“Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una
explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El
hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes
de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo,
que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que
han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas todas
juntas a la mierda”1.
Prolegómeno
Cuando Del Percio asevera que “nada hay más imprevisible que las consecuencias de
las actividades desarrolladas entre los seres humanos”3, no dejo de reprochar -
¿paradójicamente?- una acentuación disciplinaria de la sociología (en tanto desafecta
del factor personal, especializada a costas de la personalidad), un remanente pesado e
incómodo, difícil de aceptar, una realidad estadística, pero una falsedad clínica; un
complejo histórico, o incluso, una convención nosológica por sobre un diagnóstico
natural.
Únicamente sobre las ruinas de lo indefinido podremos bien elaborar nuestra tesis, que
mal podría confundirse con previsiones, pues lo esencial es imprevisible (para lo finito),
y mal con seguridades, pues rasgando el velo de la previsibilidad caprichosa -una
tangente para Samsara- encontramos lo excepcional, aunque auténtico, la vigencia de la
identidad. Es decir que, trascendiendo lo previsible podremos arribar a lo imprevisible,
pero lo imprevisible no debe entenderse por la realidad social o el objeto o campo de
estudio de la sociología. Y recordemos que esta pretensión de imprevisibilidad de las
consecuencias de los actos inmediatos, al igual que la filosofía académica, se explica al
mediatizar el objeto social a través de la razón (i.e., prescindiendo de la fenomenología
subconsciente del sujeto cognoscente), la cual “contiene en su naturaleza esencial un
elemento de auto-contradicción”4.
1
GIRONDO, Oliverio. Espantapájaros (al alcance de todos). Losada. Barcelona, España. 1997. p. 32.
2
DEL PERCIO, Enrique. Las Ideas y las Cosas. Buenos Aires, Argentina. 2008. p. 64.
3
Ibid. p. 56.
4
The Equinox. Vol. I. No. II. The Official Organ of the A.`.A.`. The Review of Scientific Illuminism.
Londres, Inglaterra. 1909. p. 3.
Debemos ser reiterativos: el comportamiento que vulgarmente denominamos “humano”
puede preverse, como pueden identificarse patrones conductuales reiterativos, ya
naturales, ya reproducciones sistémicas condicionadas. No sólo pueden preverse, sino
que se proyectan y reproducen en escala y por ello reivindicamos la necesidad de una
psicología social para comprender los fenómenos que nos traspasan, diferenciando lo
individual de lo personal, esto es, analizando la construcción personal de la realidad
social, antes que la construcción social de la realidad personal5.
5
BERGER, Meter y LUCKMAN, Thomas. La Construcción Social de la Realidad. Amorrortu Editores.
Buenos Aires, Argentina. 1984.
6
SÉINER, Jorge. La Comunidad Psicopáticamente Estructurada. Corregidor. Buenos Aires, Argentina.
2003.
Sin embargo, quizás nunca terminaremos de arribar a una conclusión definitiva u
honesta sin lograr previamente un nivel de perspectiva holgado, es decir,
retrospectivamente, sobre la base de una tarea ardua y comprometida por re-conocer lo
substancial en nuestra existencia. De alguna forma la propuesta que esbozaremos no
será otra que la identificación del de-seo como una ilusión propia de este divorcio entre
el cuerpo y el espíritu y de lo con-siderable como un reconocimiento del elemento
original de la psique humana. De esta forma, la solución que Del Percio identifica en un
aprender (o volver) a desear, nosotros lo hemos entendido básicamente como el vacío
compeliendo sin aparente razón, por lo que la solución la identificaremos con un
reconocimiento de la volición, de la Voluntad, que implica una reflexión o reflejo de los
contenidos subyacentes a la consciencia, necesariamente involucrados orgásmicamente
a “la brillantez desnuda del voluptuoso cielo nocturno”7.
