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Reseñas

B. APL, 45. 2008 (179-186)

Marco Martos, Aída Mendoza e Ismael Pinto (editores). Actas del


II Congreso Internacional de Lexicología y Lexicografía “Pedro Benvenutto
Murrieta”. Lima, Academia Peruana de la Lengua - Facultad de Ciencias de
la Comunicación, Turismo y Psicología de la Universidad de San Martín
de Porres, 2008.

Presentamos en esta ocasión el volumen correspondiente a las


actas del II Congreso Internacional de Lexicología y Lexicografía “Pedro
Benvenutto Murrieta”, que tuvo lugar en nuestra capital del 18 al 20 de
abril del presente año, organizado por la Academia Peruana de la Lengua,
la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la Pontificia Universidad
Católica del Perú y la Universidad de San Martín de Porres.

Se publican en el libro 31 ponencias, exposiciones de temas de


Lexicografía, Lexicología y Semántica. La gran mayoría de trabajos presentados
incluye aportes e información que son útiles para los estudiosos y para quienes
desean conocer las características y variedad del español en el Perú.

Siendo difícil, por razones de tiempo, pasar revista a todas las


ponencias, podemos detenernos sólo en algunas. La primera, “El habla
limeña del ochocientos. Frasemas adverbiales”, del profesor Augusto
Alcocer Martínez, constituye un documentado estudio de frases comunes
en el habla limeña del siglo XIX, tal como se reflejan en publicaciones de la
época. Se ocupa el autor de una palabra (“guasaquió”) y de 34 locuciones
adverbiales, algunas de las cuales todavía se escuchan o se leen, como “por
angas o por mangas”, “de cabo a rabo”, “con las mismas”, “de paporreta”,
“de pe a pa”, “de polendas”, “a tajo abierto”, “a troche y moche”, “del
tiempo de Ñangué” o “a las volandas”. La indagación del profesor Alcocer
permite ubicar históricamente estos elementos fraseológicos, acercarnos
a fuentes documentales de las que nunca debemos estar lejanos y tener
una idea del ambiente y gracia del hablar de los limeños.

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La ponencia “La herencia léxica del hampa en el castellano actual


limeño”, de Paola Arana Vera es un estudio comparativo-contrastivo de
la tesis de 1956 de José Bonilla Amado sobre el hampa limeña de la
época. La señorita Arana toma 50 de las palabras de Bonilla y las analiza
a la luz de la información actual del DRAE y del uso contemporáneo,
lo que pone en evidencia que buen número de ellas (chaira, manyar,
mitra, muñequearse, telo, tombo, trome, zorra, etc.) conserva su vigencia. Hay
expresiones registradas por Bonilla que figuran en el Diccionario de la
Real Academia Española (DRAE) sin la marca “Perú”, como “buitrear”,
“ensartar”, “la sin hueso”, “macanudo”, “pajero, ra”, lo cual indica que
no son exclusivos del Perú sino elementos comunes de gran parte del área
iberoamericana. Al analizar cada uno de estos elementos, Paola Arana
Vera propone formalizar una definición que se ajusta a los criterios
técnicos de la Lexicografía.

Rosa Carrasco Ligarda expuso “Celendinismos”, ponencia en la cual


analiza numerosas palabras del léxico de Celendín (región Cajamarca),
las cuales estudia en su significado y en cuanto a los procedimientos
o recursos fonéticos, semánticos o morfológicos, préstamos de otras
lenguas, etc., observables en estos elementos. La autora recurre a fuentes
lexicográficas y al testimonio de informantes. Se ocupa, por ejemplo, de
chiclayo, que en otros lugares del país se conoce como zapallo; de das-das
(‘rápidamente’) y grajo (‘escaso’, ‘insignificante’).

Óscar Coello en “Atabálipa, no Atabalipa: Examen de un


malentendido” se ocupa de la acentuación que debió tener el nombre
del desafortunado inca. Estudia las muestras de ambos casos (con acento
esdrújulo o con acento grave) que se presentan en crónicas antiguas y,
valiéndose de los principios de la métrica, llega a la acertada conclusión
de que la forma correcta es la que tiene acento esdrújulo (“Atabálipa”).
Lo curioso es que para llegar a este resultado no analiza la palabra en la
forma que tenía en lengua nativa. Debemos señalar que en quechua el
nombre era “Atahuallpa”, formada de las raíces ataw (‘ventura’) y wallpa
(‘guerrero’). Otro dato es que en quechua es común que la “ll” en posición
final de sílaba se realice como “l”, de donde tenemos “collca” o “colca” (de
qullqa, que significa ‘almacén de granos’) o el apellido “Sullca” o “Sulca”.

