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VOLUMEN 5(1), Diciembre 2007 ISSN: 1729 7559

REVISTA PERUANA DE
DROGODEPENDENCIAS
ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN

CONTENIDOS

Prevalencia y factores asociados al Epidemiología, patofisiología y


riesgo de consumo de drogas en tratamiento del juego patológico.
escolares de secundaria del Perú. Analucía Alegría y Carlos Blanco
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos
Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos, Factores predictivos para el resultado del
Ysela Agüero, Arturo Vergara, tratamiento en pacientes
Francisco de la Cruz, y Julia Piscoya farmacodependientes
Mario A. Zapata y Angela M. Segura
Características del consumo de bebidas
alcohólicas en estudiantes Valoración de la satisfacción con el
universitarios. tratamiento en drogodependencias.
Cecilia Chau y Haydeé Oblitas Validación estructural del “Treatment
perceptions questionnaire (TPQ)”.
¿Qué debemos saber para hacer una Juan Manuel Jiménez-Lerma, Ioseba
buena prevención de las Iraurgi, Miguel Landabaso e Igone
drogodependencias? Zubizarreta
Elisardo Becoña Iglesias
La educación social en el tratamiento de
Factores asociados y trayectorias del las drogodependencias II: Estrategias y
desarrollo del comportamiento procedimientos.
antisocial durante la adolescencia: Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás
implicancias para la prevención de la López
violencia juvenil en América Latina.
Hugo Morales Cordova RECENSIONES
CUERPO EDITORIAL
Coordinador:
William Cabanillas Rojas (Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin
Drogas - DEVIDA)

Comité Editorial:
José Anicama Gómez (Universidad Nacional Federico Villarreal), Elisardo
Becoña Iglesias (Universidad de Santiago de Compostela), Gilbert J. Botvin
(Cornell University Estados Unidos), Tom Dishion (University of Oregon
Estados Unidos), Enrique Echeburúa (Universidad del País Vasco, España),
Luis Flórez-Alarcón (Universidad Católica de Colombia - Colombia), Francisco
González Saiz (Universidad de Cadiz - España), Antoni Gual (Institut de
Psiquiatria i Psicologia. Hospital Clínic, Barcelona), Eduardo Haro Estabridis
(Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida Sin Drogas DEVIDA), Juan
Manuel Jiménez-Lerma (Centro de Tratamiento de Toxicomanías de Álava-
Osakidetza - España), Carmen Masías Claux (CEDRO), Rafael Navarro Cueva
(Universidad Peruana Cayetano Heredia), Edwin Peñaherrera (Universidad
Peruana Cayetano Heredia), Marina Piazza Ferrand (Universidad Peruana
Cayetano Heredia), Edgard Rodríguez Vilchez (IPSICOC), Milton Rojas
Valero (CEDRO), Emilio Sánchez Hervas (Unidad de Conductas Adictivas de
Catarrosa Consellería de Sanitat. Generalitat Valenciana), Fernando Salazar
Silva (Universidad Peruana Cayetano Heredía), Alfredo Saavedra Castillo
(Universidad Nacional Federico Villarreal), Carlos Saavedra Castillo
(Universidad Peruana Cayetano Heredia).

Revista Peruana de Drogodependencias. Análisis e Investigación es una


publicación transdisciplinaria de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida
Sin Drogas (DEVIDA), que promueve la diseminación de conocimiento
científicamente orientado en temas de reducción de la demanda de drogas. La
revista incorpora: reportes de investigación, revisiones teóricas, ensayos, reportes
breves, casos clínicos, sistematización de experiencias de intervención,
recensiones, y comentarios.

Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas DEVIDA


Gerencia de Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas
www.devida.gob.pe
VOLUMEN 5(1), Diciembre 2007 ISSN: 1729 7559

REVISTA PERUANA DE
DROGODEPENDENCIAS
Análisis e Investigación

LIMA - PERÚ
2007
Revista Peruana de Drogodependencias. Análisis e Investigación
Volumen 5, Número 1, 2007

Edita
Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas - DEVIDA
Gerencia de Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas
Av. Benavides 2199, Lima - 18 PERÚ
www.devida.gob.pe

ISSN: 1729 7559

Impresión:
Servicios Gráficos 2001 S.R.L.
Telefax: 265-7350
E-mail: 2001srl@speedy.com.pe

Diseño:
Victor Araucano Ubaldo
Presentación
Este es el quinto número de la Revista Peruana de Drogodependencias en el
marco de un ánimo institucional permanente por el fortalecimiento técnico de
todos aquellos, que en nuestro país e Iberoamérica, trabajan en la prevención y
tratamiento de las drogodependencias.

La orientación científica manifiesta en todas nuestras publicaciones pretende


contribuir a la mayor tecnificación de las actuaciones preventivas y asistenciales
para el incremento de su efectividad. La sostenibilidad es uno de los criterios
principales para dar viabilidad y trascendencia a cualquier intervención
responsable, lo que pasa por una formulación basada en la evidencia y en el que
se incorporen metodologías y estrategias validadas.

Bajo esa perspectiva el presente número de la Revista Peruana de


Drogodependencias incorpora temas de investigación sobre la magnitud
del consumo de drogas en poblaciones específicas (población juvenil
institucionalizada y universitaria), preventivos (asociados a la realización
de buenas practicas), y terapéuticos (relacionados con la instrumentación, la
adherencia y procedimientos educativos para la rehabilitación). Estos estudios
articulados en este volumen dan cuenta de la multiciplicidad de respuestas para
una compleja problemática como la del consumo de drogas.

Conscientes de esta complejidad, DEVIDA pone a disposición esta publicación


con el objetivo de contribuir al desarrollo de las acciones en la reducción de la
demanda en nuestro país y la implementación de la Estrategia Nacional de Lucha
contra las Drogas 2007- 2011, que demanda el compromiso de todos nosotros
desde nuestros ámbitos y responsabilidades de trabajo.

Con este esfuerzo editorial damos continuidad a nuestro compromiso de generar


conocimiento científicamente orientado como insumo relevante para el diseño
de políticas e intervenciones que den respuesta adecuada a la problemática del
consumo de drogas y sus consecuencias.

Rómulo Pizarro Tomasio


Presidente Ejecutivo
Comisión Nacional para el Desarrollo y
Vida sin Drogas - DEVIDA
Indice
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas............... 9
en escolares de secundaria del Perú.
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra,
Edith Alarcón, Julio Ramos, Ysela Agüero, Arturo Vergara,
Francisco de la Cruz, y Julia Piscoya

Características del consumo de bebidas alcohólicas..................................... 43


en estudiantes universitarios.
Cecilia Chau y Haydeé Oblitas

¿Qué debemos saber para hacer una buena prevención................................ 71


de las drogodependencias?
Elisardo Becoña Iglesias

Factores asociados y trayectorias del desarrollo del .................................... 97


comportamiento antisocial durante la adolescencia: Implicancias
para la prevención de la violencia juvenil en América Latina.
Hugo Morales Cordova

Epidemiología, patofisiología y tratamiento del juego patológico............... 133


Analucía Alegría y Carlos Blanco

Factores predictivos para el resultado del tratamiento.................................. 159


en pacientes farmacodependientes.
Mario A. Zapata y Angela M. Segura

Valoración de la satisfacción con el tratamiento en drogodependencias. . .. 187


Validación estructural del “Treatment perceptions questionnaire (TPQ)”.
Juan Manuel Jiménez-Lerma, Ioseba Iraurgi, Miguel Landabaso
e Igone Zubizarreta

La educación social en el tratamiento de las . .............................................. 213


drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

RECENSIONES
Revista Peruana de Drogodependencias – VOL. 5, Nº. 1, 9-41

PREVALENCIA Y FACTORES ASOCIADOS AL RIESGO DE


CONSUMO DE DROGAS EN ESCOLARES DE
SECUNDARIA DEL PERÚ
Jorge Alarcón (1,2)
César Gutiérrez (1,2)
Carlos Saavedra (3)
Edith Alarcón (2)
Julio Ramos (4)
Ysela Agüero (4)
Arturo Vergara (1)
Francisco de la Cruz (1)
y
Julia Piscoya (1,2)
1 Sección de Epidemiología del Instituto de Medicina Tropical de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
2 Departamento Académico de Medicina Preventiva y Salud Pública, Facultad
de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
3 Departamento Académico de Psiquiatría, Facultad de Medicina de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
4 Facultad de Matemáticas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

RESUMEN
Objetivos: Estimar la prevalencia de consumo de drogas legales, ilegales y
médicas en escolares de educación secundaria del país, describir la asociación
entre el consumo de drogas y las características personales del escolar, y de su
entorno familiar, escolar y amical y elaborar un modelo explicativo sobre el
consumo de drogas en escolares del nivel secundario.Métodos: Se realizó un

 Correspondencia: Dr. Jorge O. Alarcón Villaverde. Correo electrónico: jalarconv@unmsm.edu.pe


Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

estudio trasversal de una muestra representativa de escolares de 2º, 4º y 5º año de


secundaria, de los colegios públicos o privados de la Educación Básica Regular,
residentes en ciudades con más de 30 mil habitantes en todo el territorio nacional.
Las variables identificadas en este estudio fueron recogidas a través de un
cuestionario autoadministrado. El análisis de los datos comprendió la estimación
de frecuencias, el análisis bivariado y el análisis multinivel. Las drogas fueron
agrupadas en tres categorías: legales, ilegales y médicas. Resultados: En general,
se encontró que la mayor prevalencia de vida, de año y de mes de consumo
de drogas fue en las drogas legales, seguida de las ilegales y finalmente las
médicas. Los factores asociados fueron edad, las expectativas respecto al futuro,
los problemas de conducta y la violencia, la actitud favorable a probar drogas,
la percepción de riesgo, la preocupación de los padres por las actividades del
escolar y el entorno escolar permisible. El modelo de regresión multinivel para
el consumo de drogas legales, compuesto por las variables descritas y algunas
características del colegio, explicó el 83% de la probabilidad de consumo de
dichas drogas. Conclusión: Pese a las limitaciones de un diseño transversal, el
estudio muestra una elevada prevalencia vida, de año y de mes de consumo de
drogas legales, ilegales y médicas en la población escolar entre 13 y 17 años.
También muestra la importante influencia de la escuela en el consumo de drogas
legales, que por un lado refuerza observaciones anteriores, pero que por otro
ofrece una importante posibilidad de intervención. Por último, la percepción del
escolar acerca de conductas inadecuadas de sus padres y de su entorno escolar
y de sus propias respuestas configura escenario de alto riesgo para el consumo
de drogas. Frente a esto, es necesario planear respuestas integrales y de nivel
comunitario.

Palabras Clave: Consumo de drogas, Población escolar, Prevención

ABSTRACT
Objectives: To estimate the prevalence of legal, illegal and medical drugs use
in secondary education schools in Peru, to describe the association between drug
use and personal, school, friends and family characteristics, and to develop an
explaining model of drug use in secondary school level. Methods: Cross-sectional
survey of a representative sample of schoolchildren from 2nd, 4th and 5th year
of secondary school, from public or private schools of Regular Basic Education,
residents of cities with more than 30 thousand people throughout the country.
The variables identified in this study were collected through a self-administered

10
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

questionnaire. Data analysis included estimation of frequency, bivariate analysis


and multilevel analysis. The latter consisted of a two-level hierarchical model
to explain the prevalence of drug use. The life, annual and month prevalence
were estimated. The drugs were grouped into three categories: legal, illegal and
medical. Results: In general, it was found that the highest life, annual and month
prevalence of drug use was for the legal drugs, followed by the illegal and finally
the medical. The factors associated to drug use were age, expectations for the
future, behavioral problems and violence, the favorable attitude to try drugs,
the perception of risk, the concerns of parents for the activities of the school
and a permissible school environment. The multilevel regression model for
the consumption of legal drugs, consisting of the described variables and some
features of the school, explained 83% of the probability of consumption of such
drugs.Conclusion: Despite the limitations of a cross-sectional design, the study
shows a high life, annual and month prevalence of legal, illegal and medical drug
use in the school population between 13 and 17 years. It also shows the important
influence of the school in the consumption of legal drugs, which on one hand
reinforces previous observations, but on the other offers an important opportunity
for intervention. Finally, the perception of the schoolchildren about inappropriate
behaviors of their parents and their school environment and their own responses
set a scene of high risk for drug use. Faced with this, it is necessary to plan
comprehensive responses at community level.

Key words: Drug use, School Population, Prevention



INTRODUCCIÓN
En la actualidad, el consumo de drogas legales e ilegales constituye
un problema de salud pública, tanto en países desarrollados como en vías de
desarrollo. Aun cuando en todas las épocas se han consumido drogas, hoy no
sólo más personas las consumen, sino que la variedad e intensidad de su uso es
mayor. El reporte mundial 2005 sobre drogas de las Naciones Unidas estima
que el 5% de la población mundial entre 15 y 64 años ha consumido algún tipo
de droga ilícita en los últimos doce meses; también señala que las tasas de uso
de estas drogas han tenido un incremento sostenido en el período 1993-2003. De
otro lado, estima que aproximadamente el 30% de la población mundial consume
tabaco y el 50% alcohol.

11
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

En nuestro país también se evidencia un ascenso constante en las tasas


de consumo de drogas ilegales (ONUDD, 2003). Un estudio oficial a nivel
nacional sobre la magnitud del consumo de drogas en población general de 12 a
64 años, muestra que de forma mayoritaria la población peruana ha consumido
alcohol en algún momento de su vida (DEVIDA, 2003). De esta manera, más
de once millones han consumido alguna vez alcohol, y más de ocho millones
han consumido tabaco. Estas cifras nos indican que 9 de cada 10 peruanos ha
consumido alcohol alguna vez en su vida, y tabaco 7 de cada 10. Como vemos
hay un consumo mayoritario de drogas legales. En el caso de las drogas ilegales,
se estima que setecientos mil han consumido marihuana y un cuarto de millón
refiere haber consumido PBC y/o clorhidrato de cocaína alguna vez en su vida

De otro lado, en los últimos años, la prevalencia de vida de consumo de


alcohol y tabaco en la en la población entre 12 y 18 años fueron de 61.6% y
31.4%. En el caso del consumo de drogas ilegales, la prevalencia de vida fue
8% el año 2001 y 11.1%. Esta tendencia ascendente es más importante en la
población entre 12 y 18 años, entre quienes esta prevalencia se triplicó en el
mismo período: de 1.6% el 2001 a 4.9% el 2003 (CEDRO, 2003).

Los estudios realizados por el Instituto Especializado de Salud Mental en


Lima Metropolitana (IESM, 2002), en tres ciudades de la Sierra (IESM, 2003)
y en tres ciudades de la Selva (IESM, 2004), han proporcionado información
reciente sobre el consumo de drogas en la población adolescente (12 a 17
años). En general, en estos estudios se observó que los varones consumen más
drogas que las mujeres y que el alcohol es la droga legal que más se consume.
La prevalencia de vida en Lima Metropolitana fue 68.4%, en la sierra 66.4%
y en la selva 68.1%; mientras que la prevalencia en el último mes, para estas
mismas drogas fue 21.6%, 14.2% y 16.0% respectivamente. La prevalencia de
vida de drogas ilegales fue de 2.6% en Lima Metropolitana, 0.8% en la sierra
y 1.6% en la selva. La droga ilegal más consumida en las tres regiones fue la
marihuana. También se observó que la edad de inicio del consumo de drogas en
los adolescentes fue entre 13 y 14 años en Lima Metropolitana, entre 11 y 14 años
en la sierra y entre 13 y 14 años en la selva.

La población escolar es un grupo sobre el cual se viene poniendo especial


atención, tanto por su vulnerabilidad como por las oportunidades de prevención
que ofrece. En el país se han realizado algunos estudios en esta población,
principalmente con la finalidad de conocer la magnitud del problema de consumo
de drogas. Un estudio realizado en 1988 en estudiantes de primaria, mostró que

12
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

la prevalencia de vida de consumo de alcohol fue 10.6%, de tabaco 3.4%, de


inhalantes 0.11%, de marihuana 0.07% y de PBC 0.04%. La edad promedio de
inicio de consumo fue 8.8 años para las bebidas alcohólicas, 9.3 años para el
tabaco, 9.1 años para inhalantes, 9.7 años para la marihuana y 10.3 años para la
PBC (Sanchez y Ramos, 2001).

También se han realizado estudios en estudiantes de secundaria. Según


estos reportes, la mitad de la población escolar secundaria ha consumido alguna
vez bebidas alcohólicas y entre la tercera parte y la mitad, tabaco. En el caso de
drogas ilegales, la marihuana y los inhalantes son los que con mayor frecuencia
han sido consumidos al menos una vez en la vida.

Los factores asociados al mayor riesgo de consumo de drogas en los escolares


identificados en estudios nacionales han sido: la situación económica, el medio
en que se desarrollan los escolares y la falta de conocimiento por parte de padres
y profesores sobre el tema de drogas (Morán y Carvalho, 2004). Otros autores
(Paniagua, García, Castellano, Sarrallé y Redondo, 2001) han señalado como
factores asociados al consumo de drogas legales e ilegales en escolares: el vivir
en un entorno consumidor (padre, madre o amigos fumadores o consumidores de
alcohol) y con patrones de ocio (mayor frecuencia de ir a discotecas, pero menor
frecuencia de practicar deportes o leer). Estos autores señalan, además, que los
adolescentes perciben que el alcohol y el tabaco son drogas que los protegen del
consumo de drogas ilegales. También se ha señalado que el maltrato infantil, sea
psicológico, físico o sexual, condicionan el uso de drogas entre los adolescentes
(McCardle, 2004). En un estudio de escolares de primaria en el Perú, Sánchez
y Ramos (2001) encontraron que el factor más asociado con el consumo de
drogas fue el desinterés de la familia por el entorno social o escolar del niño.
Por otro lado, el principal factor protector en este grupo fue la satisfacción que
tenía el niño con sus calificaciones. Otro elemento señalado últimamente es la
mayor accesibilidad a las drogas ilegales, tanto por su menor costo como por la
multiplicación de los puntos de comercialización.

A pesar de las evidencias reseñadas, es necesario conocer la prevalencia


actual del consumo de drogas legales, ilegales y médicas de los escolares
de secundaria del Perú. Del mismo modo, se requiere identificar los factores
asociados al riesgo de consumo de dichas sustancias, a fin de poder establecer
acciones de prevención efectivas. El presente estudio se propone: a) Estimar
la prevalencia de consumo de drogas legales, ilegales y médicas en escolares
de educación secundaria del país, b) Describir la asociación entre el consumo

13
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

de drogas y las características personales del escolar, y de su entorno familiar,


escolar y amical y c) Elaborar un modelo explicativo sobre el consumo de drogas
en escolares del nivel secundario.

MATERIAL Y MÉTODOS
Se realizó un estudio trasversal de una muestra representativa de escolares de
2º, 4º y 5º año de secundaria, de los colegios públicos o privados de la Educación
Básica Regular, residentes en ciudades con más de 30 mil habitantes en todo el
territorio nacional. El marco muestral se preparó a partir del listado de centros
educativos de nivel secundario del Ministerio de Educación.

El muestreo fue bi-etápico. Las unidades de muestreo de la primera etapa


fueron los colegios, y las de la segunda etapa las secciones. La selección fue
sistemática sobre un marco muestral estratificado por el tipo de colegio según
gestión y sexo de los escolares que asistían al colegio. Se seleccionó una muestra
para cada Departamento. Cada colegio tuvo una probabilidad de ser seleccionado
directamente proporcional al número de secciones de 2º, 4º ó 5º año. Una vez
seleccionada la muestra de escuelas se procedió a seleccionar las secciones por
muestreo sistemático, a razón de tres secciones por cada punto de selección del
colegio. En la tercera etapa de selección, se previó entrevistar a todos alumnos de
cada sección seleccionada.

El tamaño de la muestra se estimó para un nivel de confianza de 95% y un


margen de error de 1.5%. El factor de corrección por efecto del diseño empleado
fue de dos. Una vez obtenido el tamaño de la muestra se incrementó en 10%
para prever la falta de respuesta. Para obtener estimaciones ponderadas por el
peso relativo de cada departamento se estimó un factor de expansión adecuado
al diseño muestral. Se encuestó 97.9% de los colegios programados y 83.1%
de los escolares programados. En total se estudiaron 659 colegios y 60,285
escolares, correspondientes a 23 departamentos, la provincia de Lima y Lima
Metropolitana.

Las variables identificadas en este estudio fueron recogidas a través de un


cuestionario autoadministrado que indagó por: variables demográficas (edad y el
sexo), el ambiente escolar (año de estudios, tipo de colegio según gestión, tipo
de colegio según sexo y escala de protección del ambiente escolar), conducta y

14
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

percepciones frente al consumo de drogas (consumo de drogas -toda la vida, el


último año y el último mes-, edad de inicio, percepción de riesgo, percepción del
consumo de drogas en el colegio y alrededores, acceso a drogas, disponibilidad
de dinero, actitud de los amigos y docentes frente al consumo de drogas, relación
con los amigos más cercanos, actitud de los escolares frente a las drogas ilegales
e involucramiento de los escolares en comportamientos de riesgo), el entorno
familiar y social (estado civil de los padres, escala de padres involucrados y
escala de integración social) y la demanda de atención.

El análisis de los datos comprendió la estimación de frecuencias, el análisis


bivariado y el análisis multinivel. Se estimó la prevalencia de vida, de año y del
último de mes. De éstos la prevalencia de año es la que representa un consumo
más estable. Las drogas fueron agrupadas en tres categorías: legales, ilegales y
médicas.

Para las demás variables se calcularon frecuencias en el caso de las cualitativas


y medidas de resumen para las cuantitativas. También se construyeron tablas
de contingencia para evaluar la relación entre variables cualitativas. En este
análisis también se consideró la ponderación de los resultados por los factores de
expansión y la corrección debido al diseño de la muestra con la rutina de análisis
de muestras complejas SVY del STATA versión 8. Los resultados se presentan
mediante tablas y gráficos estadísticos adecuados al tipo de variable. Esta etapa
se realizó con los programas Microsoft Excel 2003 y SPSS v. 13.

Para el análisis bivariado, se consideró como efecto (variable dependiente)


la prevalencia de año, es decir, el consumo de alguna droga legal, ilegal o
médica por lo menos alguna vez durante el último año. Como exposición
(variable independiente), se consideraron diversas preguntas del cuestionario,
correspondientes a cinco grupos de variables: personales, características del
colegio, entorno familiar, entorno escolar y entorno amical.

Se comparó la distribución del consumo de drogas legales, ilegales y


médicas para cada valor de las variables descritas en el acápite previo. Se realizó
además el cálculo de la razón de probabilidades u OR (del inglés odds ratio),
con la finalidad de medir la fuerza de asociación entre las variables dependientes
e independientes. En el análisis se empleó el factor de expansión calculado
para cada colegio. Para la presentación de los resultados se elaboraron tablas
estadísticas. Se emplearon los programas SPSS (versión 13) y Excel 2003.

15
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

Con la finalidad de evaluar la relación entre el consumo de drogas en el


último año con un conjunto de características individuales y contextuales,
se decidió aplicar la técnica de análisis multinivel, que usualmente se aplica
en diseños muestrales multietápicos, como el realizado en este estudio. La
lógica de este análisis es que los alumnos pertenecientes a una misma escuela
se diferencian entre sí por características individuales; pero al mismo tiempo
participan homogéneamente de otras características que permiten diferenciarlos
de otros conjuntos de alumnos. Por esta razón se utilizó un modelo jerárquico de
dos niveles para explicar la prevalencia de consumo de drogas (legales, ilegales
y médicas) a partir de un conjunto de covariables observadas a nivel del alumno
(nivel 1) y de características de los colegios (nivel 2). La respuesta observada,
explicada por un conjunto de covariables, fue:
1 consumo de drogas
Yij =
0 no consume

Para la formulación del modelo, inicialmente se realizó el análisis de la asociación


de cada una de las covariables introducidas en el cuestionario. Fueron consideradas
en el modelo las variables que presentaban asociaciones significativas en el análisis
bivariado, evaluado a través de sus OR. Se realizó también un análisis de regresión
logística de un solo nivel con la finalidad de observar las posibles asociaciones en la
dirección de las covariables y con el consumo de drogas legales, ilegales y médicas
respectivamente. Adicionalmente un equipo de expertos en el tema opinó sobre la
inclusión de variables individuales que podrían explicar el consumo de drogas. Las
variables contextuales que se consideraron fueron: tipo de administración del colegio,
sexo de los alumnos que asisten al colegio, nivel de disciplina y grado de exigencia
académica. Estas dos últimas variables fueron construidas a partir del análisis de
frecuencia de las respuestas de los alumnos de cada colegio a las preguntas: “¿Cuán
exigente académicamente es tu colegio?” y “¿Y en cuanto disciplina, cuán estricto es
tu colegio?”. Las respuestas permitieron clasificar a los colegios (no a los alumnos)
en dos categorías de disciplina y dos de exigencia académica.

Para la selección del modelo se ensayaron diversos componentes tanto


en el nivel del individuo como del colegio. Finalmente se eligió el que mejor
explica la variabilidad del conjunto respecto a la prevalencia de consumo de
año. El análisis fue realizado con los programas estadísticos HLM (Hierarchical
Linear and Nonlinear Modeling) y el STATA a través de su aplicativo GLLAMM
(Generalized Linear Latent And Mixed Models). Los modelos obtenidos con esto
programas fueron comparados.

16
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

RESULTADOS
La distribución por sexo fue similar. La edad de los escolares encuestados
fluctuó entre 11 y 23 años, la mediana y el promedio fueron de 15 años; este último
con una desviación estándar de 1.5. El 85% de alumnos fue menor de 17 años. La
mayoría perteneció a colegios públicos (78.4%) y de tipo mixto (85.3%).

En general, se encontró que la mayor prevalencia de vida, de año y de mes de


consumo de drogas fue en las drogas legales, seguida de las ilegales y finalmente
las médicas. En adelante, sólo se hará referencia a la prevalencia de año.

La prevalencia de año de consumo de drogas legales fue 45.1%, dentro de


estas, la mayor prevalencia de consumo fue de bebidas alcohólicas (39.9%), en
comparación al consumo de tabaco (28.5%). En cuanto a las drogas ilegales,
estas presentaron una prevalencia de año del 4.5%; la droga ilegal con mayor
prevalencia de año de consumo fue la marihuana (2.8%); las drogas ilegales de
menor prevalencia de año fueron la pasta básica de cocaína (0.8%) y el éxtasis
(0.6%). Las drogas médicas presentaron una prevalencia de año de 2.5%, los
tranquilizantes fueron los más consumidos (ver Tabla 1).
Tabla 1
Prevalencia de consumo de drogas según periodo de tiempo y tipo de droga. Perú–2005†.
Prevalencia (%)
Tipo de Droga
de vida de año de mes

Drogas legales 60.1 45.1 31.6


 Alcohol 53.5 39.9 27.4
 Tabaco 44.9 28.5 17.3
Drogas ilegales ‡ 8.9 4.5 2.3
 Marihuana 4.8 2.8 1.5
 Inhalantes 4.6 1.8 0.8
 Cocaína 1.8 1.1 0.5
 Éxtasis 1.0 0.6 0.3
 Pasta básica de cocaína 1.3 0.8 0.4
 Hashis 1.6
 Heroína 1.0
 Alucinógenos 1.0
 Crack 0.8
 Morfina 0.9
 Opio 0.6
Drogas médicas 5.1 2.5 1.3
 Tranquilizantes 4.5 2.3 1.1
 Estimulantes 1.1 0.6 0.4
† Fuente: “Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar de Perú, 2005” DEVIDA – MINEDU.
‡ La prevalencia de vida, año y mes de drogas ilegales es solo para marihuana, inhalantes, cocaína, éxtasis y pasta básica de cocaína.

17
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

La prevalencia de año más elevada para drogas legales e ilegales fue en


Callao. Para las drogas legales, las cinco prevalencias de año más elevadas
fueron encontradas en Callao (57.7%), Arequipa (52.1%), Lima Metropolitana
(51.2%), Tacna (47.6%) y Lima provincia (46.1%). Para las drogas ilegales las
prevalencias de año más elevadas fueron estimadas en Callao (5.9%), Tacna
(5.8%), Lima Metropolitana (5.6%), Madre de Dios (5.4%) y Moquegua (5.3%).
En el caso de las drogas médicas, las prevalencias de año más altas se encontraron
en Arequipa (3.9%), Lambayeque (3.6%), Tacna (3.5%), Moquegua (3.2%) y
Cusco (3.0%) (Ver Tabla 2).
Tabla 2
Prevalencia de año* de consumo de drogas por departamento según tipo de droga. Perú–
2005†.
Tipo de Droga
Departamento
Legales Ilegales Médicas

Amazonas 30.2 1.8 1.8


Ancash 39.5 3.2 2.4
Apurímac 29.7 4.4 2.9
Arequipa 52.1 3.8 3.9
Ayacucho 42.2 3.2 2.3
Cajamarca 40.2 2.9 2.6
Callao 57.7 5.9 2.4
Cusco 34.0 4.3 3.0
Huancavelica 26.3 3.1 2.1
Huánuco 31.3 2.2 1.8
Ica 38.9 3.4 1.7
Junín 35.0 2.6 2.1
La Libertad 42.7 4.7 2.8
Lambayeque 37.8 3.3 3.6
Lima Metropolitana 51.2 5.6 2.6
Lima Provincia 46.1 3.9 2.8
Loreto 29.0 3.2 1.6
Madre De Dios 42.8 5.4 1.6
Moquegua 44.4 5.3 3.2
Pasco 25.9 1.9 1.5
Piura 40.3 4.2 2.2
Puno 22.5 1.8 1.7
San Martín 41.7 3.6 2.3
Tacna 47.6 5.8 3.5
Tumbes 34.7 2.6 1.4
Ucayali 37.2 3.6 1.3
* Prevalencia estimada por 100

Fuente: “Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar de Perú, 2005” DEVIDA – MINEDU.

Los escolares de sexo masculino tuvieron mayor prevalencia de año de


consumo de drogas legales e ilegales en comparación a las escolares de sexo
femenino (49.1% vs. 41.2% en caso de drogas legales y 5.7% vs. 3.4% en caso de

18
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

ilegales). En los varones la prevalencia de año de consumo de alcohol fue 42.2%


y de tabaco 34.5%, mientras que en mujeres estas prevalencias fueron 37.8% y
22.7% respectivamente. En el caso de las drogas ilegales, también se encontró
que los escolares de sexo masculino presentaron una mayor prevalencia de año
de consumo que las escolares de sexo femenino, siendo la más consumida la
marihuana (3.8% vs. 1.9%). En cuanto a drogas médicas, la prevalencia de año
fue mayor en el sexo femenino que en el masculino (3.1% vs. 1.9%).

En relación a la prevalencia de consumo por año de estudios, se encontró que


a mayor año de estudios mayor consumo de drogas legales, ilegales y médicas.
La prevalencia de año de consumo de drogas legales fue mayor que las ilegales
y médicas; esta prevalencia fue 27.6% en escolares de segundo año, 50% en
escolares de cuarto año y 60.4% en los de quinto año. La prevalencia de año
de consumo de alcohol para escolares de segundo, cuarto y quinto año fueron
22.8%, 44.6% y 55.3% respectivamente; mientras que las de consumo de tabaco
fueron 14.9%, 32.6% y 40.3%.

El consumo de cualquier droga ilegal presentó una prevalencia de año de


3.2% en escolares de segundo año, 4.9% en los de cuarto año y 5.6% en los de
quinto año. La droga ilegal más consumida fue la marihuana, que siguió una
tendencia ascendente de acuerdo al año de estudios (1.4%, 3.5% y 3.8%). Las
drogas médicas también mostraron una tendencia creciente de consumo según
año de estudio, 2.0% para segundo año, 2.4% para cuarto año y 3.4% para quinto
año; los más consumidos fueron los tranquilizantes, 1.8% para segundo año, 2.1%
para cuarto año y 3.0% para quinto año.

Respecto a la edad, se observó que a mayor edad mayor consumo de drogas


legales, ilegales y médicas. La prevalencia de año de consumo de drogas legales
fue mayor que las otras, siendo 28.8% en menores de 15 años, 53.6% en escolares
de 15 a 16 años y 56.8 en aquellos de 17 ó más años.

El consumo de drogas ilegales presentó una prevalencia de año de 3.0% en


escolares menores de 15 años, 5.1% en los de 15 a 16 años y 6.3% en los de 17
ó más años. Las drogas médicas también mostraron una tendencia creciente de
consumo según grupos de edad, 1.8% en menores de 15 años, 2.8% en los de 15 a 16
años y 3.4% en los mayores de 16 años. Para cada droga en particular, se observó
también esta tendencia creciente de consumo según grupo de edad, excepto en el
caso del éxtasis, donde la prevalencia de consumo fue muy similar.

19
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

En general, la prevalencia de año de consumo de drogas fue mayor en


los colegios privados que en los colegios públicos. En los colegios privados
se registró una prevalencia de año de consumo de drogas legales de 57.4%, en
comparación al 41.6% en los colegios públicos. En el caso del alcohol, en los
colegios privados la prevalencia de año de consumo fue 53.3%, mientras que
en los públicos fue 36.2%. Para el tabaco fue 37.3% en los colegios privados
y 26.1% en los colegios públicos. La prevalencia de año de cualquier droga
ilegal fue mayor en los colegios privados (5.5%) que en los públicos (4.3%).
Esta diferencia se debe al mayor consumo de marihuana en colegios privados
(4.0%) en comparación a los públicos (2.5%). Sin embargo, en el caso de otras
drogas ilegales, el consumo fue mayor en los colegios públicos, a excepción
del éxtasis que presentó prevalencias de consumo similares, 0.6% en colegios
públicos y 0.5% en privados. En cuanto a la prevalencia de año de consumo de
drogas médicas, en colegios privados fue mayor que en colegios públicos (3.3%
vs 2.3%).

En lo referente al consumo de drogas legales: los colegios mixtos presentaron


una prevalencia de año de consumo (45.6%), seguidos de los colegios de mujeres
(42.3%) y los colegios de varones (41.6%). Este patrón se debe a que en los
colegios mixtos la prevalencia de año de consumo de alcohol fue 40.6%, en los
colegios de mujeres 38.7% y en los colegios de varones 35.4%. En cuanto al
consumo de tabaco, la prevalencia fue similar en colegios de varones (29.3%) y
mixtos (29.0%), siendo menor en los colegios de mujeres (23.4%).

La prevalencia de año consumo de drogas ilegales fue similar en los colegios


mixtos (4.7%) y de varones (4.6%), seguidos de los colegios de mujeres (3.0%).
La droga más consumida fue la marihuana, 3.0% en los colegios mixtos, 2.6%
en colegios de varones (2.6%) y 1.2% en colegios de mujeres. Para las drogas
médicas, la mayor prevalencia de año de consumo fue en colegios de mujeres
(3.5%), seguidos de los colegios mixtos (2.5%) y de los colegios de varones
(2.0%); siendo los tranquilizantes los más consumidos.

Se encontró que las escalas de protección del ambiente escolar, de padres


involucrados y de integración social y el consumo de drogas legales, ilegales y
médicas tuvieron una relación inversa, es decir que a menor nivel de protección
en la escala había mayor consumo de drogas.

La edad promedio de inicio de consumo de drogas legales fue de 13.7 años


para alcohol y 13.6 años para tabaco. Para las drogas ilegales, la edad promedio

20
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

de inicio de consumo de los inhalantes fue 13 años, que fue el menor promedio; el
mayor promedio lo tuvo la marihuana con 14.4 años. Las drogas médicas tuvieron
edad promedio de inicio de consumo similares, 13.4 años los estimulantes y 13.5
años los tranquilizantes. Se encontró que la edad mínima de inicio de consumo
para todas las drogas ha sido de diez años, a excepción del consumo de tabaco, en
el que se encontró que la edad mínima de inicio fue ocho años.

Accesibilidad y percepción del riesgo de consumo de drogas


El 16.8% de los escolares consideraron que les sería fácil conseguir marihuana,
el 8.3% cocaína, el 6.8% pasta básica de cocaína y el 6.7% el éxtasis.

El 18.3% de los escolares consideró que las personas que fuman cigarrillos
alguna vez presentan un gran riesgo y 10.6% que este consumo no presenta
riesgo; al plantearse la pregunta sobre “Fumar cigarrillos frecuentemente”, 73.3%
consideró esto como un gran riesgo y 1.4% consideró que no se corre ningún riesgo.
Sobre el consumo de alcohol, “Tomar bebidas alcohólicas alguna vez”, 12.5% de
escolares lo consideró como de gran riesgo y 12.0% como que no presenta riesgo.
“Tomar bebidas alcohólicas frecuentemente”, 75.0% de escolares consideró que
era un gran riesgo y solo 1.3% consideró que no presentaba riesgo.

También se preguntó sobre el riesgo de “Embriagarse con bebidas


alcohólicas”, el 68.3% de los escolares consideró que tiene un gran riesgo y el
1.6% que no corre ningún riesgo.

En general, la percepción de los escolares acerca del consumo de drogas


ilegales fue que significaban un gran riesgo el consumirlas. El porcentaje más
elevado fue para el consumo frecuente de cocaína (81.4%), seguido por el de
marihuana (79.9%). El haber fumado marihuana alguna vez, fue percibido como
que no tenía ningún riesgo en 3.4% de escolares. De otro lado, hubo entre 6.3%
a 14.5% de escolares que respondieron no saber que riesgo se tiene frente al
consumo de las drogas ilegales.

En lo referente a las drogas médicas, 44.0% de escolares percibió que su


uso ocasional representa un gran riesgo, en el caso del consumo frecuente, el
71.3% de los escolares consideró que la persona tiene un gran riesgo. El 11.8%
respondió que no sabía que riesgo tiene la persona que consume tranquilizantes
o estimulantes de manera frecuente.

21
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

Percepción del consumo de drogas en la escuela y el entorno


El 20.8% ha percibido escolares consumiendo drogas dentro del colegio y
28.5% en los alrededores. En el último año, el 12.3% de escolares ha observado,
al menos a un profesor fumar cigarrillos dentro del colegio y el 3.5% fumar dentro
del aula de clases. En cuanto al consumo de bebidas alcohólicas, en el último año,
el 10.6% de los escolares ha observado al menos a un profesor tomar bebidas
alcohólicas dentro del colegio y el 17.9% en los alrededores del colegio.

Participación en situaciones de violencia en la escuela


El 22.3% de los escolares ha participado durante el último año en dos o
más ocasiones en un grupo que “molestó” a un compañero que está solo y el
9.0% ha participado en un grupo que agredió a un compañero que estaba solo. La
participación de dos o más veces en un grupo que comenzó una pelea con otro
grupo sucedió en el 10.7% de los escolares, mientras que el 12.5% de escolares
inició dos o más veces una pelea con otro compañero. Finalmente, el 7.1% de los
escolares ha robado algo dentro del colegio en dos o más oportunidades durante
el último año.

Demanda y acceso a servicios de orientación y tratamiento


El 9.7% de los escolares consideró que necesita tratamiento y/o rehabilitación
por consumo de drogas. Es importante destacar que existe un 13.2% de escolares
que refieren no necesitar ningún tipo de tratamiento por consumo de drogas a
pesar de ser consumidores de drogas. El 11.0% de los escolares ha acudido al
menos una vez a establecimientos o servicios de salud en busca de orientación
o tratamiento por problemas de consumo de drogas. Entre los que han acudido
a los servicios de salud, el 40.0% quedó satisfecho con la atención recibida; sin
embargo, 31.0% no recibió ningún tipo de orientación o atención, y 29% no
quedó satisfecho con la atención recibida.

Factores asociados
La edad del estudiante y el año de estudio fueron las características
personales asociadas con una mayor probabilidad de consumo de drogas legales.
Los escolares de 17 ó más años tuvieron tres veces más probabilidad de consumir

22
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

cualquier tipo de droga legal en comparación a los menores de 15 años; mientras


que los escolares de 5º año presentan cuatro veces más probabilidad de consumir
drogas legales en comparación a los de 2º año.

Los escolares con menores expectativas sobre su futuro presentaron


mayor probabilidad de consumo de drogas ilegales. Quienes consideraron que
es imposible que terminen sus estudios secundarios tuvieron cuatro veces más
probabilidad de consumir drogas ilegales en comparación a quienes consideraron
que es muy probable que culminen sus estudios secundarios. Asimismo, los
escolares que creen imposible su ingreso a la universidad tuvieron 3.7 veces más
probabilidad de consumir drogas ilegales que quienes consideran muy probable
su ingreso.

Los problemas frecuentes de disciplina se encontraron fuertemente


asociados al consumo de drogas legales, ilegales y médicas. Los escolares con
esta característica presentaron, en comparación a los que nunca han tenido
problemas de disciplina, tres veces más probabilidad de consumir drogas legales,
cerca a diez veces más probabilidad de consumir drogas ilegales y cuatro veces
más probabilidad de consumir drogas médicas.

Los escolares que han participado tres o más veces en grupos que molestaron a
compañeros que estaban solos, tuvieron entre tres y cuatro veces más probabilidad
de consumir drogas legales e ilegales. Quienes han participado en grupos que
agredieron físicamente a otros escolares, presentaron entre tres y cinco veces
más probabilidad de consumir drogas ilegales. Hubo una fuerte asociación entre
haber participado una o más veces en grupos que han comenzado peleas con otros
grupos, teniendo entre tres y siete veces más probabilidad de consumir drogas
ilegales y médicas; también se encontró que quienes participaron dos o más veces
en grupos que han comenzado peleas con otros grupos, tuvieron 2.7 veces más
probabilidad de consumir las drogas legales. Los escolares que habían cometido
uno o más robos en el colegio tuvieron de dos a siete veces más probabilidad
de consumir drogas ilegales y médicas, respecto a los que no habían cometido
ningún robo.

La actitud de predisposición al consumo de drogas ilegales, sea por


curiosidad u oportunidad, incrementa la probabilidad del consumo de drogas
legales, ilegales y médicas. Los escolares que sienten curiosidad por el consumo
de drogas ilegales tuvieron cuatro veces más probabilidad de consumir drogas

23
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

legales y médicas, y diez veces más de consumir drogas ilegales. Por otro lado,
los escolares que refirieron que probarían drogas ilegales de tener la oportunidad,
presentaron cuatro veces más probabilidad de consumir drogas legales y médicas
y 16 veces más de consumir drogas ilegales.

La mayor disponibilidad de dinero mensual también incrementó la


probabilidad de consumo de drogas ilegales y médicas. Los escolares que
declararon tener más de 150 nuevos soles al mes tuvieron tres veces más
probabilidad de consumo de estas drogas en comparación a quienes disponen de
menos de 30 nuevos soles.

Asociación entre el consumo de drogas y las características


del entorno familiar
Los escolares de padres que nunca o casi nunca sabían donde estaba su hijo
después del colegio, tuvieron cuatro veces más probabilidad de consumir drogas
ilegales, en comparación a los escolares cuyos padres siempre o casi siempre
sabían donde está su hijo. Los escolares cuyos padres no se fijaron en lo que
su hijo veía en la televisión, tuvieron tres veces más probabilidad de consumir
drogas ilegales. Los escolares de padres quienes no tenían ninguna preocupación
sobre el rendimiento escolar de su hijo, tuvieron 3.6 veces más probabilidad
de consumir drogas ilegales y 3.4 veces más probabilidad de consumir drogas
médicas. Si los padres no comen ningún día junto a su hijo, la probabilidad de
que éste consuma drogas ilegales y médicas es 2.3 veces más. Finalmente, si
los padres conocían poco a los amigos de su hijo, el escolar tiene 2.6 veces más
probabilidad de consumir drogas ilegales.

Asociación entre el consumo de drogas y las características


del entorno escolar
Los escolares que declararon que sus profesores no les llamarían la atención
en caso consumieran drogas legales, tuvieron tres veces más probabilidad de
consumir drogas legales, seis veces más probabilidad de consumir drogas ilegales
y cuatro veces más probabilidad de consumir drogas médicas. Los escolares que
declararon que sus profesores no les llamarían la atención si consumieran drogas
ilegales tuvieron siete veces más probabilidad de consumir estas drogas y tres
veces el de consumir drogas médicas.

24
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

Frente al consumo de drogas dentro del colegio, los escolares que


respondieron que otros compañeros consumen drogas tuvieron 2.6 veces más
probabilidad de consumir drogas ilegales. En cuanto a la percepción del consumo
de drogas en los alrededores del colegio, los escolares que declararon que si se
consumía, tenían 2.5 más probabilidad de consumir drogas ilegales. Si un escolar
ha visto al menos a un profesor fumar dentro del colegio, tiene tres veces más
probabilidad de consumir drogas ilegales; y si ha visto al menos a un profesor
fumar dentro del aula, la probabilidad de consumo de drogas ilegales es de 3.6
veces más y el de drogas médicas tres veces más.

Modelos Multivariados
En el análisis de regresión logística multinivel para el consumo de drogas
legales, ilegales y médicas, la mayoría de variables que se interrelacionaron
significativamente a esta conducta en el análisis bivariado resultaron estar
asociadas a la prevalencia anual de consumo de drogas, independientemente del
efecto de las otras variables incluidas en el modelo (Merlo et al., 2005; Tabachnick
y Fidel, 1996).

Del conjunto de variables individuales (primer nivel) y del colegio (segundo


nivel) incluidas en el modelo, se observó que el 83% de la variabilidad total
de los datos (coeficiente de confiabilidad) referidos al consumo de drogas
legales es explicado por el modelo ajustado. Mientras que, para el consumo de
drogas ilegales y médicas los coeficientes de confiabilidad fueron 27% y 25%,
respectivamente. Esto puede deberse a que un grupo de variables incorporadas en
estos dos últimos modelos no resultaron significativas.

Análisis de las variables del segundo nivel


El coeficiente de correlación residual intraclase en el modelo de drogas
legales indica que el 11.2% de la variación total no explicada proviene de las
unidades del segundo nivel (colegios). Para el consumo de drogas ilegales y
médicas los coeficientes de correlación residual intraclase son 5.1% y 5.8%,
respectivamente.

El análisis de las variables del segundo nivel mostró que los escolares
de colegios privados tuvieron 2.6 veces más probabilidad de consumo de

25
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

drogas legales y 1.8 veces más probabilidad de consumo de drogas médicas en


comparación a los escolares de colegios públicos; mientras que para el consumo
de drogas ilegales no se observó relación significativa. Los escolares de colegio
mixtos presentan 22% menos probabilidad de consumo de drogas legales en
comparación a los escolares de colegios femeninos. De las variables “Exigencia
Académica” y “Exigencia Disciplinaria” sólo se encontró como significativo el
hecho que los escolares de colegios con algo o poca exigencia académica presentan
24% menos probabilidad de consumo de drogas legales en comparación a los
escolares de colegios con mucha o bastante exigencia académica.

Análisis de las variables del primer nivel


Respecto a las variables de primer nivel se observó que la edad estuvo
significativamente asociada con el consumo de drogas legales: a mayor edad,
mayor probabilidad de consumo de este tipo de drogas. En el caso de las drogas
ilegales y médicas no se observó una asociación significativa con la edad. Los
varones tuvieron 57% y 34% mayor probabilidad de consumo de drogas legales
e ilegales respectivamente. Pero, en el caso de las drogas médicas las mujeres
presentaron el doble de probabilidad de consumirlas que los varones. También se
encontró que a mayor año de estudios mayor probabilidad de consumo de drogas
legales. Por el contrario, los alumnos de cuarto y quinto año tuvieron 31% y
25% menos probabilidad de consumo de drogas ilegales que los de segundo año.
El consumo de drogas médicas no estuvo asociado con el año de estudios que
cursaba el escolar.

Los hijos de padres que no viven juntos y las buenas relaciones amicales
tuvieron una leve asociación con el consumo de drogas legales (18% y 25% más
probabilidad respectivamente). Los escolares con relaciones amicales malas o
muy malas presentaron 46% mayor probabilidad de consumo de drogas ilegales
y el doble de probabilidad de consumo de drogas médicas en comparación a
los escolares con una relación amical regular. Del mismo modo, la percepción
del escolar sobre el consumo de drogas en el colegio (por otros escolares y sus
profesores) y alrededores también estuvo débilmente asociada al consumo de
drogas legales, ilegales y médicas. En cambio, la actitud del escolar hacia las
drogas ilícitas estuvo fuertemente asociada al consumo de drogas.

Cuando los escolares declararon disponer de más dinero mensualmente, se


observó un leve incremento de la probabilidad de consumo de drogas legales y

26
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

médicas (entre 15% y 32%). En el caso de drogas ilegales, el incremento de la


probabilidad solo fue significativo si el dinero mensual disponible fue mayor de
80 soles (incremento del 20%). Contrariamente, a mayor participación en actos
violentos, la probabilidad de consumo de drogas legales, ilegales y médicas fue
mayor. Los escolares que informaron un alto grado de participación en actos
violentos presentaron 61% más probabilidad de consumo de drogas legales, cerca
a tres veces más la probabilidad de consumo de drogas ilegales y el doble de
probabilidad de consumo de drogas médicas, comparado con los escolares que
refirieron un bajo grado de participación en actos violentos.

El nivel de protección alcanzado por el escolar según las escalas EPI, EPAE
y EIS tuvo una relación inversa, un menor nivel de protección, mayor probabilidad
de consumo de drogas.

En el caso de EPI, los escolares con un bajo nivel de protección tuvieron


96% más probabilidad de consumir drogas legales, 51% más probabilidad de
consumir drogas ilegales y 57% más probabilidad de consumir drogas médicas.
Los escolares con bajo nivel de protección según la EPAE presentó 20% más
probabilidad de consumir drogas legales y 31% más probabilidad de consumir
drogas médicas; esta escala no se relacionaron significativamente con el consumo
de drogas ilegales.

La EIS es la que presentó una relación más fuerte con el consumo de


drogas legales e ilegales; los escolares con un bajo nivel de protección según EIS
presentaron dos veces la probabilidad de consumo de drogas legales e ilegales.
En el caso de drogas médicas, los escolares con una bajo nivel de protección
según EIS tuvieron 37% más probabilidad de consumo de este tipo de drogas.

Finalmente, en el modelo de consumo de drogas ilegales, se analizó el rol del


consumo de drogas legales por parte del escolar, observándose que los alumnos
que declararon consumir drogas legales tuvieron cinco veces más probabilidad de
consumir drogas ilegales (ver Tablas 3, 4 y 5).

27
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

Tabla 3
Modelo de regresión múltiple de dos niveles para el consumo de drogas legales.
FACTOR Valores Valor p OR (IC 95%)

PRIMER NIVEL (variables individuales)

Características Demográficas

Edad 14 años o menos


15 a 16 años 0.000 1.48 (1.40-1.56)
17 años o más 0.000 1.65 (1.55-1.75)

Sexo del alumno Femenino
Masculino 0.000 1.57 (1.52 – 1.62)

Año de estudios del escolar

Año de estudios Segundo


Cuarto 0.000 1.95 (1.87-2.04)
Quinto 0.000 2.90 (2.81-3.00)

Unión de los padres

Estado civil de los padres Unidos


No unidos 0.000 1.18 (1.13-1.23)

Relaciones amicales

Relación con los amigos más cercanos Regular


Muy buena / Buena 0.000 1.25 (1.20-1.30)
Muy mala / Mala 0.128 0.88 (0.69-1.05)

Percepción del escolar sobre consumo de drogas en el colegio y alrededores

Conocimiento de consumo de No / No sabe


drogas dentro del colegio Sí 0.000 1.24 (1.17-1.30)

Conocimiento de consumo de No / No sabe
drogas alrededor del colegio Sí 0.000 1.27 (1.21-1.32)

Tabaquismo por parte del profesor No
Sí 0.000 1.13 (1.07-1.19)

Consumo de bebidas alcohólicas No
por parte del profesor Sí 0.000 1.21 (1.13-1.30)

Actitud hacia las drogas ilícitas

Curiosidad por probar drogas ilícitas No
Sí 0.000 2.08 (2.03-2.14)

28
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

FACTOR Valores Valor p OR (IC 95%)


Probaría drogas ilícitas No
si tuviera la ocasión Sí 0.000 2.10 (2.01-2.18)

Disponibilidad de dinero

Dinero disponible al mes <= 30 soles
31-70 soles 0.000 1.15 (1.10-1.20)
71-80 soles 0.000 1.22 (1.15-1.29)
>80 soles 0.000 1.20 (1.12-1.28)

Participación en actos violentos

Participación en actos violentos Bajo
Medio 0.000 1.77 (1.70-1.84)
Alto 0.000 1.61 (1.50-1.72)

Grado de protección individual

Escala de padres involucrados Protección alta
Protección media 0.000 1.40 (1.35-1.45)
Protección baja 0.000 1.96 (1.88-2.03)

Escala de protección del ambiente escolar Protección alta
Protección media 0.000 1.13 (1.08-1.18)
Protección baja 0.000 1.20 (1.13-1.27)

Escala de integración social Protección alta
Protección media 0.000 1.31 (1.28-1.37)
Protección baja 0.000 2.21 (2.09-2.34)

SEGUNDO NIVEL (características del colegio, variables de grupo)

Tipo de Colegio según gestión Público
Privado 0.000 2.57 (2.43-2.70)

Tipo de Colegio según sexo Femenino
Masculino 0.343 0.88 (0.62-1.14)
Mixto 0.006 0.78 (0.60-0.95)

Exigencia Académica Mucho / bastante
Poco / algo 0.002 0.76 (0.59-0.93)

Exigencia Disciplinaria Mucho / bastante
Poco / algo 0.101 1.16 (0.98-1.34)

29
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

Tabla 4
Modelo de regresión múltiple de dos niveles para el consumo de drogas ilegales.
FACTOR Valores Valor p OR

PRIMER NIVEL (variables individuales)



Características Demográficas

Edad 14 años o menos
15 a 16 años 0.063 1.22 (1.01-1.43)
17 años o más 0.208 1.17 (0.92-1.43)

Sexo del alumno Femenino
Masculino 0.000 1.34 (1.21-1.46)

Año de estudios del escolar

Año de estudios Segundo
Cuarto 0.001 0.69 (0.48-0.91)
Quinto 0.012 0.75 (0.52-0.97)

Unión de los padres

Estado civil de los padres Unidos
No unidos 0.371 1.05 (0.94-1.16)

Relaciones amicales

Relación con los amigos más cercanos Regular
Muy buena / Buena 0.862 0.99 (0.87-1.11)
Muy mala / Mala 0.019 1.46 (1.14-1.78)

Percepción del escolar sobre consumo de drogas en el colegio y alrededores

Conocimiento de consumo de No / No sabe
drogas dentro del colegio Sí 0.000 1.35 (1.22-1.48)

Conocimiento de consumo de No / No sabe
drogas alrededor del colegio Sí 0.011 1.18 (1.05-1.30)

Tabaquismo por parte del profesor No
Sí 0.000 1.49 (1.37-1.61)

Consumo de bebidas alcohólicas No
por parte del profesor Sí 0.001 1.27 (1.12-1.40)

Consumo de drogas legales por parte del escolar

Consumo de drogas legales por el escolar No
Sí 0.000 6.43 (6.28-6.59)

30
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

FACTOR Valores Valor p OR

Actitud hacia las drogas ilícitas



Curiosidad por probar drogas ilícitas No
Sí 0.000 2.48 (2.36-2.60)
Probaría drogas ilícitas si tuviera la ocasión No
Sí 0.000 3.90 (3.78-4.01)

Disponibilidad de dinero

Dinero disponible al mes <= 30 soles
31-70 soles 0.144 0.91 (0.79-1.03)
71-80 soles 0.096 1.14 (0.99-1.30)
>80 soles 0.034 1.20 (1.03-1.37)

Participación en actos violentos

Participación en actos violentos Bajo
Medio 0.000 1.77 (1.64-1.89)
Alto 0.000 2.65 (2.48-2.82)

Grado de protección individual

Escala de padres involucrados Protección alta
Protección media 0.135 1.12 (0.97-1.26)
Protección baja 0.000 1.51 (1.33-1.68)

Escala de protección del ambiente escolar Protección alta
Protección media 0.938 1.01 (0.87-1.15)
Protección baja 0.318 1.09 (0.92-1.26)

Escala de integración social Protección alta
Protección media 0.000 1.43 (1.31-1.54)
Protección baja 0.000 2.18 (1.97-2.39)

SEGUNDO NIVEL (características del colegio, variables de grupo)

Tipo de Colegio según gestión Público
Privado 0.116 1.14 (0.98-1.29)

Tipo de Colegio según sexo Femenino
Masculino 0.487 0.90 (0.60-1.20)
Mixto 0.906 0.99 (0.77-1.21)

Exigencia Académica Mucho / bastante
Poco / algo 0.150 0.86 (0.66-1.06)

Exigencia Disciplinaria Mucho / bastante
Poco / algo 0.313 1.11 (0.91-1.31)

31
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

Tabla 5
Modelo de regresión múltiple de dos niveles para el consumo de drogas médicas.
FACTOR Valores Valor p OR

PRIMER NIVEL (variables individuales)



Características Demográficas

Edad 14 años o menos
15 a 16 años 0.106 1.22 (0.98-1.47)
17 años o más 0.801 1.04 (0.74-1.34)

Sexo del alumno Femenino
Masculino 0.000 0.50 (0.36-0.64)

Año de estudios del escolar

Año de estudios Segundo
Cuarto 0.453 1.10 (0.85-1.34)
Quinto 0.174 1.20 (0.94-1.47)

Unión de los padres

Estado civil de los padres Unidos
No unidos 0.010 1.18 (1.06-1.31)

Relaciones amicales

Relación con los amigos más cercanos Regular
Muy buena / Buena 0.477 1.05 (0.91-1.20)
Muy mala / Mala 0.000 2.10 (1.77-2.42)

Percepción del escolar sobre consumo de drogas en el colegio y alrededores

Conocimiento de consumo de No / No sabe
drogas dentro del colegio Sí 0.002 1.29 (1.13-1.44)

Conocimiento de consumo de No / No sabe
drogas alrededor del colegio Sí 0.000 1.45 (1.30-1.60)

Tabaquismo por parte del profesor No
Sí 0.000 1.92 (1.78-2.06)

Consumo de bebidas alcohólicas No
por parte del profesor Sí 0.000 1.52 (1.30-1.74)

Actitud hacia las drogas ilícitas

Curiosidad por probar drogas ilícitas No
Sí 0.000 2.17 (2.03-2.31)

Probaría drogas ilícitas si tuviera No
la ocasión Sí 0.000 1.65 (1.49-1.80)

32
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

FACTOR Valores Valor p OR

Disponibilidad de dinero

Dinero disponible al mes <= 30 soles
31-70 soles 0.043 1.15 (1.01-1.29)
71-80 soles 0.049 1.20 (1.02-1.39)
>80 soles 0.006 1.32 (1.13-1.52)

Participación en actos violentos

Participación en actos violentos Bajo
Medio 0.000 2.05 (1.90-2.20)
Alto 0.000 2.28 (2.06-2.50)

Grado de protección individual

Escala de padres involucrados Protección alta
Protección media 0.189 1.11 (0.98-1.26)
Protección baja 0.000 1.57 (1.37-1.77)

Escala de protección del ambiente escolar Protección alta
Protección media 0.351 1.08 (0.92-1.24)
Protección baja 0.007 1.31 (1.11-1.51)

Escala de integración social Protección alta
Protección media 0.002 1.22 (1.10-1.35)
Protección baja 0.034 1.37 (1.08-1.66)

SEGUNDO NIVEL (características del colegio, variables de grupo)

Tipo de Colegio según gestión Público
Privado 0.000 1.81 (1.64-1.99)

Tipo de Colegio según sexo Femenino
Masculino 0.384 0.86 (0.53-1.19)
Mixto 0.440 0.81 (0.60-1.02)

Exigencia Académica Mucho / bastante
Poco / algo 0.26 0.87 (0.64-1.11)

Exigencia Disciplinaria Mucho / bastante
Poco / algo 0.906 1.01 (0.78-1.25)

DISCUSIÓN
Este estudio confirma la observación de otras investigaciones acerca de la
elevada prevalencia de vida de consumo de drogas legales en escolares. Lo cual
implica una mayor exposición de los escolares al abuso de estas sustancias y
por tanto mayor riesgo de desarrollar adicción. A ello se suma, que el 50% de
escolares que alguna vez consumió drogas legales o ilegales inició su consumo

33
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

entre 12 y 15 años. Esto significa que 25% de escolares que ha consumido alguna
vez drogas inició su consumo antes de los 12 años. Los informes mundiales y
nacionales más recientes coinciden con este hecho, que obliga a prestar cuidadosa
atención a esta población (DEVIDA, 2003; ONUDD, 2007).

El que la prevalencia de año y de mes de consumo de alcohol y tabaco


se mantenga elevada, por encima del 30%, en la población escolar implica que
una parte importante de esta población puede estar virando hacia la adicción no
solo a dichas drogas, sino a otras, tal como lo han mostrado otros estudios y
como se ha podido constatar en este estudio, donde los escolares que declararon
consumir drogas legales en el último año tuvieron cinco veces mayor probabilidad
de consumir drogas ilegales independientemente de otros factores, según los
resultados del análisis multinivel. El consumo de alcohol en adolescentes ha
sido documentado en algunos estudios nacionales (Sanchez y Ramos, 2001;
Perales, Sogi y Morales, 2001). Un reciente estudio en adolescentes, realizado
en un balneario de Trujillo, encontró una alta prevalencia de vida, de año y de
mes de consumo de alcohol con relaciones sugestivas con el desarrollo urbano,
conductas antisociales, el soporte familiar y otros estresares (Perales, Sogi y
Morales, 2001).

La prevalencia de consumo de drogas ilegales fue menor que el de drogas


legales. Este valor puede en algunos casos estar subestimado y en otros
sobreestimado, debido a que el dato se ha basado en la información proporcionada
por el escolar respecto al nombre de la droga pero no a sus características. Aun
así, los resultados son consistentes con otros hallazgos nacionales ya citados y de
otros países de la región como Chile (Fuentealba et al., 2000) y Brazil (Silva et
al., 2006). La marihuana, los inhalantes y la cocaína fueron las drogas ilegales
que los escolares declararon haber consumido más alguna vez en su vida, en el
último año y en el último mes, aunque las proporciones fueron menores en estos
dos últimos períodos referenciales. Aun así, los valores de la prevalencia de año
fueron superiores a los registrados en el año 2006 por la Comisión Interamericana
para el Control del Abuso de Drogas (CICAD) para la población general (15-64
años). En el caso de la marihuana y la cocaína, CICAD reporta para el Perú una
prevalencia de año de 1.8% y 0.7% respectivamente; mientras que en este estudio
las prevalencias fueron 2.8% y 1.1% para esas mismas drogas.

En la prevalencia de drogas médicas, se observó una tendencia similar a


la observada en poblaciones adultas, es decir, más en mujeres y el consumo de
tranquilizantes como la droga más consumida. En este estudio se ha observado

34
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

además que en el consumo de este tipo de drogas influyó la baja protección


familiar, que bien puede significar la asociación de este consumo con otros
trastornos.

Los hallazgos regionales corresponden al tipo de muestra tomada. Como


se ha descrito en la metodología, se han estudiado escolares de ciudades de más
de 30 mil habitantes, es decir conglomerados urbanos, ello explica que pese a las
diferencias observadas, las prevalencias de consumo de año de drogas legales,
ilegales y médicas sean en todas la regiones superiores a 22.8%, 1.8% y 1.4%
respectivamente. Al margen de esta tendencia global, las cifras regionales son
variables y salvo en Lima y Callao, que tiene tendencias definidas propias de la
gran urbe, en los otros casos no se ha observado patrón de distribución alguno.

En el estudio se encontraron muchos factores asociados al consumo de drogas


legales, ilegales y médicas. Dado el tamaño de la muestra, en casi todos los casos
estas asociaciones fueron estadísticamente significativas en el análisis bivariado,
con razones de probabilidad (OR) mayores que la unidad. Sin embargo, debido
a que entre estos factores hay efectos confusores e interacciones, es necesario
interpretar estas relaciones a la luz de los resultados del análisis multivariado,
que en este caso fue además de dos niveles y separado por tipo de droga, pues
cada tipo tiene características distintas en cuanto a su aceptalibilidad social,
accesibilidad y legalidad.

En este estudio, por la falta de datos apropiados, sólo se han analizado dos
niveles de determinación: Las características del colegio y las de los escolares. Sin
embargo, los hallazgos obtenidos sugieren importantes relaciones que ayudarían a
formular políticas de control y prevención de consumo de drogas en la población
escolar. Así, es importante destacar que el conjunto de variables individuales
y del colegio incluidas en el modelo multinivel para las drogas legales alcanzó
a explicar el 83% del consumo de alcohol o tabaco entre los escolares. Como
sabemos ambas drogas son socialmente aceptadas y su consumo es tolerado tanto
en la escuela como en la familia. Las características de la escuela analizadas en
este estudio, podrían estar asociadas a un ambiente permisible que al parecer es
mayor en colegios privados, que fue la característica institucional más fuertemente
asociada al consumo de alcohol y tabaco. Es necesario analizar más a fondo
las características del ambiente escolar en estos casos, a fin de identificar los
factores específicos que favorecen el consumo de estas drogas, incluyendo el
currículo de estudios. Además, en este modelo, las variables del segundo nivel

35
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

llegaron a explicar el 11.2% (coeficiente de correlación residual intraclase) de la


variabilidad que el modelo en su conjunto no explica.

De otro lado, lo que observamos en el modelo para drogas legales no se


observó para las drogas ilegales ni médicas. La razón podría ser porque en el caso
de estas últimas drogas existen otras variables no recogidas en el estudio, y por
tanto no consideradas en el modelo, que tendrían mayor influencia en su consumo.
A pesar de ello, si aceptamos que el inicio de consumo de drogas ilegales pasa
por el consumo de las legales, no podemos descuidar la posibilidad preventiva
que habría si se logra que la escuela modifique la conducta del escolar frente al
consumo de alcohol y tabaco. Esta ultima hipótesis tiene una fuerte evidencia en
este estudio, que ha mostrado, en el modelo multinivel de drogas ilegales, que
los escolares que declararon haber consumido alcohol o tabaco en el último año,
tuvieron hasta cinco veces más riesgo de consumir drogas ilegales.

El rol del colegio en el consumo de drogas médicas fue menor que en las
drogas legales. Aún así se observó una tendencia similar con éstas, es decir,
mayor en colegios privados, pero además la probabilidad de consumo también
fue mayor en colegios de mujeres. Esto es explicable si consideramos el costo de
estas drogas y su utilización por las adolescentes para otros fines, como el bajar
de peso.

En cuanto a las variables correspondientes a las características de los


escolares, se observó una asociación creciente entre la edad y el consumo de
drogas legales. Hecho que ha sido descrito en otros estudios y que guarda relación
con la tolerancia social al consumo de alcohol y tabaco conforme el escolar tiene
mayor edad. Es más, en este estudio se repite la relación cuando se analizó el año
de estudios y que mostró en el modelo una fuerte asociación directa, de modo que
los escolares de quinto año tuvieron hasta tres veces más riesgo que los de segundo
año, independientemente de las otras variables del modelo. No se observó lo
mismo con las drogas ilegales, en las que el consumo no se asoció a la edad y
que en el caso del año de estudios mostró más bien que en los años superiores
la probabilidad de consumo era ligeramente menor que en los inferiores. No
podemos asegurar que el año de estudios juegue un rol protector, pero es probable
que el riesgo de consumir drogas ilegales sea independiente de la edad, y que más
bien la mayor información y las expectativas de los adolescentes al final de sus
estudios secundarios tengan influencia en su conducta frente a las drogas ilegales,
pese al mayor consumo de las legales. Este es un aspecto que merece un mayor

36
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

estudio, pues su esclarecimiento ayudaría a implementar programas preventivos


en el àmbito educativo más apropiados para los diferentes niveles escolares.

Las escalas de protección utilizadas en este estudio, mostraron una relación


inversa con el consumo de los tres tipos de droga. Esto remarca la importancia
de que el escolar tenga una relación adecuada con su entorno familiar y escolar,
hecho que ha sido frecuentemente señalado (Graves et al., 2005; Kirkcaldya et al.,
2004; Lewinsonhn, Rohde y Seeley, 1996). Como se sabe, estas escalas fueron
construidas a partir de la percepción de los escolares respecto a ciertas conductas
del entorno familiar y escolar, así como de sus propias respuestas, de modo que
en cierta forma son expresión de la propia valoración del escolar sobre el grado
de protección que estos medios le ofrecen y la forma como se relaciona con ellos.
Hay estudios que han encontrado hechos similares e incluso algunos que plantean
el rol rehabilitador que podría tener los cambios que en ese nivel se pueden hacer
(Graves et al, 2005). Es importante resaltar la fuerte asociación encontrada con la
EIS, particularmente con el consumo de drogas ilegales. Esta escala es en cierta
forma un indicador de conducta antisocial y aunque el estudio muestra una fuerte
asociación no se puede afirmar que ésta sea causa del consumo, pues bien podría
ser lo contrario (Lewinsohn, Rohde y Seeley,1996). Dos hechos que contribuyen
a comprender esta intrincada asociación entre las respuestas sociales del escolar y
el consumo de drogas, son la fuerte asociación observada en el modelo multinivel
con la participación del escolar en actos violentos, donde quienes declararon
participar en ellos, tuvieron tres veces más riesgo de consumo que los que no
participaron.

La percepción de un entorno en el que se consumen drogas incrementa el


riesgo, pero mucho más la curiosidad o la actitud favorable hacia su consumo.
Si a ello se suma la mayor posibilidad de adquirirlo, que en el estudio tuvo una
relación directa con el consumo, se configura una situación de mucho riesgo para
el consumo de drogas en escolares. Sin embargo, no hay que perder de vista
que el hecho que el escolar perciba el consumo de drogas en el colegio y que
disponga de tanto dinero también tiene que ver con el ambiente escolar y el
entorno familiar.

Finalmente, los hallazgos de este estudio deben valorarse a la luz de las


limitaciones y cualidades de este estudio. El estudio ofrece estimaciones
nacionales de prevalencia de consumo de drogas en la población escolar con
buena precisión, dado el tamaño de la muestra y la forma de selección. Aun
así, es posible que en algunas estimaciones regionales la precisión sea menor, así

37
Jorge Alarcón, César Gutiérrez, Carlos Saavedra, Edith Alarcón, Julio Ramos,
Ysela Agüero, Arturo Vergara, Francisco de la Cruz y Julia Piscoya

como cabe la posibilidad que en algún caso se haya presentado algún grado de
sesgo de selección.

De otro lado, por tratarse de un estudio transversal en el que la fuente de


información ha sido el propio estudiante podría haber sesgos de información
que produzcan en algunos casos subestimación y en otros sobreestimación. Es
posible que esto haya ocurrido con la información sobre el consumo de éxtasis
y cocaína. Es también posible que algunos datos relacionados a los factores
asociados no hayan sido adecuadamente reportados por los alumnos, aunque el
análisis exploratorio mostró una adecuada consistencia interna.

Otra limitante, propia de un estudio transversal, es la imposibilidad de


establecer relaciones causales. Esto implica que las asociaciones estadísticas
encontradas, pese a su fuerza, no tiene una significación causal per se. La
importancia de las asociaciones encontradas va a depender de su consistencia con
hallazgos previos, del sustento teórico y de su valor predictivo en los modelos
de regresión multinivel elaborados. Esta última técnica, no sólo ha permitido
controlar confusores, sino establecer la importancia relativa de los factores
asociados en dos niveles de determinación, de modo que ha sido posible responder
a la pregunta acerca de la influencia de ciertas características del colegio en la
conducta de los escolares frente al consumo de drogas legales, ilegales y médicas.
Aun así debemos señalar que no se ha podido aprovechar al máximo las bondades
de la técnica por falta de información suficiente para configurar mejor los niveles
de determinación y que pudieron ir más allá del colegio. Esa fue una limitante
que podría superarse en análisis posteriores. Esto es factible, como lo demuestran
otros estudios realizados acerca de los factores de la eficacia escolar en Brasil,
para lo cual reanalizan los resultados de estudios previos con la finalidad de
conocer el impacto de los recursos educativos en el desarrollo académico de los
alumnos (Gaviria, Martinez-Arias y Castro, 2004).

Sin dejar de considerar las limitaciones señaladas, el estudio muestra una


elevada prevalencia vida, de año y de mes de consumo de drogas legales, ilegales y
médicas en la población escolar entre 13 y 17 años. También muestra la importante
influencia de la escuela en el consumo de drogas legales, que por un lado refuerza
observaciones anteriores, pero que por otro nos ofrece una importante posibilidad
de intervención para reducir su consumo e influir en el consumo de otras drogas
ilegales. De esto surge la necesidad de trabajar intensamente en la preparación
de programas integrales, que contemplen cambios que involucren el ambiente
escolar, los docentes, los programas curriculares y los alumnos.

38
Prevalencia y factores asociados al riesgo de consumo de drogas en escolares de secundaria del Perú.

Por último, en este estudio el escolar expresó su percepción acerca de


conductas inadecuadas de sus padres y de su entorno escolar; a la vez que ha
dado cuenta de sus propias respuestas, como la curiosidad, la actitud proclive al
consumo y su rechazo a una adecuada integración social. Todo lo cual crea un
escenario de alto riesgo para el consumo de drogas. Frente a esto, es necesario
planear respuestas integrales y de nivel comunitario, que deberían tomar en
cuenta el mayor involucramiento de los padres y la comunidad, el mejor ambiente
escolar y el adecuado manejo de los procesos de integración social y las conductas
agresivas de los escolares.

Agradecimientos
Agradecemos al equipo técnico de DEVIDA por su apoyo y aportes al
adecuado análisis de los resultados, y a la Ing. Verónica Palomares y al Sr. Luis
Cofré de la Sección de Epidemiología del Instituto de Medicina Tropical de la
UNMSM por el apoyo logístico.

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CARACTERÍSTICAS DEL CONSUMO DE BEBIDAS


ALCOHÓLICAS EN ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS
Cecilia Chau
y
Haydeé Oblitas
Pontificia Universidad Católica del Perú
Departamento de Psicología

RESUMEN
Los objetivos principales de este estudio son dos: (1) obtener una descripción
detallada de los patrones de consumo de alcohol en un grupo de estudiantes
universitarios peruanos, así como en dos subgrupos definidos por el género
y el nivel socioeconómico (NSE); (2) investigar los determinantes del uso de
alcohol problemático y no problemático entre los estudiantes universitarios
peruanos buscando tanto las características del contexto social como las variables
psicosociales que influyen en ellos.En términos específicos, podemos decir que
estamos interesados en explorar los patrones del uso de alcohol entre estudiantes
universitarios peruanos a partir de la frecuencia y cantidad de consumo, el uso
problemático de alcohol, las diferencias de consumo entre hombres y mujeres y
las diferencias según niveles socioeconómicos.

Palabras claves: Consumo de bebidas alcohólicas, Estudiantes universitarios,


Uso de alcohol problemático.

ABSTRACT
The main objectives of the study were two: (1) to obtain a detailed description
of alcohol consumption patterns among Peruvian university students in general
and of a two subgroups defined by gender and socioeconomic status (SES); and

 Correspondencia: Cecilia Chau Pérez Aranibar, PhD. Pontificia Universidad Católica, Departamento de Psicología. Av.
Universitaria 1801, San Miguel, Lima 32. Correo electrónico: cchau@pucp.edu.pe

43
Cecilia Chau y Haydeé Oblitas

(2) to investigate the determinants of non-problematic and problematic alcohol


use among Peruvian university students, looking for characteristics of the social
context and the psychosocial variables which mediate their influence. More
specifically, we were interested in exploring the patterns of alcohol use among
university students in Peru in terms of their frequency and quantity of drinking,
problematic consumption and explore the differences between male and female
students and students belonging to various socioeconomic levels in Peru.

INTRODUCCIÓN
Durante los últimos veinte años se ha registrado en los países desarrollados
un alto grado de preocupación por el aumento de la disponibilidad de diversas
sustancias psicoactivas y el incremento de los problemas sanitarios y legales
derivados de su consumo. Sin embargo, los profesionales vinculados al estudio
de las conductas adictivas, consideran que es absolutamente necesario volver a
prestar atención a la problemática generada por el alcohol.

La ingesta excesiva de bebidas alcohólicas en población universitaria ha


sido objeto de diversos estudios en prácticamente todos los continentes. Tales
investigaciones comenzaron a mediados de los años setenta en los países
industrializados, posteriormente, a partir de 1980, diferentes estudios revelaron los
altos niveles de consumo y los problemas asociados a su abuso en los estudiantes
universitarios (O’Coneell y Patterson, 1989).

Las investigaciones sobre el consumo de sustancias psicoactivas, incluido el


alcohol, llevadas a cabo en nuestro medio, que abarcan la población total, comenzaron
a realizarse a finales de la década de los setenta, sin diferenciar grupos específicos.

En los últimos estudios realizados por CEDRO (1993, 1997, 2006) se observa un
patrón de consumo que se caracteriza por el uso generalizado de bebidas alcohólicas,
seguidas por el tabaco; y, según Saavedra (1997), en el Perú el alcoholismo constituye
la principal dependencia a sustancias psicoactivas, que produce los mayores estragos,
tanto a nivel personal y familiar, como social y comunitario.

Cabe señalar que las investigaciones sobre el fenómeno de uso de drogas en


el Perú son principalmente de corte epidemiológico (Jutkowitz, Arellano, Castro
De La Mata, Davis, Elinson, Jerí, Shaycoft y Timaná, 1987; Ferrando, 1990,
1991; CEDRO, 1993, 1997), realizadas en población general de 12 a 50 años.

44
Características del consumo de bebidas alcohólicas en estudiantes universitarios.

Además, se han hecho estudios en población escolar (Sotomayor, 1976; Huamán,


Tueros y Villanueva, 1983; León, Ugarriza y Villanueva, 1989; Villanueva,
1989a; Ferrando, 1992; Villanueva, 1996).

Se han realizado algunos trabajos en grupos específicos, como los


universitarios. El estudio realizado pro la Mesa de trabajo de universidades para la
prevención de consumo de drogas (2005) encontró que el consumo de alcohol es
de 90% para la población universitaria y sólo un 10% indicó no haber consumido
al momento de ser encuestados. No se hallaron diferencias en el consumo por tipo
de universidad o sexo.

Los aspectos psicológicos relacionados al consumo de bebidas alcohólicas,


entre los universitarios como grupo específico han sido poco estudiados. Es
por ello que surgió el interés de investigar y conocer las características de estos
jóvenes, que entre los de 19 y 24 años reportan uso actual de 54.5% y reciente
del alcohol en un 28.5%, siendo la prevalencia de vida del alcohol mayor en los
hombres que en las mujeres (CEDRO, 2006).

OBJETIVOS DEL ESTUDIO


Los objetivos principales de este estudio fueron dos: primero, obtener una
descripción detallada de los patrones generales de consumo de alcohol en estudiantes
universitarios y en subgrupos (de los mismos) establecidos por género y nivel
socioeconómico (NSE); segundo, investigar los determinantes del uso problemático
y no problemático de alcohol entre estudiantes universitarios peruanos.

Específicamente, el interés estuvo en explorar los patrones de consumo de


alcohol entre estudiantes universitarios peruanos en función de su frecuencia,
cantidad y uso problemático del mismo; así como en explorar las diferencias
entre estudiantes hombres y mujeres y por nivel socioeconómico.

La presente investigación se desarrolló como un estudio descriptivo/


correlacional que buscó establecer las posibles asociaciones entre el consumo de
bebidas alcohólicas y las variables socio demográficas.

El nivel de la investigación fue descriptivo porque buscó especificar


las propiedades importantes de los universitarios consumidores de bebidas
alcohólicas (Hernández, Fernández y Baptista, 1997). Además, la investigación

45
Cecilia Chau y Haydeé Oblitas

fue correlacional ya que más allá de describir las variables de manera individual,
se identificó el grado de relación existente entre dos variables y luego se analizó
dicha correlación. Es decir, se pudo apreciar el comportamiento de una variable
a partir del comportamiento de otra variable relacionada (Hernández et al., 1997
y Van Dalen y Meyer, 1983).

PARTICIPANTES
Participaron en este estudio 1,171 estudiantes hombres y mujeres
matriculados en una de tres universidades de Lima: una pública y dos privadas.
Debido a la falta de datos completos en algunos casos, la muestra se redujo a
1,081 casos válidos.

La muestra estuvo conformada por 558 hombres (51.6%) y 523 mujeres


(48.4%). Sus edades fluctuaron entre los 15 y los 24 años de edad, con una
media de 19 años (DS = 1.81). Casi la mitad de los participantes estuvieron
matriculados en la universidad pública (46.9%), mientras que los participantes
de las dos universidades privadas conformaron el 29.4% y el 23.7% restante
(ver Tabla 1). La mitad de los participantes (51.0%) fueron estudiantes de los
primeros años de la universidad; de ellos, el 28.8% cursaban el primer semestre y
el 22.2% el segundo. Los estudiantes restantes estaban matriculados en diversas
especialidades que incluyeron psicología (22.3%), derecho (13.2%), comunicación
(10.7%), estadística (7.5%), matemáticas (7.4%), ingeniería industrial (7.0%), y
educación 6.8%). Casi todos los participantes eran solteros y la mayoría vivían
con sus padres (99%).
Tabla 1
Características demográficas de la muestra (media, frecuencias y porcentajes).
Característica General Hombres Mujeres
(N = 1081) (n = 558) (n = 523)

Edad
M 19.25 19.41 19.07
SD 1.81 1.89 1.70
NSE
Alto 182 (34.8%) 199 (35.7%) 182 (34.8%)
Medio 190 (36.3%) 172 (30.8%) 190 (36.3%)
Bajo 151 (28.9%) 187 (33.5%) 151 (28.9%)
Universidad
Pública 507 (46.9%) 258 (46.2%) 249 (47.6%)
Privada Uno 256 (23.7%) 119 (21.3%) 137 (26.2%)
Privada Dos 318 (29.4%) 181 (32.4%) 137 (26.2%)

46

† Fuente: “Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar de Perú, 2005” DEVIDA – MINEDU.
Características del consumo de bebidas alcohólicas en estudiantes universitarios.

Todos los participantes vivían en Lima, principalmente en los distritos de


Santiago de Surco (10.3%), La Molina (7.4%), San Juan de Lurigancho (6.8%),
San Martín de Porras (5.9%), San Miguel (5.2%), San Borja (5.1%) y Los Olivos
(4.5%).

Considerando los niveles socioeconómicos (NSE), más de la mitad de


los estudiantes de la universidad pública perteneció al NSE bajo (55.0%), con
solo pequeños grupos pertenecientes al nivel medio (26.0%) y alto (18.9%).
En cambio, en las universidades privadas, solo una pequeña minoría de los
estudiantes perteneció al NSE bajo. En la Universidad Privada Uno, más de la
mitad (55.9%) de los estudiantes participantes provino del nivel alto, el 35.5%
del nivel medio y solo el 8.6% del bajo. En la Universidad Privada Dos, el 44.7%
de los participantes perteneció al NSE alto, el 43.7% al medio y el 11.6% al nivel
bajo. Esta es una asociación significativa entre NSE y el tipo de universidad (χ2
(4) = 268.624, p < .001). Sin embargo, en el grupo total, las tres clases sociales
(baja, media, alta) estuvieron casi equitativamente representadas en la muestra.

INSTRUMENTOS
Datos sociodemográficos
Para obtener información sobre las características sociodemográficas de
los estudiantes, se utilizó un cuestionario que incluyó preguntas sobre género,
edad, estado civil, lugar de residencia, y año en que iniciaron sus estudios
universitarios. Además, se le preguntó a los sujetos sobre el número de semestres
que habían estudiado en la universidad, si habían repetido cursos, el número de
cursos repetidos y la nota promedio en el último semestre.

El nivel socioeconómico fue determinado mediante una fórmula que calcula


las características sociales y económicas elegida por Apoyo Opinión y Mercado
(APOYO) y aprobada por la Asociación Peruana de Empresas de Investigación
de Mercados (APOYO, 2002). La determinación del nivel socioeconómico se
basó en las siguientes variables: educación y actividad principal del o de la cabeza
de familia y su esposa(o), las características de la casa en la que vive la familia
(número de habitaciones, tipo de casa, material principal de la construcción) y las
conexiones eléctricas de la misma. Apoyo Opinión y Mercado es nacionalmente
reconocida como el estándar para muestras e investigaciones que incluyen
diferentes niveles socioeconómicos. Para Lima, estos nivel son agrupados en alto

47
Cecilia Chau y Haydeé Oblitas

(A1), medio alto (A2), medio típico (B1), medio bajo (B2), bajo emergente (C1),
bajo típico (C2), pobre o bajo (D) y extremadamente pobre o muy bajo (E).

Para este estudio, las categorías basadas en el criterio de APOYO fueron


reunidas en tres grupos que representaron el NSE bajo (C1 y C2), medio (grupos
B1 y B2) y alto (grupos A1 y A2), respectivamente. Esta clasificación fue
confirmada con información proveniente de los departamentos de sistemas de las
tres universidades participantes.

Consumo de alcohol de los pares


Para medir el uso de alcohol de los pares, se utilizaron dos ítems: uno que
pedía la frecuencia de consumo de alcohol con su mejor amigo y el otro que pedía
la frecuencia de consumo de alcohol con su mejor amiga. Ambos ítems podían
responderse utilizando las siguientes alternativas: 1 = nunca, 2 = una vez al mes,
3 = 2-3 veces al mes, 4 = una vez a la semana, 5 = 2-3 veces a la semana, 6 = 4-5
veces a la semana, 7 = todos los días, 8 = no sé.

Consumo de alcohol de los padres


Para medir el consumo de alcohol de los padres, se solicitó a los participantes
que indicaran la frecuencia de consumo de alcohol de su madre y padre, un
ítem para cada uno. Los ítems podían ser respondidos utilizando las siguientes
alternativas: 1 = nunca, 2 = una vez al mes, 3 = 2-3 veces al mes, 4 = una vez a
la semana, 5 = 2-3 veces a la semana, 6 = 4-5 veces a la semana, 7 = todos los
días, 8 = no sé.

Consumo de alcohol en la muestra


Para evaluar el consumo de alcohol y el consumo de alcohol problemático se
utilizó un cuestionario con ítems obtenidos de la Encuesta Nacional realizada en
Perú por CEDRO (1997), de la Encuesta de Factores Psicosociales relacionados
con el Uso de Alcohol en Adolescentes de Educación Superior utilizada por Chau
(1993) y de la Encuesta sobre Consumo de Alcohol de Windle (Windle, 1996;
Windle y Windle, 1996; OMS, 1994). Secciones de este instrumento también
fueron utilizados en Lima con estudiantes universitarios entre los 17 y los 29
años (Chau, 1998).

48
Características del consumo de bebidas alcohólicas en estudiantes universitarios.

Este instrumento es una encuesta de auto administración que es respondida


anónimamente pero que se puede aplicar en una sesión grupal. Las preguntas
miden la cantidad y frecuencia (1= nunca, 2 = menos de una vez al mes, 3 =
mensualmente, 4 = semanalmente, 5 = diariamente) de consumo de alcohol en
los últimos seis meses. Ambas preguntas fueron hechas por separado para el
consumo de alcohol durante la semana (de Lunes a Viernes) y durante los fines
de semana (de Viernes a Domingo). Además, los estudiantes fueron preguntados
sobre la clase de bebidas alcohólicas y las condiciones (lugar y compañía) en las
que el alcohol fue consumido en cada ocasión.

Con el fin de evaluar el consumo problemático, se le preguntó a la muestra sobre


la frecuencia con la que se consumió en exceso, definido el exceso por cinco o más
bebidas alcohólicas consumidas por sesión. Además, una escala fue administrada
para medir la frecuencia de problemas relacionados con el alcohol durante los
últimos 6 meses. Esta escala contenía una lista de 13 problemas relacionados con el
alcohol adaptado por Windle (1996) que fueron seleccionados de estudios previos
y por su consistencia con los criterios diagnósticos del DSM-IV (Asociación
Psiquiátrica Americana, 1994). Ejemplos de estos ítems son: problemas con
amigos, con miembros de la familia, con profesores o autoridades legales debido
al consumo de alcohol; clases perdidas; cursos perdidos y arrepentimiento el día
posterior al consumo. Así mismo, se le pidió a los participantes que indicaran la
frecuencia con la que estos problemas ocurrían en una escala Likert de 5 puntos
que fluctuaban desde (0) nunca (no sucedió en los últimos 6 meses); (1) (1-2 veces
en los últimos seis meses); (2) algunas veces (3-5 veces en los últimos seis meses);
(3) a menudo (6-10 veces en los últimos seis meses) y (4) frecuentemente (más de
10 veces en los últimos seis meses). Contrariamente a Windle (1996), no se utilizó
este instrumento para obtener una tipología del bebedor debido a que es difícil
clasificar a los adolescentes como adictos o no adictos. Sin embargo, en función
a los patrones de consumo de alcohol durante los últimos seis meses que podían
identificarse mediante estas escalas, pudimos diferenciar entre no consumidores de
alcohol, bebedores riesgosos y bebedores no riesgosos.

RESULTADOS
Uso de alcohol en la muestra total
Para los fines de este estudio, el consumo actual de bebidas alcohólicas fue
definido como el auto reporte de uso de las mismas durante los últimos seis meses

49
Cecilia Chau y Haydeé Oblitas

antes de participar en la investigación. El 82.2% de los estudiantes reportaron


haber consumido alcohol siendo mayor el porcentaje de hombres (89.1%)
que de mujeres (74.8%) (ver Tabla 2). La asociación entre estas variables fue
significativa (X2 (1, N = 1081) = 37.68, p < .001).

Tabla 2
Frecuencia de estudiantes que usaron bebidas alcohólicas en los últimos seis.

Total Hombres Mujeres


Uso de alcohol N % n % n %

Sí 888 82.15 497 89.07 391 74.76


No 193 17.85 61 10.93 132 25.24

Total 1081 100% 558 100% 523 100%

Los resultados indicaron que durante los días de semana (de lunes a jueves)
los estudiantes beben, de manera frecuente entre 1 ó 2 bebidas alcohólicas (b.a)
(58.8%) ó 3 a 4 (18.9%) por día. La cantidad se incrementa durante los fines
de semana, donde un 37% consume entre 1 o 2 bebidas alcohólicas el 19.8%
entre 3 ó 4 el 15% 5, el 14.2% 6 b.a , y el 14.2% consume entre 7 u 8 bebidas
alcohólicas.

Los jóvenes reportan beber siempre en compañía de otros (99%); por


ejemplo fiestas o reuniones, discotecas o pubs, en casa de amigos y en sus casas.
La mayoría de los participantes utilizan también otras sustancias tales como
tabaco (47%), marihuana (9.1%), cocaína (2%), XTC (0.8%) o pasta básica de
cocaína (0.6%).

La bebida favorita entre los estudiantes universitarios es la cerveza (57.8%),


seguida por los licores (whisky, ron, vodka, etc.; 20.3%), vino (10.5%), y otros
(3.2%). Más de uno de diez estudiantes (8.3%) prefiere más de un tipo de bebida
alcohólica (ver Tabla 3). La cerveza es más popular entre los hombres (65.3%)
que entre las mujeres (48.3%), mientras que el vino y el licor son más preferidos
por las mujeres (21.5% y 16.3%) que por los hombres (19.3% y 5.9%). La
asociación entre género y preferencia de bebida alcohólica es significativa: (X2
(4) = 40.58, p < .001). Por otro lado, no se encontraron diferencias significativas
entre el NSE y el tipo de bebida alcohólica (X2 (8, N = 857) = 7.61, n.s.) (ver
Tabla 4).

50
Características del consumo de bebidas alcohólicas en estudiantes universitarios.

Tabla 3
Tipo de bebida alcohólica preferida en función al género.

Mujer Hombre Total


Tipo de bebida alcohólica N % n % n %

Cerveza 184 48.29 311 65.34 495 57.76


Vino 62 16.27 28 5.88 90 10.50
Licores 82 21.52 92 19.33 174 20.30
Otros 19 4.99 8 1.68 27 3.15
Más de una 34 8.92 37 7.77 71 8.28

Total 381 100 476 100 857 100


Nota. 224 casos perdidos (20.7 %).

Tabla 4
Tipo de bebida alcohólica preferida en función al NSE.
Tipo de bebida
Bajo Medio Alto Total
Alcohólica
Cerveza 119 (55.61%) 178 (57.23%) 198 (59.64%) 495 (57.76%)
Vino 27 (12.62%) 27 (8.68%) 36 (10.84%) 90 (10.50%)
Licores 41 (19.16%) 68 (21.86%) 65 (19.58%) 174 (20.30%)
Otros 11 (5.14 %) 8 (2.57%) 8 (2.41%) 27 (3.15%)
Más de una 16 (7.48%) 30 (9.65%) 25 (7.53%) 71 (8.28%)

Total 214 (100%) 311 (100%) 332 (100%) 857 (100%)


Nota. 31 casos perdidos (3.5%).

Uso de bebidas alcohólicas en diferentes universidades


Se encontró relación significativa entre el uso de alcohol y la Universidad
(X2 (2, N = 1081) = 133.39, p < .001); es decir que los estudiantes de universidades
estatales no beben tan frecuentemente (32.2% versus 6.3% y 4.4%) como los de las
universidades particulares, ya que casi todos los estudiantes de las universidades
privadas beben (93.8% y 95.6%, respectivamente, ver Tabla 5).
Tabla 5
Uso de alcohol en función a la universidad.

Universidad

Uso de alcohol Privada Uno Privada Dos Estatal Total

No 16 (6.25%) 14 (4.40%) 163 (32.15%) 193 (17.85%)


Sí 240 (93.75%) 304 (95.60%) 344 (67.85%) 888 (82.15%)

Total 256 (100%) 318 (100%) 507 (100%) 1081 (100%

51
Cecilia Chau y Haydeé Oblitas

Tabla 6
Tipo de bebida alcohólica en función a la universidad.

Universidad
Tipo de bebida
Alcohólica Privada Uno Privada Dos Estatal Total

Cerveza 144 (60.50%) 180 (62.94%) 171 (51.35%) 495 (57.76%)


Vino 10 (4.20%) 30 (10.49%) 50 (15.02%) 90 (10.50%)
Licores 52 (21.85%) 53 (18.53%) 69 (20.72%) 174 (20.30%)
Otras 5 (2.10%) 5 (1.75%) 17 (5.11%) 27 (3.15%)
Más de una 27 (11.34%) 18 (6.29%) 26 (7.81%) 71 (8.28%)

Total 238 (100%) 286 (100)% 333 (100%) 857 (100%)

Nota. 31 casos perdidos (3.5%).

El tipo de bebida alcohólica preferida también es diferente entre las tres


universidades (X2 (8, N = 857) = 31.02, p < .001) (ver tabla). Los estudiantes de
las universidades privadas beben cerveza (60.5% y 62.9%) más frecuentemente
que los de la Universidad pública (51.4%); mientras que los estudiantes de la
Universidad pública beben vino más frecuentemente (15.0%) que los estudiantes
de las universidades privadas (4.2% y 10.5%) (ver Tabla 6)

Uso de alcohol en diferentes grupos de edad


No se encontraron diferencias significativas por grupos de edad en ninguno
de los aspectos explorados sobre el consumo de bebidas alcohólicas.

Beber problemático
Para evaluar la presencia del bebedor problemático utilizamos el criterio de
beber excesivamente y el número de problemas generados por el consumo.

Bebedor excesivo
Este tipo de consumo fue medido considerando tres aspectos: (a) frecuencia
de binge drinking; (b) frecuencia de incapacidad para detenerse; y (c) frecuencia
de consumo hasta embriagarse. Las respuestas fueronevaluadas desde, “nunca”
hasta “diariamente”. Sin embargo, debido al pequeño número de sujetos que
reportaron la opción semanal y diariamente, éstas categoría fueron eliminadas.

52
Características del consumo de bebidas alcohólicas en estudiantes universitarios.

Con relación a binge drinking (operacionalizado como 5 o más bebidas


consumidas en una sola ocasión), más de un tercio de los participantes reportaron
haber vivido esta experiencia en los últimos seis meses (37.8; 9.4% en el ultimo
mes, y 3.8% semanalmente). Se hallaron diferencias significativas entre hombres
y mujeres; la mayoría de ellas (59.6%) no había presentado esta conducta,
mientras que la mayoría de estudiante hombres sí lo había hecho (41.3%). De
aquéllos que tienen esta conducta, los hombres lo hacen más frecuentemente que
las mujeres; una vez al mes (13.7% versus 4.8%) o semanal o diariamente (5.9%
versus 1.6%) (ver Tabla 7).
Tabla 7
Frecuencia de Binge Drinking en función al género.

Frecuencia Mujeres Hombres Total

Nunca 308 (59.57%) 214 (39.12%) 522 (49.06%)


Una vez en los últimos 6m. 176 (34.04%) 226 (41.32%) 402 (37.78%)
Mensual 25 (4.84%) 75 (13.71%) 100 (9.40%)
Seminal y diariamente 8 (1.55%) 32 (5.85%) 40 (3.76%)

Total 517 (100%) 547 (100%) 1064 (100%)

Nota. 17 casos perdidos (1.6%).

La mayoría de estudiantes (75.1%) reportó que nunca había estado en la


situación de ser incapaz para dejar de beber. Sin embargo, uno de cada cinco
estudiantes (19.3%) había experimentado esto al menos una vez en los últimos
seis meses, 4.3% lo experimentó cada mes y 1.3% seminal o diariamente. Aquí
también se hallaron diferencias significativas entre hombres y mujeres (X2 (3, N
= 1064) = 46.57, p < .001). En la tabla se observa que el porcentaje de estudiantes
que nunca ha tenido la experiencia de “incapacidad de detenerse” es mayor entre
las mujeres (83.9%) que entre los hombres (66.7%) (ver tabla 8).
Tabla 8
Frecuencia de “no ser capaz de detenerse en beber”.

Frecuencia Mujeres Hombres Total

Nunca 434 (83.95%) 365 (66.73%) 799 (75.09%)


Una vez en los últimos 6m. 70 (13.54%) 135 (24.68%) 205 (19.27%)
Mensual 12 (2.32%) 34 (6.22%) 46 (4.32%)
Semanal y diariamente 1 (0.19%) 13 (2.38%) 14 (1.32%)

Total 517 (100%) 547 (100%) 1064 (100%)

Nota. 17 casos perdidos (1.6%).

53
Cecilia Chau y Haydeé Oblitas

Asimismo, un tercio de los participantes reportó nunca haber bebido para


embriagarse; mientras que para el 26.9% esto sí se dio en los últimos seis meses,
el 4.2% lo reportó mensualmente y el 2.0% semanal y diariamente. Nuevamente
se encontró diferencias significativas entre hombres y mujeres (X2 (3, N = 1064)
= 43.04, p < .001) (ver Tabla 9).

Tabla 9
Frecuencia de beber para embriagarse.

Frecuencia Mujeres Hombres Total

Nunca 394 (76.21%) 318 (58.14%) 712 (66.92%)


Una vez en los últimos 6m. 104 (20.12%) 182 (33.27%) 286 (26.88%)
Mensual 16 (3.09%) 29 (5.30%) 45 (4.23%)
Semanal y diariamente 3 (0.58%) 18 (3.29%) 21 (1.97%)

Total 517 (100%) 547 (100%) 1064 (100%)

Problemas causados por beber


Para evaluar los problemas causados por beber, se consideraron tres preguntas:
consecuencias de beber, problemas interpersonales y posibles indicadores de
abuso. Estos eventos fueron identificados de la lista de problemas relacionados
con el uso de bebidas alcohólicas elaborada por Windle (1996) y adaptada por
Chau (1998) para una muestra de estudiantes universitarios peruanos. El 66.4%
de estudiantes reportó no presentar problemas ; 28% identificó un problema;
4.3% dos y 1.3% tres problemas. Las diferencias entre hombres y mujeres fue
significativa (X2 (5, N =1081) = 45.81, p < .001), en el sentido de que los hombres
reportaron más problemas (Tabla 10).
Tabla 10
Número de problemas como consecuencia de beber en función al género.
Género
Número de Mujeres Hombres Total
Problemas (n = 523) (n = 558) (N = 1081)

0 390 (74.57%) 328 (58.78%) 718 (66.42%)


1 125 (23.90%) 178 (31.90%) 303 (28.03%)
2 6 (1.15%) 40 (7.17%) 46 (4.26%)
3 2 (0.38%) 12 (2.15%) 14 (1.30%)

Total 523 (100%) 558 (100%) 1081 (100%)

54
Características del consumo de bebidas alcohólicas en estudiantes universitarios.

La mayoría de los participantes no reportó problemas interpersonales


(73.5%) como resultado de beber. Se hallaron diferencias significativas en esta
variable y en la variable género (X2 (5, N = 1081) = 31.70, p < .001), siendo los
hombres quienes reportaron estos problemas (Tabla 11).
Tabla 11
Número de problemas interpersonales relacionados al uso de alcohol.
Género
Número de Mujeres Hombres Total
Problemas (n = 523) (n = 558) (N = 1081)

0 418 (79.92%) 377 (67.56%) 795 (73.54%)


1 81 (15.49%) 107 (19.18%) 188 (17.39%)
2 22 (4.21%) 58 (10.39%) 80 (7.40%)
3 2 (0.38%) 16 (2.87%) 18 (1.67%)

Total 523 (100%) 558 (100%) 1081 (100%)

Lo mismo se aplica para los problemas relacionados con el abuso de alcohol


(X2 (7, N = 1081) = 90.77, p < .001) (Tabla 12 ), aunque en este caso, el número
de estudiantes que reportaron estos problemas es mayor (61.8%).
Tabla 12
Número de problemas relacionados a la conducta de abuso.
Número de Género
Problemas Mujeres Hombres Total

0 267 (51.05%) 146 (26.16%) 413 (38.21%)


1 96 (18.36%) 106 (19.00%) 202 (18.69%)
2 71 (13.58%) 129 (23.12%) 200 (18.50%)
3 47 (8.99%) 87 (15.59%) 134 (12.40%)
4 31 (5.93%) 41 (7.35%) 72 (6.66%)
5 5 (0.96%) 35 (6.27%) 40 (3.70%)
6 5 (0.96%) 12 (2.15%) 17 (1.57%)
7 1 (0.19%) 2 (0.36%) 3 (0.28%)

Total 523 (100%) 558 (100%) 1081 (100%)

La diferencia entre el número de problemas reportado por hombres (M =


2.87, SD = 2.64) y mujeres (M = 1.60, SD = 2.12) es estadísticamente significativa
(t (1079) = -8.66, p < .001). Sin embargo, debe ser mencionado que en general,
el número de problemas reportados es bajo si se considera que la lista incluía 13
opciones.

55
Cecilia Chau y Haydeé Oblitas

Correlaciones
En este punto de la investigación vamos a revisar las variables que se asocian
al consumo de bebidas alcohólicas: sexo, NSE, consumo del padre y de la madre,
así como de los mejores amigos. En este caso, el N = 888, incluyó solo a los que
reportaron consumo de bebidas alcohólicas

a) Género y uso de alcohol


Como antes fue mencionado, el auto reporte de uso de bebidas alcohólicas
durante los últimos seis meses fue significativamente más alto para los estudiantes
varones (89.1%) que par a las mujeres (74.8%) (X2 (1, N = 1081) = 37.68, p < .001).
Esta diferencia es consistente con los hallazgos de otros estudios epidemiológicos
realizados en el Perú (Castro de la Mata & Zavaleta, 2004, 2006). Además, el
uso excesivo de alcohol (binge drinking, ser incapaz de detenerse, y beber para
embriarse) fue mayor entre los hombres que entre la mujeres, así como también el
número de problemas reportados como resultado de beber y abusar del alcohol.

b) NSE y frecuencia de consumo


No se hallaron diferencia significativas en el consumo durante los días de la
semana en función al NSE (X2 (4, N = 888) = 6.86, n.s.). Sin embargo, cuando se
observó el consumo durante el fin de semana, se hallaron diferencias significativas
entre los grupos divididos por el NSE (X2 (6, N = 869) = 49.09, p <.001). Así se
encontró que los estudiantes del NSE bajo (13.6%) reportaron que nunca beben
durante el fin de semana, como opuesto al 3.5% del NSE medio y 3.3% del nivel
alto. También se encontró que hay (relativamente) más estudiantes del nivel bajo que
del medio y alto que beben solo un día durante el fin de semana. En contraste, más
estudiantes del nivel alto beben más días durante los fines de semana (Tabla 13 ).
Tabla 13
Frecuencia de uso de alcohol durante los fines de semana en función al NSE.
Frecuencia Bajo Medio Alto Total

Nunca 30 (13.57%) 11 (3.54%) 11 (3.26%) 52 (5.98%)


Un día 162 (73.30%) 215 (69.13%) 220 (65.28%) 597 (68.70%)
Dos días 22 (9.95%) 69 (22.19%) 81 (24.04%) 172 (19.79%)
Tres días 7 (3.17%) 16 (5.14%) 25 (7.42%) 48 (5.52%)

Total 221 (100%) 311 (100%) 337 (100%) 869 (100%)


Nota. 19 casos perdidos (2.1%).

56
Características del consumo de bebidas alcohólicas en estudiantes universitarios.

Por otro lado, no se hallaron diferencias significativas en el número de


bebidas consumidas durante el fin de semana (X2 (8, N = 769) = 17.40, n.s.)

c) Consumo de los padres


Para investigar este aspecto se consideró el consumo de la madre y el padre
de forma separada.

Los resultados indicaron asociaciones significativas entre el uso de bebidas


alcohólicas de los estudiantes y el consumo de sus padres (X2 (1, N = 1007) =
7.93, p <.01). De los estudiantes cuyo padre bebe, el 85.4% también bebe; este
porcentaje es más bajo (78.4%) cuando el padre no usa alcohol (ver Tabla 14)
Tabla 14
Consumo del padre y uso de alcohol de los estudiantes.
Uso de alcohol del padre
Uso de alcohol No Sí Total
estudiantes

No 80 (21.56%) 93 (14.63%) 173 (17.18%)


Sí 291 (78.44%) 543 (85.38%) 834 (83.22%)

Total 371 (100%) 636 (100%) 1007 (100%)


Nota. 74 casos perdidos (6.8%).

Un hallazgo similar fue encontrado en el caso de la madre. Existe asociación


entre las variables (X2 (1, N = 1050) = 22.11, p <.001), lo cual implica que si la
madre consume, los estudiantes tienen mayor probabilidad de beber (89.9%),
comparados con aquellos quienes reportaron que la madre no consume (78.3%).
(Tabla 15).
Tabla 15
Consumo del padre y uso de alcohol de los estudiantes.
Uso de alcohol de la madre
Uso de alcohol No Sí Total
estudiantes

No 150 (21.71%) 36 (10.03%) 186 (17.71%)


Sí 541 (78.29%) 323 (89.97%) 864 (82.29%)

Total 691 (100%) 359 (100%) 1050 (100%)


Nota. 31 casos perdidos (2.9%).

57
Cecilia Chau y Haydeé Oblitas

No se encontraron asociaciones entre la frecuencia de uso de bebidas


alcohólicas durante los fines de semana y el consumo de la madre (X2 (2, N =
864) = 0.38, n.s.) o del padre (X2 (2, N = 834) = 4.07, n.s.)

d) Consumo de los amigos


Una amplia mayoría de quienes beben alcohol (93.8%) reportaron que sus
mejores amigos también lo hacen. Para el caso de las mejores amigas mujeres el
porcentaje fue algo mas bajo, (76.0%). Los resultados de la prueba Chi-cuadrado
nos muestran asociaciones significativas (X2 (1, N = 1065) = 98.81, p < .001);
esto querría decir que el uso de los mejores amigos/as mujeres sí influye.

DISCUSIÓN
Esta investigación fue diseñada para examinar los predictores de la conducta
de beber en una muestra de estudiantes universitarios en Lima usando un estudio
correlacional.

Los reportes recientes de las diferentes agencias en los Estados Unidos y


las publicaciones de varias revistas académicas llaman la atención del excesivo
consumo de bebidas alcohólicas entre los universitarios y los problemas
relacionados a su uso (Del Boca, Darkes, Greenbaum y Goldman, 2004). Esto
también se aplica a Perú, donde los estudios a nivel nacional han mostrado una
alta prevalencia de vida y uso actual (últimos 30 días) entre las edades de 18 a 24
años. La prevalencia de vida y el consumo de alcohol también están relacionados
con el nivel educativo; es decir, los estudiantes de nivel más alto, reportaron una
mayor frecuencia en el uso de alcohol (Castro de la Mata y Zavaleta, 2002, 2004).
Así mismo, estudios epidemiológicos recientes mostraron que la prevalencia de
vida del uso de alcohol en un grupo de adolescentes entre los 12 y los 18 años es
de 61.6%, mientras que ascendió a 94.1% en un grupo entre los 19 y los 24 años
(Castro de la Mata y Zavaleta, 2004).

Además, al investigar los factores que determinan el uso de alcohol, el


estudio también indagó sobre el consumo riesgoso. A pesar de la dificultad para
determinar este tipo de consumo por edades, se logró identificar información
importante. En el estudio de Chau (1998), el 22% de los estudiantes universitarios
pudieron clasificarse como bebedores problemáticos de acuerdo a la tipología
planteada por Windle (Windle, 1996). Por lo tanto, aparentemente, algunos

58
Características del consumo de bebidas alcohólicas en estudiantes universitarios.

universitarios podrían presentar un patrón de consumo que podría ser dañino


para su salud aún cuando continúen estudiando. Desde el punto de vista de la
prevención, sería importante no sólo conocer la prevalencia del consumo riesgoso,
sino también conocer aquellos factores que influyen en este tipo de consumo
según grupos etáreos.

Un significativo cuerpo de investigación dentro de la psicología del desarrollo


ha indicado que los adolescentes deben enfrentar diferentes retos y demandas
que son propios de su edad (Papalia et al, 2001). Los adolescentes tardíos que
ya están estudiando en la universidad, deben hacerse cargo de diferentes tareas
típicas de su ambiente. Además deben construir una identidad íntegra, que se
fortalezca a partir de un proceso de diferenciación de su familia de origen. La
adolescencia tardía se considera un momento clave en la vida para definir un
proyecto para el futuro personal (Lalueza y Crespo, citado en Perinat, 2003). Al
mismo tiempo, estos adolescentes deben hacer frente a varias demandas sociales
que surgen de su vida universitaria.

