoy tenemos como resultado de la
urbanización moderna y de la tendencia de los tiempos que vendrán. Donde se ha
consolidado un lugar, existen diversos intereses, el Pólemos, la guerra, la conquista, el
interés. Nadie “pelea” por un lugar que no vale nada. Todos quieren estar en ese lugar.
Existen encuentros y desencuentros constantemente. ¿Cómo responde la ciudad a esta
necesidad? ¿Cuáles son las espacialidades necesarias? ¿Cómo construimos la ciudad?

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La pregunta más escalofriante, podría ser, si el mundo no se ha transformado en una
gran Grecia. Donde cada ciudad compite por su lugar, por captar su mayor capital, por
lograr su mayor y mejor desarrollo, por tener los mejores servicios, por liderar este
Pólemos. Ya no se habla de estados. De países. Cada vez más se habla de ciudades. Del
protagonismo que tienen en el mundo. Hasta los mejores estudios de arquitectura mundial
compiten por tener edificios protagonistas en estas ciudades. La institucionalidad del
estado se ve amenazada, y las ciudades pasan a ser Atenas, la Polis. ¿Quién es el
moderno? ¿El que se cierra y compite, o el que se abre y atrae?

ESCALAS: EL CUERPO y EL LUGAR

(…) “¿Pero porque tendremos necesidad del espacio?” Se pregunta en el capítulo “El
cuerpo y el lugar”. Una vez más la problemática de la contrariedad de la ciudad. Nuestra
dimensión más originaria. Es imposible no concebirnos “físicos”. Contra la tendencia de la
ciudad moderna de superar el espacio, de quebrantar contra el tiempo y las distancias,
ser más dinámicos, fluidos y efectivos. Es imposible prescindir de lugares. El cuerpo y el
lugar son en esencia una sola cosa.
En el ejemplo de la sociedad nómade cita, “El nómade siempre conoce
constantemente sus lugares, a donde ir” y da a entender que una carpa, una toldería, en
concepto es lo mismo que un rascacielos: generan un lugar, un lugar reconocido.
Para que una ciudad “sea” lo primero que debe suceder es el propio reconocimiento
del territorio. Actualmente a las grandes manchas urbanas las han definido con diversos
nombres con el fin de poder dar un marco institucional a las mimas: Ciudad Global,
Ciudad Territorio, Ciudad Región, Megalópolis, etc. Cacciari la define como “La Ciudad
Territorio” o “La post-metrópoli”:

“Mientras en la metrópoli las métricas eran bien reconocidas en un diálogo


centro-periferia, criterios del urbanismo clásico del los ´800 al ´900, hoy esta
posibilidad es completamente salteada. La ciudad-territorio impide cualquier
forma de programación en este sentido. Nos encontramos ya, en presencia
de un espacio indefinido, homogéneo, indiferente entre sus lugares en los
cuales suceden lógicas que no responden a ningún tipo de diseño unitario
en su conjunto. (..) Actualmente la velocidad de las transformaciones impide

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que en el giro generacional se conserven las memorias del pasado. Lo que
se puede interpretar que estamos en una situación en donde la casa y la “no
casa” se contienen en sí mismas, las demoras y la “no demora” son caras de
una misma moneda.”

