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"El arrepentimiento alcanza su plenitud cuando uno consigue agradecer

sus propios pecados"


de Mello, sj

Apéndice I - EL EXAMEN DE CONCIENCIA


Herbert Alphonso, sj
Llevo ya años oyendo a sacerdotes, religiosos y seglares comprometidos, durante
los ejercicios y fuera de ellos, que han abandonado hace mucho la práctica del
"Examen de Conciencia". Se les ha convertido en pura rutina sin sentido. ¿Qué
sentido tiene, preguntan, recorrer un día tras otro, cuando no dos veces al día, los
puntos de lo que se les enseñó que era el "Examen de Conciencia": primero, dar
gracias a Dios por los beneficios de creación, redención, santificación, vocación,
dones personales, etc.; seguidamente pedir luz para ver sus faltas y pecados; luego
examinarse para encontrar algunos pecados, etc. (con frecuencia no pueden
encontrar ninguno, dicen, pero seguramente que tienen alguno...); y por fin hacer
un acto de contrición y propósito de la enmienda, sin saber exactamente lo que se
proponen enmendar, hacer o dejar de hacer...?.

Tanto me ha impresionado esta historia tan repetida que me he preguntado


seriamente cual podría ser la razón por la que esta práctica tradicional, pero
profunda y espiritual, se ha convertido en "rutinaria" para tantos cristianos
comprometidos y consagrados. Creo que he averiguado la razón: el "examen de
conciencia" lo hemos convertido en un ejercicio de pura moralidad, cuando de
hecho es el ejercicio diario de discernimiento.

La moralidad como tal pertenece al Antiguo Testamento; lo típico del Nuevo no es la


pura moralidad sino el discernimiento. Como cristianos, discípulos de Jesús, nuestro
criterio de conducta y acción no es puramente lo justo en cuanto se opone a lo
injusto, lo bueno en cuanto se opone a lo malo. La ley del Nuevo Testamento es la
ley del amor, escrita no en placas de piedra fuera de nosotros mismos, sino en
nuestro interior, en nuestros corazones. El cristiano, persona del Nuevo Testamento,
pregunta dónde está el "mayor amor": no es moralmente libre para escoger una de
dos alternativas cuando las dos son buenas. Por medio del discernimiento, trata de
encontrar dónde le llama el "mayor amor", y según eso decide. En este sentido,
como ejercicio de discernimiento, el "Examen de Conciencia" es el ejercicio típico
del Nuevo Testamento.

Lo característico del discernimiento cristiano es que está basado en la experiencia:


el discernimiento de espíritus es un cerner las experiencias internas para rastrear su
orientación, y así determinar su origen, si son de Dios, para abrazarlas y hacerlas
propias; si del mal espíritu, para rechazarlas. Segundo, para ocuparnos de nuestras
experiencias tenemos que empezar por hacernos conscientes de ellas, por eso,
precisamente, porque se trata de un ejercicio de discernimiento, el "Examen de
Conciencia" es un examen de consciencia, consciencia de nuestra experiencia real y
concreta, cualquiera que sea. Llama la atención que, tanto en latín como en las
lenguas derivadas del latín, una misma palabra significa la conciencia moral y la
psicológica: castellano, francés, italiano. Ignacio popularizó el examen de
conciencia, que es en realidad el "examen dc consciencia", como un ejercicio de
discernimiento. ¿Cómo lo hemos de hacer?. ¿Cuáles son los pasos concretos?

1.- Acción de gracias


Porque se trata dc un ejercicio típicamente cristiano, comenzamos dando gracias.
La imagen de la vida espiritual cristiana no es la de una persona que lucha por
llegar hasta Dios. Según la revelación bíblica, la primacía o iniciativa la tiene Dios:
Él es el que está siempre viniendo a nuestras vidas con sus dones, su gracia, su
amor y su poder; nuestro papel es el de recibirle activamente a Él y a su acción
salvadora.

Por eso, para situar nuestro "examen de conciencia" en su contexto apropiado como
ejercicio típicamente cristiano, comenzamos por reconocer la venida de Dios a
nuestras vidas, sus dones, su gracia, su acción dentro de nosotros: le damos gracias

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"El arrepentimiento alcanza su plenitud cuando uno consigue agradecer
sus propios pecados"
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2.- Experiencia
Dentro de ese contexto típicamente cristiano empezarnos nuestro ejercicio de
discernimiento. Lo cual quiere decir que primero nos fijamos en la experiencia real
del día, sea positiva o negativa. Si hemos de afrontarla, tenemos que hacernos
conscientes de ella, y luego aceptarla como es.

a) Conciencia o caer en la cuenta de la experiencia como ha tenido lugar en


realidad.
b) Aceptación de la misma

Tenemos que detenernos en esta fase de la aceptación porque con harta frecuencia
se da por hecha. Deberíamos distinguir claramente entre "aprobar" y "aceptar":
"aprobar" o "desaprobar" implica un juicio, mientras que "aceptar" o "no aceptar" es
una actitud. Hay muchas cosas que Dios no puede "aprobar" en lo que digo o hago,
y no obstante me "acepta" incondicionalmente en esas mismas cosas. Estoy
certísimo de ello. Esta actitud de Dios para conmigo la debo tener también yo. La
experiencia me ha enseñado que o confundimos "aprobación" y "aceptación",
"desaprobación" y "no aceptación". o damos por descontado que la "conciencia" o
"caer en la cuenta" de una experiencia supone ipso facto su "aceptación". Lo que
pasa de hecho es que tenemos una especie de dinámica interna espontánea de "no
aceptación" que funciona en cada uno de nosotros. Y uno de los grandes frutos de
mi experiencia de dirección espirituales es haber visto que la "no aceptación" de la
experiencia humana real es un obstáculo fundamental que en tanta gente de buena
voluntad bloquea el crecimiento efectivo humano y espiritual.

Valdría la pena explorar lo espontáneamente que esta dinámica interna nuestra de


"no aceptación" nos domina en la práctica. O huimos de la experiencia que hemos
tenido, o le cobramos miedo, o nos sentimos culpables, la reprimimos o suprimirnos
-todas formas de "no aceptación". ¿Cómo vamos a tratar una experiencia si
comenzamos por hacer tabula rasa de ella.

Pongamos por ejemplo mi consciencia de haber sido impaciente, de haberme


enfadado y perdido los estribos. Sin caer en la cuenta, adopto en mi interior, pero
sin formularla en palabras (ahí está la insidia, porque si la formulara muchas veces
la reconocería), una de estas dos posturas: o comienzo a lamentarme, en términos
que implícitamente quieren decir: "En el fondo soy un buen chico, lo que pasa es
que no me entienden, desgraciado de mí"; o me atrinchero justificándome, como si
dijera: "Es que me han provocado y se han llevado lo que se merecían". No es difícil
descubrir que la queja del uno y la autojustificación del otro son, psicológicamente
una forma de "no aceptación.

Ahora bien, para demostrar que en mi "Examen de Conciencia" tengo que tratar no
solamente los casos de experiencia "negativa" sino también "positiva", tomemos
este ejemplo: veo que he sido verdaderamente servicial. También aquí puedo tomar
una de dos posturas extremas: o comienzo a "sentirme incómodo por sentirme
complacido" en el sentido que no me atrevo a reconocer que he obrado bien (se me
ha acostumbrado a no reconocer lo bueno que hago por temor de enorgullecerme);
o hasta tal punto exagero mi experiencia que me considero como un modelo de
virtud por haber sido tan amable (me encuentro dispuesto a que se proponga como
modelo), que no son sino otras tantas formas sutiles de "no aceptación.

Esto demuestra la absoluta necesidad de emplear tiempo y energía para aceptar


realmente nuestra experiencia: no podemos dar esta "aceptación" por descontada.

3.- "Libertad" por medio del discernimiento


Sólo cuando hayamos aceptado conscientemente nuestra experiencia real y
concreta, cualquiera que sea, podemos ser cristianos auténticos en y por medio de
esa misma experiencia. Lo característicamente cristiano, hemos visto, es darse y

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sus propios pecados"
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entregarse al Señor, es decir, hacerse "libre" para el Señor, abrírsele, y a los demás
en Él en la experiencia humana concreta y real.

Pero cada uno de nosotros tiene, en su "vocación personal", su manera


profundamente personal y única de ser "cristiano", es decir, de darse, o hacerse
"libre", en toda experiencia humana. Dicho con otras palabras, cada uno de
nosotros tiene un criterio de discernimiento único y secreto en medio de toda
nuestra experiencia humana.

La fase específicamente "cristiana" del "Examen de Conciencia" es, por tanto, que
al llegar aquí nos pongamos en la actitud de nuestra "vocación personal", la cual
nos "liberará" de nosotros mismos para llegar hasta el Señor en y por medio de
nuestra experiencia real y concreta. Y ello tanto en las experiencias llamadas
"negativas" como en las "positivas”.

Poniendo juntos todos estos pasos, puedo ahora ofrecer esta definición o
descripción del "Examen de Conciencia": es, en la oración, una reorientación del
corazón que comienza por la acción de gracias, y pasa seguidamente a centrarse en
el Señor por medio de la propia experiencia real y conscientemente aceptada.

El sacramento de la reconciliación está íntimamente ligado con el "Examen de


Conciencia" tal como lo hemos definido. Para la mayoría de los católicos, que tienen
la idea cristiana justa de la economía sacramental, la práctica de la "confesión"
obligatoria en el caso de pecados graves no presenta dificultad. Lo que muchos de
ellos no parecen entender ni estimar es el sentido que pueda tener la "confesión de
devoción”.

Si el "Examen de Conciencia" significa, como he dicho, mi esfuerzo diario para


entregarme a mí mismo en el crisol de mi experiencia real y concreta que es mi
esfuerzo diario por ser auténticamente "cristiano", entonces la "confesión de
devoción" significará llevar ese esfuerzo, de vez en cuando o a intervalos periódicos
(quincenales, mensuales…) al culpen de la expresión sacramental.

La mejor manera es concentrarse en una o dos zonas que la práctica fiel del
examen de conciencia nos revele como particularmente necesitadas. El
arrepentimiento se concentra así en una zona concreta, y la gracia del sacramento
se canaliza también hacia la misma, lo que nos ayuda a crecer en ese preciso
aspecto de la vida y servicio cristianos. La experiencia ha demostrado que,"en la
práctica, la "confesión de devoción" no surte sus efectos de vida cristiana a causa
de la disgregación del esfuerzo en demasiadas zonas y un terreno demasiado
amplio.

No hay nada especialmente espantoso en la Confesión. Vas, confesás tus pecados a


Cristo en la presencia de su Sacerdote, y te absuelven. Pero es muy duro, porque
para confesar tus pecados primero tenés que confrontarlos, admitirlos, hacerte
responsable de ellos. La idea de presentarme a Dios y decirle con palabras cuánto
le había fallado, me hacía temblar.

Formas de examinarse

Según San Ignacio existen tres formas de examinarse durante el día. El


examinarnos nos ayuda a crecer en el discernimiento (aprender a distinguir entre
bueno y óptimo). Esto también nos ayuda a entender por donde nos habla Dios y
por donde el mal espíritu (San Ignacio llama así al demonio, el que nos hace alejar
de Dios). Dios siempre habla con coherencia, no se muda, no cambia, como decía
Santa Teresa. Por eso debemos aprender a ver por donde pasa Dios en nuestras
vidas.

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Está bueno poner por escrito (veo que escribir no te cuesta mucho, igual ojo con
que escribir no se convierta en tentación, por ejemplo nunca escribir durante la
oración!!!) todos nuestros exámenes porque el ponerlo por escrito nos ayuda a
confrontarlo luego con nuestro acompañante y poder nosotros mismos ver por
donde nos habla Dios y por donde nos ataca el mal espíritu.

•Examen oración: examino siempre mi oración luego de terminarla.


Siempre luego de finalizar mi oración, nunca examinarme durante la oración.
•Examen particular: me examino durante el día en algún punto en
particular que se que me cuesta.
•Examen general: examino todo mi día.

Según San Ignacio el Señor (y el mal espíritu también) nos habla por medio de
pensamientos y los sentimientos asociados a ellos.

Existen dos tipos de pensamientos:

Pensamientos
1. Que vienen de dentro, de mi libertad, dependen de mi voluntad.

2. Que vienen de fuera, que no dependen de mi voluntad, es necesario


distinguir a que fin me llevan. Existen dos tipos de pensamientos que viene
de fuera:

 Unos vienen de Dios: Dios me esta hablando a través de ellos,


respetarlos, si me hacen parecerme a Dios.

 Otros vienen del demonio o mal espíritu: Pensamientos que yo no


busco, si me hacen parecerme al demonio, vienen del mal espíritu.