Patrones de consumo en los estudiantes universitarios


peruanos
Para describir los patrones de consumo de los estudiantes peruanos en este
estudio, primero se consideró la prevalencia de uso de alcohol en los últimos
seis meses anteriores al muestreo. Este indicador dio el porcentaje de individuos
que habían usado bebidas alcohólicas y que consecuentemente, mostraron una
disposición positiva hacia el consumo de alcohol.

La mayor parte de esta muestra (82.15%) estuvo conformada por estudiantes


que consumen bebidas alcohólicas. Como se mencionó previamente, esto está
relacionado con la etapa de vida por la que ellos están atravesando: la adolescencia
tardía es un periodo en el que la socialización, debido a los ritos de iniciación tanto
para acceder a la adultez como a la vida universitaria, favorecen el consumo de
alcohol y/o drogas (Berkowitz y Perkins, 1986; Saltz y Elandt, 1986; Stenmark,
Walfish y Brennan, 1981, citado en Miller, Turner y Marlatt, 2001; Chau y Van
den Broucke, 2005; Del Boca et al., 2004). Aunque el alcohol es una droga
peligrosa que causa mayor cantidad de casos de adicción que cualquier otra droga
(10.6%, DEVIDA, 2003) e incrementa significativamente el riesgo de accidentes
debido a sus efectos psicotrópicos; su naturaleza social refuerza su consumo y los
usuarios reportan dicho consumo libremente.

59
Cecilia Chau y Haydeé Oblitas

El uso del alcohol entre los estudiantes de la muestra fue más alto en los
fines de semana que durante los días laborables. Esto coincide con los hallazgos
de otros estudios que señalan que, a diferencia de lo que ocurre en muchos países
europeos donde el consumo de alcohol es un fenómeno diario (por ejemplo, al
beber vino o cerveza para acompañar las comidas), el consumo de alcohol en el
Perú se concentra en los fines de semana y en reuniones o fiestas. (Castro de la
Mata y Zavaleta; Grupo de Opinión Pública de la Universidad de Lima, GOP,
2004); lo que refleja un patrón encontrado en otros países de América Latina.

La bebida alcohólica más consumida por los jóvenes de esta muestra fue la
cerveza (57.76%). Ello es consistente con los últimos hallazgos de GOP (2004)
que reportó que la cerveza fue preferida por el 56.1% de su muestra. También
es consistente con el aumento reportado entre 1960 y 1990 en muchos países
de Sudamérica (OMS, 1994; Weltin, 2002) y específicamente en Perú (Rojas y
Castro de la Mata, 1999, Castro de la Mata y Zavaleta, 2002, 2004). Es importante
remarcar que las políticas publicitarias restringen los avisos comerciales de
licores pero no imponen las mismas condiciones para la cerveza. Por el contrario,
el consumo de cerveza es promovido por campañas de marketing que asocian
la cerveza con deportes y tiempo libre; confirmando así los hallazgos de dos
estudios previos sobre el uso de alcohol en jóvenes (Chau, 1993, 1998) en el
que se halló que los adolescentes utilizan el alcohol acompañado de cigarrillos
(47%). Una asociación similar fue encontrada por Castro de la Mata y Zavaleta
(2002, 2004) y DEVIDA (2003). Más aún, se encontró una asociación entre el
uso de alcohol y el uso de sustancias psicoactivas, principalmente la marihuana
(9.1%). Esta asociación fue especialmente prevalente entre bebedores riesgosos,
de los cuales, el 19% reportó uso de estas sustancias. Aunque las proporciones
de prevalencia difieren, estos hallazgos confirman los del reporte de GOP (2004)
que menciona una prevalencia de vida de 18.8% para el uso de sustancias ilegales
entre los estudiantes universitarios. Tal y como lo señala la literatura científica,
esta asociación entre el alcohol y el uso de drogas ilegales podría reflejar una
intensificación progresiva del consumo y una aproximación secuencial hacia
un consumo dañino y riesgoso (Thorlindsson y Vilhalmsson, 1991; Villanueva,
1989b; Kandel, 1980: Kandel, Yamaguchi, y Chen, 1992). En este camino, los
hallazgos de este estudio van en la línea del Reporte Mundial de Drogas del
2004 en el que se establece que “el consumo de cannabis tuvo un ascenso en el
periodo 2000-2002. Al contrario de las tendencias estables en Norte América, el
consumo de cannabis ha seguido ascendiendo en Sudamérica (Naciones Unidas,
2004, p.144). A pesar del consumo de cannabis, el consumo de otras sustancias

60
Características del consumo de bebidas alcohólicas en estudiantes universitarios.

psicoactivas como la cocaína, éxtasis o pasta básica de cocaína sólo fue reportado
por un pequeño porcentaje de participantes de esta muestra. Sin embargo,
estos números son nuevamente altos para los identificados como consumidores
riesgosos. Por lo tanto, debe concluirse que la asociación entre uso de alcohol y
uso de otras sustancias psicoactivas merece mayor atención y requiere un estudio
más profundo.

A pesar del consumo de alcohol, no se encontraron diferencias significativas


entre los diferentes grupos de edad representados en esta muestra. Esto también se
aplica para la prevalencia de consumo riesgoso, donde no se encontró diferencias
según grupos etáreos. Estos hallazgos parecen estar en desacuerdo con la idea
general de que el consumo de alcohol progresivo se intensifica con la edad. Sin
embargo, una posible explicación es que el rango de edad de la muestra de este
estudio es algo limitada. El promedio fue de 19 años de edad, el 64% estuvo
entre los 15 y los 19 años y los patrones de consumo suelen ser similares en esta
etapa de vida.

Es interesante también observar que el patrón de consumo es diferente entre


las diversas universidades que participaron en el estudio: los estudiantes de las
universidades privadas beben más frecuentemente y son clasificados en un mayor
porcentaje como bebedores en riesgo. Esto se debe probablemente a su nivel
socioeconómico. Como fue descrito en la muestra, los estudiantes que asisten a
las dos universidades privadas pertenecen a los niveles medio o alto y esto podría
facilitar el acceso al consumo de mayores cantidades de bebidas alcohólicas.

Se bebe mencionar también que fueron pocos los problemas reportados en


asociación con el uso de alcohol, particularmente entre el sub grupo de bebedores
no riesgosos. Esto puede ser explicado por el hecho que el uso de bebidas
alcohólicas no es considerado un problema social.

Esto está reflejado en el planteamiento de Park (2004) “…los estudiantes


experimentan una variedad de consecuencias positivas, de manera que éstas son en
muchas formas más significativas para ellos que las negativas y parecen reforzar
sus expectativas positivas sobre el alcohol. Incluso, tal y como hipotetizamos,
las consecuencias extremadamente positivas fueron reportadas como las más
influyentes en sus decisiones futuras sobre el consumo de alcohol” (p.319).

61
Cecilia Chau y Haydeé Oblitas

Resultados relacionados a los determinantes del uso de


bebidas alcoholicas
Una variable importante asociada al uso de alcohol fue el género. Si bien
ambos, chicos y chicas consumen bebidas alcoholicas, nuestros hallazgos
confirman que los hombres muestran mayor frecuencia de consumo que las
mujeres. Sin embargo, la diferencia entre ambos géneros es pequeña así como lo
muestran también otros estudios (e.g., Castro de la Mata y Zavaleta, 2002, 2004;
DEVIDA, 2003). Nuestros hallazgos reflejan la tendencia mundial. Además, los
hombres en nuestro estudio presentan más un patrón de consumo riesgoso que las
mujeres así como un mayor número de problemas asociados al consumo.

Estas diferencias en la frecuencia y patrones de consumo pueden ser


parcialmente explicadas a partir de los factores culturales, y específicamente por
los roles de género asignados en nuestro medio. En muchas culturas hispánicas,
los hombres son alentados a beber grandes cantidades de bebidas alcoholicas,
mientras que las mujeres se abstienen de ello. Sin embargo, no es la única
explicación y debemos dirigir la mirada hacia las variables mediadoras tales
como los modelos que se asocian a los hombres y mujeres en la publicidad.
Finalmente, aunque las mujeres reportaron menor consumo y menos problemas
relacionados al uso de b.a., ellas están orgánicamente más expuestas y esto debe
tenerse presente (Zernig, Saria, Kurz y O’Malley, 2000).

En relación al Nivel Socioeconómico (NSE), tanto el uso de bebidas


alcohólicas como el consumo riesgoso se encontró asociado a esta variable. El
consumo de alcohol es más bajo entre los estudiantes de menor NSE que entre los
que se ubican en el nivel medio y alto. Esto se encuentra en la línea de los hallazgos
de DEVIDA (2003) en donde se establece que se presenta un mayor riesgo de
consumo precoz del alcohol para hombres del NSE algo y medio comparados
con el NSE bajo. Similar hallazgo presenta Castro de la Mata y Zavaleta (2004)
al señalar que la prevalencia de vida es mayor para sujetos que pertenecen a los
niveles alto y medio. Resultados similares fueron encontrados para los bebedores
riesgosos: el género y el NSE parecen ser predictores significativos del uso de
bebidas alcohólicas especialmente en los fines de semana. Esto quiere decir a
más alto NSE, mayor la proporción de bebedores riesgosos.

En relación al consumo de bebidas alcoholicas por parte de los padres, más


del 50% de los estudiantes reportaron que sus padres (madre y padre) también

62
Características del consumo de bebidas alcohólicas en estudiantes universitarios.

consumían bebidas alcoholicas, siendo el consumo de las madres menor que el


de los padres.

La frecuencia y cantidad consumida por los universitarios, tanto durante los


días de semana o fin de semana no está relacionado con uso de sus padres. Este
resultado también es aplicable para los bebedores riesgosos, con la diferencia que
el consumo de la madre, está relacionado con la cantidad de bebidas alcoholicas
consumida por los universitarios en los fines de semana.

Entonces el consumo de los padres tiene una influencia en el hecho de si sus


hijos beben o no, pero no en cuánto beben.

En este sentido, el consumo de alcohol de los padres influye directamente


en el consumo de los estudiantes universitarios, a pesar que en esta etapa se
espera aumento de la autonomía y la independencia de los padres Una posible
explicación de este hallazgo sería que mientras están en la universidad, los
estudiantes continúan buscando el apoyo parental y su asistencia en tiempos
de estrés. El apoyo de los padres predice el compromiso con el desarrollo de la
carrera y la persistencia en la misma. Claramente, la relación de los estudiantes
con sus padres continúa jugando un rol promotor importante en su desarrollo y
éxito.

Con respecto a la influencia de los pares, la mayoría de estudiantes de


la muestra reportó que su mejor amigo o amiga bebe. Los estudiantes que
beben alcohol con mayor frecuencia, tienen un mejor amigo que bebe alcohol y
entre aquellos que no beben, ocurre lo mismo. Esto también se cumple para la
mejor amiga, aunque ésta asociación es menos pronunciada. La influencia del
consumo de alcohol del mejor amigo es más fuerte para la cantidad y frecuencia
de alcohol que se consume durante los fines de semana. También se observa
que los bebedores riesgosos cuentan con mayor cantidad de mejores amigos
consumidores de alcohol que los bebedores no riesgosos. En resumen, estos
resultados indican que el uso de alcohol está estrechamente relacionado con las
relaciones sociales con pares.

Este lazo puede ser explicado por la influencia de los pares como modelos
de roles en esta edad. Durante la etapa de estudios, muchas actividades sociales
ocurren en contextos de consumo de alcohol y estas interacciones podrían ser
facilitadas por el mismo. La sociabilidad que se expresa mientras se bebe puede
servir como un indicador de éxito de las relaciones con los pares y los lazos en

63
Cecilia Chau y Haydeé Oblitas

los grupos sociales. La normatividad relacionada con la edad, pone énfasis en


la importancia de las relaciones de pares, y la cultura aumenta la exposición a
normas culturales e influyen en ellos, aun cuando éstas no sean compatibles con
los valores familiares.

Los individuos que se alejan del hogar para ir a estudiar a menudo forman
parte de grupos fuertemente unidos con gente de su edad. Muchos mitos y normas
culturales apoyan el periodo de partida para iniciar los estudios universitarios;
sin embargo, las influencias de los pares no son monolíticas en su poder o
direccionalidad. Los individuos tienden a buscar y ser seleccionados por pares
que tienen las mismas metas, valores y comportamientos. (Kandel et al., 1992;
Engels, 1998). Esto concuerda con la conclusión planteada por Maisto et al
(1999) en la que “el uso de alcohol de los pares ha mostrado estar estrechamente
relacionada con el consumo de alcohol en los adolescentes” (p.141). Además
de estas consideraciones importantes, la teoría del aprendizaje social señala que
la evaluación de la conducta de un individuo que consume alcohol así como la
de sus pares, ha sido pensada como el reflejo de la acción de los procesos de
modelado, así como que está directamente influenciada por el reforzamiento del
consumo de alcohol del individuo. Estas relaciones podrían ser bidireccionales
(Windle, 1999).

En resumen, los hallazgos más importantes del estudio son los siguientes:

 La mayor parte de esta muestra (82.15%) estuvo conformada por


estudiantes que consumen bebidas alcohólicas.
 Los estudiantes de NSE más alto, reportaron una mayor frecuencia en el
uso de alcohol.
 El uso del alcohol entre los estudiantes de la muestra fue más alto en los
fines de semana que durante los días laborables.
 La bebida alcohólica más consumida por los jóvenes de esta muestra fue
la cerveza (57.76%).
 Algunos universitarios podrían presentar un patrón de consumo que
podría ser dañino para su salud aún cuando continúen estudiando.
 Se encontró una asociación entre el uso de alcohol y el uso de sustancias
psicoactivas.
 El consumo de los padres tiene una influencia sobre el consumo de sus
hijos pero no sobre la cantidad del mismo.
 El uso de alcohol está estrechamente relacionado con las relaciones
sociales con pares.

64
Características del consumo de bebidas alcohólicas en estudiantes universitarios.

RECOMENDACIONES
Dadas las características de la muestra y las proporciones de consumo
encontradas, se sugiere la realización de estudios en lo que se profundice el
llamado consumo riesgoso, así como la asociación existente entre consumo de
alcohol y sustancias psicoactivas.

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70
Revista Peruana de Drogodependencias – VOL. 5, Nº. 1, 71-96

¿QUÉ DEBEMOS SABER PARA HACER UNA BUENA


PREVENCIÓN DE LAS DROGODEPENDENCIAS?

Elisardo Becoña Iglesias

Universidad de Santiago de Compostela, España

RESUMEN
El consumo de drogas se ha convertido en los últimos años en un problema
importante en casi todos los países. Un modo de hacerle frente a este fenómeno
es a través de su prevención. En este artículo se analizan algunas cuestiones que
subyacen a la realización de una buena prevención en drogodependencias. Se
analiza el consumo de drogas bajo la óptica de la vida recreativa, nuevo fenómenos
de las últimas décadas, y que explica una buena parte del incremento del consumo;
la necesidad de conocer el periodo adolescente y el de la adultez temprana, ya
que es en estos momentos donde comienzo o se consolida el consumo de drogas;
la necesidad de conocer los factores de riesgo y protección para el consumo de
drogas dado que este conocimiento es básico para la aplicación de los programas
preventivos; qué evidencia tenemos sobre la eficacia de la prevención; y por qué
debemos hacer la prevención del consumo de drogas en distintos contextos, como
escuela, instituto, universidad, familia, comunidad, trabajo, etc. Se concluye que
se puede hacer prevención si disponemos de medios para hacerlo pero que no
siempre hay suficiente sensibilidad administrativa o política para ponerla en
práctica.

Palabras clave: Prevencion, Revisión, Evidencia

 Correspondencia: Elisardo Becoña. Universidad de Santiago de Compostela. Facultad de Psicología. Departamento de


Psicología Clínica y Psicobiología. Campus Sur. 15782 Santiago de Compostela, Galicia, España. Correo electrónico:
pcelisar@usc.es

71
Elisardo Becoña Iglesias

ABSTRACT
Drugs consumption has become in last years an important problem in almost all
the countries in the world. A way of control of this phenomenon is through the
drug prevention. In this article some questions are analyzed that they underlie
to make a good work in drug prevention. The drug consumption is analyzed
under the optics of the recreational life, a new phenomena of the last years in
many countries, and that explains a good part of the increase of the consumption
of drugs; the necessity to know the adolescent period and that of the early
adulthood, since is in these moments where begin or make the consolidation of
the consumption of drugs; the necessity to know the risk and protective factors for
drug consumption (this knowledge is basic for the application of the preventive
programs); what is the evidence that we have about the effectiveness of the drug
prevention; and why the drug prevention should make in different contexts, as
school, institute, university, family, community, work, etc. We concludes that we
can make a effective prevention if we have means to make it but that there always
are not enough sensibility for the administration or the policy makers to put into
practice the knowledges of drug prevention.

Keywords: Prevention, Review, Evidence

INTRODUCCIÓN
Hay tres motivos fundamentales por el que tenemos y debemos prevenir
el consumo de drogas, especialmente tabaco, alcohol y cannabis (marihuana),
principalmente, y del resto de las drogas ilegales en niños, adolescentes y adultos
jóvenes. El primero, el más evidente y conocido, es que si conseguimos que las
personas no fumen cigarrillos o cannabis, ni beban abusivamente alcohol, evitaremos
que de adultos no se conviertan en adictos o abusadores. El segundo motivo es
que hoy sabemos que si esa persona no consume evitaremos enfermedades físicas
directamente relacionadas con ese consumo (cáncer de pulmón, cirrosis hepática,
trastornos cardiovasculares, etc.) y también reduciremos la probabilidad de que
padezca trastornos mentales en su vida adolescente y adulta. Hoy sabemos que
el consumo de drogas está asociado con un gran número de trastornos mentales,
algunos de los cuales acarrean gran sufrimiento, como depresión, trastornos de
ansiedad, esquizofrenia, etc. (Becoña, 2003; Comisión Clínica, 2006; Regier et
al., 1990). Y, en tercer lugar, sabemos que el consumo de alcohol y tabaco facilita

72
¿Qué debemos saber para hacer una buena prevención de las drogodependencias?

pasar a consumir en muchos casos drogas ilegales, como el cannabis, la heroína,


la cocaína, etc. (Kandel y Jessor, 2002).

Hoy sabemos, sobre el consumo de drogas, que: 1) hay factores que facilitan el
inicio y mantenimiento en el consumo de las distintas sustancias en unas personas
respecto a otras, 2) hay una progresión en el consumo de las drogas legales a las
ilegales en una parte significativa de los que consumen las primeras respecto a los
que no las consumen, y 3) toda una serie de variables socio-culturales, biológicas
y psicológicas modulan los factores de inicio y mantenimiento y la progresión o
no en el consumo de unas a otras sustancias. Y, de los estudios realizados sobre
esta cuestión (ver Becoña, 1999), podemos concluir que: 1) existe una relación
significativa entre el consumo de drogas legales (alcohol y tabaco) y el posterior
consumo de cannabis, y entre el consumo de cannabis y el posterior consumo de
cocaína y/o heroína; 2) aunque existe relación no se puede confundir “relación”
(estadística) con “causalidad”; 3) también existen otras variables relacionadas
con el consumo de heroína, como del cannabis que, a su vez, en muchos casos
están en la base del consumo previo de cannabis, heroína o cocaína, que deben
ser tenidas en cuenta, porque pueden ser las que explican el inicial consumo de
cannabis, su mantenimiento y su progresión al consumo de cocaína o heroína y a
otras conductas asociadas con dicho consumo; 4) aún así, desde una perspectiva
preventiva y de salud pública, hay que intervenir tanto sobre el cannabis, como
sobre las otras variables que se relacionan con el consumo, tanto las sustancias
previas en la cadena de consumo (ej., alcohol, tabaco), como en variables de tipo
social (aceptación, disponibilidad), biológicas (predisposición) y psicológicas
(ej., rasgos de personalidad, aprendizaje); y, 5) la prevención debe, por tanto,
centrarse tanto en poner en marcha acciones para frenar el consumo de drogas
como igualmente para mejorar todas aquellas variables que se relacionan con el
inicio, progresión y mantenimiento del consumo de las distintas drogas centrándose
en las variables del individuo (ej., incrementar sus estrategias de afrontamiento)
y del sistema social (ej., que tenga oportunidades), así como en otras conductas
relacionadas con el consumo de drogas (predisposición, conductas delictivas,
baja autoestima, etc.).

Otro fenómeno nuevo que hay que indicar a lo que ya conocíamos es que
en los últimos años, muchas personas se inician en el consumo de drogas en su
adultez, después de los 18 años, tanto cuando entran en la Universidad como
cuando entran en el mercado laboral (Becoña, 2002). Como un ejemplo, en las
universidades españolas se encuentra consistentemente que un tercio de los

73
Elisardo Becoña Iglesias

que fuman (desde el primer año hasta el último) han comenzado a fumar en la
Universidad, no antes de ingresar en la misma (Becoña, 2006c).

VIDA RECREATIVA Y CONSUMO DE DROGAS


Hoy la diversión cada vez está más asociada al consumo de drogas, sea éste
puntual, esporádico o frecuente, aunque un gran número de personas se divierten
sin consumirlas y es posible desarrollar un adecuado control y autocontrol en la
situación de diversión, en la vida recreativa y en otros contextos de la vida. La
difusión de las drogas dentro de la diversión ha sido importante y con frecuencia
se asocia una con la otra, aunque no puede establecerse un total paralelismo.
Este nuevo fenómeno se le denomina hoy como consumo de drogas recreativas
(Calafat et al., 2000, 2001, 2004), por la gran difusión de las mismas, asociadas
específicamente a la diversión, un razonable coste económico al que le pueden
hacer frente muchas personas, el buscar en ellas un modo de potenciar la resistencia
y el placer en la diversión, o como un modo de evadirse en el tiempo libre de que
se dispone. Todo ello implica en muchas ocasiones riesgos. Este es un fenómeno
que se circunscribe de modo muy importante a la adolescencia y primera juventud.
Declina su relevancia en la vida adulta, y paralelamente el consumo de sustancias
y los problemas que ellas pueden acarrear, cuando la persona tiene que asumir sus
responsabilidades de adulto al tener un trabajo, formar una familia, tener hijos,
etc.

Como es bien sabido, en los jóvenes se ha producido en los últimos años una
importante transformación de la diversión y de los hábitos de consumo asociados
con ella. La vida recreativa, el pasarlo bien, el salir de marcha, se ha convertido en
un nuevo fenómeno, más que por nuevo, ya que la gente se ha divertido siempre,
por sus nuevas características. Además, este nuevo fenómeno ha estado asociado
en parte importante en sus inicios, al consumo de éxtasis, para pasarlo mejor y
aguantar la noche, a la baja percepción de riesgo de su consumo, al cambio de
los horarios de diversión, al surgimiento de los locales “afters” (que abren a altas
horas de la madrugada y cierran a media mañana o final de la misma), las “rutas
del bakalao”, etc., todo lo cual ha constituido un nuevo modo de divertirse que
antes no existía y que es reciente en el tiempo. Y, esta nueva forma de diversión,
se asocia en una parte de los que participan en ella con un consumo de sustancias
para “aguantar” mejor la noche y pasarlo bien. De ahí la asociación entre vida
recreativa y consumo de drogas. En todo caso nunca hay que olvidar que cuando
hablamos de consumo de drogas hay que conocer el dato epidemiológico real,

74
¿Qué debemos saber para hacer una buena prevención de las drogodependencias?

en el sentido de que siempre hay más personas jóvenes, si nos referimos a ellos,
que no consumen drogas ilegales que los que las consumen (Calafat et al., 2001,
2004).

Por suerte, el consumo se circunscribe habitualmente al fin de semana,


aunque este tipo de conductas incrementa la probabilidad de que un porcentaje de
los mismos tengan problemas de consumo abusivo de drogas o de alcohol y que
aparezcan pronto sus problemas asociados, especialmente por el policonsumo
recreativo. Estamos asistiendo en estos últimos años a un cambio en los patrones
de consumo de sustancias en los jóvenes asociados a esta nueva forma de
divertirse. Y este cambio no es sólo característico de nuestros jóvenes sino que es
un fenómeno que se está produciendo en el resto de los países europeos (Calafat
et al., 2001). Es una señal mas de la creciente homogeneización y globalización
(Vázquez-Varela y Becoña, 2007) a la que vamos no solo en la moda, estética,
forma de vestir, sino también en los consumos de las distintas drogas.

ADOLESCENCIA Y ADULTEZ TEMPRANA: EL


MAYOR RIESGO PARA EL CONSUMO DE
DROGAS
La adolescencia es una etapa crítica para la formación de la persona. En
la misma, el individuo tiene que desarrollarse a nivel físico, emocional, social,
académico, etc. La búsqueda de la autonomía e identidad son elementos definitorios
de la misma. Esto se va a ver favorecido o no por su historia previa, por el apoyo/
no apoyo y comprensión de su familia, existencia o no de problemas en la misma,
grupo de amigos, etc. Tampoco se debe olvidar que la adolescencia es un largo
periodo de tiempo que luego continuará en la vida adulta. El consumo de drogas
es uno de los aspectos con el que se tiene que enfrentar la persona y decidir,
en función de sus valores y creencias, pero también de su medio sociocultural,
familiar, amigos, etc., si consumirá o no una vez que se las ofrezcan o sienta la
necesidad de ellas. Debemos ser conscientes de que la experimentación con las
drogas se ha convertido en un hecho habitual en los adolescentes de las sociedades
desarrolladas (Blackman, 1996). Un gran número de ellos experimentan con el
tabaco y el alcohol, en un lugar intermedio la marihuana, y en menor grado con
otras sustancias. Una experimentación temprana con estas sustancias facilita
la posterior experimentación con otras sustancias (Bachman et al., 2002). Hoy
sabemos que un importante número de adolescentes van a consumir drogas en

75
Elisardo Becoña Iglesias

algún momento (Calafat et al., 2000). Esto nos obliga a conocer este fenómeno
para poder así actuar y ayudar a estas personas.

La percepción del riesgo es una variable de gran relevancia para explicar


el consumo o no de una sustancia psicoactiva en adolescentes. Las personas
toman decisiones en función de las consecuencias positivas que van a obtener y
evitan las consecuencias negativas. Si perciben que algo les va a acarrear dichas
consecuencias negativas no lo harán. Por ello, la concepción que se tiene sobre las
distintas drogas, que depende tanto del uso, como de las creencias y de la propia
construcción social sobre la sustancia, influye en su consumo. En ocasiones
puede haber sesgos sobre los efectos de las sustancias, en un sentido o en otro.
Por ello es de gran relevancia proporcionar información correcta y tener siempre
presente que el objetivo de una persona es tener las suficientes habilidades para
enfrentarse adecuadamente al mundo circundante y tener una buena adaptación
en el mismo.

El consumo de drogas no suele ir solo, sino unido a otras conductas


desviadas, antisociales o consideradas problemáticas socialmente (Calafat,
Fernández, Juan y Becoña, en prensa). Detectar los adolescentes vulnerables a
este tipo de problemas es de gran relevancia tanto para ellos como para el resto de
la sociedad. Esto también nos debe dejar claro que la mejora en el bienestar social
(ej., reducción de la tasa de paro, aumento de las oportunidades, buenas escuelas
para todos, etc.), biológico (ej., facilidad de acceso a la sanidad, posibilidad de
hacer chequeos periódicos, etc.) y psicológico (ej., crianza adecuada con una
buena interacción con la familia y un buen nivel de afectividad; poder desarrollar
sus capacidades y expresar sus opiniones, preservar la salud mental, etc.) de
las personas, puede ser una de las mejores formas de hacer prevención para el
consumo de drogas.

Además, son varios los factores que hacen que las personas no se comporten
saludablemente, como (Bayés, 1991; Becoña y Oblitas, 2006): 1) por el carácter
placentero (reforzante) de la mayor parte de las consecuencias que siguen a muchos
comportamientos nocivos, así como a la inmediatez de sus efectos, 2) lo dilatado
del tiempo que, normalmente, separa la práctica de los comportamientos nocivos,
de la aparición de la enfermedad en su estado clínico diagnosticable, 3) el hecho de
que mientras las conductas no saludables (ej., carcinógenas) proporcionan siempre,
o casi siempre, una satisfacción real e inmediata, la aparición de enfermedades
o de otros efectos nocivos son remotas y poco probables, 4) el convencimiento
del poder sin límites de la medicina y de su tecnología para solucionar cualquier

76
¿Qué debemos saber para hacer una buena prevención de las drogodependencias?

problema que podamos llegar a padecer, 5) por el sistema cultural, que a través
de distintas creencias y por su arraigo suele mantener y “justificar” prácticas no
saludables, pero socialmente correctas, y 6) el cambio como un proceso cíclico
y lento más que rápido y lineal, en muchos casos caracterizado por la recaída.
Muchos adolescentes no ven los problemas que pueden causar las distintas drogas
o las conductas de riesgo que realizan a corto plazo; ven que esos son problemas
muy lejanos y que no van con él, si es incluso que llega a plantearse que pueden
llegar a causarle problemas (ej., emborracharse).

Hoy sabemos, gracias a toda una serie de estudios de seguimiento desde


la adolescencia a la adultez, que el consumo de drogas no es igual cuando se
es adolescente que cuando se pasa a ser adulto, a asumir los roles adultos en la
sociedad concreta en la que se vive (Bachman et al., 2002). Como un ejemplo,
Baer, MacLean y Marlatt (1998), después de revisar varios de los estudios
longitudinales que se han realizado en donde se han seguido a las personas desde la
adolescencia hasta el final de la misma o hasta su vida adulta, concluyen, referido
al consumo de alcohol, que éste va incrementándose en la adolescencia pero a
partir de los 20 años de edad declina no sólo el consumo de alcohol sino también
el consumo de drogas, estando el pico del mayor consumo en la adolescencia y en
la adultez temprana. Las causas que se han aducido para este cambio se relacionan
con la asunción de los roles adultos, indicándose entre las más importantes el
matrimonio, tener hijos y comenzar a trabajar (Becoña y Calafat, 2006). Esto
facilitaría una moderación en el consumo de alcohol. O, visto de otro modo, la
menor disponibilidad de tiempo para beber y el mayor control por parte del otro
miembro de su pareja, de su familia más extensa y del mismo sistema social y
laboral, facilitaría el no beber.

Por tanto, es claro que una parte del consumo de drogas que hacen los
adolescentes remite con el tiempo, incluso aunque dicho consumo esté asociado
a distintos problemas psicosociales (Baer et al., 1998). Los problemas que no
remiten suelen estar asociados con problemas de desarrollo temprano como
conflicto familiar y conducta desviada. Esto sugeriría que en estas personas
hay un proceso de desarrollo diferente a la gran mayoría de los adolescentes,
especialmente a los que aún consumiendo drogas han tenido problemas medios
o moderados y que, incluso, consumiendo esporádicamente en su vida adulta, e
incluso en una ocasión puntual de modo importante, no desarrollan problemas.
Conocer estos aspectos más claramente es de una relevancia clara, especialmente
para el campo de la prevención de las drogodependencias, para la detección
precoz de las conductas problema y para el rendimiento académico de los que

77
Elisardo Becoña Iglesias

ahora están en la fase de prueba. También para los adultos que llevan a cabo estas
conductas. El poder conocer tipos de personas con patrones distintos de consumo
y tipos de problemas producidos por los mismos, nos podría proporcionar un
cuadro más exacto de esta evolución desde las edades tempranas hasta la adultez,
con todos los aspectos de incorporación social con plenos derechos que tienen los
adultos, en su sentido social. Por ello, White, Bates y Lebouvie (1998) consideran
que ya es hora de modificar el centro de la actual investigación y de los esfuerzos
preventivos y que hay que dedicar más esfuerzos al estudio de los últimos años
de la adolescencia y a la adultez temprana. Por ello lo relevante sería analizar
las conductas de riesgo de los adolescentes en sus periodos de transición y ver el
modo de disminuir esos riesgos.

Todo lo anterior también se relaciona con la distinción de Moffitt (1993)


entre conductas problema limitadas a la adolescencia y persistentes a lo largo
de la vida. Los datos indican que ello puede ser cierto en muchos casos. Moffit
(1993) encontró para la conducta delincuente que había dos tipos de personas
para esta conducta problema: los que solo realizaron este tipo de conducta de
modo puntual en la adolescencia y los que la hacían tanto en la adolescencia como
también en la vida adulta. En el caso del consumo de drogas lo más probable es
que ocurra esto, dado que los estudios analizados aquí no muestran una relación
lineal de consumos en la adolescencia y en la vida adulta. Pero también esos
mismos estudios (ej., Baer et al., 1998) u otros (ej., Donovan, Jessor y Costa,
1999) indican que el mejor predictor del consumo de drogas en la adultez es el
consumo de drogas que hacían cuando eran adolescentes, o a veces aún antes.
Conocer estos tipos de personas es una tarea que hay que abordar en los estudios
(Cairns, Cairns, Rodkin y Xie, 1998; Silbereisen, 1998). Y, en función de los
mismos, aplicar la intervención preventiva que mejor se adecue a cada uno de
ellos. Los tipos de programas preventivos existentes, como son los universales,
los selectivos y los indicados (Becoña, 2002), van en esta línea, línea que por
otra parte ha comenzado a dar adecuados frutos en el campo de la prevención
de las drogodependencias. A su vez, relacionado con lo anterior, es necesario
conocer no sólo mejor la conducta de consumo de drogas y las conductas
problemas relacionadas con las mismas, sino también factores causales directos
e indirectos en relación a las mismas, como suele ejemplificarse con la relación
con la comorbilidad psiquiátrica (Becoña, 2003, Regier et al., 1990), todo lo
cual ayudará a comprender mejor el consumo de drogas, el mantenimiento del
consumo y su abandono. Con todo este conocimiento nos será más fácil realizar
la prevención en drogodependencias.

78
¿Qué debemos saber para hacer una buena prevención de las drogodependencias?

LOS FACTORES DE RIESGO Y DE PROTECCIÓN


PARA EL CONSUMO DE DROGAS
Hoy sabemos que el consumo de drogas no se reparte por igual entre todos
los individuos. Hay toda una serie de factores familiares, comunitarios, de los
compañeros e iguales, escolares e individuales, que nos permiten comprender,
explicar y predecir en muchos casos el consumo o no de drogas. Estos los
conocemos bien (ver la revisión de Becoña, 2002). Otro tema es cómo poder
incidir para reducir los de riesgo y aumentar los de protección.

En la esfera familiar son factores de riesgo el consumo de alcohol y drogas


por parte de los padres, la baja supervisión familiar, la baja disciplina familiar, el
conflicto familiar, la historia familiar de conducta antisocial, actitudes parentales
favorables al consumo de drogas, las bajas expectativas para los niños o para
el éxito, y el abuso físico, entre los más importantes. Y de protección, el apego
familiar, las oportunidades para la implicación en la familia, las creencias
saludables y claros estándares de conducta, altas expectativas parentales, un
sentido positivo de confianza positivo y una dinámica familiar positiva.

En la esfera de los factores de riesgo comunitario se han encontrado la


deprivación económica y social, la desorganización comunitaria, los cambios y
la movilidad de lugar, las creencias, normas y leyes de la comunidad favorables
hacia el consumo de drogas (como ocurre con los movimientos pro-legalización
y el incremento del consumo de drogas donde están bien implantados), la
disponibilidad y accesibilidad a las drogas, y la percepción social del riesgo
de cada sustancia. Y de protección un sistema de apoyo externo positivo,
oportunidades para participar como un miembro activo de la comunidad (donde
le de oportunidades y refuerzos), descenso de la accesibilidad de las sustancias,
normas culturales que proporcionan altas expectativas para los jóvenes y redes
sociales y sistemas de apoyo dentro de la comunidad, especialmente para los
jóvenes.

En la esfera de los factores de riesgo de los compañeros e iguales se han


encontrado las actitudes favorables de los compañeros hacia el consumo de
drogas; compañeros que consumen drogas; conducta antisocial o delincuencia
temprana; y rechazo por parte de los iguales (especialmente cuando estos son
consumidores). De protección el apego a los iguales que no consumen drogas,

79
Elisardo Becoña Iglesias

la asociación con iguales que están implicados en actividades organizadas en la


escuela, recreativas, de ayuda, religiosas u otras; la resistencia a la presión de los
iguales, especialmente a las negativas; y, no ser fácilmente influenciable por los
iguales.

En la esfera de los factores de riesgo escolar se han encontrado el bajo


rendimiento académico, el abajo apego a la escuela, el tipo y tamaño de la escuela,
y la conducta antisocial en la escuela. De protección las escuelas de calidad, las
oportunidades para la implicación prosocial, los refuerzos y reconocimiento, las
creencias saludables y claros estándares de conducta, el cuidado y apoyo de los
profesores y del personal del centro escolar; y, un clima institucional positivo.

Y, en la esfera de los factores de riesgo individual, se han diferenciado


un gran número de factores de riesgo y de protección. Suelen diferenciarse
factores de riesgo biológicos y psicológicos y conductuales. Dentro de los de tipo
biológico se consideran los genéticos (ej., mayor predisposición/vulnerabilidad
en hijos de alcohólicos o de consumidores crónicos de drogas), biológicos
propios del individuo (ej., temprana edad, ser varón), y constitucionales (ej.,
dolor o enfermedad crónica). Dentro de los de tipo psicológico o conductuales se
consideran los de tipo psicopatológico, trastornos de conducta y salud mental (ej.,
depresión, TDAH, trastorno de conducta, etc.), conducta antisocial, alienación
y rebeldía, agresividad, consumo temprano de drogas, consecuencias del abuso
físico, sexual o emocional, actitudes favorables hacia el consumo de drogas,
y ausencia de valores ético-morales. Dentro de los factores de protección se
han encontrado la religiosidad, la creencia en el orden social, las habilidades
sociales, la creencia en la propia autoeficacia, habilidades para adaptarse a las
circunstancias cambiantes, la orientación social positiva, aspiraciones de futuro,
inteligencia y resiliencia.

Por suerte los factores de riesgo y de protección no suelen ser fijos (aunque
algunos lo son como el sexo y la edad). Los programas preventivos pueden
mejorar los de protección y disminuir los de riesgo. En la tabla 1 indicamos, a
título de ejemplo, los factores de riesgo y protección de jóvenes españoles para
el consumo de tabaco en una población de 14 a 25 años. En ocasiones lo que
realmente pretendemos es conseguir individuos sanos, maduros y resilientes
(Becoña, 2006b), individuos con autonomía e identidad, individuos que se
puedan enfrentar a los retos del mundo sin tener que consumir drogas, como
así pueden hacer muchos de ellos, la mayoría de ellos (Calafat et al., 2004).
Al mismo tiempo, los programas preventivos se orientan a reducir los factores

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¿Qué debemos saber para hacer una buena prevención de las drogodependencias?

de riesgo y a incrementar los de protección. Sabemos como hacerlo, siempre


que partamos de un adecuado marco teórico, seleccionemos un buen programa
preventivo y lo implantemos adecuadamente (Becoña y Martín, 2004). Uno de
los lugares idóneos para ponerlo en práctica es en el campo escolar. Hoy no solo
debe abarcar a la escuela primaria y secundaria. También es necesario pasarlo
a la Universidad, dado que en el actual siglo XXI, la universidad, después de
los 18 años, es uno de los lugares de las primeras pruebas de sustancias como el
tabaco, el alcohol, la marihuana, las drogas de síntesis, la cocaína, etc. De ahí la
necesidad de actuar también en estos jóvenes, con las complicaciones que ello
tiene de ser mayores de edad, y de haber un claro interés por la potente industria
de drogas legales (tabaco y alcohol) e ilegales (marihuana especialmente) para
animarlos a probar esas sustancias y hacerlos clientes (adictos una vez que el
consumo continúa). Esto está trayendo como consecuencia una reducción en la
percepción de riesgo sobre las drogas en muchos países. Esto hay que cambiarlo
sino queremos que el consumo de drogas se vaya convirtiendo poco a poco en
una epidemia, como así está ocurriendo en los últimos años en muchos países
desarrollados o de economías medias (ver Tabla 1).

Tabla 1
Factores de riesgo para el consumo de tabaco en personas de 14 a 21 años que han
consumido recientemente tabaco (al menos una vez en los últimos 6 meses).
Tipo de factor Factor de riesgo (1)

Variables - Fuman menos los que viven con sus padres o con su padre o madre
sociodemográficas separada (más los que viven solos, con familiares, en pareja
o con amigos)
- Conforme desciende la clase social a la que se autoasignan fuman más
- Los que trabajan fuman más que los que estudian

Salud - Los que fuman puntúan menos en una escala de salud

Salir de marcha - Los que fuman salen mucho más de marcha

Comunidad - Los que fuman ven menos riesgo en el consumo de cannabis


- Los que fuman ven que hay más disponibilidad de cannabis
y de cocaína
- Los que fuman valoran menos las instituciones sociales

Familia - Los que fuman tienen peores relaciones y comunicación


con el padre y la madre
- Los que fuman han padecido/padecen mayor maltrato y/o
abuso físico o psicológico
- Los que fuman tienen menor control parental

Escuela - Los que fuman tienen menor supervisión parental de sus


actividades en la escuela

81
Elisardo Becoña Iglesias

Amigos - Los que fuman salen más con los amigos


- Los que fuman tienen amigos que consumen más drogas legales
e ilegales
- Los que fuman van menos a actividades deportivas y de otro tipo

- Los que fuman no rechazan la relación íntima con un


consumidor de drogas

Personales - Los que fuman tienen una puntuación mayor en depresión, búsqueda
de excitación, desinhibición, agresividad, rebeldía, conducta desviada.
- Los que fuman tienen una puntuación menor en felicidad y
en la satisfacción global con la vida

(1) Los factores de riesgo se analizan en los fumadores, en relación con los no fumadores de la muestra del estudio.
Fuente: Becoña (2006a).

LO QUE NOS DICE LA EVIDENCIA SOBRE LO


EFICAZ EN PREVENCIÓN
Fue en los años 70 y 80 cuando aparecen los programas preventivos
basados en el modelo de influencias sociales o psicosociales a partir de distintos
estudios, tanto de la psicología social (Evans, 1976), como del aprendizaje social
(Bandura, 1986) y de los estudios sobre los antecedentes del consumo de drogas
(Jessor y Jessor, 1977). Estos programas dan gran relevancia al aprendizaje
de habilidades sociales específicas. En los años 80 y 90 surge el modelo de
habilidades generales, que insiste en que es necesario entrenar a los jóvenes no
sólo en habilidades específicas para rechazar el ofrecimiento de las distintas
drogas, sino que es necesario entrenarlos en habilidades generales más allá de lo
que se venía haciendo en el campo de la prevención de las distintas drogas. De
ahí que se denomine modelo de habilidades generales, porque va más allá del
entrenamiento específico en el rechazo al consumo de drogas (Botvin, 1995).

Si tuviésemos que caracterizar a los programas efectivos actuales tendríamos


que indicar que éstos se basan en la evidencia científica que tienen, la cual
recoge los avances que se han realizado hasta el momento presente, como han
sido los programas de influencia social, u otros que incluyen componentes que
han mostrado ser efectivos. Esto parte de que, en los últimos años, en el campo
científico aplicado ha habido una gran revolución en lo que se ha denominado
inicialmente la medicina basada en la evidencia, luego traspasado a otras ciencias,
como la psicología, y denominada la psicología basada en la evidencia (Labrador,
Echeburúa y Becoña, 2000), y así etc., lo cual se ha ido extendiendo a todos

82
¿Qué debemos saber para hacer una buena prevención de las drogodependencias?

los aspectos de las ciencias biomédicas, las ciencias sociales y otras actividades
humanas. Esto está llegando también a la prevención de las drogodependencias.
Lo que subyace a esto es que debemos utilizar aquello que tiene no sólo una buena
fundamentación teórica (Becoña, 1999), sino que tiene que tener una buena base
empírica basada en la evidencia y demostrar que consigue el resultado que se
espera. Esto es, que es eficaz (Becoña, 2002) (ver Tabla 2).

Tabla 2
Tipos de programas preventivos predominantes por décadas.

Años Programas preventivos en drogodependencias

1960-70 Basados en el conocimiento


Basados en proporcionar información sobre el consumo
de drogas y sus efectos

1970-80 Programas afectivos
Programas inespecíficos (ej., de desarrollo personal)

1980-90 Programas basados en el modelo de influencia social


- Entrenamiento en habilidades de resistencia
- Entrenamiento en habilidades sociales

Actualidad Programas basados en la evidencia científica

Adaptado y ampliado a partir de Gorman (1996) y Becoña (2002).

Hoy es relativamente fácil disponer de un listado fiable de todos los


programas que funcionan en la prevención de las drogodependencias (ej.,
Gardner, Brounstein, Stone y Winner, 2001; McGrath, Sumnall, McVeigh y
Bellis, 2006; Robertson, David y Rao, 2003). En España podemos ver el Catálogo
de programas de prevención de drogodependencias (Antón, Martínez y Salvador,
2001; Martínez y Salvador, 2000). A su vez la evaluación de qué programas
funcionan lo podemos ver a través de distintos metaanálisis (ej., Thomas, 2002;
Tobler et al., 2000), como de revisiones sistemáticas (ej., Jones, Sumnall, Burrell,
McVeigh y Bellis, 2006).

Quizás uno de los mejores modos de conocer que funciona y que no


funciona en la prevención de las drogodependencias es mediante la técnica del
meta-análisis. El meta-análisis, que viene a significar el análisis de los análisis, es
una técnica de análisis estadístico de los estudios de investigación realizados en
un campo del saber que nos permiten concluir si la aplicación de una intervención
o de un tratamiento es más eficaz que la comparación con un grupo control o
la no intervención. Nancy S. Tobler realizó tres meta-análisis, ampliando la

83
Elisardo Becoña Iglesias

información desde el primero hasta el más actual. El primero lo realizó en 1986,


donde seleccionó 96 programas preventivos para su meta-análisis (Tobler, 1986,
1992a, 1992b). El segundo en 1993, donde seleccionó 120 programas preventivos
(Tobler, ,1994, 1997; Tobler y Stratton, 1997). Y, el último, en el año 1998 (Tobler
et al., 2000). En el primer meta-análisis incluyó programas de los años 1972 a
1984; en el segundo de los años 1978 a 1990; y, en el último, de los años 1978 a
1998. El objetivo que subyace a estos meta-análisis es encontrar los ingredientes
o elementos esenciales de los programas preventivos que hacen que la prevención
funcione efectivamente (Tobler, 2000).

El primer meta-análisis que Tobler realizó en 1986 lo considera exploratorio.


Los dos últimos están orientados a obtener conclusiones consistentes, sobre el
contenido y el proceso de los programas preventivos en drogodependencias. Por
ello, a continuación nos detendremos únicamente en el último de 1998 (Tobler et
al., 2000). En él incluyó 207 programas preventivos de drogas de tipo universal
aplicados en la escuela. Todos ellos tenían un grupo control de comparación.
Los criterios de selección de los estudios fueron: a) se evaluaron programas
preventivos de drogas de tipo escolar disponibles para todos los estudiantes de
la escuela, que puede haber incluido, aunque no estar especialmente dirigido, a
jóvenes de alto riesgo, b) emplea medidas cuantitativas de consumo de drogas,
c) usa un grupo control de comparación, con evaluaciones pretest y postest,
d) se aplica a los grados escolares del sexto al doceavo año, más un pequeño
número de programas para quinto, e) tiene objetivos de prevención primaria y/
o secundaria y/o terciaria, no dirigiéndose a consumidores de drogas abusivos
o dependientes en tratamiento, f) incluye la participación de todos los grupos
étnicos que están en la escuela y g) se han publicado en el periodo de 1978 a 1998.
Como en el meta-análisis anterior, Tobler en éste también incluyó un subgrupo
de estudios experimentales de alta calidad seleccionados con los mismos criterios
que en 1993, básicamente de alta calidad metodológica (medidas, pretest-postest,
seguimientos largos, etc.).

El contenido de los programas los clasificó en 34 tipos, los cuales a su vez


agrupó en siete dominios principales: conocimiento, afectivos, habilidades de
rechazo de drogas, habilidades genéricas, habilidades de seguridad, actividades
extracurriculares y otras. Como en el meta-análisis anterior, los programas
los clasificó en cuatro categorías: 1) sin interacción o con poca interacción
(ej., presentación didáctica o presentar conocimientos a los estudiantes),
2) comunicación entre el estudiante y el profesor, pero raramente con sus
compañeros, 3) programas que promueven discusiones de grupo estructuradas

84
¿Qué debemos saber para hacer una buena prevención de las drogodependencias?

que animan la interacción entre ellos, y 4) los programas más interactivos. Con
ello puede diferenciar a los programas preventivos en interactivos (los de las
categorías anteriores 3 y 4) y en no interactivos (los 1 y 2).

De modo semejante a lo obtenido en el meta-análisis anterior, los programas


interactivos tienen un MENP (magnitud del efecto no ponderado, MENP) de
0.18, MEP (magnitud del efecto ponderado, MEP) de 0.15 y los no interactivos
con MENP = 0.00 y MEP = 0.05. Lo mismo encuentra con los programas de
alta calidad para los programas interactivos (MENP = 0.27, MEP = 0.16) y no
interactivos (MENP = 0.03, MEP = 0.03). De igual modo, los programas incluidos
dentro de los interactivos son los que obtienen los mejores resultados. Los mejores
programas preventivos son los del cambio del sistema de vida (en muchos casos
programas de educación para la salud) (MENP = 0.27), habilidades comprensivas
para la vida (MENP = 0.17) y programas de influencia social (MENP = 0.12).

En la línea de su meta-análisis anterior, en éste encuentra que cuando la


muestra es pequeña el tamaño del efecto obtenido es el doble que si es grande, tanto
en los programas interactivos como en los no interactivos. Cuando hay abandono
del programa, la efectividad es baja. Los mejores resultados se obtienen en los
programas para prevenir el consumo de tabaco, especialmente en los interactivos;
y, para el tabaco y otras drogas son más eficaces los interactivos que los no
interactivos. Los programas de prevención del consumo de alcohol muestran solo
una pequeña diferencia en eficacia que no es significativa. Sin embargo, en los
programas de alta calidad, la relación anterior cambia radicalmente: los programas
dirigidos al alcohol y a otras drogas de tipo interactivo son significativos, lo que
no ocurre en los de tabaco. De todos modos, es en los de tabaco en donde se
obtienen los mejores resultados, sean interactivos o no interactivos, lo que puede
llevar a que no haya diferencias en un tipo u otro de formato.

El tamaño medio del efecto obtenido para los programas interactivos ha sido
de 0.15 (0.18 en el metaanálisis previo de Tobler y Stratton (1997). Este es un
tamaño del efecto bajo. Curiosamente, un análisis por décadas, indica que antes
de 1990 los programas preventivos eran más eficaces que después del año 1990.
Probablemente factores como la mayor publicidad de las drogas legales, tanto de
modo directo como indirecto, y una cierta normalización de las drogas ilegales
en las sociedades más desarrolladas, pueden estar en la base de esto, junto a no

 Se presenta como la media del grupo experimental menos la media del grupo control, partido por la desviación típica
conjunta de ambas muestras.

85
Elisardo Becoña Iglesias

dedicar suficientes medios a la prevención o no utilizar las mejores estrategias


disponibles en muchos de los programas preventivos en marcha, especialmente
en Estados Unidos.

En suma, que podemos afirmar que los meta-análisis de los programas


preventivos de drogas nos permiten: 1) incrementar el conocimiento, 2) reforzar
las normas sociales contrarias al abuso de drogas, 3) modificar la percepción de
la aceptación social, 4) incrementar las habilidades de resistencia, y 5) disminuir
el consumo con respecto al que podría esperarse.

LOS PRINCIPIOS DE PREVENCIÓN EN


DROGODEPENDENCIAS DEL NATIONAL
INSTITUTE ON DRUG ABUSE (2003)
Por su relevancia, y para completar todo lo que llevamos dicho hasta aquí,
el National Institute on Drug Abuse (Robertson et al., 2003) ha reeditado los
principios de prevención en drogodependencias, que había publicado inicialmente
en 1997 (Sloboda y David, 1997), en los que incluye aquello que sabemos y
aquello que debemos hacer para una prevención de calidad según la investigación
de la que disponemos actualmente. Dichos principios aparecen en la Tabla 3.

Tabla 3
Los principios de la prevención en drogodependencias del National Institute on Drug
Abuse, NIDA (2003), basado en los estudios de investigación que han financiado.

Factores de riesgo y protección

1. Los programas preventivos deberían ser diseñados para realzar los factores de protección y revertir o
reducir los factores de riesgo.

2. Los programas preventivos deberían incluir todas las formas de abuso de drogas, solas o en combinación,
incluyendo el consumo de drogas legales (tabaco y alcohol) en los menores de edad; el consumo de drogas
ilegales (ej., marihuana o heroína); y el consumo inapropiado de sustancias obtenidas legalmente (ej.,
inhalantes), medicamentos de prescripción, o medicamentos que se pueden comprar sin receta.

3. Los programas preventivos deberían dirigirse al tipo de problema de abuso de drogas en la comunidad
local, a los factores de riesgo que son modificables, y a fortalecer los factores de protección identificados.

4. Los programas preventivos deberían estar orientados a los riesgos específicos de una población o a las
características de la audiencia, tales como edad, género y etnicidad para mejorar la efectividad de los
programas.

86
¿Qué debemos saber para hacer una buena prevención de las drogodependencias?

Planificación de la prevención

Programas preventivos familiares

5. Los programas preventivos familiares deberán mejorar el apego familiar y las relaciones dentro de ella e
incluirán habilidades de crianza; práctica en el desarrollo, discusión y cumplimiento de reglas familiares
sobre el abuso de sustancias; y proporcionarle información y entrenarle en educación sobre drogas.El apego
a la familia es el fundamento de las relaciones entre padres e hijos. El apego puede fortalecerse a través
del entrenamiento en habilidades sobre el apoyo de los padres a sus hijos, comunicación padre-hijo e
implicación parental.

Programas preventivos escolares

6. Los programas preventivos pueden ser elaborados para intervenir tan tempranamente como en los niños de
preescolar para centrarse en los factores de riesgo para el abuso de drogas, tales como la conducta agresiva,
escasas habilidades sociales, y dificultades académicas.

7. Los programas preventivos para los niños de la escuela elemental deberían centrarse en mejorar el
rendimiento académico y el aprendizaje socio-emocional para dirigirse a los factores de riesgo para el
abuso de drogas, tales como la agresión temprana, el fracaso escolar y el abandono de la escuela. La
educación debería centrarse en las siguientes habilidades: autocontrol, conocimiento de las emociones,
comunicación, solución de problemas sociales y apoyo académico, especialmente en lectura.

8. Los programas preventivos para los estudiantes de la escuela secundaria deberían incrementar el rendimiento
académico y la competencia social con las siguientes habilidades: hábitos de estudio y apoyo académico;
comunicación; relaciones con iguales; autoeficacia y asertividad; habilidades de resistencia a las drogas;
reforzamiento de actitudes antidroga; y fortaleder las afirmaciones personales contra el abuso de drogas.

Programas preventivos comunitarios

9. Los programas preventivos dirigidos a la población general en puntos claves de transición, como la
transición a la escuela secundaria, pueden producir efectos beneficiosos incluso entre familias y niños de
alto riesgo. Tales intervenciones no simplemente reducen el riesgo de esta población sino que promueven
el apego a la escuela y a la comunidad.

10. Los programas preventivos comunitarios que combinan dos o más programas efectivos, tales como los
programas basados en la familia y en la escuela, pueden ser más eficaces que la aplicación de uno solo de
estos programas.

