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INTERPRETACIÓN DEL

NEGOCIO JURÍDICO
EL OBJETO DE LA INTERPRETACIÓN Y SU
DEFINICIÓN

VOLUNTAD EXTERIORIZADA DEL AGENTE


Se debe tener presente que “el material
“interpretativo” al cual se debe recurrir es vasto.
Relevan todos los comportamientos tenidos en
ocasión de la conclusión del negocio y las
circunstancias que los iluminan: Tratativas,
correspondencia, propuestas, borradores de
textos no aceptados, incluso modalidades de
ejecución del contrato, si se han verificado”
(CASELLA).
La interpretación del negocio jurídico debe ser
diferenciada de la denominada “interpretación
de la ley”. En efecto, si bien ambas forman parte
del género “interpretación jurídica”, la primera
es una técnica integradora de la voluntad
exteriorizada del agente, mientras que la
denominada “interpretación de la ley” es una
“técnica integradora del mensaje legislativo”
(FROSINI).
FROSINI

Interpretación jurídica

Interpretación de la ley Interpretación de negocios jurídico

La primera es una técnica “Técnica integradora del mensaje


integradora de la legislativo”
voluntad exteriorizada
del agente
La interpretación de la ley no recae (como
comúnmente se cree) sobre las normas jurídicas
(que son objetos ideales) sino sobre “un documento
o el conjunto de documentos de los cuales se sabe o
se postula que expresan una norma jurídica
determinada o un conjunto de normas; LA NORMA
JURÍDICA es el significado que mediante la
interpretación es atribuido al documento o a una
combinación de determinados documentos”
(TARELLO).
INTEPRETACION DE LA NO RECAE SOBRE
LEY LA NORMA

IDEA ABSTRACTA
RECAE SOBRE : un
documento o el conjunto de
documentos de LOS CUALES
SE SABE O SE POSTULA QUE
EXPRESAN una norma
jurídica determinada o un
conjunto de normas
Sin embargo, ello no quiere decir, que en determinados casos
no se puedan aplicar las reglas de la denominada
“interpretación de la ley” en ciertos actos o negocios jurídicos.
Tal fue el caso de Minera Yanacocha, cuyo art. 11 de su
estatuto establecía cuatro excepciones en las cuales no
operaba el derecho de preferencia en el caso de transferencia
de acciones. Al presentarse un supuesto fuera de estas
excepciones, se discutió si debía (o no) activarse tal derecho
de preferencia.
Caso Minera Yanacocha S.A.

Art. 11 Estatuto:

No opera el derecho de preferencia en el supuesto de

«transferencia por reorganización de las sociedades tenedoras


de las mismas (acciones) a favor de otras sociedades
controladas por los mismos accionistas o socios».
La Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema de Justicia,
mediante resolución del 3 de junio de 1998 (Casación N.o
461-97), expresó lo siguiente:

“Que la interpretación contrario sensu no está prohibida por el


artículo cuarto del Título Preliminar del Código Civil y
además es una herramienta de hermenéutica jurídica
distinta de la analogía, pues la primera supone la existencia
de una norma, mientras que se recurre a la segunda como
mecanismo de integración ante el defecto o deficiencia de la
ley;

[…] Que, a mayor abundamiento, la acotada norma de derecho


material prohibe la analogía respecto de leyes y no a
normas estatutarias”.
En su momento, critiqué esta fundamentación: en
materia de argumentación jurídica, es válido invocar
principios de derecho, tanto para la interpretación
de leyes, como de negocios jurídicos. Lo decisivo va
a ser el grado de persuasión de dicha
argumentación .

Retornando a la interpretación del negocio jurídico.


Si bien exteriorizada ¿a qué voluntad nos estamos
refiriendo?.
El código civil peruano centra su atención en “lo expresado” en
el acto jurídico y en “la común intención de las partes” en
materia contractual. En buena cuenta, si el modelo jurídico
diseñado por el legislador entiende el acto jurídico como una
“manifestación de voluntad” (art. 140), el objeto de la
interpretación será “lo expresado” de esa voluntad (art. 168).
Como agudamente se ha observado, en la
medida que entró en crisis la noción del acto
jurídico como modo de ejercicio de la
soberanía del individuo en la esfera jurídica
que le es propia, también “la doctrina de la
interpretación como reconocimiento del
contenido de una voluntad llegó al ocaso”
(SACCO y DE NOVA). Se agrega que “la
ecuación puesta entre interpretación y
reconstrucción del querer corresponde a una
concepción que, a decir poco, no existe
desde hace más de un siglo y quizá nunca
existió. (…) La voluntad forma objeto de la
investigación no en cuanto sea una voluntad
soberana, sino en cuanto una norma
soberana ordena adecuar los efectos del
negocio a la voluntad” (SACCO y DE NOVA).
Se concluye que “la cuestión de la correlación entre
interpretación y voluntad es, antes que nada, una cuestión
de derecho positivo” (SACCO y DE NOVA). Por
consiguiente, el objeto de la interpretación son “los signos”
(ROPPO) (exteriorizados a través de documentos y
conductas) con los cuales las partes o un sujeto han
manifestado su voluntad, que permiten al operador
jurídico arribar a “voluntad legalmente reconstruida”
(SACCO y DE NOVA), que tiene como fin “encontrar el justo
significado del contrato”(ROPPO) o del negocio jurídico.
Naturaleza de las normas sobre la interpretación
del negocio jurídico

