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AGUSTINA DE ARAGÓN

Agustina Zaragoza y Doménech nace en Barcelona en 1786. En 1803 casa con Juan
Roca Vilaseca, un cabo de artillería. En 1808 tras la sublevación, su marido se incorpora
al ejército que resiste a los franceses y ella viene a Zaragoza seguramente huyendo del
frente de guerra catalán: en ese momento tiene un hijo.
Agustina es una más de las muchas mujeres que se destacaron en la lucha contra los
franceses. Como todas, sus tareas consistían en dar de comer y beber a los defensores,
llevarles munición y ayudarles a recargar las armas, fabricar pólvora, hacer barricadas,
asistir a los heridos y transportarlos a los hospitales, etc. En el tipo de guerra que se
"inventó" en Zaragoza, tipo guerrilla urbana, donde toda la población se ve implicada
estas funciones no son de ninguna forma "secundarias" pues sin ellas es imposible
mantener la resistencia. Además cuando faltaba otra defensa ellas mismas luchaban con
idéntico valor y arrojo que los hombres.
Se la conoce sobre todo por un hecho ocurrido el 2 de julio de 1808: en la batería de
artillería del Portillo, zona donde ella solía luchar, hubo un momento en que todos los
que disparaban con los cañones o habían muerto o estaban desmayados. Hay que decir
que desde el día anterior los franceses habían lanzado un ataque masivo sobre la ciudad,
siendo el Portillo uno de los puntos fuertes de defensa y lugar por tanto por donde
podían romperse las defensas de la ciudad. En ese momento de confusión en que los
españoles dejan de disparar, los franceses avanzan se supone que con cautela - algunos
dicen que mandaron una avanzadilla y al no ser disparados dieron la orden de ataque - y
llegan a la batería española. En ese momento, y ante la situación de peligro Agustina ve
cómo un cañón de a 24 (uno de los más potentes, de 3 metros de largo y 2 toneladas de
peso, se cargaba con hasta 11 kilos de munición) está preparado para disparar, acerca el
botafuego (palo con el que se acercaba la llama que prendía) al oído (mecha) y dispara.
La descarga es terrible, causa conmoción y gran destrozo y da tiempo a que otros
defensores se hagan cargo de la batería.
Esta acción tiene enorme repercusión en toda Zaragoza: Palafox concede a Agustina el
título de artillera y un sueldo de 6 reales diarios. Agustina pasa a convertirse enseguida
en un personaje muy popular, su fama traspasará incluso las fronteras españolas y su
acción se conoce y comenta en toda Europa, lo mismo que los Sitios. Será representada
por Goya (grabado "Qué valor") y por otros artistas europeos. La narración del hecho se
adornará más tarde de manera romántica, diciendo que era su marido, o su amante,
quien acababa de morir al pie del cañón - literalmente - y Agustina, ciega de furia y de
venganza, le sustituye.
Lo cierto es que casi todas las mujeres zaragozanas protagonizaron hechos incluso de
más valor; su actuación sorprendió más por ser realizado por una mujer - en una época
en las que se las consideraba seres débiles y medio inútiles - y por una civil (de algo le
serviría a Agustina ser esposa de un artillero). Sin embargo hay que decir que Agustina
se toma muy en serio su nuevo trabajo, y la encontramos luchando en primera línea
durante los dos Sitios.

Enferma de la epidemia de tifus que asola la ciudad es hecha prisionera junto con su
hijo y enviada a Francia con el resto de prisioneros zaragozanos en condiciones
inhumanas. Napoleón había calculado fríamente que a un ritmo de 300 prisioneros que
murieran cada día entrarían en Francia menos de la mitad de los que salieron. Además
estipula que los que lleguen, salvo los oficiales y gente de rango (un decisión muy
clasista) se les destine a trabajar en la desecación de pantanos y otros trabajos en los que
la mortandad era elevadísima. Parece una decisión tipo "solución final". Napoleón
opinaba que esta gente eran unos "fanáticos que no merecen ningún tipo de
consideración". Ningún reconocimiento pues a un pueblo que se le ha enfrentado con
extremo valor, o quizás precisamente por ello.

En Puente la Reina consigue escapar y huir, pero a la altura de Ólvega su hijo, de 5


años, muere, víctima como ella misma dice de la enfermedad, hambre y agotamiento.
No por ello se arredra Agustina, y pronto la encontramos en Sevilla, con los patriotas,
donde le conceden el grado de Subteniente. Va también a Cádiz, y participa en la
defensa de Tortosa en 1810, donde es hecha de nuevo prisionera volviendo a escapar a
Zaragoza. Hay un paréntesis en su vida hasta 1813, en que participa en la batalla de
Vitoria que sella el fin del dominio napoleónico.

Fernando VII le aumentó el salario y le concedió otras distinciones. Agustina se reúne


con su marido en 1814 y tienen otro hijo, Juan. En 1823 muere su marido de tisis
(tuberculosis) y pocos meses después casa de nuevo con un médico 12 años más joven
que ella, Juan Cobos Mesperuza, con quien tiene una hija, Carlota. Se instalan en
Valencia y luego en Sevilla, desde donde ella se irá a Ceuta a vivir con su hija Carlota,
casada con un militar (¿por desavenencias con su marido?). Allí morirá en 1857. En
junio de 1870 sus restos se traen a Zaragoza con grandes honores allí por donde pasa,
siendo enterrada en la iglesia del Portillo.

Agustina "de Aragón" es el icono de los Sitios. Resume en su persona a todas las
personas, conocidas y en su mayoría desconocidas que lucharon en Zaragoza: de ahí su
importancia.
Sorprende su tenacidad en la lucha a lo largo de la guerra, en esto es excepcional pues el
resto de mujeres participantes en la lucha abandonan ésta una vez Zaragoza capitula,
volviendo a una existencia poco destacable, privada y anónima. Quizás su continua
relación con el estamento militar le dio una visión más oficial de su nombramiento
como artillera, y ello la motivó a actuar como lo que era: suboficial del ejército. Su vida
privada levanta polémica. Ya estando en Zaragoza se rumoreó que tenía amores
adúlteros con otro militar. Claro que en ese momento y hasta el final de la guerra no se
vuelve a encontrar con su marido, quizás desconociera dónde estaba o si vivía (¿por qué
no se reúne con él cuando se escapa?). Su segundo matrimonio ha sido también muy
comentado, así como sus posibles tensiones familiares.

En otro orden de cosas, sorprende también que ni ella ni nadie de los héroes de los
Sitios vuelvan a ser nombrados o reconocidos por la monarquía o el estado. Al respecto
no se puede olvidar que el absolutista Fernando VII no tendría mucho interés en
ensalzar a quienes le habían puesto en el trono de manera más o menos popular mientras
él descansaba (prisionero, eso sí) en el castillo de Valençay. Pero luego los liberales
tampoco parece que tuvieran mucha más intención de hacer reconocimientos públicos;
incluso las pagas prometidas solían retrasarse o no pagarse. Muchísima gente de
Zaragoza que no perdió la vida perdió en cambio su hacienda, algunos se arruinaron
pues con sus dineros habían sostenido económicamente la defensa (armas, municiones,
comida...). Muchos murieron en la pobreza, y esto causa vergüenza.

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