Caminando por S. de Bustamante, doy con una muestra sugestiva del desarrollo
neolítico de la consciencia primaria. Un infante del género de los másculos, contando
aproximadamente dos o tres años en su haber, jugaba con ladrillos ensamblables de
plástico en la acera de un local. Algo entusiasmado, logra acoplar algunas piezas en
forma paralela, pero al intentar una variante perpendicular, plausible no obstante
frustrada, un segundo de duda. En ese segundo el infante proyecta el destino de su vida.
Esboza una sonrisa, pero no está del todo seguro. Finalmente la extingue, fuerza una
mueca, baja la vista, entrecierra los ojos, ya decidido por el llanto. Y llora con una
pasión escénica que logra finalmente conmover los atareados brazos de su madre, quien
acompañaría sus caricias y besos con empalagosos diminutivos. Ahora bien, esta
ilustración se propone aclarar que no se trata meramente de afinar el oído y predisponer
el corazón, es decir, no se trata de tolerar y saborear el silencio, sino primeramente de
7
AIWASS. Liber AL vel Legis sub figura CCXX. A.`.A.`. Publicación en clase A. El Cario, Egipto. 1904.
I:64.
aprovechar cada oportunidad de frustración, cada episodio displacentero como un
indicio de la oscuridad del alma, una compuerta hacia las mazmorras donde ha sido
“encadenado” el Dragon Rouge.
Creo entrever una lucha en dos frentes. El uno caracterizado por la madre contenedora y
el otro por la voluntad de dominio patriarcal, frente a la maduración de un yo que
buscará su rol preponderante como cabeza de la tribu. No obstante, los roles son
intercambiables, en función del género del infante en cuestión. Las relaciones eróticas o
libidinales están representadas por la función del apego; mientras que las relacionales,
por la función expoliante del muro, el autoengaño, el velar, el sumergir las ideas en el
río Letheo, una polución de las cosas a través de la constante reafirmación del ego (de-
seante).
Trataré de sintetizar en las próximas líneas lo que he tendido a identificar como el frente
de batalla subyacente en la especie y que, como lo he mencionado más arriba, no es sino
el primer eslabón del análisis, pues de aquí en adelante se desprenden o reflejan los
fenómenos sociales y hasta tanto no retrocedamos en nuestras miras y asumamos el
compromiso de una terapia sincera, jamás podremos armonizar los contrastes que nos
sumen en la miseria.
8
VAREL, Jan. Afer Ventus. Revista MGK nº V. Ediciones 418. Buenos Aires, Argentina. 2008.
avernalmente, lo reducimos, lo vulgarizamos, lo hacemos susceptible, nervioso, adicto a
la novedad; y por ello, hacemos de la sociedad un escenario y de la vida una obra de
teatro.
Pero no quiero ser mal interpretado. Todo tiene su razón de ser. Útero y Falo son dos
elementos necesarios, dos columnas sobre las cuales se orientan las miras de todo
peregrino, quien debe sintetizar el universo por el justo medio. A saber que, menos uno
más menos uno es cero. Pero también es cierto que dos es igual a cero. Ir y volver, sin
perderse en los extremos. La fuerza creativa sin forma es puro caos. La maduración
social de la adolescencia postmoderna conlleva la difícil responsabilidad de redimir
nuestras tensiones nerviosas. Entre rupturas y conclusiones expandimos nuestras
perspectivas, pero estaremos condenados a la redundancia hasta tanto no logremos
identificar las leyes de nuestro movimiento, como para trascender el apego
suicidándonos en la Nada. Claro que no podemos tener todas las respuestas en el corto
plazo y quizás lo que entiendo hoy como la única alternativa viable, la reintegración o
cesación de las tensiones mentales (Nirvana), bien pueda no ser lo más aconsejable,
debiendo reconsiderar el Vama Marg. No lo sé y aún me queda mucho como para
resolver este dilema. La intuición me guía hacia una suerte de disciplinamiento de la
Ruach-Psykhē, antes bien que a una aniquilación de la misma. En cualquier caso, tal vez
por intercesión de cierta técnica puedan evitarse las cachetadas de las fuerzas naturales.
