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AGUSTÍN GARCÍA CALVO

Serie de NOES
1992 - 1993

El Contubernio Antisistema

Octubre de 2008
Sumario

ƒ NOES / 1. ¡Tire su televisor! Vea lo que le damos a cambio

ƒ NOES / 2. ¡No celebre las fiestas! Vera que gozo

ƒ NOES / 3. ¡No se chequee usted, hombre! Vida es olvido

ƒ NOES / 4. ¡No se declare a Hacienda! Hay otros amores

ƒ NOES / 5. ¡No se lave tanto! Verá qué bien

ƒ NOES / 6. ¡No vote! ni deje de votar. Hay cosas que hacer

ƒ NOES / 7. ¡No se compre otro auto: ¿por qué? ¿para qué?

ƒ NOES / 8. ¡No se tueste, señora! No pone buena

ƒ Aquí quedó interrumpida la serie de los NOES

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NOES / 1. ¡Tire su televisor! Vea lo que le damos a cambio

Coja su televisor y al contenedor con él. Y el mundo es suyo, afirma el articulista. Atrévase, continúa, a
imaginarlo un poco: un mundo en, que queden largas horas abiertas para que haya que inventar juegos
de disfraces, o corros de adivinanzas, o concursos de a ver quién cuenta la mentira más gorda, o
infinidad.

Es tan fácil... No tiene usted que hacer trámite ninguno, rellenar ningún impreso, hacer ninguna
cola: basta con que esta noche mismo, en un momento que lo esté usted viendo por milésima vez
poner la misma cara para decir la misma cosa, lo agarre usted, arranque limpiamente los cables, lo baje a
la calle, y lo deposite suavemente en el contenedor de la basura, y ¡ya está!: ¡el mundo es suyo! Mejor
sería si arrancara usted de paso la antena (cuanto más parabólica, más gusto) y la depositara en el mismo
sitio; pero, si acaso tiene usted vecinos que puedan armar jaleo (ya que la libertad de cada uno termina
donde empieza la del prójimo -ya sabe), no se meta usted en líos; no vale la pena: usted a lo suyo: coja
su aparato, que puede usted hacer con él lo que le dé la gana, que para eso se lo ha comprado, y al
contenedor con él, y ¡adiós, chato!, que te disfruten las mondas de patata y las cáscaras de langosta.

¡Y el mundo es suyo!: ¡un mundo nuevo! Atrévase a imaginarlo un poco. Descubrirá usted el placer
de comer sobre una mesa, enterándose de las delicias que le ha guisado con amor individido su
parienta, y si alguien tiene que darle algún recado, se lo dará mirándole a la cara, con sonrisa o con
mohín, según el caso, sin que tenga usted que decodificarlo por entre restalletes de pistola, histerias de
malvioladas, discursos de Presidentes. ¿Se imagina? ¿No se le hace la boca agua?

Será un mundo en que, si acaso llega una tarde su prima segunda de usted y se pone a tono, y entre
dímes y dirétes van a parar ambos al diván o a la alfombra, todo lo que pase pasará entre ustedes dos,
no bajo el ceño severo o las señales intermitentes del Juicio del Señor ni ante los ojos de mirón del
Popeye de Faulkner, que tanto la distraían a su prima. El silencio. Será un mundo en que, al abrir la
puerta de su casa, le vendrán al encuentro acaso gritos de niños jugando al escondite, o tal vez la voz de
doña Adelaida cantando la del Manojo de Rosas, para que le haga usted el dúo, o mejor todavía, el
silencio: un silencio que hasta se oigan zumbar las cuatro moscas que se hayan salvado del último
espráy mortífero: ¿no se muere usted de gozo de solo imaginarlo?

¡Un mundo en que queden largas, largas horas abiertas para que haya que inventar juegos de
disfraces, o corros de adivinanzas, o concursos de a ver quién cuenta la mentira más gorda, o infinidad!

¡Un mundo donde, al fin, podrá usted enterarse de vez en cuando, cada mes o así, de si ha pasado
algo en el mundo, porque no tendrá usted las orejas ataponadas de noticias producidas a la fuerza para
llenar el rato! Imaginación.

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Hasta tendrá algún día que ir a visitar a algún amigo abandonado, o irse a ver alguna película que
tenga usted que averiguar si tiene ganas de ir a verla, o hasta releerse aquel libro que tanto la estremeció
cuando era usted soltera, pero que ahora seguro que le iba a sacar más zumo y con mas serenidad. ¡La
de imaginación que va usted a echar en cuanto la liberen de imágenes un poco!

En fin, ¡la tira!, ¡la repanocha!, ¡la vida!, ¡la riqueza!

¡Y todo por el simple gesto de tirar su televisor a la basura!

¡Ánimo, amigo, amiga! ¡No pierda un solo día más!

Más barato no se le puede vender un mundo nuevo.

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NOES / 2. ¡No celebre las fiestas! Vera que gozo

Que no se ha parado usted a pensar la ocasión que le brindan para no celebrar las fiestas, que sino, ya
estaría usted echándose a no celebrarlas, ni Navidades, ni Año Nuevo, ni Témporas, ni
Constitución...Piense usted, lo primero, de lo que se libra: no tendrá que ir de compras, arrastrando
acaso al cónyuge cansino, a los grandes almacenes, con la tétrica ilusión de FELICIDAD en sus
fachadas, ni subir y bajar por la escalera mecánica del Limbo al Paraíso, ni calcular, en largas discusiones
con la misma cónyuge, a cuántos prójimos hay que mandar regalo, parientes ni amigos ni señores de su
mayor consideración, ni siquiera aburrirse escribiendo crismas parta conseguir decir "Nada" Con
florituras, ni...

Papel dorado

¿Cómo dice?: ¿que si no va a regalarle nada a nadie? Pues no, amigo: ni ahora ni nunca: ¡se va a librar
usted de la inmensa fatiga del regalo! Y verá cómo no pasa nada: simplemente, deja usted de regalar, y
ya está. ¿Que a alguno puede que le duela? ¡Qué va, hombre!: si de verdad le da igual: si en el fondo
saben que todo lo que se regala no es más que dinero forrado de papel dorado, o sea nada, o sea lo
mismo que venden en las tiendas de la nada de veras, que son los Bancos.

