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Damos o recibimos

Por: Irely Martínez Montes


Artista

Existen innumerables exposiciones escritas sobre lo que es la


“ley de la vida” y su “natural manera de fluir”. Muchos grandes
pensadores han disertado sobre el tema y cada día surgen nuevas
perspectivas desarrolladas por modernos estudiosos. La realidad es
que no hace falta mucho análisis sobre la manera en que elegimos
vivir nuestras vidas y las consecuencias de la elección. Siempre es
mejor vivir física, intelectual y emocionalmente saludables, de
manera que nuestros actos ofrezcan resultados naturalmente
acordes. Siempre se ha escuchado decir que quien siembra en
terreno fértil bien cuidado, tendrá buena cosecha. Yo recuerdo que
mi abuelo paterno me enseñaba que era bueno ayudar al necesitado,
porque “piedras somos y en el camino andamos”; lo que significa que
en un momento determinado de la vida, seremos nosotros quienes
nos encontremos en necesidad.

Hasta hace poco, casi nadie se ocupaba de darle a esto mayor


importancia, pero el giro dado en los estilos de vida de millones de
seres con la re-introducción de estudios metafísicos, de inteligencia
humana y de filosofías orientales al mundo cotidiano, ha hecho que
forzosamente hagamos un paréntesis y meditemos sobre algunas
consideraciones. Y siendo esto ya mucho más que una filosofía de
vida, no es de sorprender que alguna gente tenga más o menos éxito
en la vida y que algunos planes se den más fácilmente dentro de
unas específicas circunstancias a un específico tipo de personas.
Por supuesto, no es solo el buscar respuestas en antiguas ciencias
estudiosas de la conducta humana lo que hace la diferencia y mucho
menos es asunto de ‘suerte’. Cuando se dedica tiempo de calidad a
un trabajo, se obtienen resultados óptimos. Cuando se estudia con
ahínco y dedicación, se siente satisfacción por lo que se obtiene.
Cuando se cuida algo con amor y esmero, la recompensa premia con
creces el esfuerzo.

Entonces, en nuestro tránsito por la vida, la manera en que la


vivimos, tiene una importancia primordial en lo que podemos esperar
de ella. Nos enseñan de niños que debemos compartir de lo que

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tenemos, que obtendremos ‘premios’ si hacemos esto o aquello...
Pero la realidad es que cuando pasamos de cierta edad (o antes)
muchos nos olvidamos de la intrínseca enseñanza detrás de estas
‘sugerencias’. Nos ponemos egoístas, dejamos de pensar en los
demás, y cuando eso pasa y algo no sale como planeamos,
comenzamos a buscar culpables o inexistentes razones para ‘tan
mala suerte’.

¿Nunca han escuchado el refrán popular que dice “lo que va,
viene”? Pues de eso se trata, simplemente: de aportar de nuestro
ser lo bueno, porque por ley natural, nos será devuelto el bien
multiplicado. De igual forma si se hace todo lo contrario, y es por eso
que mucha gente simplemente nunca puede ‘sacar el pie del
atolladero’. Sufren, padecen, reniegan... ¡y tienen la verdad tan
cerca! Eventualmente terminan destruyéndose a sí mismos,
envenenándose con sus propios odios, contaminando y destruyendo,
lamentablemente, a quien esté a su alrededor y generando
sentimientos de rechazo y hasta odio hasta entre sus allegados.

Poner en práctica el sentido de la compasión que naturalmente


tenemos, es sembrar semilla en terreno fértil y bien regado. Porque
lo que ofrecemos y lo que servimos desde nuestro ser con amor,
honestidad y desinterés, eventualmente lo recibiremos en nosotros o
en algún ser querido, cuando nos sea necesario. Por eso el respeto
a los demás, la tolerancia, la paciencia, la misericordia y la
compasión, son algunos de los dones del espíritu que liderados por
el amor, hacen de nuestras vidas unas llenas de paz y satisfacción.

Y no es debilidad mostrar el amor y practicarlo. Quien no tiene


la sabiduría de admitir y asumir sus carencias, es quien muestra sus
debilidades en la discapacidad de demostrar amor, y es quien
eventualmente resultará, muy a su pesar, mendigando lo que debió
tener naturalmente.

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