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Contra la homofobia

Palabras de Gilberto Rincón Gallardo, Presidente


del Consejo Nacional para Prevenir la
Discriminación, en la ceremonia de lanzamiento
de la Campaña Antihomofóbica de la Secretaría de
Salud y el CONAPRED. México, D. F., 25 de abril
de 2005.

Amigas y amigos:

La homofobia es una forma de discriminación por


razón de preferencia sexual. Se trata del rechazo,
prejuicio y estigmatización contra quien ha
decidido conducir su vida sobre la base una preferencia sexual distinta de la
heterosexualidad mayoritaria. Y es una forma de discriminación porque se
expresa mediante una limitación de derechos, libertades y oportunidades de
quienes han hecho suya esta opción sexual. Es además, una forma
particularmente peligrosa de discriminación, pues co n frecuencia conduce a
la violencia contra quienes se atreven a vivir su sexualidad de manera
diferente.

Nuestra Constitución, en su artículo 1°, es decir, en la primera de las


garantías individuales para toda persona en México, prohíbe la
discriminación por preferencias. Y aunque no especifica como “sexuales”
estas preferencias, es lógico que entendamos que la Carta Magna no pone
el acento en la defensa de preferencias gastronómicas o musicales (que,
aunque siempre defendibles, no están amenazadas), sino en la de
preferencias que pueden definir la vida de una persona, como las sexuales,
que son esenciales en la construcción de un proyecto de vida y que, en
efecto, exigen protección porque están con frecuencia amenazadas.

La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, promulgada


en 2003, y que fue aprobada por consenso pleno tanto en la Cámara de
Diputados como en la de Senadores, agrega el adjetivo que “se negaba a
pronunciar su nombre”, y prohibe de manera expresa la discriminación por
prefe rencias sexuales; además establece protecciones especiales para
toda persona frente a la exclusión y la burla por la manera de hablar,
expresarse o manifestar la opción sexual propia. Esta ley crea el Consejo
Nacional para Prevenir la Discriminación y le ordena que, entre otras tareas,
difunda y defienda esta cultura y derechos de la no discriminación.
Por ello, cuando se nos pregunta por qué instituciones públicas como
la Secretaría de Salud y el CONAPRED encabezan esta campaña de
información y sensibilización contra la homofobia, la única respuesta que
podemos dar es: “porque estamos cumpliendo con la ley”. No hacerlo sería
incumplir con nuestra obligación legal.

Por ello, aprovecho la ocasión para dirigirme a los grupos religiosos


que han establecido una contracampaña a la que ahora lanzamos
formalmente, para llamarlos, de la manera más comedida y con el más
sincero respeto a sus creencias, a que en esta cuestión respeten también la
Constitución y las leyes que nos obligan a todos sin excepción.

Pero hemos de reconocer que una de las dudas más atendibles al respecto
de esta campaña es la que expresa su temor de que instituciones públicas
como las dos mencionadas estén promoviendo conductas sexuales
específicas que son incómodas, molestas o incluso pecaminosas para ciertos
sectores en este país. Y precisamente en el verbo “promover” está la
posibilidad de dar una respuesta a estas dudas.

Como he dicho, el Consejo tiene la obligación legal de promover una cultura


de la no discriminación, además de pers eguir, por la vía de sus
procedimientos de queja y reclamación, los actos concretos de
discriminación que pueda sufrir cualquier persona. Es en este terreno de la
promoción de la no discriminación que se inscribe la campaña de respeto a
las opciones sexuales legítimas de la gente. Lo que se hace a propósito de
la diversidad sexual es sólo exigir el respeto que las leyes prescriben para
estas opciones, y en modo alguno el estímulo para que se adopten estas
opciones.

La diferencia parece pequeña pero es crucial. Una cosa es decir que las
personas tienen derecho a decidir en materias sexuales y morales, y otra
que las instituciones públicas deberían animar a la gente a comportarse en
uno u otro sentido en materia sexual y moral.

Lo que un Estado democrático debe proteger es el derecho de las personas


a conducirse de manera autónoma, sin presiones y sin riesgo de violencia,
en los terrenos de las creencias y la sexualidad que sólo a ellas atañen. Lo
que no puede hacer un Estado democrático y garantista es hacer suya una
particular concepción sexual, moral o religiosa, independientemente de lo
extendida que ésta se encuentre entre su población. La discriminación por
preferencia sexual consiste, precisamente, en violar los derechos y
libertades fundamentales de alguien, o limitar sus oportunidades legítimas,
sólo por vivir de acuerdo con una moral sexual que no es la mayoritaria. En
este caso, la neutralidad laica del Estado respecto de las opciones religiosas
y morales es la única vía legítima para regular la vida de una sociedad
plural en formas de vida, de ideas de felicidad y de identidades sexuales.
Por ello, negamos abiertamente que esta campaña promueva una opción
sexual particular. Del mismo modo en que el Estado no debe ser el vehículo
para imponer la religión y la moral sexual de la mayoría, tampoco debe
serlo respecto de la moral y sexualidad de las minorías. Mal haría un Estado
democrático en promover una opción sexual, así fuera para compensar los
daños que ésta ha sufrido en el pasado. Lo que promovemos es una cultura
del respeto mutuo, de la tolerancia y de la vigencia de derechos
fundamentales. Decidir sobre el valor inherente a los sistemas morales,
religiosos o sexuales es algo que compete sólo a cada persona.

En el caso de las personas con discapacidad, las mujeres, los grupos


étnicos o los adultos mayores, el gobierno y los particulares deben
emprender, además de las protecciones contra los actos de discriminación,
medidas de compensación que ayuden a estos grupos a revertir la
desventaja histórica que padecen; mientras que en el caso de la diversidad
sexual o de las minorías religiosas, es decir, en el caso de grupos que se
definen por el ejercicio de una libertad fundamental, lo que debe
garantizar el Estado es la protección para que los derechos constitucionales
de libre preferencia y libertad religiosa se puedan ejercer sin interferencias
ilegítimas. Nada más.
Las preferencias sexuales son parte de las libertades fundamentales
de una sociedad democrática. La no discriminación es una manera de
garantizar esta libertad, sin opinar, porque ello sólo incumbe a los
interesados, acerca de su valor moral o religioso. El gran jurista italiano
Luigi Ferrajoli dice que los derechos fundamentales son “la ley del más
débil”. Tiene razón. La garantía constitucional de la no discriminación ha de
proteger a todos, pero servirá más a quienes, como en el caso de las
minorías sexuales, no comulgan con las ideas, moral y valores de la
mayoría. Ésta última, desde luego, tiene también el pleno derecho de
mantenerse en su respetable opción sexual elegida.

El próximo 17 de mayo se celebrará el Día Mundial Contra la Homofobia,


coincidiendo con la fecha en que la Organización Mundial de la Salud (OMS),
en 1990, retira a la homosexualidad de la clasificación de enfermedades. Su
objetivo es articular reflexiones y acciones a nivel mundial para luchar
contra la violencia física, moral o simbólica ligadas a las preferencias
sexuales o a la identidad de género. La idea es impulsar el reconocimiento
de la ONU para que en esta fecha se conmemore este suceso. El sistema
de ONUSIDA impulsa esta iniciativa también en México, misma que ha sido
retomada por Democracia y Sexualidad (DEMYSEX) y por Letra S, las cuales
están sumando todos los esfuerzos civiles y gubernamentales para inscribir
en el calendario nacional este día en México.

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