Ejemplo de pensamientos y sentimientos asociados:

Leo en el evangelio el pasaje de la ultima cena por ejemplo, entonces me acuerdo


de cuando como con mi familia a la noche en casa (no se si es buen ejemplo para
vos, pero bueno a la noche debes comer con alguien supongo), y este recuerdo me
trae paz al corazón. Entonces el recuerdo de la comida familiar me trae paz. Eso lo
anoto luego en el examen.
Leo por ejemplo el pasaje del Joven Rico y cuando Jesús le pide de vender todo lo
que tiene esa frase me trae tristeza a mi corazón.

Examen oración

Preguntas que me pueden ayudar a examinar mi oración:

 ¿Preparé suficientemente el ejercicio de la oración? ¿fui fiel a lo que se aconseja


en los pasos de la oración?: presencia de Dios, petición etc
 ¿Aproveché bien todos los medios que tengo para hacer bien la oración?:
silencio, sitio, postura, duración del tiempo, etc.
 Durante el tiempo de oración ¿me sentí realmente acompañado? ¿fue una
conversación con Dios o fui yo el único que hablaba, sin darle chance a Dios y a
su Espíritu de decirme algo?
 ¿Qué sentimientos más fuertes tuve durante la oración?
"Consolación" = aumento de amor, fe y esperanza ..., es decir: paz,
alegría, confianza, ánimo, valor, sentido de la vida, deseos de trabajar
por los demás...

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"Desolación" = ansiedad, miedo, sentimiento de fracaso ..., es


decir: angustia, tristeza, desconfianza, desánimo, oscuridad,
confusión...
 ¿Cuáles son las frases o palabras de la Palabra de Dios que más me llamaron la
atención, que más me gustaron y me hicieron bien, que quedan resonando en
mi corazón?
 ¿Qué puntos o aspectos comprendí mejor o me quedaron más claros para mí,
para mi vida?
 ¿Hay algunas invitaciones de Dios: deseos, llamadas que experimenté durante la
oración? ¿Cuáles son? (por ejemplo: pedir perdón a alguien, hacer y cumplir con
algún compromiso especial ... )
 ¿Sentí alguna especial repugnancia, dificultad, miedo, resistencia ante esos
llamados, inspiraciones y deseos? ¿Qué dificultades? ¿Por qué?
 Las preguntas fundamentales que me puedo hacer cada día:
¿Qué descubro que va haciendo en mí el Espíritu de Dios? (durante el
día, en la oración, en esta experiencia...).
¿Cómo he colaborado y qué dificultades pongo a la acción de Dios?

Examen particular y general

¿Cómo hacer el examen?


Lo mejor sería hacerlo en tres tiempos: mañana, tarde y noche, 15´.
A la mañana me propongo el punto particular en que me quiero examinar.
Pero es bueno comenzar haciéndolo una vez por día, a la noche por
ejemplo.

Los pasos para hacer el examen diario son:

1. dar gracias.
Sin esta actitud no puedo examinarme. Conectarme dando gracias por los bienes
recibidos.

2. pedir gracia.
Para reconocer y rechazar los pecados. Pido porque no tengo. Dios me tiene que
mostrar mis pecados. Actitud de sinceridad conmigo, quiero ver!!! Pero ojo
quiero ver mis pecados con tus ojos!!!

3. Examen Dividirlo en tiempos para examinarlo mejor.

 ¿cómo anduve en el punto particular?


 General
Me examino en tres diferentes cosas:
Pensamientos: ¿Qué hubo en mi interior?
Palabra: ¿Cómo me comunique? ¿Transmití a Dios?
Obra: ¿En que estoy? ¿Qué hice?

4. pedir perdón
Dejando de echar la culpa a los demás, sin tratar de justificarnos. Aceptar la
culpa, reconocerla.

5. pedirle ayuda
Para lo que viene, con fe de que puedo mejorar con él. Previsión de lo que
viene, lo que voy a hacer mas adelante.

Otros puntos que pueden ayudar al examen del día:

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 Haz una revisión de las actividades de tu día: se puede chequear en el orden de


las cosas que se fueron haciendo.
 ¿Qué fue lo que más te llamó la atención en el día de hoy? ¿Por qué?
 ¿Dónde, en qué actividad encuentras más fácilmente la presencia de Dios?
 ¿Dónde, en qué actividad crees que te alejas más de Dios? ¿Por qué? ¿Cuál
puede ser la raíz de ese alejamiento?
 ¿Existe algún texto de la Biblia que te ilumine más y te dé más fuerza? Puedes
anotar ese texto especialmente, recordarlo, saborearlo durante el día.

