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Entrevista a Héctor Soto

“El conocimiento se
construye junto al pueblo”
El papel del conocimiento en la Revolución Bolivariana y la integración
latinoamericana se resume en una frase de José martí, “ser cultos para ser
libres”.
Por Laureano Debat (*) | Desde Mendoza, Argentina.

Héctor Soto es Viceministro de Cultura y Desarrollo Humano de Venezuela y asesor de la


“Misión Cultura”, un proyecto del gobierno de Chávez para formar educadores populares. El
pasado fin de semana, el venezolano estuvo en la ciudad argentina de Mendoza disertando
sobre Educación Superior, en el marco del II Congreso “Latinoamérica Educa”.
En esta entrevista exclusiva para APM, Héctor Soto habla sobre la importancia estratégica
que tiene el conocimiento universitario para el proyecto de la Revolución Bolivariana.

¿Qué rol debe jugar la Universidad en la etapa política que atraviesa América Latina?
José Martí decía que debemos “ser cultos para ser libres” y lo que él entendía como cultura
era que el hombre conociera, que supiera, que dejara de ignorar, y nosotros entendemos
que la única manera de construir una sociedad libre, una sociedad colectivista, es una
sociedad que tenga acceso pleno al conocimiento. Ahí las universidades tenemos un gran
papel que jugar. Es imposible construir esa sociedad libre sin el concurso de las
universidades. El fracaso o el éxito, en materia técnica-científica, de los procesos políticos
que hoy se desarrollan en América Latina dependen en gran parte de que la Universidad se
incorpore a ese proceso. El mismo Che Guevara la situaba como un actor importante para el
éxito de una revolución.

¿Qué proyecto de Universidad es necesario construir?


Debemos combatir el modelo de universidad napoleónico y escolástico de transmisión
unidireccional, que supone al estudiante un recipiente vacío al cual se llena de contenidos a
una velocidad inusitada. Necesitamos profesionales colectivistas, no individualistas;
productores y creadores de bienes culturales, no consumidores acríticos; transformadores
de la realidad, no conservadores del status quo. Nosotros creemos que el conocimiento no
se transmite, sino que se construye. Y se construye con una variable fundamental: el pueblo.
El pueblo tiene una sabiduría, un conocimiento, que debe unirse al saber académico y
científico. La universidad debe brindar conocimientos útiles para la realización material y
espiritual del pueblo. No se trata de que la Universidad se acerque al pueblo por lástima,
como una dama aristocrática que ofrece unas monedas. Creemos en la construcción
colectiva del conocimiento y en la participación activa del sujeto que se educa. El que
enseña aprende y el que aprende enseña.

Se habla sobre la necesidad de integración latinoamericana, pero ¿a partir de qué


aspectos le parece necesario motorizarla?
Los latinoamericanos podemos integrarnos sólo conociéndonos, sino sucede así no hay
integración posible. Hace ya varias décadas que este compromiso se ha tomado de manera
formal, logrando una cierta integración entre las democracias gubernamentales. Pero,
fundamentalmente, ésta se ha alcanzado a través de los artistas. En Latinoamérica tenemos
pintores, músicos, escritores que son patrimonio de todos. Pero no ha ocurrido lo ideal a mi
entender, que es que los pueblos se conozcan. Nosotros estamos lanzando ideas, estamos
pensando en una gran editorial latinoamericana que publique libros peruanos, argentinos,
venezolanos, chilenos, y también clásicos de la literatura universal para que los lea el pueblo
latinoamericano. En Venezuela, hasta hace algunos años, eran muy pocas las opciones en
la lectura para los venezolanos. También estamos pensando en la creación de una escuela
de Cine Latinoamericano y conservatorios de música. Pero también estamos pensando en
un ferrocarril que nos una desde México hasta la Patagonia, para que los pueblos puedan
viajar y conocerse.

¿Dónde ubicaría usted el germen del diseño del actual modelo universitario
latinoamericano?
La universidad neoliberal empezó con el proyecto que necesitaban los vencedores de la
Segunda Guerra Mundial para tener atada a América Latina. En 1946 se creó el llamado
Plan Atcon, en referencia a Rudolph Atcon, un hombre del Departamento de Estado
norteamericano que fue el que encabezó el diseño del nuevo modelo universitario. ¿En qué
consistía?. Desmovilizar la universidad crítica para pasar a una tecnocrática y sumisa al
crecimiento del capitalismo, privatizar las matrículas excluyendo a un grueso de la
población, reducción presupuestaria, incremento de las carreras cortas, necesidad de
producir mano de obra calificada en corto tiempo para las necesidades de desarrollo de las
transnacionales, eliminación sistemática de las carreras humanísticas, diseños de planes
con una lógica fragmentada e individualizante. El sistema universitario para América Latina
se creó teniendo en cuenta la mano de obra que necesitaba el modo de producción fordista,
se pensó desde la nueva forma que adquiría el capitalismo y los profesionales que
necesitaba para su crecimiento y expansión. Todo esto se puede bajar del documento de
Rudolph Atcon que hoy aparece en Internet, hecho que demuestra esa política cínica que
tienen los norteamericanos de desclasificar documentos después de 40 años para marcar
“mira lo que les hicimos”.

¿Cuál fue el resultado de la implementación del Plan Atcon en la universidad


venezolana?
En Venezuela ese plan se cumplió hasta la última fase. El perfil de nuestro egresado es un
individuo competidor, individualista, consumidor acrítico de bienes culturales y conservador
del status quo. Hay docentes que todavía dicen “mi materia”, “mi laboratorio”, adjudicándose
la propiedad individual de espacios que deben ser concebidos colectivamente porque son
del pueblo. Nosotros tuvimos un profesor que se fue a la tumba y se llevó el código de
bloqueo del conmutador del microscopio electrónico de barrido. Tuvimos que contratar un
japonés y pagarle 20 dólares diarios para que lo desbloqueara. Ese era su microscopio
electrónico y pobre aquel que osara entrar en ese laboratorio. El modelo Atcon hasta plantea
horarios para cursar, cerrar temprano las facultades para que no haya gente circulando,
planteando que los estudiantes deben ir a cursar y luego irse a sus casas. Eso lleva a que
los estudiantes se aíslen entre sí, y quien no se hace amigo no se junta para la lucha
política. Esta lógica desvincula a los estudiantes, que no lleguen ni a quererse ni a
conocerse. Así se desmovilizó al movimiento estudiantil, aún hoy en Venezuela tenemos una
enorme capa de estudiantes desmovilizados. Sólo es una vanguardia estudiantil la que sale
a las calles, que viene de la Universidad Simón Rodríguez y la Federación Bolivariana de
Estudiantes. Dada toda esta situación, desde la Revolución Bolivariana estamos trabajando
un proyecto de municipalización de las universidades, estamos intentando que el pueblo sea
la Universidad. El objetivo es lograr la concreción de un proyecto de Universidad popular,
democrática, científica, antidogmática y autónoma.

¿Cuál debe ser la acción política desde la Universidad?


Creemos que no es suficiente transformar la Universidad desde los contenidos, sino que hay
que acompañar ese proceso con una decidida acción política de liberación. Hay que
entender el papel de la universidad en tres responsabilidades que debe asumir todo
revolucionario: la primera, la más importante y vital, es la lucha anti-imperialista; la segunda,
propiciar cada vez más la participación de las masas estudiantiles; y la tercera, elevar el
nivel de conocimiento y de conciencia de los pueblos, como paso indispensable para ser
libres. El camino no es fácil, pero hay que emprenderlo. ¿Quién dijo que era fácil hacer la
revolución?.
(*) Colaborador especial de APM.

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