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Entrevista a Noam Chomsky

"Cuba es probablemente el blanco de más terrorismo de todos los países del mundo”

Araceli Varela Sánchez y Marcos Mariño Beira Massachusetts. Revista Tempos Novos

En los análisis recientes que se hacen de la situación mundial desde la


izquierda, encontramos dos puntos de vista distintos: por un lado, un sistema
mundial constituido por Estados débiles y controlado por grandes corporaciones
multinacionales; por otro lado, un mundo controlado por el poder imperial de los
Estados Unidos. ¿Crees que podemos hablar de una nueva forma de imperialismo con
base en el Estado norteamericano? ¿Cuál es el papel de las grandes
corporaciones?

El término “imperialismo” es muy amplio y puede referirse a todo tipo de


relaciones de poder y dominación. Cuando hay este tipo de relaciones entre
Estados u otras instituciones, podemos hablar de imperialismo, si queréis.
En lo que respecta al actual sistema mundial, está basado en un grupo de
Estados muy poderosos, el G7, esencialmente. Estados Unidos es, con diferencia,
el más poderoso de ellos, aunque la Unión Europea es comparable: la elección de
los europeos es el poder. Estos Estados están fuertemente ligados a
instituciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial, que están
controlados realmente por Washington, y también están ligados a grandes
corporaciones, que tienen un gran poder e influencia. Pero las corporaciones no
son actores independientes, necesitan del poder del Estado de varias maneras: en
primer lugar, para que el mundo esté controlado y a su disposición. Pero también
necesitan al Estado directamente, para subsidios: la economía norteamericana no
es de ninguna manera una economía capitalista de libre empresa, se basa en gran
medida en un sector estatal muy dinámico. Por lo tanto, los contribuyentes
tienen que pagar los costes y asumir los riesgos de los nuevos estadios del
desarrollo económico, y cuando las cosas funcionan, las corporaciones privadas
se llevan los beneficios.
Además, las corporaciones están muy interrelacionadas. IBM, Siemens y Toshiba
trabajan en proyectos conjuntos. Teóricamente compiten entre ellas, pero
interaccionan estratégicamente, y construyeron una especie de sistema
mercantilista controlado por poderes privados con todo tipo de conexiones entre
ellos, y en estrecha colaboración con los Estados más poderosos.
Podéis llamarlo como queráis, a veces le llaman mercantilismo corporativo,
que no es un mal término.

Te consideras un anarquista libertario, y le has dedicado mucha atención al


movimiento anarcosindicalista en el Estado español en los años 30. Parece que el
movimiento antiglobalización tiene un importante componente anarquista. ¿Crees
que el anarquismo, como ideología y estrategia, está recuperando protagonismo?
¿Ves continuidades o diferencias entre el movimiento antiglobalización y los
movimientos anarquistas de Cataluña y Aragón?

Una precisión terminológica: yo sugeriría que evitásemos el término


“antiglobalización”. Se trata de un término propagandístico inventado por los
que apoyan una forma particular de globalización basada en las Grandes
corporaciones, para sugerir que los que no están a favor de esa forma de
globalización quieren volver a la Edad de Piedra. Todo el mundo está a favor de
la globalización, eso ni siquiera se cuestiona. Ciertamente la izquierda, el
movimiento obrero, están basados en la noción de solidaridad internacional. La
cuestión es: ¿qué forma va a tomar la globalización?
Los movimientos por la justicia global, los movimientos que se reúnen en
Porto Alegre, tienen una visión distinta de la integración internacional y de
las multinacionales. Y esos movimientos surgieron de las luchas populares, de
las que forma parte la tradición anarquista. Los ideales de esta tradición nunca
desaparecieron y dan impulso a todo tipo de luchas. A nivel general, cuestionan
las jerarquías y la dominación, incluyendo el poder estatal. En la práctica
promueven la autogestión de los trabajadores y la extensión de la democracia al
mundo del trabajo. Así que el Movemento dos Sem Terra en Brasil quizás nunca

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escuchó hablar de las comunas en Aragón, pero están haciendo lo mismo. Es algo
que sucede espontáneamente.

Uno de los aspectos más importantes de la vida política en el Estado español


son los nacionalismos periféricos. Recientemente, el partido vasco Batasuna, con
conexiones con ETA, fue ilegalizado. En Galicia hay un importante movimiento
nacionalista, menos popular que el vasco y el catalán, pero en muchos sentidos
más crítico y progresista.