El gran problema de la escala. ¿Cuál es la escala ideal? Se contraponen con


problemas administrativos, urbanísticos y arquitectónicos. En esta escala no se percibe
ningún interés por los lugares de la antigua ciudad, el casco histórico, el núcleo
reconocido como la ciudad, la memoria de una sociedad. Hablamos de ciudades como
Shangai, Tokio, donde todo se ha vuelto similar, homogéneo, átomos repetidos que
engloban las mismas funciones dispersos en un territorio transformado que carece de
propuestas urbanas de vivencia espacial social, pública. La ya idealizada “Maquina del
habitar” que Le Courbousier proponía para su arquitectura habitacional, se ha trasladado
el concepto a sectores parciales o totales de la ciudad, más allá de la arquitectura, un
problema de mecanismos de traslados a través de espacios en el menor tiempo posible.
Hacia un lado y hacia el otro.
Un concepto interesante: Ocupamos el doble de espacio. Uno para el ocio, otro para el
negocio. Uno para habitar y descansar y otro para producir. Contradicción de la ciudad.
Queremos movilidad efectiva, proximidad y al mismo tiempo parques verdes y largas
visuales. Todos quieren lo mismo. ¿Cómo se regula? ¿Liberación del mercado? Está
claro que no es un mercado de competencia perfecta. Cada locación es un monopolio en
sí mismo. Cada unidad. Cada uno compite con el otro. Ninguno es igual, todos son
distintos. Los precios se disparan y derrumban por oleajes, por tendencias, por influencias
de otros mercados.
Cacciari lo plantea como un problema filosófico, en el sentido de sí es posible eliminar
el espacio, mientras seamos cuerpos? “Constantemente le pedimos al mundo externo que
se disuelva en algo virtual, mientras continuamos a ser el lugar de nuestro cuerpo, un par
de millones de millones de moléculas que componen una cierta forma espacial. Como
podemos convivir con el lugar que somos, con la eliminación de externa de cada lugar?
En el momento que podamos transportarnos como un fax o un e-mail tendremos el
problema resuelto”.
Y no es esto lo que está sucediendo a fin de cuentas? La ciencia, la medicina, la
tecnología y la ciencia, se esmeran en conjunto para lograr este objetivo. La
Teletrasportación: Objetivo utópico e ideal de todas estas disciplinas. Incluso técnica y

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políticamente nuestros cuerpos son tratados como una base de datos compleja. Esto
sufre y percibe el espacio post-metropolitano: la superación del mismo, el querer
atravesarlo, cuando es imposible.
(…) “Pero el espacio se venga inmovilizándonos en la ciudad” Porque está ahí
presente, porque somos físicos.
Existe, se es. Cuanto más crece la velocidad del flujo de información, pareciera como
que aumenta la necesidad de movimiento físico y de ubicación estratégica. “La
arquitectura tiene un ridículo y paradójico anhelo por ser símbolo urbano. En Berlín es
notable ver el triunfo de la monumentalidad edilicia como si se fueran nuevas Acrópolis”
Lo único que hacen es atentar contra la espacialidad urbana, inevitablemente. En 1930 la
revolución moderna de la arquitectura soñaba con edificios transparentes, edificios de
cristal, “atravesables”, donde prevaleciera el vacío contenido, el espacio definido y no el
objeto en sí mismo. Actualmente, pasados de moda. Hoy la arquitectura busca la
objetualidad, el cartel, el llamador, el mostrar quién es el protagonista en la ciudad. Pobre
Barcelona (la nueva), es una sucesión de edificios sin coherencia y sin sentido de diálogo.
La ciudad de moda para ir a experimentar arquitecturas. El tiempo dirá quién tendrá la
razón.

ROLES: PUBLICO – PRIVADO

¿Qué tipos de lugares queremos generar? ¿Quiénes son los responsables de generar
la espacialidad urbana? Por un lado, dijimos que la ciudad más allá de su casco histórico,
la post-metrópoli propone una suerte de varios nodos o sub-centros no necesariamente
interconectados que funcionan independientemente, cada uno con su propuesta,
satisfaciendo las demandas habitacionales y de abastecimiento sobre su radio de
influencia de servicios al mismo tiempo. Está claro que el ámbito público pone las reglas
del “juego” y condiciona el accionar del privado, condicionándolo a generar cierto tipo de
ciudad-física (arquitectura) y poder lucrar. El negocio inmobiliario es entendido como el
principal motor de la economía de una ciudad. El sector privado tiene grandes influencias
sobre las condiciones que el regulador del suelo propone, tergiversando así las
proporciones o armonía de la ciudad, donde comienzan a surgir determinados elementos
fuera de la norma, que empiezan a generar una nueva condicionante en su conjunto
cuando se tornan mayoría. Vemos entonces que la ciudad que se proyectó como ideal,

