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Secuelas culturales de la

dominación foránea
Por: Isabel Soto Mayedo

El atraso intelectual arrastrado mucho tiempo por el Caribe estuvo más ligado a la estrategia
seguida por los esclavistas europeos que a la relativa inferioridad cultural de los negros
africanos obligados a poblar esos territorios.

La superación de la difícil travesía a través del océano Atlántico implicó para estos seres
humanos, arrancados de sus tierras y luego utilizados como maquinarias, el acoso a los
intentos de agruparse desde el punto de vista cultural.

Además de la explotación en plantaciones cañeras, cafetaleras o tabacaleras, entre otros, los


africanos tuvieron que enfrentar el desarraigo reforzado por una política orientada a
mantenerlos en la indigencia mental y la dependencia sicológica.

Sentimientos de inferioridad y sumisión resultaron de esta táctica colonialista, favorecida


porque la inmensa mayoría de los sojuzgados carencía de raíces culturales sólidas por el
reposicionamiento al cual habían sido forzados.

Téngase en cuenta además que en los casi 55 mil viajes realizados por los barcos negreros
hacia el Caribe, también llegaron a esta región personas de poca edad, en las cuales se hizo
más fuerte el sello del desarraigo.

En opinión del investigador Locksley Edmondson, el colonialismo europeo y la esclavitud


sirvieron para inhibir e, incluso, negar el potencial creativo de las razas y culturas oprimidas de
esta región.

Ambos sistemas descansaban en la presumible superioridad blanca y la inferioridad negra, y en


más de una ocasión se vieron obligados a enfrentar las manifestaciones de rechazo de los
caribeños.

El derecho a la libertad política y a la autodeterminación cultural estuvieron en el centro de las


aspiraciones de los negros cimarrones, que escapaban de manera individual de sus dueños, o
en rebeliones como la escenificada en la bahía jamaicana de Morant (1865).

De estas acciones solían desprenderse al mismo tiempo propuestas creativas tendientes a un


nuevo orden cultural, en el que prevalecieran los valores del componente africano.

Desde entonces hasta el presente, el contenido racista de la experiencia caribeña quedó


implícito en los continuos intentos de rehabilitación de la cultura e historia de los pueblos de
ascendencia africana.

Este factor todavía estimula las expresiones creativas desde el punto de vista intelectual y
cultural en esta área, y promueve otras tendencias de corte liberadora, para las cuales la idea
de Africa ha jugado un papel estimulador.

Este aspecto simbólico constituye un rasgo distintivo de la trayectoria creativa en gran parte de
los países caribeños.

Varios especialistas coinciden en que, para lograr la rehabilitación sicológica de los pobladores
de estas tierras, es preciso revertir la tendencia a degradar los valores legados por el mundo
negro.

La construcción nacional exige la solución a ese conflicto, afirma Edmondson, quien destaca el
vigente interés de pintores, escultores, músicos, y bailadores, en el tema de la raza y el color.
La búsqueda de la identidad y la emancipación del Caribe necesariamente implican
consideraciones que pertenecen a Africa, enfatiza en su obra Educational challenges of the
Caribbean connection with Africa.

Los exponentes más ricos del quehacer intelectual en esta zona, como Los condenados de la
tierra, de Frantz Fanon, o Capitalism and slavery, de Eric Williamns, guardan relación con las
raíces africanas o fueron inspirados por consideraciones relativas a estas.

Quizás el distanciamiento cultural indujo a recrear una identidad diferenciadora, partiendo de


esa conexión, por todo lo humillante que representó el sometimiento de millones de personas
de ese continente por parte de los europeos.

Esto quizás explique que algunos de los comentarios más atinados sobre la evolución histórica
del Caribe se deban a creadores de esta región, algunos de los cuales llegaron a ser
reconocidos a escala internacional.

Tal es el caso de Derek Walcott, novelista nacido en la isla de Santa Lucía, que fue distinguido
con el Premio Nóbel de Literatura en 1992.

También lograron renombre, sobre todo en el mundo de habla inglesa, otros narradores y
poetas caribeños como el guayanés Wilson Harris, los barbadenses George Lamming y
Edward Brathwaite, el jamaicano Victor Reid y el trinitario V. S. Naipaul.

Las producciones literarias caribeñas cobraron notable impulso hacia la segunda mitad del siglo
XX, en el entorno generado por la descolonización política de los países sometidos por el
imperio británico, las tentativas integracionistas y de cooperación regional, y la independencia
política de algunas naciones de esta zona.

La ruptura con el dominio colonial supuso para estos pueblos la construcción o, en el menor de
los casos, la autoreafirmación de sus identidades en medio de la dependencia de los capitales
extranjeros y de los vaivenes del sistema de relaciones entre países prevalecientes.

Estos retos y el contexto de la época quedaron reflejados en las producciones literarias del
período, que casi siempre rondaron la crisis de identidad de los nacidos en estas tierras, el
espacio y papel de los mismos en el mundo multicultural, las funciones de la
historia y de las tradiciones culturales de lo que algunos llaman la civilización Caribe.

Aunque en algunos casos se cuestionaba la capacidad creativa de las mujeres y hombres de


este hemisferio, ante el peso de la herencia cultural foránea (europea y africana), otras veces
se acertaba al reflejar la constante intención de las capas medias en estos
territorios de imitar los patrones norteamericanos de conducta.

El deseo de romper con el pasado colonial y con todo lo que referente a ex metrópolis o a
ancestros africanos, por lo general culpados del atraso, condujo a tales posturas pro norteñas
en gran parte de ese sector poblacional.

En última instancia, estas posturas encontradas estimularon la polémica en esta región y, por
consiguiente, el quehacer intelectual, a pesar del sostenimientos de patrones de sujeción
económica a los otrora países dominantes.

Lograda la independencia política, predomina el descontento político y económico con el status


quo vigente, lo cual alimenta los cuestionamientos e incentiva el espíritu creativo de los
caribeños, en opinión de Edmondson.

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