INTRODUCCIÓN
COLOMBIA
12. Tras la elección y asunción del mando del Presidente Álvaro Uribe Vélez en
agosto de 2002 algunos líderes de la organización paramilitar conocida como Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC)[4] hicieron pública su intención de negociar términos para la
desmovilización de sus fuerzas y el 1° de diciembre de 2002, declararon un cese unilateral de
hostilidades. En los meses que siguieron, representantes del Gobierno iniciaron contactos con
miembros de las AUC y el 15 de julio de 2003 se llegó a un acuerdo preliminar mediante el cual
se fijaron metas de desmovilización para el 31 de diciembre de 2005. El 13 de mayo de 2004 se
alcanzó un acuerdo sobre el establecimiento de una “zona de ubicación” en Santafé de Ralito,
Tierralta, Departamento de Córdoba, a fin de concentrar la presencia de miembros de bloques
paramilitares involucrados en la negociación de la desmovilización.[5] Por efecto de la
Resolución 092 de 2004 quedaron en suspenso las órdenes de captura decretadas contra los
miembros de las AUC que se encontraban dentro del perímetro de sus 368 km2 de extensión.
[6]
17. El 28 de mayo de 2004, el propio Alto Comisionado para la Paz afirmó que
“la tendencia de las AUC a cometer acciones criminales aumenta mes a mes, en especial
homicidios” y que se habían incrementado los ataques contra la población civil.[14] El 24 de
septiembre de 2004 la Defensoría del Pueblo dejó constancia de las denuncias recibidas sobre
la alegada comisión de crímenes en los departamentos de Antioquia, Arauca (masacres y
desplazamiento), Cauca[15] (homicidios selectivos), Cesar (masacres, homicidios selectivos,
desplazamiento), Córdoba (secuestros, amenazas y homicidios selectivos), Guajira (masacres,
homicidios selectivos, desapariciones, violaciones a la integridad personal, secuestros),
Magdalena (homicidios selectivos, desapariciones, desplazamiento, amenazas), Valle
(homicidios selectivos, desplazamiento), Putumayo (masacre, desplazamiento, secuestro).
[16]
18. En suma, a pesar del compromiso de cese de hostilidades por partes de las
AUC, continúan los actos de violencia e intimidación contra la población civil. La desactivación
de la compleja red de grupos armados al margen de la ley que se han plegado al conflicto
armado en Colombia requiere que se ponga fin al constante flujo de actos de violencia por
parte de grupos paramilitares sobre la población civil así como su debido esclarecimiento
judicial. Cualquier esfuerzo de pacificación y desmovilización de grupos armados debe
descansar sobre la legitimidad generada por el compromiso frente a los acuerdos alcanzados a
la luz de los parámetros internacionales, el cese del empleo de la violencia y la intimidación
contra la población civil, la sujeción a la ley, la justicia y la reparación de las víctimas.
19. Más allá del compromiso de cese de hostilidades por partes de llamado
“Comando mayor negociador” de las AUC, continúan los actos de violencia e intimidación
contra la población civil por parte de todos los actores en el conflicto: paramilitares plegados o
no a las negociaciones en Santafé de Ralito, grupos guerrilleros –en particular las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)— y agentes del estado. Las acciones de
violencia cometidas en el curso del conflicto armado interno continúan traduciéndose en
graves violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario en contra
de la población civil y, en particular, de los sectores más vulnerables: los pueblos indígenas,
las comunidades afro descendientes y los desplazados. Durante el año 2004 continuaron
además los homicidios selectivos y desapariciones forzadas contra defensores de derechos
humanos, sindicalistas, líderes sociales, periodistas y candidatos a cargos de elección popular
–incluyendo a miembros de la Unión Patriótica— entre otros.
21. Por su parte, el Banco de Datos del CINEP indica que sólo en el semestre
de enero a junio de 2004 se habrían cometido 424 ejecuciones selectivas, 86 de las cuales
serían atribuibles al Ejército colombiano y 304 a los paramilitares.[22] Asimismo se registra
la comisión de 65 desapariciones forzadas, 15 de las cuales son atribuidas al Ejército y 48 a
los paramilitares.[23] En cuanto a los crímenes perpetrados por los grupos guerrilleros, se
atribuye la comisión de 216 infracciones del derecho internacional humanitario a las FARC –
entre las que se cuentan 123 homicidios selectivos.[24]
29. Durante el año 2004 continuaron los ataques y amenazas contra la vida y
la integridad personal de los líderes sindicales en Colombia con 37 víctimas fatales, de
acuerdo a las cifras oficiales, para el período que va de enero a noviembre de 2004.