O, si no, mire: recorte este anuncio, péguelo en una tarjeta bajo celofán, y vaya enseñandoselo a
todo Dios, como si hubiera salido otra secta nueva, y póngase un letrero YO SOY DE LOS QUE NO
CELEBRAN, y como las religiones se respetan tanto, ni los más creídos se atreverán a reclarnarle.

Pero déjeme decirle de qué más cosas se va a librar usted no celebrando.

Se librará del latazo de la cena de la Sagrada Familia: que, ya que no puede usted sacudirse de
repente el yugo, por lo menos ¡que no le hagan tragar el bochorno y la indigestión de festejar a la
Familia Unida y Feliz, hombre, por Dios!

Y se librará de tener que hacer monadas alrededor de 12 uvitas, con las que le hacían tragar y
confesar la fe en el Calendario de la Muerte; y de cogerse una cogorza trompetera para que vean que es
usted un tipo con marcha. Y, ya que estás obligado a pasarte cada fin de semana aguantando el rollo
feroz de la noche de discoteca a ver quién resiste más, si hasta las cinco, si hasta las siete, ¡coño, tío!,
por lo menos que no te metan encima una Extraordinaria que te deje de aburrimiento hasta los
tuétanos tragándote un retahílo de imbéciles famosos al servicio del Señor, para acabar vomitando
"Asturias, patria querida" entre los contenedores.

Estorbo de ilusiones

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En fin, la tira: ¿a qué le voy a contar la de miserias de que va a librarse?, si sólo con mencionarlo ya le
está entrando un alivio y un gozo que hasta se le desperezan los pelitos: ¿a que sí?

Sí, pero en cambio -me dice usted-, lo que a lo mejor me pierdo... Bueno, pues mire: vamos a cortar
con ese estorbo de ilusiones que le queden: aquí le prometemos, con toda la seriedad que este Rotativo
le garantiza: que no le va a tocar a usted el Gordo; que no le va a salir ningún ligue maravilloso ni en
Navidad ni en Año Nuevo ni siquiera el día de los Reyes (a no ser que se haya dedicado a no celebrar
nada; que entonces, a lo mejor ... ); que no le va a ocurrir nada que le ilumine esa jeta de ejecutivo que
se le está poniendo; que va a acabar con la misma resaca de tristeza que el año pasado, y el anterior, y el
anterior... y así hasta la expulsión del Paraíso.

Así que ¿para qué? Ande, hombre: ¿por qué no se da usted el- gustazo de no celebrar las fiestas?

Tan fácil que se lo han puesto: como se las tienen todas tan preparadas y diseñadas y anunciadas y
bombardeadas, como ya sabe usted al minuto las diversiones que le esperan, pues ya está: puede darlas
tranquilamente por pasadas, ¿no? Lo programado, ya es pasado.

Ni hace falta tampoco que ande buscando contracelebraciones ni refugios para escapar de las
fiestas, nada: la vida corriente basta: cuanto más corrientita, más gozo. Ya sólo con ver cómo los demás
hacen a su alrededor el memo y cumplen el programa... Pero no: más gozo; más hondo todavía.

El tiempo vacío

Puede que al principio le cueste no dejarse arrastrar: las lucecitas y los bocinazos con que los popós
suelen tan entusiásticamente celebrarlo (¡como que son ellos, las flestas!) se le meten a uno por los
poros. Y peor aún, los parientes, los amigos, las novias, los pretendientes, que le llamen, que le inviten,
que lo acosen... Sí, será algo duro.

A lo primero sentirá usted el vacío, el tiempo vacío que le queda por sola compañía; pero usted siga
sin celebrar, siga con la rutina de su vida, como si nada; y ya verá cómo, a medida que los días pasan, y
va usted no celebrando, y no señor, y no, y no, se le va encendiendo dentro una candelita de alegría, va
sintiendo resucitar por los ojos, por las manos, un niño sin ilusiones, un aliento de vida y de
pensamiento; y el no haber celebrado las fiestas se le convertirá en un tesoro de Reyes Magos
verdaderos.

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NOES / 3. ¡No se chequee usted, hombre! Vida es olvido

¿Para qué va a andar V. haciéndose más análisis ni radiografías ni ecografías ni mamografías ni


electrocardiogramas ni tomándose la tensión ni midiéndose el colesterol? Déjese ya de esos jueguecitos,
señor, señora. Y, si no ha empezado V. todavía, ¡no empiece!: porque ése sí que es un vicio serio, ni
tabaco ni heroína que se le compare: a la menor, la burocracia profiláctica se le pone en marcha, y si
empieza usted, no acaba; o no acaba hasta que acaba.Vivimos bajo un régimen de terror, señor, señora;
y ese terror de los terroristas con que le horrorizan los Medios de Formación de Masas no es más que
películas para distraerle: el terror de veras es ése que los mismos Medios le cultivan, el terror de que le
vaya a hacer traición su propio cuerpecito serrano, de que se le insubordine dentro algún elemento
incontrolado que amenace con desbaratarle la constitución de su Persona, que con tantos trabajos.
venía usted organizando y sosteniendo.

No Les basta con procurar por todos los medios que grandes porcentajes de las poblaciones caigan
de hecho corrompidos por cánceres o torozones de corazón o demencias profundas o gripes o sidas ya
puestos al alcance de cualquiera., no: tienen que conseguir que el resto de las poblaciones (que siguen
siendo, ¡por los clavos de Cristo!, la mayoría, a pesar de todas las promociones) vivan continuamente
acongojados por el miedo del tumor, o de la peste o del alifafe o del reventón, o sea que no vivan, no
sea que, si se les deja vivir tranquilos (y pensar, por tanto, claramente), vayan a descubrir que el Señor
no era necesario.

Bien saben Ellos que la enfermedad no consiste en otra cosa que en la conciencia del propio
cuerpo; y para eso está la prevención sanitaria y el chequeo periódico y la profilaxis universal.

