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La Construcción Personal de la Realidad

“Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una
explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El
hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes
de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo,
que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que
han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas todas
juntas a la mierda”1.

Prolegómeno

Quizás esta nueva oportunidad de de exploración y análisis de los fenómenos que


transcurren desapercibidos frente a la somnolencia de los de-seos (¡!)2, pueda llegar a
representar una de las más cercanas vías para identificar las herramientas conceptuales
que aludirían convincentemente el campo de estudio de una “etairialogía relacional”.
Oportunidad que espero aprovechar a los fines de consolidar algunas ideas ya vertidas
en uno de los primeros trabajos, sobre la necesidad de repensar la sociología desde la
psicología y luego ya de precisar la naturaleza y alcance del alma, haciendo de la
Política, la razón del Colegio del Espíritu Santo, promulgando la Ley de la Libertad en
la medida de las peculiaridades individuales. Pero sin adelantarme, para que podamos
avanzar de lo psicológico a lo social, nos veremos en la extraña obligación de dinamitar
los fundamentos de aquellas “cosas” que polucionan las Ideas, o de aquellas “ideas” que
polucionan las Cosas, a saber, algunas enraizadas preconcepciones sobre la identidad
humana que imagino teñidas en la biografía general del pensamiento moderno.

Cuando Del Percio asevera que “nada hay más imprevisible que las consecuencias de
las actividades desarrolladas entre los seres humanos”3, no dejo de reprochar -
¿paradójicamente?- una acentuación disciplinaria de la sociología (en tanto desafecta
del factor personal, especializada a costas de la personalidad), un remanente pesado e
incómodo, difícil de aceptar, una realidad estadística, pero una falsedad clínica; un
complejo histórico, o incluso, una convención nosológica por sobre un diagnóstico
natural.

Únicamente sobre las ruinas de lo indefinido podremos bien elaborar nuestra tesis, que
mal podría confundirse con previsiones, pues lo esencial es imprevisible (para lo finito),
y mal con seguridades, pues rasgando el velo de la previsibilidad caprichosa -una
tangente para Samsara- encontramos lo excepcional, aunque auténtico, la vigencia de la
identidad. Es decir que, trascendiendo lo previsible podremos arribar a lo imprevisible,
pero lo imprevisible no debe entenderse por la realidad social o el objeto o campo de
estudio de la sociología. Y recordemos que esta pretensión de imprevisibilidad de las
consecuencias de los actos inmediatos, al igual que la filosofía académica, se explica al
mediatizar el objeto social a través de la razón (i.e., prescindiendo de la fenomenología
subconsciente del sujeto cognoscente), la cual “contiene en su naturaleza esencial un
elemento de auto-contradicción”4.
1
GIRONDO, Oliverio. Espantapájaros (al alcance de todos). Losada. Barcelona, España. 1997. p. 32.
2
DEL PERCIO, Enrique. Las Ideas y las Cosas. Buenos Aires, Argentina. 2008. p. 64.
3
Ibid. p. 56.
4
The Equinox. Vol. I. No. II. The Official Organ of the A.`.A.`. The Review of Scientific Illuminism.
Londres, Inglaterra. 1909. p. 3.
Debemos ser reiterativos: el comportamiento que vulgarmente denominamos “humano”
puede preverse, como pueden identificarse patrones conductuales reiterativos, ya
naturales, ya reproducciones sistémicas condicionadas. No sólo pueden preverse, sino
que se proyectan y reproducen en escala y por ello reivindicamos la necesidad de una
psicología social para comprender los fenómenos que nos traspasan, diferenciando lo
individual de lo personal, esto es, analizando la construcción personal de la realidad
social, antes que la construcción social de la realidad personal5.