11. Los programas preventivos comunitarios que llegan a las poblaciones en múltiples lugares -por ejemplo,
en escuelas, clubs, asociaciones y medios de comunicación de masas- son más eficaces cuando los mismos
están presentes consistentemente, con mensajes para toda la comunidad en cada uno de esos lugares

Implantación del programa preventivo

12. Cuando las comunidades adaptan programas para cubrir sus necesidades, normas de la comunidad,
o requerimientos culturales diferentes, se deberían retener los elementos centrales de la intervención
preventiva original basada en la investigación, que incluye:
- Estructura (cómo fue organizado y estructurado el programa);
- Contenido (la información, habilidades y estrategias del programa); y
- Implantación (cómo es adaptado, implementado y evaluado el programa).

87
Elisardo Becoña Iglesias

13. Los programas preventivos deberían llevarse a cabo a largo plazo con intervenciones repetidas ej.,
programas con sesiones de recuerdo) para reforzar los objetivos preventivos iniciales. La investigación
muestra que los beneficios de los programas preventivos de la escuela primaria disminuyen sin programas
de seguimiento en la escuela secundaria.

14. Los programas preventivos deberían incluir el entrenamiento de los profesores sobre prácticas de buen
manejo de las clases, tales como el apropiado refuerzo de la conducta de los estudiantes. Tales técnicas
ayudan a fomentar las conductas positivas de los estudiantes, el rendimiento, la motivación académica y el
apego a la escuela.

15. Los programas preventivos son más efectivos cuando emplean técnicas interactivas, tales como grupos de
discusión entre iguales y role-playing de los padres, que lleva a una implicación activa en el aprendizaje
sobre el abuso de drogas y en las habilidades de reforzamiento.

16. Los programas preventivos basados en la investigación pueden ser coste-efectivos. De modo similar a las
investigaciones previas, la reciente investigación muestra que por cada dolar invertido en prevención se
ahorran hasta 10 dólares en el tratamiento del abuso del alcohol o de otras sustancias.

Fuente: Robertson, David y Rao (2003).

¿DÓNDE HACER LA PREVENCIÓN?


En los últimos años ha cobrado más relevancia, con la generalización
de la prevención, la prevención escolar. La prevención escolar permite llegar
a los jóvenes escolarizados, en la edad de máximo riesgo para el consumo de
las distintas drogas, especialmente alcohol y tabaco, facilitándose así de modo
importante realizar la prevención. Esto ha llevado a que muchas intervenciones
preventivas se realizan en exclusiva en la escuela y es donde hay más programas
preventivos evaluados (Botvin, 1999). Esto en parte es debido a que al estar la
mayoría de los niños y niñas escolarizadas constituyen teóricamente “muestras
cautivas”, dado que teóricamente tenemos acceso a todo el grupo diana que nos
interesa. Por otra parte, no debemos olvidarnos de que una parte de los que más
precisan intervenciones preventivas para que no consuman drogas no asisten a la
escuela o tienen fracaso escolar, lo que les lleva a abandonar la misma antes de
tiempo. Estos son elementos negativos para la persona y son factores de riesgo
para el consumo de drogas. Uno de los objetivos de la prevención escolar es éste
junto a otros. Por ello la prevención se realiza fundamentalmente en la escuela,
pero no necesariamente es suficiente para evitar el consumo de drogas. Hay que
implicar no solo al resto de los elementos sociales sino a todas las personas en
riesgo acudiendo a su contexto social o ambiental de consumo. Y, específicamente
debe implicarse a toda la comunidad escolar, que se constituye de los alumnos, de
los profesores y de los padres.

88
¿Qué debemos saber para hacer una buena prevención de las drogodependencias?

La prevención escolar debe conseguir que los jóvenes no consuman drogas,


fundamentalmente tabaco y alcohol, o retrasen la edad de inicio (Alonso, Freijo
y Freijo, 1996). No debemos olvidar que el consumo de tabaco se relaciona con
otras drogas y con otros problemas, de ahí que siempre será mejor una intervención
comprensiva cuando ello sea posible (Spooner y Hall, 2002). La prevención,
aplicada en la escuela, debe conseguir este objetivo en todos los alumnos pero
puede haber distintos grados de intensidad. Así, los programas universales son
útiles para todos, pero en otros sería conveniente aplicar programas selectivos,
o bien remitir a las personas con problemas de drogas, o problemas de otro tipo
(psicopatológicos, familiares, sociales, etc.), a los servicios sociales, sanitarios o
de salud mental, para paliar los mismos o poder, aún mejor, solventarlos. Por ello
la escuela es importante pero no lo es todo en la prevención. Esto es importante
indicarlo y exige a su vez que los profesores tengan el suficiente apoyo técnico y
profesional para los problemas que se vayan encontrando en este caso concreto
de la prevención de las distintas drogas. Otros aspectos también los tendrán que
tratar como aspectos generales de la educación de la salud (ej., hábitos de higiene,
salud sexual, VIH, etc.), dependiendo de cada grupo de edad.

De todos modos, como sugieren Spooner y Hall (2002), los esfuerzos


preventivos para el consumo de drogas en jóvenes se debieran orientar del
siguiente modo: 1) ampliar el foco desde los individuos hasta proporcionar
ambientes que promocionen la salud física y mental, 2) evitar ver la prevención
de drogas como una actividad que ocurre aisladamente, sino que debe verse
como una de varias conductas problema que ocurren al mismo tiempo, 3) ver
la necesidad de la prevención de drogas para unir fuerzas con programas en la
prevención de la delincuencia, salud mental y suicidio, 4) no limitar los esfuerzos
de prevenir las drogas a los años de la adolescencia; debe prestársele más atención
a los primeros años del desarrollo y al papel de las familias en esos años, 5) tener
una perspectiva amplia de la inversión social en el desarrollo saludable de los
jóvenes, y 6) invertir más en la investigación sobre el abuso de drogas, salud
mental y delincuencia para conocer las causas y consecuencias de estas conductas
para que tengamos más y mejor información para que podamos hacer esfuerzos
adecuados para prevenirlas.

Si la prevención en el campo educativo la podemos complementar con la


prevención familiar y comunitaria, el resultado será mucho mejor (Robertson et
al., 2003). En este sentido, en los últimos años cobra cada vez más relevancia
junto a la prevención familiar y comunitaria, la prevención en el lugar de trabajo.
Son lugares donde se consumen drogas y donde hay que poner en marcha acciones

89
Elisardo Becoña Iglesias

para que las personas no consuman drogas. De ahí, por las dificultades que a
veces tiene implantar este tipo de programas, la relevancia de asumir por parte de
los responsables políticos y administrativos la necesidad de prevenir el consumo
de drogas y, al tiempo, dotar los recursos necesarios para poder hacerlo de modo
eficaz.

CONCLUSIÓN
Hoy disponemos de suficientes conocimientos para hacer una prevención
de calidad. La psicología fundamenta muchos de estos conocimientos (Becoña,
2007). Otro tema es que sea fácil hacerla. Los datos son claros. Actuar no siempre
es fácil para los administradores y para los que tienen que poner fondos (dinero)
para hacer una prevención efectiva. Empezando por las drogas legales (que están
en la base del futuro consumo de drogas más potentes, e ilegales), es claro que
hay enormes intereses económicos que impiden tomar medidas para su control
y para reducir la morbilidad y mortalidad que les produce a sus consumidores
(mortalidad por cáncer de pulmón, cirrosis hepática y cáncer de hígado,
enfermedades cardiovasculares, accidentes de tráfico, etc.). Poco a poco se va
avanzando en su control, pero este avance es lento. Se podrían evitar miles de
muertes en poco tiempo consiguiendo que las personas no fumasen cigarrillos o
que se redujese drásticamente el actual consumo de alcohol en cualquier país. Y,
en el caso de las drogas ilegales, también hay que indicar que hay claros intereses
económicos por parte de muchos grupos (ej., muchos de los movimientos pro-
legalización, detrás de los cuales están grupos con claros intereses económicos,
como está bien demostrado en el caso de la marihuana, o de mantener su lucrativo
negocio en el caso de la cocaína, heroína, drogas de síntesis, etc., a veces incluso
para mantener una red de personas pagadas y así conseguir poder político, respeto,
financiar contiendas bélicas, guerrillas, etc. Estamos ante un tema complejo, que
exige tener una visión global del fenómeno, pero también exige por nuestra parte
tomar medidas eficaces para que las personas no se mueran o no enfermen por el
consumo, abuso y dependencia de las distintas drogas. Esta es una responsabilidad
que tenemos como docentes, sanitarios (médicos, psicólogos, enfermeros,
farmacéuticos, etc.) y, también, como personas humanas.

Un mundo mejor es posible. Un mundo mejor sin drogas psicoactivas que


eviten esclavizar a los individuos también es posible. Ser conscientes de esto
y tomar medidas eficaces para hacerlo es el mejor camino para afrontar este
problema y poder conseguir resultados a corto, medio y largo plazo.

90
¿Qué debemos saber para hacer una buena prevención de las drogodependencias?

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FACTORES ASOCIADOS Y TRAYECTORIAS DEL


DESARROLLO DEL COMPORTAMIENTO ANTISOCIAL
DURANTE LA ADOLESCENCIA: IMPLICANCIAS PARA
LA PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA JUVENIL EN
AMÉRICA LATINA

Hugo Morales Córdova


Universidad Nacional Mayor de San Marcos

RESUMEN
La multicausalidad del comportamiento antisocial durante la adolescencia parece
no sólo obedecer a la combinación de múltiples factores de riesgo ubicados en
diferentes niveles del desarrollo humano, sino también a procesos históricos,
sociales y culturales que afectan de manera diferenciada a varias generaciones
de jóvenes desde su temprana infancia. Este artículo revisa las principales teorías
explicativas del comportamiento antisocial durante la adolescencia, enfatizando
en la teoría neuropsicológica de la Taxonomía del Desarrollo de la Conducta
Antisocial propuesta por Terrie E. Moffitt (1993, 1994, 1996 y 2003). Asimismo,
se mencionan algunos estudios realizados que confirman la validez transcultural
del modelo teórico de Moffitt y sus contribuciones para el diseño de programas de
prevención del comportamiento antisocial entre población adolescente y juvenil
en América Latina.

Palabras clave: Adolescencia, conducta antisocial, desarrollo, prevención.

 Correspondencia: Hugo Morales. Diplomatura en Desarrollo Integral y Prevención de la Violencia Juvenil. Unidad de
Post Grado de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Av. Germán Amézaga s/n.
Lima – Perú. Correo electrónico: hmorales@pucp.edu.pe

97
Hugo Morales Cordova

ABSTRACT
Several causes of the antisocial behavior during the adolescence seems to
respond not only to the combination of many risk located along the different
levels of human development, but also to cultural and historical, social processes
affecting, in many ways, to specific generations during their early childhood.
This paper revises the main explicative theories about antisocial behavior during
the adolescence and tries to reflect them, emphasizing on the theory of the
Neuropsychological Taxonomy of the Antisocial Behavior proposed by Terrie
E. Moffitt (1993, 1994, 1996 and 2003). Moreover, some studies are mentioned
due to the fact that they confirm the cross-cultural validity of Moffitt’s theorical
model and its contributions to the design of prevention programs against antisocial
behavior for youngsters and adolescents in Latin America.

Key words: Adolescence, antisocial behavior, development, prevention.

INTRODUCCIÓN
La violencia adolescente y juvenil daña profundamente no sólo a las
víctimas, sino también a sus familias, amigos y comunidad (Lynam, Caspi,
Moffitt, Wikstrom, Loeber y Novak, 2000 y OMS, 2003). Sus efectos pueden
apreciarse no sólo en los casos de muerte, enfermedad y discapacidad de sus
víctimas directas, sino también en la calidad de vida de los habitantes de una
comunidad (víctimas indirectas) y el crecimiento económico de una nación
(OMS, 2003). La violencia que afecta a los adolescentes y jóvenes y los hace
delincuentes, incrementa enormemente los costos de los servicios de salud y
asistencia social, reduce la productividad, disminuye el valor de la propiedad,
desorganiza una serie de servicios esenciales y en general, deteriora la estructura
de una sociedad (Pattishall, 1994).

La participación de un elevado porcentaje de adolescentes varones en actos


delictivos representa una importante amenaza para el desarrollo humano y el
crecimiento económico de una nación (Organización Mundial de la Salud: OMS,
2003). Por otro lado, la mayoría de los adolescentes en conflicto con la Ley Penal
bajo tutela Judicial atraviesa sin éxito por los procesos de educación formal. Esto
ocurre especialmente entre aquellos que provienen de hogares desestructurados,
incompletos y disfuncionales. En aquellos contextos familiares, los adolescentes
presentan desventajas individuales y cuidados negligentes a lo largo de su
98
Factores asociados y trayectorias del desarrollo del comportamiento antisocial durante la adolescencia:
implicancias para la prevención de la violencia juvenil en América Latina.

desarrollo; debido a ello, se involucran en actividades marginales y de alto riesgo


psicosocial (Wright, Caspi, Moffitt y Silva, 1999a; Wright, Caspi, Moffitt y Silva,
1999b y Wright, Caspi, Moffitt y Silva, 2001).

Sin embargo, es importante precisar que no todos los adolescentes que han
cometido alguna infracción a la Ley persisten en este comportamiento a lo largo
de su vida; ello ocurre pese al riesgo de los efectos de sus entornos criminógenos
(Farrington, Jollife, Loeber, Stouthamer-Loeber y Kalb, 2001 y Seydlitz y Jenkins,
1998). Aunque ciertamente, existirá un pequeño grupo de adolescentes cuya
conducta antisocial persistente los expone a desarrollar el Trastorno Antisocial
de la Personalidad (APA, 1994).

Con fines preventivos y de rehabilitación, la identificación temprana de


aquellas características individuales y sociales que discriminan entre adolescentes
que persisten y no persisten en el comportamiento antisocial delictivo durante el
curso de su vida, constituye una estrategia importante para el diseño de políticas
eficaces en el ámbito de la prevención de la violencia juvenil y otras conductas de
riesgo (Lerner y Galambos, 1998; Kazdin y Buela-Casal, 2001). En los últimos 30
años, el estudio científico del comportamiento antisocial adolescente ha cobrado
especial relevancia en la implementación de políticas públicas de prevención de
la violencia juvenil a nivel mundial.

La prevención y rehabilitación de comportamientos antisociales como


la delincuencia entre adolescentes y jóvenes ha sido favorable cuando se han
realizado intervenciones basadas en evidencia; pero aún es necesario contrastar
empíricamente estos resultados en contextos socioculturales distintos (Herrera y
Morales, 2005 y Morales, 2006a) como América Latina.

EPIDEMIOLOGÍA DE LA DELINCUENCIA JUVENIL


La delincuencia adolescente y juvenil, como forma de violencia criminal,
es una de las formas de violencia más visible en una sociedad (Erikson, 1980;
Garrido, 1997). Permanentemente, los medios de comunicación masiva informan
sobre la actuación de las pandillas en las escuelas y en las calles (Seydlitz y
Jenkins, 1998). Estadísticas provenientes de los cinco continentes advierten que
tanto adolescentes como jóvenes son las principales víctimas y perpetradores de
este tipo de violencia (Farrington, 1983 y OMS, 2003). América Latina posee
la más alta tasa de homicidios (un indicador bastante robusto para medir los

99
Hugo Morales Cordova

niveles de violencia en las sociedades) perpetrados por población adolescente


y juvenil, y contra el mismo grupo poblacional. Aunque África posee la misma
tasa de homicidios (más de 12 homicidios por cada 100,000 habitantes), éstos se
producen centralmente por efectos del conflicto armado (violencia armada), antes
que por violencia interpersonal como ocurre en América Latina.

Asimismo, los homicidios, así como los delitos bajo la forma de agresiones
(lesiones) no mortales que involucran a adolescentes y jóvenes, incrementan
enormemente la carga mundial de muertes prematuras entre población general y
población económicamente activa principalmente, años de vida no productivos,
lesiones y discapacidad (OMS, 2003). Las tendencias de las magnitudes de la
violencia perpetrada por adolescentes y jóvenes van en aumento en muchas
partes del mundo. Este aumento va acompañado del uso de armas de fuego, del
involucramiento de adolescentes y jóvenes varones en el crimen organizado y
en conflictos armados, y de políticas represivas y criminalizadoras de justicia
juvenil, antes que por políticas de promoción del desarrollo juvenil (servicios de
salud diferenciados para adolescentes, educación de calidad e inserción social
y laboral apropiada y con equidad para los jóvenes) en general, y prevención
efectiva y oportuna del comportamiento antisocial adolescente en particular. A
continuación se presentan algunas estadísticas al respecto (ver Gráficos 1 y 2).
Gráfico 1
Tendencias de las formas de ataque en los homicidios de jóvenes de 10 a 24 años de edad,
1985 - 1994a.
50

Arma de fuego

40
Porcentaje de homicidios

Instrumento
30 cortante

20
Otros

10
Ahorcamiento
o estrangulamiento

0
1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994
Año
Basada en los datos de la OMS sobre la mortalidad en 46 países.

Tomado de: Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud. Con autorización de la OMS.
Figura 1 y 2. Fuente y elaboración: OMS (2003)

100
Factores asociados y trayectorias del desarrollo del comportamiento antisocial durante la adolescencia:
implicancias para la prevención de la violencia juvenil en América Latina.

Gráfico 2
Tendencias mundiales de las tasas de homicidios juveniles entre los varones y las mujeres
de 10 a 24 años de dad, 1985 - 1994a.
50
Tasas de homicidios (por 100 000)

40
Varones

30

20

10
Mujeres

0
1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994
Año
Basada en los datos de la OMS sobre la mortalidad en 66 países.

Tomado de: Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud. Con autorización de la OMS.
Figura 1 y 2. Fuente y elaboración: OMS (2003)

Aunque no es un propósito central del presente artículo, es importante


mencionar los aspectos sociales (exosistema) y de políticas públicas involucradas
en el fenómeno de la violencia juvenil en la región latinoamericana y del Caribe.
Como se muestra en la siguiente tabla (ver tabla 1), la edad promedio regional
de admisión al empleo adolescente que los Estados de la región reconocen como
legal (y de acuerdo con la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño)
son los 14 años de edad. Del mismo modo, la edad promedio para el término de la
educación básica obligatoria es de 14 años de edad. Ambos promedios coinciden en
los años cronológicos indicados, que además parecen corresponderse en términos
de una condición previa y necesaria para la incursión en el mundo laboral por
parte de los adolescentes: que al menos terminen la escuela básica. Aunque en
América Latina, esta edad de término de la escolarización pueda estar subestimada
debido a factores como la repitencia y la extraedad (con lo cual hablaríamos de
un promedio mayor al reconocido oficialmente), aceptaremos que se trata en todo
caso de la edad promedio esperada para la educación obligatoria.

Los motivos que impiden que la edad de admisión al empleo sea menor,
se justifican en el valor que representa el término de la educación básica para
los adolescentes en todas partes del mundo, así como la postura de las Naciones
Unidas (UNICEF, OIT) acerca de la erradicación progresiva del trabajo infantil

101
Hugo Morales Cordova

por ser contraindicada con el desarrollo humano saludable de los adolescentes.


Sin embargo, existe una abierta contradicción cuando frente a estos mismos
argumentos se tolera en la región, una admisión muy temprana al Sistema de
Justicia Penal Juvenil. El promedio de la edad de responsabilidad penal adolescente
en la región es de 12 años de edad, 2 años menos que la edad de admisión al
empleo y la edad de egreso de la educación básica obligatoria. Una postura
represiva de la justicia esgrimida sobre una base arbitraria de la edad cronológica
(sin reconocer la evidencia de la investigación psicológica existente al respecto)
no es efectiva para prevenir ni disuadir el comportamiento antisocial adolescente.
La responsabilidad de los Estados para orientar sus políticas de justicia juvenil
sobre la evidencia y los derechos es impostergable (ver Tabla 1).
Tabla 1
Edad de responsabilidad penal adolescente.

PAÍS de América Edad Edad Edad Rango de Número de


Latina y el Caribe mínima de mínima de mínima edad años de
admisión al admisión de esperada escolaridad
Sistema de al Sistema admisión de la obligatoria
Justicia de Justicia al escolaridad
Penal Penal de empleo obligatoria
Juvenil Adultos

Argentina 16 años 18 años 14 años 6 a 14 años 9


Bolivia 12 años 16 años 14 años 6 a 13 años 8
Brasil 12 años 18 años 16 años 7 a 14 años 8
Colombia 12 años 18 años 14 años 6 a 12 años 7
Costa Rica 12 años 18 años 15 años 6 a 15 años 10
Chile 14 años 18 años 15 años 6 a 18 años 13
Ecuador 12 años 18 años 14 años 6 a 14 años 9
El Salvador 12 años 18 años 14 años 7 a 15 años 9
Honduras 12 años 18 años 14 años 7 a 13 años 7
Guatemala 12 años 18 años 14 años 7 a 14 años 8
Nicaragua 12 años 18 años 14 años 7 a 12 años 6
México 11 o 12 años 18 años
Panamá 14 años 18 años 14 años 6 a 15 años 10
Paraguay 14 años 18 años 14 años 7 a 14 años 8
Perú 12 años 18 años 14 años 6 a 16 años 11
Venezuela 12 años 18 años 14 años 5 a 15 años 11
Promedio regional 12 años 18 años 14 años 6 a 14 años 9 años

Elaboración propia sobre la base de diversos países.

ETIOLOGÍA DE LA DELINCUENCIA JUVENIL I: LOS FACTORES


ASOCIADOS
Angenent y De Mann (1996) definen la conducta antisocial de tipo
delincuencial en jóvenes como aquellas actividades que en términos de las normas

102
Factores asociados y trayectorias del desarrollo del comportamiento antisocial durante la adolescencia:
implicancias para la prevención de la violencia juvenil en América Latina.

y costumbres se consideran indeseables o incluso inaceptables. Las formas más


graves se llaman transtornos de conducta, por lo que los autores concluyen que la
delincuencia juvenil es un transtorno del comportamiento penado por la ley.

En lo concerniente a factores externos asociados al comportamiento antisocial


entre adolescentes, se ha aludido con frecuencia a las propiedades psicológicas
de entornos como la comunidad al nivel del mesosistema (Bronfenbrenner,
1999). De este modo, el tipo de vecindario en que viven los adolescentes desde
su temprana infancia y el estrato socioeconómico de procedencia son buenos
predictores del comportamiento antisocial (Frías-Armenta et al., 2003). Entre
los factores interpersonales o mesosistemas debemos mencionar tres agencias de
socialización especialmente importantes: familia, escuela y grupos de pares.

Con respecto a la familia, se han identificado factores estructurales como


el tamaño de la familia, el trabajo de las madres, el orden de nacimiento de los
hijos y la ausencia de uno de los progenitores (especialmente la figura paterna).
Posteriormente se prestó mayor atención a factores dinámicos tales como el clima
familiar, la calidad de las relaciones vinculares, el apego del adolescente hacia
sus padres, la comunicación intrafamiliar, los estilos de crianza y la disciplina del
hogar.

La supervisión y el monitoreo de los padres parece ser un factor muy


significativo, especialmente en el caso de los adolescentes varones (Angenent
y De Mann, 1996). Así mismo, Farrington et al. (2001) encuentran que una
alta concentración de delincuentes en las familias, por ejemplo, el arresto de
un familiar, particularmente del padre o de alguno de la misma generación,
incrementa la probabilidad de que algún miembro de la familia de la siguiente
generación (hijos, sobrinos, nietos) sea delincuente.

Acerca de la escuela, las experiencias de fracaso escolar constituyen con


frecuencia un factor de riesgo mientras que el logro escolar representa un factor
protector. También resulta importante la actitud del adolescente hacia la escuela
–es decir, si la considera un espacio placentero y útil para su desarrollo personal-
y el compromiso con las metas de aprendizaje. En cuanto al grupo de pares,
frecuentar amigos que son delincuentes, portan armas (blancas o de fuego) o
consumen drogas, constituyen un buen predictor de la delincuencia juvenil
(Seydlitz y Jenkins, 1998). Al respecto, Killias y Ribeaud (1999), en un estudio
realizado en 12 países de Europa y Estados Unidos, encuentran una alta relación

103
Hugo Morales Cordova

entre el consumo de drogas y los delitos contra la propiedad y el tráfico de drogas,


aunque ésto por sí solo no predice la delincuencia entre adolescentes.

Con respecto a los factores internos o intrapersonales, además de la edad,


el género y las experiencias normativas de vida, se encuentran los aspectos
biológicos, cognitivos y afectivos. Los factores biológicos incluyen la herencia,
especialmente en los casos en que existe algún trastorno de personalidad asociado.
También ha sido estudiado el efecto de las hormonas –principalmente los efectos
de la testosterona- durante las etapas pre natal y puberal, así como los efectos de
los bajos niveles de serotonina en el cerebro.

Henry y Moffitt (1992), utilizando técnicas de neuroimagen, encontraron


correlatos neurológicos de deficiencias ejecutivas en muestras de adolescentes
delincuentes precoces. Estas incluyeron déficits en habilidades neuropsicológicas
como comprensión verbal, atención, concentración, formación de conceptos,
abstracción, anticipación y planificación. Del mismo modo, un bajo nivel
intelectual parece contribuir al riesgo de cometer delitos.

En lo que respecta a los factores afectivos, se ha estudiado de manera


especial la relación existente entre psicopatología y delito. La asociación más
evidente tiene que ver con el trastorno antisocial de la personalidad y sus
precursores en la infancia: trastorno de déficit de atención por hiperactividad,
trastorno oposicionista y trastorno de conducta (Lahey y Loeber, 1992). Así
mismo, han sido identificados algunos rasgos de personalidad frecuentes entre
infractores como son la impulsividad, dificultad para postergar la gratificación,
autoconcepto disminuido, falta de habilidades sociales, bajo nivel de empatía y
poca capacidad para sentir culpa (Blackburn, 1995).

De acuerdo con la clasificación de Lykken (2000), en el espectro del delito


perpetrado por adolescentes, un grupo de adolescentes infractores y delincuentes
juveniles delinquen como consecuencia de tres factores predisponentes que
pueden constituirse progresivamente en un patrón de comportamiento antisocial:
i)intensificación de las transformaciones psicológicas propias del periodo
evolutivo adolescente, ii)exposición temprana a una socialización deficiente
como consecuencia de una práctica familiar negligente y composición familiar
insuficiente, lo cual daría origen a la Sociopatía, y iii)presencia de rasgos
temperamentales elevados como la búsqueda de sensaciones, la impulsividad y la
ausencia de miedo, que desencadenarían la psicopatía.

104
Factores asociados y trayectorias del desarrollo del comportamiento antisocial durante la adolescencia:
implicancias para la prevención de la violencia juvenil en América Latina.

Como se ha podido revisar hasta el momento, las características individuales


y del entorno resultan importantes predictores de la delincuencia juvenil.
Sin embargo, pese a existir consenso respecto a una participación simultanea
entre variables externas e internas, son estas últimas las que generan mayor
controversia. Al respecto, Quay (1987) indica que en casi la mayor parte de los
casos, los delitos violentos y el crimen se asocian más con factores internos y
con una mayor perturbación psicológica en comparación con delitos cometidos
por adolescentes que constituyen faltas menores hacia la autoridad parental y no
parental.

En todo caso, un patrón persistente de episodios de delitos perpetrados antes


y durante la adolescencia constituye el mejor criterio predictivo para clasificar
entre grupos de adolescentes en riesgo de convertirse en futuros delincuentes
adultos, y adolescentes que experimentan una intensificación de algunas de las
características de su personalidad durante este periodo evolutivo.

Al respecto, es importante indicar que, en ambos grupos de adolescentes,


aquello que llamamos “delito” representa un espectro de comportamientos
antisociales que están tipificados penalmente por la legislación judicial penal de
un país (Tiffer, 2003). En ese sentido, existen formas de violencia ejercidas por
adolescentes y jóvenes que no están tipificadas como delitos (Howe, 1997). Del
mismo modo, existen determinados tipos de delitos que no son violentos en su
perpetración (como sustraer dinero o tarjetas bancarias de otras personas sin que
éstas lo sepan), pese a que podríamos decir que todo delito “en sí mismo”, es un
tipo de violencia contra las personas (Quay, 1987).

A continuación, se presenta la adaptación de un modelo empírico para los


problemas de conducta durante la adolescencia propuesto por Dodge y Pettit
(2003), que resume de manera esquemática las vías explicativas causales,
moderadoras y mediadoras del comportamiento de infracción a la Ley Penal
en esta población (ver Figura 1). En este modelo, el comportamiento antisocial
adolescente o llamado comúnmente comportamiento de infracción a la Ley
Penal es una función de la interacción (directa) de variables socioculturales y
biológicas que se encuentran moderadas por variables del mesosistema (estilo
parental y grupos de pares) y del microsistema (procesos mentales de la persona
en desarrollo).

105
Hugo Morales Cordova

Figura 1
Modelo causal del comportamiento antisocial adolescente (Dodge y Pettit, 2003).

Predisposición Predisposición
biológica biológica

Estilo
parental Conducta de
Procesos
Infracción a la
mentales
Pares Ley Penal

Contexto Contexto
sociocultural sociocultural

Adaptación propuesta por el autor al modelo original publicado en


Developmental Psychology, 2003. Vol. 39, No. 2, 349-371

106
Factores asociados y trayectorias del desarrollo del comportamiento antisocial durante la adolescencia:
implicancias para la prevención de la violencia juvenil en América Latina.

Por otro lado, no podemos considerar el problema de la violencia adolescente


y juvenil como un fenómeno aislado de otros comportamientos problemáticos y
de otros factores de riesgo psicosocial (Moffitt, 1993a; Henry, Feehan, McGee,
Stanton, Moffitt y Silva, 1993; Caspi, Henry, McGee, Moffitt y Silva, 1995;
Henry, Caspi, Moffitt, Harrington y Silva, 1999; Killias y Ribeaud, 1999 y OMS,
2003).

Al respecto, la investigación ha demostrado que no todos los adolescentes


y jóvenes violentos son iguales. Existen adolescentes y jóvenes violentos que
pese a su funcionamiento psicológico violento, no comenten delitos a pesar
de estar expuestos al riesgo de perpetrarlos (Lykken, 2000). Contrariamente,
existen adolescentes y jóvenes que han cometido delitos, sin que necesariamente
presenten algún tipo de perturbación psicológica (Moffitt, 1993a; Moffitt, 1993b
y Iza, 2002).

Los adolescentes y jóvenes violentos tienden a cometer una variedad


de delitos, además de presentar adicionalmente, una variedad de problemas
conductuales asociados a su comportamiento delictivo; entre ellos se encuentran
un alto ausentismo o deserción escolar, abuso de sustancias psicoactivas
(especialmente alcohol), características personales tales como impulsividad
y oposicionismo intensificadas, perseveración al decir mentiras y cinismo,
ausencia de sentimientos de culpa hacia el mal comportamiento, así como altas
tasas de enfermedades de transmisión sexual (Krueger, Schmutte, Caspi, Moffitt,
Campbell y Silva, 1994; Caspi, Moffitt, Silva, Stouthamer-Loeber, Schmutte
y Krueger, 1994; Jaffee, Moffitt, Caspi, Taylor y Arseneault, 2002 y Koenen,
Moffitt, Caspi, Taylor y Purcell, 2003).

No obstante, es importante destacar que no todos los adolescentes y jóvenes


con la totalidad o alguno de los problemas conductuales mencionados serán
necesariamente violentos o delincuentes; asimismo, no todos los adolescentes
y jóvenes delincuentes presentan consistentemente estos problemas (Iza, 2002;
Broidy, Nagin, Tremblay, Brame, Dodge, Fergusson, Horwood, Loeber, Laird,
Lynam y Moffitt, 2003 y Morales, 2005).

Sin embargo, aquellos adolescentes y jóvenes que desde la niñez y la pubertad


han sido expuestos a una serie de desventajas a lo largo de su desarrollo tales como
cuidados negligentes, pobre estimulación temprana (Henry, Moffitt, Robins, Earls
y Silva, 1993), aprovisionamiento insuficiente; y que además reúnen una serie
de déficits neuropsicológicos verbales y ejecutivos, acompañados de desórdenes

107
Hugo Morales Cordova

severos del desarrollo, como déficit atencional e hiperactividad (Henry, Caspi,


Moffitt y Silva, 1996); tienen mayor probabilidad de desarrollar un patrón de
conducta antisocial persistente a lo largo del ciclo de vida (Caspi y Roberts, 2001;
Lahey y Loeber, 1992; Baltes, Lindenberger y Staudinger, 1997; Caspi, McClay,
Moffitt, Mill, Martin, Craig, Taylor y Poulton, 2002 y OMS, 2003).

Al respecto, debe señalarse que no ocurre lo mismo con sus pares


adolescentes, que de modo casi independiente de los entornos criminógenos
en que se hayan desarrollado (Bronfenbrenner, 1999; Bronfenbrenner y Ceci,
1994 y Bronfenbrenner y Morris 1997), no presentan las mismas características
de desventaja personal, y no presentan por tanto, el mismo patrón de conducta
(Moffitt, 1993a y 1996).

Si este último grupo de adolescentes cometiera algún tipo de delito, su


conducta antisocial tendría que ser explicada directa y principalmente por los
efectos de los entornos ambientales en los que interactúan (Frías-Armenta,
López- Escobar y Díaz-Méndez, 2003) y por los procesos de socialización
negligentes sobre los que se han desarrollado (Blunt, Bugental y Goodnow,
1997). No necesariamente por variables individuales; ello permite indicar que
dicho comportamiento antisocial-delictivo se presenta de manera limitada al
periodo de la adolescencia (Moffitt, 1993b, 2001 y 2002).

Entre los factores de vulnerabilidad identificados más importantes, la


investigación ha demostrado que los adolescentes de género masculino tienen
una mayor probabilidad de pertenecer al grupo de adolescentes que muestra
comportamiento antisocial persistente a lo largo de la vida, en comparación con
sus respectivos pares femeninos (Magdol, Moffitt, Caspi, Newman, Fagan y
Silva, 1997 y Moffitt, Caspi, Rutter y Silva, 2001).

Otro importante grupo de factores de riesgo identificados en esta población,


lo constituye su asociación con otros tipos de violencia. Presenciar actos
violentos en el hogar o sufrir abuso físico o sexual puede condicionar a los niños
y adolescentes a considerar la agresión como un medio aceptable para resolver
problemas o interactuar con los demás (Jaffee, Moffitt, Caspi, Taylor y Arseneault,
2002; Koenen, Moffitt, Caspi, Taylor y Purcell, 2003 y OMS, 2003).

Del mismo modo, la exposición prolongada a conflictos armados como el


terrorismo, también puede contribuir a sostener una cultura del terror que haga
más fácil la aparición de adolescentes y jóvenes violentos (Bandura, 1977). En

108
Factores asociados y trayectorias del desarrollo del comportamiento antisocial durante la adolescencia:
implicancias para la prevención de la violencia juvenil en América Latina.

ese sentido, la comprensión de los factores que incrementan el riesgo de que


los adolescentes y jóvenes se conviertan en víctimas y perpetradores de actos
violentos, como delitos y crímenes, es esencial para formular políticas y programas
eficaces de prevención de la violencia adolescente y juvenil (Peñaherrera, 1998
y OMS, 2003).

Cabe mencionar que el delito no es un constructo psicológico sino una


categoría jurídico-legal bajo la cual no es posible agrupar a todos los delincuentes
existentes, pues éstos son muy diferentes entre sí, y el único elemento común
a todos ellos es la conducta o el acto mismo de delinquir. Este acto reúne un
conjunto de variables psicológicas organizadas consistentemente, configurando
un patrón de conducta al cual los psicólogos denominan comportamiento antisocial
(Farrington, 1983; en Iza, 2002).

En este sentido, es preciso indicar que las correspondencias entre los


dominios del delito y del comportamiento antisocial son unidireccionales, es
decir, todo delito representa un tipo de comportamiento antisocial (Blackburn,
1995), pero no todo comportamiento antisocial constituye un delito, en tanto no
haya sido tipificado como tal en la legislación penal de una Nación (Iza, 2002).
Por lo que debe señalarse que en la legislación penal peruana, los adolescentes
que delinquen no son llamados delincuentes, sino infractores. La razón obedece
a que la transgresión a la Ley Penal por parte de un adolescente en el Perú, es
considerada una infracción a la Ley.

ETIOLOGÍA DE LA DELINCUENCIA JUVENIL II: LAS


TRAYECTORIAS DEL DESARROLLO
En el campo de la violencia y la criminalidad, el término trayectoria se ha
utilizado para referirse a la evolución o curso de un comportamiento cuando no
se recibe tratamiento o intervención alguna. En la salud pública se emplea el
término “historia natural de una enfermedad” para referirse a esta idea.

Estudiar la violencia criminal como la posibilidad de una trayectoria en el


comportamiento delincuencial es un paso muy importante para el entendimiento
del problema y el diseño de políticas públicas de prevención de la violencia criminal
focalizada especialmente en población joven. Implica que se está considerando
que la violencia y el crimen no son sólo producto de las circunstancias del
momento: como la falta de vigilancia, un conflicto interpersonal, el consumo

109
Hugo Morales Cordova

abusivo de alcohol, o la tenencia de armas, sino también producto de una historia


personal del neurodesarrollo social. Por qué y cuándo se inicia, cuáles son los
signos tempranos y cómo evoluciona, son elementos indispensables para pensar
en prevenir o interrumpir esta historia.

Asimismo, es importante saber si existe más de una trayectoria, pues ello


podría implicar la existencia de diferentes tipos del problema con distintas
causas, cursos y pronósticos; y consecuentemente, diferentes formas de prevenir
o de tratar. Muchas de las teorías predominantes al interior de la Criminología
moderna tienden a englobar la población de violentos o de infractores como
si fuera una población homogénea, explicando las diferencias en la edad de
aparición, persistencia, o severidad del crimen como distintos niveles del mismo
problema (Bandura, 1973; Gottfredson y Hirschi, 1990 y Sutherland y Cressey,
1999). A continuación revisaremos algunas de las más importantes contribuciones
al respecto.

Según el tipo de delito: Especialización vs. Versatilidad


Una forma frecuente de clasificar a los delincuentes es por el tipo de
delito. La evidencia empírica sobre la tendencia a cometer un sólo tipo de
delito (especialización) versus la versatilidad en la actividad delincuencial es
controversial.

Por un lado, algunos investigadores han encontrado que sí existe esta


tendencia (Farrington, Snyder y Finnegan, 1988), en especial para aquellos que
continúan delinquiendo en la edad adulta y durante más tiempo (Blumstein,
Cohen, Das y Moitra, 1988), aquellos involucrados en delitos de “cuello blanco”
(Benson y Moore, 1992), y los que inician actividades delincuenciales luego de
tener problemas de adicción a drogas (Farabee, Joshi y Anglin, 2001).

Incluso, sobre la base de estudios de gemelos y estudios de adopción,


Mednick y Kandel (1998) piensan que posiblemente, existen factores genéticos
que predisponen hacia los delitos contra la propiedad mientras que factores
perinatales parecen ser importantes para los delitos contra las personas.

No obstante la evidencia anterior, luego de una revisión exhaustiva de la


literatura sobre el tema cubriendo los años de 1966 a 1995, Simon (1997) concluyó
que si bien existen algunos delincuentes especializados en algunos tipos de

110
Factores asociados y trayectorias del desarrollo del comportamiento antisocial durante la adolescencia:
implicancias para la prevención de la violencia juvenil en América Latina.

delitos, la mayoría, en especial los más persistentes, no tienden a especializarse.


Investigaciones posteriores a esta revisión brindan adicional soporte a esta
conclusión (Piquero, 2000; y Piquero y Buka, 2002).

Estudios sobre las trayectorias del comportamiento criminal por tipo de


delito, muestran diferencias en la frecuencia de la actividad delincuencial con
picos alrededor de los 16 años de edad, sin importar el tipo de delito (Brame,
Mulvey y Piquero, 2001). Igualmente, para aquellos que son persistentes en
su conducta antisocial, los dos grupos (especializados y no especializados) no
parecen diferir en sus antecedentes familiares o personales (Farrington, 1989).

En 1998, Rolf Loeber y su grupo de investigación en la Universidad de


Pittsburg propusieron, basándose en un seguimiento longitudinal durante 14
años a una cohorte de niños (n = 517), tres trayectorias para el desarrollo del
comportamiento criminal (Loeber, Farrington, Stouthamer-Loeber, Moffitt y
Caspi, 1998).

En las tres trayectorias, los comportamientos más serios son precedidos por
otros menos graves. Un primer camino, denominado abierto o público, se inicia
con una agresión menor (molestar o amedrentar a otros), seguido por participar en
peleas con enfrentamientos físicos y verbales, terminando en delitos violentos.

Un segundo camino es denominado vía encubierta, y se inicia con


comportamientos encubiertos menores como decir mentiras, robar pertenencias
de otros u objetos en venta de las tiendas, progresa a daños a la propiedad, y
termina en delitos menores a serios como fraude, robo y asalto.

El tercer camino se inicia a través del comportamiento desafiante y


oposicionista, progresa a desobediencia y termina en desacatamiento de normas
de funcionamiento familiar y social, como escaparse de la casa o la escuela, o
permanecer fuera del hogar por muchas horas y hasta tarde.

Soporte empírico adicional para este modelo surge de los análisis de los
datos de la National Youth Survey (una encuesta nacional tomada a una muestra
aleatoria de jóvenes de ambos sexos entre 12 y 17 años de edad en los EE.UU.)
y del Chicago Youth Development Study (un estudio de seguimiento de niños de
quinto y séptimo grado de escuelas públicas en la ciudad de Chicago). En esta
prueba del modelo, el 84% de los delincuentes cumplieron los pasos o caminos
propuestos por Loeber et al. (Tolan y Gorman-Smith, 1998). Este porcentaje

111
Hugo Morales Cordova

fue mayor cuando se limitó el análisis al subgrupo de delincuentes más serios o


violentos. A continuación se presenta una adaptación del modelo propuesto por
Loeber et al. (1998)en la siguiente figura.

Figura 2
Caminos a la delincuencia (Loeber et al., 1998).

Robo,
Violencia venta de
drogas

Daño a propiedad
Peleas físicas (vandalismo)

Escapar
Pegar/molestar a otros clase, fugarse Mentiras, robo menor
del hogar
Camino abierto Camino encubierto

Desobediencia Desafío

Terquedad

Camino del conflicto


con la autoridad

Adaptación propuesta por al autor al modelo original publicado en


Studies on Crime and Prevention, 1998, Vo. 7, 141 - 171.

Según el patrón de agresión: Agresión reactiva vs. Proactiva


Dodge (1991) ha propuesto la existencia de dos tipos de conductas agresivas:
una agresión reactiva y otra proactiva, aunque es frecuente observar los dos tipos
en un mismo individuo. La primera es un tipo de agresión que se produce en
reacción a la provocación, de allí el nombre de reactiva. Teóricamente, estas
personas no iniciarían peleas pero serían muy sensibles a cierto tipo de estímulos
(cuestionamientos a su identidad o poder, ofensas a la autoestima) y reaccionan
con ira en forma descontrolada y desproporcionada. En cambio, la agresión
proactiva se utiliza para obtener algún bien o beneficio (objetos o dominación de
otro, por lo que tiene un carácter eminentemente instrumental) y suele carecer de
manifestaciones de afecto (se trata de una acción fría y calculada).
112
Factores asociados y trayectorias del desarrollo del comportamiento antisocial durante la adolescencia:
implicancias para la prevención de la violencia juvenil en América Latina.

Los dos tipos de agresión corresponden a diferentes estructuras, conexiones,


circuitos y sistemas de neurotransmisión a nivel cerebral (según lo observado en
modelos animales), diferentes procesos cognoscitivos, y probablemente diferentes
etiologías. Dodge (1991) propuso, a manera de hipótesis, que la agresión reactiva
podría ser el resultado de experiencias en la infancia y la niñez que disminuyen
la sensación de seguridad y elevan los niveles de estrés; como por ejemplo, la
pérdida de un ser querido y las amenazas crónicas (el maltrato y el abuso durante
la niñez o el ser testigo de violencia), especialmente cuando son impredecibles.
En cambio, la agresión proactiva podría ser el resultado de una alta exposición y
valoración de respuestas agresivas (en la familia, la comunidad o la televisión)
y una falta de exposición a comportamientos prosociales (modelos de conducta
socialmente adecuados).

La investigación empírica sobre estos dos patrones conductuales de agresión


es limitada. Sin embargo, se ha encontrado que la agresión reactiva se asocia más
frecuentemente con antecedentes de maltrato y estrategias disciplinarias severas
y aparece a más temprana edad (alrededor de los 4 años de edad). Los niños con
este patrón de agresión manifiestan hipersensibilidad y tendencia a malinterpretar
signos sociales, generan rechazo entre sus pares y maestros (Dodge, Lockman,
Harnish, Bates y Pettit, 1997), y tienen mayor riesgo de agredir a su pareja
(Brengden, Vitaro, Tremblay y Lavoie, 2001).

Por el contrario, la agresión proactiva aparece alrededor de los 6 años


de edad (Dodge et al., 1997) y predice conductas delincuenciales durante la
adolescencia (Brengden et al., 2001; y Vitaro, Gendreau, Tremblay y Oligny,
1998), explicadas especialmente por los efectos del aprendizaje social durante la
socialización infantil.

Establecer las diferencias entre estos dos tipos de agresión y sus factores
determinantes tiene importantes implicancias para la prevención y el control
de la violencia y la criminalidad. Primero, porque es muy probable que ciertos
programas tengan mejores resultados con algún tipo de agresión que con otro.
En segundo lugar, porque conociendo los factores determinantes de cada tipo
de agresión, es posible diseñar programas de prevención primaria. Por ejemplo,
ciertos factores como el alcohol y el estrés podrían ser más importantes para
los reactivos que para los proactivos. La evolución de cada tipo de agresión nos
podría también orientar sobre los momentos apropiados de la intervención.

113
Hugo Morales Cordova

Según la edad de iniciación y persistencia: Precoces vs.


Tardíos
En una publicación de 1989, Patterson, DeBaryshe y Ramsey plantearon
la existencia de al menos dos caminos a la delincuencia o criminalidad: una de
iniciación en la edad escolar y otra, de inicio en la adolescencia. Según estos
autores, unas prácticas de crianza inapropiadas serían el factor que conduciría a la
aparición del problema en ambos casos. En este mismo sentido, Moffitt (1993a)
también propuso la existencia de dos grupos de adolescentes antisociales: (1)
limitados a la adolescencia (adolescence-limited) y (2) persistentes a través de la
vida (life-course-persistent).

Según sus investigaciones, estos últimos, correspondientes a la minoría


dentro de la población de delincuentes, se caracterizan por la aparición temprana
(incluso desde la edad preescolar) y persistente de un conjunto de problemas de
comportamiento que irían escalando en frecuencia y severidad; y si bien cambian
en sus manifestaciones según la edad, correspondía al mismo tipo de problema
(continuidad heterotípica). Por ejemplo, la agresión en la edad preescolar podría
manifestarse como rabietas, en la edad escolar como destructividad y agresión
hacia otros en la adolescencia.

Por el contrario, Moffitt (1993a) postula que los autolimitados a la


adolescencia corresponden a la gran mayoría de jóvenes que alguna vez se han
involucrado en actividades delincuenciales y se distinguen porque carecen de
problemas de conducta notorios durante su niñez. La confluencia de estos dos
grupos explicaría por qué se observan tasas de participación en delincuencia y
violencia especialmente altas durante la adolescencia. La desaparición del grupo
de autolimitados explicaría el descenso que se observa en estas tasas luego de
la adolescencia. El soporte empírico para esta taxonomía es aún incipiente pero
persuasivo (Bartusch, Lynam, Moffitt y Silva, 1997; Chung, Hill, Hawkins,
Gilchrist y Nagin, 2002; Moffitt, 1993a; Moffitt y Caspi, 2001; Moffitt, Caspi,
Harrington y Milne, 2002; Nagin, Farrington y Moffitt, 1995; Simons, Wu,
Conger y Lorenz, 1994; Tolan y Thomas, 1995; y Vitelli, 1997).

Los estudios mencionados incluyen poblaciones de Canadá, Inglaterra,


Nueva Zelandia, Suecia y EEUU. También existen estudios colombianos
demostrando la existencia de estos dos grupos aunque aún restringidos a
población de delincuentes adultos (Klevens y Roca, 1999 y Klevens, Restrepo,

114
Factores asociados y trayectorias del desarrollo del comportamiento antisocial durante la adolescencia:
implicancias para la prevención de la violencia juvenil en América Latina.

Roca y Martinez, 2000). Estos dos caminos parecen ser similares entre hombres
y mujeres (Moffitt y Caspi, 2001), aunque algunos estudios son consistentes en
señalar un mejor ajuste del modelo a muestras de adolescentes varones.

Además de la diferencia en la edad de inicio del comportamiento antisocial,


se encuentran diferencias en sus factores determinantes. Los factores asociados al
camino precoz y persistente son múltiples e incluyen: problemas neurocognitivos
(hiperactividad, problemas de atención, impulsividad, bajo nivel de habilidades
verbales), rasgos de personalidad (temperamento difícil, reactividad emocional
negativa, tendencia a ser temerario y a buscar lo novedoso), prácticas de crianza
inapropiadas (estrategias disciplinarias agresivas e inconsistentes, carencia
de interacción interpersonal positiva, falta de supervisión) y conflicto familiar
(Bartusch et al., 1997; Klevens, Restrepo, Roca y Martínez, 2000; Moffitt
et al., 2001; Moffitt, Caspi, Harrington y Milne, 2002 y Simons et al., 1994).
En contraste, el grupo de inicio tardío tiene pocos factores de riesgo, es decir,
es bastante parecido a la población de jóvenes que no se involucra en hechos
delictivos excepto por dos características: mayor frecuencia de interrupciones en
la supervisión adulta y mayor tiempo de exposición a pares antisociales (Bartusch
et al., 1997; Klevens et al., 2000; Patterson y Yoerger, 1997 y Simons et al.,
1994).

Los dos grupos difieren también en su pronóstico. Para los precoces y


persistentes, el pronóstico es bastante reservado. Además de los riesgos de
criminalidad y violencia, tienen mayores probabilidades de fracaso y deserción
escolar, consumo temprano y excesivo de alcohol y drogas, precocidad y
promiscuidad sexual, infracción de normas de tránsito, inestabilidad laboral y
afectiva, y violencia doméstica (Farrington, 1995 y Klevens et al., 2000). Por
el contrario, el grupo tardío tiende a involucrarse en delitos de menor gravedad
(delitos contra la propiedad, los de “cuello blanco”, y los relacionados con el
narcotráfico; Loeber, 1990). Sin embargo, aún se carece de suficiente evidencia
sobre su eventual desistencia, y aún cuando desisten, parecen tener otros problemas
como beber más, usar drogas con mas frecuencia e involucrarse en peleas (Nagin,
Farrington y Moffitt, 1995).

Otros investigadores han encontrado más de dos caminos: precoces y


persistentes de alta actividad versus precoces y persistentes con baja actividad sin
diferencias en sus factores determinantes (Nagin et al., 1995). En otro estudio, se
describe un grupo de precoces que, excepto por la edad de iniciación, se parecen

115
Hugo Morales Cordova

a los tardíos, es decir, se involucran en delitos de menos seriedad y desisten al


llegar a la edad adulta (Chung et al., 2002). El factor que diferencia a este grupo
de los precoces y persistentes es que viven en barrios donde la exposición a pares
antisociales y la disponibilidad de drogas es menor.

Una de las limitaciones de las dos clasificaciones anteriores es que mezclan


violencia con otros comportamientos antisociales o criminales como fugarse de
la casa, robo y consumo de drogas. Tremblay et al. en Montreal, han realizado
varios estudios documentando la historia natural de la agresión física. Primero,
basándose en observaciones de niños y reportes de sus madres, obtuvieron
evidencia de que el comportamiento agresivo aparece en algunos niños desde los 7
meses de edad. Incrementa el porcentaje de niños mostrando ese comportamiento
en la medida en que ganan movilidad, de manera que antes de los dos años de
edad, la mayoría de los niños han sido alguna vez físicamente agresivos con otros
(Tremblay, Japel, Pérusse y col., 1999).

Esto parece ser el pico para el comportamiento agresivo, porque según los
datos de un estudio transversal en una muestra representativa de niños canadienses,
el porcentaje de niños con comportamientos agresivos disminuye progresivamente
a partir de los dos años de edad (Morales, 2006a). En otro estudio con una cohorte
de niños seguidos desde los 6 hasta los 15 años de edad, Nagin y Tremblay (1999)
encontraron que alrededor de 5% de su cohorte mostraban comportamiento
agresivo persistente; mientras que 20% a 30% de los niños tenían altos niveles
de agresión a los 6 años, y otro 50% tenía niveles moderados de agresión pero
desistían con el tiempo. Alrededor de la mitad del grupo con agresión persistente
manifestaban también comportamiento oposicionista.

Finalmente se constató, que este grupo de agresores persistentes fue el que


se involucró con mayor frecuencia en delitos violentos durante su adolescencia.
Este grupo de agresores persistentes parece corresponder al grupo que hemos
llamado precoces y persistentes, y aunque Nagin y Tremblay rechazan la idea de
un grupo de aparición tardío, en otra publicación describen trayectorias de niños
que no manifiestan comportamientos agresivos a los seis años pero muestran
comportamientos violentos de manera transitoria o con baja frecuencia (Brame,
Nagin y Tremblay, 2001), lo cual concuerda con la descripción de tardíos
propuestos por Moffitt (1993a).

116
Factores asociados y trayectorias del desarrollo del comportamiento antisocial durante la adolescencia:
implicancias para la prevención de la violencia juvenil en América Latina.

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
Existe consenso respecto a la estrategia para prevenir la violencia juvenil;
se considera que, junto a otros comportamientos de riesgo, el fortalecimiento
de políticas públicas eficaces y sostenidas, representa la mejor alternativa para
promover la calidad de vida, el desarrollo y la inserción social de los adolescentes
y jóvenes (Cortázar, Francke y La Rosa, 1998; Francke, 1998 y La Rosa, 1998).
Por lo tanto, es necesario replantear y reformular las estrategias actuales para
atender y prevenir el comportamiento antisocial durante la adolescencia, a la luz
de las evidencias provenientes de la investigación.

La existencia de una trayectoria de iniciación precoz de comportamientos


antisociales, con altos niveles de persistencia y múltiples consecuencias negativas
en la edad adulta tiene importantes implicancias para el desarrollo de políticas
públicas de prevención del crimen juvenil, así como el tratamiento jurídico y
psicológico por parte de los sistemas de administración de Justicia Penal Juvenil
en la región (Morales, 2006b).

Aunque el grupo de adolescentes precoces y persistentes corresponde a la


minoría dentro de la población de delincuentes, pareciera generar aproximadamente
el 50% de la totalidad de los delitos denunciados y no denunciados en el mundo
(Farrington, 1995; y Tracy, Wolfgang y Figlio, 1990). Con excepción de Colombia
y Perú donde se han realizado estudios sobre las trayectorias del comportamiento
antisocial adolescente (Klevens et al., 2000 y Morales, 2006a), en la región no
existen estudios que asocien los perfiles de riesgo del comportamiento antisocial
adolescente y sus correlatos criminales en record policiales; debido a ello, no es
posible afirmar que existe la presencia de infractores juveniles persistentes o no
persistentes involucrados en tasas altas o bajas de incidentes violentos.

