El psicoanálisis contradijo todas las opiniones populares
sobre la sexualidad. Sus principales resultados son: a) la
vida sexual no comienza sólo con la pubertad, sino que se inicia enseguida después del nacimiento con nítidas exteriorizaciones; b) es necesario distinguir de manera tajante entre los conceptos de “sexual” y de “genital”. El primero es el más extenso, e incluye actividades que nada tienen que ver con los genitales; c) la vida sexual incluye la función de la ganancia de placer a partir de zonas del cuerpo (zonas erógenas), función que es puesta con posterioridad al servicio de la reproducción. La innovación de la teoría freudiana es que la sexualidad aparece poco después del nacimiento (no en la pubertad como se cree). La vida sexual, lo que llamamos la “función libidinal”, recorre una serie de fases sucesivas que no presentan el mismo aspecto. El punto de viraje de ese desarrollo es la subordinación de todas las pulsiones parciales bajo el primado de los genitales y, con este, el sometimiento de la sexualidad a la función de la reproducción. Antes de ello, hay por así decir, una vida sexual descompaginada, una práctica autónoma de las diversas pulsiones parciales que aspiran a un placer de órgano. Esta anarquía se atempera por unos esbozos de organizaciones pregenitales. Por lo tanto, llamaremos “pregenitales” a las organizaciones de la vida sexual en que las zonas genitales todavía no han alcanzado su papel hegemónico. Llamamos sexuales a las dudosas e indeterminables prácticas placenteras de la primera infancia porque el camino del análisis nos lleva a ellas desde los síntomas pasando por un material indiscutiblemente sexual. Fase Oral El primer órgano que aparece como zona erógena y propone al alma una exigencia libidinosa es, a partir del a nacimiento, la boca. Al comienzo, toda actividad anímica se acomoda de manera de procurar satisfacción a la necesidad de esta zona. Desde luego, ella sirve en primer término a la autoconservación por vía del alimento. Pero muy temprano, en el chupeteo en que el niño persevera obstinadamente se evidencia una necesidad de satisfacción que, si bien tiene por punto de partida la recepción de alimento y es incitada por esta, aspira a una ganancia de placer independiente de la nutrición, y que por eso puede y debe ser llamada sexual. Una primera organización sexual pregenital es la oral (Fase oral), o si se prefiere, canibálica. La actividad sexual no se ha separado todavía de la nutrición, ni se han diferenciado opuestos dentro de ella. El objeto de una actividad es también el de la otra; la meta sexual consiste en la incorporación del objeto, el paradigma de lo que más tarde, en calidad de identificación, desempeñará un papel psíquico tan importante. El chupeteo puede verse como un resto de esta fase hipotética que la patología forzó a suponer; en ella la actividad sexual, desasida de la actividad de la alimentación, ha resignado el objeto ajeno a cambio de uno situado en el cuerpo propio. Así, la zona erógena de la boca desempeña el papel principal, la práctica sexual del chupeteo le pertenece (desarrollo libidinal). A partir del chupeteo, como exteriorización de la sexualidad infantil, Freud propone tres caracteres (de una exteriorización sexual infantil): - que nace apuntalada en una de las funciones corporales importante para la vida (la nutrición); - que todavía no conoce un objeto sexual, pues es “autoerótica”, - y que su meta sexual se encuentra bajo el impero de una “zona erógena” (sector de piel o de mucosa en el que estimulaciones de cierta clase provocan una sensación placentera de determinada cualidad). Fase Sádico-Anal (de 2 a 3 años y medio) Segunda fase pregenital. aquí ya se ha desplegado la división de opuestos, que atraviesa la vida sexual; empero, no se los puede llamar todavía masculino y femenino, sino que es preciso decir “activo y pasivo”. La actividad es producida por la “pulsión de apoderamiento” a través de la musculatura del cuerpo, y como órgano de meta sexual pasiva se constituye ante todo la mucosa erógena del intestino; empero, los objetos de estas aspiraciones no coinciden. Junto a ello, se practican otras pulsiones parciales de manera autoerótica. En esta fase sádico-anal, la satisfacción es buscada en la agresión y en la función excretoria (sadismo: mezcla pulsional de aspiraciones puramente libidinosas con otras destructivas puras). Las aspiraciones de meta pasiva, en esta fase, se anudan a la zona erógena del orifico anal, muy importante en este período. La pulsión de ver y la pulsión de saber despiertan con fuerza; los genitales participan en la vida sexual propiamente dicha sólo en su papel de órganos para la excreción de la orina.