En ocasiones actuamos por una reacción en contra de
alguna cosa. Por ejemplo las manifestaciones en contra de los bombardeos de la OTAN por los “pacifistas” (el verdadero pacifista es el que trabaja por la paz siempre, haya o no guerra, no el que se manifiesta en contra de...); o cuando gritamos mientras conducimos porque alguien ha hecho algo incorrecto olvidando las veces que nosotros lo hemos hecho mal...
En la iglesia puede ocurrir exactamente igual. En
ocasiones reaccionamos por ir en contra de algo con lo que no estamos de acuerdo. Algo así pasa con la “Comunión” o “Santa Cena”; los evangélicos usamos esta terminología en contraposición de la “Eucaristía” que usan los católicos. Pero este “ir en contra de” puede hacer que perdamos algún sentido del término original. Por eso vamos a ver el significado de la palabra “eucaristía” tal como aparece en el Nuevo Testamento. 2
I. Etimología y significado
“Euvcaristi,a” deriva de la palabra griega “caris”
que significa “gracia”. Este es un término conocido por todos nosotros, los creyentes.
“Euvcaristi,a” significa literalmente “acción de
gracias”, “dar gracias”, de ahí la exhortación del apóstol Pablo de “ser agradecidos”. Jesús, al repartir el pan y el vino da gracias por ellos y por ello, con el paso del tiempo a esta acción de la última cena se le dio el término técnico de “eucaristía”; en esta acción simbólica, que recordará siempre a los discípulos que Jesús fue entregado por todos nosotros, se manifiesta de la mayor forma posible el favor de Dios hacia los hombres, la gracia en definitiva. Podemos afirmar sin equivocarnos que de este modo todos los cristianos podemos sentirnos agraciados.
Esta es precisamente la salutación que recibe María
del ángel:
28 Cuando entró a donde ella
estaba, dijo: --¡Te saludo, muy favorecida! El Señor está contigo. 29 Pero ella se turbó por sus palabras y se preguntaba qué clase de salutación sería ésta. 30 Entonces el ángel le dijo: --¡No temas, María! Porque has hallado gracia ante Dios. (Lc. 1:28-30)
Este saludo de ninguna manera eleva a María por
encima del resto de la humanidad, sino que declara el favor de Dios hacia la humanidad expresado en Jesucristo; 3
Esteban, por ejemplo, también estaba lleno de gracia, (Hch
6:8). Este favor se expresa en el poder que se le otorga para poder ser sierva. Así se reconoce María. Y en Esteban se manifiesta el poder de Dios que le capacita para dar testimonio de su fe.
Sólo quiero mencionar, sin salirnos del tema que
tratamos, que de la palabra griega “caris” se deriva también la palabra “carisma”, es decir, don en el sentido de regalo proveniente de la gracia de Dios expresado de una forma concreta. Por ese motivo los dones espirituales son dados en la iglesia (la comunidad de gracia) para su uso en ella y con el fin de que esta crezca y se fortalezca para poder cumplir su cometido: ser testigos al mundo.
II. Somos agraciados
Porque por gracia sois salvos por
medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. (Ef. 2:8)
La presencia física de otros cristianos representa para
el creyente una fuente de alegría y de fortalecimiento. Por tanto, no debemos considerar como un apego a la carne, ni debe avergonzarnos anhelar ver el rostro del hermano. El cuerpo fue creado por Dios, y el hombre fue creado, también, como cuerpo. Así pues, a través de la presencia física del hermano es como el creyente alaba al Creador, al Reconciliador, al Salvador. De esta manera, el necesitado, el enfermo... reconoce en la proximidad del hermano una señal corporal de gracia que atestigua la presencia de Dios. Visitante y visitado reconocen mutuamente, dentro de la soledad de ese momento, al Cristo presente en medio de 4
ellos. Mutuamente se reciben y se encuentran tal como se
encuentra al Señor; con reverencia, con humildad, con alegría.
Si tal encuentro del hermano con el hermano encierra
tanto gozo, cuán inagotable riqueza descubrirán aquellos a los que Dios permite convivir en diaria comunión con otros cristianos.
Fácilmente olvidamos que la comunión entre los
hermanos es un don de la gracia que proviene de Dios mismo (cuidémonos que no sea un don que un día nos sea quitado por despreciarlo). Eso sería realmente ser “desgraciados”, es decir, desprovistos de la gracia de Dios. Que se manifiesta a través de sus dones.
La comunión cristiana significa comunión a través de
Jesucristo y en Jesucristo: nos pertenecemos unos a otros únicamente por medio de Él y en Él. Esto significa, ni más ni menos, que
• Primero, todos nosotros como cristianos
necesitamos al otro por causa de Cristo: así pues, sólo del mensaje bíblico y reformador de la justificación por la gracia nace la comunidad de los cristianos; sólo en él se fundamenta el deseo del cristiano por la compañía de otro cristiano;
• Segundo, sólo podemos llegarnos al otro por medio
de Cristo: sin él no conoceríamos al hermano ni podríamos llegarnos a él, el camino está bloqueado por el propio yo. 5
III. Siendo graciosos
La noche de la cena pascual Jesús se portó con sus
discípulos como lo hacía el jefe de una casa con sus invitados. Era natural que un jefe de familia les lavara los pies a los huéspedes. Pero este acto natural del Maestro, leído desde la resurrección que revela la divinidad de Cristo, impresionará de tal manera a los discípulos, que verán en él un acto de revelación de la misma esencia de Dios.