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con sus objetivos claros, empieza a tomar diversos rumbos, diseminados en el territorio y
regido por el ámbito privado que la condiciona.
El ejemplo de Buenos Aires y la reconversión del Puerto Madero y sus zonas aledañas
presenta todos estos condimentos en mayor o menos medida. Por un lado una
arquitectura vacante, pre-existente, con una gran impronta cultural. El suceso histórico
estaba presente. La memoria de un lugar pasado. En ese momento sufría el estigma
social de abandono, de inseguridad y deterioro. Un confín, un límite de la ciudad que
negaba el cierre de la misma contra sus costas. La propuesta integral de reconversión fue
claramente un acierto en los planes de regulación de la ciudad. Permitió la expansión del
CBD sobre el espacio vacante propuesto y logró una fusión consolidada entre las
actividades financieras y el “casco histórico” de la ciudad, quién se vio favorecido gracias
a la influencia de las actividades propuestas en este sector.

Vista Puerto Madero, Buenos Aires

La problemática mayor se presentó sobre los terrenos vacantes que se ofrecieron


sobrepasando los edificios existentes. La escala y las tipologías resultaron completamente
diversas a las propuestas sobre los edificios existentes y su código regulador se vio
perturbado por la exigencia del mercado inmobiliario presionando para lograr una mayor
rentabilidad de las tierras. Los programas originarios del Plan Puerto Madero, no fueron
respetados en su totalidad, teniendo hoy como resultando un área meramente residencial

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y de gran exclusividad por sus elevados precios. Hoy se presenta como un área en
expansión del desarrollo inmobiliario, con bajos índices de ocupación real de las unidades
construidas. Existe una propuesta de parques urbanos que buscan complementarse al
espacio público ofrecido en la ciudad. El principal problema de todo este sector es la
ineficiente movilidad transversal, de entrada y salida que sufre el área. Se presenta un
fenómeno de migración interna los días de ocio por personas externas al barrio que
buscan disfrutar de los amplios espacios públicos y de las largas fugas sobre el río. Esto
provoca un enorme caudal de transito particular, lo que vuelve caótico el entorno. Los
estacionamientos no son suficientes y la red vial se ve colapsada. Lo que genera un
retroceso para la continuidad del desarrollo y provoca confrontaciones sociales entre los
residentes locales y los migrantes. Actualmente es la mejor oferta de esparcimiento que la
ciudad puede ofrecer en todos los aspectos, ya que es la más moderna, la más cuidada,
la más “segura” y la de mayor poder adquisitiva.
Es interesante entonces, preguntarse si esto es parte de la ciudad, o si el desarrollo de
este área es en efecto ciudad. A escala metropolitana, podríamos percibir este espacio
claramente como un lugar de ocio y esparcimiento a disposición de todos, a pesar de su
carencia de transporte público para su acceso.
Al contrario de la primer “franja” de edificios históricos donde la interacción es de
alguna forma más amigable en el sentido de aproximación, donde se proponen espacios
públicos abiertos sobre los antiguos diques que dan aire y largas perspectivas.
El área reconvertida, conquistada al río carece de historia, de memoria. Apenas
algunos vestigios de la llamada Costanera Sur y sus viejas bajadas al río donde la gente
se bañaba hace unos pocos 50 años y que nunca hubo intensión de poner en valor. Es lo
único que queda. Se ve bastardeada en su uso por la Reserva Ecológica, una propuesta
de los gobiernos de turno de los ´70 en ganar tierras al río con escombros generados por
el trazado de autopistas que atravesaban la ciudad.
¿De qué forma entonces estamos haciendo ciudad en esta intervención propuesta?
Se puede percibir con más facilidad la ciudad sobre las intervenciones propuestas
contra las Plantas Bajas, el zócalo comercial: La escala peatonal, la escala humana.
En los terrenos de las grandes torres, las parcelas se relacionan con las veredas a
través de planos límites de los terrenos, más conocidos como rejas. Por lo tanto no
existen instancias de relación e interacción entre el espacio público y el privado, salvo
casillas de control de entrada y salida. Filtros negativos y expulsivos.

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Por lo tanto, de repente nos vemos sumergidos en un propio vacío urbano, delimitado
por pasillos, transitados por vehículos que no se detienen, justamente porque no hay
razón para hacerlo: No existe la ciudad, o por lo menos no como la entendemos en
nuestro inconsciente socio-espacial de lo que una ciudad es o debería ser.
No se está negando la propiedad privada. Se trata de un problema de gestión y
convivencia entre las partes. Cacciari habla de los espacios de la post-metrópoli, donde
es todo igual y homogéneo. ¿Será que no es posible desprenderse del núcleo central?
¿Todo lo que quede fuera de este sistema centro-periferia está condenado a no
pertenecer a la ciudad? ¿Y si en el propio centro de la ciudad, ni siquiera estamos
consolidando la misma? ¿Dónde está la ciudad? ¿Debe estar sobre los corredores más
antiguos, con más memoria y tradición?
Berlín afronta esta problemática sobre un sector de la ciudad con suficiente impronta
histórica y bien presente en la memoria de todos sus ciudadanos, Postdamer Platz, una
de las antiguas puertas de paso, cuando consolidado el muro. Una zona casi destruida y
deteriorada, inexistente y relegada, nunca dejó de ser un enclave para la ciudad. Los
administradores del territorio supieron ver la oportunidad de desarrollo urbano-inmobiliario
y confeccionaron un plan de revitalización de toda el área, siendo hoy una de las zonas
más valorizadas del nuevo Berlín, teniendo como primer referente el edificio central de la
empresa más rentable del país, la Deutsche Bahn, quienes administran la red ferroviaria
del estado. En este espacio no existe una condición o un elemento de la naturaleza a ser
resaltado. Únicamente es una fracción de ciudad con una gran impronta a ser revitalizada.
La existencia de edificios históricos está presente, como así también lotes vacantes para
ser ocupados por privados. La escala de intervención es menor a la de Pto. Madero, pero
lo interesante es la capacidad de dar escala urbana que los privados supieron definir en
sus proyectos. La presencia del ámbito público toma un carácter imprescindible, siendo el
principal protagonista del espacio. Acompaña la única intervención desde el gobierno, la
estación del Subte implantada de manera majestual, pero pasiva que invita a disfrutar de
la espacialidad definida.
Aquí los edificios (privados) salen a buscar la escala peatonal, invitando a ser
atravesados, a ser disfrutados por los transeúntes. Programas culturales interactivos,
museos, paseos de compras de primer nivel arman la coronación de una espacialidad
urbana diseñada y concebida como tal, con el aporte de los dos planos de acción en
conjunto. No existe el tránsito, la congestión, el paseo anónimo de vehículos y la oferta de
transporte público está cubierta. La escala del sector es para la ciudad, para los que la

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habitan y visitan. De seguro que el costo de habitar en la zona sea probablemente de los
más altos de la ciudad, pero no se percibe la sensación de segregación social o partición
del espacio.
De nuevo, la impronta histórica se fusiona con el desarrollo privado inmobiliario,
promovido por el administrador de la ciudad. El acceso a la información de la historia es
constante y contundente. Para ellos es necesario que uno entienda donde está ubicado.
Está claro que se quiere trasmitir un mensaje, una idea. Existe un objetivo como ciudad.
Puerto Madero se entiende, dialoga con la ciudad, de mejor o peor manera, pero está
en la búsqueda hasta el momento que se despega del nivel 0 y deja de generar propuesta
urbana. Se transforma en anónimos sin puntos en común. Lo interesante es ver que
existe una demanda para una oferta de este tipo. O no necesariamente. Como dijimos
antes, los índices de ocupación son bajos en relación a las unidades construidas.

CONCLUSION: “Cosa vogliamo dalla nostra cittá?”