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Los españoles que escribieron “Atabálipa” o “Atabalipa” desconocían o


no captaban bien la pronunciación del quechua y partiendo de la variante
nativa con “l” (“Atahualpa”, no “Atahuallpa”), desarrollaron (ellos, no los
indios) la vocal epentética “i”, que dio por resultado esas formas alteradas
con cinco sílabas (“Atabálipa” con cinco frente a “Atahuallpa” con
cuatro); pero así fonéticamente alterada la forma “Atabálipa” conservó
correctamente el acento de “Atahuallpa”, que cae en la tercera sílaba de
la palabra.

“Evolución del Castellano de Pallasca y su léxico”, de María del


Carmen Cuba Manrique, es una buena exploración de las raíces del
vocabulario de esa localidad ancashina. Se ocupa de préstamos de otras
lenguas y rastrea con acierto la etimología de voces pallasquinas es las
lenguas culle, quechua, aimara y jacaru. Por ejemplo, se ocupa de la
palabra púlume ~ pulme ‘tierra virgen o no cultivada’ y la remite al étimo
aimara puruma, explicando por lambdacismo (cambio /r/ >/l/) la /l/ de
la forma pallasquina. Observando púlume y pulme notamos que el acento
se mantiene en la primera sílaba y no en la segunda como puruma del
aimara (que es palabra grave); esto es muy interesante porque indica que
la realización pallasquina púlume ~ pulme procede de una época antigua
en que la lengua altiplánica aún tenía palabras esdrújulas (hoy el aimara
es una lengua de acento mayoritariamente grave). Otro caso sorprendente
de influencia aimara o jacaru es jaque (‘bien de salud’, ‘que ha convalecido
bien’), la que nos remite a la raíz aimara-jacaru jaka (‘vivir’).

Luis Delboy, en “Una herramienta para usar Internet en investigación


lexicográfica”, nos pone al tanto de las grandes posibilidades que ofrece
la red de redes para la indagación lexicográfica; nos dice qué podemos
encontrar y cómo. Da una explicación de los robots de búsqueda o
motores de búsqueda que, sumergiéndose en millones de páginas o sitios
de Internet, en contados segundos encuentran la palabra que buscamos.
Se trata de algo no solamente útil sino válido para efectos de pesquisas
académicas; sólo hace falta uniformar la captación contextualizada de los
ejemplos y la forma correcta de citar la fuente (por ejemplo debe saberse
si hay autor, título de la página o nota, cita de la fuente, empezando por
“http://…”, lugar, fecha y hora de la descarga, etc.). Lo de lugar, fecha y

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hora de la descarga es muy importante, puesto que muchas páginas de


Internet son de duración efímera.

“Algunos aportes que ofrece el léxico del cultivo del mango en Piura
al DRAE”, de Liliana Fernández Fabián, corresponde al tipo de trabajos
que se ocupan de determinados tecnolectos, porciones de vocabulario
restringidas a ciertos campos laborales o profesionales y que lindan con
el territorio de la terminología. Habiendo realizado trabajo de campo y
trabajado con informantes del lugar, registra la autora voces no incluidas
en el DRAE y las presenta siguiendo las pautas lexicográficas de dicho
diccionario. Buen número de palabras que incluye existen en el habla
general, sólo que han adquirido un significado particular; adelantar
(‘Referido a una planta: Producir fruto antes del tiempo esperado’),
aplicaciones (‘Referido a la protección de una planta: Productos químicos
administrados interior o exteriormente’), despuntar (‘Dicho de las ramas:
Cortarlas de modo que el árbol tenga una forma simétrica’), guato
(‘Dicho de un fruto: Rama pequeña que lo sostiene’), etc. El lexema
que mencionamos en último lugar es común en las zonas de influencia
quechua y aimara, en las que “guato” (< watu) designa un cordoncillo o
cuerda que se usa para atar.