Por tanto, no se deje engañar, señor, señora, ni se meta en la cuenta de sus Estadísticas: dígase
usted que, lo que sea, sonará, y que, mientras le dejen vivir los dioses, no le hagan los hombres la
puñeta.

Y, si le entra mucho miedo de cuando en cuando, aguánteselo como pueda, que también el miedo, a
fuerza de no hacerle caso, se desgasta; y, por ejemplo, vaya a. verse con cofrades formales que le hagan
hablar de cosas, de otras cosas, o, en último término, vaya a buscar a esa vieja amante, que está tan
convencida de que es V. un cabrón con pintas (o que es V. una puta redomada, en el caso inverso), que,
a fuerza de gritarle los delitos de su alma, no le deja pensar en su salud ni por un momento.

Sin duda no hay salvación

Y no le venga V. con objeciones baratas a nuestra propuesta: no publicamos este anuncio para los que
están ya condenados a la ocupación del propio cuerpo y que la conciencia se les haya hecho
enfermedad real, sino para usted, señor, señora, que tiene todavía humor para hojear este robusto

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Rotativo y hasta leerse el presente anuncio: es a usted, que. puede toda vía tener dudas (sin dudas, no
hay salvación), a quien se le propone no chequearse ni analizarse, olidarse todo lo posible de sus
mecanismos y dejarse caer en una confianza de que hay una madre más sabia que nosotros que nos
recoge entre los, pliegues de su manto.

Y fijese que, por esta gestión, hasta el Estado debería damos algún premio: pues ¿no andan
clamando Ellos por la excesiva afluencia de público demandante de atenciones sanitarias y recetas de
botica, por el abarrotamiento de ambulatorios y consultas? Pues ¿entonces?: aquí Les proporcionamos
un ahorro incalculable de personal, locales y servicios: ¿no tendrían que apoyarlo y agredecerlo?

Pues no, señor, señora: todo eso forma parte de la misma hipocresía con que se mesan los cabellos
y desgarran las vestiduras por las hambrunas de Somalia y las guerritas de Servocracia, siendo Ellos y
sus Medios de Formación los siervos del Desarrollo, que está necesitando y promoviendo, en Sus
márgenes, esas miserias y banderías.

Lo que Ellos necesitan de veras es qué usted se ocupe y se distraiga: que viva usted en la continua
profilaxis, que viva en el Futuro, que es el reino de Ellos; o sea que no viva, que no piense, que no
sienta.

Así que usted elige, señor, señora: o dedicarse a la seguridad de su salud o salvación futura, o
abandonarse a lo que sea y dejarse vivir, a ver si, por un descuido, le dejan todavía.

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NOES / 4. ¡No se declare a Hacienda! Hay otros amores

No se Le declare usted; niéguese a hacer Le su Declaración; o postérguela indefinidamente: para morir,


siempre hay tiempo.¿Por qué va a tener usted que declararse? ¿Será por eso que Ellos le pregonan de
que "Hacienda somos todos?" Pues entienda V. lo que quieren decir con eso; que quieren decir dos
cosas, o la misma del derechas y, del revés.

Por un lado, quieren que Hacienda, esto es, el Estado, sea lo mismo que todos los ciudadanos
sometidos al Estado: ésa es su ilusión, su aspiración eterna, sólo que más descarada en el Ideal
Democrático Desarrollado: que el Dominio se confunda!. con los dominados, que la Mayoría, sumisa y
bien contada, sea, todos, y que el pueblo que moría. bajo el Estado sea lo mismo que el Estado.

(Claro que, si es V. una Empresa, un Consorcio Bancario, una Agencia de Promoción, un Ente
Televisivo, cualquier cosa, de ésas que no son siquiera cosas, entonces, pase V. la hoja, vaya a buscar las
de Finanzas, Opas y Fusiones, que es donde: tiene V. su sitio, ya que Capital, Privado y Hacienda del
Estado son lo mismo, y este contra anuncio no reza para usted. Pero, si es V. un tipo corriente, que va
con, sus ajetreos y hasta trapicheos sacando algo de acá y de allá y, tratando de que le saquen algo
menos, en fin, que cuenta V. el dinero por cifras de no más de 7 ceros, entonces sí, entonces siga, V.
leyendo: para V. vale que no,, que el Estado no es todos ni la, Hacienda lo mismo que los sebos de sus
víctimas).

Por otro lado, lo que le quieren decir con eso es, del revés, que todos somos Hacienda, o sea que
todos somos dinero y cada uno es todo él dinero, y que con lo que cada uno somos, según lo que
tenemos a nuestro nombre, contribuimos entre todos, por suma, a hacer el Gran Dinero de la Hacienda
del Estado, que a su vez, por división, se distribuye en el dinerillo de la cuenta de cada uno, y así a cada
uno le da su ser.

Viejo contribuyente

O sea que, aunque V. pretenda todavía pasearse por la calle de Alcalá (por los pasillos que le dejen en la
acera las latas de los autos) con una flor en el ojal y haciendo como que no ve los trescientos Bancos
que le hacen gui¡íos al pasar, pues no: puro disimulo: la verdad es que donde está V. es en la cuenta de
su Banco, y es V. ni más ni menos que el saldo que su cuenta arroje y, si no hay algún barullo
informático, le proclame el Ordenador.

Así es como se pretende que, a fin de que Hacienda seamos todos, todos seamos Hacienda. Y por
cierto que ese ideal (las almas, todas dinero; cada alma, su dinero) casi están apunto de rea-, lizarlo:
cuando oye V. mencionar la Persona o la Personalidad o el Hombre, ¿no se palpa V. el bolsillo interior
derecho, a ver si lleva el talonario?

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Pero, por si todavía el ideal no está cumplido, diga V. que no: no se declare usted a Hacienda.

