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LAS DOS

MARIPOSAS
Autor: Ana María Yépez
Una noche calurosa, en pleno verano, un padre
y sus dos hijos se encontraban con la ventana
abierta para refrescar el ambiente y, de paso,
contemplar las estrellas de aquel límpido cielo.
Dos mariposas ingresaron imprevistamente en
la habitación, revoloteando alocadamente, y se
dirigieron hacia una vela encendida colocada
sobre una vetusta mesa.
El padre de los niños, intuyendo lo que podría suceder,
ahuyentaba a las intrusas, pero éstas, porfiadas como ellas
solas, volvían a la carga una y otra vez.
La más bonita se aproximó tanto a la llama que no pudo
evitar que sus alas se achicharran, cayendo de espaldas
sobre la mesa.
-¡Qué pena! –suspiró el mayor de los niños-. Era la más
linda y ahora no es más que un triste despojo.
-¡Claro que es una pena! –intervino el padre-. Nadie más
que ella ha buscado su fin. Son tan inconscientes estos
insectos que se dejan deslumbrar por el brillo del fuego. Se
parecen a aquellos hombres que arriesgan todo por el lujo
y las vanidades de la vida, por el oro y el dinero, que casi
siempre son causa de su perdición.
La otra mariposa, indiferente a lo ocurrido a su compañera,
hacía las mimas piruetas.
-¡Esta mariposa va a terminar como la otra! –dijo el más
pequeño de los niños.
-hay que evitar la tragedia. Trataré de atraparla –repuso el
padre.
Cuando la mariposa se abalanzó nuevamente sobre la
llama, el padre, cogiendo un vaso, la apresó sobre la
mesa.
Dentro de la copa, la mariposa se deshacía en toda clase
de movimientos, como queriendo zafarse de su prisión o
para expresar su furia por haber perdido la libertad.
-Vean, hijos míos, como está de colérica esta mariposa. De
seguro que, a su modo, debe estar insultándome y no se
da cuenta que le he salvado la vida.
Esto mismo podría ocurrir con ustedes si alguna vez los
castigo por hacer travesuras que ponen en riesgo sus
vidas o que atentan contra las buenas maneras, concluyó
el padre.

FIN

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