Anteriormente se intentó elaborar un breve apunte sobre “historiografía desprejuiciada”


donde se buscaba, quizás infructuosamente, demostrar la preeminencia del valor
subjetivo por sobre las condiciones envolventes de la coyuntura, el capricho o las
escalonadas compulsas de las sociopatías necesariamente tolerables y disciplinariamente
sociologizadas. ¿Cuál es el porqué de esta insistencia -terca si se quiere- en primar lo
peculiarísimo, enervando altares a las decisiones y ocurrencias singulares por sobre las
jalonadas convicciones de los entramados sociológicos? Pues sencillamente porque
vemos en el individuo lo que muchos confunden en la personalidad. La sociología no
podrá entender su objeto de estudio eludiendo al individuo, por más emergente que se
nos represente el sujeto condicionado y reiterado, el sujeto personal, el individuo
personalizado. Desde el análisis de la configuración sináptica y psicológica del sujeto,
puede diagnosticarse cualquier clase fenómeno social (creería que el profesor Séiner ha
logrado intuir algunos elementos dignos de aprovecharse6), pues todo sujeto
condicionado reproduce un programa internalizado en el marco de una elongación
cerebral ya comprobable desde la psicología, reconociéndole por limitación su
imposibilidad de traspasar académicamente las fronteras del inconsciente, entendiendo
por inconsciente una instancia diferenciada y no equiparable a lo subconsciente,
enteramente imprevisible.
La arqueología del inconsciente nos conduce inexorablemente a una realidad
excepcional, hacia el escenario de lo esencial donde se manifiesta la belleza de la
originalidad individual, imprevisible en la medida de sus propósitos existenciales,
ajenos a cualquier manipulación de la estructura de dominación o a cualquier abdicación
hacia lo inmediato, pues todo atisbo esencial, en tanto que puede manifestarse, ha
logrado desentenderse de los grilletes más imperiosos con que nos somete una suerte de
demiurgo o, en otros términos, la incomodidad de la coyuntura y el divorcio entre la
carne y el espíritu. En definitiva, lo individual podríamos entenderlo a partir de la
culminación de la deconstrucción de lo introyectado en el proceso de socialización y,
tanto más, de la culminación del decondicionamiento de siglos y milenios de evolución.

Existe una tendencia general en la sociedad a reproducir lo que llamaremos el proceso


de maduración individual. Las grandes conflagraciones intestinas se reflejan en el
espejo de la sociedad y, por supuesto, la medida de la diferenciación o del re-
conocimiento, vuelve imprevisible el curso de la historia, lo redime, pues el subjeto se
substancia, se despersonaliza o se repersonaliza volitivamente y, en consecuencia, la
sociedad se anarquiza. De esta reproducción surge la necesidad de avanzar desde lo
psicológico a lo social para comprender realmente las manifestaciones tendenciosas del
número.

5
BERGER, Meter y LUCKMAN, Thomas. La Construcción Social de la Realidad. Amorrortu Editores.
Buenos Aires, Argentina. 1984.
6
SÉINER, Jorge. La Comunidad Psicopáticamente Estructurada. Corregidor. Buenos Aires, Argentina.
2003.
Sin embargo, quizás nunca terminaremos de arribar a una conclusión definitiva u
honesta sin lograr previamente un nivel de perspectiva holgado, es decir,
retrospectivamente, sobre la base de una tarea ardua y comprometida por re-conocer lo
substancial en nuestra existencia. De alguna forma la propuesta que esbozaremos no
será otra que la identificación del de-seo como una ilusión propia de este divorcio entre
el cuerpo y el espíritu y de lo con-siderable como un reconocimiento del elemento
original de la psique humana. De esta forma, la solución que Del Percio identifica en un
aprender (o volver) a desear, nosotros lo hemos entendido básicamente como el vacío
compeliendo sin aparente razón, por lo que la solución la identificaremos con un
reconocimiento de la volición, de la Voluntad, que implica una reflexión o reflejo de los
contenidos subyacentes a la consciencia, necesariamente involucrados orgásmicamente
a “la brillantez desnuda del voluptuoso cielo nocturno”7.

Considerando, la persona se individualiza. Deseando, el individuo se personaliza.