Existen algunos esfuerzos de investigación que tienen el propósito de


identificar la existencia de este patrón entre la población de adolescentes en
conflicto con la Ley Penal atendidos por la Gerencia de Centros Juveniles del
Poder Judicial peruano. De comprobarse la presencia de perfiles de riesgo de
comportamiento antisocial persistente y no persistente, se tendría evidencia para
implementar un sistema de atención y prevención del comportamiento antisocial
entre esta población; podría considerarse para ello, intervenciones focalizadas y
especializadas de acuerdo a cada perfil de riesgo. Una lógica de intervenciones

117
Hugo Morales Cordova

en esta línea, representa una adecuada alternativa para los servicios públicos de
atención y prevención de la violencia juvenil por múltiples razones.

En primer término, porque cualquier tipo de intervención psicológica


debe estar basada en algún tipo de evidencia sobre su eficacia, de manera que
pueda prestarse un servicio de atención apropiado que garantice los resultados
esperados. En segundo término, porque los recursos para el financiamiento de los
servicios de atención a esta población no son abundantes, y por lo tanto existe una
responsabilidad técnica y moral, de destinar los fondos disponibles sobre aquellos
programas de intervención que han demostrado algún nivel significativo de
resultados, o que se diseñan sobre la base de algún fundamento teórico pertinente,
y a la vez permiten medir los resultados preestablecidos.

El valor de utilizar el conocimiento psicológico para atender los problemas


de conducta y prevenir episodios de mayor severidad resulta evidente, cuando
además de observar los resultados de los análisis costo-beneficio de los programas
basados en evidencia, se observa la reducción de otros problemas asociados
(comorbidos), comúnmente consecuentes con la conducta delictiva, como el
consumo abusivo de alcohol y drogas (Morales, 2006c).

Resulta indispensable destacar que la prevención del comportamiento


antisocial adolescente no debería orientarse exclusivamente hacia la atención
y la rehabilitación del daño una vez producido, es decir, destinar los esfuerzos
de intervención, inclusive aquellos sumamente especializados y demostrados
científicamente como eficaces; cuando la conducta antisocial o el problema de
conducta (su precursor) se han originado y se manifiestan bajo múltiples formas
de funcionamiento personal y en diversos entornos de desarrollo.

De acuerdo a lo anterior se deriva la necesidad de una intervención muy


temprana, idealmente desde el embarazo, promoviendo los determinantes
biopsicosociales de la salud del niño durante su desarrollo temprano. Estas
intervenciones buscarían reducir complicaciones de embarazo y parto, y mejorar
las estrategias de crianza, especialmente durante los primeros años de vida.

Las imágenes observadas documentando el impacto del maltrato y la


deprivación psicoafectiva en las estructuras y fisiología cerebrales durante el
periodo en que estas estructuras están aún en desarrollo (primeros tres años;
Teicher, 2002) sugieren la urgencia de actuar en este sentido. Desafortunadamente,
los programas de prevención existentes se inician en la edad escolar, cuando ya

118
Factores asociados y trayectorias del desarrollo del comportamiento antisocial durante la adolescencia:
implicancias para la prevención de la violencia juvenil en América Latina.

el problema de comportamiento es evidente, y aunque muestran impacto, son


programas de muy alto costo (ver por ejemplo, Conduct Problems Research
Group, 1999).

Existen programas de prevención de la violencia juvenil de éxito


científicamente comprobado, como por ejemplo, el programa reportado por
Berrueta-Clement, Schweinhart, Barnett y Weikart en 1987. Este programa brindó
cuidados y una educación preescolar de alta calidad, que redujo la incidencia
de delincuencia juvenil a la cuarta parte y criminalidad adulta a la cuarta parte,
además de logros muy positivos en escolaridad y empleo, con un balance muy
favorable en términos de costo-beneficio (Karoly, Greenwood, Everingham et
al., 1998) que sin embargo, no ha sido implementado a gran escala.

En el caso de los adolescentes antisociales tardíos (limitados a la adolescencia),


Moffitt (1993a) propone a manera de hipótesis, que éstos se involucran en
actividades delincuenciales por satisfacer necesidades comunes a los adolescentes
de la población general: aceptación del grupo, status, independencia, diversión,
entre otras necesidades normativas de la edad. En muchos países de América
Latina, particularmente en el Perú, la jornada escolar en la escuela pública es
corta; y muchos adolescentes carecen de supervisión entre las horas de salida de
la escuela y la llegada de los padres del trabajo, mientras las oportunidades para
involucrarse en problemas con la Ley están siempre presentes.

Para el grupo de adolescentes en riesgo, se piensa que los programas


de prevención deberían crear y mantener permanentemente actividades con
supervisión adulta en donde los adolescentes tengan oportunidad para observar e
interactuar con personas que les sirvan de ejemplo o modelamiento positivo.

Finalmente, aunque el último Congreso de las Naciones Unidas sobre


Prevención del Crimen y Promoción de la Justicia Penal celebrado en abril de
2005 en Bangkok (Tailandia), privilegió el tema del terrorismo transnacional,
que no es menos importante para la seguridad de las naciones, recordemos
que la delincuencia tiene una trayectoria de vida. Los delincuentes, todos los
delincuentes, no se convierten en criminales cuando adultos, sino que existe
una trayectoria de vida que expone a las personas a incursionar en el delito por
múltiples factores causales, que pueden ser detenidos o remediables desde la
Política Social oportuna.

119
Hugo Morales Cordova

La mejor política de prevención de la delincuencia juvenil, es la promoción


de políticas públicas en favor de la juventud que sean de calidad, sostenidas y
oportunas. Aún estamos a tiempo de hacer que la vida para los jóvenes sea mejor
en esta parte del mundo, y que la mejor Justicia Juvenil no sea el consuelo o el
remedio para el fracaso de la peor política social en favor de los jóvenes. Vigilar
el cumplimiento de este compromiso es nuestro principal reto para prevenir
la violencia juvenil en nuestro continente, pues significa resguardar el más
importante capital que aún conserva la región: sus jóvenes.

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Revista Peruana de Drogodependencias – VOL. 5, Nº. 133, -158

EPIDEMIOLOGÍA, PATOFISIOLOGÍA Y TRATAMIENTO


DEL JUEGO PATOLÓGICO
Analucía Alegría
y
Carlos Blanco
Columbia Gambling Disorders Clinic, New York State Psychiatric Institute /
Columbia University

RESUMEN
El juego patológico, tambien conocido como ludopatía, es un trastorno frecuente
que progresivamente ha ganado la atención de pacientes, clínicos y políticos.
Los factores etiológicos que se han relacionado con este trastorno incluyen: (i)
anormalidades en los sistemas serotonérgico, dopaminergico y noradrenergico,
(ii) distorsiones cognoscitivas; y (iii) un refuerzo de la actividad lúdica por
ganancias episódicas o por el entusiasmo que acompaña al juego. Corresponder
al género masculino, residir en área urbana, ser de bajo nivel socio-económico
y la presencia de comorbilidad psiquiátrica, particularmente abuso de sustancias,
constituyen los factores de riesgo para la presencia del trastorno. Así mismo,
se han sugerido diversos tratamientos potencialmente eficaces: Jugadores
Anónimos, terapia conductual, terapia cognitiva, terapia cognitiva-conductual;
así como farmacoterapia con diversos medicamentos. Actualmente, solamente la
terapia cognitiva-conductual y la farmacoterapia con inhibidores selectivos de la
recaptación de serotonina (5-hydroxytryptamine; 5HT), antagonistas opiáceos y
estabilizadores del ánimo han demostrado eficacia en estudios sistemáticos. No
obstante, futuros estudios que permitan entender mejor la patofisiología del juego
patológico son necesarios para demostrar firmemente la eficacia de los diversos
abordajes propuestos, y establecer los criterios de tratamiento de acuerdo a cada
paciente.

 Correspondencia: Analucia Alegria. Gambling Counselor Columbia Gambling Disorders Clinic New York State
Psychiatric Institute Columbia University 1051 Riverside Drive, box 69 NY, NY 10032 Correo electrónico: alegria@
nyspi.cpmc.columbia.org

133
Analucía Alegría y Carlos Blanco

Palabras Clave: Juego patológico, Juego compulsivo, Epidemiología,


Neurobiología, Tratamiento.

ABSTRACT
Pathological Gambling is a prevalent disorder that is gaining attention from
patients, clinicians and policy makers. Aethiological factors that have been
related to pathological gambling include: (i) abnormalities in the serotoninergic,
dopaminergic and noradrenergic systems, (ii) cognitive distortions; and (iii) a
reinforcement of the gambling activity by either episodic gains or the excitement
that accompanies gambling. Male gender, urban residence, lower income and the
presence of a comorbid psychiatric disorder (particularly substance abuse) appear
to constitute risk factors for the presence of the disorder.A number of treatments
have been suggested as potentially effective: Gamblers Anonymous, manualized
behavioral therapy, cognitive-behavioral therapy and several medications. At
present, cognitive-manualized psychotherapy and pharmacotherapy with selective
serotonine (5-hydroxytryptamine; 5-HT) reuptake inhibitor, mood stabilizers
and opioid antagonists have shown efficacy among systematic studies. However
much research remains to be done to better understand the psychophysiology
of pathological gambling, to firmly demonstrate the efficacy of the different
proposed treatment approaches, and to establish criteria for treatment selection
for individual patients.

Key Words: Pathological gambling, Compulsive gambling, Epidemiology,


Neurobiology, Treatment.

INTRODUCCIÓN
Los juegos de apuesta son percibidos como actividades populares y
placenteras en muchas culturas. Sin embargo, profesionales de la salud, así
como público en general, han empezado a reconocer cada vez más la existencia
de individuos que han desarrollado un patrón caracterizado por la disminución
del control sobre los juegos de apuestas, acompañado por un aumento de la
importancia de estas actividades en la jerarquía de sus motivaciones personales.
El juego patológico, también llamado “juego compulsivo”, “juego excesivo”,
“ludopatía” o “adicción al juego” por diferentes autores, fue formalmente

134
Epidemiología, patofisiología y tratamiento del juego patológico.

reconocido como un trastorno psiquiátrico cuando se le incluyó en el DSM-III


(American Psychiatric Association, 1980).

El juego patológico no está asociado solamente con pérdidas de grandes


cantidades de dinero, alteración progresiva del funcionamiento del individuo
y de las personas más cercanas a él, consequencias laborales, problemas
emocionales, y trastornos psiquiátricos comórbidos. El juego patológico se asocia
a mayor riesgo y prevalencia de intentos de suicidio y suicidio consumado. La
prevalencia de suicidio entre jugadores patologicos que buscan tratamiento se
encuentra entre 12% y 36%. (McCormick, Russo, Ramirez, Taber, 1984; Frank,
Lester, Wexler, 1991; Ibáñez, Mercade, Sanroma, Cordero, 1992; Schwartz y
Linder, 1992). Existen limitaciones en el tratamiento de pacientes con juego
patologico. En primer lugar, la falta de profesionales de la salud con experiencia
en el tratamiento del trastorno, seguido la falta de cobertura de tratamiento por
parte de las aseguradoras (Petry & Armentano, 1999).

Todos estos factores generan un gran costo para el individuo y para la


comunidad. Cada vez más médicos y profesionales de la salud se encuentran con
pacientes diagnosticados como jugadores patológicos en sus consultorios que
buscan tratamiento por lo que en esta revisión de la literatura se pretende proveer
de una visión general de la epidemiología y teorías sobre la patofisiología del
juego patológico, así como ofrecer sugerencias para la evaluación y manejo de
pacientes con dicho trastorno.

EPIDEMIOLOGÍA
Varios estudios han evaluado la prevalencia del juego patológico obteniendo
una tasa de prevalencia de vida que oscila entre el 2% y 3% de la población adulta
española (Becoña, 1999) y entre el 1.5% hasta 11.2% en la población adulta de
EEUU y Canadá (Shaffer, Hall y Vander Bilt, 1999). A pesar de que algunas
diferencias se atribuyan a los diferentes instrumentos utilizados, la varianza de
los resultados se explica mejor a partir de las diferentes características entre las
poblaciones. La prevalencia es más alta en áreas urbanas, particularmente en los
sectores más pobres o en aquellas zonas en donde los juegos de apuestas son de
fácil acceso (Lesieur y Rosenthal, 1991).

Los resultados de los estudios epidemiológicos sugieren que la población


masculina, adolescente, con comorbilidad psiquiátrica o perteneciente a minorías

135
Analucía Alegría y Carlos Blanco

étnicas tiene mayor riesgo de desarrollar juego patológico (Volberg, 1994;


Becoña, 1999; Petry, Stinson y Grant, 2005). Entre otros factores de riesgo
identificados en los estudios con muestras clínicas se hallan, las oportunidades de
juego a temprana edad (Leiseur, Blume, Zoppa, 1986; Browne & Brown, 1994),
los déficits cognitivos (Zetlin, 1994) y tener padres con problemas de alcohol o
juego patológico (Leiseur, Blume y Zoppa, 1986; Leiseur, Cross, Frank, et al.,
1991; Browne & Brown, 1994; Volberg y Abbott, 1994; Zetlin, 1994).

En cuanto a la edad de inicio del trastorno, Blanco, Hasin, Petry, Stinson


y Grant, (2006) encontraron que esta difiere según el género. Así pues, hallaron
que la edad de inicio se encuentra en la adolescencia o adultez temprana en
los hombres, mientras que en las mujeres la edad de inicio se encuentra en la
adultez media. La intensidad de la exposición a los juegos de apuestas y el
tiempo necesario para desarrollar el trastorno son desconocidos; así como el
riesgo según los diferentes tipos de juegos como la ruleta, cartas, carreras de
caballos o máquinas tragamonedas. Se cree que el curso del trastorno es crónico,
con períodos alternados de juego y abstinencia, en un contexto general de
empeoramiento progresivo.

TEORÍAS ETIOLÓGICAS
Teorías Psicodinámicas
Las teorías dinámicas fueron las primeras en ofrecer una explicación para
el desarrollo del juego patológico. Freud (1928) y más tarde Bergler (1958)
relacionaron este trastorno con el complejo edípico. En principio, el jugador
patológico tendría una personalidad masoquista que experimenta el conflicto con
las figuras de autoridad y así, recurre al juego como una manera de experimentar
placer tras castigarse a sí mismo.

Rosenthal, más recientemente, sugirió que el juego patológico estaría


relacionado con conflictos pre-edipicos. Mecanismos de defensa como la
negación y la omnipotencia ayudan a explicar la naturaleza irracional del jugador,
quien cree que puede ganar las apuestas que realiza. Desde el punto de vista
de este autor, uno de los rasgos más característicos del jugador patológico es el
narcisismo (Rosenthal, 1987).

136
Epidemiología, patofisiología y tratamiento del juego patológico.

Teorías del Aprendizaje


Las teorías del aprendizaje intentan explicar el juego patológico como el
resultado de un proceso de reforzamiento. Sin embargo, existe gran desacuerdo
en cuanto a la naturaleza del refuerzo. Algunos autores sugieren que las
ganancias ocasionales actúan como un poderoso reforzador intermitente del
comportamiento; mientras que otros consideran que la excitación relacionada
a las situaciones de juego es el verdadero reforzador o recompensa (Brown,
1986). Un tercer grupo, pone énfasis en el mecanismo de consolidación del
comportamiento (McConaghy, Armstrong, Blazcynski, et al., 1988); De acuerdo
a esta teoría, una vez que el comportamiento se vuelve un hábito (Ej. Apuestas
en juegos de azar), cualquier estímulo asociado con el comportamiento, puede
generar en el individuo la necesidad de completar la secuencia (en este caso,
apostar). El fracaso en la culminación de esta secuencia, resultaría en un gran
malestar psicológico. Por ello, la evitación del mismo actúa como un reforzador
negativo del comportamiento.

Teorías Cognitivas
Existe suficiente evidencia para concluir que los jugadores patológicos han
sufrido una distorsión en sus patrones cognitivos, lo que los lleva a sobreestimar las
probabilidades de ganar las apuestas que realizan y el significado de sus resultados
(Ladouceur, Mayrand y Tourigny, 1987). El ganar las apuestas es interpretado
como la confirmación de sus creencias sobre su buena suerte, mientras que el
perder es interpretado como un signo de que la “racha” va a cambiar en cualquier
momento y que se encuentran a punto de ganar. Además diversos estudios han
demostrado que el jugador patológico posee una memoria sesgada; ya que tiende
a recordar más sus ganancias, mientras que olvida sus pérdidas.

Los jugadores patológicos no solo sufren de una distorsión en cuanto al


número de ganancias o pérdidas sino también en cuanto al tamaño de las mismas,
sobreestimando así las primeras y subestimando las segundas (Ladouceur,
Mayrand y Tourigny, 1987). Este sesgo en la evocación de la memoria, puede
ayudar a explicar la historia de ganancias iniciales que muchos pacientes reportan
haber tenido en las primeras fases del trastorno.

137
Analucía Alegría y Carlos Blanco

ASPECTOS NEUROBIOLÓGICOS
Muchos estudios han sugerido la implicación de varios sistemas de
neurotransmisores en la patofisiología del juego patológico.

Sistema serotonérgico
Se ha descrito muchas veces el papel que tiene la disfunción del sistema
serotonergico (5-hidroxitriptamina; 5-HT) en los comportamientos impulsivos
como en la piromanía, suicidios violentos y comportamientos agresivos. Moreno,
Saiz-Ruiz, López-Ibor y Aliño (1991) administraron clomipramina intravenosa a
ocho jugadores patológicos (hombres y mujeres), y a ocho controles de la misma
edad y género. En comparación con los controles, los pacientes diagnosticados con
juego patológico mostraron bajos niveles de prolactina y respuestas abruptas ante
la clomipramina una hora después de la infusión. Esto sugeriría una disminución
en la unión del transportador de serotonina en los jugadores patológicos.

Por otro lado, estudios genéticos han revelado que trastornos en el gen que
codifica para el transportador de serotonina podría contribuir en la patogénesis
del juego patológico. Estos estudios reportan una variación significativa del alelo
menos funcional en los jugadores excesivos y no en los controles con los que
fueron comparados (Pérez del Castro, Ibáñez, Saiz-Ruiz, et al., 1999).

Otros investigadores han utilizado como agonista serotonérgico la m-


clorofenilpiperazina (m-CPP), que actúa a través de la estimulación de receptores
serotonérgicos postsinápticos. En un estudio posterior realizado por DeCaria,
Hollander, Grossman, et al., (1996) se observó un incremento en la respuesta de
prolactina ante una sola dosis de m-clorofenilpiperazina (m-CPP) en diez jugadores
patológicos que fueron comparados con controles del mismo género y edad. Este
hallazgo sugeriría que los jugadores patológicos presentan un considerable nivel
de hipersensibilidad en los receptores post-sinápticos de serotonina; mientras que
cambios más pronunciados en la respuesta ante la prolactina, fueron asociados
con la severidad del trastorno.

En otro estudio, se comparó la actividad de la monoaminoxidasa B (MAO-


B) plaquetaria (un marcador periférico de la función de la serotonina) en pacientes
con juego patológico y un grupo de comparación formado por voluntarios sin

138
Epidemiología, patofisiología y tratamiento del juego patológico.

trastornos psiquiatricos. Los resultados mostraron que los jugadores patológicos


tuvieron una actividad de MAO-B significativamente menor (Blanco, Oresanz-
Muñoz, Blanco-Jerez, et al., 1996); mientras que, un estudio genético no encontró
anormalidad alguna en el mismo gen, sugiriendo así que los bajos niveles de
actividad MAO-B en jugadores patológicos, no se encuentran determinados
por la estructura genética del mismo, a pesar de que estos niveles deben estar
mediados por genes que modulan su expresión estructural (Ibáñez, Pérez de
Castro, Fernández-Piqueras et al., 2000). En contraste con otras investigaciones
con MAO-B, este estudio encontró asociación entre un alelo variante de un
polimorfismo en el gen del MAO-A y los casos más severos de juego patológico
en los hombres de la muestra.

Sistema Noradrenérgico
En diversos estudios se ha sugerido que la noradrenalina (norepinefrina)
central se encuentra implicada en algunas funciones fisiológicas asociadas a
la activación psicofisiológica (arousal) y al control de impulsos. Esta línea
de investigación propone como hipótesis una disfunción noradrenérgica en la
etiopatogenia de la ludopatía, y tiene su base teórica en los estudios sobre el
rasgo “búsqueda de sensaciones” de Zuckerman y el rasgo “extraversión” de
Eysenck, basados ambos en la teoría del “arousal” Un estudio dirigido por Roy,
Adinoff, Roehrich et al. (1988) sugirió que los jugadores patológicos poseen altos
niveles de 3-methoxi-4-hidroxifenylglycol (MHPG), principal metabolito de la
noradrenalina, en el LCR y el plasma; así como altas medidas de noradrenalina y
acido vanililmandélico en la orina. Esto indica que el sistema noradrenérgico, al
afectar la activación psicofisiológica (arousal), puede jugar un rol importante en
la patofisiología del juego patológico.

El incremento de la respuesta hormonal a la clonidina, un agonista alpha-2-


adrenérgico ha sido utilizado como un reto biológico para evaluar la función que
cumple la noradrenalina central. Un estudio encontró que un grupo de jugadores
patológicos respondió a la clonidina con un elevado pico de crecimiento hormonal,
en comparación con un grupo de ocho hombres saludables que se ofrecieron como
voluntarios. Así pues, se ha observado una correlación entre la severidad del
juego patológico y la magnitud del incremento en la respuesta hormonal inducida
por la clonidina (DeCaria, Hollander, Nora, et al., 1997).

139
Analucía Alegría y Carlos Blanco

Sistema Dopaminérgico
Se ha encontrado evidencia que sugiere que el sistema de dopamina se
encuentra asociado con los mecanismos de recompensa. Aún cuando Roy,
Adinoff, Roehrich et al. (1988) no encontraron diferencias entre jugadores
patológicos y controles con respecto a los niveles de dopamina en plasma, orina
y LCR, un estudio reciente en el que se compararon diez jugadores patológicos
hombres con siete controles hombres, se observó que los niveles de dopamina
en el LCR se encontraban disminuidos; mientras que el nivel de metabolitos
dopaminérgicos había aumentado en los jugadores patológicos.

Estos resultados sugieren mayor emisión de dopamina en este tipo de


pacientes (Bergh, Eklund, Sodersten, et al., 1997). Por otro lado, un hallazgo
interesante del estudio realizado por Pérez de Castro, Ibáñez, Torres, et al. (1997)
indica que el alelo variable del gen receptor de la dopamina D4, que lleva a un
funcionamiento más pobre del receptor, se encuentra relacionado con el juego
patológico.

EVALUACIÓN
Instrumentos de Exploración – Screening
Existe un gran número de instrumentos que pueden utilizarse como
herramientas de exploración del juego patológico. El instrumento más común para
evaluar problemas con el juego de apuestas, es probablemente, un instrumento de
autoaplicación llamado South Oaks Gambling Screen (SOGS, Leiseur y Blume,
1987) donde aquellos individuos que obtienen una puntuación mayor o igual
a 5, son clasificados como posibles jugadores patológicos. Este instrumento
esta basado en los criterios del DSM-III-R y su validez y confiabilidad son
buenas; mientras que su mayor desventaja radica en el tiempo que demora su
administración. Por lo general, un clínico no puede hacer rutinariamente 20
preguntas para explorar un trastorno.

Una buena alternativa para explorar la posible existencia de juego patológico


es el cuestionario de Lie/Bet. Este consiste en dos preguntas: “¿Alguna vez ha
sentido la necesidad de apostar más y más dinero?” y “¿Alguna vez ha tenido
que mentirle a personas importantes para usted sobre la cantidad de dinero que

140
Epidemiología, patofisiología y tratamiento del juego patológico.

apuesta?” La respuesta afirmativa para cualquiera de estas preguntas tiene una


sensibilidad de 0.99 y una especificidad de 0.91 en la identificación de jugadores
patológicos utilizando una lista de chequeo con los criterios del DSM-IV
(American Psychiatric Association, 1994).

Diagnóstico
Cuando se sospecha el diagnóstico de juego patológico luego de la debida
exploración, es necesario confirmar el mismo. Sin embargo, hasta el momento no
se ha estandarizado una manera para hacerlo por lo que muchos clínicos utilizan
los criterios del DSM-IV. Este manual muestra diez criterios, de los cuales el
jugador patológico debe cumplir por lo menos con 5. De esta manera, se creó la
Entrevista Diagnóstica para la Evaluación de Severidad del Juego (Diagnostic
Interview for Gambling Severity, DIGS) (Winters, Specker y Stinchfield, 2002);
dicho instrumento es una entrevista estructurada en la que a través de 19 preguntas,
se intenta determinar si el paciente presenta los criterios diagnósticos de juego
patológico según el DSM-IV.

Los ítems del DIGS son preguntas parafraseadas de los criterios del DSM-
IV para el diagnóstico de juego patológico. La prueba muestra dos ítems por
cada criterio del DSM-IV, a excepción del criterio referente al síndrome de
abstinencia (“¿Se siente usted, intranquilo o irritable después de disminuir o dejar
de apostar?”). Al utilizar los ítems se intenta asegurar que el paciente comprenda
la pregunta y con ello disminuir los falsos negativos. El DIGS ha mostrado tener
niveles adecuados de validez y confiabilidad (Stinchfield, 2003).

Finalmente, es importante hacer notar que el único criterio de exclusión en


el DSM-IV para el diagnóstico de juego patológico es la presencia de un episodio
maníaco.

Severidad
Una de las mayores dificultades en la evaluación del juego patológico es
que, en contraste con la evaluación de aquellos que abusan de sustancias y en
los que las pruebas de orina proveen un estimado más objetivo del uso reciente
de la droga, la mayor fuente de información del comportamiento del jugador es
el auto reporte. A pesar de que información proveniente de familiares y amigos
generalmente se encuentra disponible, y debe ser siempre buscada con el permiso

141
Analucía Alegría y Carlos Blanco

del paciente, característicamente los jugadores patológicos tienen una habilidad


extraordinaria para engañar, tanto a clínicos como a los familiares, por lo menos
a corto plazo, sobre la magnitud y severidad de su juego. Es por ello que la
información obtenida directamente de los mismos pacientes puede no ser siempre
la más precisa, aún cuando logra dar una visión general del nivel del problema.

Un instrumento que puede ser utilizado para evaluar la severidad del trastorno
en el juego patológico es el Índice de Severidad del Juego (ISJ) (Gambling
Severity Index; ASI-G) (Lesieur y Blume, 1991). Esta es una versión modificada
del Índice de Severidad de Adicción (ISA) (Addiction Severity Index, ASI) que
incluye ítems relacionados al desfalco, fraude y delitos concernientes al juego
dentro de una lista de posibles problemas legales. Así mismo, esta entrevista
estructurada incluye un grupo de preguntas sobre las características del juego;
tales como frecuencia, problemas financieros y otros problemas relacionados. A
pesar de la vasta información que se logra obtener a través de este instrumento, el
ISJ ha sido empleado muy pocas veces en estudios clínicos.

Basados en sus propias conceptualizaciones sobre el juego patológico como


un trastorno del espectro del trastorno obsesivo complusivo, DeCaria, Hollander,
Begaz, et al., (1998) desarrollaron una versión modificada para el juego patológico
de la escala Yale-Brown para el trastorno obsesivo-compulsivo. Esta es una escala
de diez preguntas que evalúa el nivel de interferencia que causa el juego en la
vida del individuo, así como el estrés y los pensamientos relacionados al mismo.
Se ha demostrado recientemente que la escala posee una validez y confiabilidad
adecuada.

La severidad del juego patológico ha sido frecuentemente evaluada


mediante el número de criterios cumplidos por el paciente en el SOGS. Medidas
alternativas incluyen el tiempo invertido en el juego, así como el monto de dinero
perdido en dicha actividad (en términos absolutos o en proporción a los ingresos
del individuo). Las virtudes de estos métodos no han sido evaluadas hasta el
momento. Es este tipo de mediciones las que siguen siendo los retos más grandes
para el campo de las evaluaciones debido a que, el monitoreo del progreso del
paciente en tratamiento, así como la comparación de resultados obtenidos en
distintos tratamientos se vuelven cada vez más importantes.

142
Epidemiología, patofisiología y tratamiento del juego patológico.

COMORBILIDAD
Como parte esencial de la evaluación del juego patológico, debe investigarse
la posibilidad de un trastorno psiquiátrico comórbido en el paciente que pueda
influir en el curso y severidad del mismo. Varios estudios han demostrado que
el juego patológico es un trastorno con una tasa muy alta de comorbilidad con
otros trastornos psiquiátricos, especialmente trastornos por abuso o dependencia
de sustancias psicoactivas, trastornos del ánimo y el desorden de atención e
hiperactividad (Lesieur y Heineman, 1988; McCormick, Russo, Ramírez, et al.,
1984; Specker, Carlson, Christenson, et al., 1995).

El último estudio epidemiológico llevado a cabo entre el año 2001 y 2002 en


EEUU sugiere que en este país, la prevalencia de vida del abuso o dependencia
de alcohol en jugadores patológicos es del 73.2%. De manera explicativa, se ha
sugerido que la estrecha relación entre el juego patológico y el abuso de alcohol
se debe a que ambos se realizarían en los mismos espacios sociales. Igualmente,
se ha advertido que el uso de drogas ilegales es también muy común entre los
jugadores patológicos, con un estimado de la prevalencia de vida de 38.1%;
mientras que la prevalencia de la dependencia a la nicotina fue de un 60.4%
(Petry, Stinson & Grant, 2005). Ante estos datos, cabe destacar la evidencia
que indica que el uso de sustancias precedería al desarrollo del juego patológico
(Cunningham-Williams, Cottler, Compton, et al., 1998).

También se ha mostrado una alta tasa de comorbilidad de trastornos del


ánimo en jugadores patológicos. Estudios realizados con pacientes internados
han logrado estimar que el 75% de los jugadores patológicos padece de depresión.
Con relación al trastorno de depresión mayor, se compararon síntomas depresivos
en personas que no jugaban y personas que jugaban pero que no experimentaban
ningún problema con respecto al juego; encontrándose que el solo hecho de jugar
estaba relacionado con episodios de depresión mayor y distimia.

En un estudio con jugadores en búsqueda de tratamiento, se vio que en el 83%


de los casos, el juego precedió a la depresión. Esto no significaría que la relación
entre el juego y la depresión no sea causal; y que mas bien, la depresión en los
jugadores sería una de las tantas consecuencias negativas del trastorno (Moreyra,
Ibáñez, Sáiz-Ruiz y Blanco, 2004). No obstante, un estudio longitudinal demostró
que solo el 18% de los pacientes permanecieron deprimidos luego de lograr
abstinencia de juego (Taber, McCormick, Russo et al., 1987). Hasta el momento

143
Analucía Alegría y Carlos Blanco

no se encuentra claro si es que los trastornos del ánimo son causa o consecuencia
del juego patológico, ya que existen datos que soportan ambas hipótesis (Thorson,
Powell, Hilt, 1994; McCormik, Russo, Ramirez, et al., 1984).

Basado en la frecuente asociación entre el juego patológico y los actos


delictivos, muchos estudios han buscado rasgos antisociales de los jugadores
patológicos obteniendo resultados positivos (Blanszczynski, McConaghy y
Frankova, 1989; Blanco, Oresanz-Muñoz, Blanco-Jerez, et al, 1996; Petry,
Stinson y Grant, 2005). Estudios epidemiológicos sugieren que casi el 23.3%
de los jugadores patológicos tendrían como condición comórbida el trastorno de
personalidad antisocial.

De manera similar se ha podido observar, en un estudio reciente, que


tanto el trastorno de personalidad obsesivo compulsivo como el trastorno de
personalidad paranoide se encuentran fuertemente asociados al juego patológico.
Estos trastornos de personalidad se encuentran en el 28.45 % y 24.08% de los
jugadores patológicos, respectivamente (Petry, Stinson y Grant, 2005). A pesar de
las altas tasas de comorbilidad con trastornos de personalidad, no se han realizado
estudios que describan la estabilidad de los mismos luego de que los jugadores
hayan logrado abstinencia en el juego.

También existen razones para pensar que el juego problemático está


relacionado con altas tasas del trastorno de atención e hiperactividad (ADHD); un
estudio encontró que el 20% de una muestra de pacientes externos con diagnóstico
de juego patológico, cumplían criterios para ADHD (Speker, Carlson, Christenson,
et al. 1995). Actualmente no hay estudios sobre la prevalencia de juego patológico
en pacientes con trastorno de atención e hiperactividad (ADHD).

Cada una de estas condiciones comórbidas mantiene una mayor prevalencia


en jugadores patológicos que en la población general, lo que sugiere una relación
entre estos trastornos. Es por ello que una detallada evaluación de otras condiciones
comórbidas debe ser realizada por los profesionales de la salud que tratan con
jugadores patológicos. Una de las razones más importantes para el estudio de la
comorbilidad en pacientes con juego patológico es la necesidad de diferenciar
el tratamiento, dependiendo del trastorno comórbido que presente el paciente.
Así pues, del estudio de Dell’Osso, Allen y Hollander (2005) se concluyó que
las decisiones con respecto al tratamiento farmacológico y probablemente
al tratamiento psicológico del jugador patológico deben considerar los otros
trastornos comórbidos en el paciente, ya sean actuales o pasados.

144
Epidemiología, patofisiología y tratamiento del juego patológico.

TRATAMIENTO
Jugadores Anónimos y Gam-Anon
Jugadores Anónimos (JA), un programa de doce pasos diseñado anteriormente
para personas que abusan del uso de alcohol, es probablemente el programa de
intervención para juego patológico más popular. Este enfatiza la necesidad de
confesar públicamente el problema de juego ante un grupo de pares. Su eficacia
como tratamiento único para el juego patológico no ha sido claramente establecida.
Algunos reportes indican una tasa de retención al tratamiento de entre 10 a 30%.
Además, de aquellos que continúan, solo el 8% permanecen abstemios por un año
y solo el 7% por dos años o más (Stewart y Brown, 1988).

Dos estudios han evaluado el resultado en aquellos pacientes cuyos parientes


más cercanos asistían a las reuniones de Gam-Anon, la contraparte de JA. Ambos
estudios encontraron que la participación Gam-Anon tendía a mejorar los
resultados de los pacientes, así como la reducción de discordancias familiares/
maritales; sin embargo, las diferencias no fueron significativas en ninguna de
las investigaciones (Jonson y Nora, 1992; Tepperman, 1985). También existe
evidencia con estudios retrospectivos de que la combinación de JA con tratamiento
profesional podría mejorar los resultados (Petry, 2003). Lesieur y Blume (1991)
describieron los resultados del tratamiento de pacientes internados tratados por
juego patológico donde de 124 pacientes admitidos 72 fueron contactados entre 6
y 14 meses después de terminado el mismo (los 52 pacientes restantes no pudieron
ser contactados o se negaron a ser entrevistados). En los pacientes contactados,
la frecuencia de juego disminuyó significativamente y el 64% reportó haberse
mantenido abstinente. Blackman, Simmone y Thomas (1989) analizaron los
resultados de la terapia en 88 pacientes tratados en una clínica especializada en
tratamiento del juego patológico y encontraron una significativa reducción de
conductas relacionadas al juego en aquellos pacientes que atendieron a JA.

Otros dos estudios con veteranos de guerra también apoyan la noción de que
la asistencia a JA, junto con el tratamiento profesional, puede ser un abordaje
eficaz para los jugadores patológicos. Russo, Taber y McCormick et al. (1984)
encuestaron a 60 de 124 sujetos tratados en un programa para pacientes internados
en un hospital (la encuesta enviada por correo no fue devuelta por 64 sujetos).
Dichos pacientes fueron abordados con terapia grupal e individual y, además
asistieron a JA. El 55% de los encuestados reportó abstinencia. En otro estudio

145
Analucía Alegría y Carlos Blanco

realizado por el mismo grupo de investigadores (1987) se realizó seguimiento


luego de 6 meses a 57 de 66 pacientes (9 pacientes no fueron localizados)
admitidos en un hospital, encontrándose que el porcentaje de pacientes que
reportó abstinencia fue casi idéntico a los resultados del estudio anterior (56%).
La mejoría en cuanto a los síntomas psiquiátricos y funcionamiento psicosocial
también fue documentada.

Psicoterapia
a) Psicoterapia Psicodinámica

Bergler (1957) fue uno de los primeros en documentar éxito en el tratamiento


de jugadores patológicos, usando un acercamiento dinámico desde la psicología
del Yo. De 60 pacientes tratados, 14 mejoraron con el tratamiento. Sin embargo,
poca información se provee sobre los otros 46 pacientes. Otros investigadores han
indicado tener éxito en un gran número de estudios de casos únicos (Rosenthal,
1987); pero la exposición de resultados mediante reportes anecdóticos o estudios
de casos únicos, así como las limitaciones en el seguimiento de los pacientes
hacen difícil la evaluación de este modelo terapéutico.

b) Terapia Cognitivo-Conductual

Los acercamientos iniciales de tratamiento para el juego patológico desde el


enfoque conductual incluyen condicionamiento aversivo con uso de electroshock
y desensibilización imaginaria, variante de la desensibilización sistemática.

Con el objetivo de lidiar con los deseos de jugar, hacerle frente al “craving”
y aumentar las expectativas de auto eficacia respecto a la capacidad de control,
técnicas de control de estímulos y exposición en vivo con prevención de respuesta
fueron implementadas por los investigadores Echeburua, Báez y Fernández-
Montalvo (1996) para detener la conducta de juego. Los resultados del estudio en
el que compararon los efectos de estas técnicas con técnicas de reestructuración
cognitiva señalaron que las técnicas implementadas eran significativamente
superiores para el logro del cese del juego. Años más tarde el mismo grupo de
investigadores complementó esta técnica con la de prevención de recaídas para
asegurar la abstinencia del juego a largo plazo (Echeburúa, Fernández-Montalvo
y Báez, 2000).

146
Epidemiología, patofisiología y tratamiento del juego patológico.

Por otro lado, Bujold, Ladouceur, Sylvian, et al. (1994) usaron técnicas de
reestructuración cognitiva, entrenamiento en habilidades sociales, solución de
problemas y prevención de recaídas para tratar a tres individuos diagnosticados con
juego patológico. En un periodo de prueba siguiente, 29 pacientes fueron asignados
aleatoriamente a un tratamiento manualizado que incorporaba cuatro estrategias
usadas en el estudio piloto o a una lista de espera en la que mensualmente eran
contactados por un terapeuta. 12 de 14 pacientes que completaron el tratamiento
fueron considerados como respondientes, en comparación con el único caso de
15 en el grupo control. Luego de pasados doce meses, de los pacientes atendidos
con terapia cognitiva conductual, 8 mantuvieron los beneficios de la misma.

En el estudio dirigido por Petry, Ammerman, Bohl, et al. (2006), se


asignaron aleatoriamente 231 jugadores patológicos a: (a) Jugadores Anónimos
(JA), (b) a JA más un libro de trabajo cognitivo-conductual, o (c) a JA más ocho
sesiones de terapia individual cognitivo-conductual. Los problemas de juego
fueron determinados en la línea base, al mes siguiente, al término del tratamiento
y luego de los seis y doce meses de terminado el mismo. La terapia cognitivo-
conductual demostró mejores resultados comparados con el libro de trabajo.
Así pues, se observó que un mayor número de jugadores asignados a terapia
cognitivo-conductual mantuvo abstinencia luego de los doce meses. Estos datos
sugieren la eficacia de la psicoterapia cognitiva-conductual en el tratamiento del
juego patológico.

Debido a las altas tasas de abandono de tratamiento en jugadores patológicos,


Wulfert, Blanchard y Martell (2003) implementaron un manual de terapia
cognitivo-conductual-motivacional con el objetivo de aumentar la retención de
pacientes tras reducir en ellos la ambivalencia hacia el tratamiento. Para ello,
los autores combinaron varios elementos críticos de la Entrevista Motivacional
creada por Miller y Rollnick (1991) con técnicas cognitivo-conductuales
especificas para el tratamiento del juego patológico. Tres años más tarde, el
mismo grupo de investigadores reportó un 100% de retención en sus pacientes
tratados con la terapia cognitivo-conductual-motivacional durante la fase aguda
de la intervención así como durante los siguientes doce meses de seguimiento.
Estos resultados se vieron acompañados por un mayor nivel de abstinencia en
comparación a quienes recibieron terapia cognitiva-conductual. A pesar del
número reducido de participantes en este estudio, los resultados son alentadores
y sugieren que la entrevista motivacional junto con el uso estrategias adecuadas

147
Analucía Alegría y Carlos Blanco

a cada una de las fases del cambio del paciente, según el modelo de Prochaska y
DiClemente (1982), dentro de una intervención cognitivo conductual, constituye
un camino prometedor en el tratamiento de jugadores patológicos (Wulfert,
Blanchard, Freidenberg y Martell, 2006).

Farmacoterapia
Un sin número de aproximaciones a la psicofamacología han sido utilizadas
y evaluadas en jugadores patológicos.

a) Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina

Dos líneas de razonamiento han llevado al uso de inhibidores selectivos de la


reabsorción de la serotonina (ISRSs) en el tratamiento de jugadores patológicos.
La primera línea se basa en la conceptualizacion del juego patológico como un
trastorno de control de impulsos y anormalidades que se han documentado en
el sistema serotonérgico. Estos defienden la idea de que el uso de SSRIs puede
ayudar a normalizar las funciones serotonérgicas y así lograr un adecuado control
de impulsos. La segunda línea se basa en la inclusión del juego patológico dentro
del espectro del trastorno obsesivo compulsivo y la respuesta positiva de los
pacientes hacia los inhibidores de la reabsorción de serotonina.

Zimmerman, Breen y Posternak (2002) administraron citalopram (Celexa) a


quince pacientes, de los cuales solo nueve sujetos concluyeron con el tratamiento
de doce semanas. Los autores reportaron una notable reducción en el impulso de
jugar como en la conducta misma en el 87% de los pacientes que culminaron el
tratamiento (53% de la muestra total). En ellos, se pudo observar gran mejoría
desde la segunda semana de haber iniciado el tratamiento. Cabe destacar que,
tanto los pacientes con depresión como los que no se encontraban deprimidos
respondieron al medicamento de la misma manera, sugiriendo que los efectos del
medicamento no se encontraban relacionados a las propiedades antidepresivas
del mismo.

En otro caso, Kim, Grant, Adson, Shin y Zaninelli (2002) evaluaron la


eficacia de la paroxetina (Paxil) en un ensayo doble-ciego con 45 jugadores
patológicos. El 60% de los pacientes tratados con paroxetina respondieron al
tratamiento, mientras que solo el 23% de los que fueron tratados con placebo

148
Epidemiología, patofisiología y tratamiento del juego patológico.

manifestaron cambios positivos en cuanto a sus conductas de juego. Tras estos


resultados, Grant, Kim, Potenza et al. (2003) realizaron un ensayo clínico doble
ciego controlado de paroxetina con un grupo de 76 jugadores patológicos. A
pesar de las altas tasas de respuesta a la paroxetina, el placebo también generó
tasas de respuesta altas por lo que la paroxetina se consideró ineficiente para el
tratamiento del juego patológico en este estudio. Mayores estudios controlados
deben realizarse para comprobar la efectividad de este fármaco en el tratamiento
del juego patológico.

En un estudio ciego-simple de fluvoxamina, 16 pacientes entraron a


un periodo de lavado tipo placebo de ocho semanas de duración, seguido por
otras ocho semanas de fluvoxamina. 4 de estos pacientes fueron retirados del
estudio debido a su poca adherencia con el tratamiento y otros 2 debido a la poca
mejoría reportada. De los 10 pacientes que pudieron concluir con el estudio, 6 se
encontraban en estado de abstinencia al término de este. Un séptimo paciente que
entró a la segunda fase del estudio sin conductas relacionadas al juego o deseos
de apostar, permaneció clínicamente estable al concluir el estudio. Dos de los
pacientes que finalizaron el estudio, pero que no respondieron eficazmente al
tratamiento con fluvoxamina tenían un diagnóstico adicional de ciclotimia por lo
que mayores dosis del medicamento tendían a exacerbar sus conductas de juego
y sus estados de ánimo (Hollander, DeCaria, Mari, et al., 1998).

Además de lo expuesto, resultados preliminares de un ensayo clínico cruzado


doble ciego con placebo durante dieciséis semanas en 15 pacientes indicaron que
los efectos de fluvoxamina, tales como la disminución de los deseos y la conducta
misma del juego, son superiores a los del placebo medido a través de la escala
de Yale-Brown Obsessive Complulsive adaptada para juego patológico (PG-
YBOCS) y la escala de Impresión Clínica Global para Juego Patológico (PG-
CGI) (Hollander, DeCaria, Finkell, Begaz, Wong y Cartwright, 2000).

Por otro lado, Blanco, Petkova, Ibáñez, y Sáiz-Ruiz (2002) condujeron un


ensayo doble ciego de seis meses de duración con fluvoxamina en 32 pacientes
en el cual no se observaron beneficios del medicamento. Sin embargo, cuando se
analizó la información de los participantes jóvenes del género masculino, Blanco
et al. hipotetizaron que la eficacia de la fluvoxamina estaría sujeta al género del
paciente debido a un gen deficitario que se encuentra en mayor medida en los
hombres.

149
Analucía Alegría y Carlos Blanco

Estabilizadores del estado del ánimo


Moskowitz (1980) reportó el éxito en el tratamiento con litio de 3 jugadores
patológicos con trastorno bipolar como condición comórbida. Lo que no queda
claro es cuánto de la mejoría del paciente estuvo específicamente relacionado con
los síntomas propios del juego patológico y cuánto fue el resultado del tratamiento
efectivo del trastorno bipolar. Más tarde, Pallanti, Quercioli, Sood y Hollander
(2002) trataron a 42 jugadores patológicos sin otra condición, exclusivamente con
Litio (n=23) o Valproato (n=19), un estabilizador del estado del ánimo utilizado en
pacientes con trastorno bipolar, u otros trastornos de personalidad caracterizados
por altos niveles de agresividad e impulsividad. Un menor número de pacientes
tratados con Litio terminaron el estudio. De los pacientes tratados con Litio, el
61% se consideraron respondientes, mientras que de aquellos que fueron tratados
con Valproato, 68% respondieron al medicamento.

Estos resultados se encuentran limitados debido al pequeño tamaño de la


muestra y por la falta de un grupo control. Más recientemente, este mismo equipo
de investigadores (Hollander, Pallanti, Allen, Sood y Baldini Rossi, 2005) realizó
un estudio doble ciego controlado en pacientes con juego patológico y trastorno
bipolar administrándoles litio de liberación sostenida. Los resultados indicaron
que el litio de liberación sostenida no solo demostró ser eficaz en la reducción de
la severidad del juego sino también en la estabilización del afecto en los pacientes
tratados con el mismo. Así pues, los autores enfatizan la importancia de distinguir
diferentes subgrupos entre los jugadores patológicos ya que ello determinaría el
tipo de tratamiento.

Antagonistas de opiáceos
En un estudio de caso único se encotró que Naltrexona era efectiva en la
reducción de comportamientos relacionados al juego patológico, así como en la
compra compulsiva. Los beneficios se mantuvieron a lo largo de los nueve meses
de seguimiento (Kim, 1998). Un ensayo clínico no-ciego que incluyó a 30 pacientes
demostró que 16 se mantenían abstemios en la décima semana de seguimiento
(Turon, Salgado, Gonzalez, et al., 1990). El supuesto mecanismo de acción de
los antagonistas de opiáceos sería la inhibición en la liberación de dopamina en
el nucleus acumbens. De esta manera se modulan los caminos que se encuentran
involucrados con la patogénesis de las conductas adictivas. Dos estudios recientes
con Naltrexona fueron conducidos por Kim y sus colegas. Naltrexona resultó en

150
Epidemiología, patofisiología y tratamiento del juego patológico.

una reducción significativa de los niveles de impulsividad por el juego así como
de las conductas de juego luego de seis semanas de tratamiento en 17 pacientes
(Kim y Grant, 2001). Un ensayo doble ciego controlado con Nalextrona de once
semanas, seguido por una semana de placebo demostró altos niveles de eficacia
en tratamiento de juego patológico basados en resultados de 45 pacientes (Kim,
Grant, Adson y Shin, 2001).

Basados en los resultados obtenidos en los estudios antes mencionados con


Nalextrona, Grant, Potenza, Hollander, et al. (2006) realizaron un ensayo doble
ciego controlado con Nalmefeno, medicamento que además de ser metabolizado
rápidamente por el hígado sin causarle daño, ha demostrado su efectividad en el
tratamiento del alcoholismo (Mason, Salvato, Williams, Ritvo y Cutler, 1999).
Tras las 16 semanas de tratamiento, se indicó que los jugadores patológicos
que recibieron Nalmefeno experimentaron una significativa reducción de la
severidad de juego (59.2%) en contraste con el grupo control (34%) sugiriendo
la efectividad de este medicamento en el tratamiento del trastorno. Los autores
también señalaron la importancia de la administración de una dosis no mayor
a 25 mg./día debido a que un incremento en la dosis puede resultar en efectos
secundarios intolerables para el paciente.

Elección del Tratamiento


Existe evidencia que sugiere que un gran número de enfoques pueden ser
eficaces en el tratamiento del juego patológico. Sin embargo, y a pesar de que
la investigación sobre la efectividad de los enfoques terapéuticos no ha estado
basada en criterios uniformes, la terapia cognitivo-conductual es la psicoterapia
cuya eficacia en el tratamiento de jugadores patológicos se encuentra mejor
documentada, y probablemente, haya demostrado ser una parte esencial en el
tratamiento de este trastorno; ya sea esta la única modalidad de terapia que reciba
el paciente o si es que se administra de manera conjunta a la farmacoterapia.

En cuanto a la elección de la fármaco se recomienda lo siguiente: (a) Si el


paciente reporta deseos o impulsos de jugar, o si el paciente presenta comorbilidad
con abuso o dependencia de sustancias considérese la administración de un
antagonista de opiáceo. (b) Si el paciente padece de depresión o ansiedad o si
es que la motivación de la conducta de juego son los estados de depresión o
ansiedad, considérese la administración de ISRSs. (c) Si el paciente juega durante
un episodio de manía o hipomanía considérese la administración de litio.

151
Analucía Alegría y Carlos Blanco

INDICACIONES PARA EL FUTURO


Debido a que los hombres de procedencia caucásica están altamente
sobrerepresentados en las muestras de tratamiento, mucho de lo que se conoce
sobre el juego patológico se encuentra basado en estudios de muestras compuestas
por hombres de dicho grupo étnico. Una tarea importante para el futuro, consiste
en la identificación y eliminación de barreras en el tratamiento de mujeres y
grupos minoritarios. De ocurrir esto, esta tarea aumentará su importancia a lo
largo del tiempo al informar hasta qué punto nuestro actual conocimiento sobre el
trastorno es generalizable a estos subgrupos. También resultaría de interés diseñar
tratamientos concretos para tipos de juegos específicos debido a que la dinámica
de juego es muy distinta entre ellos.

De igual forma, será de gran importancia obtener información adicional


sobre el curso longitudinal del trastorno en presencia o ausencia de comorbilidad.
Relacionado con esto se encuentra el hecho de que muchas de las investigaciones
se basan en los resultados a corto plazo. A pesar de que el juego patológico es
una condición crónica, es necesario que se realicen grandes esfuerzos en el área
de prevención de recaídas y en la determinación de la duración y características
de los programas de mantenimiento más apropiados.

Luego de 10,000 años de existencia de este trastorno, el campo del juego


patológico se encuentra aún en su infancia. Conforme la población general
vaya notando los síntomas y consecuencias que el juego patológico conlleva,
las políticas nacionales prestarán mayor atención a este trastorno y se espera
que las consultas a los profesionales de la salud aumenten. Por medio de esta
revisión se espera estimular en los clínicos un interés en este antiguo “nuevo
trastorno”, así como proveerles con algunas sugerencias útiles para su abordaje
en el consultorio.

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Revista Peruana de Drogodependencias – VOL. 5, Nº. 159, -185

FACTORES PREDICTIVOS PARA EL RESULTADO DEL


TRATAMIENTO EN PACIENTES FARMACODEPENDIENTES
Mario A. Zapata
y
Angela M. Segura
Centro de Atención y Rehabilitación Integral en Salud Mental de Antioquia-
CARISMA, Colombia

RESUMEN
Objetivos: Identificar factores de riesgo y protección de la recaída en el abuso
y adicción a las drogas, y desarrollar modelo predictivo para el éxito/fracaso
del tratamiento. Métodos: Estudio de casos-controles en 152 pacientes (75
casos/fracaso y 77 controles/éxitos en el tratamiento), quienes culminaron
tratamiento hospitalario en un centro de salud mental y adicciones. Se analizaron
características demográficas, personales, familiares, antecedentes legales,
consumo de sustancias, relaciones familiares, situación laboral; se utilizó prueba
Chi-cuadrado, Odds Ratio, intervalo de confianza y modelo predictivo de
regresión logística. Resultados: Los casos y controles presentaron características
demográficas similares. Principales factores de riesgo: utilización del tiempo
libre con consumidores, indiferencia afectiva, falta de autoridad, ausencia
de comunicación y no contribuir económicamente al ingreso familiar; los
protectores: motivación personal para el tratamiento, participación en grupos de
apoyo, modelo de autoridad democrático en la familia, comunicación directa y
vínculo afectivo de aceptación. Conclusiones: Las variables predictoras para el
fracaso del tratamiento son abuso de drogas por mejor amigo y falta de actividad
productiva, las predictoras del éxito son modelo de autoridad democrática y
comunicación directa en la familia.

Palabras clave: Factores predictores, Recaída, Tratamiento de la adicción.

 Correspondencia: Mario A. Zapata., Centro de Atención en Salud Mental y Adicciones (CARISMA), Medellín,
Colombia; Carrera 93, No. 34AA-01, teléfono (57-4) 4924000, fax (57-4) 4921576. Correo electrónico: mzapatav@une.
net.co

159
Mario A. Zapata y Angela M. Segura

ABSTRACT
Purposes: To identify risk and protective factors associated to relapse treatment
and to develop a predictive model for treatment outcomes. Design and
participants: A case-control study, the sample is comprised of 152: 75 cases
referred to as failure (total or partial relapse) and 77 controls known as success
(total or partial abstinence) that had completed treatment at a Colombian mental
health and addiction public centre. Measurements: A bivaried analysis and a
multivaried phase was conducted through a predictive logistic regression model.
Findings: The predictive model showed that outcomes on treatment predictive
variables are: drug abuse by best friend, democratic authority within the family
as risk factors and direct communication and productive occupation as protective.
Conclusions: The most important factors to maintain abstinence and successful
treatment outcomes are family support and productive occupation. Therefore,
treatment programs should emphasize these components in their protocols.

Keywords: Predictor factors, Relapse, Addiction treatment.

INTRODUCCIÓN
La adicción a sustancias psicoactivas se ha convertido en uno de los
primeros problemas de salud pública para la sociedad actual. Según informe de
las Naciones Unidas (2006), alrededor de 200 millones de personas en el mundo
usaron drogas ilícitas en el último año (UNODC, 2006), situación que plantea
un enorme reto para las autoridades sanitarias en búsqueda de implementar
estrategias y programas eficaces de promoción, prevención y tratamiento, para
los cuales se requieren modelos de atención interdisciplinarios que atiendan la
complejidad del problema (Miller, 1992).