“Ardientes, provocativas… envolvernos en pasión: sensualidad,


cognición y léxico. Una mirada a los diarios ‘chicha’”, de Marco Antonio
Lovón Marcos, es una mirada analítica a los anuncios de prostitución
que se publican en diarios populares (“chicha”) limeños. El estudio de
Lovón se realiza a la luz de teorías de la cognición y permite identificar
los componentes prototípicos de los anuncios de las damas del amor
mercenario que recurren a un conjunto definido y estructurado de
recursos lingüísticos apelativos y palabras (principalmente adjetivos) y
frases destinadas a captar la atención de sus clientes (incluidas mujeres,
según el corpus que ofrece el ponente).

La ponencia “El léxico polisémico de la textualidad vs. el léxico


sinonímico de la frase”, de Lilia Llanto Chávez, analiza las limitaciones
del DRAE en cuanto al tratamiento de los elementos que presenta,
empezando por reflexionar acerca del orden alfabético. Uno de los

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artículos léxicos del DRAE que analiza Lilia Llanto Chávez es dar.
Demuestra que tal como está organizado es una sucesión de acepciones
y formas complejas cuyo ordenamiento u organización reposa en el
alfabeto, pero no en las significaciones. Consecuentemente, sugiere la
profesora organizar las acepciones de dar (que son 53) en grupos que
tengan en común un significado que los relacione (“redes prototípicas”).
Propone reordenar las 53 acepciones en cinco grupos: 1) el que da la
idea de donar, entregar, conferir, otorgar; 2) el que da la idea de decir,
expresar, comunicar, impartir, recitar; 3) el que da la idea de producir
(rendir fruto, rentar un interés); 4) otro que da idea de producir
(causar, ocasionar). El objetivo de la propuesta es contar con un registro
lexicográfico semánticamente coherente y funcional, que ponga a salvo
de ambigüedades y abusos de sinonimia.

“Algunas locuciones verbales en el castellano peruano y su


aproximación a las de otros países de habla hispana”, de la profesora
Consuelo Meza Lagos, es otro de los estudios de frase presentados
en el Congreso. Pasa revista a locuciones comunes como “buscar tres
pies al gato”, “dar una manito”, “hacer el bajo”, “hacer perro muerto”,
“parar la olla”, entre otras. Lo hace proporcionándonos información
sobre la presencia de estos elementos —o sus equivalentes— en otros
países iberoamericanos. Como el trabajo de Augusto Alcocer Martínez,
demuestra la pertinencia y utilidad de emprender el estudio lexicográfico
poniendo énfasis en unidades mayores que el lexema.

“De roches, arrochadas y rochosos. Estudio de una familia léxica


del castellano peruano”, de Agustín Panizo Jansana, es un detallado y
documentado análisis sobre el surgimiento y significación de palabras
como roche, arrochar, arroche, rochoso, etc. Nos remite el autor a los registros
de estas palabras que ha podido encontrar en documentación de décadas
pasadas. Examina la realización chilena de palabras de esta familia y su
posible relación con las que conocemos en el Perú. Finaliza su trabajo
estableciendo adecuadamente, y basándose en suficiente atestiguación,
los valores actuales que tienen estas palabras en el habla del Perú.

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“Cotejo crítico de las coincidencias léxicas entre el Perú y Chile”,


de Luisa Portilla Durand, surge de la revisión de 1 470 lemas del DRAE
que vienen con la marca “Chile” y la comprobación de si los significados
atribuidos a Chile coinciden con los que se conoce en el Perú. Se
halla que aun cuando muchos significados son compartidos, no son
exactamente iguales, por lo que en varios casos Portilla propone adecuar
algunas marcas o redefinir, dejando de lado la definición que propone el
DRAE. Ejemplos:

En el DRAE hay “chorear. tr. coloq. Arg., Chile y Perú. robar (║ tomar
para sí lo ajeno) […]”, en lo que Portilla nota que en el Perú la palabra no
es de uso coloquial sino popular, por lo que indica que se debe dar cuenta
de esa diferencia. Otro caso es guata. En el DRAE tenemos “guata2. […] f.
coloq. NO Arg., Bol., Chile, Ecuad. y Perú. Barriga, vientre, panza.” Portilla
hace notar que las palabras empleadas para definir (“barriga”, “vientre”
y “panza”) no remiten a sus acepciones precisas (por ejemplo, ¿a cuál de
sus ocho acepciones se refiere la palabra “vientre” utilizada para definir
guata?).