I. 3 - MIS INFIDELIDADES E INGRATITUDES VISTAS DESDE EL


AMOR DE DIOS [55-61]
Ante Dios, todos somos pequeños, frágiles y débiles. Hay que aceptar con sencillez
esta realidad. Pero nada de esto es malo. Lo malo es no crecer o hacernos daño a
nosotros mismos o a nuestros semejantes, frustrando así el proyecto de felicidad
que tiene Dios para con todos nosotros. En esta meditación pretendo enfrentarme
con mis faltas, con la ayuda y desde la perspectiva de Dios. Es muy distinto ver mis
errores desde mi orgullo o desde los ojos de Dios. Para sentir en serio la gravedad
de mis pecados es necesario experimentar primero el amor misericordioso de Dios.
Me coloco con realismo en medio de este mundo corrupto. Y, sintiéndome parte de
él, pido a Dios, que me conoce en lo más profundo de mi ser, tener conocimiento
interior de mi propia persona, sintiendo profundamente la fealdad del pecado en
mi propia vida, de forma que me duelan de veras mis infidelidades e ingratitudes.
Veo mis deseos de felicidad y de hacer felices a mis seres queridos, pero mis
limitaciones y debilidades, mis opciones personales, la forma en que vivo, me
impiden lograrlo: hago el mal que no deseo y no el bien que quiero.
Primero: recuerdo mis infidelidades e ingratitudes: Me vuelvo a los lugares
en que viví. Recuerdo los daños que hice a mis semejantes: familia, trabajo,
amistades, barrio... Intento recordar las actitudes negativas de mi vida. ¿Cuántas
veces preferí el tener cosas al ser persona? ¿Hasta dónde han llegado mis
ingratitudes? ¿Hasta qué punto he sido infiel a mi pareja, a mis hijos y a mis
amigos? ¿Cuántas veces mi orgullo me impidió reconciliarme en serio con mis seres
queridos? ¿En qué aspecto de mi personalidad me he estacionado o he dado
marcha atrás, decepcionando así el proyecto de Dios sobre mí? Es conveniente que
confeccione ante Dios una lista sincera de mis infidelidades e ingratitudes, con lo
que voy ya preparando mi confesión sacramental (I.7).
Segundo: peso la fealdad de mis infidelidades e ingratitudes: Considero
cuán detestables fueron esas actitudes, acciones y omisiones. Comparo el contraste
que existe entre el Dios que llama a la vida, y mi realidad de cerrazón y muerte:
¿Quién soy yo para atreverme a rechazar el plan de Dios? ¿Por qué insisto en
mantener mi propio punto de vista, en contra de las esperanzas de Dios sobre mí?
Busco placeres egoístas y poderes opresores, para alimentar mi necio orgullo.
Pondero las consecuencias que han tenido en mi vida, en la vida de las personas a
quienes quiero y de otras personas con quienes he tenido trato, cada una de mis
infidelidades al proyecto de Dios.
Tercero: admiro la generosidad de Dios para conmigo: Él me crea
constantemente, me da capacidad creciente de entender y de amar para que pueda
llegar a la felicidad. Su amor siempre es fiel, a pesar de mis infidelidades e
ingratitudes. Es gentil y bondadoso; sabio y sumamente paciente. Me da sus dones
y hasta se da a sí mismo. ¡Y yo me atrevo a despreciar e ignorar las muchas
posibilidades que me otorga!
Cuarto: contemplo la bondad de la creación: Cuando miro el maravilloso orden
del universo, me admiro de que no se haya vuelto contra mí, considerándome una
mancha en el conjunto de su belleza. Cuando renuncio a ser yo mismo, la tierra
continúa sustentándome y el sol se niega a quemarme como a un plástico. Cuando
realizo cosas malolientes las flores me ofrecen su fragancia. Cuando yo estaba
alejado de Dios, el aire seguía entrando en mis pulmones y la luz alumbraba mis
ojos… A pesar de que yo estaba totalmente fuera de sintonía con tanta belleza.

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"El arrepentimiento alcanza su plenitud cuando uno consigue agradecer
sus propios pecados"
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Me vuelvo a Dios, mi misericordioso Señor. Le digo lo que se me ocurre dentro de


mí y le doy gracias por haberme dado vida hasta ahora y por todas las bondades
que sigue derramando sobre mí. Me esfuerzo por sentirme pecador
comprendido, perdonado y amado por él. Y me determino con la ayuda divina a
conformar mi vida según su bondadoso proyecto. Termino con un Padre Nuestro
[EE 61].
Pasajes bíblicos para orar sobre mis pecados:
a. Os 2,15.9-10.16-25: A Dios, esposo siempre fiel, le duelen mis infidelidades,
pero siempre está dispuesto a perdonarme, reconquistarme y embellecerme.
¿Me dejo yo reconquistar y embellecer por él?
b. Os 11,1-9: Al Padre Dios le duele la ingratitud de su hijo. ¿Cuáles son mis
ingratitudes con mi Papá Dios?
c. Ez 37,1-14: Dios puede volver a la vida hasta a huesos secos. Sentir en mí la
fuerza de su Espíritu que me reaviva.
d. Lc 15,1-2.11-32: El hijo perdido. Sentir cómo el Padre abraza con alegría al hijo
ingrato, que vuelve a él. ¿Me dejo yo querer así por mi Papá Dios?
e. Sal 51: Limpia mi pecado... Sentir cómo Dios nos limpia. Otros salmos penitenc.:
25; 103; 130; 107; 32; 79; 141.
• Orar la Biblia, 26: Perdón, Señor.

ORACION RESUMEN
Dios todopoderoso y eterno, dame fuerzas de espíritu para reconocer mis
pecados a la luz de la historia de tu amor para conmigo.
Que me vea, Jesús, con tus ojos. Hazme caer en la cuenta de lo que significa
cerrarme a la conciencia que me has dado, por querer proteger intereses
falsos, aparentes y pasajeros...
Concédeme un conocimiento lúcido y sereno de mi realidad de pecador
perdonado, purificado y llamado por ti.
Enséñame a llorar por los sufrimientos que he infligido a mis hermanos, y en
ellos, al mismo Jesús.
Por favor, Señor, quiero realmente vivir consciente de cómo he dejado que
esta raíz terrible del mal haya crecido tanto en mí y dado frutos tan
nefastos. Necesito imperiosamente tu ayuda, pues soy pequeño, frágil y
débil. ¡Y a veces muy sucio!
Que tu perdón y tu fortaleza me dejen tan agradecido, que quede para
siempre a tu entera disposición.

Examinar cómo me ha ido en la oración durante esta semana:


- ¿Aproveché todos los medios que tengo para hacer bien la oración?: sitio, postura,
silencio, tiempo necesario...
- ¿Me siento incómodo y pesimista? ¿O esperanzado y estimulado? ¿Por qué?

I . 6b.- CONFESION SACRAMENTAL Y EXAMEN DE CONCIENCIA


[EE 32-44]
Como fruto de esta primera etapa es provechoso realizar una confesión de toda mi
vida, en la que pueda sentir cómo Dios me perdona y me llama desde mi pequeñez
y mi pecado.
Debo profundizar en el sentido de la confesión sacramental como encuentro
personal con Cristo, preparada en forma de oración, a partir de todo lo visto en esta
temporada, y como síntesis de ello. Se trata de reconocer ante los ojos amorosos de
Dios todo lo que soy: mis cualidades, mis limitaciones y mis fallos.
• Pido a Dios que ilumine mi conciencia para que vea mis cualidades de forma que
las desarrolle y las ponga al servicio; que vea mis limitaciones para que las
acepte con sencillez; y que vea mis ingratitudes e infidelidades para que pueda
corregirlas.
• Me examino con sinceridad: la humildad es la verdad

