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GRUFAJE 2019 David Ortiz

ESPANHOL Andrés Díaz


ATIVIDADE 1
ATIVIDADE 2
A mucha gente le gusta ver en los cuadros lo que también le gustaría ver en la realidad. Se trata de una preferencia
perfectamente comprensible. A todos nos atrae lo bello en la naturaleza y agradecemos a los artistas que lo recojan en
sus obras. Esos mismos artistas no nos censurarían por nuestros gustos. Cuando el gran artista flamenco Rubens dibujó
a su hijo, estaba orgulloso de sus agradables facciones y deseaba que también nosotros admiráramos al pequeño. Pero
esta inclinación a los temas bonitos y atractivos puede convertirse en nociva si nos conduce a rechazar obras que
representan asuntos menos agradables. El gran pintor alemán Alberto Durero seguramente dibujó a su madre con tanta
devoción y cariño como Rubens a su hijo. Su verista estudio de la vejez y la decrepitud puede producirnos tan viva
impresión que nos haga apartar los ojos de él y, sin embargo, si reaccionamos contra esta primera aversión, quedaremos
recompensados con creces, pues el dibujo de Durero, en su tremenda sinceridad, es una gran obra. En efecto, de pronto
descubrimos que la hermosura de un cuadro no reside realmente en la belleza de su tema. No sé si los niños que el
pintor español Murillo se complacía en pintar eran estrictamente bellos o no, pero tal como fueron pintados por él,
poseen desde luego gran encanto.
Tomado de: Gombrich, E. H. (2003). La historia del arte. Madrid: Random House Mondadori
ATIVIDADE 3El oficio de autor
Me dices que papá escribe muchos libros, pero no entiendo nada de lo que escribe. Se pasó toda la noche leyendo para ti, ¿pero has
podido descubrir realmente el significado de todo aquello? ¡Tú sí, madre; tú sí que sabes contar bonitas historias! No entiendo por qué
papá no puede escribir cuentos como los tuyos. ¿Es que su madre nunca le contó historias de gigantes, hadas y princesas? ¿O tal vez
las ha olvidado?
A menudo se retrasa para ir a su baño, y tienes que llamarlo cien veces. Tú lo esperas, le conservas los platos calientes, pero él sigue
escribiendo y lo olvida todo. Papá sólo sabe jugar a escribir libros. Si alguna vez me voy a jugar en el cuarto de papá, vienes en
seguida a buscarme y dices que soy malo. 
Si hago un poco de ruido, me riñes: ‘¿No ves que papá está trabajando?’ ¿Por qué le gustará tanto escribir, escribir siempre? Cuando
cojo la pluma o el lápiz de papá y escribo en su cuaderno “a b c d e f g h i” exactamente como él, ¿por qué te enfadas conmigo,
madre? Pero nunca protestas cuando es papá quien escribe.
Ni te importa que papá malgaste tanto papel. Pero si yo cojo una sola hoja para hacerme un barco, me gritas en seguida: ‘¡Hijo mío,
qué pesado eres!’ ¿Por qué no riñes a papá, que estropea hojas y más hojas, llenándolas de letras negras por los dos lados?
De “Obras selectas”, de Rabindranath Tagore” (2015). Editorial EDIMAT.
Tagore e Einstein, Berlin
(1930)

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