¿Cuál es tu opinión sobre estos nacionalismos periféricos, y en particular sobre


el problema vasco y la ilegalización de su partido independentista?

Creo que la ilegalización de un partido independentista es una Decisión


equivocada, sea en el País Vasco o en Irlanda del Norte. Estoy seguro de que las
organizaciones políticas tienen algún tipo de conexión con los movimientos
terroristas, pero la manera de tratar el problema no es ilegalizar los partidos,
sino conseguir acuerdos políticos que aborden el problema de una manera seria.
Por supuesto, hay que tener en cuenta las actividades criminales, pero esto es
un hecho aparte. Así que no estoy a favor de la ilegalización de Batasuna. En lo
que respecta a los nacionalismos, no estoy seguro de hasta qué punto son
periféricos.
Creo que una de las consecuencias de la fusión de Europa en un superestado
altamente centralizado y - que es la dirección en la que va la Unión Europea- es
una creciente regionalización. La recuperación de culturas locales, desde el
lenguaje hasta la autonomía política, es muy saludable. Esto está pasando en
toda Europa, y con particular intensidad en España, pero también en el resto del
continente. El famoso déficit democrático introducido por la centralización de
la Unión Europea puede dar lugar a una sociedad más fuerte y sana. Se trata de
uno de los desarrollos más interesantes en los últimos tiempos, así que no creo
que estos nacionalismos vayan a ser periféricos, sino que se van a extender por
toda Europa. Y esto está sucediendo literalmente en la mayor parte de los
países.
Por otra parte, estamos viendo una reacción muy fuerte por parte de la
derecha en el gobierno español, que está tratando de reconstruir la Unidad
imaginaria de España...
Imaginaria es la palabra correcta. La unidad se da mayormente a nivel del
poder de las elites. Más allá de eso, la gente es simplemente muy diversa y sus
intereses se cruzan en todo tipo de direcciones, no necesariamente las regiones,
sino también las relaciones de clase... Y todos estos desarrollos son saludables
y hay que promoverlos. Los seres humanos no son criaturas del Estado, tienen
muchas otras dimensiones.
Uno de los temas de los que más te has ocupado es la situación
política en Latinoamérica. Ciertos acontecimientos recientes en esas áreas
parecen una continuación de la Guerra Fría, y las clases dirigentes parecen muy
preocupadas por un nuevo “eje del mal” entre Venezuela, Brasil y Cuba.

¿Cuál es tu diagnóstico de estos desarrollos?

Estáis en lo cierto al señalar la continuidad con el período de la Guerra


Fría, pero hay una razón para eso: lo que sucedió en Latinoamérica no tuvo mucho
que ver con la Guerra Fría. Considerado por ejemplo el caso de Cuba, que es el
caso en el que se podría hacer una conexión con los rusos.
De hecho, sabemos mucho sobre este asunto, porque una de las cosas buenas de
los Estados Unidos es que se trata de una sociedad muy abierta, y tenemos más
acceso a los documentos internos que en cualquier otro país. Si nos fijamos en
la manera precisa en que se desarrolló, vemos que la confrontación no tenía nada
que ver con los rusos, sino con algo totalmente distinto. Castro tomó el poder
en enero de 1959 y en dos meses el Consejo de Seguridad Nacional norteamericano
ya estaba planeando librarse de él. En aquel momento no había ni comunistas ni
rusos por el medio. En octubre, aviones norteamericanos con base en Florida
comenzaron a atacar a Cuba. Este es el comienzo de un largo período de ataques
terroristas: Cuba es probablemente el blanco de más terrorismo que todo el resto
del mundo.