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"El arrepentimiento alcanza su plenitud cuando uno consigue agradecer
sus propios pecados"
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 Analizo mis cualidades, todo lo bueno que mi Papá me ha dado a


semejanza suya, tanto las cualidades que ya están en marcha como las que aun
están sin desarrollar. Le agradezco mi belleza, en todos los sentidos. Y reconozco
que aún puedo crecer mucho más. Para ello completo la lista que hice en el
Principio y Fundamento.
 Reconozco mis limitaciones, las cosas que no me agradan o me cuestan
aceptar de mí mismo. Soy pequeño, frágil, débil y ensuciable. Vivo en el espacio
y en el tiempo: no en la eternidad. No soy un ángel. Necesito trabajar para
desarrollar mis cualidades. Reconozco que no tengo algunas cualidades que
tienen otros….
 Examino mis ingratitudes e infidelidades:
a) Mi relación con Dios. ¿Amo a Dios sobre todas las cosas o, por el contrario,
otras cosas o personas ocupan el lugar que debería ocupar él? ¿Cuáles son los
dioses falsos que me fabrico con más frecuencia? ¿Qué ofrezco en sacrificio a
esos ídolos? ¿Me preocupo eficazmente de hacer crecer y madurar mi fe?
¿Hago lo posible por aumentar mi conocimiento y amor a Jesús, de forma que
le pueda seguir de cerca? ¿Soy fiel a la oración?...
b) Mi relación conmigo mismo. ¿Me quiero tal y como Dios me ha hecho o
intento ser lo que no estoy llamado a ser? ¿Me dejo arrastrar por un activismo
y un consumismo loco? ¿Hago crecer las cualidades que me ha dado Dios, de
forma que estén cada vez más eficazmente al servicio de mis hermanos? ¿Soy
responsable y competente en mi profesión? ¿Busco siempre la verdad? ¿Me
siento libre para el bien o tengo ataduras que me impiden ser mejor? ¿Pierdo
el tiempo en tonteras? ¿Sé descansar? ¿Cultivo mi alegría interior?...
c) Mi relación con los demás. ¿Cómo trato a mi pareja, mi familia, mis amigos
y compañeros? ¿Les hago algún daño? ¿Les doy el tiempo y el cariño que se
merecen? ¿Sé pedir perdón? ¿Soy sensible y rebelde ante las injusticias?
¿Cometo yo mismo algunas injusticias? ¿Soy machista o elitista? ¿Soy
hipócrita? ¿Qué desastres dejo causar a mi orgullo? ¿Hago todo el bien que
debo? ¿Soy fiel a la misión que Dios me encomienda?...
• Siento la alegría del perdón:
a) El perdón de Dios. Acercarme al Padre, con total confianza, y dejarme
abrazar por él, como el hijo pródigo, sintiendo su aprecio, su cariño y su
alegría (Lc 15, 11-31). Él no sabe guarda rencor.
b) El perdón a mí mismo. Si yo no me perdono a mí mismo es imposible sentir
el perdón de Dios y el de los hermanos. Debo aprender a reconciliarme
conmigo mismo a partir del perdón y el llamado de Dios.
c) El perdón a los que me han ofendido. Tomar la lista de los que me han
hecho mal y perdonarlos como Dios me perdona a mí. Detenerme en perdonar
a los que más me cuesta. Si no los perdono no puedo ser perdonado por
nuestro Papá Dios, que los quiere a ellos tanto como a mí.
Después de este rato de oración, en cuanto sea posible, realizo mi
confesión sacramental con un sacerdote, pensando que es a Jesús a
quien hablo y es él mismo quien me perdona y me fortalece.
• Orar la Biblia, 28: Que actúe tu fuerza desde mi debilidad.

LA PAUSA: EXAMEN DE CONCIENCIA DIARIO [24-31]

El diálogo de vida lo prolongamos a diario en el examen de conciencia,


donde reconocemos "los beneficios recibidos" en las cosas, las personas y los
acontecimientos [EE 43]. Es éste un modo de vivir en el día a día la
Contemplación para alcanzar amor, que nos hace pedir conocimiento interno
de tanto bien recibido, para que yo... pueda en todo amar y servir a su divina
majestad [EE 233-234] (Nuestro Carisma CVX, 56).

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"El arrepentimiento alcanza su plenitud cuando uno consigue agradecer
sus propios pecados"
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Sabemos que lo importante en esta experiencia de los EVC no es sólo lo que nos pasa
en la oración, sino que todo el día es importante. Por lo tanto te proponemos que
hagas, al final del día, un pequeño examen de cómo te ha ido:
• En ambiente de acción de gracias, le pido a Jesús que ilumine mi mente para ver
mis defectos de forma que pueda corregirlos y mis cualidades para que las
desarrolle y sepa ponerlas al servicio.
• Examino mi día, tal vez un poco sistemáticamente, por periodos de tiempo o
lugares… Ante Dios identifico lo que no aprueba mi conciencia y le pido que me
perdone.
• Miro al futuro y decido cómo voy a hacer mañana, si Dios me diese este don.
Termino con un Padre Nuestro.
Basta dedicarle unos minutos. A veces puedo centrarme en algún defecto
concreto que quiero corregir o una cualidad que quiero fomentar. Es lo que
Ignacio llama examen particular.

Poesías para degustar el perdón cuando yo estaba más caído y más


triste,
Plegaria del perdonado entre amarillo y verde, como un limón
La más honda experiencia humana no bien maduro,
es la experiencia del amor... cuando estaba más lleno de náuseas
Pero dentro del universo del amor, y de ira,
Señor, aparece tu perdón me has visitado,
como el amor que todo lo supera, y con tu uña, como impasible médico,
porque va más lejos que nadie y que me has partido la bolsa de la bilis,
nada... y he llorado, en furor, mi
Ahora yo soy de nuevo el hijo pródigo podredumbre
del evangelio. y la estéril injusticia del mundo,
Soy yo quien reconoce haber huido de y he manado en la noche largamente
tu casa. como un chortal viscoso de miseria.
Soy yo el agobiado por el hambre de Ay, hijo de la ira era mi canto.
paternidad. Pero ya estoy mejor.
Y digo que voy a volver. Tenía que cantar para sanarme.
Y digo que sí, que vuelvo a ti, Dámaso Alonso
sabedor de la urgencia del camino
y de la facilidad de recorrerlo, Pronunciando mi nombre
porque al final te encontraré a ti, Quisiera pronunciarte lentamente,
mi Dios del perdón y del amor. creerte hondamente luminoso,
¿Cuántas veces me has abrazado creer en ti, detrás de la penumbra;
cuando volvía a ti? creer que estás oyendo mis palabras,
¿Cuántas veces me has besado aplicando tu oído tercamente
cuando iba a ti? y tercamente y delicadamente
¿Cuántas veces me ha desbordado tu ayudando hacia ti mis pasos tristes.
ternura Sin que nadie lo sepa, ni yo mismo,
cuando caía en tus brazos?… que estabas tú al fondo del pecado
Tómame de nuevo en tus brazos de manchándote por todos sitios,
padre escondido,
y vísteme la vestidura de tu gracia… respirando despacio, pronunciando
Ya estoy cansado de vergonzantes mi nombre (¡yo que te negaba!),
huidas ¡mi nombre con amor entre tus
provocadas por los delirios de esta labios!
sociedad pagana. Mi compañero fuiste, tú silbabas
Quiero recuperar la experiencia de tu mi nombre apenas, leve en la
persona, penumbra,
de tu cercanía, de tu forma de vida… en el fondo más negro, resoplado
Sé para mí el padre amante de este acaso con fatiga…
hijo pródigo.
Carlos Bousoño
Norberto Alcover sj.
Como la hiedra
Cuando yo estaba más caído
Ahora, Señor, dulce Padre,