Si bien existen diferentes opciones de tratamiento para el manejo de la


adicción a las drogas según lo describen Garret, Nemes, Hoffman, Libretto,
Skinstand y Hess (2005) y Naciones Unidas (UNODC, 2003), también es cierto
que no se cuenta con modelos de atención integral que permitan el acceso a
oportunidades de rehabilitación y resocialización eficaces. Dichos modelos de
rehabilitación y resocialización, pueden ser definidos como la oportunidad que la
sociedad le ofrece al adicto en su proceso de recuperación, para ocupar nuevamente
un espacio en la familia y en la vida productiva de la sociedad o a quienes lo

160
Factores predictivos para el resultado del tratamiento en pacientes farmacodependientes.

requieran, el acceso educativo o la posibilidad en general de ejercer actividades


que generen para el paciente actitudes de responsabilidad, de recuperación de la
autoestima y de sentido de vida. Este complejo de necesidades individuales y
sociales que buscan mantener resultados exitosos en el tratamiento es lo que se
ha descrito como “Recovery Capital” (Granfield y Cloud, 1999), concepto en
el cual se enmarca todo el soporte social necesario para mantener el proceso de
recuperación en los pacientes.

Es entonces necesario reconocer la multicausalidad en el proceso de


rehabilitación y de prevención de recaídas en el tratamiento, al igual que se ha
reconocido para los procesos de adicción a las drogas en estudios como el de
Newcomb y Felix-Ortiz (1992). Los principales factores protectores y de riesgo
en este proceso, han sido descritos y pueden enmarcarse dentro de tres grupos
causales: factores individuales, familiares y sociales, y factores inherentes al
tratamiento recibido y su soporte (Hawkins, Catalano y Miller, 1992; Rojas,
2001).

Dentro de los factores individuales, investigaciones han destacado el


efecto que ejerce para el resultado del tratamiento la cronicidad e intensidad del
consumo de drogas (Rounds-Bryant, Kristiansen y Hubbar, 1999; Joe, Simpson y
Broome, 1999), la sustancia primaria de abuso (Paraherakis, Charney, Palacios-
Boix, y Gill, 2000), la presencia y gravedad de trastornos mentales concurrentes
(Kessler, Nelson, McGonable, Edlund, Frank y Leaf, 1996) y la motivación
para iniciar el tratamiento (Simpson, Joe y Brown, 1997). Igualmente, Isaacson
(1991) plantea en la familia y al entorno social un grupo causal de importancia
para la adicción a las drogas, y Barret y Turner (2006) reconocen la importancia
de la estructura y el soporte familiar en los problemas de consumo y abuso de
sustancias en adolescentes y jóvenes. Otros investigadores han destacado, la
situación de empleo y los ambientes familiares y sociales de consumo (Godley,
Kahn, Dennis, Godley, y Funk, 2005) como determinantes para la recuperación
de los pacientes.

Las diferentes modalidades de tratamiento (Miller, 1992), el no abandono del


mismo (Grella, Hser, Joshi y Anglin 1999) y el soporte que se realiza después del
tratamiento a través de diferentes modalidades de seguimiento y continuidad del
tratamiento en la etapa de rehabilitación tienen gran importancia en el proceso de
recuperación (McKay, Alterman, McLellan y Snider, 1994). Los efectos positivos
de grupos de autoayuda versus la recuperación individual han sido documentados

161
Mario A. Zapata y Angela M. Segura

entre otros por Montgomery, Miller y Tonigan (1995) y constituyen otro grupo de
factores importantes en el proceso de recuperación.

La determinación de las causas que facilitan la eficacia del tratamiento en


drogas, se constituye en tema prioritario para definir los protocolos de atención y
las áreas de intervención terapéutica que aseguren mayores resultados positivos
en el tratamiento. Pero la eficacia del tratamiento en drogas, no puede ser sólo
medida en términos de suspensión total del consumo de sustancias (Brownell,
Marlatt, Lichtenstein y Wilson, 1986). Si se acepta que el comportamiento del
proceso de recuperación de la adicción a las drogas tiene resultados comparables
a los de las enfermedades crónicas como lo señalan McLellan, Lewis, O´Brien
y Kleber (2000), debe también tenerse en cuenta que al igual que los procesos
de las enfermedades crónicas, la adicción a las drogas puede tener en el tiempo
desajustes o recaídas parciales, que no necesariamente significan que el tratamiento
ha fracasado (Hser, Hoffman, Grella y Anglin, 2001), sino que pueden hacer
parte del proceso de recuperación (Tims, Leukefeld y Platt, 2001).

El presente estudio ha sido realizado en una institución pública de salud mental


en Colombia (Carisma), entidad especializada en el tratamiento de adicciones y la
cual cuenta con un modelo de atención de aproximación médica del problema del
consumo, abuso y adicción a sustancias, pero con una valoración muy especial por
el trabajo profesional interdisciplinario para el abordaje multicausal del problema.
El protocolo de atención tiene una duración de 2 meses hospitalarios, de los cuales
35 días se dedican a la hospitalización total y en la cual se lleva a cabo la etapa de
desintoxicación y 25 días en los que el paciente asiste a actividades terapéuticas
diurnas, en la denominación de hospital día. La experiencia de los profesionales
de la institución y la revisión de otras experiencias internacionales en el tema,
han llevado a proponer y adoptar las siguientes definiciones en este estudio, para
diferenciar la ocurrencia de caso, el cual se refiere a fracaso en el tratamiento y
control, el cual denomina al éxito en el tratamiento.

Las definiciones de caso y control se aplicaron a los sucesos explorados en


un término 6 (seis) meses, período inmediato a la terminación de un tratamiento
hospitalario para el manejo de la farmacodependencia. La Recaida, se definió
como el consumo de drogas que produce disfunciones familiares, sociales,
laborales o educativas. Frente a esta definición general de recaída, se reconocen
2 tipos: la Recaída Parcial, en la cual el usuario presenta 3 o menos consumos
“puntuales” y por lo menos en uno de ellos se produce la disfunción enunciada

162
Factores predictivos para el resultado del tratamiento en pacientes farmacodependientes.

y la Recaída Total, en la cual los consumos son mayores y adicionalmente se


presenta disfunción familiar, social, laboral o educativa en eventos repetidos.

El Consumo Puntual se define como aquel evento de consumo de drogas que


se realiza de manera aislada, ocasional, no continua y sin efectos en las relaciones
y responsabilidades del individuo.

Paralelamente el equipo experto profesional de Carisma, adoptaron las


siguientes definiciones de éxito en el tratamiento, en el cual se reconocen 2 formas
de Abstinencia: Abstinencia Parcial y Abstinencia Total, la primera comprende
aquellos usuarios que presentaron 3 ó menos eventos de consumos puntuales, sin
disfunción familiar, social, laboral o educativa y la segunda aquellos que dejaron
totalmente el consumo de drogas.

Este estudio nace de la hipótesis que “la recaída de los pacientes


farmacodependientes que reciben tratamiento, es menor en aquellos que logran
su inserción en actividades ocupacionales o laborales”. A su vez, se pretende
explorar y conseguir evidencia que permita concluir sobre los factores de riesgo y
los factores de protección que predicen el resultado del tratamiento en el paciente
farmacodependiente, esto es, el mantenimiento de niveles de abstinencia y la
recuperación del rol social, familiar y laboral productivo del paciente.

MATERIALES Y MÉTODO
El estudio utilizó una metodología de tipo analítica de casos y controles y
fue elaborado en la población con problemas de farmacodependencia atendidos
para su tratamiento en un centro de atención en salud mental y de adicciones
(CARISMA) en Colombia. En la definición de Caso (fracaso en el tratamiento),
se incluyeron los pacientes que recibieron atención en la modalidad de tratamiento
hospitalario y quienes luego del alta hospitalaria por terminación del tratamiento,
presentaron recaída durante los seis meses siguientes a su finalización. Como
Controles (éxito en el tratamiento), se incluyeron los pacientes que recibieron
igual tratamiento, pero luego del alta hospitalaria no presentaron recaídas durante
los seis meses siguientes a su finalización.

La población de estudio fueron todos los pacientes adictos a drogas o al


alcohol que recibieron tratamiento y lo culminaron totalmente según el protocolo
de atención, durante los años 2002 y 2003 en Carisma. El tamaño muestral

163
Mario A. Zapata y Angela M. Segura

obtenido fue 152 pacientes, 75 casos y 77 controles, los cuales se captaron


por contacto telefónico o búsqueda activa en su residencia. Se utilizaron como
criterios de inclusión para el estudio, haber terminado el tratamiento en sus fases
de hospitalización entre los años 2002 y 2003, tener al momento de la entrevista
como mínimo seis meses de egreso del tratamiento hospitalario, que el motivo de
egreso hospitalario hubiere sido “alta por terminación de tratamiento” y obtener
el consentimiento informado del paciente para la participación en el estudio.

La recolección de la información se realizó mediante un instrumento de 43


variables que adoptó como referencia principal el instrumento ASI - Adiccition
Severity Index (McLellan, Kushner, Metzger, Peters y cols., 1992) y se almacenó
en una base de datos construida con el programa SPSS® (Statistical Package of
Social Sciences) versión 11.0.

El análisis de los datos se realizó en varias etapas: en la fase descriptiva, se


calcularon medidas como media aritmética, mediana y desviación estándar para
las variables cuantitativas y frecuencias relativas para las variables cualitativas.
En la fase bivariada, se realizaron comparaciones de medias a través del
análisis de varianza (Anova), pruebas de independencia a través de la prueba
Chi-cuadrado y el cálculo de las medidas de asociación se realizó a través de
tablas de contingencia donde se calculó el valor del Odds Ratio, su intervalo de
confianza y se probó la significación por medio de la prueba Chi-cuadrado de
Mantel-Haenszel. En la fase multivariada, se determinó un modelo predictivo de
la recaída y para ello se realizó análisis de regresión logística con las variables
identificadas como factores de riesgo y de protección.

RESULTADOS
Caracterización de la Población
La media de la edad años para el total de la población fue de 31,5±12,1, el
90,8% es del género masculino y el 9,2% del femenino, el promedio general de
años de escolaridad fue de 8,1±3,8 años y los ingresos familiares de la población
fueron en promedio de 1.85 salarios mínimos mensuales colombianos que
equivalen aproximadamente US $300. Se resalta en general que las características
sociodemográficas en los grupos de casos y controles fueron similares sin
diferencias significativas (Tabla 1).

164
Factores predictivos para el resultado del tratamiento en pacientes farmacodependientes.

Tabla 1
Distribución de la población según grupo de estudio y características sociodemográficas.
Casos Controles
Valor p
Variable (n = 75) (n = 77)

Edad
10 a 19 17.3 24.7
20 a 29 30.7 26.0
30 a 39 22.7 16.9
40 a 49 21.3 27.3
50 a 59 6.7 5.2
60 y más 1.3 0.0
Edad (media, SD) 31.6 ± 11.6 31.4 ± 12.7 0.90
Sexo
Hombres 92.0 89.6
Mujeres 8.0 10.4 0.61
Educación
Sin estudio 4.0 1.3
1 a 5 años 26.7 23.4 0.84
6 a 11 años 53.3 62.3
Más de 12 años 16.0 13.0
Educación (media, SD) 8.1 ± 3.9 8.2 ± 3.8
Ingresos familiares (US$) (media, SD) 343 ± 379 343 ± 379 323 ± 249 0.70

Fuente: Pacientes Centro de Atención en Salud Mental y Adicciones -Carisma- 2002,2003.

Antecedentes para el tratamiento


El 35,5% del total de los pacientes presentaron antecedentes familiares de
enfermedad mental. Dicha proporción fue levemente mayor en el grupo de casos
con el 36,0% frente al 35,1% de antecedentes positivos en el grupo control. Con
respecto a los antecedentes familiares de alcoholismo, se encontraron hallazgos
positivos en el 76,3% del total de la población, siendo superior en el grupo de
casos con el 82,7%, frente al 70,1% del grupo control.

El consumo de drogas en personas cercanas al paciente fue superior en el


grupo de casos que en el grupo de controles y el consumo en quien fue considerado
el “mejor amigo” en el grupo de casos fue de 76,7% versus 11,7% en el grupo
de controles. Situación similar se describe con la pareja o compañera sexual, la
cual consume drogas en los casos en un 22,6% versus 1,9% en los controles (ver
Tabla 2).

Dentro de las motivaciones de los pacientes para iniciar el tratamiento para


la farmacodependencia se exploraron 5 posibles razones, las cuales se describen
en la Tabla 2. La “motivación personal” fue la principal razón para el ingreso al

165
Mario A. Zapata y Angela M. Segura

tratamiento con un 70,4% en el total de la población estudiada, siendo en el grupo


de casos de 62,7% y en los controles del 77,9%. Cuando el motivo de ingreso
fue el deseo y la presión de la familia, la respuesta fue positiva en el 28% para el
grupo de casos frente al 16,9% en el grupo de controles.

La dependencia a varias drogas (polifarmacodependiente), fue el principal


diagnóstico en el total de la población con el 69,9%, presentándose mas
diagnósticos de este tipo en el grupo casos con el 73,3% versus el 59,7% de los
controles. La dependencia al alcohol fue el segundo diagnóstico en importancia
con el 21,7% del total de los diagnósticos principales, siendo este diagnóstico
mayor en el grupo de controles con el 27,3% versus el 16,0% en el grupo casos.

En 48 pacientes de la población en estudio, esto es en el 31,5%, se


encontraron trastornos mentales concurrentes. Doce grupos de diagnóstico de
trastorno mental se encontraron en esta porción de la población y según lo muestra
la Tabla 2, la esquizofrenia se presentó en el 31,3% del total de los diagnósticos
mentales encontrados, seguido por el trastorno mental y del comportamiento
como consecuencia al abuso de drogas con el 18,9% y como tercer diagnóstico
en importancia los trastornos depresivos con el 16,6 %.

Con respecto a la participación de los pacientes en grupos de apoyo durante


los seis meses luego de finalizado el tratamiento, la Tabla 2 muestra que los
controles duplican a los casos en asistencia mensual a estos grupos con 9,6±13,1
versus 4,6±4,5; la asistencia a terapias individuales en promedio para el total de
la población fue de 1,8 sesiones, 1,5 para los casos y 2,1 en los controles.
Tabla 2
Distribución de la población según grupo de estudio, antecedentes de trastorno mental,
alcoholismo, consumo de droga, motivación para el tratamiento, diagnósticos de egreso
y soporte terapéutico.
Casos Controles
Valor p
Variable (n = 75) (n = 77)

Antecedente familiar de trastorno mental 36.0 35.1 0.90


Antecedente familiar de alcoholismo 82.7 70.1 0.07
Consumo de droga por
Pareja sexual 22.6 1.9 0.00
Hermanos 17.6 16.9 0.91
Padres 5.3 5.2 1.00
Hijos 11.5 10.7 1.00
Mejor amigo 76.7 11.7 0.00

166
Factores predictivos para el resultado del tratamiento en pacientes farmacodependientes.

Motivación para el tratamiento


Personal 62.7 77.9 0.17
Familiar 28.0 16.9
Remisión médica 5.3 1,3
Presión social 2.7 3.9
Solicitud legal 1.3 0.0
Diagnóstico de egreso
Polifarmacodependiente 73.3 59.7
Dependencia al alcohol 16.0 27.3
Dependencia a Cannabis 6.7 3.9 0.24
Dependencia a Cocaína 2.7 6.5
Dependencia a Opiáceos 0.0 1.3
Dependencia a Inhalables 1.3 1.3
Otro diagnóstico de egreso
Esquizofrenia 29.6 33.4
Trastorno mental y del comportamiento por 22.2 14.4
uso de drogas
Trastorno depresivo 7.4 28.6 0.05
Trastorno afectivo bipolar 14.8 0.0
Trastorno de la personalidad 3.7 4.8
Otros trastornos en salud mental 22.3 18.8
No. asistencia a grupos de apoyo 4.6 ± 4.5 9.6 ± 13.1 0.00
No. terapias individuales por especialista 1.5 ± 1.9 2.1 ± 3.3 0.16

Fuente: Pacientes Centro de Atención en Salud Mental y Adicciones -Carisma- 2002,2003.

Resultados del tratamiento


Observados los resultados totales de la Tabla 3, se encuentra que el 50,6% de
los pacientes lograron la categoría de resultado positivo o éxito en el tratamiento
y fueron clasificados como controles y de estos, el 67,5% obtuvieron como
resultado la abstinencia total durante el periodo evaluado. Como casos o fracaso
del tratamiento fue clasificada el 49,4% de la población y el 58,7% de estos
pacientes tuvieron recaída total, en lo que puede denominarse el peor resultado.

Tabla 3
Distribución de la población según grupo de estudio y resultados del tratamiento.
Caso Controles
Valor p
Resultado del tratamiento (n = 75) (n = 77)

Abstinente total 0.0 67.5


Abstinente parcial 0.0 32.5
Recaída parcial 41.3 0.0 0.00
Recaída total 58.7 0.0

Fuente: Pacientes Centro de Atención en Salud Mental y Adicciones –Carisma- 2002,2003.

167
Mario A. Zapata y Angela M. Segura

Resultados Bivariados
El análisis bivariado de las variables estudiadas y el cual se describe en la
tabla 4, permite señalar cuales de estas variables se comportan como de riesgo o
de protección para la recaída de los pacientes después del tratamiento e identificar
la fuerza de asociación que tiene la ocurrencia de dichas variables con respecto a
la situación en estudio, esto es, éxito o fracaso en el tratamiento.

Las siguientes variables fueron identificadas como de riesgo para la recaída


en el tratamiento de la población estudiada: utilización del tiempo libre con
consumidores (OR:45,60), consumo de droga por el mejor amigo (OR:24,89),
consumo de droga por pareja sexual (OR:14,93), entorno familiar con ausencia de
autoridad (OR:24,82), modelo del ejercicio de la autoridad en la familia permisivo
(OR:15,09), ausencia de comunicación familiar (OR:17,23), comunicación
familiar por intermedio de otros o desplazada (OR:2,19), vinculo afectivo en
donde predomina la sobreprotección (OR:13,59) o la indiferencia (OR:17,81),
no aportar para el soporte económico familiar (OR:17,37) y no tener un trabajo o
labor productiva (0R:3,65).

En el estudio se identifican igualmente variables protectoras para disminuir


el riesgo de recaída en el tratamiento, estas variables presentan valores de razón
de disparidad menor a 1 y valores de p que señalan significación estadística
en el resultado. Las variables protectoras son: decisión personal para iniciar el
tratamiento (OR:0,48), asistencia y participación en grupos de apoyo (OR:0,12),
ejercicio de autoridad democrática no impositiva en la familia (OR:0,02),
comunicación directa (OR:0,04) y vinculo afectivo familiar de aceptación
(OR:0,03).
Tabla 4
Distribución de la población según grupos y variables en estudio, Resultados
Bivariados.
IC 95% OR
% % Valor
Variable Casos Controles OR Inferior Superior p

Antecedente trastorno mental 36.0 35.1 1.04 0.54 2.02 0.90


Antecedente alcoholismo 82.7 70.1 2.03 0.94 4.39 0.07
Consumo de droga por pareja sexual 22.6 1.9 14.93 1.86 119.60 0.00
Consumo de drogas por hermanos 17.6 16.9 1.05 0.45 2.44 0.91
Consumo de drogas por padres 5.3 5.2 1.03 0.25 4.27 1.00
Consumo de drogas por mejor amigo 76.7 11.7 24.89 10.30 60.12 0.00
Consumo de drogas por hijos 11.5 10.7 1.09 0.19 5.935 1.00

168
Factores predictivos para el resultado del tratamiento en pacientes farmacodependientes.

Decisión personal para iniciar tratamiento 62.7 77.9 0.48 0.23 0.97 0.04
Presencia de otros diagnósticos en salud mental 36.0 27.3 1.50 0.75 2.98 0.25
Asistencia a grupos de apoyo 6.7 36.4 0.12 0.05 0.35 0.00
Compañía en tiempo libre con consumidores 76.0 6.5 45.60 15.96 130.31 0.00
Modelo de autoridad en la familia
Democrática, consensuado 7.5 81.1 0.02 0.01 0.05 0.00
Autoritario 6.0 8.1 0.72 0.19 2.67 0.75
Permisiva 61.2 9.5 15.09 6.01 37.89 0.00
Ausente 25.4 1.4 24.82 3.20 192.53 0.00
Comunicación en la familia
Directa 23.9 88.0 0.04 0.02 0.10 0.00
Mediante otros 6.0 0.0 2.19 1.83 2.63 0.05
Bloqueada o Ausente 70.1 12.0 17.23 7.21 41.18 0.00
Vínculo afectivo
De Aceptación 17.9 88.0 0.03 0.01 0.07 0.00
De Rechazo 13.4 4.0 3.72 0.96 14.39 0.04
De Sobreprotección 49.3 6.7 13.59 4.87 37.91 0.00
De indiferencia 19.4 1.3 17.81 2.26 140.33 0.00
Sin ocupación 29.7 10.4 3.65 1.50 8.85 0.00
Sin aporte económico 31.9 2.6 17.37 3.92 77.01 0.00

Fuente: Pacientes Centro de Atención en Salud Mental y Adicciones –Carisma- 2002,2003.

Modelo Predictivo
En el análisis multivariado con los factores de riesgo y de protección
identificados (ver Tabla 5), se encontró como resultado en un modelo predictivo,
que la probabilidad de recaídas en el tratamiento para pacientes con problemas de
adicción a drogas, depende principalmente de las siguientes cuatro variables: dos
de riesgo, el consumo de drogas por el mejor amigo y no tener actividad laboral u
ocupacional productiva y dos variables de protección, el ejercicio de una autoridad
democrática no impositiva y la comunicación directa en la familia.

Este modelo predictivo puede expresarse en la siguiente ecuación, en donde


se aprecia el peso que tiene cada variable en la recaída del paciente y como
consecuencia, la probabilidad para el éxito o fracaso en el tratamiento, tema que
es objetivo principal de este estudio.

P(Y=1) = 1/(1 + e-(0,580–2,998 Autoridad democrática– 2,570 Comunicación


directa+3,641 Consumo amigo+3,191 Falta actividad productiva)

169
Mario A. Zapata y Angela M. Segura

Tabla 5
Variables que predicen el resultado en el tratamiento.
IC95% Exp(B)
Variable B S.E. Wald gl Signif. Exp(B)
Inf. Sup.

Consumo por mejor amigo 3.641 1.019 12.780 1 0.000 38.131 5.180 280.698
Sin Actividad productiva 3.191 1.555 4.213 1 0.40 24.311 1.155 511.852
Autoridad democrática -2.998 1.086 7.627 1 0.006 0.050 0.006 0.419
Comunicación directa -2.570 0.960 7.160 1 0.007 0.077 0.012 0.503
Constante 0.580 0.749 0.600 1 0.439 1.786

Fuente: Pacientes Centro de Atención en Salud Mental y Adicciones –Carisma- 2002,2003.

Discusión
La complejidad del problema del abuso y adición a las drogas, obliga a
los servicios asistenciales que trabajan en el tema, a redoblar sus esfuerzos en
búsqueda de encontrar mejores prácticas basadas en la evidencia y en experiencias
exitosas, para intentar mejorar los indicadores de éxito en el tratamiento. Con
este propósito, los resultados presentados en este estudio, permiten conocer la
interrelación de variables importantes y que generan como resultado el éxito o
el fracaso en el tratamiento de pacientes farmacodependientes de una población
específica. Estos resultados pueden ser útiles para guiar las atenciones que se
realizan en el tema.

En el inicio del tratamiento de un paciente con dependencia a drogas, es


importante que los terapeutas evaluadores identifiquen las situaciones que motivan
el ingreso al tratamiento. Estas situaciones pueden modificar las intervenciones
y cuidados que requiere el paciente y su protocolo de manejo, en búsqueda
de lograr la retención y adhesión al tratamiento, tal y como lo señalan autores
como Simpson, Joe y Brown (1997), en su estudio de retención y seguimiento
de resultados en el tratamiento del abuso de drogas. Las principales razones
por las cuales el paciente puede iniciar un tratamiento pueden ser consecuencia
de presiones externas, bien sean familiares, legales o sociales, o a la motivación
individual de iniciar un proceso de tratamiento y rehabilitación.

Los resultados del análisis bivariado permiten afirmar que la motivación


personal es un factor protector que favorece la posibilidad de mantenimiento
de resultados positivos en el tratamiento, esto es, la no recaída del paciente en
el consumo de drogas y el mantenimiento de actitudes y comportamientos que
facilitan su relación armónica en la sociedad. Lo anterior esta acorde con otros

170
Factores predictivos para el resultado del tratamiento en pacientes farmacodependientes.

estudios como el de de Anglin, Hser y Grella (1997), en el cual se señalo que


la motivación personal para el tratamiento es un predictor mas fuerte para el
mantenimiento de la abstinencia, que otro tipo de motivaciones.

La influencia positiva o negativa que puede ejercer el entorno familiar y el


medio social del adicto para su recuperación, se ha encontrado en este estudio como
factores relevantes para el resultado del tratamiento, situación que es compartida
en la literatura con hallazgos similares (Hoffman, 1993; Hundleby y Mercer,
1987). El consumo de drogas en familiares, pareja sexual y amigos del paciente,
han sido descritos por Marlatt (1996), McAweeney, Zucker, Fitzgerald, Plutter
y Wong (2005), como factores a los que se le atribuye la mayor responsabilidad
para vulnerar la autonomía del paciente, en la elaboración de su decisión para
mantener actitudes de rechazo al consumo de drogas en procura de lograr niveles
de abstinencia y de relación armónica con el medio social. Esta situación ha sido
confirmada por los resultados de este estudio, en el cual la utilización del tiempo
libre en compañía de amigos o familiares consumidores y el consumo de drogas
por “el mejor amigo” o la pareja sexual, se comportan como fuertes factores de
riesgo para la recaída.

La asistencia y participación en grupos de apoyo, es una herramienta


terapéutica complementaria a las intervenciones individuales hospitalarias o
ambulatorias y las cuales tienen el objetivo de mantener los resultados positivos
alcanzados en el tratamiento, como ha sido descrito por McKay y otros (1994). En
los seis meses posteriores al tratamiento hospitalario, se considera por el grupo de
expertos de Carisma que una participación cercana a los 16 grupos de apoyo es la
meta ideal, pero es aceptable por lo menos la participación en 12 sesiones. Bajo
esta consideración, el análisis bivariado confirmó como factor protector fuerte
para las recaídas, la asistencia y participación en grupos de apoyo terapéutico.
Estos han sido considerados por otros investigadores (Morgenstern, Lavouvie,
MacKay, Kathler y Frey, 1997), como una estrategia importante en la prevención
de las recaídas y debe ser analizado y tomado en cuenta para su inclusión en los
protocolos de tratamiento.

La evidencia científica actual concluye sobre la estrecha relación que existe


entre problemas de abuso de drogas y su coexistencia con trastornos mentales.
Dos estudios, entre otros existentes en la literatura internacional, concluyen
sobre la comorbilidad de trastornos mentales y el abuso en el consumo de
alcohol y otras drogas (Morgenstern y cols, 1997; Regier y cols, 1990; Rache-
Beisel, 1999), lo cual ha llevado a afirmar a reconocidos investigadores como

171
Mario A. Zapata y Angela M. Segura

Leshner (1999) a afirmar que “entre un 30% y un 60% de abusadores de drogas


presentan diagnóstico de enfermedad mental concurrente incluyendo desordenes
de personalidad, depresión mayor, esquizofrenia y trastorno bipolar”. Estos
diagnósticos concurrentes fueron también encontrados en la tercera parte de la
población de este estudio, llamando la atención sobre la necesidad de ofrecer
servicios profesionales especializados e interdisciplinarios para el tratamiento de
estos pacientes, en donde se logre determinar no solamente aspectos individuales y
sociofamiliares que lleven al abuso de drogas, sino que también se preste atención
especializada a los trastornos mentales que pueden desfavorecer la eficacia en el
tratamiento (McLellan y cols.,1983).

Con respecto a los resultados del tratamiento, vale la pena traer a discusión,
la generalización que existe del concepto sobre los pobres resultados que en
general se pueden tener para disminuir o suspender la dependencia a las drogas
(McLellan y cols., 1992 y O´Brien y McLellan, 1996). De otra parte existe
consenso que los resultados del tratamiento no sólo pueden ser vistos como la
abstinencia, tal y como lo señala Miller (1996), sino que debe tenerse en cuenta
la recuperación de las relaciones familiares y sociales del individuo y la puesta en
marcha de actitudes de responsabilidad y de búsqueda de objetivos de vida.

El análisis descriptivo realizado a la población sujeto de estudio, mostró que


más de la mitad de los pacientes obtuvieron resultados de éxito en el tratamiento,
con logros en abstinencia y mejoría en el contexto de sus relaciones sociales y
familiares. Estos resultados son particularmente importantes para la institución en
la cual se realizó el estudio, ya que constituyen una aproximación a la valoración
de la eficacia en el tratamiento a los 6 meses en los cuales fueron evaluados.

De otra parte, las relaciones familiares de autoridad, comunicación y afecto,


ocuparon el primer espacio de atención en los resultados del estudio, a pesar que
la hipótesis inicial fue encaminada hacia situaciones ocupacionales o laborales,
como factor protector para la recaída. Un modelo familiar de riesgo para las
recaídas se expresa en los resultados, compuesto por: entornos familiares con
ausencia de autoridad o presencia en otros de esquemas de autoridad flexible
y permisiva, familias con espacios cerrados para la comunicación y vínculos
afectivos en donde predomina la sobreprotección o la indiferencia en otros. Del
mismo modo los resultados encontrados permiten plantear un modelo familiar
de protección, el cual puede apoyar el plan de intervenciones en búsqueda de
disminuir las recaídas. Este modelo esta compuesto por un esquema de autoridad

172
Factores predictivos para el resultado del tratamiento en pacientes farmacodependientes.

familiar democrática y participativa en las decisiones, una comunicación directa


entre sus miembros y una relación afectiva en donde predominan actitudes de
aceptación por el otro.

Evaluados los resultados de la situación ocupacional y laboral de los pacientes


en este estudio y luego de definir como actividades productivas todas aquellas
provenientes de un empleo temporal o permanente, las labores domésticas e
informales, el estudio o la combinación de algunas de las anteriores que generen
en el paciente sentido de responsabilidad y utilidad, puede concluirse que es de
riesgo para la recaída, no contar con un trabajo o actividad productiva, lo cual
confirma la hipótesis sobre la cual se inició este estudio. Este resultado se asemeja
al documentado por Platt (1995) y el cual se afirma que el empleo es un factor
que sirve para predecir la permanencia del paciente en el tratamiento y los buenos
resultados de éste. Lo anterior lleva a proponer como extensión y soporte de los
programas de tratamiento en drogas, la inclusión en los protocolos de atención,
de esquemas de consejería para el empleo y entrenamiento vocacional, los cuales
pueden ser desarrollados de manera directa o a tráves del apoyo e interrelación
con entidades gubernamentales y no-gubernamenales especialistas en el tema , ya
que el enfoque integral de las necesidades del paciente en el tratamiento del abuso
y adicción a las drogas, puede mejorar los resultados del tratamiento, tal y como
ha sido descrito por Hser, Polinsky, Manglione y Anglin (1996).

Si se observan los resultados del modelo predictivo para la recaída, puede


concluirse que deben priorizarse los esfuerzos terapéuticos para intervenir las
situaciones demostradas como de riesgo fuerte y fortalecer las protectoras. Así
entonces, el consumo de drogas por “el mejor amigo” y la falta de oportunidad
para realizar actividades laborales u ocupacionales productivas, son los factores
de riesgo que predicen en mayor grado la recaída en el tratamiento. Al mismo
tiempo, modelos de autoridad participativos y democráticos en la familia y la
comunicación directa favorecen la no recaída.

Para mejorar los resultados en el tratamiento, es necesario a la luz de las


pruebas de este y otros estudios predoctores (ej. McLellan y cols.,1994), pueda
implementarse modelos de atención integral, en donde se provean servicios
individuales y grupales en salud mental, atención a la familia y apoyo para el
empleo o para el desarrollo de actividades productivas.

173
Mario A. Zapata y Angela M. Segura

Agradecimientos
Especial agradecimiento a Carisma “Centro de Atención en Salud Mental y
Adicciones” (Departamento de Antioquia – Colombia) y a su grupo de funcionarios
y pacientes quienes permitieron y facilitaron el desarrollo de la investigación.

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178
Factores predictivos para el resultado del tratamiento en pacientes farmacodependientes.

ANEXO
ENCUESTA SOBRE FACTORES PREDICTIVOS PARA EL RESULTADO
DEL TRATAMIENTO EN EL PACIENTE FARMACODEPENDIENTE
Instrucciones para llenar correctamente este formulario.
• Llenar completamente el óvalo, de acuerdo con el ejemplo debajo.
• Si se comete un error al responder coloque una “X” sobre la respuesta
incorrecta.
• Por favor no rayes el formulario con marcas diferentes a las necesarias.
• Escriba los números dentro de las casillas.
Marca Correcta Números correctos
1 2 3
A. DATOS REFERIDOS A LA IDENTIFICACIÓN

1. Nombre completo:
___________________________________________________________

2. Número de historia clínica: _____________________________


(Información Secundaria)

3. Edad en años cumplidos:

4. Sexo: Hombre 1 Mujer 2

5. Municipio: __________________________________________________

6. Zona: Urbana 1 Rural 2

7. Clasificación socioeconómica del SISBEN:


(Información Secundaria)
0. Nivel 0
1. Nivel 1
2. Nivel 2
3. Nivel 3
4. Otro con capacidad de pago (incluye clasificaciones del Sisben nivel 4 o

179
Mario A. Zapata y Angela M. Segura

superiores o pago de servicios directamente por el paciente o la familia o


una EPS o entidad aseguradora).

8. Número de años de estudio cursados (tenga en cuenta la sumatoria de los


años cursados y aprobados al momento de la entrevista: primaria (5años),
secundaria (6años), años de preparación técnica o tecnológica o profesional
o especialización; marque 00 si no tiene estudios):

B. DATOS REFERIDOS A LOS ANTECEDENTES PERSONALES Y


FAMILIARES

9. Antes del ingreso al último tratamiento hospitalario, el paciente había


presentado problemas con la justicia y fue privado de la libertad?
Si (1) No (2)

10. Cuantas veces había sido privado de la libertad por problemas con la justicia
(si no ha sido arrestado, marque 00)?

11. En la familia del paciente (padres, hermanos, tíos o abuelos) se ha presentado


algún trastorno mental que haya requerido control por personal de salud o
tratamiento con medicación o psicoterapias de apoyo?
Si (1) No (2)

12. En la familia del paciente (padres, hermanos, tíos o abuelos) se ha presentado


problemas de alcoholismo: Si (1) No (2)

…entre las personas cercanas al paciente


se
presenta consumo de drogas diferentes Si No No aplica
al alcohol y/o cigarrillo:

13. Compañero(a) sexual 1 2 3


14. Hermano(a)s 1 2 3
15. Alguno de los padres o ambos 1 2 3
16. Mejor amigo(a)s 1 2 3
17. Hijo(a)s 1 2 3

180
Factores predictivos para el resultado del tratamiento en pacientes farmacodependientes.

C. DATOS REFERIDOS AL TRATAMIENTO

18. Fecha de terminación último tratamiento hospitalario (información


secundaria):
dd: mm: aaaa:

19. Motivo principal de ingreso para el último tratamiento hospitalario:


1. Motivación personal 2. Familiar
3. Remisión Médica 4. Presión Social
5. Legal

… Diagnóstico(s) de egreso última hospitalización: (se incluirá codificación
del CIE-10 del diagnóstico principal y otro diagnóstico principal en salud
mental si existiere – (información secundaria)

20. Primer Diagnóstico: ____________________________

21. Otro Diagnóstico: _____________________________

22. Número de hospitalizaciones para farmacodependencia ocurridas antes


del último tratamiento hospitalario (escriba en el recuadro el número
correspondiente, 00 ninguna):

23. ¿En cuantos grupos de apoyo terapéutico participó en los 6 meses siguientes
al egreso del último tratamiento hospitalario? (escriba en el recuadro el
número correspondiente, 00 ninguna):

24. ¿Cuantas terapias individuales con psicólogo o psiquiatra o especialista


en farmacodependencia recibió seis meses después del egreso del
último tratamiento hospitalario? (escriba en el recuadro el número
correspondiente)

D. DATOS REFERIDOS AL USO DE DROGAS Y ALCOHOL

25. ¿Cual fue la edad de inicio para el consumo de cigarrillo - (escriba en


el recuadro al frente el número de años cumplidos, 00 si no consume
cigarrillo):

181
Mario A. Zapata y Angela M. Segura

26. ¿Cual fue la edad de inicio para el consumo de alcohol? (escriba en el recuadro
al frente el número de años cumplidos, 00 si no consume alcohol):

27. ¿Cual fue la edad de inicio para el consumo de otras drogas (escriba en
el recuadro al frente el número de años cumplidos, 00 si no consume
drogas):

28. Droga principal (de mayor consumo) en el inicio del consumo de sustancias
psicoactivas: (marque solo una)
1. Alcohol 2. Marihuana
3. Pasta básica de Coca o Basuco 4. Cocaína
5. Benzodiacepinas 6. Heroína
7. Anfetaminas 8. Inhalantes
9. Hongos

29. Numero de años que el paciente consumió drogas antes del último tratamiento
hospitalario. (escriba en el recuadro el número correspondiente, codifique
01 para períodos menores de 1 año)

30. Droga principal (de mayor consumo) antes del último tratamiento
hospitalario: (marque solo una)
a. Alcohol b. Marihuana
c. Pasta básica de Coca o Basuco d. Cocaína
e. Benzodiacepinas f. Heroína
g. Anfetaminas h. Inhalantes
i. Hongos

31. ¿Como ha sido el consumo de drogas durante los 6 meses siguientes al egreso
del último tratamiento hospitalario?:
1. Dejó totalmente las drogas durante este período (Abstinente Total)
2. Presentó 3 o menos consumos puntuales SIN disfunción familiar, social,
laboral o educativa (Abstinente Parcial)
3. Presentó 3 o menos consumos puntuales y por lo menos en uno de ellos
disfunción familiar, social, laboral o educativa (Recaída Parcial)
4. Consumos y situaciones que superan el numeral anterior (Recaída Total)

182
Factores predictivos para el resultado del tratamiento en pacientes farmacodependientes.

E. DATOS REFERIDOS A LA FAMILIA/RELACIONES


FAMILIARES

32. Estado civil actual:


1. Soltero 2. Casado
3. Unión Libre 4. Viudo
5. Separado 6. Divorciado legalmente

33. ¿Con quién convivió principalmente el paciente luego del alta y seis meses
después del último tratamiento hospitalario?:
1. En familia de origen
2. En familia nuclear
3. En familia extensa
4. En familia monoparental(padre)
5. En familia monoparental(madre)
6. En familia simultánea
7. En familia fraternal
8. En familia ampliada-extendida
9. En familia mixta
10. Con pareja heterosexual sin hijo(s)
11. Con pareja homosexual
12. Con amigo(s)
13. Ambiente institucional controlado
14. Sólo

34. ¿Con quién pasa la mayor parte del tiempo libre luego del alta y seis meses
después del último tratamiento hospitalario?:
1. Familia 2. Familiares consumidores
3. Amigo(a)s consumidores 4. Amigo(a)s no consumidore
5. Solo

35. La autoridad en la familia, luego del alta del último tratamiento hospitalario
de predominio es de predominio:
1. Democrática 2. Autoritario
3. Permisiva 4. Ausente
5. No vive con familia

183
Mario A. Zapata y Angela M. Segura

36. El modelo de comunicación que predomina en el núcleo familiar luego del


alta del último tratamiento hospitalario es:
1. Comunicación Directa 2. Comunicación Desplazada
3. Comunicación Bloqueada 4. No vive con familia

37. El vínculo afectivo en el núcleo familiar luego del alta del último tratamiento
hospitalario, es de predominio:
1. De aceptación 2. De rechazo
3. De sobreprotección 4. De indiferencia
5. No vive con familia

F. DATOS REFERIDOS A LA SITUACIÓN LABORAL / SITUACIÓN


FINANCIERA

38. Patrones usuales de ocupación durante los 6 meses luego del alta del último
tratamiento hospitalario:
1. Ama de Casa 2. Tiempo completo (48h/sem)
3. Medio tiempo (24h/sem) 4. Ocupación Temporal (hs irre/día)
5. Estudiante 6. Estudia y trabaja
7. Servicio militar 8. Invalidez/jubilado
9. Desempleo/sin actividad 10. Ambiente institucional controlado

39. Si la respuesta a la pregunta 38 es la opción 9, responda la siguiente, sino


responda en esta no aplica y pase a la pregunta 41: El desempleo/sin actividad
durante los 6 meses luego del alta del último tratamiento hospitalario han
sido producto de:
1. No ha buscado ocupación
2. Ha buscado y no ha encontrado ocupación (laboral o educativa)
3. Encontró ocupación pero rápidamente lo rechazaron (laboral o
educativa)
4. No aplica

40. ¿Cuantas personas dependen de usted en cuanto a vivienda, alimentación,


educación, etc.? (escriba en el recuadro el número correspondiente):

41. Contribuye alguien, de alguna manera en su sustento?:


1. No 2. Sí totalmente
3. Sí parcialmente

184
Factores predictivos para el resultado del tratamiento en pacientes farmacodependientes.

42. Ingreso familiar mensual promedio en número de salarios mínimos


mensuales ($332.000) o ingreso personal si vive sólo o del núcleo filial con
el cual convive el usuario durante los 6 meses luego del alta del último
tratamiento hospitalario. (escriba en el recuadro el número correspondiente,
00 si menos de 1 salario mínimo):

43. Porcentaje de contribución que realiza el paciente al ingreso familiar o al


núcleo filial con el cual convive durante los 6 meses luego del alta del último
tratamiento hospitalario:
1. Ninguna contribución (estudiante o ama de casa)
2. Ninguna contribución (discapacidad)
3. Ninguna contribución (ambiente institucional controlado)
4. Ninguna contribución (desempleo)
5. Ninguna contribución a pesar de recibir ingresos
6. Contribución con labores no cuantificadas
7. Contribuye económicamente menos del 25%
8. Contribuye económicamente entre el 25% y 50%
9. Contribuye económicamente mas del 50%

Nombre Encuestador: ______________________________________________

Firma: __________________________________________________________

Fecha de Entrevista: _______________________________________________

185
Revista Peruana de Drogodependencias – VOL. 5, Nº. 187, -211

VALORACIÓN DE LA SATISFACCIÓN CON EL


TRATAMIENTO EN DROGODEPENDENCIAS.
VALIDACIÓN ESTRUCTURAL DEL “TREATMENT
PERCEPTIONS QUESTIONNAIRE” (TPQ).

Juan Manuel Jiménez-Lerma (1,4)


Ioseba Iraurgi (2,4)
Miguel Landabaso (3,4)
e
Igone Zubizarreta (4)
1 - Centro de Salud Mental de Arrasate/Mondragón. Gipuzkoa.
Osakidetza/Servicio Vasco de Salud.
2 - Módulo de Asistencia Psicosocial de Rekalde. Bilbao-Bizkaia.
3 - Centro de Drogodependencias de Barakaldo. Bizkaia.
Osakidetza/Servicio Vasco de Salud.
4 - Asociación Vasca para el Estudio e Investigación de las Adicciones (AVEIA)

RESUMEN
El ‘Treatment Perceptions Questionnaire (TPQ)’ es una escala breve y
autoadministrada cuyo propósito es la valoración de la satisfacción de usuarios de
drogas respecto al programa de tratamiento en el que son asistidos. El objetivo del
estudio es analizar la consistencia interna y la fiabilidad de la versión española de
esta escala, así como su validez de constructo. Para ello se ha aplicado el TPQ a
100 usuarios de un Centro de Tratamiento de Drogodependencias. Los resultados,
registrados y codificados según los algoritmos originales, fueron sometidos a
un análisis factorial de componentes principales resultando tres factores que en

 Estudio financiado por la Dirección de Drogodependencias de Gobierno Vasco dentro del programa de Ayuda a la
Investigación en Materia de Drogodependencias (INV-200400/0002).
Correspondencia: Ioseba Iraurgi Castillo. Módulo de Asistencia Psicosocial de Rekalde. Camilo Villabaso 24 lonja.
48002 Bilbao. e-mail: iraurgi@telefonica.net

187
Juan Manuel Jiménez-Lerma, Ioseba Iraurgi, Miguel Landabaso y Igone Zubizarreta

conjunto expresaban el 58.6% de la varianza explicada (VE). El primer factor,


denominado ‘disponibilidad y confianza en el equipo’, asumía el 33.4% de VE
y presentaba un alpha de Cronbach (α) de 0.62 y un Coeficiente de Correlación
Intraclase (CCI) de 0.80. El segundo factor, con el 13.9% de VE, hace alusión a
la ‘confianza y satisfacción con el equipo y programa’, y presenta un α = 0.71
y un CCI= 0.85. Por último, el tercer factor, con un una VE del 11.2%, un α =
0.56 y un CCI de 0.81, agrupa ítems que hacen referencia a la ‘recepción de
información y motivación para el tratamiento’. Estos resultados no confirman las
dimensiones halladas por los autores del TPQ, planteándose que la satisfacción
con el tratamiento ha de ser contemplada y valorada desde un mayor número de
áreas implicadas en dicho proceso.

Palabras clave: Fiabilidad, Validez, Satisfacción, Tratamiento, Drogas, TPQ

Summary
The Treatment Perceptions Questionnaire’ (TPQ) is a brief, self-administered
scale designed to measure the drug users satisfaction with regard to the treatment
program they are undergoing. The aim of this work is to analyse the internal
consistency and reliability of the Spanish version of the TPQ, as well as the
construct validity. A sample group of one hundred heroin users diagnosed of
opium dependence, treated in a Drugs Treatment Centre, was evaluated with
TPQ. The results, registered and coded according to the original algorithms,
were subjected to a principal components factor analysis (PCFA) with varimax
rotation. The PCFA revealed a three factors solution stating 58.6% of the
Explained Variance (EV). The first factor, named ‘ readiness and trust in the
treatment team’, assumed 33.4% EV and presented a Cronbach coefficient (α)
of 0.62 and a Intraclass Correlation Coefficient (ICC) of 0.80. The second factor,
with 13.9% of EV, refers to ‘trust and satisfaction with the treatment team and
program’, presents a α= 0.71 and an ICC= 0.85. Lastly, the third factor, with
an 11.2% of EV (α= 0.56 and ICC= 0.81) groups together items which relate
to ‘information reception and motivation for the treatment’. These results don’t
confirm the scope found by the TPQ authors, raising the issue about satisfaction
with the treatment which must be contemplated and valued from a wider number
of areas involved in such process.

Key Words: Reliabitity, Validity, Satisfaction, Treatment, Drugs, TPQ

188
Valoración de la satisfacción con el tratamiento en drogodependencias. Validación estructural
del “Treatment perceptions questionnaire (TPQ)”.

INTRODUCCIÓN
La calidad constituye una herramienta de gestión que tiende a una nueva
forma de relación usuario-proveedor del servicio basada en la confianza del
primero hacia el segundo, satisfaciendo, así mismo, tanto las necesidades y las
expectativas de los usuarios como las del propio proveedor (Galgano, 1993;
Zeithaml, Parasuraman, Berry y Leonard, 1993; James, 1997). Hoy en día existe
un interés cada vez mayor por la calidad en el sector socio-sanitario que implica a
todos los afectados: clientes, profesionales clínicos y gestores de servicios.

Los estilos de gestión en las organizaciones han variado desde el Taylorismo


de principios de siglo, basado en la “organización científica del trabajo”, al
sistema de gestión de calidad total (Demming, 1992) actual, el cual implementa
la mejora continua en la organización y la implicación de todos sus miembros.
Este nuevo modelo de gestión se centra en la satisfacción, tanto de las personas
(profesionales de los recursos asistenciales) como de los clientes (usuarios,
familiares, allegados), y dirige los recursos hacia las entidades que desarrollen
tratamientos que tengan una eficacia demostrada. La puesta en marcha de
políticas y estrategias de calidad en el sector de las drogodependencias, que
permitan ofrecer las suficientes garantías para la consecución de los objetivos
asistenciales, suscita cada vez más interés.

Las organizaciones de cualquier tipo o sector necesitan, para tener éxito,


establecer un modelo de gestión apropiado. El modelo EFQM (European
Foundation for Quality Management) de excelencia empresarial (Roure y
Rodríguez-Badal, 1999) es un instrumento práctico que ayuda a las organizaciones
a establecer un sistema de gestión apropiado, midiendo en que punto se encuentran
dentro del camino hacia la excelencia y analizando las diferencias y lagunas que
pueden existir dentro de la organización para alcanzarla, estimulando la búsqueda
de soluciones. Se orienta hacia el cliente, al que considera el árbitro final de la
calidad del producto y del servicio, así como de decidir establecer una relación de
fidelidad. El mejor modo de conseguir la fidelidad y retención del cliente es una
clara orientación hacia sus necesidades tanto actuales como potenciales.

El modelo EFQM consta de 9 criterios. Cinco agentes: a) liderazgo, b)


política y estrategia, c) gestión de personas, d) alianzas y recursos, y e) procesos;
y cuatro de resultados: f) satisfacción del cliente, g) satisfacción de las personas,
h) impacto en la sociedad y i) resultados. El criterio 6 (f) mide los logros que

189
Juan Manuel Jiménez-Lerma, Ioseba Iraurgi, Miguel Landabaso y Igone Zubizarreta

está alcanzando la organización con relación a la satisfacción con sus clientes.


Siendo su objetivo, examinar la forma en que el Centro conoce los niveles de
satisfacción del cliente, e identifica y segmenta los diferentes grupos de clientes
con el objetivo de mejorar la respuesta a sus demandas y expectativas razonables,
identificando tendencias -las cuales, como mínimo, deben referirse a periodos de
tres años- y comparando sus resultados en los clientes con los de otros Centros u
organizaciones similares. Para ello es necesario manejar dos tipos de información,
la relativa a la percepción del cliente, esto es, los términos subjetivos en que éste
valora la calidad del servicio recibido (encuestas de valoración de servicios), y
la proporcionada por los indicadores objetivos de la gestión y funcionamiento de
los servicios (número y tipo de quejas, tiempos de tramitación, cumplimientos de
plazos, etc.). La calidad de la atención que percibe el usuario está determinada
básicamente por la diferencia entre las expectativas y la percepción de los
resultados reales.

Son pocos los medios de participación que en este aspecto utilizan los
servicios sanitarios. Para conocer aquello que quieren los usuarios se dispone,
básicamente, de las reclamaciones y de las encuestas de satisfacción. A este
respecto, la información sobre la percepción del usuario puede obtenerse
preguntándole mediante encuestas de valoración de servicios, las cuales
comienzan a generalizarse en el sector socio-sanitario durante los últimos años.
Por otra parte, la satisfacción que manifiesta el individuo respecto al tratamiento
puede considerarse como un factor que modera el éxito del mismo, ya que es
razonable esperar que los usuarios que no estén satisfechos puedan abandonar
prematuramente o responder a las expectativas de modo diferente (Pascoe,
1983).

El TPQ (Treatment Perception Questionnaire) (Marsden, Stewart, Gossop


et al, 2000; Marsden, Nissoli, Corbeli et al, 2001) es el primer cuestionario para
la validación de la satisfacción respecto al proceso terapéutico en población en
tratamiento por adicción a drogas desarrollado en Europa. Al menos dos estudios
previos refieren criterios de fiabilidad interna y test-retest satisfactorios (Marsden
et al, 2001; Rodríguez, Jiménez-Lerma, Iraurgi et al, 2002; Iraurgi, Rodríguez,
Carreras et al, 2004), si bien uno de ellos plantea una estructura dimensional
alternativa a la propuesta por los autores del instrumento (Iraurgi et al, 2004).

El objetivo del presente estudio es ofrecer las características psicométricas


del TPQ y confirmar la estructura bidimensional del instrumento formulada por
sus autores.

190
Valoración de la satisfacción con el tratamiento en drogodependencias. Validación estructural
del “Treatment perceptions questionnaire (TPQ)”.

MÉTODO
Ubicación
El estudio se ha desarrollado en el Centro de Tratamiento de Toxicomanías
de Álava, España (CTT). Éste es un dispositivo sanitario público dedicado a la
atención de usuarios diagnosticados de Trastornos por Abuso de Sustancias no
alcohólicas en régimen ambulatorio.

Diseño y procedimiento
Se ha utilizado un diseño descriptivo de corte transversal en dos fases
utilizando métodos de autoinforme (cuestionario) para valorar la satisfacción
con el programa. En la primera fase se valoraba la satisfacción de los usuarios
mediante la aplicación del TPQ en su formato original (Iraurgi et al, 2004); en
la segunda fase, la valoración de la satisfacción se realizaba mediante el mismo
instrumento pero positivizando los ítems enunciados de forma negativa en el
original, es decir, formulando los ítems enunciados en la versión original de
forma negativa a positiva.

Muestra(s)
Se han utilizado dos muestras en función de la fase de estudio. La muestra
‘A’ quedó constituida por 100 usuarios del CTT que cumplimentaron el TPQ
original. La muestra ‘B’, formada por 125 sujetos, también en tratamiento en el
CTT, respondieron a la versión adaptada del TPQ.

Procedimiento
El único criterio para participar en el estudio fue que los usuarios llevasen
en el programa un mínimo de 15 días, para facilitar que los pacientes tuvieran un
conocimiento mínimo respecto al funcionamiento de su programa de tratamiento.
Dos monitores del centro se ocuparon de solicitar la participación, entregar el
cuestionario y trasmitir las pautas de cumplimentación. Todos los participantes
fueron informados de que se procedía a conocer cuál era su opinión respecto a la
atención y características del centro y que se trataba de un cuestionario anónimo.
La entrega de cuestionarios se realizó sistemáticamente hasta conseguir una

191
Juan Manuel Jiménez-Lerma, Ioseba Iraurgi, Miguel Landabaso y Igone Zubizarreta

muestra de 100 cuestionarios en la primera fase y 125 en la segunda fase. La


participación en el estudio fue voluntaria, negándose seis usuarios a contestar el
cuestionario.

Instrumento
El ‘Treatment Perceptions Questionnaire’ (TPQ), desarrollado por el
grupo de Marsden en 1998 (Marsden et al, 2000), es un cuestionario destinado a
población en tratamiento por adicción a drogas diseñado para medir la satisfacción
del usuario respecto a su proceso terapéutico.

El TPQ es un cuestionario corto que tarda en administrarse aproximadamente


3 minutos. Está constituido por tres secciones, la primera “tu tratamiento” consta
de 10 ítems con respuesta tipo Likert de 5 puntos (0 a 4) con un enunciado de
respuesta que va desde ‘muy de acuerdo’ a ‘muy en desacuerdo’. Cinco ítems
están enunciados de forma positiva (p.ej.: He recibido la ayuda que buscaba) y
los otros cinco de forma negativa (p.ej.: No me han gustado algunas de las reglas
y normas del tratamiento), siendo recodificados los primeros de forma que una
mayor puntuación indicaría un mayor nivel de satisfacción.

