humanos, revolución
Las únicas cosas que no tengo derecho de hacer son aquellas que no hago con un espíritu
libre. Max Stirner
Bien. Hay una posición que parece ser blindada. Hombres o mujeres
que en algún momento de la historia tuvieron posiciones valientes,
arrojadas y por supuesto libertadoras, por siempre – hagan lo que
hagan – serán considerados héroes, patriotas o líderes para la
eternidad. No importa las atrocidades que luego manifiesten, no
importa los horrores que cometan, no importa si matan, roben, estafen
o utilizan en nombre de los derechos humanos los más bajos
negociados o traicione. No importa lo que digan o cómo se definan,
tienen impunidad para amordazar, injuriar o distorsionar. Y todo
surge, en gran medida, por poseer en el fondo de su conciencia,
agazapado, el concepto de héroe, de patria, de líder. Son demagogos,
populistas o seres de mala fe, de conciencia turbia con una encendida
búsqueda de poder. No les interesa el modo, la forma ni las
mutilaciones.
Se vive entre la ficción y la realidad. La Revolución Cubana, que
derrota a Fulgencio Batista – seria largo enumerar circunstancias,
historias, confabulaciones, complicidades – es recibida con fervor pues
derrota a un tirano. Sí, desde luego, sostenido como tantos otros por los
yanquis. Y amigo de líderes latinoamericanos que después no
quisieron acordarse. Esa revolución, decimos, meterá en campos de
concentración a homosexuales y drogadictos como una peste que
asoma y no coincide con el cambio social y político. Treinta años
después, cuando ya no pueden seguir sosteniendo ese absurdo, esa
distorsión homofóbica y tan poco progresista, hablan de libertad
sexual. Igual que cuando el jefe dejó el habano o cuando se lo juzgó a
Heberto Padilla. O se lo acusó a Guillermo Cabrera Infante de agente
de la CIA. Junto a ellos un coro de intelectuales, hombres de la cultura,
pensadores del todo el mundo con una retórica lamentable llamaban a
la unidad contra el imperialismo y la oligarquía en defensa de los
avances revolucionarios, en contra de los agentes del imperialismo. En
fin, otra vez más, patria o muerte. El pensamiento único llevaba a una
formidable exclusión simbólica y política, una construcción imaginaria
con premisas donde los “compañeros” tienen en sus manos la voluntad
del pueblo y del Comité Central. El resultado de los sacrificios es para
la eternidad, las modulaciones mesiánicas señala el avasallamiento. El
tono épico y trágico continuará hasta que caiga el último burócrata. Y
así, de señuelo en señuelo, engaño tras engaño, mistificación y
aplausos. Soberbia e insaciable sed de poder. Acto de Ofrecimiento.
Jacularorias. Trisagio Breve.
Los gobiernos y los políticos tienen solución para todo. Por eso
mienten. Discursos armados y montajes maliciosos, siempre. Usan al
pueblo como propiedad privada, como parte de un partido, de un
movimiento. Información fragmentada, mistificaciones continuadas.
La gente debe reunirse y resolver qué desea, qué necesita, qué piensa.
Por supuesto, antes debe aprender a desear, a pensar y a tener la
necesidad de creación. Y a no temer estar solo. Por eso las
revoluciones, tal como están planteadas, van al fracaso desde el inicio.
No se quiere entender que los dinosaurios un día desaparecieron, como
desapareció el Imperio Romano, la Inquisición o el franquismo. O
como cayó el Muro de Berlín. Son distintas secuencias de una misma
mirada. Ahí esta la clave: aprender a mirar, a ver, a distinguir.
Aprender a aprender. Otra vez hablamos de jerarquías, de castas, de
clases, de imposiciones, de ortodoxias. Debemos esperar, siempre
debemos esperar. No importa las victorias, las proclamas ni los
rituales. Hemos tenido, a lo largo de la historia, miles y miles de
derrotas. Hablamos de moral, intentamos vivir con una ética en un
mundo que la desconoce o la oculta. De crear una cultura desde otro
lado. Sin autoritarismo, sin liderazgos, sin recursos escatológicos.
Como escribió George Orwell: “Si la libertad significa algo, será sobre
todo, el derecho de decirle a la gente aquello que no quiere oír.”
Carlos PENELAS
Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires, es
un reconocido poeta y escritor en Argentina. Ganador de multitud de
premios y reconocimientos por su obra artística, es colaborador de
diversos periódicos en ese país. También dicta conferencias por todo el
mundo y mantiene un blogweb personal http://www.carlospenelas.com.