Desear como persona es ilusionarse, perderse en la arena pulsional y desenfrenada,
rebotar contra los muros expoliantes de una contradicción existencial, como de una
sociedad penitenciaria, extrañándonos al fetiche del instante, renegando de las causas
que violentan el Ser a favor de un Parecer.

Ousía, Osiris, Oxirrinco

A lo largo de los años me he figurado que la inseguridad o inmadurez, toda falta de


perspectiva devenida de un menesteroso apremio por satisfacernos más allá de lo
urgente, a saber, no lo meramente material, lo que sencillamente puede contentarnos sin
mayor esfuerzo, sino la compensación de la fuerza centrípeta que conmueve nuestras
escasísimas oportunidades de estar en silencio, guardaba su origen en la ignorancia de
nuestra condición numinosa. Una igno-rancia que sería promocionada no sólo por un
gran falo dictatorial que nos obligaría a sublimar nuestra volición de religión (i.e.
“agujero”), hacia horizontes renovables, librándonos a la compulsa del apego. Si bien es
cierto, lo que interrumpe nuestra relación con el entorno, fisura nuestro desarrollo, lo
fragmenta y lo obliga a un entrenamiento por el cual, de agotarlo en miras a un
cometido esencial, ninguna fuerza fálica tendría mayor incidencia, pudiendo entonces
oficiar como reflexión del logos, en lugar de multiplicar la azarosa resultante de
nuestros vacíos irreconocidos.

Caminando por S. de Bustamante, doy con una muestra sugestiva del desarrollo
neolítico de la consciencia primaria. Un infante del género de los másculos, contando
aproximadamente dos o tres años en su haber, jugaba con ladrillos ensamblables de
plástico en la acera de un local. Algo entusiasmado, logra acoplar algunas piezas en
forma paralela, pero al intentar una variante perpendicular, plausible no obstante
frustrada, un segundo de duda. En ese segundo el infante proyecta el destino de su vida.
Esboza una sonrisa, pero no está del todo seguro. Finalmente la extingue, fuerza una
mueca, baja la vista, entrecierra los ojos, ya decidido por el llanto. Y llora con una
pasión escénica que logra finalmente conmover los atareados brazos de su madre, quien
acompañaría sus caricias y besos con empalagosos diminutivos. Ahora bien, esta
ilustración se propone aclarar que no se trata meramente de afinar el oído y predisponer
el corazón, es decir, no se trata de tolerar y saborear el silencio, sino primeramente de
7
AIWASS. Liber AL vel Legis sub figura CCXX. A.`.A.`. Publicación en clase A. El Cario, Egipto. 1904.
I:64.
aprovechar cada oportunidad de frustración, cada episodio displacentero como un
indicio de la oscuridad del alma, una compuerta hacia las mazmorras donde ha sido
“encadenado” el Dragon Rouge.

Esta búsqueda de contención que ahogaría en llanto la responsabilidad de Ser, de


creCer, de divertirse ante el error y compensar esta audacia frustrada con alguna
refrescante ocurrencia del ingenio, la creo una nota propia de la sexualidad maternal.

Creo entrever una lucha en dos frentes. El uno caracterizado por la madre contenedora y
el otro por la voluntad de dominio patriarcal, frente a la maduración de un yo que
buscará su rol preponderante como cabeza de la tribu. No obstante, los roles son
intercambiables, en función del género del infante en cuestión. Las relaciones eróticas o
libidinales están representadas por la función del apego; mientras que las relacionales,
por la función expoliante del muro, el autoengaño, el velar, el sumergir las ideas en el
río Letheo, una polución de las cosas a través de la constante reafirmación del ego (de-
seante).

En definitva, ambas funciones atenazan nuestras probabilidades de experimentación


gnóstica del dolor, nos privan de nuestra volición de religión, impeliendo por norte un
placebo, sublimando nuestras oportunidades, novelando el origen de los conflictos.

