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Así pues, el deseo evoca la carencia de ser bajo tres presencias del
vacío. Son las que constituyen el fondo de la demanda de amor, del odio
que viene a negar el ser del otro y de lo indecible que se ignora en la
petición al semejante.
J. Lacan en el texto, La dirección de la cura, nos dice que para que surja
el deseo, la necesidad tiene que pasar por los desfiladeros del
significante. También nos aproxima conceptualmente a la consideración
de que el deseo del hombre es el deseo del Otro y que es la dialéctica
de la transferencia la que abre el lugar del Otro (otra escena) como
lugar de la palabra.
Por eso Lacan articulando el deseo en el lugar del Otro, puede decir
desde una posición discursiva cuya gramática empezó a enunciar Freud:
el deseo del sueño no es asumido por el sujeto. Un sueño es un sueño
contado, transmitido vía significante y donde el anhelo se transmite en
la enunciación misma del texto que escribe para el sujeto.
Aquí, lacan nos recuerda en una nota del texto citado, de nuevo, su
referencia a los psicoanalistas ingleses y su concepción del yo,
ahondando en el sentido de que el progreso de un análisis va en
dirección contraria a las identificaciones.
El síntoma en dos tiempos del obsesivo hace notar sus efectos en este
caso que nos presenta Lacan. Se trata del fin del análisis de un obsesivo.
Un final de análisis en el cual Lacan va más allá de analizar la
agresividad del sujeto (en los análisis de esos años, en la literatura
analítica del momento, la agresividad es un elemento privilegiado y
vinculado al yo), y se interrogó sobre el lugar que tomo en el juego de
destrucción del deseo de uno de sus padres sobre el otro. (El sujeto –el
paciente que menciona Lacan- está en ese impasse: impotente para
desear sin destruir el deseo del Otro y por ende su deseo mismo en
tanto que es deseo del Otro). Es decir, se trata de un análisis donde se
interroga la responsabilidad del sujeto frente a los rasgos de
identificación edipica aceptados como propios, vehiculizados vía
significante y repetidos en las respuestas habituales de este sujeto a las
contingencias de su vida. Concretamente Lacan nos hablará del lugar de
su deseo frente a su amante y un sueño de ésta, contado por el propio
paciente en su análisis.
Entonces ella sueña: tiene un falo. También una vagina y además desea
que ese falo se introduzca ahí.
Del lado de ella, el sueño está hecho para satisfacer el deseo de él más
allá de su demanda. Llega a su lugar y tiene efectos. Ella sueña, él habla
de ello a su analista.
¿Qué efecto tiene este sueño sobre nuestro paciente? Que el rechazo de
la castración, si hay algo que se le parezca, es en primer lugar rechazo
de la castración del Otro.
Para él de nada sirve tener ese falo (como hombre) puesto que su deseo
es serlo (como mujer). Y el deseo de la mujer cede al suyo, mostrándole
lo que ella no tiene.
Pilar Dasí