Es decir, igualando Nirvana y Samsara.
A continuación les dejaré algunos apuntes sobre lo que he llegado a figurarme en torno
al vacío o la angustia, como a la necesidad harto recurrible del deus ex machina, la cual
debemos evitar a los fines de reconocer nuestra belleza original, nuestra Voluntad, es
decir, el correlato sideral, el propósito elegido9 de nuestra existencia, frente a la escueta
y reducida ilusión del de-seo, los apegos, las fascinaciones débiles o menesterosas del
útero o los temperamentos satisfechos y exacerbados que se erectan en cualquier lado y
a costas de cualquiera. Es decir, centraré lo que resta del trabajo en los fenómenos
tensiónales protagonizados por los másculos, ya que la fuente principal de estas
intuiciones deviene de la propia experiencia.
De la Maduración ó Individuación
Bien sabemos que la adversidad condiciona una indefensión que sólo podrá superarse
en tanto se comprenda en perspectiva, lo cual es imposible en la medida de los
conflictos inherentes a una especie que no logra controlar su entorno, sino que se ve
prominentemente esclavizada al mismo, harto evidente en los estadios paleolíticos. Con
posterioridad, cuando la humanidad logre sortear los escalones de la pirámide
maslowiana, toda abstracción trasmundista o divinizante resulta innecesaria,
redescubriendo lo divino en la interioridad, donde siempre estuvo, habiendo sido
desconocida o enajenada en pos de una irremediable necesidad de aprehender
ilusoriamente una realidad sospechosamente contrastante.
Cierto es que esta adversidad regular, bien llamada distracción o bien llamada peligro,
como corresponda al espectro histórico o circunstancial, nos reduce a meros infantes
solícitos del elemento más disimuladamente contenedor según la edad, que
encontramos, pretendemos encontrar o forzamos encontrar en lo inmediato. Esta es la
medida del apego uterino, representado en la primera sigla del notarikón I.A.O., a
saber., Isis, y más pronunciado en el género de los másculos, por cuestiones propias de
sus tendencias hormonales.
9
Una primera aproximación a la teoría luriana de la metempsicosis puede encontrarse en el ya clásico:
KRAIG, Donald Michael. El Gran Libro de los Rituales Mágicos. Ediciones Martínez Roca. Barcelona,
España. 1994. p. 187.
agencia demiúrgica, operando en pos de resguardar su potestad como dios externo,
asfixiando los susurros de nuestro Daemón o Yo decondicionado.
Vivimos pues una mentira que contenta nuestra aspiración a la comodidad, confundida a
veces con la felicidad. Evidenciar que provenimos de una irrealidad y que nuestras
concepciones y construcciones son impericias de una dinámica contradictoria,
demandada por los infantiles comodines dios, sociedad, independencia, moda, etcéteras;
o sea, pulsiones de extraversión devengadas de nuestro apego uterino, es provocar una
crisis, sumiendo a la persona en una noche negra, lo que equivale a un sufrimiento
deseable, a un dilema… ¿Ser funcional, correcto, acomodaticio, vigilante y furibundo
vindicador del sistema (no Ser y no Ser Dios) o Ser Uno Mismo, afrontando la carga de
obedecer los dictados de nuestra Voluntad?
No por ello estaría negando cierta nota ineludible de predestinación, pero tendemos a
enmarcarla dentro de lo natural o esencial, operando nuestra decisión sobre su búsqueda
y obediencia y proyección sobre dicha obediencia. Esto es, reconocimiento de nuestras
limitaciones o parcialidades naturales, psicológicas y materiales, y consecución de
nuestro propósito sobre los fundamentos de la peculiaridad. De todas formas, no
dejamos de lado la teoría luriana de la metempsicosis, lo que necesariamente conlleva
una elección volitiva de nuestras circunstancias, identificable en el cuerpo inclinado en
éxtasis de nuestra señora Nv.