Lo que me he planteado es un asunto de responsabilidad, una depuración de nuestra


organización, la terapéutica del silencio que tanto nos incomoda. La ordalía del másculo
consistirá en reconocer el vacío en lugar de paliarlo buscando úteros; como la ordalía de
la fémina consistirá en reconocer su apetito fálico, no ya en el supermercado o en el
shopping. Por un lado, enfrentarse al falo, de la misma forma en que lo hiciera Seth-
Horus, y erguirse como Príncipe victorioso (y “Gran Arquitecto”) satisfecho en la
matriz universal; por el otro, asumir el protagonismo de la menarquia a través del
sacramento de los santos, en calidad de Ain Soph. En cualquier caso, la responsabilidad
nos permite trascender la inmediatez vivenciando el don de las lenguas8.

Trataré de sintetizar en las próximas líneas lo que he tendido a identificar como el frente
de batalla subyacente en la especie y que, como lo he mencionado más arriba, no es sino
el primer eslabón del análisis, pues de aquí en adelante se desprenden o reflejan los
fenómenos sociales y hasta tanto no retrocedamos en nuestras miras y asumamos el
compromiso de una terapia sincera, jamás podremos armonizar los contrastes que nos
sumen en la miseria.

Existen parámetros reiterativos que se conceptualizan en tipos abstractos, subsumidos


de la palestra histórica, mas estos deberían replantearse desde el diagnóstico de nuestras
psicopatologías-raíces, antes que de la dialéctica de su comportamiento personal. La
sociedad es una obra de teatro y todos representamos nuestras aspiraciones, papeles no
elegidos de un guión presuroso y atropellado. No, no; la vida es una obra representada
en el teatro de lo social, con la diferencia de que, en lugar de protagonizar la (Gran)
Obra, somos protagonizados por alguna obra, pues no solemos resguardar nuestro
corazón frente a las garras ponzoñosas de neuróticas amistades, parejas histéricas,
vecinos psicóticos, como de jefes o gobernantes psicópatas. Lo protegemos de nosotros
mismos, lo ocultamos, lo disfrazamos y maquillamos, lo sublimamos etéreamente o

8
VAREL, Jan. Afer Ventus. Revista MGK nº V. Ediciones 418. Buenos Aires, Argentina. 2008.
avernalmente, lo reducimos, lo vulgarizamos, lo hacemos susceptible, nervioso, adicto a
la novedad; y por ello, hacemos de la sociedad un escenario y de la vida una obra de
teatro.

Pero no quiero ser mal interpretado. Todo tiene su razón de ser. Útero y Falo son dos
elementos necesarios, dos columnas sobre las cuales se orientan las miras de todo
peregrino, quien debe sintetizar el universo por el justo medio. A saber que, menos uno
más menos uno es cero. Pero también es cierto que dos es igual a cero. Ir y volver, sin
perderse en los extremos. La fuerza creativa sin forma es puro caos. La maduración
social de la adolescencia postmoderna conlleva la difícil responsabilidad de redimir
nuestras tensiones nerviosas. Entre rupturas y conclusiones expandimos nuestras
perspectivas, pero estaremos condenados a la redundancia hasta tanto no logremos
identificar las leyes de nuestro movimiento, como para trascender el apego
suicidándonos en la Nada. Claro que no podemos tener todas las respuestas en el corto
plazo y quizás lo que entiendo hoy como la única alternativa viable, la reintegración o
cesación de las tensiones mentales (Nirvana), bien pueda no ser lo más aconsejable,
debiendo reconsiderar el Vama Marg. No lo sé y aún me queda mucho como para
resolver este dilema. La intuición me guía hacia una suerte de disciplinamiento de la
Ruach-Psykhē, antes bien que a una aniquilación de la misma. En cualquier caso, tal vez
por intercesión de cierta técnica puedan evitarse las cachetadas de las fuerzas naturales.
Es decir, igualando Nirvana y Samsara.