Motivos para no declararse, puede V. alegar muchos: podría ponerse en plan de viejo contribuyente,
hacer como si se creyera que su dinerillo de V. es el que hace, por suma, el dinero del Estado, y
entonces echar las cuentas de en qué se gasta el Estado su dinero: lo que se va en más autovías y más
aparcaderos y más policía motorizada y más burocracia gasolinera, en fin, en mantener el imperio del
Automóvil contra la evidencia de su inutilidad y seguirle a V. arrasando las ciudades y los campos; lo
que se dedica a pagar las fiestas de las votaciones periódicas, estatales, autonómicas, municipales y la
rastra; lo que se invierte en Cultura, es decir, en las grandes celebraciones culturales, centenarios,
festivales, traslados de tesoros artísticos, subvención a todo Arte y Literatura con la condición de que a
la gente no le sirvapara nada; lo que se gasta en la promoción de la imagen de España en Europa y en el
Universo; y el enorme gasto de personal, locales, renovación de ficheros y ordenadores, para la
organización de todos los gastos antes citados y más que no citamos para no quedarnos sin resuello.

Pero esa manera de echar cuentas con el Estado es todavía una ilusión: implicaría que creía V. en el
sentido de Sus cuentas: que se creía V. que, en pleno Desarrollo, regían aún criterios de utilidad y de
interés económico al viejo estilo, que de verdad su dinero contribuía al dinero del Estado y que el
Estado en pago le repartía a V. esos dispendios de Sus arcas.Gastar por gastar

Lo cual no es así: pues en el Desarrollo, el dinero del Estado, lo mismo que el del Capital, con quien
ha venido a fusionarse, ese dinero de las cifras de los 12 o 13 ceros, no se rige por las leyes de la oferta y
la demanda, ni se gasta para cosa alguna: se gasta para gastarse, porque gastándose se mueve, y ésa es su
vida, y da igual que pierda o gane, igual éxito que fracaso; da igual con qué pretesto se mueva
(procurando, eso sí, que no vaya, por descuido, a servir para algo útil); y desde luego, con sus intereses
de V., con sus manos y su boca, nada tiene que ver el juego de laHacien da Pública ni el de la Banca,
que son el mismo.

Por eso aquí le recomendamos que no se deje V. enredar en ese juego del Ideal y la Locura de los
Entes Superiores, y le sugerimos que, en consecuencia, no se declare V. a Hacienda.

Lo que importa es, en la medida que se pueda, no entrar en cuentas con los Entes Superiores: si
entra en cuentas con Ellos, si se declara usted, se verá inmediatamente convertido en un Auxiliar
Contable de la nada; esa Declaración de Amor le llenará la vida, esto es, le ratificará el vacío (¿no sabe
V. que ya el dinero es tiempo?), se habrá V. convertido en uno de Ellos, y si le quedaba todavía algo
que palpitaba, que besaba y que mordía, todo quedará, por virtud de esa Declaración de Amor, que es
una declaración de Fe, sometido a Dios, todo usted convertido en Alma, en Persona, en Dinero puro.

Que usted se convierta en dinero al Estado y a la Banca les conviene, lo necesitan: dinero, la Posa
de las cosas, que no es cosa ninguna, es lo que Ellos pueden manejar. Que a V. le convenga venderse es

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muy dudoso: hace V. su Declaración, se hace V. dinero, y ¿qué le dan a cambio?: pues dinero, o sea
Usted más veces: ya ve qué negocio.

En suma, que depende: si quiere V. ser dinero, venga, haga su Declaración, cumplimente todas las
casillas, calcule sus rentas personales y sus desgravaciones (tiene V. que aprender la jerga
correspondiente, como buen contable), y preséntela en los debidos plazos, que el Señor, sonriéndole
complacido, le dirá "Sí".

Ahora, si a lo mejor descubre V. que hay cosas, que se palpan y se huelen, que no es usted todo
dinero todavía, que hay tal vez cosas que hacer que no son hacer las cuentas de la Hacienda, entonces,
no se declare usted, hombre: no mate los amores con su Declaración de Amor.

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NOES / 5. ¡No se lave tanto! Verá qué bien

Al matar el olor del cuerpo con cada nuevo artilugio sanitario se está matando la esencia de quien se
somete a esa práctica, señala el articulista. La higiene genera sus nuevas suciedades, agrega, y bajo el
pretexto científico, lo que hay es religión: la persistencia, bajo nuevas formas de la ablución penitente de
los pecados.

Esté V. atento, y especialmente, esté V. atenta: con cada nueva loción, con cada nueva fricción, con
cada nuevo artilugio sanitario, le están matando el olor, le están matando la esencia.Debe V. saber que
vivimos bajo un Imperio que tiene como fin y plan convertirlo a usted en dinero puro, que ni viva ni
sienta, y está ese Imperio, por ello mismo, poseído de una saña furibunda contra eso que le hacen a V.
llamar "mi cuerpo" y por tanto, le ordena a V. por todos los medios fregarlo, refregarlo, desodorarlo,
untarlo de ponzoñas, arrancarle la flor de la piel y los sudores: en fin, aniquilarlo.

Todo ello, como se suele, bajo pretexto de que es por su bien de usted, y que V., puesto que
obedece y lo hace y se lava y baña y ducha y unta y restriega a troche moche, es que le gusta a Usted.
Para que vea que no puede V. fiarse de sus gustos de V. ni de sus votos, cuando tan claramente
coinciden con las órdenes de Arriba y las necesidades del Mercado.

¿Se ha fijado V. en lo que ha llegado a ser la promoción del sanitario y de los productos de limpieza,
en cómo las viviendas de los millonarios y las estrellas de los hoteles se gradúan por la cantidad y
progreso de los sanitarios de que están dotados, en cómo los anuncios televisivos, después del popó,
van a eso sobre todo, que parece que no se vive más que para desodorarse, ducharse, untarse algo de
marca y volverse a duchar implacablemente, y en fin, que, si dejara V. de lavarse un poco, se iba a
hundir en dos días el Mercado todo y el Imperio? Para que se fie V. de sus gustos personales, señora, lo
mismo que de las opiniones políticas de su marido.