Osiris, vuelto a nacer, ha de oficiar un dominio solar en torno de los cuerpos celestes de
nuestra cotidianidad, desde el eje de su órbita, evitando colisiones, articulando una
danza estelar de sucesos necesariamente imputables al esencial respeto de nuestra
condición preceptora. La búsqueda no está en el allá o el acullá, sino en el aquí mismo.
Las soluciones no pueden aparecer desde las utopías elementales, sino desde nuestra
propia satisfacción existencial, indiferente o adaptable a lo circunstancial, mas no
prostituible. ¡Ay de la intemperancia ajena, de la insatisfacción de aquellos que vomitan
sus contradicciones en dogmáticas convenciones pretendidamente oponibles a terceros,
pues opacan su realidad endógena frente al objeto de su fetiche!
Los dogmas sociales son el correlato del autoengaño. Así es como esclaviza el cuerpo y
se envenena el alma.
Con esto no pretendemos contrariar el segundo loa kybaliónico, pues bien es cierto que
de su entendimiento surge la indiferencia entre lo interior y lo exterior. Por el contrario,
al reivindicar, o más precisamente, compensar la balanza de la percepción, al hacer
hincapié en la importancia del proceso individual, creemos contribuir al desarrollo o
maduración de la especie.
11
Pues no será lo mismo la Ventana de la Hija que la Ventana de la Madre. Para más información, coteje
las impresiones de algún psicoanalista de confianza con su propia interpretación de la QBLh.
El desierto avanza, en la medida en que dios o, preferiblemente, el demiurgo y todo lo
que implica, placebos y sedantes para el alma ó psykhē, sigan vivos; esto es, sigan
siendo el único parámetro de acción, el único punto de apoyo. La falta de
responsabilidad de la humanidad ante esta perspectiva es evidente, invitando a la abulia
o a estilizadas representaciones de la voluntad de poder. No ser presa de estos dos
demonios implica una determinación política y psicológica. La una devenida de la otra,
actuando sobre el entorno en la medida de su comprensión del origen no material, y por
tanto, desde la medida de su Común Sentido, oficiando un itinerario proactivo desde los
parámetros substanciales de existencia, esto es, en conformidad con un criterio holístico,
respetando las leyes de la naturaleza y de la astronomía (¡!).
Asesinar a dios es ser Dios. Tomar el lugar de dios es corresponder a aquello que
supone la divinidad; es escuchar nuestra propia divinidad. No se reniega de lo
ineludible, sino que se lo reafirma desde una perspectiva diferente. Si bien las consignas
son poderosas y aparentemente contrastantes, en el fondo podremos dilucidar la
equivalencia de las mismas, siendo aquella alternativa, quizás más deseable para la
situación contemporánea y para todo emprendimiento político.
Advertido
Es mi mayor deseo haber logrado algún laurel en el difícil arte de la elocuencia. Estoy
más que avisado sobre las dificultades que encierran los pormenores de cuanto se ha
dicho hasta el presente y mi estilo literario no es el más sencillo, correlato implacable de
mis discapacidades expresivas, como salta en evidencia -dará fe quien me haya
conocido cara a cara- ante alguna de mis personalidades más o menos preponderantes.
Nadie está exento de la necesidad de una buena terapia y, quien esto escribe, menos que
menos. La razón por la que me veo obligado a estas probablemente innecesarias
aclaraciones, se encuentra en el deber de permanecer alerta, de no asumir definiciones o
conclusiones demasiado seguras. No me fiaría de mi discurso. Por lo pronto, sólo puedo
leerme a través de mis errores. Este trabajo, por tanto, adolece de todas las limitaciones
propias de quien aún tiene mucho por qué bostezar.
Jan Varel