La doctrina mayoritaria las entiende como normas


jurídicas (BIANCA) llegándose a decir que “es
deber del juez adecuarse a los cánones
hermenéuticos fijados por la ley” (SACCO y DE
NOVA). En un primer momento, un sector de la
doctrina les negaba esta categoría, y las entendía
como “reglas lógicas” de las cuales el intérprete no
podría apartarse, inclusive, en el caso
que no estuvieran codificadas” (CARRESI). Este
problema, como se ha advertido agudamente “no
parece tener motivo de existir” (BIGLIAZZI GERI). En
efecto, “muchas son las reglas lógicas que el
intérprete puede utilizar, sólo a algunas de ellas él
debe adherirse y de las cuales no puede, en tanto se
encuentran codificadas, apartarse; de las primeras,
son solo aquellas que se insertan en el
procedimiento lógico-cognoscitivo y valorativo
impuesto por las segundas las que deben (no las que
pueden) ser empleadas por el mismo” (BIGLIAZZI
GERI).
En mi opinión, las normas de
interpretación reguladas en el Código
Civil peruano tienen carácter imperativo.
La ratio de éstas es que se establezca una
relación jurídica justa y eficiente. No se
podría concebir una cláusula en la cual se
acuerde que la interpretación sea
contraria al principio rector de la buena fe.
¿Cabría que se pacte, en términos
generales, interpretar asistemáticamente,
en contra de la naturaleza y objeto del acto
jurídico, o en contra del adherente? La
respuesta correcta es la negativa. Las
normas prescritas en los arts. 168, 169, 170
y 1362 c.c. son un contenido mínimo de
reglas a las cuales deben someterse los
particulares y los operadores jurídicos.
Sin embargo, ello no implica que,
adicionalmente, las partes (o quien manifieste
su voluntad) establezcan otras reglas de
interpretación y, en tanto, no contravengan
otras normas imperativas, ni sean contrarias
al orden público o a las buenas costumbres
(art. V T.P. c.c.), estas son plenamente válidas
y eficaces.

Tal es el caso, por ejemplo, que las partes


acuerden, que en caso de contradicción entre
un contrato y un anexo del mismo, prevalezca
el primero.
Código Civil Italiano
Código Civil
Art. 1362:
Art. 1362:
“Al interpretar el contrato se
debe indagar cuál ha sido la “Los contratos deben
común intención de las partes negociarse, celebrarse y
y no limitarse al sentido ejecutarse según las reglas de
literal de las palabras. la buena fe y común
Para determinar la común intención de las partes”.
intención de las partes, se
debe evaluar su
comportamiento en conjunto
incluso después de la
conclusión del contrato”.
Código Civil Italiano
Código Civil
Art. 1363:
Art. 169:
“Las cláusulas del contrato se
interpretan las unas por “Las cláusulas de los actos
medio de las otras, jurídicos se interpretan las
atribuyendo a cada una el unas por medio de las otras,
sentido que resulta del acto en atribuyéndose a las dudosas
conjunto”. el sentido que resulte del
conjunto de todas”.
Código Civil Italiano
Código Civil
Art. 1366:
Art. 168:
“El contrato debe ser
interpretado según la buena “El acto jurídico debe ser
fe”. interpretado de acuerdo con
lo que se haya expresado en
él y según el principio de la
buena fe”.
Código Civil Italiano
Código Civil
Art. 1369:
Art. 170:
“Las expresiones que pueden
tener varios sentidos, en caso “Las expresiones que tengan
de duda, deben ser entendidas varios sentidos deben
en el sentido más conveniente entenderse en el más
a la naturaleza y al objeto del adecuado a la naturaleza y al
contrato”. objeto del acto”.
Código Civil Italiano
Código Civil
Art. 1370:
Art. 1401:
“Las cláusulas insertas en las
condiciones generales del “Las estipulaciones insertas
contrato, en módulos o en en las cláusulas generales de
formularios predispuestos por contratación o en
uno de los contrayentes se formularios redactados por
interpretan, en caso de duda, una de las partes, se
a favor del otro”. interpretan, en caso de duda,
en favor de la otra”.
En doctrina, se diferencia claramente “la
interpretación denominada subjetiva, la cual está
dirigida a aclarar la común intención de las partes,
conforme al principio de fondo de la interpretación
del contrato” (BIANCA) y “la interpretación
denominada objetiva, la cual está dirigida a fijar el
significado del contrato cuando está en duda la
común intención de los contrayentes” (BIANCA).
SUBJETIVA
168 169
170 1362
1401
C.C.