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"El arrepentimiento alcanza su plenitud cuando uno consigue agradecer
sus propios pecados"
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Por el dolor creyente que brota del que a quien dio por mí la vida
pecado. no es bien que yo se la venda.
Por haberte querido de todo corazón. Prometo dejar mi engaño
Por haberte, Dios mío, tantas veces con el amor de quereros,
negado; y doy con más desengaño
tantas veces pedido, de rodillas, palabra de no ofenderos
perdón. con el miedo de mi daño.
Por haberte perdido; por haberte
Lope de Vega
encontrado.
Porque es como un desierto nevado
Señor, yo sé de la belleza…
mi oración.
¡Porque es como la hiedra sobre el Señor, yo sé de la belleza
árbol cortado tuya, porque es igual
el recuerdo que brota cargado de al hueco que en mi espíritu
ilusión! tiene escarbada la inquietud sin paz.
Porque es como la hiedra, déjame que Te conozco, Señor, por lo que siento
te abrace, que me sobra en deseo y en afán:
primero amargamente, lleno de flor ¡porque el vacío de mi descontento
después, tiene el tamaño de tu inmensidad!
y que a mi viejo tronco poco a poco José María Pemán
me enlace,
y que mi vieja sombra se derrame a Huellas
tus pies; Anoche tuve un sueño.
¡porque es como la rama donde la Soñé que caminaba por la playa
savia nace, en compañía del Señor.
mi corazón, Dios mío, sueña que tú lo En la pantalla de la noche
ves! se proyectaban los días de mi vida.
Leopoldo Panero Miré hacia atrás y vi huellas sobre la
arena:
En mi alma el desengaño una huella mía y otra del Señor.
Un desengaño nacido Cuando se acabaron mis días
de los engaños pasados, me paré y miré hacia atrás.
buen Jesús, en que he vivido, Vi que en algunos sitios había sólo
hoy a vuestros pies sagrados una huella.
con lágrimas me ha traído. Esos sitios coincidían
Vuestra cruz en ellas baño; con los días de mayor angustia, de
alzad, Señor, la cabeza, mayor miedo,
mirad piadoso mi daño, de mayor dolor de mi vida.
para que tenga firmeza Entonces pregunté al Señor:
en mi alma el desengaño. "Tú dijiste que ibas a estar conmigo
todos los días de mi vida…
Si anduve loco y altivo ¿Por qué me dejaste solo,
entre perdidos esclavos, justo en los peores momentos…?"
ya no seré fugitivo, El Señor me respondió:
asido de vuestros clavos "Los días que has visto una sola
y de vuestro amor cautivo. huella sobre la arena,
Mis lágrimas doy en prenda han sido los días
a vuestra sangre vertida; en los que te he llevado en mis
desde aquí juro la enmienda; brazos".

Examen de conciencia sobre las bienaventuranzas


Bienaventurados los pobres de espíritu
Por dejarnos llevar de la pasión del dinero y del ansia de ser, poseer y disfrutar por
encima de los demás; por nuestra resistencia a compartir con los menos favorecidos
nuestros bienes de toda clase.

Bienaventurados los mansos


Por nuestras iras y animosidades; nuestra colaboración a mantener los odios, crear
rencillas, alimentar antipatías e intolerancias contra los que no piensan como
nosotros; por nuestros deseos de revancha y falta de generosidad para olvidar y

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"El arrepentimiento alcanza su plenitud cuando uno consigue agradecer
sus propios pecados"
de Mello, sj

perdonar de corazón, para responder al mal con el bien.

Bienaventurados los que lloran


Por nuestra rebeldía contra el dolor, la enfermedad, las dificultades y las pruebas y
nuestra ceguera para descubrir en ellas la parte que nos corresponde de la cruz del
Señor; por nuestra dureza de corazón para reconocer nuestros pecados personales y
colectivos y nuestra desidia para hacer penitencia por ellos.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia


Por nuestra negligencia respecto a nuestros deberes y compromisos con Dios, con la
iglesia y nuestra conciencia religiosa, personal y comunitaria; por nuestra pereza en
la tares de construir un mundo nuevo más de acuerdo con el Evangelio; por
escamotear nuestro apoyo moral y efectivo a los marginados y oprimidos o
necesitados de nuestra ayuda.

Bienaventurados los misericordiosos


Por nuestra insensibilidad ante los sufrimientos ajenos, nuestra resistencia para
compartirlos, nuestra falta de generosidad para aliviarlos eficazmente; por nuestra
dureza para criticar a los demás, por nuestros dogmatismos e intransigencias para la
justa libertad ajena, por nuestros rencores y juicios temerarios; por nuestra
mezquindad de mente y corazón.

Bienaventurados los limpios de corazón


Por nuestra torpeza culposa, para descubrir las trampas del mundo, del demonio y
de la carne; por nuestra frivolidad personal y colectiva; por nuestra contribución a la
marea de erotismo y ansia de placer; por nuestra falta de firmeza para luchar contra
el egoísmo propio y ajeno, las faltas de honestidad personales y comunitarias.

Bienaventurados los que trabajan por la paz


Por nuestra desidia para buscar los verdaderos caminos de reconciliación personal
con el Señor; con la Iglesia y con las personas de nuestro entorno; por nuestra
resistencia a comprometernos en favor de la justicia y la paz a todas las escalas y
niveles; por nuestra inhibición ante la organización de la injusticia, la violencia, el
tráfico y consumo de drogas, la carrera de armamentos, las guerras y guerrillas, la
pornografía, la explotación de hombres y pueblos.

