Lo que hemos visto debe revisarse con una mirada más aguda, a riesgo de
sobrestimar su horror o su belleza. El poco tiempo que te queda para gemir
sobre tu suerte, apresúrate para reír hasta las lágrimas.
Quejarse por estar atado indisolublemente a lo que uno rechaza, ¿hay algo
más ilógico? Además de que les sucede a todos, sin distinción de tendencia
ni de aptitud para desdecirse, cómo no ver en ello un principio de vida y
por tanto quizá la expresión subyacente del reconocimiento de una deuda
hacia el mismo objeto del rechazo, lo que no significa en absoluto hacer un
acto de sumisión, como tampoco decirle indistintamente que no a todo con la
estupidez de un niño obstinado podría cobrar un valor emancipatorio. Resulta
de ello que la mente, en incesante desacuerdo con sus propias aseveraciones
y que las refuta a su vez, no tiene descanso sino que en cambio se beneficia
con un agregado de fervor conquistador, como si la meta en principio
considerada inaccesible estuviera a su alcance y llegar a ella fuese su
mayor preocupación, aunque sólo deba alcanzarla en sueños, pues la vida
misma no es, como se ha dicho, más que un sueño y la muerte nada más, en
definitiva, que un denso dormir sin soñar ni posibilidad de retorno a la
conciencia despierta.
Siente que se hunde, con una mano levantada en el aire en busca de algún
asidero. Se despierta como si hubiese tocado el fondo del abismo, aunque
para comprobar en seguida que no es nada, más precisamente que en ese sueño
premonitorio no había siquiera un fondo para detener su caída, lo que parece
acorde con la realidad, y curiosamente experimenta una especie de consuelo,
como una esperanza de supervivencia, si no de eternidad.
Resulta pues que ha sido devuelto a tierra, porque no es a una distancia tan
grande que el océano puede hacerse oír y se puede sentir su perfume
vivificante, excepto por asociación mental con la memoria todavía fresca de
aquella región que albergó durante tres años a su infancia exiliada.
Graciela E. Prepelitchi
"Construimos demasiados muros y pocos puentes."
Isaac Newton