Recapitulando un poco, volviendo a la razón de nuestro ensayo, debo insistir, apelando


a la paciencia y al buen entendimiento de quienes esto leyeran, que cada cual debe hacer
su propio camino y esta medida singular u original se explica en términos individuales e
imprevisibles, por contraste con lo personal y sociológicamente determinable. Esto
implica una labor de deconstrucción de lo socializado, como también un profundo
decondicionamiento psicológico y sináptico. Podemos talar un obelisco, pero también
podemos refugiarnos en la iglesia. Y ya que lo menciono, cabe recordar que la Iglesia
San Nicolás de Bari, la que le diera nombre a su viejo barrio (hoy “microcentro”), el
primer lugar donde ondearía la bandera argentina en la ciudad de Buenos Aires, fue
demolida para construir el famoso Obelisco, la culminación del proceso de organización
nacional y el triunfo del proyecto laico por sobre la tradición clerical. Desde ya que mal
haríamos en hacer lo opuesto; una incomprensión de los móviles subsconscientes que
determinaron nuestra historia. Una personalidad conflictuada necesariamente padecerá
un fuerte apego uterino. Un conglomerado humano desangrado en guerras de las
llamadas fratricidas, se cobijaría en el Estado, el círculo mágico o vas hermeticum que
encausaría su erección final para saberse reconocidos por otros falos vecinos y no tan
vecinos, pero más erectos. Desde ya que, como todo círculo mágico del viejo eón,
tributará su obra a lo impuesto, a los valores introyectados, antes que a su propia
originalidad proyectable, pero las razones de su fracaso inmediato, no necesariamente
debieran encontrarse en esta cuestión, pues bien podría haber alcanzado algún logro y
garantir un reconocimiento insuficiente. La neurosis histórica e histérica merma su
capacidad de ser, como a tantísimos otros ejemplos que tendrán que redefinirse
constantemente, hasta tanto se purguen en la terapia, en la memoria, en la honestidad, en
el entusiasmo, haciendo de nuestra tierra, un edén.

A continuación les dejaré algunos apuntes sobre lo que he llegado a figurarme en torno
al vacío o la angustia, como a la necesidad harto recurrible del deus ex machina, la cual
debemos evitar a los fines de reconocer nuestra belleza original, nuestra Voluntad, es
decir, el correlato sideral, el propósito elegido9 de nuestra existencia, frente a la escueta
y reducida ilusión del de-seo, los apegos, las fascinaciones débiles o menesterosas del
útero o los temperamentos satisfechos y exacerbados que se erectan en cualquier lado y
a costas de cualquiera. Es decir, centraré lo que resta del trabajo en los fenómenos
tensiónales protagonizados por los másculos, ya que la fuente principal de estas
intuiciones deviene de la propia experiencia.

No obstante, indistintamente… ¿Qué restará después? Quizás la militancia del kōan


bajo los parámetros anarco-ontológicos del 222-ismo pueda representar alguna suerte de
“sanación rosacruz” o confrontación (con-sideración) política más o menos honesta
como frente de involucramiento o canalización de la empatía social.

Lo personal no puede redimirse en lo social y lo social no puede redimirse en lo


político. Antes bien, lo personal en lo individual y lo individual, redimido (i.e., mediado
por la terapia), podrá bastarse a sí mismo o asumir, si tal es su Voluntad, el compromiso
de hacer embajada del Arcanum Arcanorum en el teatro de lo cotidiano, refrescando la
polucionada noosfera a través del compromiso desinteresado como profesional amateur,
como abogado de la consciencia, como Monje-Guerrero de Thelema ó Bodhisattva.

De la Maduración ó Individuación

Bien sabemos que la adversidad condiciona una indefensión que sólo podrá superarse
en tanto se comprenda en perspectiva, lo cual es imposible en la medida de los
conflictos inherentes a una especie que no logra controlar su entorno, sino que se ve
prominentemente esclavizada al mismo, harto evidente en los estadios paleolíticos. Con
posterioridad, cuando la humanidad logre sortear los escalones de la pirámide
maslowiana, toda abstracción trasmundista o divinizante resulta innecesaria,
redescubriendo lo divino en la interioridad, donde siempre estuvo, habiendo sido
desconocida o enajenada en pos de una irremediable necesidad de aprehender
ilusoriamente una realidad sospechosamente contrastante.

