Usted puede preguntarle a esa persona si cree que una hora diaria para
Dios es mucho tiempo con respecto a su trabajo, sabiendo que Dios le
da la vida, la salud y todo lo demás. Confróntelo: ¿se da cuenta que con
eso le está diciendo a Dios que cualquier cosa es más importante que
El?. En ese momento empieza a cuestionarse y es donde la persona
debe darse cuenta que en realidad no tiene una verdadera excusa.
No soy tan malo: La gente piensa que aceptar a Cristo y pedir perdón es
para personas que han hecho cosas terribles. Sin embargo, sabemos
que todos tenemos la necesidad de un salvador, el ser humano necesita
ser perdonado por lo malo que ha hecho, porque de alguna manera
todos hemos pecado. No se trata de quien pecó más que el otro, el
hecho es que todos pecamos y por cuanto todos pecaron todos están
destituidos de la gloria de Dios.
Usted tiene que mostrarle a esa persona qué dice la Biblia. Ese es el
momento en que ella debe comprender que justificarse así mismo no le
va a traer la salvación. Dele el ejemplo de ir a una cárcel y preguntar a
la gente por qué está ahí. Todos le van a decir que están por buenos,
pero las cárceles están llenas de gente que no quiere aceptar su pecado
y el mundo está lleno de perdidos que van al infierno porque no saben
que van para allá. Ellos no quieren aceptar el hecho de que necesitan el
perdón de Jesucristo. En el fondo esa persona tiene orgullo.
Todos los cristianos son unos hipócritas: La gente que dice eso, en el
fondo están utilizando un mecanismo para reflejar en otros su propia
debilidad. Para derribar este argumento usted tiene que decirle; dentro
de la iglesia hay de todo: buenos e hipócritas y no solamente en mi
iglesia, en cualquier lugar van a existir, pero también existe la gente que
sí es buena y por lo tanto usted debe ser consciente que se puede elegir
ser de los hipócritas o ser de quienes realmente son seguidores
genuinos de Cristo. Déjele la elección de escoger de qué bando va a
pertenecer y pregúnteselo, a los hipócritas o a los verdaderos
seguidores de Cristo.
Ore por esa persona, esté pendiente de ella, trate de seguir hablandole
de una manera cordial, porque ésta es una condición indispensable para
poder ser evangelista. Usted va a hacer que sus palabras toquen el
corazón de las personas y que ellas de alguna manera empiecen a sentir
que pierden la paz, la tranquilidad hasta que entiendan que Dios les
ama, que Dios quiere perdonar sus pecados y que deben recibirlo en su
corazón.