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En marzo de 1960 se tomó una decisión en secreto para derrocar al gobierno,
lo que se llamó “cambio de régimen”. Y ahí entra al gobierno Kennedy. Una de las
primeras cosas que hizo ese gobierno fue un estudio de Sudamérica donde dicen:
el problema de Cuba es la difusión de la idea de Castro de retomar las riendas
del poder, que va a inspirar a otra gente del hemisferio que tiene problemas
similares a hacer lo mismo. Y luego tenemos la invasión de Bahía Cochinos. Los
cubanos la rechazaron, y el gobierno Kennedy estaba furioso. Kennedy ordenó a su
equipo que se desencadenase sobre Cuba todo el terrorismo de la tierra por su
victorioso desafío a los Estados Unidos, y no sólo por rechazar la invasión. En
los documentos dicen literalmente: la existencia misma del régimen de Castro es
un desafío de la política norteamericana del último siglo y medio en
Latinoamérica, que supuestamente tenía que ser dominada por los Estados Unidos y
ahora estaba tomando su propio camino. Iniciaron entonces una larga serie de
ataques terroristas contra Cuba que no eran ninguna broma. Eran muy serios:
muchísimas personas asesinadas, destrucciones masivas, hundimiento de barcos,
cosechas envenenadas, etc. Y llegamos así a la crisis de los misiles. Los rusos
pusieron armas nucleares en previsión de una invasión, y en las conversaciones
que están teniendo lugar ahora, en el 40 aniversario de la crisis, los
funcionarios norteamericanos como McNamara dicen: en realidad, no estábamos
planeando una invasión. Pero McNamara también dice que, si él fuese ruso o
cubano, supondría que iba a haber una invasión, porque todo apuntaba a ello. Así
que los misiles se pusieron allí para tener un efecto disuasorio sobre los
planes de invasión. Y eso casi hace explotar el mundo.
Acabamos de saber lo cerca que estuvimos del fin en las conversaciones que
tuvieron lugar la semana pasada en la Habana: lo que salvó al hemisferio norte
de la destrucción total fue un oficial ruso que canceló la orden de enviar
misiles nucleares cuando su submarino estaba siendo atacado por destructores
norteamericanos. Gracias a eso estamos vivos. Estuvimos así de cerca. ¿Que pasó
después de la crisis de los misiles? Kennedy continuó y de hecho aumentó los
ataques terroristas contra Cuba. Diez días antes de su asesinato dio nuevas
órdenes para operaciones de terror y sabotaje en Cuba, y eso continúa hasta hoy.
Además de eso, hay un embargo que estrangula al país. Los rusos se involucraron
finalmente para proteger a Cuba de los ataques, pero no se trataba de la Guerra
Fría, y si os fijáis en otros casos, veis que es lo mismo. De hecho, en el caso
de Nicaragua los Estados Unidos enviaron a los Sandinistas a manos de los rusos
conscientemente y a propósito, porque querían un pretexto para el ataque que
estaban llevando a cabo. Nicaragua quería aviones para defender su espacio aéreo
del ataque de los Estados Unidos, y los Estados Unidos sobrevolaban Nicaragua
enviando mensajes a las fuerzas terroristas diciéndoles a dónde debían ir, etc.
Nicaragua quería defender su espacio aéreo y para ello trató de conseguir
aviones franceses, pero los Estados Unidos presionaron a Francia para que no les
enviaran aviones, querían que fueran los rusos los que se los prestaran.
Afortunadamente fueron suficientemente listos como para no aceptar los
aviones rusos, pero de todas maneras la administración Reagan continuó
esparciendo rumores de que Nicaragua iba a obtener aviones rusos dispuestos a
atacar a los Estados Unidos. Si analizas caso tras caso, ves que así es como
funciona.

En cuanto a Brasil, acaba de salir de unas elecciones que confirman el avance


de la izquierda en el continente. ¿Qué estrategias está desarrollando el poder
para controlar este avance?

Brasil es una fuente de preocupación ahora, como también lo era bajo la


administración Kennedy, en parte por las mismas razones: Goulart se estaba
moviendo hacia una posición de independencia, era un populista moderado. A la
administración Kennedy no le gustaban las reformas que se estaban llevando a
cabo. Prepararon -y no había rusos por medio- un golpe de Estado, que se
materializó poco después del asesinato de Kennedy. Estableció una dictadura
militar brutal que los liberales de Kennedy aplaudieron y describieron como la
mayor victoria para la libertad de mediados del siglo XX, literalmente y esto
mientras se llevaban a cabo torturas y todo lo demás. Y no tenía nada que ver
con los rusos. Tenía que ver con el hecho deque Brasil -que es mucho más
importante que Cuba- se movía hacia una dirección de independencia; eso no es de
esperar ni está permitido. Lo mismo ocurre hoy en Venezuela. Chávez es una