La historia en su sentido de la memoria, la identidad de un lugar y su gente. El


reconocimiento del espacio. Del espacio común, del espacio privado. Entender cuáles son
los roles que de cada uno, la competencia del mercado inmobiliario presionando para
lograr mayores índices de ocupación, más rentabilidad sobre los terrenos y la necesidad
del espacio público donde toda esa densidad pueda satisfacer sus necesidades como
ciudadano de la civitas, de la Roma mobilis, globalizada. La ciudad. La ciudad post-
metrópoli. Inabarcable, inmensurable, eterna.
“Allora, cosa vogliamo dalla nostra cittá?!” ¿Qué le pedimos a nuestra ciudad
entonces? “Belleza”, concluye Cacciari. Le pedimos que sea “linda”. Perfecta. De nuevo
contradicción. ¿Quién es capaz de definir la belleza? Hay tantas como cada ciudad existe,
como tantos habitantes que la viven. Es válido tomar el concepto que desarrolla, cuando
dice que la belleza entendida clásicamente como algo estético, no es necesariamente así.
Para los griegos, el término Kalón, representaba el concepto de algo construido de
manera fuerte, perfecta, articulado y organizado de tal forma que duraría para siempre.
Existían métricas perfectas, cánones, un sólido fundamento objetivo y no algo sugestivo.
Una definición de lo bello.

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¿Qué ciudad construimos? ¿Construimos pequeñas Acrópolis? ¿Maternales de
contención para unos pocos? ¿O la Roma Mobilis y su idea de espacio dedicado al
intercambio social, globalizado, sobre las mismas leyes para todos?
“Vivimos obsesionados con imágenes y mitos de velocidad y ubicación, mientras los
espacios que construimos insisten constantemente en definir, delimitar y confinar.
Necesitamos de lugares donde habitar, pero estos no pueden ser espacios cerrados que
contradigan el tiempo del territorio en el que, queramos o no, debemos vivir.”
“No podremos nunca sentirnos habitantes de un lugar segregado completamente del
territorio. No buscamos lugares separados, cerrados, protegidos para sentirnos “en casa y
tampoco podríamos habitar nunca en un tren, un auto, una estación o un aeropuerto.
Podremos vivir allí donde la formalidad de un lugar se encuentre de con la universalidad
de la información que recibimos, allí donde lo individual en sí, se comunica con lo
universal. ¿Será posible de imaginar?”
“Para el territorio post-metropolitano tenemos la necesidad de una arquitectura capaz
de construir lugares adecuados al uso, lugares correspondientes a las exigencias y
problemas del propio tiempo.”
“Entonces políticos y arquitectos deberán buscar superar la “monofuncionalidad”,
pensar en edificios realmente polifuncionales. Hoy tenemos la escuela, el hospital, la
universidad, el teatro, el museo, la municipalidad (…) se crean cuerpos rígidos. Deberían
ser edificios que usen los jóvenes, los adultos, los abuelos, un obrero, cualquiera y se
lograrían generar lugares que tengan más que ver con nuestra forma de vida actual.”
El gran desafío de nuestros tiempos. ¿Fomentar o destruir la Polis? ¿Promover la
Roma Mobilis? Realmente parece que este ha sido el gran dilema del hombre moderno.
Pareciera que estamos dando vueltas en círculo hace cientos de años, sin respuesta y sin
fórmulas eficaces. Las ciudades se han convertido en lugares extraordinariamente
contradictorios, donde conviven desde los más ricos, hasta los más pobres en el mismo
lugar. ¿Es esto una externalidad negativa? O está bien que suceda. ¿Está bien que el
mismo mercado inmobiliario que segrega el ámbito de trabajo y residencia, el espacio
público se tome revancha y los vuelva a unir? ¿Funciona bien? ¿El espacio público debe
suplir lo que el espacio privado no logra y vice-versa?
El tiempo nos dará la razón. ¿El tiempo? Ingrediente que no hemos podido dominar
aún, salvo con alguna que otra rampa metida en algún edificio. El “tiempo urbano” ha sido
nuestro peor enemigo, junto con su primo, el “espacio urbano”. Tendremos que convivir
con ellos, tratar de moldearlos a nuestro mejor modo. Pero al final fracasaremos. Porque

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no se llega, no se llega a todos, no se puede terminar de alcanzar todo, lo absoluto. El
sistema falla, termina en un loop. Todo vuelve a empezar. Es la maquina del habitar, que
la disfrazamos con miles de formas, colores y texturas, para disimular y tapar los
conflictos que nos atrapan. ¿Será necesario vivir en este eterno conflicto, en esta eterna
contradicción? ¿Allora, cosa vogliamo dalla nostra cittá?

BIBLIOGRAFIA
“La Cittá” (La ciudad), Massimo Cacciari. Ed Pazzini, 2004

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