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Tenemos que abrir los Evangelios y escritos

de la Biblia para fundamentar este


sacramento. Está claro que no lo inventó la
Iglesia, sino el mismo Cristo.

Si abrimos la Biblia y consultamos Mt 16,19;


18,18; Jn 20. 19-23, veremos que estos
textos son claves para probar que este
sacramento lo quiso Cristo, fue invención del
Corazón misericordioso de Cristo.
Cristo otorga al apóstol Pedro el poder de atar y
desatar en la tierra, para que quede eso mismo
atado y desatado en el cielo.

Pero este poder no está reservado sólo a Pedro,


sino que lo trasmite a los demás apóstoles:
“Recibid el Espíritu Santo a quienes
perdonéis…”.

Les está concediendo el ministerio de la


misericordia. Lo ejercerán en nombre de Cristo
y con la autoridad de Cristo.
Es verdad que sólo Cristo es el autor del
perdón. Nada ni nadie escapa a su
misericordia.

El pone en el pecador el deseo de pedir


perdón, y al mismo tiempo mueve a los
corazones a aceptar ese perdón ofrecido
misericordiosamente.
 Tanto la mujer pecadora con sus lágrimas,
como la adúltera que iba a ser apedreada,
como Zaqueo que de ladrón se convierte en
justo, como el hijo pródigo… todos fueron
perdonados por Cristo.

Quiénes estuvieron al lado de Cristo en la Cruz?


Es más, si abrimos las cartas de San Pablo
veremos cómo los apóstoles ejercieron el
poder que Cristo les había dado de “atar o
retener” los pecados. Podemos consultar Rm
6, 8-10; 2Cor 5,17-21; Ef 4, 22-23; Rm
5,20.

Los apóstoles saben que el ministerio de la


reconciliación proviene de Dios y que han
recibido la palabra de la reconciliación para
exhortar a los hombres y mujeres a la
conversión y a cambiar de vida, revistiéndose
la persona nueva, que es Cristo.
 La constante suplica de los apóstoles a
nosotros, sus discípulos, es que debemos
morir al pecado para vivir la Vida que Cristo
Jesús nos ha legado como herencia.

Pedro, en su primer discurso después de


Pentecostés, nos dijo: “Convertíos… para que
se os perdonen los pecados” (Hechos 2,38) y
Pablo a los gentiles de Listra les dijo:
“Convertíos al Dios vivo” (Hechos 14,14).
El Magisterio de la Iglesia, a través de los Papas,
ha hablado sobre este sacramento de la confesión
o reconciliación.
Estos son los documentos más importantes:
1) Constitución apostólica, “Poenitemini” (Convertíos) del
‘66, del Papa Pablo VI.
2) De Pablo VI está la constitución “Indulgentiarum
doctrina” sobre la doctrina de las indulgencias, del ‘67
3) De Juan Pablo II, tenemos la exhortación
apostólica “Reconciliatio et Poenitentia” del ‘84.
Están, por supuesto, otros documentos, por ejemplo el
ritual de la Penitencia ‘73; el Código de Derecho
Canónico del ‘83; en los cánones 959-997.
Para valorar este sacramento me serviré de dos
documentos del Magisterio:

“Poenitemini” del Papa Pablo VI y


“Reconciliatio et poenitentia” del Papa Juan
Pablo II.

Comencemos con “Poenitemini”.


Abramos el Antiguo Testamento para descubrir el
valor de la culpa y la misericordia de Dios, y la
necesidad de hacer penitencia.

Se descubre cada vez con una riqueza mayor el


sentido religioso de la penitencia. Aunque a ella
recurren las personas después del pecado para
aplacar la ira divina (Jr 36, 9), o con motivo de
graves calamidades (Jdt 20, 26), o ante la
inminencia de especiales peligros (Sal 34, 13), o
más frecuentemente para obtener beneficios del
Señor, sin embargo, podemos advertir que el acto
penitencial externo va acompañado de una actitud
interior de “conversión”, es decir, de reprobación y
alejamiento del pecado y de acercamiento hacia
Dios
 Por tanto, la penitencia es ya en el Antiguo
Testamento un acto religioso, personal que
tiene como término al amor y el abandono en
el Señor: ayunar para Dios, no para sí mismo.