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figura muy impopular en los Estados Unidos: populista, reformista. Hizo algo tan
terrible el otro día que fue noticia aquí. Rebautizó el llamado “Día de Colon”
por “Día de la Resistencia Indígena” y... ¡uno no puede decir eso! Aquello fue
la liberación del hemisferio, no el genocidio de cien mil personas. Así que
todavía tienen que pensar en una manera de librarse de Chávez, pero una distinta
de las anteriores. En el caso de Brasil, tenemos ahora a Lula, el candidato del
Partido dos Trabalhadores, que es con mucho el partido socialdemócrata más
grande e importante del mundo. Los Estados Unidos están tratando con todas sus
fuerzas de impedir su subida al poder. No pueden parar en este momento la
victoria electoral, pero lo que han hecho ha sido imponer condiciones, no solo
los Estados Unidos, sino toda la comunidad internacional financiera y la elite
de negocios de Brasil- que son las mismas condiciones que cualquier nuevo
presidente -Lula en este caso- tendría que cumplir, y esencialmente significan
una continuación de las políticas neoliberales. Por ese motivo estuvieron
invirtiendo en el suelo, atacando la moneda... Es la técnica estándar para
destruir un país, y forma parte de la globalización neoliberal: la
liberalización financiera proporciona a los inversores y propietarios de la
tierra un enorme poder sobre los países. Esa es también una de las razones por
las cuales el crecimiento económico –como la productividad y la mayor parte de
los índices macroeconómicos- bajó considerablemente en los últimos veinticinco
años, a escala mundial. Pero estas políticas neoliberales también minan la
democracia, lo cual es mucho más importante: retiran el poder de decisión de los
países dándoselo a los inversores internacionales, propietarios, etc. Se habla
incluso a veces de “parlamentos virtuales” que determinan las políticas
gubernamentales a través del control del capital flotante, la moneda, ... Un
ejemplo: Brasil, como consecuencia de las políticas neoliberales de Cardoso,
tiene una gran deuda. Pidieron un préstamo al FMI y se lo concedieron, un gran
préstamo, pero con una condición: el préstamo quedó congelado hasta después de
las elecciones, y el nuevo presidente va a tener que seguir las reglas del FMI,
lo cual significa esencialmente continuar la misma política. Es un
estrangulamiento del país. La única escapatoria es más o menos revolucionaria:
que Sudamérica tome las riendas de sus propios asuntos y siga su propio camino.
Un país solo, como Cuba o Venezuela, no pueden hacerlo, pero una parte
sustancial del continente podría, si Brasil está dispuesto. Por otra parte, eso
significaría una guerra de clases en Brasil.

¿Y crees que eso puede pasar a corto plazo?

Yo creo que va a pasar, antes o después, pero no sé si la situación está


madura ahora mismo. No puede pasar si no hay un gran apoyo del Norte, no de los
gobiernos, sino de la gente. Si estos movimientos por la justicia global crecen
y se expanden, podrían proporcionar una base de apoyo popular. La gente tiene
cierta capacidad de maniobra e históricamente hubo mejoras sustanciales. Por
ejemplo, ahora ningún presidente norteamericano podría hacer lo que hizo
Kennedy: los ataques a Vietnam, organizar un golpe militar en Brasil, guerra
terrorista contra Cuba... Los presidentes están ahora mucho más constreñidos por
el cambio en el público general, que ahora impone sus límites al poder. Los
movimientos de justicia global podrían dar lugar a desarrollos muy saludables,
orientados hacia las necesidades de la gente y no hacia los beneficios de las
multinacionales. Y Brasil, Venezuela y otros países son un ingrediente crucial
en todo esto: los países que más sufren son los que están completamente
controlados por los Estados Unidos. El control es mayor en el Caribe y en
Centroamérica, y el resultado es un completo desastre: el país más pobre del
hemisferio es Haití, el segundo más pobre es Nicaragua, Guatemala es el
tercero... Desde 1990, que fue cuando Estados Unidos recuperó completamente su
poder sobre ellos, están en caída libre. Esos países son demasiado pequeños para
hacer algo, necesitan solidaridad y ayuda.