El análisis factorial del cuestionario que realizaron sus autores mostró


dos dimensiones, cada una compuesta por cinco ítems. El primer factor recoge
la percepción de los usuarios sobre la naturaleza y la intensidad del contacto
con el personal del programa (Dimensión Equipo Terapéutico – ítems 1, 3, 4,
5 y 8) y el segundo factor agrupa los aspectos del servicio de tratamiento, su
aplicación, reglas y normativas (Dimensión Programa Terapéutico – ítems 2, 6,
7, 9 y 10). Esta bidimensionalidad permite a los autores proponer la obtención
de dos puntuaciones diferenciadas atendiendo al sumatorio de los cinco ítems
que componen cada dimensión, oscilando las puntuaciones en cada caso entre 0
y 20 puntos. Asimismo, se puede obtener una puntuación total como resultado
de la suma de las dos subescalas, o en su caso, por la suma total de los 10 ítems
que componen el TPQ, situándose el recorrido de puntuaciones posibles entre
0 y 40 puntos. En este caso, se admitiría la existencia de unidimensionalidad de
la escala, considerándose la puntuación global como un índice de la satisfacción
global con el tratamiento.

192
Valoración de la satisfacción con el tratamiento en drogodependencias. Validación estructural
del “Treatment perceptions questionnaire (TPQ)”.

Tabla 1
Reformulación de los enunciados de los ítems negativos del TPQ.
Enunciados Formato Original Enunciados Formato Adaptado

n El equipo no siempre ha comprendido la clase n El equipo siempre ha comprendido la clase de


de ayuda que yo quiero ayuda que yo quiero
n El equipo y yo hemos tenido ideas diferentes n El equipo y yo hemos tenido ideas similares
acerca de cuáles deberían ser los objetivos de mi acerca de cuáles deberían ser los objetivos de mi
tratamiento. tratamiento.
n No me han gustado todas las sesiones de n Me han gustado todas las sesiones de tratamiento
tratamiento a las que he asistido a las que he asistido
n No he tenido tiempo suficiente para solucionar n He tenido tiempo suficiente para solucionar mis
mis problemas. problemas.
n No me han gustado algunas de las reglas y n Me han gustado algunas de las reglas y normas
normas del tratamiento del tratamiento

Adaptación del TPQ


Consistió en la reformulación de los ítems del TPQ enunciados de forma
negativa en su formato original (ítems 1, 3, 6, 7 y 10) a su expresión positiva
(afirmativa), manteniéndose el resto de cuestiones en su expresión inicial. En la
Tabla 1 se presentan los enunciados de los ítems implicados en su versión original
y adaptada. Los cinco ítems así reformulados más los 5 enunciados inicialmente
de forma positiva constituyen el TPQ-Adaptado, y ha sido el instrumento aplicado
a la muestra ‘b’ para la valoración de la satisfacción.

Análisis
Para la descripción de las características de la muestra y de los indicadores
de satisfacción se utilizaron la frecuencia (n) y los porcentajes (%) y/o los
estadísticos de tendencia central (media -M- y desviación estándar -DE-). El
contraste de diferencias entre las variables de caracterización de las muestras
se ha realizado a través de pruebas de Ji cuadrado para variables categoriales y
análisis de varianza en el caso de variables cuantitativas.

Para el estudio de la fiabilidad del instrumento se ha analizado la consistencia


interna a través del coeficiente alfa (α) de Cronbach (1951). Dicho coeficiente
nos informa de hasta qué punto todos los ítems de una escala miden una misma
dimensión o, por el contrario, hasta qué punto miden cosas diferentes, pudiéndose
corroborar de este modo su significación teórica (Nunnally y Berstein, 1995). El

193
Juan Manuel Jiménez-Lerma, Ioseba Iraurgi, Miguel Landabaso y Igone Zubizarreta

coeficiente alfa ha sido calculado tanto para las distintas dimensiones teóricas
del TPQ, para la escala total, así como para las posibles dimensiones factoriales
encontradas en el estudio.

Con el objeto de estudiar la validez de constructo del TPQ se han utilizado


dos estrategias de análisis. En primer lugar, se realizó un análisis factorial de
componentes principales con rotación varimax como estrategia exploratoria. Este
tipo de análisis factorial tiene como objetivo analizar una serie de ítems, variables
o fenómenos estudiando cómo están correlacionados entre sí e intentando ver si
existe una estructura más simple que la que supone la diversidad de los ítems
y/o variables. Se acepta que las intercorrelaciones altas entre un grupo de ítems/
variables se deben a ciertos factores o variables generales que representan a dicho
grupo.

Para comprobar el grado de interrelación de las variables se calculó el


índice Kaiser-Meyer-Olkin (KMO) y la prueba de esfericidad de Barlett (X2).
Se consideraron aquellos factores/dimensiones con valores propios (eigenvalue)
superiores a 1. Para la interpretación de las dimensiones subyacentes se
consideraron aquellos ítems con una carga factorial con saturación superior
a 0.40 (R2= 0.16; lo cual implica un 16% de varianza explicada). Desde esta
perspectiva, la aplicación de este análisis a la escala TPQ nos permitiría explorar
las dimensiones subyacentes y ver si éstas se aproximan a las teóricas.

Secundariamente, se ha realizó un análisis factorial confirmatorio a partir


de técnicas estructurales de covarianza con objeto de, en este caso, contrastar
y/o verificar las dimensiones de la formulación teórica del TPQ. Para ello, se
estimó el grado de ajuste a los datos de la muestra al modelo hipotetizado por el
grupo de Marsden a través de la aplicación del programa EQS (Bentler, 1995;
Bentler y Wu, 1995), utilizando para la estimación de los parámetros el método
de máxima verosimilitud. El modelo se presenta de forma gráfica indicándose los
parámetros de relaciones estructurales a través de los coeficientes estructurales
gamma y los errores de estimación. Para evaluar el nivel de bondad de ajuste del
modelo hipotetizado se dispone de diversos índices entre los que se encuentra el
Ji cuadrado (X2).

Este índice nos indica la probabilidad de que la divergencia entre la matriz de


varianzas y covarianzas muestrales y la generada a partir del modelo hipotetizado
sean debidas al azar. Dado que el X2 es muy sensible a las variaciones del tamaño
de la muestra y a la violación de ciertos supuestos -linealidad, multinormalidad y

194
Valoración de la satisfacción con el tratamiento en drogodependencias. Validación estructural
del “Treatment perceptions questionnaire (TPQ)”.

aditividad- se han propuesto diversas medidas adicionales de la bondad de ajuste


del modelo. Entre estas se encuentra la razón entre el X2 y los grados de libertad
(gl) del modelo (Marsh, Balla y MeDonald, 1988). No existe consenso a la hora
de interpretar este índice habiéndose propuesto una gran variedad de criterios,
desde los que consideran que un X2/gl inferior a 5 es indicativo de un buen ajuste
del modelo, hasta posturas más rigurosas que plantean que solamente valores
menores que 2 denotan un ajuste del modelo aceptable.

Además de estas medidas del nivel de ajuste de los modelos el programa


EQS aporta dos índices complementarios, el Goodness of Fit Index (GFI) y el
Square Root Mean Residual (SRMR). En cuanto al primero estima la cantidad
relativa de varianza y covarianza explicada por el modelo y, aunque se desconoce
su distribución, se admite que valores cercanos a ‘1’ refleja un buen ajuste del
modelo. La raíz cuadrada media de residuales indica, por su parte, la discrepancia
media en valor absoluto entre los elementos de la matriz de covarianza de los
datos y la reproducida por el modelo hipotetizado. El SRMR debe ser interpretado
en relación con el tamaño de las varianzas y covarianzas observadas; no obstante,
valores inferiores a 0.10 denotan que la discrepancia entre las matrices no es
importante. Así mismo, para evaluar y, esencialmente, para poder comparar
el grado de ajuste de los distintos modelos también examinaremos el Normed
Fit Index (NFI) y el Normal Normed Fit Index (NNFI) propuestos por Bentler
y Bonett (1980). Estos índices pueden ser interpretados como la ganancia del
modelo hipotetizado frente al modelo nulo en el que se asume la independencia
entre todas las variables. Aunque Bentler y Bonett (1980) señalan que un valor
superior a 0.90 indica un ajuste aceptable del modelo a los datos, Tanaka (1987)
considera que este criterio es muy severo.

Los análisis de fiabilidad y factoriales, tanto exploratorios como confirmatorios,


se han realizado para cada uno de los formatos del TPQ sobre las muestras
correspondientes. Todos los análisis, salvo el análisis factorial confirmatorio, se
han realizado mediante el programa SPSS V.10 (Norusis, 2000).

RESULTADOS
Descripción de las muestras
En la Tabla 2 y 3 se presentan las variables de caracterización de ambas
muestras y la prueba de contraste de diferencias entre ambas. En ninguna de

195
Juan Manuel Jiménez-Lerma, Ioseba Iraurgi, Miguel Landabaso y Igone Zubizarreta

las variables consideradas se han encontrado diferencias significativas entre la


muestra A y B, no pudiéndose rechazar la hipótesis nula de no diferencias y, por
tanto, aceptándose que ambas muestras pertenecen a una misma población. Por
ello, el perfil de usuario que ha participado en el estudio puede definirse a partir
de los resultados observados en el total de ambas muestras, y que sería del tipo
siguiente: prioritariamente hombre (77.6%), con una edad media de 32 años (DE=
5.6; recorrido de 18 a 48 años), soltero (58.4%), que ha trabajado en mayor o
menor medida durante el último año (47%), y con un nivel educativo de graduado
escolar o inferior (60.1%). En el ámbito de problemas judiciales un 8.8% no
respondieron a esta cuestión, y de los que lo hicieron, el 64% no presentaban
antecedentes penales. La heroína, consumida de forma única o en combinación
con otra sustancia, fue la sustancia principal que generó la demanda de tratamiento
(72%); con una media de consumo de 11,6 años (DE= 5.8; recorrido 2 a 24 años).
Los sujetos vienen recibiendo tratamiento en el CTT durante una media de 23.9
meses (DE= 23.3; recorrido 1 a 99 meses), e iniciaron su primer tratamiento de
toxicomanías hace una media de 9.4 años (DE= 5.9; recorrido 0 a 23 años).
Tabla 2
Variables de filiación: Características sociodemográficas y contraste de diferencias.
Total Muestra ‘A’ Muestra ‘B’ Prueba de p
(n= 225) (n= 100) (n= 125) Contraste

Edad – Media 32.44 (6.01) 32.95 (6.49) 32.03 (5.61) F(1,223)= 1.29 0.256
(Desviación Estándar)

n ( %) n (%) n (%)

Sexo
Hombre 174 (77.3%) 77 (77.0%) 97 (77.6%) X2= 0.01 0.914
Mujer 51 (22.7%) 23 (23.0%) 28 (22.4%)

Estado Civil
Soltero/a 130 (57.8%) 57 (57.0%) 73 (58.4%) X2= 1.85 0.761
Casado/a 36 (16.0%) 14 (14.0%) 22 (17.6%)
Convive en pareja 36 (16.0%) 16 (16.0%) 20 (16.0%)
Separado, Divorciado/a 18 ( 8.0%) 10 (10.0%) 8 (6.4%)
Viudo/a 5 ( 2.2%) 3 (3.0%) 2 (1.6%)

Estudios
Sin estudios 8 ( 3.6%) 4 (4.0%) 4 ( 3.3%) X2= 1.63 0.897
Primarios - EGB 46 (20.9%) 20 (20.0%) 26 (21.1%)
Bach. Elem. - Gr. Esc. 84 (38.2%) 40 (40.0%) 44 (35.8%)
Bach. sup.- BUP - COU 48 (21.8%) 30 (30.0%) 27 (12.0%)

196
Valoración de la satisfacción con el tratamiento en drogodependencias. Validación estructural
del “Treatment perceptions questionnaire (TPQ)”.

Universitarios 25 (11.4%) 3 (3.0%) 16 (13.0%)


No contestan 9 ( 4.1%) 3 (3.0%) 6 ( 4.9%)

Situación Laboral
6 meses o más 101 (48.1%) 46 (46.0%) 55 (47.0%) X2= 1.10 0.993
menos 6 meses 20 ( 9.5%) 8 (8.0%) 12 (10.3%)
paro 25 (11.4%) 11 (11.0%) 14 (12.0%)
Estudiante 9 ( 4.3%) 3 (3.0%) 6 ( 5.1%)
Pensionista 30 (14.3%) 13 (13.0%) 17 (14.5%)
Jubilado 3 ( 1.4%) 1 (1.0%) 2 ( 1.7%)
Labores del hogar 4 ( 1.9%) 2 (2.0%) 2 ( 1.7%)
Otros 18 ( 9.0%) 9 (9.0%) 9 ( 7.7%)

Problemas Judiciales
Sí 75 (36.6%) 34 (34.0%) 41 (36.0%) X2= 0.04 0.836
No 130 (63.4%) 57 (57.0%) 73 (64.0%)

X2 – Prueba de Ji cuadrado; F – Prueba F de Snedecor (análisis de varianza); p – valor de probabilidad

Tabla 3
Variables de historia toxicológica y de tratamiento.
Total Muestra ‘A’ Muestra ‘B’ Prueba de p
(n= 225) (n= 100) (n= 125) Contraste

Sustancia que genera


la demanda
Heroína 114 (50.7%) 52 (52.0%) 62 (49.6%) X2= 1.07 0.982
Heroína + otra sustancia 50 (22.2%) 22 (22.0%) 28 (22.4%)
Cocaína 20 ( 8.9%) 8 ( 8.0%) 12 ( 9.6%)
Cocaína + otra sustancia 24 (10.7%) 10 (10.0%) 14 (11.2%)
Cannabis 9 ( 4.0%) 5 ( 5.0%) 4 ( 3.2%)
Cannabis y otras 6 ( 2.7%) 2 ( 2.0%) 4 ( 3.2%)
Otras 2 ( 0.9%) 1 ( 1.0%) 1 ( 0.8%)

Años de consumo (n=169)


Media 11.6 (6.1) 11.5 (6.6) 11.6 (5.8) F(1.167)= 0.004 0.945
(Desviación Estándar
Rango 2 a 28 2 a 28 2 a 24
No contestan 56 30 26

Meses en el
Programa (n=184)
Media 25.6 (27.6) 27,8 (32.0) 23.9 (23.3) F(1,182)= 0.86 0.353
(Desviación Estándar
Rango 1 a 156 1 a 156 1 a 99
No contestan 41 20 21

197
Juan Manuel Jiménez-Lerma, Ioseba Iraurgi, Miguel Landabaso y Igone Zubizarreta

Año 1º Tratamiento (n=222)


Media 1994.4 (5.9) 1994.6 (6.0) 1994.1 (5.9) F(1.220)= 0.36 0.547
(Desviación Estándar
Rango 1976 a 2003 1976 a 2002 1980 a 2003
No contestan 3 1 2

X2 – Prueba de Ji cuadrado; F – Prueba F de Snedecor (análisis de varianza); p – valor de probabilidad

Distribución de medias de los ítems del TPQ


En la Tabla 4 se presentan las puntuaciones medias y desviaciones típicas
obtenidas en ambas muestras y la prueba de contraste para la diferencia entre
ellas. En cuatro casos han resultado estadísticamente significativas, en concreto
en los ítems 1 (MA= 2.02 vs MB= 2.46; U= 956, p= 0.031), ítem 3 (MA= 2.03
vs MB= 2.90; U= 875, p= 0.028), ítem 6 (MA= 2.08 vs MB= 2.44; U= 1001,
p= 0.048), e ítem 7 (MA= 2.04 vs MB= 2.76; U= 991, p= 0.044). Estos cuatro
ítems corresponden con cuatro de los cinco con enunciado negativo en la escala
original utilizada en la muestra ‘A’ y que fueron redefinidos de forma positiva
en la muestra ‘B’. En todos los casos, las puntuaciones medias obtenidas en la
muestra B son superiores a las reflejadas en la muestra A.
Tabla 4
Puntuaciones en el TPQ. Diferencias por ítems entre las muestras ‘A’ y ‘ B’.
Total Muestra ‘A’ Muestra ‘B’ Prueba de p
(n= 225) (n= 100) (n= 125) Contraste

Ítem 1 2.22 (1.18) 2.02 (1.17) 2.46 (1.20) U= 956.0 0.031


Ítem 2 3.26 (0.65) 3.23 (0.68) 3.29 (0.61) U= 1226.5 0.831
Ítem 3 2.44 (1.17) 2.03 (1.17) 2.90 (1.18) U= 876.0 0.028
Ítem 4 2.97 (1.12) 2.94 (1.14) 3.00 (1.10) U= 1209.5 0.764
Ítem 5 2.76 (1.12) 2.63 (1.11) 2.90 (1.13) U= 1087.0 0.198
Ítem 6 2.24 (1.19) 2.08 (1.19) 2.44 (1.20) U= 1001.0 0.048
Ítem 7 2.36 (1.16) 2.04 (1.17) 2.76 (1.15) U= 991.0 0.044
Ítem 8 3.08 (0.80) 3.01 (0.81) 3.16 (0.79) U= 1069.5 0.169
Ítem 9 3.02 (0.79) 2.96 (0.81) 3.08 (0.77) U= 1189.0 0.237
Ítem 10 2.22 (1.20) 2.12 (1.21) 2.32 (1.18) U= 1099.0 0.201

PRUEBA DE CONTRASTE: U –U de Mann-Whitney; p – valor de probabilidad

Ítems: 1) El equipo no siempre ha comprendido la clase de ayuda que yo quiero; 2) He sido bien informado acerca de las
decisiones tomadas sobre mi tratamiento; 3) El equipo y yo hemos tenido ideas diferentes acerca de cuáles deberían ser los
objetivos de mi tratamiento; 4) Siempre ha habido un miembro del equipo disponible cuando yo he querido hablar; 5) El equipo
me ha ayuda a motivarme para solucionar mis problemas; 6) No me han gustado todas las sesiones de tratamiento a las que
he asistido; 7) No he tenido tiempo suficiente para solucionar mis problemas; 8) Yo pienso que los miembros del equipo han
sido buenos en sus tareas; 9) He recibido la ayuda que buscaba; 10) No me han gustado algunas de las reglas y normas del
tratamiento.

198
Valoración de la satisfacción con el tratamiento en drogodependencias. Validación estructural
del “Treatment perceptions questionnaire (TPQ)”.

Fiabilidad
En la Tabla 5, se presenta el análisis de las propiedades de los ítems respecto
al conjunto de dimensiones que componen el TPQ, en su versión original (muestra
A) y adaptada (muestra B). En concreto, se analiza la homogeneidad corregida de
los ítems y el coeficiente alpha que alcanzaría la escala en el caso de excluir dicho
ítem, tanto para cada una de las dimensiones (dos primeras columnas) como para
la escala total (3ª y 4ª columna); en la quinta columna de la tabla se presenta en
coeficiente de fiabilidad alpha de Cronbach (α) para cada una de las subescalas
y escala total.
Tabla 5
Índices de Homogeneidad corregidos y Coeficientes de fiabilidad (α de Cronbach) de las
Dimensiones y Componentes del TPQ.
Índices para las dimensiones Índices para la escala total

Correlación ítem Coeficiente α si Correlación ítem Coeficiente α si Coeficiente


total subescala se retira el ítem total escala se retira el ítem α

Equipo 0.84
Ítem 1 0.72 0.79 0.73 0.87
Ítem 3 0.48 0.84 0.57 0.88
Ítem 4 0.67 0.81 0.64 0.88
Ítem 5 0.68 0.80 0.74 0.87
Ítem 8 0.72 0.80 0,70 0.88
Programa 0.78
Ítem 2 0.59 0.74 0.56 0.88
Ítem 6 0.68 0.70 0.71 0.87
Ítem 7 0.43 0.79 0.46 0.89
Ítem 9 0.61 0.73 0.74 0.87
Ítem 10 0.56 0.74 0.64 0.88
Total 0.89

Ítems: 1) El equipo siempre ha comprendido la clase de ayuda que yo quiero; 2) He sido bien informado acerca de las decisiones
tomadas sobre mi tratamiento; 3) El equipo y yo hemos tenido ideas similares acerca de cuáles deberían ser los objetivos de mi
tratamiento; 4) Siempre ha habido un miembro del equipo disponible cuando yo he querido hablar; 5) El equipo me ha ayuda
a motivarme para solucionar mis problemas; 6) Me han gustado todas las sesiones de tratamiento a las que he asistido; 7) He
tenido tiempo suficiente para solucionar mis problemas; 8) Yo pienso que los miembros del equipo han sido buenos en sus
tareas; 9) He recibido la ayuda que buscaba; 10) Me han gustado algunas de las reglas y normas del tratamiento.

Respecto a las condiciones de fiabilidad alcanzados en la muestra ‘B’, se


observa tanto en las subescalas como para la escala global unas correlaciones
de los ítems con el total más elevadas (entre 0.48 y 0.72) y aportaciones a
la consistencia interna de las dimensiones y escala más robustas; los ítems
constituyentes mostrarían una homogeneidad aceptable, de forma que la
fiabilidad alcanzada entre todos los ítems es superior a la que se podría alcanzar
excluyendo alguno de los mismos. La fiabilidad obtenida ha sido de 0.89 para

199
Juan Manuel Jiménez-Lerma, Ioseba Iraurgi, Miguel Landabaso y Igone Zubizarreta

la escala global, de 0.84 para la dimensión satisfacción con el equipo, y de 0.78


para la dimensión satisfacción con el programa.

Estructura Factorial del TPQ: Análisis Factorial Exploratorio


En la Tabla 6 se recogen los datos correspondientes al análisis factorial de
componentes principales realizado sobre el TPQ. La matriz de correlaciones ha
mostrado adecuación para su factorización (KMO= 0.86; X2= 677.73; p< 0.001)
y se han obtenido dos factores que explican en conjunto el 64% de la varianza
total.
Tabla 6
Análisis Factorial de Componentes Principales del Cuestionario TPQ en la muestra ‘B’
(na=125).
Factor 1 Factor 2
Valor Propio (Eigenvalue) 5,4 1,0 Factores
Porcentaje de Varianza Explicada 53,9 10,1 Teóricos

El equipo siempre ha comprendido la clase de ayuda que yo quiero 0.623 Equipo


He sido bien informado acerca de las decisiones tomadas sobre mi 0.442 0.443 Programa
tratamiento.
El equipo y yo hemos tenido ideas similares acerca de cuáles deberían 0.798 Equipo
ser los objetivos de mi tratamiento.
Siempre ha habido un miembro del equipo disponible cuando yo he 0.715 Equipo
querido hablar.
El equipo me ha ayudado a motivarme para solucionar mis 0.608 0.552 Equipo
problemas.
Me han gustado todas las sesiones de tratamiento a las que he 0.744 Programa
asistido.
He tenido tiempo suficiente para solucionar mis problemas. 0.879 Programa
Yo pienso que los miembros del equipo han sido buenos en sus 0.616 Equipo
tareas.
He recibido la ayuda que buscaba. 0.641 0.551 Programa
Me han gustado algunas de las reglas y normas del tratamiento 0.812 Programa

K.M.O. = 0,86; Prueba de Esfericidad de Bartlett: X2= 677,73, p< 0,001

El primer factor explica un 53.9% de la varianza en el que aparecen con


pesos factoriales de relevancia (entre 0.44 y 0.71) siete ítems, cinco de los cuales
son los que componen la dimensión de satisfacción con el equipo que proponen
los autores de la escala. Aparecen, asimismo dos elementos que corresponderían
teóricamente a la dimensión de satisfacción con el programa: ‘he sido bien
informado acerca de las decisiones tomadas sobre mi tratamiento’ y ‘he recibido
la ayuda que buscaba’, cuyo enunciado podría estar reflejando indirectamente

200
Valoración de la satisfacción con el tratamiento en drogodependencias. Validación estructural
del “Treatment perceptions questionnaire (TPQ)”.

la acción del quipo terapéutico. Por ello, y dada la confluencia de elementos


y las altas cargas factoriales, se ha denominado este factor como el original:
‘satisfacción con el equipo’

El segundo factor, con un 10.1% de la varianza, queda saturado por seis


ítems con cargas factoriales entre 0.44 y 0.87, y donde cinco de ellos corresponden
con los propuestos con la dimensión de satisfacción con el programa. Un sexto
ítem, que satura en este factor de forma importante (una carga factorial de 0.55),
correspondería claramente con la dimensión teórica que hace alusión al equipo (‘el
equipo me ha ayudado a motivarme para solucionar mis problemas’) distorsiona
de algún modo la especificidad del factor para poder referirse con concreción a la
satisfacción con el programa. La fiabilidad alcanzada por estos factores ha sido
de 0.87 y 0.83, respectivamente.

Estructura Factorial del TPQ: Análisis Factorial Confirmatorio


En la Figura 1 se ofrecen los resultados de la aplicación del análisis estructural
de covarianzas para cada uno de los modelos unidimensional y bidimensional
del TPQ. En ambos casos se especifican de forma gráfica los valores de los
coeficientes estructurales estimados a partir del modelo causal teórico propuesto
por el equipo de Marsden, así como los índices de ajuste global de cada modelo
(en el recuadro).

Atendiendo a la verificación de los modelos unidimensional y bidimensional


se observa para ambos casos un ajuste satisfactorio. En el caso del análisis
de confirmación del modelo unidimensional, los índices NFI, NNFI y GFI
superan el valor de 0.90, el índice SRMR se presenta un valor inferior a 0.10,
concretamente de 0.07. Los coeficientes estructurales son todos estadísticamente
significativos y con valores por encima de 0.60. Todo ello, hace proponer que
la matriz de datos obtenida se ajusta, es decir, no discrepa del modelo teórico
hipotetizado, dando conformidad del mismo. Igual conclusión ha de proponerse
para el análisis confirmatorio del modelo bidimensional, donde todos los índices
de bondad de ajuste se adecuan a los criterios de elección. Hacer notar, que entre
los dos modelos analizados, el modelo unidimensional ofrece un mejor ajuste que
el bidimensional.

201
Juan Manuel Jiménez-Lerma, Ioseba Iraurgi, Miguel Landabaso y Igone Zubizarreta

Figura 1
Análisis factorial confirmatorio por ecuaciones estructurales del TPQ.
Parámetros estandarizados estimados para el modelo Uni y Bidimensional

Modelo Global Satisfacción General


Unidimensional
Índices de Bondad de Ajuste
χ2(gl) = 50.10 (35) ; p< 0.001
0.66* 0.61* 0.66* 0.70* 0.64* 0.76* 0.68* 0.68* 0.75* 0.62*
χ2/gl =1.43
GFI= 0.93 V1 V3 V4 V5 V8 V2 V6 V7 V9 V10
RMR= 0.07
NFI= 0.91 0.75 0.79 0.75 0.71 0.77 0.64 0.73 0.81 0.66 0.78
NNFI= 0.98

Modelo 0.73 0.75 0.74 0.80 0.61 0.69 0.82 0.66 0.69 0.71

Bidimensional V1 V3 V4 V5 V8 V2 V6 V7 V9 V10
Índices de Bondad de Ajuste
0.68* 0.76* 0.67* 0.69* 0.79* 0.73* 0.61* 0.81* 0.72* 0.70*
χ2(gl) = 58.13 (35) ; p< 0.001
χ2/gl =1.66
GFI= 0.93
RMR= 0.10
Satisfacción con Satisfacción con
NFI= 0.88
el Equipo el Programa
NNFI= 0.97

DISCUSIÓN
El objetivo de este estudio ha sido verificar la idoneidad del TPQ en su
versión adaptada, para reproducir los modelos teóricos propuestos por los
autores del instrumento de la existencia de un factor global de satisfacción con el
tratamiento (modelo unidimensional) o dos factores referidos uno a la satisfacción
con el programa y otro a la satisfacción con el equipo (modelo bidimensional).
Los análisis de las características psicométricas del TPQ han mostrado resultados
favorables para apoyar el formato adaptado utilizado.

Son varios los resultados que permiten asumir esta conclusión. Por una
parte, podría plantearse la posibilidad de variabilidad de respuesta al instrumento
cuando es aplicado en poblaciones diferentes, y que las diferencias en las
características psicométricas que ofrece pudieran ser debidas a características

202
Valoración de la satisfacción con el tratamiento en drogodependencias. Validación estructural
del “Treatment perceptions questionnaire (TPQ)”.

intrínsecas a las muestras utilizadas. Esta primera hipótesis queda descartada en


la medida que el análisis de diferencias de las variables de caracterización de las
muestras no han mostrado en ningún caso significación estadística, lo cual era de
esperar en la medida que ambas muestras surgen de una misma población: todos
los participantes que constituyen tanto la muestra ‘A’ como la ‘B’ son usuarios
del mismo Centro de Tratamiento de Toxicomanías. Por tanto, la homogeneidad
de las muestras permite descartar la interferencia de posibles sesgos de respuesta
en uno u otro formato del TPQ debidos a la caracterización de los participantes.
Mejor dicho, de producirse un sesgo en las respuestas debido a la idiosincrasia de
los participantes éste se producirá de igual modo al responder al formato original
o adaptado.

Por otra parte, también podría plantearse que, en promedio, una muestra
estuviese más satisfecha que la otra y por tanto sus respuestas al TPQ diferirían
entre sí. De ser esto cierto, las diferencias se percibirían en todos los ítems que
componen el instrumento. Como hemos podido comprobar, las diferencias de
respuesta entre las muestras aparecen de forma significativa en cuatro de los
cinco ítems enunciados de forma negativa en la escala original y reformulado en
la escala adaptada. Ninguno de los ítems con formulación positiva en el formato
original, que se mantienen de igual modo en el adaptado, ha mostrado diferencias
estadísticamente significativas. Es decir, los ítems con enunciado positivo son
respondidos de igual modo en una muestra que en otra, no así los que han sido
reformulados. En general, en la versión adaptada las medias de los ítems tienden
a ser más homogéneas entre sí que entre los que conforman la versión original.
Por tanto, lo que marca la diferencia a la hora de estimar las puntuaciones medias
del TPQ son los ítems enunciados negativamente no así los positivos.

Otra prueba de la homogeneidad de los ítems consiste en el análisis de su


consistencia interna respecto a la escala o escalas que tratan de representar. Este
análisis ha sido realizado a través del cálculo del coeficiente alpha de Cronbach,
el cual nos informa de hasta qué punto todos los ítems de una escala miden una
misma dimensión o, por el contrario, hasta qué punto miden cosas diferentes
(Nunnally y Berstein, 1995). En el caso de la aplicación del formato original del
TPQ, el índice de fiabilidad alcanzado para la escala total ha sido de 0.77, que
puede ser considerado como aceptable, no así el obtenido en las dimensiones
(0.65 en la subescala de satisfacción con el equipo, y 0.59 en la correspondiente
a la satisfacción con el programa) cuyos valores sólo pueden ser considerados
como moderados. Sin embargo, la consistencia interna mostrada por el TPQ en su

203
Juan Manuel Jiménez-Lerma, Ioseba Iraurgi, Miguel Landabaso y Igone Zubizarreta

formato adaptado, tanto para la escala global (α= 0.89) como para las dimensiones
(α= 0.78 y 0.84), ha de ser considerada como satisfactoria y nos informa de la
homogeneidad entre los elementos que componen el TPQ. Psicométricamente,
es una prueba axiomática de una mayor idoneidad de la versión adaptada sobre
la original.

No obstante, el objetivo principal del estudio es corroborar si el instrumento


mide aquello que pretende medir según la formulación teórica que le dio origen,
es decir, se trata de verificar su validez de constructo. Este objetivo se ha abordado
a través de dos estrategias de análisis factorial, que como hemos podido apreciar
han mostrado soluciones diferentes según se aplicasen al formato original o al
adaptado. El análisis exploratorio de componentes principales realizado sobre la
versión en formato original ha mostrado una solución factorial de tres factores
que contradice la propuesta bidimensional del grupo de Marsden (2000), más
cuando la agrupación de ítems en cada uno de los factores resulta mixta -es
decir, ninguno de los factores encontrados es coincidente con alguna de las
dimensiones originales propuestas-. Sin embargo, la solución factorial resultante
de la utilización del formato adaptado del TPQ ha resultado bidimensional
y prácticamente coincidente con la propuesta por los autores del instrumento.
Pero la prueba concluyente de la mayor idoneidad del formato adaptado del TPQ
sobre el original se encuentra en los resultados proporcionados por los análisis
estructurales de covarianza. En la realización de este tipo de análisis, a diferencia
de las técnicas exploratorias, se impone una estructura de relaciones entre variables
que deben reproducir un determinado modelo apriorístico, es decir, los datos han
de mostrar concordancia con un supuesto teórico dado y no tanto proponer otras
posibles soluciones. Es decir, se trata de una metodología que permite confirmar
modelos teóricos.

La utilización de esta metodología sobre la matriz de datos empíricos


obtenidos de la aplicación del formato original del TPQ ha mostrado resultados
que no permiten apoyar ni el modelo global ni el bidimensional tal cual es
formulado por el grupo de Marsden (2000). Sin embargo, los resultados obtenidos
al comprobar el modelo con la escala adaptada han mostrado idoneidad tanto
para el modelo global como para el bidimensional, si bien el primero es el que
mejor ajuste presenta. Es decir, si bien no se puede rechazar la propuesta de dos
dimensiones de satisfacción evaluables a través del TPQ adaptado, una referente
a la satisfacción con el equipo y otra con el programa como se proponía desde su
creación, los datos analizados informan que dan mayor crédito a la existencia de
una dimensión única de satisfacción con el tratamiento.

204
Valoración de la satisfacción con el tratamiento en drogodependencias. Validación estructural
del “Treatment perceptions questionnaire (TPQ)”.

Los resultados encontrados nos invitan a ser optimistas; no obstante, el


estudio presenta algunas limitaciones a considerar. La principal radica en el tamaño
muestral utilizado ya que muestras pequeñas tienden a carecer de precisión en el
ajuste de los índices estadísticos, y por tanto sería necesario poder contar con
un mayor número de efectivos. Asimismo, como se ha apuntado previamente,
los resultados de la aplicación de un determinado instrumento están sujetos a
la variabilidad de las condiciones de aplicación (contextos de tratamiento) y de
las muestras utilizadas. A este respecto, se hacen necesarios más estudios, con
utilización de muestras variadas que permitan agrupar el conjunto de usuarios de
drogas en tratamiento, en aras a buscar la reproductibilidad de resultados, lo que
permitiría una mayor validez en la confirmación de la validez de constructo del
TPQ.

Como conclusión, los resultados obtenidos en este estudio apuntan hacia la


confirmación tanto del modelo global como bidimensional del TPQ propuesto
por sus autores, pero mediante la utilización de la versión adaptada de este
instrumento consistente en modificar los enunciados de los ítems formulados de
forma negativa hacia una expresión positiva. Asimismo, consideramos que el
TPQ constituye un instrumento muy cómodo y manejable para la valoración del
tratamiento recibido por los usuarios de programas de drogas, pero se precisan
nuevos estudios que permitan replicar estos hallazgos y definir el formato del
TPQ a utilizar, sugiriéndose la introducción de nuevos ítems relacionados con la
accesibilidad, cuestiones ambientales, etc., ya que su ausencia impide trabajar en
el modelo EFQM.

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a review and recommended two-step approach. Psychological Bulletin, 103,
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208
Valoración de la satisfacción con el tratamiento en drogodependencias. Validación estructural
del “Treatment perceptions questionnaire (TPQ)”.

ANEXO
CUESTIONARIO SOBRE PERCEPCIONES DEL TRATAMIENTO
El presente cuestionario trata de conocer su satisfacción con la asistencia que
se le presta en este Centro. Le agradeceríamos contestase a las preguntas que
se le formulan en las páginas siguientes con la mayor sinceridad posible. El
cuestionario es anónimo y confidencial y nos ayudaría a mejorar nuestro servicio.
Una vez contestado, tan solo le llevará cinco minutos, lo puede depositar en el
buzón habilitado para tal fin.

Durante mi permanencia en este Muy de De Inseguro En Muy en


tratamiento Acuerdo Acuerdo Desacuerdo Desacuerdo

1. El equipo no siempre ha comprendido


la clase de ayuda que yo quiero.
2. He sido bien informado acerca de
las decisiones tomadas sobre mi
tratamiento.
3. El equipo y yo hemos tenido ideas
diferentes acerca de cuáles deberían
ser los objetivos de mi tratamiento.
4. Siempre ha habido un miembro del
equipo disponible cuando yo he
querido hablar.
5. El equipo me ha ayuda a motivarme
para solucionar mis problemas.
6. No me han gustado todas las sesiones
de tratamiento a las que he asistido.
7. No he tenido tiempo suficiente para
solucionar mis problemas.
8. Yo pienso que los miembros del equipo
han sido buenos en sus tareas.
9. He recibido la ayuda que buscaba.
10. No me han gustado algunas de las
reglas y normas del tratamiento.
11. Me he implicado en el tratamiento más
de lo que esperaba
12. El equipo me ha facilitado el acceso a
otros recursos sanitarios o sociales
13. En general, estoy satisfecho de la
atención que he recibido

209
Juan Manuel Jiménez-Lerma, Ioseba Iraurgi, Miguel Landabaso y Igone Zubizarreta

a. ¿Piensa que el horario actual de apertura del servicio es correcto?:


Si No Si ha respondido No, ¿Cuál cree que sería el horario más
adecuado?:
........................................................................................................................

b. ¿Por qué persona de este servicio considera Ud. que ha sido mejor
atendido?:
........................................................................................................................

c. Si tuviera que valorar de cero (0) a diez (10) el programa sanitario que usted
recibe, que puntuación le daría:
......................................................................................................................

d. Su situación actual en comparación a la que tenía cuando inicio el tratamiento


es:
• Mucho mejor • Más o menos igual • Mucho peor
• Mejor • Peor

e. Por favor, escriba en el recuadro que sigue cualquier comentario que quiera
hacernos llegar, acerca del tratamiento que Ud. ha recibido en nuestro
servicio. Estamos muy interesados en su opinión sobre el programa para así
poder mejorar la atención prestada.

210
Valoración de la satisfacción con el tratamiento en drogodependencias. Validación estructural
del “Treatment perceptions questionnaire (TPQ)”.

CENTRO DE ATENCIÓN:

________________________________________________________________

Edad: ______ Sexo: Hombre Mujer

Estado civil: Estudios: Trabajo ¿Problemas


(último año): con la justicia?
• Soltera/o • Sin estudios • Trabajó 6 ó
más meses
• Casada/o • Primarios • Trabajó menos • Sí
(EGB sin concluir) 6 meses
• Convive con pareja • Bachiller • Paro • No
elemental
• Separada/o (Graduado escolar) • Estudiante u
opositor/a
• Divorciada/o • Bachiller superior • Pensionista
no concluido /incapacidad
• Viuda/o • Jubilada/o
• Bachiller • Labores del hogar
superior
• Universitarios • Otros

¿Cuál es la sustancia que genera su demanda de tratamiento?


• Heroína • Cocaína
• Speed / Extasis • Otros • Marihuana • Alcohol

¿Desde hace cuantos años consume esta sustancia? ________ años

¿En qué programa está incluido, qué tratamiento está recibiendo?


• P.M. Metadona • Prog. Libre de Drogas

(Naltrexona, …)
¿Cuánto tiempo lleva en tratamiento en ese programa? _____ meses ______ años

¿En qué año realizó su primer tratamiento por su problema con las drogas?
_____________________________________________________________

¡Muchas gracias por su ayuda!

211
Revista Peruana de Drogodependencias – VOL. 5, Nº. 213, -241

LA EDUCACIÓN SOCIAL EN EL TRATAMIENTO


DE DROGODEPENDENCIAS (II): ESTRATEGIAS Y
PROCEDIMIENTOS

Álvaro Olivar Arroyo


Instituto de Educación Secundaria Sefarad. Fuenlabrada (Madrid). España
y

Alfonso Tembrás López


Comunidad Terapéutica Fonte de Ouro. ACLAD A Coruña. España

RESUMEN
En el presente artículo, tratamos de completar lo planteado en otro anterior sobre
la educación social en el tratamiento de drogodependencias, ofreciendo de manera
desarrollada un análisis de la realización práctica de la disciplina socioeducativa
en este ámbito. Para ello, se plantea inicialmente un análisis que parte de aspectos
generales, para profundizar, de manera específica, en las características de la
actuación individual de carácter socioeducativo con el sujeto drogodependiente,
en la que el concepto de proceso tiene una importancia central. A continuación, se
señalan los rasgos definitorios de la labor realizada por el educador social cuando
el trabajo se dirige a grupos, seleccionando las claves pedagógicas y didácticas
de mayor importancia: valores a suscitar, objetivos generales, contenidos, y
la metodología que más se ajusta a la educación no formal. Seguidamente, se
recogen elementos de valor para el abordaje práctico de la labor socioeducativa en
un contexto comunitario, haciendo especial hincapié en la idea de que el terreno
de lo cotidiano es el espacio natural para el educador social. En la parte final del
artículo, se traza de manera breve un perfil del profesional de la educación social,

 Dirección de contacto (primer autor): C/Inmaculada Concepción, 14 – 3º D28019 – Madrid (España)


Correo electrónico: alarroyo@mi.madritel.es

213
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

en cuanto a características y a formación requerida para la práctica de la profesión


en el ámbito de las drogodependencias.

Palabras clave: Educación social, Drogodependencia, Estrategias, Identidad


profesional, Formación.

ABSTRACT
In the present paper, we try to complete questions raised in a previous paper
about social education in the treatment of drug-addiction, developing an analysis
of the practical application of the socioeducative discipline in this scope. For this
purpose, we start making an analysis of general aspects, to deepen later in the
features of the socioeducative individuzal work with the addict subject, in which
the concept of process has a central importance. Next, the distinctive characteristics
of social educators’ work with groups are indicated, selecting the pedagogical
and didactic keys of a greater importance: values, general objectives, contents,
and the methodology that adjusts in a better way to nonformal education. Next,
valuable elements are signaled for a practical approach of the socioeducative
work in a community context, with special emphasis in the idea that daily life
is the natural space for the social educator. In the final part of the paper, we try
to stablish a brief profile of the professional of the social education, his or her
personal characteristics and formation and trainig required for the practice of the
profession in the field of drug addiction.

Keywords: Social education, Drug-addiction, Strategies, Professional identity,


Formation.

INTRODUCCIÓN
ASPECTOS GENERALES SOBRE LA EDUCACIÓN SOCIAL EN
DROGODEPENDENCIAS
En un trabajo anterior (Olivar, 2005), se desarrollaba una extensa justificación
sobre el papel que la Educación Social juega en el tratamiento de los problemas
asociados al consumo de drogas; se planteaba una caracterización de la profesión
de manera general, sus ejes generales de actuación, y se la enmarcaba dentro
de un modelo de actuación potenciador, frente a una perspectiva asistencialista

214
La educación social en el tratamiento de las drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.

con la que podría complementarse. En esta ocasión, descenderemos a la práctica


directa, comentando y organizando las diferentes estrategias y procedimientos
que se dan en la acción socioeducativa con personas drogodependientes.

Para ello, se hace necesario finalizar el encuadre iniciado en el anterior


artículo, situando a la Educación Social en el ámbito de la educación no formal:
si la educación formal es aquélla que se produce dentro de las instituciones
educativas con el objeto de enseñar a los alumnos (la enseñanza tradicional) y la
informal es la que se recibe del entorno de manera espontánea (familia, televisión,
etc...), la no formal se situaría en una posición distinta, compartiendo ciertos
rasgos con una y con otra.

Sarramona (1992), comentando un trabajo anterior de Touriñán, distingue


claramente la estructura que ocupan la educación formal, la no formal y la
informal, representada en el Gráfico 1: en vez de colocarlas, como había sido
tradicional, en una situación paralela, donde un extremo estaría ocupado por la
educación formal y el otro por la informal, nos habla de dos ejes: uno, relativo a
la organización y sistematización de la práctica y la intencionalidad del agente
(Eje X) y otro, referido a la ubicación estructural (dentro/fuera de la escuela) y al
criterio metodológico (Eje Y).

Gráfico 1
Estructura de la educación formal, no formal e informal, según Sarramona (1992).

Educación
Formal
Eje Y
Educación
Informal

Educación
No Formal

Eje X

215
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

Así, la educación no formal se configura como una educación intencional,


organizada y sistematizada, que se produce fuera de la escuela como institución
educativa por antonomasia (veremos en páginas posteriores que el espacio
cotidiano, natural, es el propio del educador social) y que se desarrolla con
metodologías diferentes a las de la enseñanza tradicional, aun cuando parta de
teorías pedagógicas en muchos casos nacidas en el seno de la institución escolar,
pero con una presencia poco frecuente y una vigencia momentánea en la Historia
de la Educación.

Al ubicar la Educación Social en el ámbito de la educación no formal, ya


describimos, de manera sucinta y general, aunque muy clarificadora, los elementos
que la caracterizan. Parcerisa (1999), además de encuadrarla en la educación
no formal, señala las características que definen a la Educación Social, que nos
servirán de base para lo que plantearemos en las siguientes páginas:

• Gran diversidad de ámbitos de intervención y dificultad para delimitar el


campo a abarcar.
• Diversidad de las personas destinatarias y necesidades educativas
relacionadas con situaciones problemáticas.
• Mayor peso de los aprendizajes de procedimientos, habilidades, actitudes y
valores frente a los de meros contenidos.
• Relación de las y los educadores sociales con otros profesionales e
importancia del papel del voluntariado.
• Poca tradición en la formalización de los planteamientos didácticos en esta
disciplina.

Esta última característica planteada por Parcerisa nos parece enormemente


importante, dado que la formación de los futuros educadores sociales y el
importante papel que pueden desarrollar en el ámbito de las drogodependencias
va a depender, precisamente, de la existencia de un cierto corpus común de
conocimientos que permita unificar las prácticas y optimizar el desarrollo de la
tarea socioeducativa. Desde la perspectiva de los autores de este artículo, extensa
en la práctica y consolidada por la teoría, trataremos a lo largo del mismo de
aportar nuestras ideas de cómo aunar ambos componentes. Nuestra profesión
se construye desde la práctica reflexiva tanto como desde la reflexión práctica
(Schön, 1983), y las siguientes páginas son el intento de transmitir cómo hemos
hecho cristalizar en el trabajo directo, cotidiano, algunos de los supuestos teóricos
que más se acercan a nuestra labor.

216
La educación social en el tratamiento de las drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.

Para ello, hablaremos de las diferentes características didáctico-educativas


de nuestra labor en los diferentes ámbitos en que se desarrolla (individual, grupal
y comunitario), finalizando con una serie de características que debe reunir el
educador para llevar todo ello a la práctica. Pero, antes de eso, señalaremos los
espacios en los que el educador social desarrolla su labor en este ámbito: los
dispositivos de tratamiento de drogodependencias.

EL EDUCADOR SOCIAL Y LOS DISPOSITIVOS DE


TRATAMIENTO DE DROGODEPENDENCIAS
Comas (1994) planteaba que la presencia de los educadores sociales
en el ámbito de las drogodependencias se daba en los tres tipos de actuación
básica: prevención, tratamiento y reinserción. En este artículo nos centraremos
en el contexto del tratamiento, aunque cabe señalar que, como respuesta a los
problemas relacionados con el uso de drogas, se han ido configurando diversos
dispositivos, programas... que han ido variando a lo largo de este tiempo: como
dice Arza (2002), “en los últimos veinte años la evolución en los programas
de tratamiento de las drogodependencias en nuestro contexto ha sido enorme”.
Resultaría muy prolijo entrar a describir toda esta multiplicidad de dispositivos
y programas que no es el objeto de este artículo, y que, por otro lado, es posible
conocer en publicaciones como la del propio Arza o el Catálogo de programas
asistenciais del Plan de Galicia sobre Drogas (2004).

Junto con Aguilar (1995) “(...) observamos la diversidad de recursos en los


cuales puede atenderse a los sujetos drogodependientes, cada uno de ellos con unas
características particulares y, en algunos casos, diseñados para fases concretas del
proceso. Tanto si el educador trabaja fuera de ellos como si lo hace en los equipos
de los centros específicos debe conocer para qué o para quien están indicados
cada uno de ellos”. Respecto a la contribución que desde la educación social
podemos hacer en los diversos programas y recursos debemos buscar una primera
referencia en la definición que ASEDES (2004) hace de la educación social como
“una profesión de carácter pedagógico, generadora de contextos educativos y
acciones mediadoras y formativas, que son ámbito de competencia profesional del
educador social”. Recientemente, ASEDES (2007) ha concretado cuáles son las
funciones de educadoras y educadores en un documento denominado “Catalogo
de funciones y competencias de la educadora y el educador social”, señalándose
las siguientes:

217
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

Funciones singulares:
- Transmisión, desarrollo y promoción de la cultura
- Generación de redes sociales, contextos, procesos y recursos educativos y
sociales
- Mediación social, cultural y educativa

Funciones compartidas:
- Conocimiento y análisis de los contextos sociales y educativos
- Diseño, implementación y evaluación de programas y proyectos educativos
- Gestión, dirección, coordinación y organización de instituciones y recursos
educativos

¿Cómo se traducen estas funciones en el trabajo concreto del educador?


A continuación, desglosaremos las diferentes actuaciones vinculadas a ellas,
empezando por la labor individual con los sujetos drogodependientes. Queremos
reflejar que, a la hora de plantear actuaciones, hemos tratado de consignarlas
de la manera más concreta posible, pero también de la más generalizable; es
decir, hablamos de aspectos que puedan aplicarse tanto en un centro ambulatorio
como en una comunidad terapéutica, tratando de establecer consignas didácticas
y metodológicas que permitan orientar la tarea, y dejando al educador-lector la
oportunidad de generar sus propias dinámicas o planificaciones de acuerdo con
sus preferencias y sus capacidades creativas.

ÁMBITO INDIVIDUAL: EL PROCESO


Dentro del trabajo socioeducativo en el ámbito individual, existen una serie
de elementos clave que habrá que tener en cuenta como principios que definen la
actuación del educador social.

Uno de esos elementos clave, posiblemente el principal, es la comunicación.


El trabajo socioeducativo se basa en la relación que se establece entre el educador
social y el drogodependiente y, en función de las características de la relación
establecida, será más o menos posible el conocimiento mutuo, el avance, el
planteamiento de cambios y el desarrollo de los mismos. En este sentido, nos
parece necesario explicitar que la labor socioeducativa se asocia invariablemente
a la relación de ayuda para la competencia social, en los términos definidos por
Costa y López (1991), que puede observarse en la Tabla 1. El trabajo básico del
educador es el de apoyar a la persona en el proceso de cambio que desarrolla,

218
La educación social en el tratamiento de las drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.

y para ello, la herramienta fundamental (complementada por otro tipo de


recursos materiales, espaciales, temporales y humanos) es el propio educador.
Ya planteábamos con anterioridad (Olivar, 2005) que el papel del educador es,
fundamentalmente, potenciador del cambio; para ello, la capacidad dialógica, el
seguimiento en la actividad cotidiana y la orientación hacia la reflexión práctica
han de jalonar su actuación de manera continuada.
Tabla 1
Relación de ayuda para la competencia social (Costa y López, 1991).
Habilidades para la relajación de ayuda (Costa y López, 1991)

Escucha activa
Escuchar los sentimientos
Resumir
Hacer preguntas
Ser positivo y recompensante
Dar información útil
Ayudar a pensar
Elegir el momento y lugar adecuado y preparar la situación

La relación entre el educador y el educando no deja de estar mediada


por la perspectiva antropológica que el educador mantenga (Quintana, 2002).
Si se parte de una visión demasiado optimista del hombre, se establecerá una
relación de carácter horizontal, un modelo educativo permisivo, fomentador de
la autoeducación, corriéndose el riesgo de seguir un estilo educativo demasiado
cercano al laissez-faire (dejar hacer) y que la acción socioeducativa carezca de
orientación y de ritmo, sustrayendo al sujeto del referente que es el educador; por
el contrario, una visión pesimista o negativa retrotraerá a un estilo de relación
autoritario, una relación horizontal y un modelo de educación represivo, basado en
normas rígidas y fomentador de la heteroeducación y una relación de dependencia
respecto a la siguiente indicación por parte del educador. Entendemos que la
perspectiva antropológica que mejor puede ajustarse a un modelo educativo
comprensivo es la realista, la que entiende al sujeto (en este caso, al sujeto
drogodependiente), como una persona con déficits y carencias (que el educador
tratará de ayudar a subsanar) pero también con potenciales y capacidades ya
adquiridas (que pueden ser de gran utilidad para el trabajo educativo); la relación,
así, no deberá establecerse en términos horizontales o verticales, sino oblicuos y
dinámicos , contando con variables de carácter personal del sujeto y de carácter
situacional.

219
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

El estilo comunicativo del educador podrá ser uno de los elementos


facilitadores del cambio, y deberá ir adaptándose a medida que el sujeto va
consiguiendo progresos o no. Para ello, nos parece de interés que el educador
social tenga en cuenta las observaciones formuladas por Castillejo y otros (1988)
como crítica a la comunicación autoritaria y las aplique de manera sistemática en su
labor cotidiana: evitar la comunicación dogmática, los estilos “cerrados”, admitir
y recoger nuevas informaciones, separar a la persona del contenido del discurso
(para evitar prejuicios), ofrecer feed-back y seguridad al drogodependiente.
Precisamente por la situación de inseguridad en la que muchos de ellos se
encuentran al iniciar la relación, se requiere de un estilo abierto, confrontador,
que genere nuevas preguntas en vez de llegar con todas las respuestas; en caso
contrario, se corre el riesgo de promover en el propio educando un estilo autoritario
de comunicación que puede entorpecer su relación con las personas significativas
a su vuelta al entorno social normalizado.

Las características del contexto en el que se desarrolla la labor del educador


social dificultan, en muchos casos, el poder contar con un ambiente favorable
para estos procesos comunicativos: en este aspecto, deberá ser capaz de valorar,
en el escaso tiempo disponible, si esa acción comunicativa puede o debe darse en
grupo, a nivel individual, en un espacio de mayor intimidad, etc... Por ejemplo,
en una situación de conflicto abierto en un contexto grupal, la capacidad de
liderazgo del sujeto sobre sus compañeros, la importancia del tema, la naturaleza
de la situación o la autoridad (que no el poder) del propio educador serán los
ejes que orientarán la actuación hacia el time-out para abordar el tema de manera
individual en un espacio al margen del grupo o hacia el abordaje del asunto
contando con el propio grupo como herramienta de apoyo para el análisis. En
todo caso, deberá generar, en la medida en que la situación lo permita, un clima
de confianza y escucha activa que facilite la comunicación. Este hecho, además,
incrementará la posibilidad de que los actos comunicativos con el sujeto se
multipliquen, generalicen y sean más frecuentes y productivos.

Una constante en la labor del educador social estará orientada a facilitar


el flujo de información, tanto con el sujeto de la educación como con otros
profesionales dentro del equipo multidisciplinar: así, el conocimiento previo de
toda información con la que cuenten los miembros del equipo facilitará la labor
del educador social, evitando recabar información ya recogida por otros (a no
ser que exista un especial interés por conocer de primera mano la vivencia del
episodio) y transmitiendo al sujeto la tranquilidad que supone el saber que quien
se sitúa junto a él está al tanto de su situación. También el propio entorno familiar

220
La educación social en el tratamiento de las drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.

y relacional, de poder darse el contacto, será para el educador social una fuente
de información relevante para conocer al sujeto: no sólo por romper con una
posible manipulación, sino también por conocer la situación general tal y como
es vivida por su entorno, para detectar presiones, inquietudes y malestares que
puedan socavar la actuación futura del educador social y que convenga prever
con antelación.