Peste del mundo

El pretexto principal que se manejó para llegar a esta bárbara invasión fue el de la Higiene, una
peste del mundo que el Desarrollo le debe a la iniciativa de las damas británicas de hace siglo y medio;
no a las altas aristócratas inglesas, que ésas probablemente se lavaban igual de poco que las de otros
sitios (tal vez ni siquiera habían adoptado de las francesas la institución del bidé, que, atacando
directamente a lo más sagrado de las mujeres, daba inicio a todo este mortal proceso), pero, una vez
que la colonización lanzaba señoras de coroneles a residir en sitios como la India o Tanganika, ya el
proceso estaba desatado: la obsesión de la plumbery, de las instalaciones sanitarias en junglas y desiertos,
-el terror de los germs, enseguida ratificados como 'microbios' por la Ciencia, luego perfeccionados

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como 'virus', la adoración de la limpieza a todo trapo, el miedo de que un cuerpo pudiera oler a algo,
más que a productos de droguería, en fin, la Higiene como enseña de la Civilización triunfante.

Ese pretexto, higiénico y científico, era falso, por supuesto: bien ha visto V. cómo la Higiene genera
sus nuevas suciedades y sus nuevas pestes; y por debajo de la Ciencia, lo que había era, como siempre,
religión: la persistencia, bajo nuevas formas, de la ablución penitente de nuestros pecados, que no son
de V. ni de nadie, sino acaso de Dios mismo que lo manda. Pero ello es que, con tal pretexto, lo han
sometido a V. a este régimen bajo el que sufre V. pasión, que ya no puede vivir limpió ni por
casualidad, sino limpiado costantemente: cuando el Trabajo corre peligro de dejar al descubierto su falta
de necesidad, ¡sean trabajo la Higiene y el Deporte!, ¡démosle leña al cuerpo con cualquier motivo!

Y no se nos oculta, señor, señora, que no es fácil para V. escaparse ahora de tal dominio: cuando a
uno lo han sometido desde pequeñito al refriegue y odio de su piel, la piel acaba abandonando sus
sabios medios de limpieza; y si deja V. ahora de repente de lavarse, a lo mejor hasta huele mal.
Recuerdo a mi tía Augusta, cuando andaba de maestra, años '40 y '50, por los pueblos de España, que,
junto a sus muchas y benditas virtudes, era también una ferviente propagadora de la Higiene, y
resultaba que, una vez que a los niños y niñas del pueblo empezaba a obligarlos a lavarse, se encontraba
ella con que era entonces, al privarlos de la sabia capita de sus pieles, cuando empezaban de veras a
estar sucios y hasta a oler mal los pobrecillos; así como acaso V. recuerda que, cuando en los pueblos
hacían estiércol y había muladares, aquello no olía de veras mal, o al menos se nos ha convertido casi en
un perfume al compararlo con el hedor intolerable de las cloacas sanitarias y de los abonos químicos.

Puede pués que le sea difícil ponerse a lavarse menos y rebelarse contra el Imperio de la Higiene, y
tendrá V. que ser prudente y morigerado en el progresivo abandono de las malas prácticas con que lo
han constituído, en el ir devolviendo la vida y el respiro a su piel martirizada. Incluso, si está V.
enfermo, puede que tenga que seguir usando la bañera a la manera de aquellas viejas damas que, al
enseñarles a las visitas el cuarto de baño instalado por primera a vez en su domicilio, les decían
señalando la bañera "Y esto, por si alguna vez (Dios no lo permita) caemos enferma alguna de
nosotras". Que debían de ser las mismas que, murmurando de unas jóvenes vecinas, rezongaban "Esas
guarras, que se andan bañando cada día", con mejor razón de la que creían ellas: pues sólo la que no
necesita limpiarse es limpia.

Puede, sí, que le cueste mucho; pero vale la pena -se lo aseguramos: vea lo que va a ganar con el
progresivo abandono de la saña limpiadora.

No tendrá V. ya que gastar en desodorantes; y de paso, un día la Televisión no podrá ya más hacer
su agosto pregonándole las mil maneras de disimular su olor.

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Labios con sabor a labios

No se dará cremas solares, para no tener tampoco que quitárselas; ni de otras cremas ni máscaras ni
maquillajes, para no tener que usar las locciones limpiadoras de todo ello. ¡Hasta puede que un día se
encuentre con unos labios que saben a labios y no a carmín, con una piel que sabe a vida y no a
destilería ni polvera ni marca comercial ninguna!

¿Se da cuenta, la delicia que le proponemos?

Descubrirá el placer de bañarse por gusto o cuando lo pida la calor o la tentación del agua.

Ganará V. cantidad de tiempo libre, tiempo de aburrirse a pelo, sin hacer nada o, como dice el
vulgo, tocándose lo que pueda, sin necesidad del intermedio de los implementos sanitarios.

Y con suerte, con costancia, si no está V. demasiado enfermo de ducha y Dios (fervientemente le
deseamos que no), llegará a descubrir que a lo mejor no huele mal.

Puede incluso que descubra (¿imagina qué amor de los amores?) que hasta olía bien: que huele V. a
mujer, a hombre, y que huele bien.

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NOES / 6. ¡No vote! ni deje de votar. Hay cosas que hacer

Si todavía se cree usted que en unas elecciones democráticas se está jugando algo que le importe al
público para nada, entonces este anuncio no vale para usted. Ande y vote.Si, después de tantos años (y
siglos) de Democracia, cree V. todavía que el cambio de las caras y nombres de los figurones de turno
va a tocar al Sistema en algo que no sea cambiar para seguir igual, si piensa V. que alguno de ellos puede
hacer otra cosa que lo que está mandado, o sea, en definitiva, servir al Desarrollo, o sea al Capital, que
es lo mismo que el Estado, si piensa que alguno de ellos va a poder, por ejemplo, mover un dedo
contra la Banca o contra el Automóvil o contra la Televisión, en ese caso, deje V. de leer este anuncio, y
pase al grueso de las hojas de este mismo Rotativo, que le ofrecerán abundantemente las declaraciones
de Fulano o de Mengano y las diatribas de Zutano con Perengano, y las correcciones de las listas
electorales y cómo anda la temperatura de los sondeos o pronósticos de las Agencias autorizadas.