Otra de las cosas en las que más has investigado es la manipulación


mediática, por ejemplo en Manufacturing Consent. En la mayor parte del mundo el
poder parece seguir una pauta doble: en el Primer Mundo, el método favorito es
la manipulación de los medios, pero en el Tercer Mundo el poder es mucho menos
sutil, y sigue funcionando a través de la violencia física, la exclusión... Sí,
y además se hace de manera completamente consciente. Lo mismo pasa en la

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historia de los países ricos. Estas ideas de “fabricar el consenso” aparecieron
cuando las elites entendieron que, con el crecimiento de la democracia
parlamentaria, del movimiento obrero, etc, no iba a ser posible controlar a la
gente por la fuerza. Por lo tanto tuvieron que recurrir a otros modos de
control, como controlar la opinión, el pensamiento, las maneras de ser... Se
trata de una enorme industria que se desarrolló principalmente en Estados Unidos
y Gran Bretaña, los dos países más democráticos. Es ahí donde el peligro es
mayor. Considerad por ejemplo el caso de España. Con Franco permitían la
publicación de cualquier tipo de libro, no tenía importancia. Siempre y cuando
hubiese una cámara de torturas en el centro de Madrid y pudieseis escuchar los
gritos cuando pasarais por allí, se le podía dejar a la gente leer lo que
quisiera. Por otro lado, cuando no tienes esas técnicas, se vuelve muy
importante controlar lo que la gente piensa, ve y dice. Mientras la gente esté
completamente absorbida por lo que se suele llamar las cosas superficiales de la
vida -es el término que usan las empresas- no se involucrará en otras cosas. La
gente lo sabe, y por eso hay un tremendo cinismo respecto a la democracia en
este país.
Reparemos por ejemplo en las elecciones de noviembre de 2000. Hubo muchas
discusiones y rabia por el hecho de que se hubieran manipulado las elecciones,
pero fijaos en quién estaba preocupado: una elite intelectual muy pequeña.
Se trataba de un asunto muy importante en Harvard, pero en las calles de
Cambridge a nadie le importaba. A la gente no le importa que se hubieran robado
las elecciones: es todo una farsa. Y en todas estas discusiones y debates
siempre resultaba sorprendente que a la gente no le preocupara la ilegitimidad
del presidente. Si echáis un vistazo a los sondeos de opinión veréis exactamente
por qué. Antes de las elecciones ya el 75 % de la gente pensaba que eran una
farsa: se trata de un juego de ricos, de la industria de relaciones públicas,
etc. Hay un indicador de “impotencia” que mide lo incapaz que se siente la gente
de cambiar la realidad, y ese indicador no paró de subir, alcanzando
recientemente su punto álgido. Lo mismo pasa en Latinoamérica. La llamada “onda
de democratización” que está teniendo lugar es tan solo una democracia formal:
votas por alguien. Por otro lado, el cinismo respecto a la democracia creció
tremendamente. Un porcentaje muy alto de la población -creo que es cerca de la
mitad- dice que incluso aceptaría dictaduras militares, lo cual no es ninguna
broma en Latinoamérica. La razón es que la democracia formal fue de la mano de
programas neoliberales, que minan la democracia, así que la gente acabó siendo
cínica, y eso es un éxito: quieren que la gente sea cínica y que las elites se
ocupen de todos los asuntos. Esa es la forma perfecta de democracia, y exige
poderosos instrumentos de adoctrinamiento e control.

Cuando la Unión Soviética colapsó, todo el mundo dedujo que la planificación


central no era viable, pero se rechazaron también otras alternativas –como los
consejos de trabajadores- más próximas a la tradición libertaria en la que tú te
inscribes. Todas estas ideas se consideraron utópicas. Según la doxa oficial, la
única manera posible de organizar la vida económica es el capitalismo de libre
mercado. ¿Cómo interpretas esta reacción?

Se trata de una reacción interesante. De hecho, escribí sobre el tema cuando


la caída del muro de Berlín. Yo creo que la caída de la Unión Soviética fue una
pequeña victoria para el socialismo, al igual que la derrota del fascismo: abrió
de nuevo el espacio para el socialismo. Los bolcheviques fueron radicalmente
antisocialistas desde el primer momento. La primera medida que tomaron Lenin y
Trotsky en 1918 fue eliminar los consejos de trabajadores, eliminar los soviets,
eliminar por supuesto la Asamblea Constituyente. Tenían que destruirlos porque
querían formar lo que ellos llamaban un ejército de trabajadores, obedientes a
la voluntad del líder, y lo hicieron basándose en lo que ellos consideraban
presupuestos marxistas. Su variedad de marxismo implicaba que Rusia no podía
tener socialismo sin ser industrializada a la fuerza y rápidamente. Después de
la industrialización la Historia pondría en práctica su magia, y todo eso. Pero
a medio plazo, la Unión Soviética fue la fuerza más radicalmente antisocialista
del mundo, peor que la Alemania nazi. No había organizaciones populares, ni
organizaciones de trabajadores. Los consejos de trabajadores no existían en
absoluto. La eliminación de este sistema dejó cierto espacio a los ideales
socialistas libertarios. Así que lo que estáis describiendo es correcto, así es

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como se interpretó, pero los hechos son radicalmente opuestos. Esta e una de las
mayores victorias de la propaganda que jamás he visto.