Cierto es que esta adversidad regular, bien llamada distracción o bien llamada peligro,
como corresponda al espectro histórico o circunstancial, nos reduce a meros infantes
solícitos del elemento más disimuladamente contenedor según la edad, que
encontramos, pretendemos encontrar o forzamos encontrar en lo inmediato. Esta es la
medida del apego uterino, representado en la primera sigla del notarikón I.A.O., a
saber., Isis, y más pronunciado en el género de los másculos, por cuestiones propias de
sus tendencias hormonales.

En cosmogonía cristiana, la caída significó una desprotección insufrible que equivale


herméticamente al nacimiento de la concepción de la dualidad a nivel microcósmico,
siendo la dualidad en su mayestática condición, la renegación propia de la nadidad del
Pleroma, esto es, una inflexión cognoscitiva que se traduce desde la hipótesis
astronómica como un fenómeno cíclico. Lo cierto es que esta dualidad conllevó la
aparición de la preeminencia de los sucesos empíricos, inmediatos y dolorosos. Toda
forma de extroversión, no es más que un imperativo prestidigitador de la inmediatez o la

9
Una primera aproximación a la teoría luriana de la metempsicosis puede encontrarse en el ya clásico:
KRAIG, Donald Michael. El Gran Libro de los Rituales Mágicos. Ediciones Martínez Roca. Barcelona,
España. 1994. p. 187.
agencia demiúrgica, operando en pos de resguardar su potestad como dios externo,
asfixiando los susurros de nuestro Daemón o Yo decondicionado.

Toda forma de vaciamiento psicológico (toda segmentación de la consciencia) es una


prerrogativa necesaria de la existencia comunitaria-contenedora (socialización) y la
existencia comunitaria es una prerrogativa que mediatiza las dificultades contrastantes
que otrora enfrentó la humanidad, luego de la caída, luego del oscurecimiento
cognoscitivo. Horrible en tanto que la liberación significa una responsabilidad, una
elección, una situación compleja -entre el libre albedrío y el destino- que se articula
ambivalentemente con la dinámica de supervivencia en el contexto primitivo de los
estadios originarios de la especie, generando muchísima tensión nerviosa, violencia y
sangre durante milenios. Así es como Apófis (Typhón como serpiente o falo), la
segunda sigla de nuestra fórmula, opera una r-evolución expoliante de nuestra
intimidad, librándonos del confortable océano amniótico. Más tarde, algunos lograrán
cierta medida de dilucidación y otros encontrarán nuevas formas de protección. Los
unos buscarán responsabilidad, los otros no serán capaces de evadir la pulsión del apego
uterino-fálico, sublimándola a las más coloridas ocurrencias.

Las pulsiones extrovertidas y las voliciones introvertidas se ponen de manifiesto en los


ulteriores estadios de la humanidad. En “Respuesta a Job”10 se ejemplifica la violencia
de la pulsión inmediata, propia de una conflictividad que no tiene cabida en una
concepción impoluta del principio divino, no así en términos del referido YHVH y sus
arcontes terroristas. Esta conflictividad es propia de su naturaleza dialéctica, la cual será
superada en la medida de la aceptación de la carga de la responsabilidad humana, quizás
una forma de reintegración al Todo, esto es, ateniéndonos al influjo de lo
esencial/substancial/natural.

Vivimos pues una mentira que contenta nuestra aspiración a la comodidad, confundida a
veces con la felicidad. Evidenciar que provenimos de una irrealidad y que nuestras
concepciones y construcciones son impericias de una dinámica contradictoria,
demandada por los infantiles comodines dios, sociedad, independencia, moda, etcéteras;
o sea, pulsiones de extraversión devengadas de nuestro apego uterino, es provocar una
crisis, sumiendo a la persona en una noche negra, lo que equivale a un sufrimiento
deseable, a un dilema… ¿Ser funcional, correcto, acomodaticio, vigilante y furibundo
vindicador del sistema (no Ser y no Ser Dios) o Ser Uno Mismo, afrontando la carga de
obedecer los dictados de nuestra Voluntad?