En fin, si sigue V. dispuesto a aguantar el gasto milmillonario de dinero, de pinos papeleros y de


horas preciosas que le va a costar a V. la fiesta de las Elecciones, y lo recibe con la misma paciencia y
naturalidad que los caprichos de los vientos y las lluvias, entonces es que no nos entendemos y que no
era con V. con quien estábamos hablando.

Pero, si no tiene V. tanta fe y tanta paciencia, si sospecha V. que en el Desarrollo se cumple (y


mejor que nunca) lo que ya su abuelo le decía de que, con otros collares, los mismos perros, puede que
sea momento de que atienda V. a las razones que en esta Agencia le ofrecemos, y que discurra con
nosotros a ver qué es lo que podemos hacer ante esta avalancha la gente de sentido común que quede
por acá abajo.

Farsa periódica

No votar, por supuesto. Pero las cosas han llegado a tal estremo, el Desarrollo se ha desarrollado tanto,
que ese NO de "no votar" se ha quedado demasiado corto; que con la astención no basta (y hasta
puede tranquilizarle baratamente la conciencia, y que crea V. que con astenerse ya está haciendo "algo
positivo", o sea, en definitiva, votando a su manera), y que hace falta inventar maneras más eficaces de
decirle NO a esta periódica farsa y estafa milmillonaria con que el Poder aburre y entretiene juntamente
a su Masa de Personas.

La astención, mire usté, no puede ser un método suficiente, porque nunca puede llegar a ser tanta
(digamos: menos de un 15% de votantes entre los censados, menos de un 5% de la población) que los
dejara a Ellos, como se dice, en bragas, y denunciara por sí misma el engaño y que la gente se ha dado
cuenta de que las Elecciones y Votaciones pertenecen íntegramente al Aparato del Poder y que a la
gente no le sirven para nada (para nada más que para dejarse convertir en Masa de Personas).

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Y a lo mejor se hace usted ilusiones al respecto, y sueña con esas tasas de astención del 80 y tantos
% o del 90. Pero no se las haga usted: ese camino está cerrado. Cierto que nos cuentan que en Estados
Unidos, donde no en vano llevan padeciendo el Régimen más tiempo, se han alcanzado en ocasiones
tasas halagüeñas. como del 30 y pocos % de votantes; pero eso lo más que puede mostrarle es la
potencia del engaño, y cómo el Estado (o sea, el Capital) puede llegar a arreglárselas con margen tan
escaso para seguir como si nada, haciendo creer que Él representa al pueblo y que en las votaciones se
espresa la voluntad del pueblo.

Pues no: a pesar del inestimable apoyo de los sencillamente perezosos (que es también una legítima
manifestación del hastío y del escepticismo popular, y sin ellos poco íbamos a hacer los astencionistas a
conciencia), con todo, la astención no puede llegar a ser tanta, por la propia ley de las Mayorías: así
como, dentro de la votación, la Mayoría vota siempre lo que está mandado (y en esa seguridad se funda
el Régimen Democrático), así también, antes de la votación, aquellas personas de la Masa que tengan
que decidir si votar o si no votar, acabarán siempre, en su mayoría, yendo a votar, como está mandado y
como es natural y conforme a las conciencias respectivas. Así que...

No: no puede V. quedarse tan tranquilo con no votar en estas Elecciones, con no participar
positivamente con su voto en este tejemaneje y en el sempiterno recuento de la Mayoría, no: la
istitución de las Elecciones y del Voto es demasiado importante y fundamental para el Dominio como
para que nos podemos contentar con eso.

Hace falta encontrar maneras más ingeniosas y eficaces de decir NO a la Votación en bloque, NO
al Sistema Democrático entero y en su pleno desarrollo, de hacer ver cómo la gente se vuelve de
espaldas a esa fúnebre fiesta y se dedica en tanto (como si no retumbaran los bombos ni
relampaguearan los mascarones) a seguir con sus inventos y tareas por acá abajo.

Y a buscar con nosotros esos métodos de decir NO es a lo que esta Agencia, modesta en sus
contingentes, pero no en sus ambiciones, le está invitando por el presente anuncio.

Ya se irán encontrando. El camino se hace; precisamente por eso "no hay camino". Imagine lo que
sentimos de los líderes y Sindicatos que proclaman por las paredes "Sin empleo no hay Futuro",
haciéndoles el caldo gordo a los Productores de la Nada y Creadores de Puestos de Trabajo.

Pero el pueblo no tiene Futuro. Porque es que, a diferencia de Usted y de un servidor, el pueblo
nunca muere. Por eso no tiene Futuro. Por eso tiene que irlo haciendo.

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NOES / 7. ¡No se compre otro auto: ¿por qué? ¿para qué?

Que el Automóvil es un atraso, se lo han puesto a V. evidente ya desde hace años, con sólo que abra los
ojos, sino quiere abrir los oídos, y hasta casi con abrir las narices sólo.

El Imperio del Popó estaba fundado en un error, una estupidez, que es lo que sirve siempre de
motor a la explotación y desgracia de las poblaciones: era la misma mala idea que ha sostenido todo el
proceso del Desarrollo Democrático, del cual el Auto Personal es el más eximio representante.

Era la mala fe de hacer como si se creyera que las personas son libres, que saben adónde van y que
cada uno es dueño de su ruta y de su meta. Esa mala fe estaba operando desde el principio, desde que el
Sr. Ford empezara a fabricarlos en cadena hace casi un siglo; pero ahora ya se le ha hecho a V. evidente
(sólo que eche una mirada a la desolación de una autovía o al potaje de una de las que eran calles, en
Madrid mismo) adónde llevaba esa mala fe.

Y al fin, al fin, bien sabe V. por lo bajo que las malas ideas del Poder acaban siempre por caer
derrotadas bajo el sentido común de la gente, el sentimiento de la utilidad de veras, el descubrimiento
de la estafa. Sí, pero, entre tanto, ¡qué caro (¿verdad?) nos ha costado y nos va todavía a costar a
muchos este Dominio de la Vía Equivocada, este empeño de los Poderes en seguir imponiendo en las
calles y caminos un cacharro que es un atraso manifiesto!; que acaso vayamos yo y hasta usted a
morirnos sin ver derribarse todavía el Imperio de la Estupidez. Pero eso ¿qué más da?: ¿verdad? El
pueblo, en cambio, nunca muere.

