El Budismo surgió hace unos 2550 años en la India, como heredero de las
grandes tradiciones no-dualistas indias, como un aire fresco que presentó
antiguas verdades de una forma novedosa –que permitió al hombre pensar en
sí mismo como poseedor de las más altas cualidades trascendentes, como un
camino para encontrar la salud más completa en perfecta sintonía de todo
cuanto existe.
Primero siguiendo los pasos de los grandes Rishis indos, luego siguiendo
su propio sendero a través del recorrido del Camino Medio, que le llevó a la
conquista de su propia mente y la actualización de sus potencialidades más
elevadas. Lo que lo condujo a la Iluminación y a la liberación inherente del
propio sufrimiento y de la recurrente necesidad de la encarnadura.
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De esta forma el budismo puede ser comprendido como un camino
terapéutico para liberarnos de los condicionantes de la encarnadura; para
trascender las limitaciones de nuestro ser, desarrollando las cualidades
inherentes de nuestra propia mente.
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B. Su visión de la enfermedad
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Es decir, que se alcanza una identidad individual, carente de la
autoconcepción de sí misma como inherente, única y separada –visión que
fundamenta el sistema de apegos y aversiones, que constituye en forma práctica
nuestro ego, pero en estrecha consonancia con la completud.
D. Su visión de la encarnadura
E. Su visión de la libertad
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autotrascendencia, es decir, de llevarse a sí mismo a la trascendencia, de
acuerdo a su propio camino.
“Cada uno de nosotros tiene una misión divina en este mundo y nuestras
almas usan nuestras mentes y nuestros cuerpos como instrumentos para la
realización de esta tarea; de esa forma cuando los tres están trabajando al
unísono, el resultado es la salud y la felicidad perfecta.” (Bach)