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“YO Y EL P AD RE SOM OS UNO ”

(Juan 10:30) — ¿EN QUÉ SENTIDO?


Por Mario A Olcese

Introducción

Los proponentes de la doctrina de la Trinidad suelen apoyarse en las famosas


palabras de nuestro Señor Jesucristo registradas en el evangelio de Juan,
capítulo 10 y verso 30, y que dicen: “Yo y el Padre uno somos”. Pues bien, la
pregunta que nos hacemos los creyentes en Cristo es ésta: ¿Acaso Jesús quiso
enseñarnos con estas palabras que él y Su Padre eran la misma persona? ¿Era
Jesús el mismísimo Dios de los Hebreos o el Adonai de los escribas Hebreos? Si
la respuesta es afirmativa, preguntamos entonces lo siguiente: ¿A quién le oraba
Jesús cuando estaba en el huerto de Getsemaní en vísperas de su aprehensión?
¿Se oraba a sí mismo acaso? No lo creemos posible, pues San Pablo dice que
Jesús es el intermediario entre Dios (el Padre) y los hombres— ¡No el mismo Dios
Padre en persona! (1 Tim. 2:5). Además, Juan fue del todo claro cuando dijo
estas palabras solemnes: “Nadie ha visto jamás a Dios…” (1 Juan 4:12). De
modo que Cristo no podía ser Dios, sino Su Hijo—¡el Hijo de Dios!

Uno en Voluntad

Aunque Jesús tenía su propia voluntad como ser distinto a Su Padre, él se


sometió a la voluntad de Su Padre y la hizo suya. El dijo: “Sea hecha Tu
voluntad y no la mía” (Mat. 26:42, Mat. 6:10; Juan 4:34; 5:30; 6:38, 39). Así que si
hubo algo que tenía en común el Hijo con el Padre era la voluntad— ¡Una sola
voluntad compartida! Eran uno en voluntad (Gr.’θέλημα’, thelēma) que significa
determinación, deseo, inclinación, voluntad. De modo que cuando Jesús dijo
que él y Su Padre eran uno, lo que quiso decir fue que eran uno en propósito,
determinación, deseo o inclinación.

Según el contexto en Juan 10:37,38 las obras de Jesús eran las obras de Su Padre.
El dijo que la unidad del Hijo con el Padre estaba precisamente en las obras que
él hacía, obras que eran del Padre pero efectuadas por el Hijo. Y para que el
Hijo hiciera las obras de Su Padre era necesario que él renunciara a Su voluntad
para hacer la voluntad de Su Padre. Ellos estaban (…y están) unidos por la
Voluntad en común.

Los Cristianos también son Uno

Los cristianos deben ser igualmente Uno (compartiendo la misma voluntad del
Padre). En Juan 17:11,21 leemos: “…Padre santo, a los que me has dado,
guárdalos en tu nombre, para que sean UNO, así como nosotros. Para que

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todos sean UNO; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean
UNO en nosotros…”. Esa unidad que los creyentes deben mantener o alcanzar
es la Unidad de la voluntad, teniendo UN mismo espíritu (Efe. 4:3), y una
misma meta, una misma fe, y una misma Esperanza de nuestra vocación
(Efe.4:4). Es decir, un mismo SENTIR (Fil. 2:2; 4:2; Jesús fue claro cuando dijo:
“Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi
hermana, y mi madre” (Marcos 3:35). Estamos llamados, pues, a unirnos a la
voluntad del Padre para que todos seamos UNO. Es menester abandonar
nuestras propias voluntades particulares para hacer la voluntad de Dios, la cual
es la misma voluntad del Hijo que los UNIFICA. La concordancia de las
voluntades une a las partes. ¿Pueden acaso andar juntas dos personas si no
estuviesen de acuerdo? (Amós 3:3).

Los Esposos son Uno

Incluso los esposos ya no son dos sino UNA sola carne. Hay una unidad en la
carne, pero hay otra UNIDAD de la voluntad. Ambos deben compartir la
misma voluntad. Y así como Cristo acepta la voluntad de Su Cabeza, la cual es
Su Padre; igualmente la esposa acepta la voluntad de Su Cabeza para que
pueda mantenerse la UNIDAD matrimonial. Si la esposa y el esposo quisieran
hacer prevalecer sus voluntades, ¿podrían andar juntos para siempre?
Recordemos que la misma Sara dio ejemplo de sometimiento a la voluntad de
su esposo por medio de la obediencia (1 Pedro 3:6). Si la mujer no entiende este
principio básico, y si el marido tampoco entiende que debe someterse a la
voluntad de Su Cabeza, la cual es Cristo, jamás podrán vivir siempre juntos. La
unidad es fundamental para que prevalezca cualquier vínculo.

Unidad no significa Igualdad

El hombre es cabeza de la mujer, y ella debe estar sujeta al marido (Efe. 5:22)
por la sencilla razón de que el varón fue creado primero que la mujer (1 Tim. 2:13).
Es decir, el hombre vino a existir primero o antes que la mujer, y ésta es una
razón suficiente para su autoridad sobre la mujer ¿Y qué diremos de nuestro
Señor? ¿Por qué el Padre es cabeza del Hijo? (1 Cor. 11:3) ¿Por qué Jesús se
sujetará finalmente al Padre? (1 Cor. 15:28) Pues porque el Padre existió en la
eternidad, y él no. Dios es antes o primero que el Hijo. Jesús es menor que el
Padre (Juan 14:28) y como tal se somete al superior, al que es antes que él y que
de todas las cosas.

El hombre Juan Bautista Reconoce la superioridad de Cristo

Juan el bautista dijo: “El que viene después de mí (El Mesías), es antes de mí;
porque era primero que yo” (Juan 1:15). Otra versión lo vierte así: El que viene
después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".Aquí Juan
reconoce que Jesús, aunque nació seis meses después que él, es primero que él.
Su primacía estaba en su existencia anterior a la de Juan. Cristo realmente era
antes que Juan. Matthew Henry comenta sobre este pasaje así: “Respecto a la

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orden del tiempo y la entrada en su trabajo, Cristo siguió a Juan, pero en cada otra
manera era antes de él. La expresión muestra que Jesús tenía existencia antes de que
apareciera como hombre sobre tierra evidentemente”.

Jesús reconoce la Superioridad de Su Padre

Del mismo modo cuando Jesús dijo que Su Padre “mayor es que yo” (Juan
14:28) lo que estaba diciendo era que Su Padre existía antes que él mismo
viniera a la existencia por engendramiento. También el dijo: “Mi Padre que me
las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi
Padre”.

De modo que podemos concluir que Cristo está subordinado al Padre, quien es
Superior o mayor que todos. Esta sujeción del Hijo al Padre, como aquella de la
esposa al esposo, o de Juan bautista a Jesús se debe a que uno antecede al otro.

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