OBJETIVA
La búsqueda de la común intención no
se limita sólo a rescatar lo que expresó
cada una de las partes: dado que el
contrato es un acuerdo de voluntades,
se debe arribar al consentimiento, es
decir, al entendimiento al cual
presumiblemente las partes han (o
creyeron haber) llegado, a la
programación de la relación jurídica
entablada, para poder así,
reconstruirla.
Como ya se advirtió, esta búsqueda se
extiende a la fase anterior y posterior
de celebración del contrato: no sólo a
través de los documentos redactados,
sino del comportamiento de las
partes. Es cierto que se puede
emprender esta búsqueda con
parámetros subjetivos (siendo una
suerte de medium de las intenciones
de las partes) o con parámetros
objetivos (individualizando y
entrelazando datos de hecho que nos
permitan llegar a dicha común
intención).

La pregunta de rigor es: ¿Aunque haya asumido
parámetros objetivos o subjetivos para determinar
la “común intención”, ésta es tal o sólo un
espejismo? En efecto, la discusión sobre la
“común intención” surge en el momento
patológico de la relación contractual y podrá
haber tantas interpretaciones de “común
intención” como partes en un contrato. Cuando el
llamado a decidir (juez o árbitro) opte por una de
éstas ¿fue verdaderamente “la común intención”
de las partes? Ello pone en evidencia que esta
forzosa búsqueda en medio del desierto de la
discordia (entre las partes) nos lleva a un oasis
que no necesariamente es real, sino el que
presumiblemente y en atención a lo declarado y a
la conducta de las partes, es el que se asume como
válido: necesario espejismo en aras de la
seguridad jurídica. En suma: no necesariamente
se descubre una regla pre-existente, sino a un
“resultado” interpretativo. Como agudamente ha
sido observado, es tan obsesiva, como hipócrita,
la preocupación del juez por el principio que él no
puede “hacer el contrato por las partes” .
La buena fe y la moralización de las relaciones económicas

La buena fe expresa la confianza o la esperanza en una


actuación correcta de otro.

•Buena fe subjetiva – creencia


•Buena fe objetiva – comportamiento

Tres vías de concreción:

•Como criterio hermenéutico (art. 168 c.c.)


•Como criterio de conducta (art. 1362 c.c.)
•Como criterio al que debe someterse el ejercicio de los
derechos

Venire contra factum proprium non valet

No cabe ir en contra de los propios actos (art. 229 c.c.)


La interpretación sistemática

La interpretación sistemática, que algún


sector de la doctrina prefiere llamar de la
“totalidad” del negocio jurídico, implica
que la labor hermenéutica no debe
agotarse en una cláusula determinada del
contrato, o del negocio, sino en su relación
con otras, entendiendo las partes del
mismo, no como una sumatoria del todo,
sino como una unidad funcional.
Implica asimismo diferenciar qué parte es
indispensable para la reconstrucción de “lo
expresado” o de “la común intención de las
partes”, de aquello que es simplemente
superfluo.
Este criterio no es subsidiario .
El negocio jurídico no es una “isla” dentro del
ordenamiento: sus cláusulas, así como el negocio
(vale decir, la parte y el todo) también deben
interpretarse en función y relación con la
normatividad imperante.
Queda claro que si un acuerdo (o “lo
expresado”) va en contra de una norma
supletoria no hay problema; pero distinto
es el caso, si colisiona con una norma
imperativa, vale decir, de cumplimiento
ineludible.

Caso de los honorarios de éxito de una


banca de inversión en una licitación
internacional:
si ésta contaba con “dos propuestas” como
mínimo.
En no pocas ocasiones, la interpretación sistemática
de un acto jurídico, cuando genere alguna
contradicción entre las partes de éste (por ejemplo,
las cláusulas de un contrato o de un estatuto),
forzosamente implica la necesidad de prescindir de
aquella parte “extraña” a la coherencia del acto
jurídico en su conjunto. Piénsese en el caso de un
contrato en el que existen dos obligaciones: la de
construir el local a ser alquilado (a cargo del
arrendador) y la del arrendamiento del local
(construido) y que en una cláusula se pacta que el
monto del alquiler se paga al inicio de la
construcción. Una interpretación sistemática hace
entender que el monto del alquiler comienza una vez
que el local esté construido y no mientras se
construye (salvo que se acredite que la común
intención de las partes era diversa).
En atención a una
interpretación sistemática y al
principio utile per inutile non
vitiatur (lo útil no se vicia por
lo inútil):