Ellos, los Ejecutivos del Automóvil, tienen por fuerza que creer que el Popó de Dios está en el
Mañana; que incluso vendrá un día en que los autos, autobuses y camionazos, marchen bien y sirvan
para lo que dicen, o sea como en las películas de Ciencia-Ficción circulan idealmente.

Pero usted, que no tiene tantos intereses, no tiene por qué tener tampoco tanta fe.

Sepa V. lo que hace si a estas alturas sigue comprándose un auto todavía. Aparte de contribuir a
sostener a los cuatro magnates que no han tenido ingenio para encontrar otra forma de explotar al
prójimo y ganar su vida que vendiéndole más popó al personal, estará V. contribuyendo a las siguientes
cosas:

‫־‬ al descuido y deterioro de los medios de trasporte útiles para la gente, de las vías de hierro, de
los trenes de mercancías y viajeros, de los tranvías y trenecillos de vía estrecha, como aquí los
palpa V. con el ejemplo de la RENFE, enteramente vendida, con el Gobierno en pleno, al
Automóvil del Futuro;

‫־‬ al arrasamiento de campos y ciudades, con más y más tiras de betún de autovías, con sus
entrecruces y sus ochos, que tanto les gustan a los Ejecutivos, y en las urbes todavía

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escavaciones ingentes para nada, para seguir fingiendo que hay soluciones al problema del
tráfico, como si un problema que está mal planteado de raíz pudiera tener solución ninguna,
más que el embrollo progresivo;

‫־‬ a la promoción de más y más suburbios y conglomerados de desolación, a los que sólo puede V.
llegar con auto, y que, por tanto, se crean justamente para imponer y demostrar la necesidad del
Auto;

‫־‬ al entretenimiento de productores y compradores de cositas como los cinturones de seguridad


(ahora también atrás: imagínese el negocio, y vea el año que viene cómo cantan las estadísticas),
y a la creación de más y más esbirros del Tráfico, y más grúas, y más multitas y disposiciones
reguladoras y pruebas de alcohol en resuello y demás monsergas: un personal y unas energías
que podían en tanto estar sirviendo para algo útil;

‫־‬ a sostener la Televisión, que, sin la propaganda, cada vez más sañuda cuanto más desesperada,
del Automóvil, no podría sostenerse ni tres días. Vea V. cómo se aconchaban entre si los
fabricantes de la inutilidad y el atontamiento;

‫־‬ y, lo que es peor, al mantenimiento de la cháchara interminable, en casa, en el bar, en la oficina,


acerca del popó, y lo que me hizo en el arcén de la autopista, y lo que él gritó al camionazo, y lo
que a él le dijo el guardia, y las condiciones que me ofrecen para cambiarlo por uno nuevo, y
que si esta marquita o si la otra, y lo que me han cobrado por revisarme el carburador, por
pintarle el morro de fluorescente ..., es decir, mantener el vacío lleno, el tiempo de nunca poder
hablar de nada que lo valga, de que nunca surja una ocurrencia, de nunca correr peligro de
pensar en lo que está pasando; porque también ahí el sitio está ocupado por el Auto.

Pero nos dirá V. acaso que a usté qué: que V. no se ocupa de política ni va a salvar al mundo: que
V. tiene su popó, que le gusta conducir, y que hasta le gusta respirar la gasolina en los atascos, y que de
ahí se las den todas.

Si responde V. tal cosa, si se cree de veras que eso es gusto y que eso es vida, y que puede V.
contribuir así al destrozo del mundo y al reino de la mentira sin que ello repercuta en su vida propia, en
la falsedad y miseria de sus disfrutes y sus trabajos personales, si responde V. así, es que, efectivamente,
es V. demasiado memo, para siquiera leer este anuncio, que a tan alto precio le sacamos pudibundo
Rotativo; y que entonces, tiene V. lo que se merece: un auto.

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NOES / 8. ¡No se tueste, señora! No pone buena

Bien sabemos que, al recomendarle, señora, y suplicarle mujer, que abandones de una vez, este año de
gracia, el rito fúnebre del tueste veraniego, que haga V. el favor, por los clavos de Cristo, de no
broncearse, de no torrarse, estamos luchando con gigantes: pues ciertamente los negocios que sobre
este rito campan y prosperan son enormes (lociones bronceadoras, cremas para quitadas y aliviar las
consecuencias, playas sin más función que permitir a muchas sujetas tenderse sobre su tapete de arena
respectivo, médicos y terapeutas vigilando la correcta ejecución del rito y atendiendo a los accidentes de
la torrefación... ) y mueven capital, que es lo que al Capital le hace falta: que Lo muevan, para que
exista, como el Otro. Así que…

Pero, con todo, nos enfrentamos a esos enormes intereses, y le declaramos, lo primero que, cuando
usted, señora, dice que eso le gusta, que le llama, que tiene ganas de sol, que tiene ganas de arena
calentita y demás, es sencillamente que no sabe usted, señora, lo que dice, y que todas esas monsergas
no son más que para ocultarle que ese gusto que proclama, ese impulso irresistible de tenderse bajo el
sol a pecho descubierto, no son más que los intereses del Capital actuando en sus entrañas y bajo su
conciencia.

Lo cual lo hacen, como siempre, por el intermedio del Tiempo vacío, que es la verdadera esencia
del Dinero: ¿qué va usted a hacer, todo el verano, si no consume usted un mes la menos, unas horas de
cada largo día, dedicándose a la tarea de torrarse? ¿Cómo podrá usted aguantar el vacío al que la tiene
condenada el Capital (y el Estado, ya sabe, que es el mismo), si no es disimulándolo con alguna
dedicación?: que, cuando le asalte, de fuera o de dentro, la cuestión de qué es lo que está V. haciendo en
este mundo, pueda por lo menos contestar “Me estoy torrando”.

