me di cuenta de que o algo pasaba o se haba vuelto loco, confiesa medio ausente. Tiene una mirada viva y unos pies cansados. Hoy camina despacio, y no parece que sea por sus dolores. No estoy nervioso, pero es que me duele mucho lo que ha pasado, se sincera. Comienza la ceremonia, mientras los periodistas, decenas, abandonan el templo. No es necesario que os diga lo que pas aqu ayer, son las primeras palabras de Manolo. Estas cosas ocurren cuando la sociedad enferma, cuando no tratamos a las personas con la dignidad que merecen, cuando olvidamos que los hermanos son el lugar donde nos encontramos con Dios, diagnostica con serenidad. Y sus feligreses, que ya conocen su voz, levantan por primera vez la mirada. Algunos lloran. Desde el privilegiado lugar que ocupo como concelebrante, los restos de la tragedia son ms evidentes an: veo sangre que se ha colado en medio de las rejillas de la calefaccin en el suelo. Y las seales de un arrastre por el pasillo central. La camilla con alguno de los cuerpos?, me pregunto. La eucarista se desarrolla con normalidad. Llegado el momento en que he de nombrar a los difuntos hago un largo silencio. Me doy cuenta de que no s nada de los fallecidos, ni del asesino ni de su vctima. No s sus nombres, pero pido a Dios por ellos. Por ambos. En la consagracin miro a los fieles y veo a una seora mayor con los ojos cerrados y llorando. En ese momento recuerdo que, adems del drama, anoche hubo aqu un milagro. Un nio milagro, tambin de ojos cerrados y llanto silencioso. Despus de la bendicin, Manolo y yo volvemos a la sacrista. Nunca la haba visto por aqu -me dice sobre la vctima-. El compaero cura que estaba ayer dice que le suena la cara, pero que no vena a menudo. En fin, saldremos adelante, sentencia. Y se va arrastrando los pies. Tardar un poco an hasta que vuelva a andar con soltura, pienso en ese momento. Todos en la comunidad tardarn un poco en volver a andar. Quiz si el nio milagro saliera adelante... sera ms fcil hacer un exorcismo al dolor que de momento percibo encerrado entre estas cuatro paredes que le vieron abrirse camino entre la muerte demasiado pronto, demasiado solo.