dominación foránea
Por: Isabel Soto Mayedo
El atraso intelectual arrastrado mucho tiempo por el Caribe estuvo más ligado a la estrategia
seguida por los esclavistas europeos que a la relativa inferioridad cultural de los negros
africanos obligados a poblar esos territorios.
La superación de la difícil travesía a través del océano Atlántico implicó para estos seres
humanos, arrancados de sus tierras y luego utilizados como maquinarias, el acoso a los
intentos de agruparse desde el punto de vista cultural.
Téngase en cuenta además que en los casi 55 mil viajes realizados por los barcos negreros
hacia el Caribe, también llegaron a esta región personas de poca edad, en las cuales se hizo
más fuerte el sello del desarraigo.
Este factor todavía estimula las expresiones creativas desde el punto de vista intelectual y
cultural en esta área, y promueve otras tendencias de corte liberadora, para las cuales la idea
de Africa ha jugado un papel estimulador.
Este aspecto simbólico constituye un rasgo distintivo de la trayectoria creativa en gran parte de
los países caribeños.
Varios especialistas coinciden en que, para lograr la rehabilitación sicológica de los pobladores
de estas tierras, es preciso revertir la tendencia a degradar los valores legados por el mundo
negro.
La construcción nacional exige la solución a ese conflicto, afirma Edmondson, quien destaca el
vigente interés de pintores, escultores, músicos, y bailadores, en el tema de la raza y el color.
La búsqueda de la identidad y la emancipación del Caribe necesariamente implican
consideraciones que pertenecen a Africa, enfatiza en su obra Educational challenges of the
Caribbean connection with Africa.
Los exponentes más ricos del quehacer intelectual en esta zona, como Los condenados de la
tierra, de Frantz Fanon, o Capitalism and slavery, de Eric Williamns, guardan relación con las
raíces africanas o fueron inspirados por consideraciones relativas a estas.
Esto quizás explique que algunos de los comentarios más atinados sobre la evolución histórica
del Caribe se deban a creadores de esta región, algunos de los cuales llegaron a ser
reconocidos a escala internacional.
Tal es el caso de Derek Walcott, novelista nacido en la isla de Santa Lucía, que fue distinguido
con el Premio Nóbel de Literatura en 1992.
También lograron renombre, sobre todo en el mundo de habla inglesa, otros narradores y
poetas caribeños como el guayanés Wilson Harris, los barbadenses George Lamming y
Edward Brathwaite, el jamaicano Victor Reid y el trinitario V. S. Naipaul.
Las producciones literarias caribeñas cobraron notable impulso hacia la segunda mitad del siglo
XX, en el entorno generado por la descolonización política de los países sometidos por el
imperio británico, las tentativas integracionistas y de cooperación regional, y la independencia
política de algunas naciones de esta zona.
La ruptura con el dominio colonial supuso para estos pueblos la construcción o, en el menor de
los casos, la autoreafirmación de sus identidades en medio de la dependencia de los capitales
extranjeros y de los vaivenes del sistema de relaciones entre países prevalecientes.
Estos retos y el contexto de la época quedaron reflejados en las producciones literarias del
período, que casi siempre rondaron la crisis de identidad de los nacidos en estas tierras, el
espacio y papel de los mismos en el mundo multicultural, las funciones de la
historia y de las tradiciones culturales de lo que algunos llaman la civilización Caribe.
El deseo de romper con el pasado colonial y con todo lo que referente a ex metrópolis o a
ancestros africanos, por lo general culpados del atraso, condujo a tales posturas pro norteñas
en gran parte de ese sector poblacional.
En última instancia, estas posturas encontradas estimularon la polémica en esta región y, por
consiguiente, el quehacer intelectual, a pesar del sostenimientos de patrones de sujeción
económica a los otrora países dominantes.