El todo no puede verse


sacrificado por la parte.
En no pocas ocasiones, la interpretación sistemática
de un acto jurídico, cuando genere alguna
contradicción entre las partes de éste (por ejemplo,
las cláusulas de un contrato o de un estatuto),
forzosamente implica la necesidad de prescindir de
aquella parte “extraña” a la coherencia del acto
jurídico en su conjunto. Piénsese en el caso de un
contrato en el que existen dos obligaciones: la de
construir el local a ser alquilado (a cargo del
arrendador) y la del arrendamiento del local
(construido) y que en una cláusula se pacta que el
monto del alquiler se paga al inicio de la
construcción. Una interpretación sistemática hace
entender que el monto del alquiler comienza una vez
que el local esté construido y no mientras se
construye (salvo que se acredite que la común
intención de las partes era diversa).
La interpretación teleológica

La interpretación teleológica, a la cual se le


denomina también finalista, causalista o
funcional, ante la posibilidad de interpretar una
cláusula o expresión en varios sentidos, tiene en
cuenta la causa concreta y justificante por la cual
se realiza el negocio jurídico. No se olvide que la
causa puede ser entendida en dos modos, vale
decir, “como función del negocio, o como
justificación” (SACCO).
Sin embargo, aunque peque con decir lo evidente, la labor interpretativa según
este criterio también comprende los fines del negocio: no se olvide que el art.
140 c.c. se refiere al “fin lícito” del acto.

Caso de los denominados “fondos de protección” en los contratos de tarjeta de


crédito.
La interpretación contro proferentem

En el fenómeno de la contratación en masa ya


no cabe indagar por una “común intención” de
las partes: hacerlo sería “ciencia ficción”. Aquí
nos encontramos en un escenario donde no hubo
negociación entre las partes, sino la adhesión de
una al programa contractual diseñado por la
otra; por consiguiente, la labor interpretativa
(que no debe sustraerse de los criterios
analizados anteriormente: buena fe, sistemático,
teleológico, ni a otros que considere pertinente el
juez o el árbitro) tendrá que basarse en el
principio que cualquier ambigüedad deberá
interpretarse en beneficio del adherente.
Ello se justifica plenamente si tenemos en
cuenta que el predisponerte, al beneficiarse
con este tipo de contratación, tendrá que
asumir los costos, por haber creado (ya que
él redactó el contrato) dicha situación.

Caso:

“EL CLIENTE asume responsabilidad plena del uso


irregular o fraudulento que se pueda hacer con su
tarjeta y/o la(s) adicional(es) declarada(s) en tal
situación, hasta las 48 horas siguientes a la fecha de
recepción, por parte de EL EMISOR, de la
comunicación escrita o por fax del hecho ocurrido”.
¿Puede el juez o el árbitro realizar una
interpretación total del contrato aunque no
haya sido solicitado por ninguna de las
partes?

La labor interpretativa del juez o del árbitro,


no sólo debe limitarse a lo alegado por las
partes. El operador jurídico “conoce el
derecho”, en atención a lo prescrito en el art.
VII T.P. c.c. y el art. 169 c.c. (que es un
mandato imperativo) establece claramente
que “las cláusulas de los actos jurídicos se
interpretan las unas por medio de las otras”,
independientemente si han sido invocadas o
no.
A manera de conclusión
Es innegable que es un imperativo “la
prioridad de los medios de interpretación
subjetiva (…) respecto a los medios de
interpretación objetiva”, o como querramos
llamarlos. Sin embargo, no comparto que
haya un orden de prelación en nuestro
sistema; pero tampoco que “cada artículo
puede ser interpretado independientemente
sin coordinar con el otro”. Los casos
planteados han sido una muestra clara que
se pueden asimilar los diversos principios
interpretativos sin recurrir, necesariamente,
a un orden pre-establecido.
Pero no solo ello: los diversos criterios de
interpretación pueden complementarse entre
sí para reforzar una argumentación.
Recordemos que lo que tendrá (o debería
tomar) en cuenta el juez o el árbitro, en caso
de decidir, es el argumento más persuasivo
que se presente entre las partes. No es que se
trate de una prioridad jerárquica, en la cual,
si no se puede aplicar un criterio, se recurre
al siguiente, ni que se aplique un criterio
interpretativo aislado, sin complementarlo,
con otro, sino de diversos criterios que se
pueden ofrecer simultáneamente para
generar un convencimiento o una “toma de
posición” al que tenga que decidir.

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