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Muchas cuestiones surgen cuando hablamos de Optativas.

Documento a discusión.

Ante la CoNEAU, la FADU reconoce que las posibilidades del alumno, de establecer
diversos diseños curriculares y distintas alternativas de desarrollo, se constituyen en un
objetivo central de plan. En este planteo tienen un papel fundamental las optativas, las
electivas y los talleres verticales. La reestructuración del plan ’96 se basó fuertemente en
esta consigna. El cursado de materias optativas debería, básicamente, promover y
proveer formación general universitaria, favorecer la formación de una base cultural,
propiciar la profundización de conocimientos disciplinares y desarrollar habilidades en
áreas de interés vocacional y aportar a la flexibilidad del currículo mediante la inclusión de
recorridos variados.

Pero... ¿Qué pasó en realidad?

Lo que se plantea como fundamental en los argumentos del nuevo plan, ni siquiera pudo
ser cumplido desde las cuestiones mínimas.

¿Cómo se cumple lo planteado en un contexto donde los cupos, la superposición horaria,


las exigencias tras los créditos llevan a los estudiantes a decisiones que están más
relacionados con la oportunidad, con la especulación y con el descarte?

Las materias optativas fueron propuestas y dispuestas según la voluntad de los docentes
o recortes de contenidos que se hicieron al anterior plan, sin cuerpos de cátedras
consolidados ni suficientes, con problemas para inscribirse, trabas para el estudiante que
pretendía planificar su año, problemas para cambiar de ciclo.

Y así llega la flexibilización, pero en las decisiones que se fueron tomando, académica y
administrativamente para “salvar las papas” de un plan poco pensado.
Se permite la acreditación de los créditos optativos al final de la carrera, se bajan los
requisitos de materias de formación general del área de las sociales, cupos, etc.

Nosotros nos preguntamos...

¿En base a que criterio se establecen las propuestas de materias optativas? ¿Las
propuso el estudiante? ¿Dónde esta asegurado el desarrollo del interés vocacional si en
la realidad la elección del estudiante está fuertemente limitada a la “oferta” de la Facultad?
¿Dicha “oferta” se pensó en base a lo que se considera fundamental para el desarrollo
vocacional del estudiante, lo que implicaría que las materias abarquen el mayor espectro
de áreas, temáticas y problemáticas posibles? ¿O son en parte resabios de recorte de
contenidos básico del plan ’96 que no pudieron borrar del mapa? ¿Cómo podemos hablar
de desarrollo cultural del estudiante universitario si se sacan materias tales como Historia
Social Y Política Argentina, Epistemología y Sociología? ¿Cómo podemos hablar de
desarrollo cultural del estudiante universitario si acortamos el tiempo de dictado de las
materias del Área Social densificando sus contenidos? ¿O acaso quienes pensaron el
plan consideran que estos saberes no son básicos y fundamentales para nuestra
formación general, cultural y disciplinar? ¿Sin comprender las relaciones sociales y los
problemas que atraviesa el conocimiento, podemos considerarnos profesionales
egresados de la Universidad con capacidad Reflexiva y Conciencia Crítica? ¿O sólo para
quién la tiene se reservan dichas materias, despejando la responsabilidad de la
Universidad en esto? ¿Cómo podemos entender, en este contexto, a una Universidad que
se dice comprometida socialmente?

Si entendemos el proceso de aprendizaje que atravesamos en el transcurso de la carrera,


como una relación coherente e integrada de saberes que abarca desde aquellos propios
de la formación general hasta los conocimientos disciplinares fundamentales para el
desempeño de nuestra vida profesional y disciplinar: ¿Porqué materias que refuerzan este
proceso de formación disciplinar desde la elección del estudiante pueden hacerse al final
de la carrera? ¿Cómo contribuye eso al proceso de formación cuando esté ya se
considera terminado? ¿O sólo es una cuestión de créditos? ¿O es cuestión de
conocimiento compartimentado que no guarda relación con el resto de la carrera? ¿Por
qué no se asegura o se toman las decisiones necesarias para que el estudiante pueda
realmente elegir, desde sus expectativas, necesidades o inquietudes, en el momento de la
carrera que lo considere necesario y que realmente signifique esto un aporte real al
proceso de aprendizaje?

Cuando ingresamos a la facultad nos dicen que nuestras carreras tienen una duración de
cinco años y medio para Arquitectura y tres años y medio para Diseño, pero sabemos que
no es así. Se olvidaron de sumarle a ese esquemita “cerradito y vistoso”, que llaman Plan
de Estudios, el tiempo necesario para las materias Optativas y Electivas, además de
comentarnos cuestiones como los cupos, lo que pasa ante los cambios de ciclo, entre
otras cosas.

No estamos en contra de las materias Optativas.


Estamos en contra de la quirúrgica sustracción de conocimiento que se ha realizado sobre
nuestro grado, precarizándolo y empobreciéndolo a costa de constituir paquetes de
conocimientos socialmente generados, potencialmente vendibles por la universidad
pública. Ya sea esto por ser el preludio para vender conocimiento por cursos de pos-
grados, ya sea por establecer distinciones entre los estudiantes egresados de la
Universidad. Porque cuanta más especificidad, cuanta más especialización, mayor
degradación del título de grado.
Estamos en contra de aquellos que hacen que nuestra Universidad se enarbole tras un
discurso que suma puntos, mientras que en la práctica cotidiana somos los estudiantes y
docentes quienes sufrimos las malas decisiones y la mala planificación.

Las materias optativas son materias que forman parte de nuestro plan de estudio, no son
la letra chica de un apartado del mismo que nos entregan cuando entramos a la facultad,
no son sólo un colchón de créditos que debemos alcanzar en una carrera exitista,
conformista, de descarte y mediocre. Requieren tiempo, esfuerzo, medios y materiales por
parte de los estudiantes. Es tiempo de nuestros docentes, tiempo para planificar las
asignaturas y para dictarlas, significa recursos por parte de nuestra facultad y debemos
exigir que así deban ser tomadas.
No podemos permitir que nuestra Universidad se convierta en una perversa arma de
exclusión ante un mercado de trabajo cada vez más competitivo y restrictivo y en la
medida en que la expansión de los puestos de trabajo no acompaña el crecimiento del
número de graduados donde la competencia en el mercado de trabajo se agudiza, el valor
del título de grado disminuye y por lo tanto se hace posible un mercado especulativo para
el conocimiento.

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