Conforme a estas fuentes, se habría verificado una disminución de más del 30 por ciento en la
comisión de asesinatos, en comparación con el año 2003. Por su parte, la Escuela Nacional
Sindical reporta 15 asesinatos de dirigentes sindicales, 30 asesinatos de trabajadores
sindicales y dos de asesores sindicales, con un total de 47 víctimas entre los meses de enero y
agosto de 2004.[38] En cualquier caso la situación continúa siendo grave y ha llevado a la
CIDH a continuar con el seguimiento de medidas cautelares otorgadas a fin de proteger a
líderes sindicales o a la dirigencia de ciertas organizaciones sindicales, tales como
ECOPETROL-USO y SINTRAEMSDES, entre otras.
31. Durante el año 2004 la CIDH dictó medidas cautelares a favor de Mery
Naranjo, presidenta de la Junta de Acción Comunal del barrio Independencias III en la
Comuna 13 de la ciudad de Medellín, quien fuera testigo del asesinato de Ana Teresa Yarce,
miembro de la misma organización social. La señora Naranjo y sus hijos han sido objeto de
amenazas y actos de hostigamiento. La CIDH ha dado especial seguimiento a la situación de
derechos humanos en las comunas de la ciudad de Medellín tras de una serie de operativos
militares llevados a cabo en esa zona de la ciudad a partir de octubre de 2002. En junio de
2003, tras visitar las áreas de la ciudad más afectadas por la presencia y control paramilitar y
recibir testimonios, expresó preocupación por la posible consolidación de la presencia de
grupos paramilitares involucrados en la comisión de graves crímenes en esa zona de la
ciudad. La delegación de la CIDH que visitó la ciudad de Medellín en julio de 2004 a fin de
evaluar el proceso de desmovilización del bloque Cacique Nutibara de las AUC, recibió
testimonios sobre actos de intimidación y violencia perpetrados por grupos paramilitares y su
efecto en las organizaciones sociales y las juntas de acción comunal de la Comuna 13.
35. La Comisión nota que continúan las expresiones hostiles por parte de
agentes del Estado, incluyendo al propio Presidente de la República, contra los defensores de
derechos humanos y acompañantes internacionales. Concretamente, el 27 de mayo de 2004,
luego de un Consejo de Seguridad celebrado en San José de Apartadó en Antioquia, el
Presidente de la República acusó a las Brigadas Internaciones de Paz –acompañante
internacional de la Comunidad de San José de Apartadó— de obstruir la justicia.[43] El 16 de
junio, en la Escuela de Cadetes de la Escuela General Santander de la Policía Nacional, el
Presidente de la República acusó a los defensores de derechos humanos nacionales y
extranjeros de ser “los cómplices culposos del terrorismo, [que] solamente sirven para
legitimar el terrorismo”.[44]
4. Periodistas
39. Los periodistas y medios de comunicación siguen siendo blanco de
amenazas y actos de violencia e intimidación tanto por su cobertura del conflicto armado
como de la actuación del crimen organizado y el encubrimiento de actos de corrupción.
Durante el año 2004 periodistas tales como Cristian Herrero Nariño, Claudia Julieta Duque
Duque (abocada a la investigación del asesinato de Jaime Garzón) y Luis Alberto Castaño se
vieron forzados a abandonar sus lugares de residencia o incluso el país, como medida de
seguridad.
43. La CIDH se comunicó en forma oportuna con el Estado con el fin de dejar
constancia sobre sus preocupaciones sobre la posible incompatibilidad de ciertos aspectos de
este tipo de normativa con los compromisos de la República de Colombia en materia de
derechos humanos fundamentales, plasmados en la Convención Americana y reflejados en
instrumentos tales como la Convención Interamericana contra el Terrorismo y la Carta
Democrática Interamericana y su alcance interpretado en forma autorizada en el Informe
sobre Terrorismo y Derechos Humanos y los varios informes sobre la situación de los derechos
humanos en Colombia, aprobados por la CIDH. Concretamente, la atribución de facultades de
Policía Judicial a las Fuerzas Militares implica el otorgamiento de funciones que son propias del
poder judicial y sus cuerpos auxiliares a las Fuerzas Militares, las que constituyen un cuerpo
integrante del Poder Ejecutivo.[51]
III. CONCLUSIONES
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