Bienaventurados los que padecen persecuciones a causa de la justicia


Por nuestras cobardías personales y comunitarias para salir en defensa de los
oprimidos, marginados o injustamente perseguidos; por nuestra falta de energía y
perseverancia junto a los pobres ante las dificultades que les presentan las
estructuras injustas; por nuestros respetos humanos y evasiones a la hora de
comprometer nuestra situación personal o social a favor de una empresa noble, ante
el temor de que nos acarreará persecución, impopularidad, daños y perjuicios.

¿Qué es la reconciliación?
Se trata de un encuentro, del más extraordinario de todos: ¡Del encuentro con
Cristo, en la más maravillosa de todas las modalidades! Es el encuentro del enfermo
con el Médico; del pecador con el Santo; del afligido con el Consolador; del
humillado con el que eleva a los humildes; del que padece hambre con el que sacia
toda hambre<; del que se ha extraviado con el que deja las 99 ovejas para buscar
ala que se ha perdido.
En suma, es el encuentro entre el que navega en las tinieblas y Aquel que afirma
ser la Luz. Entre el que ha perdido la ruta y Aquel que dice ser el Camino. Entre el
solitario y Aquel que quiere ser el Amigo Verdadero.»
1. La reconciliación, sacramento esencial.

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"El arrepentimiento alcanza su plenitud cuando uno consigue agradecer
sus propios pecados"
de Mello, sj

Por todo lo dicho se comprende que para un cristiano comprometido este


sacramento es parte esencial y central de su vida de fe, porque una vida que se
profesa como tal, no es posible imaginarla sin al continua reconciliación con Dios y
con los hombres. Y esta reconciliación no se alcanza por medio de un compromiso
verbal, como sucede entre los políticos, sino a través de la transformación total de
la propia conciencia y se realiza precisamente mediante la Confesión, llevada a
cabo correctamente.
El problema de este sacramento es que no siempre se entiende correctamente y a
veces se vive con ciertas desviaciones.
 No son pocos los que ven este sacramento como un proceso agobiante que hay
que enfrentar y superar fatigosamente.
 En otros círculos se dice y se concluye que este sacramento no es otra cosa sino
revelar los propios pecados y esperar la absolución y la penitencia
correspondiente.
 Por otro lado están los que creen que nunca pecan. Son los que dicen que no
han asesinado a nadie, no han robado nada y tampoco han hecho nada para
lastimar a su prójimo.
 Los hay que se consideran liberados y argumentan que la Confesión es una
carga inútil y se preguntan, por qué no pueden confesarse directamente con
Dios.
 No faltan quienes acuden a este sacramento confundiendo los términos. Así, se
confiesan de que dicen palabrotas... Parece una confesión al estilo legalista,
desde un decálogo, pero no desde el corazón.
Todo esto nos lleva a concluir que la Confesión es un sacramento que no ha sido
entendido todavía.

2. El Sacramento bien entendido


 Como toda expresión de nuestra fe y como cualquier sacramento, la
Reconciliación tiene sentido en cuanto hay una referencia a Dios.
 La referencia a Dios que se da en el sacramento hay que entenderla dentro de la
categoría de «encuentro». Es decir, la reconciliación es algo así como la «tienda
del encuentro».
 Todo encuentro con Dios pasa por el hombre. Jesús mismo se hizo hombre. Por
tanto, quien quiera encontrarse con Dios sin encontrarse con el hombre, jamás
se encontrará con Dios. En la medida en que no encontremos con el hombre,
nos encontraremos con Dios. Quiza por ello, Dios ha querido también que la
reconciliación con Él pase necesariamente a través del hombre.
 Lo que debe motivar ese encuentro no es tranquilizar mi conciencia, estar a
gusto conmigo mismo, salvarme... Es la amistad con Dios, es el amor a Dios, lo
que está en juego. Hay reconciliación porque hay deseo de vivir la amistad con
Dios. Todo aquel que se confiesa, si lo hace sinceramente, lo hace porque quiere
vivir en amistad con Dios. Y esto sólo, de entrada, engrandece al pecador.
 Por tanto, sólo cuando la razón de nuestra confesión brota del amor a Dios tiene
sentido. Mientras tanto, no será una confesión sincera.
 La experiencia nos dice a todos que cuando la confesión se ha hecho con un
sacerdote, de forma sincera y motivada por el deseo de amistad con Dios...
hemos llegado a experimentar la gracia no sólo del perdón, sino de la gracia de
la «reconstrucción personal». Una confesión así supone un volver a empezar
radical, olvidando el paso y con deseos de crecer en el futuro. Cuando esto

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"El arrepentimiento alcanza su plenitud cuando uno consigue agradecer
sus propios pecados"
de Mello, sj

último no se da, es porque nuestra confesión no ha sido sincera, no ha sido


como Dios hubiese deseado.

No hay nada especialmente espantoso en la Confesión. Vas, confesás


tus pecados a Cristo en la presencia de su Sacerdote, y te absuelven.
Pero es muy duro, porque para confesar tus pecados primero tenés
que confrontarlos; admitirlos; hacerte responsable de ellos. La idea de
presentarme a Dios y decirle con palabras cuánto le había fallado, me
hacía temblar.