No por ello estaría negando cierta nota ineludible de predestinación, pero tendemos a
enmarcarla dentro de lo natural o esencial, operando nuestra decisión sobre su búsqueda
y obediencia y proyección sobre dicha obediencia. Esto es, reconocimiento de nuestras
limitaciones o parcialidades naturales, psicológicas y materiales, y consecución de
nuestro propósito sobre los fundamentos de la peculiaridad. De todas formas, no
dejamos de lado la teoría luriana de la metempsicosis, lo que necesariamente conlleva
una elección volitiva de nuestras circunstancias, identificable en el cuerpo inclinado en
éxtasis de nuestra señora Nv.

Y en definitiva, toda creación extravertida no es más que una invocación “demoníaca”.


Nos enajenamos de la responsabilidad al elaborar espacios de no-dominio, donde
10
JUNG, Carl Gustav. Respuesta a Job. 1952. De la traducción privada de Thelarbus H+A. España. Circa
anno 2004.
podemos sentirnos cómodos, contenidos, protegidos, desoyendo nuestras
potencialidades y redundando en el Samsara.

Políticamente, nuestras psicopatías sociales suelen trabajarse desde los confines


exotéricos, promoviendo una ideal construcción a-tópica/a-crónica. Supersticiosamente
no se hace mayor diferencia. Un desconocimiento de los fenómenos naturales implica
una redirección tendenciosa y ocurrente o más o menos incoherente del porvenir. Un re-
conocimiento bien puede propiciar un cometido justamente elaborado. La alternativa
redentora podría medirse en términos de desapego uterino/fálico, conquistando la
independencia en la medida en que afrontemos las incoherencias foráneas, buceando sus
causas, aceptándolas y comportándonos en consecuencia con la trágica realidad. Una
contrapulsión introvertida sólo puede ser amaestrada por la gimnasia del desapego, por
una perspectiva o una configuración cerebral reflexiva, relajada, religada, reintegrada,
redimida… radicalmente reprobable, rrrh….

Osiris, vuelto a nacer, ha de oficiar un dominio solar en torno de los cuerpos celestes de
nuestra cotidianidad, desde el eje de su órbita, evitando colisiones, articulando una
danza estelar de sucesos necesariamente imputables al esencial respeto de nuestra
condición preceptora. La búsqueda no está en el allá o el acullá, sino en el aquí mismo.
Las soluciones no pueden aparecer desde las utopías elementales, sino desde nuestra
propia satisfacción existencial, indiferente o adaptable a lo circunstancial, mas no
prostituible. ¡Ay de la intemperancia ajena, de la insatisfacción de aquellos que vomitan
sus contradicciones en dogmáticas convenciones pretendidamente oponibles a terceros,
pues opacan su realidad endógena frente al objeto de su fetiche!

Los dogmas sociales son el correlato del autoengaño. Así es como esclaviza el cuerpo y
se envenena el alma.

El desierto avanzará en la medida en que dios siga vivo.

Al rechazar todo trasmundismo, lo exótico, lo foráneo o radicalmente separado del Uno


Mismo, se pretende denunciar una tendencia uterina que, necesariamente, nos pierde
respecto a la realidad intuitiva11. No se reniega con ello de un origen ideal, sino que se
lo reafirma bajo un criterio o una perspectiva diferente. Es decir, se hace sumado
hincapié en la necesidad contemporánea de no apelar al mismo en la palestra de una
necesidad ajena, renegando por tanto del usufructo sacerdotal, en cualquiera de sus
matices, en pos del desarrollo individual. Entonces, lo inmaterial, como presupuesto de
lo material, se reafirma en lo singular.