Pero hay también otra cosa que juega en el engaño, y sobre ella queremos avisarle lealmente en este
anuncio. Que es que una larga campaña a través de los Medios de Formación de Masas, la Televisión,
las Revistas PARA USTED, SEÑORA o PARA TI, JOVENCITA (que titulan los mangantes de Ellos
y usted traga), la Literatura y el Cinema que se vende (porque vende conformidad: fíjese que todo lo
que tiene éxito en este mundo colabora a la Conformidad), todos ellos la han convencido a usted de
que eso de tostarse la pone a una buena y llamativa, la hace subir de precio en el Mercado que V. sabe.

Bueno, pues es mentira. Y el que haya siquiera que decir una cosa tan palpable da casi ganas de
llorar por este mundo. Es mentira: el Sol, por sí solo y con cremas y contracremas, mata
irremisiblemente la tersura y el zumo de la piel, donde tenía la piel todas sus gracias. Y no se olvide que
a la piel aflora todo lo demás, y el corazón florece a flor de piel.

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Y esa color tostada, que ha conseguido V. tal vez a costa de pasar por fases de despelleje y de
ardores de cangrejo cociéndose en la olla (sobre si su piel era –más pecado– deliciosamente blanca y
delicada), no la pone a V. más guapa ni más atractiva para los corazones sensibles del sexo contrincante,
ni, a la verdad, para los de su mismo sexo, quitando las amigas que le envidian su blancura y su frescura
y quieren que se quede V. tan torrada y tan fea como ellas mismas.

Bien lo sabían aquí entre nosotros las campesinas, que, en aquellos tiempos en que tenían que
colaborar en las labores, procuraban cuidadosamente taparse al menos la cara y las piernas y, si podían,
las manos, guardando amorosamente la blancura y la finura, que bien sabían lo que valía. Y ahora, el
Desarrollo, (donde no se trabaja, pero hay que hacer como si se trabajara) ha llegado a hacerla a usted
tan obediente que ya no se da cuenta de nada de lo más palpable y está, en cambio, dispuesta a creerse
cualquier cosa.

Pero -nos dirá usted- hay hombres a los que eso les gusta. Sí: los hay, y muchos (puede que hasta la
mayoría democrática de ellos), tan obedientes también que les gusta verlas tostaditas (y puede la
obediencia llegar hasta los resortes de eso que le venden como Sexo; y del Amor, no digamos), y puede
que hasta los haya también tan refinados en la docilidad y la perversión que les encalabrine el tueste
combinado con las franjas blancas que haya el bikini dejado por las tetas y / o las ingles.

Sí, los hay que les gusta eso. Pero esos son, señora mía, los imbéciles declarados (y que pueden ser
hasta la Mayoría democrática, qué le vamos a hacer), y usted, señora, ¿cómo va a dedicarse V. a agradar
a los imbéciles, estando usted lo buena y lo blanquísima que está, y quedando muchos otros hombres
por el mundo que están deseando acariciarla y sentir en la piel desnuda latir su corazoncito?

No se da usted cuenta (ni los negociantes que viven de sus ilusiones se lo van a contar nunca) de
que ese rito del tueste playero y piscinero es una revelación, manifiesta como pocas, de que en este
Desarrollo de Dios, en el mundo del libre flujo sexual y dinerario, de la Banca y la Ciencia hermanas,
estamos más que nunca sujetos a la Religión más rígida y tenebrosa, la que la razón había creído
derrocar antaño: no hay más que verla a sus desgraciadas congéneres en filas, en escuadras, sobre la
arena de las playas de Dios, sobre las losas de las piscinas de Dios: cómo permanecen quietas, estáticas
(o ekstáticas, que diría algún locutor para lucirse), en un religioso silencio, hora tras hora, lo más
dándose de vez en cuando la vuelta, como San Lorenzo en la parrilla, para que el Señor las posea
también por las nalgas después de haberlas poseído por el vientre: adorando al Astro Rey, por supuesto,
pero adorando, detrás de él, a aquel Señor más alto, de quien el Sol no es más que la máscara visible, a
Aquel cuya verdadera cara es la del Dinero, la del Vacío.

Y, por condena heredada desde los primeros padres, es lógico que sea usted, que sean las hembras
de la tribu (que, por la triste dialéctica del esclavo, al ser ellas el sexo sometido, tienen que ser las más
adictas a la dominación) las que principalmente practiquen, lo mismo que las viejas religiones, también

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ésta: en ellas, en usted, señora, estaba la tentación de Eva, el peligro del placer y la sabiduría juntos; por
eso hay que matarlo en ellas primeramente.

En otras muchas cosas descubre el corazón y la razón que este mundo de la normalidad y la Mayoría
era un mundo vuelto al revés, “hermoso lo feo y feo lo hermoso”, como cantan las brujas de Macbeth;
pero en pocas se siente tan claro y tan hiriente como en este estropicio de su piel y de su razón, señora.

Por los clavos de Cristo, si puede usted evitado todavía, no tueste.

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Aquí quedó interrumpida la serie de los NOES

Aquí quedó interrumpida la serie de los NOES: el periódico en que se iban publicando [El País] no se
avino a publicar el 7.° y otro de los grandes Diarios, que llegó a publicar el 8.°, no pudo con el 7.° NO
tampoco. Es también un leve indicio, junto con el caso de la revista ELLA, que aparece aquí más tarde,
de cómo en el Régimen del Bienestar, cuando falla el mecanismo dominante, que es el de la asimilación
y “aculturación” de casi cualquier cosa, puede aún funcionar, para puntos muy sensibles, el viejo
procedimiento de la censura.

En fin, para que vea el lector lo que con esas intervenciones se ha perdido, le doy aquí la nota, que
conservo, de los NOES que tenía pensado seguir ofreciendo al público:

¡DESHÁGASE V. DE SU ORDENADOR! TODAVÍA ESTÁ A TIEMPO

¡NO HAGA USTED DEPORTE! LE DAMOS UNA MEDALLA

¡NO SEA DUEÑA DE SU CUERPO! VERÁ QUÉ RESPIRO

¡NO TRAGUES MÁS DISCOTECA! A LO MEJOR OYES ALGO

¡NO ME DES A LUZ! GRACIAS, MAMÁ

Agustín García Calvo, 1993

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