Reflexiones en torno al
SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN

3. Una experiencia personal


«A lo largo de mis años en el seminario, me torturó una cuestión muy cimple: “Pero, ¿y qué cosa es el
pecado? No me atrevía a plantear esta duda a otros, porque temía que me pudieran considerar si no
estúpido, seguramente ateo. Sin embargo, este interrogante me persiguió y me atormentó como una
sombra negra durante todos mis años de estudio.
Cuando me ordené como sacerdote, me propuse tomar muy en serio la Confesión. Pero esa duda
en mi corazón se fue intensificando cada vez más. Después de haber escuchado numerosas experiencias
en el confesionario, me dí cuenta de que la mayoría de las personas no comprendía verdaderamente en
qué consiste el pecado. Así, las confesiones se iban convirtiendo en una rutina y no implicaban un
arrepentimiento sincero.
Siendo unjoven sacerdote viví una crisis profunda. Comencé a preguntarme, “¿por qué existe la
Confesión?”... Desde el altar, nosotros anuciábamos el Evangelio, hablábamos del pecado, invitábamos a
la gente a corregir sus malos hábitos y actitudes. No bostante, rara vez escuchaba yo en el confesionario
que un penitente se refiriera a las palabras de Jesús o a la homilía, como un motivo para decidirse a
cambiar su vida. Entonces surgió esta otra pregunta: “¿Qué sentido tiene la prédica”?... ¿Por qué
confesarse? ¡Trataba de ver cuando menos algún progreso de una confesión a la otra! Y como no lo veía,
la pregunta en mi interior se volvía cada vez más compleja y dolorosa.
Estaba consciente de que había comenzado a vivr el drama que envuelve al ministerio de todo
sacerdote que no logra darle un sentido, un significado a su misión. ¡Pero igual le sucede a muchos
creyentes! Sobre todo los jóvenes tienen muchas dificultades con la Confesión. Ellos enfrentan obstáculos
imilares y se debaten ante los mismos dilemas: “¿Por qué he de confesarme con un sacerdote”?
Pudiera ser que el problema radique, en que la mayoría de la gente se limita tan solo a confesar
faltas superficiales, considerando únicamente la apariencia y no la importancia. Todos los jóvenes,
particularmente los adolescentes, atraviesasn por esa crisis y frecuentemente sucede que dejan de
confesarse. Y he aquí la inquietud del sacerdote: ¡Los que debieran confesarse ya no lo hacen y los que se
confiesan lo ahcen con superficialidad y ligereza!
Recuerdo bien a una joven creyente que me pidió que le hablara de la Confesión, pero dejando
bien claro al mismo tiempo que no tenía intención alguna de confesarse. Su primera pregunta fue: “¿Por
qué he de confesarme con un sacerdote, que no es sino un ser humano igual que yo? En su lugar, yo
puedo hacerlo directamente con Dios.”
Yo permanecí en silencio. Sentí como si hubiera caído en una trampa. ¡Esa era mi misma
pregunta!... No sabía siquiera cómo responderle. Pero le dije: “También yo tengo el mismo dilema. ¿Por
qué confesarse con un sacerdote que no es sino un hombre? ¡Pudiera ser porque los sacerdotes somos
muy curiosos y queremos descubrir tus faltas! Creo, sin embargo, que nadie confiesa algo nuevo. El
sacerdote conoce todos los pecados, todas las faltas del hombre. Si quieres saber mi punto de visa, ¡esa es
mi misma duda!

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"El arrepentimiento alcanza su plenitud cuando uno consigue agradecer
sus propios pecados"
de Mello, sj

Ahora fue ella la que se quedó callada. Y en ese preciso momento, ambos comprendimos que el
Sacramento de la Reconciliación era algo mucho más profundo.
Se trata de un encuentro, del más extraordinario de todos: ¡Del encuentro con Cristo, en la más
maravillosa de todas las modalidades! Es el encuentro del enfermo con el Médico; del pecador con el
Santo; del afligido con el Consolador; del humillado con el que eleva a los humildes; del que padece
hambre con el que sacia toda hambre<; del que se ha extraviado con el que deja las 99 ovejas para buscar
a la que se ha perdido.
En suma, es el encuentro entre el que navega en las tinieblas y Aquel que afirma ser la Luz. Entre
el que ha perdido la ruta y Aquel que dice ser el Camino. Entre el solitario y Aquel que quiere ser el
Amigo Verdadero.»

4. La reconciliación, sacramento esencial.


Por todo lo dicho se comprende que para un cristiano comprometido este sacramento es parte esencial y
central de su vida de fe, porque una vida que se profesa como tal, no es posible imaginarla sin al continua
reconciliación con Dios y con los hombres. Y esta reconciliación no se alcanza por medio de un
compromiso verbal, como sucede entre los políticos, sino a través de la transformación total de la propia
conciencia y se realiza precisamente mediante la Confesión, llevada a cabo correctamente.
El problema de este sacramento es que no siempre se entiende correctamente y a veces se vive con
ciertas desviaciones.
 No son pocos los que ven este sacramento como un proceso agobiante que hay que enfrentar y
superar fatigosamente.
 En otros círculos se dice y se concluye que este sacramento no es otra cosa sino revelar los propios
pecados y esperar la absolución y la penitencia correspondiente.
 Por otro lado están los que creen que nunca pecan. Son los que dicen que no han asesinado a nadie,
no han robado nada y tampoco han hecho nada para lastimar a su prójimo.
 Los hay que se consideran liberados y argumentan que la Confesión es una carga inútil y se
preguntan, por qué no pueden confesarse directamente con Dios.
 No faltan quienes acuden a este sacramento confundiendo los términos. Así, se confiesan de que
dicen palabrotas... Parece una confesión al estilo legalista, desde un decálogo, pero no desde el
corazón.
Todo esto nos lleva a concluir que la Confesión es un sacramento que no ha sido entendido todavía.

5. El Sacramento bien entendido


 Como toda expresión de nuestra fe y como cualquier sacramento, la Reconciliación tiene sentido en
cuanto hay una referencia a Dios.
 La referencia a Dios que se da en el sacramento hay que entenderla dentro de la categoría de
«encuentro». Es decir, la reconciliación es algo así como la «tienda del encuentro».
 Todo encuentro con Dios pasa por el hombre. Jesús mismo se hizo hombre. Por tanto, quien quiera
encontrarse con Dios sin encontrarse con el hombre, jamás se encontrará con Dios. En la medida en
que no encontremos con el hombre, nos encontraremos con Dios. Quiza por ello, Dios ha querido
también que la reconciliación con Él pase necesariamente a través del hombre.
 Lo que debe motivar ese encuentro no es tranquilizar mi conciencia, estar a gusto conmigo mismo,
salvarme... Es la amistad con Dios, es el amor a Dios, lo que está en juego. Hay reconciliación
porque hay deseo de vivir la amistad con Dios. Todo aquel que se confiesa, si lo hace sinceramente,
lo hace porque quiere vivir en amistad con Dios. Y esto sólo, de entrada, engrandece al pecador.
 Por tanto, sólo cuando la razón de nuestra confesión brota del amor a Dios tiene sentido. Mientras
tanto, no será una confesión sincera.

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"El arrepentimiento alcanza su plenitud cuando uno consigue agradecer
sus propios pecados"
de Mello, sj

 La experiencia nos dice a todos que cuando la confesión se ha hecho con un sacerdote, de forma
sincera y motivada por el deseo de amistad con Dios... hemos llegado a experimentar la gracia no
sólo del perdón, sino de la gracia de la «reconstrucción personal». Una confesión así supone un
volver a empezar radical, olvidando el paso y con deseos de crecer en el futuro. Cuando esto último
no se da, es porque nuestra confesión no ha sido sincera, no ha sido como Dios hubiese deseado.

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