La responsabilidad es la forma que tenemos de vencer las construcciones ilusorias, tanto


materiales como “divinas”, en la medida que entendamos por ambas, meras agencias
foráneas (i.e., previsibles).

Con esto no pretendemos contrariar el segundo loa kybaliónico, pues bien es cierto que
de su entendimiento surge la indiferencia entre lo interior y lo exterior. Por el contrario,
al reivindicar, o más precisamente, compensar la balanza de la percepción, al hacer
hincapié en la importancia del proceso individual, creemos contribuir al desarrollo o
maduración de la especie.
11
Pues no será lo mismo la Ventana de la Hija que la Ventana de la Madre. Para más información, coteje
las impresiones de algún psicoanalista de confianza con su propia interpretación de la QBLh.
El desierto avanza, en la medida en que dios o, preferiblemente, el demiurgo y todo lo
que implica, placebos y sedantes para el alma ó psykhē, sigan vivos; esto es, sigan
siendo el único parámetro de acción, el único punto de apoyo. La falta de
responsabilidad de la humanidad ante esta perspectiva es evidente, invitando a la abulia
o a estilizadas representaciones de la voluntad de poder. No ser presa de estos dos
demonios implica una determinación política y psicológica. La una devenida de la otra,
actuando sobre el entorno en la medida de su comprensión del origen no material, y por
tanto, desde la medida de su Común Sentido, oficiando un itinerario proactivo desde los
parámetros substanciales de existencia, esto es, en conformidad con un criterio holístico,
respetando las leyes de la naturaleza y de la astronomía (¡!).

Asesinar a dios es ser Dios. Tomar el lugar de dios es corresponder a aquello que
supone la divinidad; es escuchar nuestra propia divinidad. No se reniega de lo
ineludible, sino que se lo reafirma desde una perspectiva diferente. Si bien las consignas
son poderosas y aparentemente contrastantes, en el fondo podremos dilucidar la
equivalencia de las mismas, siendo aquella alternativa, quizás más deseable para la
situación contemporánea y para todo emprendimiento político.

Tradicionalmente no hemos podido creer en nosotros mismos a causa de esta función


trasmundista denunciada, que bien puede identificarse o no en dios. Es posible lograr
una maduración impostergable, el punto de partida exclusivo para lograr una alternativa
correspondiente a la naturaleza en tanto reflexión del Logos, funcional en la medida de
lo posible.

Advertido

Es mi mayor deseo haber logrado algún laurel en el difícil arte de la elocuencia. Estoy
más que avisado sobre las dificultades que encierran los pormenores de cuanto se ha
dicho hasta el presente y mi estilo literario no es el más sencillo, correlato implacable de
mis discapacidades expresivas, como salta en evidencia -dará fe quien me haya
conocido cara a cara- ante alguna de mis personalidades más o menos preponderantes.

Nadie está exento de la necesidad de una buena terapia y, quien esto escribe, menos que
menos. La razón por la que me veo obligado a estas probablemente innecesarias
aclaraciones, se encuentra en el deber de permanecer alerta, de no asumir definiciones o
conclusiones demasiado seguras. No me fiaría de mi discurso. Por lo pronto, sólo puedo
leerme a través de mis errores. Este trabajo, por tanto, adolece de todas las limitaciones
propias de quien aún tiene mucho por qué bostezar.

He cartografiado a grandes rasgos lo que hoy representaría de alguna forma el


paradigma de mis pasos. Intento, dentro de mis limitaciones, fundar cada declaración en
la realidad de la experiencia, en la certidumbre del testimonio. Intento comportarme de
acuerdo a cada descubrimiento. Intento hacer de la palabra, una garantía de mi
pensamiento y, de mi pensamiento, una garantía del alma. Creo que el Norte está donde
dice norte, pero no puedo estar seguro. ¿Qué tan confiable, qué tan exacta es esta
brújula? No lo sé. Quizás algún día deje de mirar al piso, para confiar nuevamente en las
estrellas.

Jan Varel

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