El flujo de información al que hacemos referencia no deberá darse únicamente


al inicio del proceso educativo, sino que deberá ser una constante a lo largo de
todo el proceso: este intercambio de información y observaciones permitirá
desarrollar un trabajo coordinado desde cada disciplina que actúa en el seno del
equipo multiprofesional, así como la revisión y evaluación continua de avances
durante el proceso, la intensificación en los aspectos menos desarrollados o el
diseño de estrategias adaptadas para abordar cada situación con cada individuo
en función de su momento del proceso. En este sentido, nos parece importante
insistir en que la presencia del educador social en la vida cotidiana, en la que
profundizaremos más adelante, lo convierte en un elemento de vital importancia
para constatar la validez ecológica de las intervenciones de otros profesionales
desde el despacho, comprobando in situ si se producen los cambios promovidos,
cómo se producen, etc..

CONCEPTO DE PROCESO
Se hace necesario entender el término “proceso” como una sucesión de
fases, como una labor extendida en el tiempo, muy relacionada con lo que Funes
(1990) planteaba respecto a la adolescencia: un camino repleto de idas y venidas,
de avances y retrocesos, de crisis y cambios. En el que para el educador social
es tan importante el ir definiendo un final como el dar los pasos adecuados en
cada momento del camino. Por otro lado, es importante precisar que la duración
de estas fases no es igual en todos los sujetos ni relaciones, y que está sujeta a
variables muy diversas.

Fases del proceso


1) Aceptación y conocimiento: Empatía

En esta primera fase, el educador social debe tender más hacia la aceptación
incondicional del otro (Rogers, 1987), a poner en marcha los procesos de empatía

221
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

sin juicios de valor y sin prejuicios, asumiendo que el otro es como es, y que
interpreta la realidad y el mundo que le rodea de una determinada manera: es
esto y no otra cosa lo que el educador social habrá de entender. Las estrategias
más adecuadas en esta fase serán la escucha activa, la formulación de preguntas
sin juicios de valor (ya sean explícitos o implícitos), la recogida paciente de
información, la facilitación de opciones sin que se ejerza ningún tipo de presión
en un sentido u otro. Digamos que la relación en esta fase estaría marcada por una
tendencia a la horizontalidad que promueva una paulatina cercanía.

2) Establecimiento y consolidación del vínculo

Esta fase estará más dedicada a que tanto el educador social como el sujeto
se vayan conociendo, de forma progresiva, para facilitar que ambos sepan qué
pueden esperar del otro. En este momento, el educador social mostrará confianza
en lo que el sujeto dice, escuchará cómo lo cuenta, formulará preguntas que
permitan aclaraciones, e irá buscando que el sujeto le perciba como alguien
interesado no sólo en él, sino también en la perspectiva que tiene sobre el mundo,
alguien que trata de apoyarle y ayudarle; es importante no tanto conocer su
devenir vital en términos de datos objetivos, sino su vida como ha sido vivida:
como decía Vega (2000), debemos ser capaces de ahondar en las realidades de
sentido común, en lo superficial, con el fin de configurar sus futuras experiencias
cotidianas. En esta fase es importante que el educador social consiga fomentar
en el sujeto la sensación de estar a gusto con la relación, y la de posibilidad de
trabajo conjunto y compartido. Y, en ella, la tendencia del educador social ha
de ser la de ir alcanzando una posición diagonal de mayor cercanía. Es éste el
momento en que el educador social ha de realizar su valoración del caso: una
vez recogidas las informaciones que mejor ayudan a conocer a la persona y sus
relaciones con el entorno, procederá a un establecimiento de objetivos iniciales
(que, en la medida de lo posible, deberán ser consensuados con el educando),
una secuenciación de los mismos y a planificar, en definitiva, lo que serán las
siguientes fases del proceso educativo.

3) Apoyo y control: heteronomía

La tercera fase se caracterizaría por una posición más activa del educador
social: en ella debe fomentar el alcance de acuerdos y pequeños compromisos
concretos, el análisis conjunto de situaciones y toma de decisiones, la oferta de
alternativas y el ajuste de expectativas compartidas, transmitir información sobre
lo socialmente adecuado, y poner en marcha refuerzos y críticas basadas en la

222
La educación social en el tratamiento de las drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.

confianza acumulada en las anteriores fases, además de ir fomentando un análisis


crítico de creencias erróneas e ideas irracionales (Ellis y Becker, 1989).

4) Autorrefuerzo y autocontrol: autonomía

Esta fase, en algunos procesos (especialmente en aquellos marcados por un


carácter meramente asistencial), se omite o se descuida y podríamos decir que es
una de las más importantes, junto con la siguiente, del proceso. En ella, la tarea
del educador social vuelve a pasar a un segundo plano en cuanto a su acción: el
educador social debe propiciar que lo que se daba en la fase anterior comience a
producirse de forma espontánea en el sujeto, facilitando que sea él el que detecte
recursos, se haga preguntas, lleve a cabo compromisos motu proprio, analice
situaciones de forma independiente y tome decisiones en consecuencia: más aún
teniendo en cuenta que, como dicen Costa y López (1991), la autoobservación,
autoevaluación y autoadministración de resultados, como componentes de la
autodirección y autocontrol son dimensiones del comportamiento que se aprenden,
se desarrollan, cambian y activan en los diferentes escenarios ecológicos; si la
fase anterior era en la que los procesos del sujeto estaban basados en una mayor
heteronomía, en ésta resulta importante que cada vez sean más numerosos los que
se basan en la autonomía.

5) Despegue y separación

Esta última fase es una de las más complicadas en el proceso: en el fondo,


consiste en rematar lo iniciado en la anterior fase, una vez que el sujeto ha
alcanzado el nivel adecuado o necesario de autonomía. La tarea básica sería
el fomentar un progresivo distanciamiento temporal de las actuaciones y hacer
explícito el nivel de autonomía alcanzado para el propio sujeto. Recordemos que
la actuación en este ámbito es provisional y, sobre todo, debe ser consciente de su
propia provisionalidad (García Roca, 1994).

IDEAS GENERALES DE INTERÉS PARA EL


TRABAJO INDIVIDUAL
El proceso anteriormente descrito ha de estar precedido por una serie de
capacidades por parte del educador social que señalamos en un apartado posterior
del artículo, definiendo su perfil, pero que han de basarse en una visión abierta

223
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

de lo que son los procesos de enseñanza-aprendizaje en este contexto. Para ello,


cabe empezar por señalar que el aprendizaje no es algo meramente dicotómico
(se da o no se da), sino que, por el contrario, tiene una estructura claramente
dimensional. Se produce de manera continua, a veces partiendo de las situaciones
de enseñanza-aprendizaje promovidas por el educador social, otras a través de
espacios donde la espontaneidad juega un papel importante y en muchas otras es la
reflexión personal del propio sujeto de la educación la que permite el aprendizaje.
Tampoco podemos plantearnos el aprendizaje del sujeto como algo en términos
absolutos (o lo aprende todo o nada): en cada área, en cada parcela de aprendizaje
se producirán más o menos avances. Y cuando se encuentra a alguien que está
superando una recaída, el educador no debe pensar que ha de partir de cero: tan
importante como lo que él pueda ofrecer será lo que el sujeto ya ha conocido,
mejorado y consolidado en experiencias anteriores de aprendizaje. Así, el trabajo
tras una recaída, en la mayoría de los casos, consiste en retomar lo que se dejó
sin acabar, abordar lo que no pudo trabajarse, revisar qué falló y qué funcionó
(porque, con toda seguridad, hubieron cosas funcionando bien en el período
de normalidad previo); evaluar qué aprendizajes ya se han realizado permite,
además, optimizar la labor del educador, focalizando su atención en los aspectos
que aún presentan déficits y consolidando los que ya presentan mejoras.

Nos parece de interés, en este contexto, acudir al Modelo Transteórico


formulado por Prochaska y DiClemente (1984), y, más concretamente, a los diez
procesos de cambio, ya utilizados en el ámbito de las adicciones (Sánchez-Hervás
et al, 2002; Rodríguez, 2004). Una parte de ellos tienen un carácter más cognitivo
y otros más conductual, y su estudio puede facilitar la sistematización de la
detección de necesidades del sujeto: el educador social puede ser un profesional de
un peso importante a la hora, por ejemplo, de facilitar acompañamiento en el medio
cotidiano asociado al consumo u ofrecer alternativas adaptativas disponibles para
fortalecer el proceso de contracondicionamiento; otros posibles procesos donde
el papel del educador social puede ser relevante son la reevaluación ambiental,
facilitando espacios de reflexión sobre sus relaciones con el entorno y jugando un
papel activo de mediación en las mismas; la autoliberación, facilitando actividades
que permitan el descubrimiento de las propias capacidades y habilidades para
una vida normalizada; la liberación social, a partir de la dotación de recursos
personales para la incorporación social, incrementando la capacidad de decisión
para elaborar un proyecto de futuro; el manejo de contingencias, a través del
desarrollo de actuaciones y el desempeño de responsabilidades que promuevan
el autorrefuerzo progresivo; o el apoyo social, a través de la adecuación de las
relaciones con los referentes significativos del entorno.

224
La educación social en el tratamiento de las drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.

ÁMBITO GRUPAL: ACTIVIDADES


Ideas Didácticas Generales: Objetivos, Contenidos,
Metodología
Como ya se planteaba en la introducción, diversos autores (González, Medina
y De la Torre, 1995; Parcerisa, 1999) manifiestan que los objetivos centrales del
trabajo socioeducativo están más próximos al cambio de actitudes y valores que
a la mera adquisición de conocimientos; para el educador, en cierta forma, estos
últimos son un medio para alcanzar cambios en las primeras.

Cabe entender la Educación Social, tal y como plantea Parcerisa, como


una pedagogía de los valores, la que pretende que el sujeto adquiera criterio
para actuar, de manera autónoma, racional y cooperativa, ante situaciones del
conflicto de valores. Para un drogodependiente, un conflicto de valores es una
llamada de un conocido consumidor, el paso por un local donde sabe que venden
drogas, una situación de discusión con su familia. Por ello, la Educación Social
facilita oportunidades de aprendizaje que permitan ensayar la reacción ante
esos conflictos de valor, en algunas ocasiones a través de la dramatización o
role-playing, y en otras a través de situaciones aparentemente no relacionadas,
pero con un poder metafórico importante, en la medida en la que representan
comportamientos cotidianos del sujeto.

El trabajo con grupos, en este contexto, resulta una labor de equilibrio


continuo para el Educador Social. Debe tener en cuenta la situación de la que parte
cada uno de los miembros del grupo y, a la vez, proponer situaciones que permitan,
de manera general, el aprendizaje (en ocasiones, un aprendizaje diferente para
cada miembro del grupo). Por ello, se practica de manera continua la búsqueda
del equilibrio entre lo individual y lo grupal: qué se persigue conseguir con la
totalidad del grupo, pero también con cada uno de sus miembros.

En algunas ocasiones, se cae en la tentación de ofrecer respuesta a los


problemas de cada miembro y se infravalora el poder del grupo como motor
de cambio; por ello, la perspectiva del educador social debe tener en cuenta al
grupo como agente educador, además de como sujeto o conjunto de sujetos que
se educan. Porque no sólo son educados cada uno de ellos, sino que además,
si se generan las dinámicas adecuadas, se educan entre ellos. El objetivo
principal del educador en el trabajo con grupos, por tanto, no será tanto educar

225
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

a grupos, sino conseguir que éstos se eduquen, tanto entre ellos como a partir
de las acciones socioeducativas que ponga en marcha el propio educador. No
podemos olvidar que lo que son déficits en algunos miembros del grupo pueden
ser capacidades y habilidades en otros, por lo que la labor del educador estará
orientada a facilitar la interacción y el aprendizaje por el modelado de los iguales;
al igual que apostamos por una consideración realista del sujeto desde una
perspectiva antropológica, consideramos que es necesaria una visión polimórfica
de los grupos, no sólo teniendo en cuenta la diversidad (porque frecuentemente
se observa la heterogeneidad como un hándicap), sino potenciando que dicha
diversidad sea un elemento que promueva el cambio en el grupo, a través de la
observación y la interacción.

En cuanto al planteamiento de objetivos del educador social que trabaja


en drogodependencias, entendemos que deben cumplir los requisitos que se
proclaman de manera general a la hora de planificar el trabajo (Vilar, 1996;
Cembranos, Montesinos y Bustelo, 1989); éstos deben ser:

• claros, que no generen confusión a la hora de entenderlos ni de evaluarlos


• concretos, que expliciten de forma clara y precisa qué se persigue
• pertinentes, que sean objetivos adecuados para la acción socioeducativa, y
• medibles, que se pueda comprobar de manera concreta y clara su
cumplimiento.

Y, ya de forma más específica en el contexto que nos ocupa, deben tener


como meta final la socialización del sujeto drogodependiente, en los términos en
los que la definía Aguilar (1995), como la dotación de los recursos que le permitan
incorporarse al entorno comunitario en situación de igualdad con otras personas
de sus mismas características, como sujeto activo de su proceso, escogiendo su
lugar en la sociedad.

ÁREAS Y CONTENIDOS DEL TRABAJO


SOCIOEDUCATIVO
Para una propuesta concreta de los contenidos a abordar dentro del trabajo
socioeducativo con grupos, nos parece importante hacer una breve reseña de los
contenidos pedagógicos de valor que más interés pueden suponer para la labor
del educador social. Para ello, partimos de diversas propuestas (Petrus, 1995;

226
La educación social en el tratamiento de las drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.

García Garrido, Alejos y Rodríguez, 2001) y seleccionamos aquellas que, por


su relevancia, pueden tener un papel más central en el trabajo con personas
drogodependientes:

• Educación para el Ocio y el Tiempo Libre: en el caso de los


drogodependientes, el contar con alternativas adaptativas disponibles para el
disfrute del ocio sin necesidad de consumir drogas, la práctica de actividades
alternativas a las asociadas al consumo o la valoración del ocio como espacio
de desarrollo personal, tendrá un peso importante. El contar con los recursos
del entorno, y la generación de alternativas creativas por parte de los propios
sujetos serán bases necesarias para el desarrollo del trabajo en este ámbito
con drogodependientes. Ejemplos de actividades serían talleres de teatro,
salidas al cine, talleres de actividades creativas, disco-forum, cine-forum,
manualidades.

• Educación para la No Violencia: el estilo de vida asociado al consumo


problemático de drogas también está vinculado, no pocas veces, a la
delincuencia, las relaciones de poder o el uso de la fuerza y la violencia;
desde el trabajo socioeducativo, y de forma coherente con lo planteado
anteriormente, se fomentarán no tanto las habilidades sociales en términos
meramente conductuales, como las habilidades sociomorales. Cuando
hablamos de empatía, el educador no puede quedarse en enseñar al sujeto
a repetir una fórmula del tipo “Entiendo como te sientes...”, sino que
debe fomentar en él la actitud favorable a ponerse de facto en el lugar del
otro, a entenderle desde su perspectiva. Esto, sumado a la ampliación del
vocabulario y la educación cívica, reducirá las situaciones en que el sujeto
se sienta impelido a utilizar la agresividad, en la medida en que cuenta con
más información sobre lo valorado en su entorno social y contará con más
recursos para relacionarse con él de una manera menos conflictiva.

• Coeducación: en el estilo de vida asociado al consumo problemático de


drogas, los comportamientos sexistas e irrespetuosos hacia la dignidad de
la mujer (sea ésta drogodependiente o no) resultan tanto o más frecuentes
que en otros ámbitos; por ello, resulta necesario desarrollar actividades
que contribuyan a normalizar las relaciones con las personas del otro sexo,
buscando tanto una reducción de los comportamientos sexistas en unos
como las conductas dependientes y sumisas en las otras que faciliten una
reducción del conflicto en un entorno normalizado.

227
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

• Educación prelaboral: además de ser una demanda concreta en muchos


casos (la ansiedad del consumidor abstinente por trabajar y obtener ingresos
cuanto antes), la capacitación para el desarrollo de un trabajo será un
contenido socioeducativo de valor, no tanto para desarrollar capacidades
concretas de cara a una actividad profesional definida como para desarrollar
ciertas actitudes generales: puntualidad, higiene en el puesto de trabajo,
prevención de riesgos laborales, ergonomía, capacidad de planificación y
organización de la tarea, cuidado del material, trabajo en equipo, etc.

• Educación cultural: el inicio temprano en el consumo de sustancias y el


posterior paso a un consumo problemático, en la mayoría de los casos, ha
alterado el devenir académico y restringido posibilidades de futuro a muchos
sujetos con problemas asociados al consumo de drogas: el acercamiento a la
cultura contemporánea, la educación compensatoria de los déficits educativos
o el incremento en los conocimientos adquiridos, aparte de jugar un papel
determinante en el autoconcepto de la persona, son valores educativos
de primer orden si el objetivo es la socialización. Ejemplos de este área
pueden ser el taller de prensa, la elaboración de una revista, el visionado de
documentales sobre diversos temas, las clases de compensación educativa y
extensión cultural, entre otros.

• Educación ambiental: los elementos que configuran la ecología social,


los comportamientos respetuosos con el medio ambiente (ahorro de agua,
electricidad, etc.), el cuidado de animales domésticos y plantas de interior,
entre otros; son elementos que permiten otra perspectiva de incorporación
social al sujeto drogodependiente que, en muchos casos, ha dejado de
lado centros de interés que le atraían, debido al consumo problemático. La
relación del sujeto con su ecosistema de origen podrá ser metafóricamente
tratada desde actividades de esta área, además de la elaboración de campañas
de ahorro de energía y otras asociadas.

• Educación sobre el consumo: especialmente en lo tocante a los perfiles


más jóvenes, se hace cada vez más necesaria la dedicación de actividades
a reducir las tendencias consumistas que se viven de manera general en
el entorno social y a fomentar comportamientos responsables ante el
consumo.

• Animación sociocultural: para un colectivo cuya participación social ha


sido relativamente pobre, en gran parte debido al consumo de drogas, el

228
La educación social en el tratamiento de las drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.

educador social puede ofrecer mecanismos de participación que dinamicen


y animen la vida cotidiana, ya sea a través de actividades cercanas al ocio
(torneos deportivos, concursos, juegos) o a lo cultural (concursos de poesía,
de relatos breves, de fotografía, de dibujo o pintura, etc.).

• Educación intercultural: teniendo en cuenta la cada vez mayor presencia


de personas inmigrantes en España, y su correspondiente reflejo en las tasas
de prevalencia dentro de la población drogodependiente, se hace cada vez
más necesaria la práctica de actividades que permitan la interacción y el
conocimiento entre culturas, ya sea a través de habilidades gastronómicas
(platos de diferentes países), gustos musicales (jornadas de conocimiento de
músicas tradicionales) u otros elementos de conocimiento mutuo.

METODOLOGÍA
Entendemos que la metodología más apropiada para el desarrollo de este
tipo de actividades ha de estar basada en el enfoque constructivista, siendo de
especial interés la caracterización que algunos autores (Coll, Martín, Mauri, Miras,
Onrubia, Solé, y Zabala, 1993) plantean y que, en la medida de las posibilidades,
ha de generalizarse a todas las actuaciones:

• Partir de los conocimientos previos: tener en cuenta qué conoce cada sujeto
respecto al contenido de la actividad puede facilitar su incorporación como
referente para otros, adaptar los contenidos de manera más adecuada, etc.

• Adaptarse a la zona de desarrollo próximo de cada persona: se hace necesario


adaptar los contenidos a aquello que los sujetos están en condiciones de
aprender, llevado a cabo las modificaciones que ello pueda suponer.

• Aprovechar de forma interactiva los conocimientos: fomentar el aprendizaje


cooperativo, trabajando por grupos sobre temas diferentes y facilitando
puestas en común y debates donde cada sujeto pueda exponer su trabajo.

• Construir cada conocimiento sobre el anterior: lo ya sabido debe servir como


base para los futuros aprendizajes; es éste un elemento que generalmente se
olvida, y deben aprovecharse al máximo las potencialidades de cada sujeto.

229
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

Por ello, la metodología de todas las actividades se basará en el planteamiento


de dinámicas grupales de diversos tipos (presentación, comunicación, interacción,
análisis y debate, etc.) y tendrá estas tres características:

- práctica: se potenciará el aprendizaje experiencial y, en su defecto, el


experimental.

- participativa: se promoverá la participación de todos y cada uno de los


miembros del grupo.

- cooperativa: se priorizará, en la medida de lo posible, el trabajo en grupo,


promoviendo la cooperación entre sus miembros.

En cuanto a la planificación, ésta se realizará de acuerdo a las características


del dispositivo y la población atendida. Para un centro residencial con una estancia
máxima establecida, el programa de actividades de cada área debería tener
un carácter circular, de la misma duración que dicha estancia. También podrá
adaptarse al desarrollo de trabajo con grupos pequeños en función de la fase de
estancia dentro del centro, siendo de un tipo para los recién llegados (actividades
de inicio: motivación, toma de contacto), de otro para los que superen la fase
inicial (mantenimiento: tareas variadas, continuidad, seguimiento) y de otro para
los que estén preparando su retorno al entorno habitual (finalización o cierre:
traslación de los aprendizajes al medio, evaluación). En el caso de recursos de
carácter ambulatorio, con una mayor variabilidad en cuanto a la permanencia en
tratamiento, la programación podrá ser más flexible o adaptarse a las etapas del
proceso.

ÁMBITO COMUNITARIO: LO COTIDIANO


Para profundizar y dar contenido a este apartado estableciendo algunos de
los elementos que pueden caracterizar la acción de los educadores sociales en este
ámbito, encontramos una referencia inestimable en la obra de Franch y Martinell
(1994), en la que, aunque referida a un ámbito y a unos destinatarios diferentes,
se nos aporta una visión general de un gran interés. Ambos autores establecen
dos grandes apartados en la acción educativa a los que se refieren como “la
presencia” y “la intervención”. Dentro del primero hacen referencia a la presencia
de educadoras y educadores e intervención en la vida cotidiana y su papel en la

230
La educación social en el tratamiento de las drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.

gestión de conflictos, mientras que dentro del segundo incluyen aspectos como el
peso del grupo, de los grupos, en la acción educativa, a la importancia de espacios
para la participación, para “dar la palabra” a los que toman parte en la acción
educativa y a la propuesta y animación de actividades.

Más concretamente cuando ambos autores establecen cual ha de ser el papel


de educadoras y educadores lo hacen desarrollando los siguientes aspectos:

• Tomar parte de un proyecto.

• Ponerse al servicio de unas personas concretas.

• Estar personalmente presentes.

• Elaborar las relaciones y conflictos.

• Enmarcar soluciones y ayudar al grupo a organizarse.

• Abrir ámbitos de actividad.

Por otra parte, describen cuatro dimensiones básicas que resultan aplicables
en el contexto del que hablamos:

• Una dimensión ética “profesional”, consistente en saber tomar parte de un


proyecto y saber ponerse al servicio de los destinatarios.

• Una dimensión relacional: estar presente y saber elaborar las relaciones y


resolver conflictos.

• Una dimensión de organización y estructuración: enmarcar las situaciones y


ayudar a organizarse.

• Una dimensión de animación de las actividades, ya tratada en el apartado


anterior

Sin querer soslayar la importancia de los demás aspectos, queremos


resaltar la importancia de la “pedagogía de la vida cotidiana”. Y quizás sean
Franch y Martinell (1994) los autores que mejor han sabido desarrollar este

231
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

aspecto tan esencial de nuestra tarea. Porque el educador social es una figura de
especial relevancia en el ámbito cotidiano: es en él donde ofrece sus máximas
prestaciones.

En su obra, estos autores van apuntando diversos argumentos que nos


ayudan a profundizar en la importancia de la vida cotidiana y en la incidencia
que puede tener en la (re)educación de las personas que de participan en la acción
educativa que pretendemos a través de diversas propuestas: defienden que la vida
cotidiana no debe ser considerada exclusivamente como un contexto que sirve
de plataforma para hacer otras cosas, ni como un contexto dirigido mediante la
redacción de normas o de pautas, o en el que es necesario establecer controles.
Definen lo cotidiano como un conjunto de momentos, de lugares y de relaciones
en los sujetos pueden encontrar respuestas a diversas necesidades y, sobre todo,
pueden encontrar sus propias respuestas a esas necesidades, tal como cada uno
las experimenta.

“Las personas, los espacios, el tiempo, los objetos que se viven cada día
configuran una trama que, potencialmente, ofrece a cada uno el sentimiento de
seguridad y relajación que se originan en el hecho de saber que es aceptado –
querido-, que sus necesidades están cubiertas, que es capaz de dar respuesta a
lo que los demás esperan de él, y que va encontrando su propia forma de actuar
en la realidad, poseyendo un dominio básico sobre ella y pudiendo contribuir a
modificarla” (French y Martinell, 1994).

Para ellos, se hace necesario tener una visión general, saber contemplar la
base global sobre la que se sostiene la vida del grupo, saber ver todo el conjunto,
compuesto de momentos y situaciones que configuran un marco de experiencia y
que conforman, en su globalidad, la virtualidad de la educación. Más adelante, y
como resumen señalan que:

“Lo que pretendemos explicar es que la cotidianeidad puede ser una manera
de ganar autonomía y de disfrutar de un cierto bienestar; en el fondo, una forma
de estructuración constante e insensible de la personalidad. O puede ser una
manera de acostumbrarse a sentirse perdido, a experimentar malestar y a no
obtener ninguna referencia útil para estructurar una forma propia de presencia en
la realidad y de actuación en esta”

Este planteamiento resulta especialmente interesante para los educadores


sociales que desarrollan su labor en el contexto de una comunidad terapéutica

232
La educación social en el tratamiento de las drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.

(Olivar, 2000), dado que ofrece pistas sobre la realidad cotidiana con la que
trabajan y una visión de mayor profundidad que la que permite la dinámica de
trabajo habitual.

Así mismo, hacen una aportación de indudable interés al ofrecer elementos


para intervenir en este conjunto de aspectos que de un modo tan determinante
van a influir en los resultados de la acción educativa: si lo cotidiano no puede
resolverse solamente mediante el establecimiento de normas ni tampoco puede
dejarse hacer, como decíamos en el apartado de la actuación a nivel individual,
dejando a los sujetos faltos de referencias claras, se hace necesaria una perspectiva
que permita elaborar una presencia de los profesionales cerca de los destinatarios
“en términos de “vivir con”, de intervención en un proceso en el que se efectúa
una constante regulación de los ritmos, de las respuestas a situaciones diversas y
de las acciones a realizar en cada momento”.

Esta última idea tiene una influencia importante en la definición del


trabajo del educador social, dado que en algunos de los programas y recursos
específicos para el tratamiento de problemas relacionados con el consumo de
drogas, los educadores constituimos el grupo de profesionales de atención directa
más numeroso. Esto, entre otras cosas, significa que compartimos con nuestros
usuarios una significativa cantidad de tiempo en múltiples espacios, que entre
otras consecuencias, da lugar a un importante nivel de implicación personal y a
una multiplicidad de oportunidades educativas: la pedagogía de la vida cotidiana
tiene, así, como consecuencia en la práctica, la educación desde la espontaneidad
(Díez, 2001): cada situación es susceptible de convertirse en una oportunidad
para educar.

Díez (2001) plantea que cualquier momento puede ser educativo y


será educativo si hay comunicación y esa comunicación es significativa,
intencional y con ánimo de producir variaciones o cambios guiados por unos
valores. Es decir, que la cantidad de tiempo que el educador social pasa con
(o cerca de) el drogodependiente puede transformarse en una multiplicidad de
oportunidades para la educación en el momento. Y supone un planteamiento
que lleva a la posibilidad de que cualquier momento del día, de la actividad, del
acompañamiento, sea susceptible de convertirse en una actuación socioeducativa.
Los educadores sociales estamos presentes en buena parte de las situaciones que
acontecen en los programas y recursos en los que trabajamos, lo que posibilita
conocer a los usuarios en múltiples escenarios, a través de un proceso semejante
a la observación participante: el educador social pasa tanto tiempo con el sujeto,

233
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

que éste ya le identifica como alguien que forma parte de su realidad cotidiana, y
se expresa de manera más natural y espontánea.

En lo que más concretamente se refiere al trabajo en medio abierto, Aguilar


(1995) defiende al educador como elemento clave en el entorno comunitario
para:

• Llegar a aquellos colectivos para los que lo institucional representa una


fuente de conflictos y no un punto de referencia.

• No perder de vista los cambios que se producen en la población


adolescente.

• Detectar a tiempo actitudes, situaciones y consumos de drogas que pueden


llegar a convertirse en problemáticos.

• Dar importancia a la función socializadora del medio abierto (Funes,


1990).

• Intervenir sobre el grupo de iguales como grupo de presión y a la vez de


socialización.

• Evitar cronificar y encasillar en recursos específicos a adolescentes con


conductas arriesgadas, generando una problemática mayor.

• Rentabilizar adecuadamente todos los recursos, específicos e inespecíficos,


existentes en la comunidad.

Para finalizar este apartado, insistiremos en algo que ya hemos planteado


anteriormente: el peso del educador social en el seno de un equipo multidisciplinar
es importante por ser la figura que más tiempo comparte con los sujetos, que
más les observa en momentos de distensión y que, en definitiva, más conoce su
comportamiento cotidiano. Al mismo tiempo, es el que más interactúa con ellos,
con lo cual sabe, a través del contacto directo, cuál es la mejor manera de llegar
a ellos. Por su profundo conocimiento de los sujetos, el educador social es el
profesional que mejor puede dotar de validez ecológica al trabajo de profesionales
de otras disciplinas que, limitados a intervenciones puntuales, no pueden seguir
con frecuencia la evolución cotidiana de los sujetos con los que intervienen.

234
La educación social en el tratamiento de las drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.

EL PERFIL DEL EDUCADOR SOCIAL EN


DROGODEPENDENCIAS
En esta parte final del artículo, trataremos de establecer un breve perfil del
educador social que desarrolla su trabajo en el ámbito de las drogodependencias.
Haremos referencia a una serie de características generales, para finalizar
señalando aspectos formativos (tanto relativos a la formación de base como a la
complementaria) que entendemos de interés para esta figura profesional.

Características
Valverde (2002) propone una serie de características que debe poseer el
educador para la actuación individual en el ámbito de los centros de reforma y
que ya recuperamos en una obra dirigida a los mediadores sociales en prevención
de drogodependencias (Ayuntamiento de Madrid, 2007). Estas características,
sin embargo, pueden ser extensibles a otros ámbitos, como el trabajo de los
educadores sociales en el tratamiento de drogodependencias, adaptando su
significado a esta labor. Son las siguientes:

• Madurez: entendida como la capacidad del educador social para dar respuesta
a las situaciones desde una perspectiva amplia, sin caer en un exceso de
afectividad en la vivencia de la relación educativa.

• Resistencia a la frustración: entendida como la capacidad del educador


social para superar la percepción de fracaso ante algunas situaciones como
consumos o recaídas y mantener expectativas ajustadas y realistas (aunque
no tengan por qué dejar de ser ambiciosas).

• Creatividad: entendida como la capacidad del educador social para generar


estrategias, actuaciones y propuestas alternativas, que rompan con lo
estandarizado o con un estilo de funcionamiento completamente previsible
por parte del sujeto, algo necesario a la hora de trabajar con sujetos con un
largo currículum de tratamientos previos.

• Compromiso: entendido como la capacidad del educador social para


desarrollar su labor con competencia y profesionalidad, facilitando que el
sujeto pueda confiar en su motivación, interés e implicación.

235
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

• Flexibilidad: entendida como la capacidad para adaptar la labor socioeducativa


a la realidad del sujeto (subjetiva y objetiva), así como la capacidad para
reorientar los procesos de tratamiento en función de la evolución y las
situaciones que se van produciendo.

• Formación: entendida como la capacitación para el desarrollo de la labor


socioeducativa, contando con técnicas, estrategias y conocimientos
generales sobre la tarea a desarrollar y la población destinataria. Este
aspecto se desarrollará más adelante, en referencia a la formación de base y
complementaria que un educador social requiere.

• Capacidad de empatía: entendida no sólo como una habilidad conductual


sino también como una de carácter cognitivo-afectivo.

A lo que plantea Valverde, añadiríamos una última característica:

• La estabilidad/seguridad del educador social: entendida como la capacidad


para mantener un estilo de comportamiento estable (nunca rígido), que
permita transmitir al sujeto una cierta sensación de seguridad. No debe
olvidarse que la seguridad del educador social se muestra de una forma
mucho más explícita cuando éste se presenta como una figura falible o
perfectible, incrementando así su papel como modelo de referencia y la
confianza del sujeto.

FORMACIÓN DE BASE
Ya se planteaban en el anterior artículo los contenidos que se impartían
dentro de una Diplomatura de Educación Social; en este sentido, resulta necesario
precisar que hay tres grandes campos en los que la formación de base debe
incidir:

• El conocimiento del individuo: para ello, todas las materias relacionadas con
la Psicología, desde los elementos biológicos (Psicobiología de la Educación)
hasta los sociales (Psicología Social), pasando por la forma de aprender
(Procesos Psicológicos Básicos), la evolución del ser humano y su relación
con la educación (Psicología Evolutiva) y los problemas psicológicos y
trastornos psiquiátricos (Psicopatología). La Antropología de la Educación

236
La educación social en el tratamiento de las drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.

también podría incluirse dentro de este apartado, dado que está orientada
hacia un conocimiento en profundidad de los individuos susceptibles de ser
educados (en este caso, los drogodependientes).

• El conocimiento de la sociedad: materias como Sociología y Antropología


Social resultan de interés para conocer el funcionamiento de la sociedad que
va a acoger al sujeto drogodependiente a la finalización del proceso.

• El conocimiento de la educación como mediadora entre el individuo y la


sociedad: la Pedagogía Social, la Teoría de la Educación o la Historia de la
Educación Social son materias que facilitan una visión genérica, mientras
que la Animación Sociocultural, la Intervención Educativa sobre Problemas
Fundamentales de Desadaptación Social o la Educación Permanente
permiten un conocimiento profundo de las tres ramas principales de esta
disciplina. Añadido a esto, capacidades como la investigación, la utilización
de nuevas tecnologías, o la planificación, gestión y evaluación de proyectos
socioeducativos, conforman un núcleo de conocimientos básicos para el
educador social, en la medida en que le preparan para ese papel mediador
entre el sujeto drogodependiente y la sociedad a la que ha de incorporarse.

FORMACIÓN COMPLEMENTARIA
Pero, si nos centramos en el ámbito de las drogodependencias, hemos
de señalar algunos elementos que pueden contribuir a facilitar la formación
complementaria del educador social en este campo:

• En primer lugar, el realizar algún tipo de curso específico siempre resultará


necesario. No obstante, no son frecuentes los cursos sobre drogodependencias
diseñados específicamente para educadores sociales, con lo que podrán
ser los orientados a otros destinatarios de forma más general. Teniendo en
cuenta la situación actual de las drogodependencias, entendemos que esos
cursos deberán tener como contenidos mínimos: actuaciones (prevención,
asistencia, reinserción), sustancias (efectos y clasificación), modelos de
tratamiento (ambulatorios, residenciales, hospitalarios), enfoques teórico-
prácticos (biomédico-sanitario, judicial-penal, psico-social, socio-cultural,
bio-psico-social), dispositivos específicos (comunidades terapéuticas,
centros de día), recursos concretos para el trabajo con drogodependientes

237
Alvaro Olivar Arroyo y Alfonso Tembrás López

(habilidades sociales, manejo de situaciones de conflicto) y temas de


actualidad en el ámbito de drogodependencias (consumo recreativo,
diagnóstico dual, disfunción ejecutiva, etc.).

• de no darse este tipo de curso, siempre sería de interés obtener información


sobre alguno de los contenidos mencionados a través de la lectura de
literatura especializada en el tema, cursos más breves y específicos, etc.

• un elemento de importancia es la asistencia a foros de encuentro, tanto


específicamente de educadores sociales como de profesionales de las
drogodependencias: en ellos, se podrán conocer planteamientos novedosos,
se podrán intercambiar experiencias en otros contextos y se mantendrá una
cierta actualización de los conocimientos sobre este campo.

• la actualización también podrá venir dada por la lectura de literatura


científica específica, tanto del ámbito socioeducativo como del de las
drogodependencias, ya sea a través de libros o revistas especializadas.

Desde nuestra perspectiva, un educador social que desarrolle su labor en el


ámbito de las drogodependencias debería contar con las características reseñadas
y con las oportunidades formativas que le permitan configurar un currículum de
acuerdo con los contenidos aquí reflejados.

A MODO DE CONCLUSIÓN
A lo largo de las páginas de este artículo, hemos tratado de trasladar una
visión general del trabajo práctico del educador social en el ámbito de las
drogodependencias: resulta indudable que muchas de nuestras aportaciones
pueden ser aplicadas con mayor o menor facilidad en diversos contextos, pero
que no todo es adaptable a todos los lugares. Confiamos en que este artículo, al
menos, haya servido para ampliar el conocimiento que de nuestra labor tienen
otros profesionales que trabajan en drogodependencias, y para que los educadores
sociales que desarrollan su trabajo en este ámbito puedan contar con una referencia
orientadora para su labor.

238
La educación social en el tratamiento de las drogodependencias II: Estrategias y procedimientos.

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241
Recensiones
Recensiones

CONCEPTOS BÁSICOS Y PROFUNDIZACIÓN


DEL CONSEJO PSICOLÓGICO Y PSICOTERAPIA
MOTIVACIONAL EN DROGODEPENDENCIAS
Un enfoque cognitivo-conductual y humanista. Tomo I

Milton Rojas Valero (2006)


Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
Tecnológica – CONCYTEC / CEDRO. 244 pags.

Aún el número de libros publicados en el área de drogodependencias en


nuestro país es escaso, así como los fondos para la investigación y labor editorial.
Sin embargo, vemos con gran alegría que el CONCYTEC haya acogido un texto
como este que el lector acucioso encontrara extremadamente útil. En el Perú,
el “Lugar de Escucha” de CEDRO ha sido pionero en la labor de consejería
e intervención breve, habiendo reportado su importante trabajo en diversas
publicaciones. Estando muy cerca de cumplir 20 años, se presentan dos volúmenes
que resume en parte su ánimo sistematizador.

El primer volumen corresponde a la descripción de diversos tópicos


conceptuales sobre la consejería y motivación. La estructura de estos contenidos
trascurre desde la presentación del programa desplegado en el Lugar de Escucha
hasta la descripción de los efectos y consecuencias de diversas sustancias
psicoactivas. Ciertamente, consideramos preferible haber iniciado con el final
que observamos, sin embargo esta secuencia no altera la significación del texto
en su conjunto.

Milton Rojas a lo largo de todo el libro, hace una apropiada revisión de


diversos aspectos teóricos sobre la consejería para lo cual remitimos al lector
interesado a explorar la obra de William Miller, Carlo DiClemente, Carl Rogers,
entre otros. Aunado a lo anterior, creemos que la fortaleza principal de este texto
esta en su lucida presentación de los contenidos relacionados a la motivación.
Muchas veces por mantener una perspectiva “clínica” en el análisis de las
drogodependencias, se pierde una serie de variables y factores que son de gran
relevancia para su comprensión. Este libro ahonda en detalles conceptuales sobre

245
Recensiones

la motivación que serán de enorme interés, especialmente por su descripción del


rol de la motivación intrínseca en las drogodependencias y de incluir conceptos
clave como autoeficacia, estadios y procesos motivacionales, entre otros.

Este primer tomo, además de concentrarse en temas de consejería, dirige


su atención hacia diversos tópicos que transcurren entre aspectos clínicos,
neurobiológicos y terapéuticos que son bien llevados por el autor tomando como
soporte referencias bibliográficas pertinentes. Con esta información, el lector
tiene los insumos suficientes para entrar con seguridad al tomo dos.

William E. Cabanillas

246
Recensiones

MANUAL DE CONSEJO PSICOLÓGICO Y


PSICOTERAPIA MOTIVACIONAL EN CASOS
DE DROGODEPENDENCIAS
Estructura de seis sesiones tipo. Tomo II

Milton Rojas Valero (2006)


Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
Tecnológica – CONCYTEC / CEDRO. 170 pags.

Con la incorporación de secciones asociadas a indicadores subjetivos de


consumo, manejo de resistencia en consumidores precontempladores, evaluación,
trabajo motivacional, adicción femenina, terapia farmacológica, entre otras, el
tomo dos se presenta como un manual sobre consejo y terapia motivacional. La
esencia del documento radica en la descripción de seis sesiones tipo: acogida y
apertura, información, orientación y biblioterapia, afianzamiento de la motivación,
control de estímulos, habilidades para el rechazo del consumo y pensamientos
automáticos. Todas estas sesiones buscan construir la motivación para el cambio
y en los casos de dependencia, brindar un primer soporte que permita generar
consciencia clara sobre el problema y cimentar la adherencia a intervenciones
terapéuticas más sostenidas.

La utilidad de este manual no solo involucra aquellos que cumplen criterios


diagnósticos de dependencia, sino también para todo consultante que presenta
algún nivel de problema con el consumo de drogas. Esta característica es central,
tomando en consideración la heterogénea demanda existente, y en el que se
presentaba (hasta la aparición de este libro) escasas herramientas de intervención
para poblaciones consumidoras no dependientes. Entornos como el de la escuela,
universidad, centros de salud y hospitales generales, así como servicios de
orientación y consejería para adolescentes y jóvenes, pueden beneficiarse con
esta obra que integra robustez teórica conceptual con aplicabilidad en el campo
de atención a usuarios con diversas necesidades. Además de lo ya mencionado,
rescatamos la presentación de diversos instrumentos de evaluación que serán de
enorme utilidad.

247
Recensiones

Consideramos que en próximas ediciones es recomendable trasladar


algunos de los tópicos hacia el tomo uno (existen secciones que muy bien podrían
reubicarse al tomo anterior para cerrar las cuestiones clínicas preliminares al
desarrollo de las sesiones), ampliar la sección de derivación tomando en cuenta
los niveles de atención del sistema sanitario nacional, así como la oferta desde el
ámbito privado (aquí muy bien sería de utilidad hacer mención a la importancia
de derivar hacia centros que cumplan con la normativa nacional del caso, así
como el cumplimiento de estándares de calidad), y que se pueda dar mayor
detalle a los procedimientos actualmente descritos(ej. incluir textos con diálogos
de sesión). Estas observaciones son de significado menor en comparación con la
trascendencia de estos dos tomos que incrementan el nivel de las publicaciones
nacionales en el campo de las drogodependencias. La pertinencia de los
temas expuestos, rigurosidad en la presentación de la información conceptual,
preocupación por dotar de la instrumentación adecuada y descripción útil de
sesiones, son sólo algunas de sus fortalezas desde una lectura clínica o editorial.
Sin embargo, esta mirada no es la única, desde una lectura de beneficios e impacto
sobre la población, estos tomos ofrecen la oportunidad de brindar una atención
responsable.

William E. Cabanillas

248
Recensiones

EPIDEMIOLOGY
OF
DRUG ABUSE

Zili Sloboda (Editor) (2005)


New York, Springer. 244 pags.

Nuestro lector agudo, habrá notado la dificultad de encontrar libros sobre


epidemiología del consumo de drogas. Aunque de forma periódica observamos
diversos reportes sobre la magnitud del consumo de drogas, aún se requiere de
publicaciones que nos permitan poseer claridad conceptual sobre diversos temas
epidemiológicos. “Epidemiology of Drug Abuse” inicia con un breve capitulo
sobre la definición y medición de las conductas de abuso. Para ubicarnos bien
sobre lo que encontraremos, esta publicación enfatiza aspectos subclínicos y
clínicos del consumo de drogas. Esta característica marca diferencias importantes
con las diversas publicaciones a las que hemos accedido, en las que se prioriza
una exploración de información sobre consumos no patológicos.

Los capítulos referidos a la heterogeneidad, historia natural y consecuencias


del consumo de drogas, mantienen su postura clínica explicando el rol de
diversos factores de riesgo y la presencia de conducta antisocial como elementos
predictivos del abuso de drogas. Del mismo modo, las progresiones de inicio de
consumo son también consideradas, junto a la persistencia de uso, consecuencias,
cesación y recuperación. Como vamos observando, las aplicaciones de la
investigación epidemiológica en el consumo de drogas van más allá del hallazgo
de prevalencias e incidencias. No obstante, también nos expresa la necesidad
de contar con adecuados sistemas de información que permitan generar datos
complejos de manera periódica.

La segunda sección relacionada con métodos epidemiológicos nos lleva


a descripciones sobre el uso de información recogida por encuestas o fuentes
de información secundaria, considerándose como ámbitos de información
relevantes los programas de tratamiento, información de hospitales y salas de
emergencia, datos sobre enfermedades infecciosas entre otras. La idea central es

249
Recensiones

la de dar nociones sobre la estructuración de sistemas de información basados en


indicadores y objetivos. Un ejemplo de ello, es el expuesto por The Community
Epidemiology Work Group que en sus 32 años de existencia ha logrado articular
cuatro aspectos: identificación de consumos emergentes, análisis espacio-temporal
de los patrones de consumo, identificar nuevas áreas o tópicos de investigación y
optimización de métodos epidemiológicos. Salvando las distancias presupuestales
y de conceptualización, esta información nos reafirma la importancia de generar
en nuestros países sistemas de información acordes a nuestras características.

El muestreo es uno de los pasos ineludibles para los estudios epidemiológicos,


y considerando las características del consumo de drogas, cobra una relevancia
mayor. Este libro también considera estos aspectos, incluyendo diversos temas
como los referidos a sesgos y errores, muestreos no probabilísticos y énfasis
especial a describir métodos de “cadena” como el muestreo de “bola de nieve”,
muy usado para el estudio de poblaciones que cumplen criterios de dependencia.
Los métodos indirectos de estimación de prevalencias se incluyen en este texto,
junto a la descripción de métodos cualitativos (ej. entrevista, focus groups,
observación, técnicas combinadas). Esta sección concluye con aspectos éticos de
la investigación epidemiológica del consumo de drogas.

La investigación epidemiológica descriptiva y analítica se presenta con


un buen capitulo sobre estudios longitudinales, presentándose un modelo de
predicción de consumo de drogas. Asimismo, se realiza una exploración de
la trascendencia de estudios sobre temperamento, autocontrol y modelos de
aprendizaje social como variables predictivas.

A pesar de sus 15 secciones, esta publicación nos deja algunos vacíos. Quizá
el más importante es la ausencia de énfasis en la articulación de la epidemiología
con la planificación de programas preventivos y formulación de políticas.
No obstante, “Epidemiology of drug abuse” es lo suficiente descriptivo para
entender la necesidad de ir complejizando nuestras actuales aplicaciones de la
epidemiología al estudio del consumo de drogas y las drogodependencias.

William E. Cabanillas

250
Recensiones

PROMOTING TREATMENT
ADHERENCE
A Practical Handbook for Health Care Providers

William T. O´Donohue y Eric R. Levensky,


Editores (2006)
Thousand Oaks, Sage. 458 pags.

Los avances en el campo de la salud, en general, y en el campo de las


drogodependencias, en específico, ha permitido la presencia de protocolos de
intervención exitosos. Sin embargo, todo este progreso puede ser no significativo,
si se descuidan diversas condiciones que harán, independientemente de la
efectividad teórica, abandonar el tratamiento. Si realizáramos un ejercicio mental
donde desmenuzamos las conductas involucradas en la recuperación, veremos
la complejidad de las intervenciones terapéuticas. La adherencia, se convierte
entonces en un factor fundamental para un tratamiento exitoso. Lamentablemente,
este conjunto numeroso de conductas a cumplir o desarrollar no es tarea sencilla
para los usuarios de servicios terapéuticos en drogodependencias, abandonando
estos en un porcentaje importante.

Aunque en parte esta dificultad ha sido controlada con la inclusión de


técnicas o intervenciones motivacionales, aún la problemática de la adherencia
es latente, afectando la planificación y promoción de servicios y programas.
Desde el plano conceptual “Promoting Treatment Adherence” intenta cubrir la
escasa publicación sobre este tópico. Sin ser un libro dirigido al campo de las
drogodependencias, su utilidad y extensiones de aplicación son excelentes. En
sus 29 secciones cubre un amplio rango temas que van desde la evaluación hasta
promoción de la adherencia en poblaciones específicas.

La parte introductoria realiza una adecuada ubicación conceptual sobre


los conceptos de “adherencia”, una identificación de los principales factores
relacionados a “no adherencia” y una descripción de las principales estrategias de
intervención. La segunda parte del libro presenta diversos instrumentos para la

251
Recensiones

evaluación. A diferencia de lo que esperábamos, están disponibles diversos medios


de evaluación (ej. autoreportes, medidas bioquímicas). Asimismo, derivado del
análisis conductual, se realiza una amplia presentación del Health Compliance
Model II (HCM-II). Este modelo incluye el análisis de condiciones ambientales,
conductas operantes y variables cognitivas. Además releva la participación de
repertorios básicos conductuales, los cuales deben poseerse o incorporarse para
la realización de conductas de adherencia. La trascendencia aplicativa de este
modelo va por dos caminos. El primero se asocia con una utilidad evaluativa,
pues el modelo es útil para identificar componentes específicos conductuales.
Y la segunda se relaciona a una utilidad predictiva, en el que a partir de la
identificación se puede estructurar intervenciones específicas para generación de
conductas de adherencia.

Las estrategias de promoción de conductas de adherencia se presentan en


una tercera parte que inicia con una interesante sección sobre las aplicaciones de
la entrevista motivacional. Seguidamente se presentan secciones sobre estrategias
específicas: educación al usuario/paciente, entrenamiento de habilidades (ej.
automonitoreo, manejo de contingencias, entre otras), soporte social, resolución de
problemas, prevención de recaídas y los equipos de colaboración para promoción
de la adherencia.

La cuarta parte se concentra en la promoción de la adherencia para tratamientos


específicos. Aunque esta parte del texto cubre temas diversos de aplicación (ej.
hipertensión, régimen de ejercicios físicos, cáncer, entre otros), nos concentraremos
en dos: cesación de la conducta de fumar y dependencia a drogas. Luego de
pasar por una reseña de los tratamientos más exitosos para cesación tabáquica
(antidepresivos, terapia de reemplazo de nicotina y tratamientos psicosociales),
se analiza diversos factores riesgo para la no adherencia: nivel de dependencia a la
nicotina, aspectos sociodemográficos (ej. género), depresión y ganancia de peso.
Ante este panorama, la propuesta de intervención para promover la adherencia,
pasa por una fase de evaluación que incorpore aspectos motivacionales y soporte
social. La sección sobre adherencia en el tratamiento de drogodependencias
presenta datos relevantes de su influencia negativa sobre resultados y pronostico.
Sin duda, el carácter inherentemente reforzante de las sustancias psicoactivas
provoca que muchos usuarios simplemente no “deseen” dejar de consumir ni
seguir régimen terapéutico alguno. Este y otros factores generan un alto nivel
complejidad para el clínico. Ante esta problemática se propone una intervención
basada en principios de la terapia conductual y aprendizaje social que consta de

252
Recensiones

tres componentes. El primero relacionado a realizar un “contrato” de colaboración


estrecha en el que se incida en la conveniencia de obtener resultados de tratamiento.
El segundo se concentra en ofrecer indicaciones explicitas sobre la continuidad
de cumplimiento del tratamiento (ej. tarjetas, cartas, llamadas). Finalmente,
se provee al usuario de diversos reforzadores (ej. certificados) mientras se va
avanzando en las sesiones o etapas del programa terapéutico.

Aunque este libro no ahonda en detalles procedimentales, es sin duda una


publicación de obligatoria lectura y análisis. La multiplicidad de temas expuestos,
estrategias y aplicaciones a diversas poblaciones objetivo, lo convierte en una
herramienta útil para entender apropiadamente la adherencia al tratamiento, tema
prioritario a trabajar para fortalecer intervenciones eficaces.

William E. Cabanillas

253
NORMAS DE PUBLICACIÓN
Los trabajos serán aceptados a partir de una exhaustiva evaluación de su
relevancia teórica y aplicada, siendo un eje central de evaluación la rigurosidad
con la que se trate el tema.

Las contribuciones deberán ser inéditas y no estar consideradas en otra


revista para su publicación. La extensión máxima de un artículo no excederá las
30 páginas escritas a doble espacio, teniendo un resumen en inglés que contenga
entre 100 a 150 palabras

En la primera página del artículo irá el titulo del artículo en español y en


inglés, los nombres de los autores, la institución u organismo en el que laboran,
las palabras clave en español y en inglés (máximo cuatro), la dirección a la que
se dirigirán las peticiones de ejemplares del artículo, y la dirección de correo
electrónico del autor principal. En la segunda página se incluirá el resumen
en inglés y en la tercera página el resumen en español. En la cuarta página se
ubicará nuevamente el titulo en español (sin los nombres) y se dará comienzo a la
introducción y demás secciones.

Para los artículos teóricos, la estructuración deberá guardar claridad y


coherencia realizando una exposición ordenada en la que conste un planteamiento
general, el estado actual del problema, los objetivos del trabajo y conclusiones. En
el caso de los trabajos empíricos se incluirá los siguientes apartados: introducción,
método (sujetos, instrumentos, procedimiento, etc.), resultados, conclusiones
y/o discusión. Los casos clínicos tendrán una estructura lógica y coherente:
encuadre teórico, sujeto, procedimiento de evaluación, tratamiento y resultados.
Igualmente, las comunicaciones cortas seguirán un orden lógico y no superarán
las 15 páginas de extensión.

Las figuras, dibujos, gráficos y tablas (una en cada hoja) deberán de ser
realizadas por los autores del modo definitivo en el que deseen que aparezcan y estar
numeradas correlativamente, indicando su ubicación en el texto. Las fotografías
o figuras equivalentes tendrán una calidad suficiente para su reproducción, y su
tamaño se ajustará a una base de 7 ó 14 cms y a una altura máxima de 20 cms.

255
El uso de notas será mínimo y nunca a pie de página. Las que resulten
imprescindibles se numerarán en el texto con números arábigos consecutivos e
irán impresas en una hoja separada.

Presentación de Artículos
Los trabajos serán presentados en un diskette (en versión Word para Windows)
acompañado de una versión impresa al coordinador: William E. Cabanillas, Revista
Peruana Drogodependencias. Investigación y Análisis.,Comisión Nacional para
el Desarrollo y Vida sin Drogas. Av. Benavides 2199- B, Lima 18, Perú (e-mail:
wcabanillas@devida.gob.pe)

La recepción de los trabajos será notificada al autor de inmediato, y se le


informará del estado del mismo. La revista se reserva el derecho de aceptar o
rechazar los manuscritos recibidos, así como de solicitar las mejoras, correcciones,
aclaraciones o modificaciones que considere pertinentes. Igualmente, se reserva
el derecho a realizar las correcciones de estilo que se estimen oportunas.

Se entiende que las opiniones y valoraciones expresadas por los autores en


los artículos son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen la opinión de
la Revista. Las actividades descritas en los trabajos publicados estarán de acuerdo
con los criterios de la ética y la deontología profesional.

Evaluación de Artículos
La revista evaluará las propuestas mediante un sistema de revisión por pares
o expertos (peer review). La evaluación será efectuada por árbitros anónimos,
entendidos en la materia objeto del trabajo, cuya apreciación será comunicada
al editor quien informará de manera anónima los resultados de la evaluación
(“revisión doblemente ciega”). La aceptación o no aceptación de la propuesta
será comunicada al autor principal a la brevedad posible.

256
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ISSN: 1729-7559

17297559

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