No falta también en el Antiguo Testamento el


aspecto social de la penitencia: las liturgias
penitenciales de la Antigua Alianza (cfr. Lv
23,29).
 También la penitencia en el Antiguo Testamento se
presenta ya como medio y prueba de perfección y
santidad: Judit, Daniel, la profetisa Ana y otros,
servían a Dios noche y día con ayunos y oraciones,
con gozo y alegría.

Hay quienes se ofrecían a satisfacer, con su


penitencia personal, por los pecados de la
comunidad. Así lo hizo Moisés en los 40 días que
ayunó para aplacar al Señor por las culpas del
pueblo infiel. O la figura del Siervo de Yahvé.

Sin embargo, todo esto no era más que sombra de


lo que había de venir. En Cristo y en la Iglesia
adquieren dimensiones nuevas, profundas, como
veremos.
La confesión debe ser una fiesta de
reconciliación. En la confesión se
encuentran la misericordia y la miseria. La
misericordia de Dios y la miseria de la
persona.

Quién dude del amor misericordioso de


Dios, que se acerque a la confesión y verá.
 Cristo comenzó su misión pública con este
mensaje gozoso: “Está cerca el Reino de
Dios”, al que sumó este mandato
comprometedor: “Convertíos y creed en el
Evangelio”. Estas palabras constituyen, en
cierto modo, el compendio de toda la vida
cristiana.

“Convertios y creed en el Evangelio”


Al cielo sólo se llega por la conversión, por la
trasformación y renovación de todo el hombre
–de todo su sentir, juzgar y disponer- y esto
se lleva a cabo con la ayuda de Dios tres
veces Santo. Y esta ayuda brota a través de
los sacramentos, especialmente de la
confesión y de la Eucaristía.
Cristo no sólo pidió la conversión, sino que
instituyó este maravilloso medio de la
confesión, cuando en su Pascua les dijo:
“Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis
los pecados le serán perdonados, y a quienes
se los retengáis les serán retenidos” (Jn 20,
23).

Por eso, para un cristiano no hay otro medio


ordinario para recibir el perdón de los pecados
que a través del sacramento de la confesión,
que ofrece la Iglesia con tanto amor y
generosidad.
 El otro documento papal, esta vez de Juan Pablo II,
es la exhortación apostólica “Reconciliatio et
Poenitentia”.
¿Cuáles son los puntos más importantes de este documento?

1° Nadie se acercará a la confesión si primero no se


reconoce pecador. Es la experiencia ejemplar de
David, quién después de haber hecho lo que al Señor
le parece mal, al ser reprendido por el profeta Natán,
exclama: “Yo reconozco mi culpa, tengo siempre
presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces” (Sal 50, 5ss).
También fue así la experiencia del hijo pródigo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lc 15,
21).
Mientras el hombre no se reconozca pecador,
no irá a la confesión. Somos pecadores. No
perder nunca la conciencia del pecado. No
deformar la conciencia, no anestesiarla, pues
perdería la sensibilidad y el sentido del pecado.