¿Cuál es tu opinión de la otra alternativa tradicional de la


izquierda, la socialdemocracia?

La socialdemocracia tuvo un éxito extraordinario. Por supuesto, no Resolvió


todos los problemas, pero cuando se aplicó a las sociedades funcionó mucho mejor
que el sistema soviético, de una manera mucho más humana. Tomemos por ejemplo la
sanidad. Estados Unidos es el único país industrial que tiene una sanidad
pública extremadamente limitada. La sanidad aquí es probablemente peor que en
cualquier otro país industrial: los gastos per cápita son el doble de los del
resto de los países industriales, y el sistema es completamente ineficaz. Hay
algo así como una sanidad pública en Norteamérica, de manera que si eres una
persona pobre en el centro de Boston y tienes un ataque al corazón o algo así,
te llevarán a urgencias y te tratarán. Pero notad que esta es la forma de
sanidad más cara y menos eficiente: no hay prevención y el tratamiento es muy
caro, porque usan el Hospital General de Massachusetts. Así que, en cierto
sentido, hay una sanidad pública, pero es radicalmente ineficaz. Esto es lo que
pasa cuando te mueves hacia sistemas de mercado. En los países que tienen alguna
forma de alternativa socialdemócrata -y hay muchos tipos distintos- es mucho más
eficiente. Cuando tienes un sistema privado, hay un montón de burócratas,
contables, y todo tipo de gente que se aseguran de que los médicos no les den
demasiados medicamentos a la gente. Y toda esa burocracia da lugar a muchos
gastos. Donde los sistemas socialdemócratas funcionaron, lo hicieron
razonablemente bien, ciertamente mucho mejor que las alternativas. Así que las
conclusiones a las que os referíais antes -que son las conclusiones usuales- son
solamente propaganda ridícula. Lo que es cierto es exactamente lo contrario, y
eso quiere decir que lo que deberíamos hacer es movernos hacia formas serias de
democracia, en las que por ejemplo la economía esté bajo control democrático. El
programa neoliberal va en la dirección opuesta. Lo que se suele llamar
privatizaciones no tiene ningún tipo de motivación económica, pero tiene una
importante motivación antidemocrática: si se privatiza un servicio, por ejemplo
la salud, el agua, o lo que sea, se retira del dominio público, del dominio de
la elección democrática, y se lleva al dominio del totalitarismo. Una
corporación privada es una institución totalitaria: es una economía dirigida,
controlada de arriba a abajo, y no rinde cuentas al público. Así que no hay
argumentos económicos para las privatizaciones: las empresas públicas en países
eficientes son eficientes, y en países ineficientes son ineficientes.
Por otro lado, las socialdemocracias fueron históricamente fenómenos del
Primer Mundo.

En un país como Argentina, que está actualmente en medio de una profunda


crisis social y económica, ¿crees que la socialdemocracia sería una solución
realista? ¿Cuál podría ser la solución a corto plazo? Encontrar una solución a
corto plazo para Argentina ahora es muy difícil.
Existen muchas razones por las que las democracias son fenómenos del Primer
Mundo. Cuando aparecen en el Tercer Mundo son pisoteadas violentamente...como
Allende en Chile, o Nicaragua, o Guatemala, o muchos otros lugares. Si Suecia o
Francia se mueven hacia la socialdemocracia, no puedes aplastarlas, así que
tratas de limitar estos movimientos de otras maneras, pero no puedes llevar a
cabo golpes de Estado. Y por supuesto, dependiendo del país, puede haber otros
problemas. Latinoamérica tiene, por ejemplo, serios problemas internos, además
de los que le proporciona la violencia imperial. Los países latinoamericanos no
controlan a sus clases altas: los ricos no pagan impuestos, no tienen ni
conexión ni responsabilidades con su propia sociedad. Si os fijáis en cosas tan
simples como las importaciones, podéis ver que en Latinoamérica son mayormente
productos de lujo. Si por el contrario vais a los países del Este Asiático, que
son básicamente pobres, veréis que se importan medios de producción, los ricos
pagan impuestos, no hay fuga de capitales y hay una sociedad que intenta
desarrollase. En Latinoamérica la sociedad está profundamente dividida en dos
capas, en las que los ricos son parte del Primer Mundo y tienen muy poco que ver
con sus países, excepto para explotar la mano de obra barata. De hecho, si vives
en Sao Paulo, tu relación con los pobres brasileños es prácticamente la misma

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que si vives en Nueva York: son quienes limpian tu casa. Esos son problemas
internos en Latinoamérica que tienen que solucionarse. Otro problema es que los
países latinoamericanos estuvieron tradicionalmente separados unos de otros y
están orientados hacia sus antiguas metrópolis o, como sucede ahora, hacia
Estados Unidos, pero no entre sí. Incluso el transporte entre ellos está
mayoritariamente orientado hacia el oeste. Estas cosas tienen que solucionarse.
Argentina está ahora mismo en medio de todo esto. Argentina fue la mejor
estudiante del FMI y colapsó completamente. Ahora tiene que tener el equivalente
a una revolución social. Esto está sucediendo, hasta cierto punto. La gente no
decidió simplemente suicidarse, sino que está construyendo modos de existencia
alternativos, y vemos que están apareciendo cooperativas, sistemas de
intercambio basados en el trueque... Argentina potencialmente es un país muy
rico, y si la sociedad invierte su dirección, puede hacer muchas cosas.

Como filósofo y lingüista, has investigado el papel de los medios de


comunicación en crear lo que Etienne de la Boétie llamaba la servidumbre
voluntaria. Nos gustaría acabar haciéndote una pregunta que ha atormentado a la
filosofía política durante siglos: ¿por qué la gente que está oprimida no se
rebela contra su opresión?

¡Es mucho más profundo que eso! Tomemos por ejemplo el caso de las mujeres.
Las mujeres estuvieron terriblemente oprimidas en casi todo el mundo y durante
toda la historia, incluyendo Occidente. No se rebelaron. Lo hicieron en cierta
manera, pero esencialmente interiorizaron la opresión. Lo mismo pasó en las
sociedades esclavistas: durante largos períodos de tiempo, los esclavos no se
rebelaron. Simplemente pensaban: esto es lo que hay, tenemos que intentar
llevarlo lo mejor que podamos y refugiarnos en otras cosas, a través de nuestra
cultura y de nuestras relaciones personales, que son parte de un mundo que los
amos desconocen. Y lo mismo hicieron las mujeres. Pero la gente interioriza la
opresión, y los que no lo hacen y tratan de resistir se enfrentan a un coste
muy grande. Por eso no es tan simple. Los costes varían, pero pueden ser
enormes, y eso hace que la gente esté controlada durante largos períodos de
tiempo. Lo mismo pasa en la cultura norteamericana: la población se siente
impotente y no hace mucho por resolverlo porque no ve cómo. Y si lo hace, hay
costes. Los costes aquí no son el asesinato, pero pueden ser muy altos. Supón
por ejemplo que eres un trabajador en una fábrica y quieres hacer algo tan
simple como organizar un sindicato. Para el organizador hay un coste: lo
despedirán, lo pondrán en la lista negra, etc. Si el esfuerzo por crear el
sindicato triunfa, todo el mundo gana, pero los activistas se enfrentarán a los
costes. Si hacéis un cálculo simple de coste-beneficio, podéis deducir que ser
pasivo produce un beneficio. Estas técnicas de control y subordinación no
siempre funcionan: hay un continuo fermento de resistencia, de revuelta, que
triunfa continuamente. Por eso vivimos en un mundo mejor que el de hace
cincuenta años. Considerad de nuevo los derechos de las mujeres: son mucho
mejores de lo que eran hace cincuenta años, hubo una tremenda mejora en la mayor
parte del mundo, y no fue un regalo. Lo mismo pasa con cualquier otro derecho
que queráis imaginar: nunca es un regalo. Es el resultado de una larga lucha por
la que la gente paga un gran precio y que es difícil llevar a cabo, pero que con
el tiempo merece la pena.

Febrero 2.003

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