Por esta razón Portilla propone hacer definición aparte para nuestro
país: “guata2. […] f. […] coloq. Perú. Especialmente si es abultado: vientre
(║ región exterior del cuerpo, correspondiente al abdomen).” El balance
final es que de los 1 470 lemas con marca Chile, hay “más de 160 entradas
y acepciones compartidas con Chile, y más de 70 voces del léxico chileno
[…] donde hace falta agregar la marca diatópica Perú”.

Las investigadoras venezolanas Elvira Ramos y Adriana Quintero


nos ofrecen en “Léxico del español colonial venezolano en testamentos
merideños del siglo XVII. Una evaluación del corpus”, que es un estudio
de documentos antiguos que constituyen una rica fuente de elementos
que contribuyen a determinar un estado anterior de la lengua y a conocer
la evolución del español enraizado en el nuevo continente. Se ve que los
testamentos se escribían siguiendo fórmulas y palabras fijas, tal como
ocurría en el Perú en esa época. Podemos señalar que en nuestro país ya
se está trabajando en este tipo de material antiguo.

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Mervi Paola Vera Buitrón en “Léxico del camote en la quebrada de


Cañete” nos ofrece otro ejemplo de estudio del léxico de una determinada
actividad, semejante en objetivos al mencionado de Liliana Fernández
Fabián, que se ocupa del mango. Estudia las diferentes palabras que se
emplean para designar a las variedades de camote y a las voces que sirven
para designar a las actividades relacionadas con el cultivo del camote. Nos
ilustra con palabras como camote anmarillo, camote capadito, camote Jonathan,
barbechar, capar, gradear, machacar, subsolar, etc. Debemos señalar que las
conclusiones a las que llega abarcan la gama necesaria para comprender
el tema integralmente: contextualizaciones de tipo sociolingüístico y
discriminación de los elementos estudiados (cuáles son peruanismos,
etimología, etc.). Mencionemos que en machacar se le fue, se le pasó, señalar
el étimo jacaru de la palabra (en esta lengua macha es ‘regar’).

“La terminología culinaria en Benvenuto Murrieta”, de Sergio


Zapata Acha, ingeniero de profesión, es un cuidadoso trabajo en el
que el autor rescata numerosas voces relacionadas con la gastronomía y
culinaria. Ha consultado fuentes de los siglos XIX y XX que le permiten
fijar con mayor precisión el sentido de las palabras. Debemos mencionar
que Sergio Zapata Acha no se ha limitado a la identificación de elementos
léxicos sino, además, ha tenido cuidado de revisar las recetas relacionadas
con varias de las palabras mencionadas. Por ejemplo, cuando se ocupa
del bien me sabe, escribe: “Inicialmente era preparado a partir de almíbar,
almendras y yemas…” Desde el punto de vista lexicográfico, lo que el
autor presenta es un repertorio que más que definir explica, entrando
necesariamente en el terreno de lo enciclopédico (esto es, explicaciones
que exceden lo que es la definición propiamente dicha), del cual trata
de apartarse la técnica lexicográfica convencional; sin embargo, ha de
señalarse que las fuentes de las que parte el investigador y el propósito de
difusión de parte de nuestra cultura culinaria determinan que el enfoque
asumido y el producto final del trabajo tengan características propias, no
necesariamente ajustadas a las pautas de la Lexicografía.

Por razones de tiempo se ha omitido pasar revista a otras ponencias,


sin que esta forzada omisión signifique ninguna descalificación de la
calidad de los trabajos no reseñados.

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Es grato decir que ha prendido el interés por los estudios


lexicográficos y lexicológicos, que nos permiten conocer más de nuestra
realidad idiomática y de la de otros países. La organización de los
Congresos de Lexicología y Lexicografía y la publicación de las actas
constituyen un buen estímulo para el florecimiento de esta rama del
saber. Con el tiempo se irán refinando métodos y mejorando resultados.
(Marco Aurelio Ferrell Ramírez)

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