Cuando los discípulos recuerden a Jesús, inclinado
ante ellos y lavándoles los pies, lo recordarán como el Dios-hombre cercano, que se igualó a su condición humana de pecadores y que les enseñó que la característica del cristianismo no es el poder, sino el servicio. Así Jesús destruía la imagen del dios de poder que todos tenían interiorizada. Quien no sirviera al hermano, poniéndose a su altura, no podía tener parte en su Reino. Recordar a Jesús arrodillado frente a sus discípulos era darse cuenta de que él los trataba como hermanos, porque vivía en serio la paternidad universal de Dios que hace hermanos a todos los seres humanos.
Una comunidad cristiana verdadera se define por su
capacidad de servicio y no por la grandeza de sus estructuras. Sentirse hermano del otro lleva a sentir la alegría del servicio que nunca es humillación, si a través del mismo intentamos parecernos a Jesús. La humillación sólo se siente cuando interiormente nos creemos más grandes que el hermano a quien servimos. El servicio, vivido desde la fraternidad, convierte al cristiano en otro Jesús. 6
IV. Gracia y comunidad
En esto conocerán todos que sois
mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros. (Jn. 13:35)
Comienza Bonhoeffer con dos declaraciones
contundentes y directas, y muy interesantes:
• Primera: “no es nada natural para el cristiano el
poder vivir entre cristianos”. Se apoya en la vida de Jesús, abandonado por sus amigos en los momentos difíciles de su vida en la tierra.
• Segunda: “el cristiano no pertenece al
retraimiento de la vida monástica, sino que su lugar está en medio de sus enemigos. Es allí donde está su misión, su trabajo”. Así pues, el que no quiera asumir tal cosa, no participará de la soberanía de Cristo. Tales personas desean estar rodeados de amigos, en medio de rosas y lirios.
Justamente, por esta razón, reconocemos que es la
gracia de Dios la que permite que como comunidad podamos congregarnos en este mundo alrededor de la palabra de Dios y de los símbolos de Sus ordenanzas. La comunidad visible es gracia. De tal manera que cuando la experiencia nos niega tal posibilidad, la aprehendemos con mayor ansia en la fe (recordemos la visión de Juan en la isla de Patmos, participando y reconfortándose en la comunión celestial). 7
En primer lugar, la comunidad cristiana no es un ideal,
sino una realidad divina: todo ideal humano que se introduce en la comunidad cristiana obstaculiza la comunidad auténtica y debe ser destruido a fin de que la comunidad auténtica pueda vivir; aquel que ama más su sueño de una comunidad cristiana que a la comunidad cristiana misma se convierte en un destructor, por más honestas, serias y abnegadas que sean sus intenciones personales.
En segundo lugar, es una realidad pneumática, no una
realidad psíquica: la Sagrada Escritura llama “espiritual” aquello que sólo el Espíritu Santo crea; y llama “psíquico” - “del alma”, “anímico”- “aquello que procede de los instintos naturales, de las fuerzas y disposiciones del alma humana”. Es para nuestras iglesias una cuestión de vida o muerte alcanzar, lo más pronto posible, un punto de vista sobrio a este respecto.
Hay una realidad propia de toda comunidad: tan
pronto se reúnen los hombres comienzan a observarse, a juzgarse y a clasificarse. Desde el tiempo de los apóstoles que ya "comenzaron a discutir sobre quién sería el mayor de ellos" (Lc. 9:46) ninguna comunidad se forma sin que este pensamiento surja como semilla de división. Esto basta para destruir la comunidad. Esta tendencia a afirmarse puede revestirse de las formas más civilizadas y piadosas, por ello, desde el primer momento ha de desenmascararse, no hay tiempo que perder.
Una regla especial en la vida cristiana es que nadie se
permita pronunciar una palabra secreta sobre otro. Ha de ser desterrado el juicio de nuestras iglesias. Dios no me 8
dio a mi hermano para que lo dominara, sino para que a
través de él pueda, también, encontrar al Dios que lo creó. Por consiguiente, no soy yo quien debe formar a mi hermano a la imagen que yo deseo, que por cierto siempre será mi propia imagen, eso es independiente de mí.
Conclusión
La eucaristía es ciertamente una acción de gracias al
Señor; primero porque reconocemos que es por Su gracia que podemos ser salvos y formar una comunidad de salvación, y segundo porque en esta comunidad podemos recibir la gracia de Dios a través del hermano y, a la vez, ofrecerla a los demás.
La vida comunitaria de los cristianos bajo la autoridad
de la Palabra ha encontrado en la participación de los símbolos su plenitud.