¿Cómo se deforma y se anestesia? A través de


trampejas, sofismas, dejarse llevar por vicios,
por el ambiente, libertad relativista, relajado y
ligero, abandonar la oración.
 2° Después de reconocerse pecador, el hombre
debe acercarse al Dios de la misericordia, con
humildad, sinceridad, arrepentimiento, que le
perdonará a través del ministerio de la Iglesia.
Acercarse confiado, consciente de que el
“mysterium pietatis” (misterio de la piedad y
amor misericordioso de Dios) es más grande
que el “mysterium iniquitatis” (misterio de
iniquidad o pecado). Este misterio del amor
misericordioso de Dios se hace visible en
Cristo, que suscita en el alma el movimiento de
conversión, de vuelta a Dios en el sacramento
de la confesión, que la Iglesia ofrece a manos
llenas.
3° Cristo ha confiado a la Iglesia el ministerio de
la reconciliación. Es un servicio que debe hacer
la Iglesia. La Iglesia, a través de los sacerdotes,
debe darse tiempo para ofrecer este servicio:
confesar, confesar, confesar. Todas las demás
actividades que hace la Iglesia no valdrían
nada, si no diera prioridad a este servicio de
ofrecer a los hombres el perdón de Dios,
siempre, a todas horas.
 4° El sacerdote confesor actúa “in persona Christi”,
en la persona de Cristo. Cristo, a quien el sacerdote
confesor hace presente, y que por su medio realiza
el ministerio del perdón de lo pecados, es el que
aparece como “hermano” del hombre, pontífice
misericordioso, fiel y compasivo pastor, decidido a
buscar la oveja perdida, médico que cura y conforta,
maestro único que enseña la verdad e indica los
caminos de Dios, juez de los vivos y de los muertos,
que juzgan según la verdad y no según las
apariencias.

Este servicio y ministerio, dice Juan Pablo II es el más


difícil y delicado, el más fatigoso y exigente, pero uno
de los más hermosos y consoladores ministerios del
sacerdote (n. 29).
 5° Con la confesión, el pecador se reconcilia
con el Padre, se reintegra a la comunión
eclesial con los hermanos que había roto con el
pecado, recobra la paz consigo mismo, y
escucha del confesor “firme, alentador y
amigable”: “Anda, y en adelante no peques
más”.

El Papa Juan Pablo II en este documento


“Reconciliación y Penitencia” nos dice: “Es
necesario hacer a los fieles una catequesis lo
más esmerada posible acerca del sacramento
de la Penitencia”.
 Invocación al Espíritu Santo para que me ilumine y
pueda hacer un buen examen de conciencia y
confesión.
 Examinar la conciencia antes de ir a confesarse

¿Cuánto tiempo hace que no me confieso?.


Después de eso Puedo optar por varios métodos:
-Repasando cada uno de los mandamientos.
-Repasando las obras de misericordia corporales y
espirituales.
-Repasando mi vivencia cristiana con los
mandamientos de la iglesia
 Arrepentimiento de todos los pecados.
 Contrición: Firme propósito de enmienda (de
no volver a pecar).
 Confesar todos los pecados al sacerdote.
 Cumplir la penitencia.
“Convertios y creed en el Evangelio”
DIEZ MANDAMIENTOS Volver

1. Amarás a Dios sobre todas las.


2. No dirás el nombre de Dios en vano.
3. Santificarás las fiestas.
4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
5. No matarás.
6. No cometerás actos impuros.
7. No robarás.
8. No darás falsos testimonios ni mentiras.
9. No consentirás pensamientos ni deseos
impuros.
10.No codiciarás los bienes ajenos.
El catecismo católico, citando el Evangelio de Mateo (Mt 22;37-40) añade:
«Estos Diez Mandamientos se encierran en dos; amarás
a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti
mismo»
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I.- Obras de misericordia II.- Obras de misericordia


corporales: espirituales:

1) Visitar a los enfermos 1) Enseñar al que no sabe


2) Dar de comer al 2) Dar buen consejo al que lo
hambriento necesita
3) Dar de beber al sediento 3) Corregir al que se equivoca
4) Dar posada al peregrino 4) Perdonar al que nos ofende
5) Vestir al desnudo 5) Consolar al triste
6) Visitar a los presos 6) Sufrir con paciencia los
7) Enterrar a los difuntos defectos del prójimo
7) Rezar a Dios por los vivos y
por los difuntos.
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Mandamientos de la Iglesia

1. Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de


guardar.
2. Confesar los pecados mortales al menos una vez al
año, en peligro de muerte y si se ha de comulgar.
3. Comulgar al menos por Pascua de Resurrección.
4. Ayunar y no comer carne cuando lo mande la Santa
Madre Iglesia.
5. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
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Pecados capitales

1. Soberbia
2. Avaricia
3. Envidia
4. Ira
5. Lujuria
6. Gula
7. Pereza

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