NEGOCIO JURÍDICO
EL OBJETO DE LA INTERPRETACIÓN Y SU
DEFINICIÓN
Interpretación jurídica
IDEA ABSTRACTA
RECAE SOBRE : un
documento o el conjunto de
documentos de LOS CUALES
SE SABE O SE POSTULA QUE
EXPRESAN una norma
jurídica determinada o un
conjunto de normas
Sin embargo, ello no quiere decir, que en determinados casos
no se puedan aplicar las reglas de la denominada
“interpretación de la ley” en ciertos actos o negocios jurídicos.
Tal fue el caso de Minera Yanacocha, cuyo art. 11 de su
estatuto establecía cuatro excepciones en las cuales no
operaba el derecho de preferencia en el caso de transferencia
de acciones. Al presentarse un supuesto fuera de estas
excepciones, se discutió si debía (o no) activarse tal derecho
de preferencia.
Caso Minera Yanacocha S.A.
Art. 11 Estatuto:
OBJETIVA
La búsqueda de la común intención no
se limita sólo a rescatar lo que expresó
cada una de las partes: dado que el
contrato es un acuerdo de voluntades,
se debe arribar al consentimiento, es
decir, al entendimiento al cual
presumiblemente las partes han (o
creyeron haber) llegado, a la
programación de la relación jurídica
entablada, para poder así,
reconstruirla.
Como ya se advirtió, esta búsqueda se
extiende a la fase anterior y posterior
de celebración del contrato: no sólo a
través de los documentos redactados,
sino del comportamiento de las
partes. Es cierto que se puede
emprender esta búsqueda con
parámetros subjetivos (siendo una
suerte de medium de las intenciones
de las partes) o con parámetros
objetivos (individualizando y
entrelazando datos de hecho que nos
permitan llegar a dicha común
intención).
La pregunta de rigor es: ¿Aunque haya asumido
parámetros objetivos o subjetivos para determinar
la “común intención”, ésta es tal o sólo un
espejismo? En efecto, la discusión sobre la
“común intención” surge en el momento
patológico de la relación contractual y podrá
haber tantas interpretaciones de “común
intención” como partes en un contrato. Cuando el
llamado a decidir (juez o árbitro) opte por una de
éstas ¿fue verdaderamente “la común intención”
de las partes? Ello pone en evidencia que esta
forzosa búsqueda en medio del desierto de la
discordia (entre las partes) nos lleva a un oasis
que no necesariamente es real, sino el que
presumiblemente y en atención a lo declarado y a
la conducta de las partes, es el que se asume como
válido: necesario espejismo en aras de la
seguridad jurídica. En suma: no necesariamente
se descubre una regla pre-existente, sino a un
“resultado” interpretativo. Como agudamente ha
sido observado, es tan obsesiva, como hipócrita,
la preocupación del juez por el principio que él no
puede “hacer el contrato por las partes” .
La buena fe y la moralización de las relaciones económicas
Caso: